Capítulo III
A veces me sentía demasiado solitaria a pesar de estar rodeada de gente en la Legión. Muchas personas pasaron sus días a mi lado, algunas aún estaban ahí. Incluso tuve mi propia tropa de soldados.
Nunca nada fue suficiente para llenar aquel vacío que seguía atormentándome día tras día.
Era un poco irónico que pensara eso de Erwin. Y lo conocía tanto, que sabía perfectamente que él pensaba lo mismo de mí.
Quizás por ello terminamos haciendo esto. Por lo menos esperó a que fuera mayor de edad para declarar sus intenciones ¡Que escondido se lo tenía! ¡Y yo, joven e inocente, ni cuenta me daba!
Lo nuestro era casi un trato. Una palabra de amigos, sin compromisos, sin sentimientos de por medio. Algo que simulara llenar el vacío que llevábamos en nuestros corazones.
Por lo menos nos divertíamos.
Me removí incomoda en la cama, debía dejar de pensar o me saldría humo de la cabeza. Ya casi pasaban tres años desde este secreto. Aunque Mike lo olía a leguas, Hanji lo preveía y Levi bromeara con nosotros.
Erwin estiró su brazo, apegándome a su cuerpo. La cama seguía tibia y las sabanas revueltas entre nuestras piernas estaban logrando que me congelara.
Y asesinaran el momento de pasión vivido previamente.
De todos modos no quería abrir los ojos, porque mi cerebro decía que prácticamente no había descansado nada, así que me acomodé nuevamente en los brazos del hombre que intentaba darme un poco de calor en ese momento.
Tuve el sueño perfecto. Llevaba semanas sin poder dormir de esa manera, por lo que cuando desperté por culpa de la tenue luz que entraba por el ventanal, sonreí.
Me senté en la cama intentando escapar de la prisión en la que me tenía Erwin. Lo observé mucho tiempo antes de que mi cuerpo comenzara a funcionar. Su cabello rubio desordenado, daba risa. Y sus cejas.
Como reía cuando Levi le decía que él y sus cejas podían irse a la mierda.
Cejas… cejas… cejas… as… orugas.
Orugas.
¡Parecían orugas también!
― Buenos días.
― ¡Ah!
Me asustó. Erwin se desperezó antes de poder maravillarme con sus ojos azules y reírse de mi expresión de pánico.
― ¿En qué estabas pensando? ― Me preguntó, frunciendo el ceño.
― Orugas. ― Respondí sin pensar ¡Por favor, cerebro, es hora de despertar también! – No, digo, que debo ir a ver a los pacientes ¿Le molesta si me retiro, Comandante?.
Daba la impresión de que me gustaba mucho ese juego. Cielos, si mi madre me escuchara.
Él sonrió nuevamente, se sentó en la cama, me dio un beso de despedida y eso era todo. La parte buena de la rutina.
Solo me coloqué la camisa y el pantalón, tomé todas mis cosas y corrí hasta mi habitación. Daba gracias que por lo menos todo eso estuviera cerca, ya que, si alguien me atrapaba, era soldado frita. Ahí me duché y me vestí como el médico decente que todos consideraban que era.
Y entré en cada una de las habitaciones. Soldados dándome los buenos días, otros roncando aún. El equipo de Operaciones Especiales conversaba animadamente en la habitación, por lo que solo quedaba una persona.
Levi.
Toqué la puerta un par de veces, pero no obtuve respuesta. Entré sin permiso, ya que… bueno, podía hacerlo.
Pero me quedé plasmada en la puerta un buen rato. Al lado de Levi estaba un bulto, que se movía irregularmente.
― ¿Levi Heichou?
Lo único que me faltó fue toser exageradamente para que me notara.
― … No te enseñaron a golpear la puerta, mocosa inútil ¡Largo!
Buenos días para usted también, líder amargado.
― He venido por su revisión. No me iré a ninguna parte. ― Sonreí. Esa sonrisa con la que digo que se hace lo que yo quiero. Me acerqué a la ventana y abrí las cortinas, para que la luz del sol entrara y me ayudara a ver quién carajo estaba metido en la cama del Heichou.
Me senté junto a él y el bulto desapareció. ¿Es que acaso se estaba…? No.
No.
¡NO!
Cuando volví en sí, noté que me miraba fijamente a los ojos.
― ¿Qué te pasa? Tu cara…
Maldición. Me había sonrojado.
― ¡Nada! Ahora por favor, siéntese y déjeme mirar las heridas. ― Chillé, como una jovencita asustada. Un tsk y una mirada pasiva.
Como siempre.
Obedeció y me permitió mirar sus heridas, ya más calmado que el día anterior. Al quitar el vendaje, las heridas del Heichou estaban casi listas para sacar los puntos y dejarlas al aire libre para que cicatrizaran mejor, con ayuda de ungüentos.
― Todo en orden, Levi-Heichou. Mi diagnóstico es positivo, eso sí, tiene prohibido realizar cualquier tipo de ejercicio durante una semana. Si no, su recuperación durara más tiempo y no quiere eso ¿Cierto? ― Le pregunté inquisitivamente.
Nada de ejercicio significa NADA DE EJERCICIO.
― ¿Qué insinúas, mocosa?
Esos ojos grises se volvieron plateados en un segundo. Que alguien le enseñe a disimular, por favor.
― Nada. Ha quedado lo suficientemente claro, a menos que quiera que se lo dibuje, o algo. ― Respondí, ácidamente. Escuché una risita bajo la cama.
Maldición.
― Haré lo que digas mocosa, pero ahora lárgate. Tráeme algo de comer, o ve a joder a alguien más ¿Así tratas a la gente aquí?
Levi, eres el ser más despreciable que ha pisado las murallas.
― Entendido, Heichou. Puede terminar su asunto con Hanji, vendrán otras personas a cuidarlo durante su estadía aquí. Ha acabado con mi paciencia.
Ojalá el enano hubiera estado tras la puerta para sacarle la nariz con el portazo que di. Se podían ir todos al carajo oficialmente.
Caminé rápidamente por los pasillos del Centro de Salud para no escuchar la voz de mierda que venía tras de mí.
― Chiyu-chan…. ¡Eh, ._._._._.!― Me gritaba Hanji, al parecer, corriendo tras de mí.
― ¿Qué quieres, Hanji? ― Pregunté girándome bruscamente. Nuestras frentes se tocaron levemente, por la velocidad a la que ella venia corriendo. Di un paso hacia atrás, molesta.
― No te enojes, Chiyu ¡Perdón! ― Soltó ella alegremente. De donde sacaba tanta energía esa mujer.
― No me enojo por lo que te traes con Levi. Me enojo porque estoy intentando cuidar del enano que tal vez nos saque de este encierro… Compórtate, mujer. ― Respondí, mirándola fijamente. Pero ella no me prestaba atención, como siempre.
― Chiyu-chan.― Soltó, acercándose a mí.
¿Qué, ahora quería también algo conmigo?
― Maldición, Hanji…― Desvié la mirada, notoriamente nerviosa.
― Tienes un… ¡Tienes un chupetón en el cuello!
Mi alma salió de mi cuerpo. Sentí como todo el calor de mi cuerpo desaparecía. Ni siquiera sonrojada, no, peor aún.
Muerta en vida.
― ¡Seguro que me picó algo! ― Grité.
Grité como una loca. Y eso fue lo peor, como si la loca cuatro ojos fuera tonta.
― … ¡Lo sabía, ._._._._.! – Esta vez ella me gritó. Pero me tomó las manos y me sonreía, se veía demasiado feliz para como asumir el notición que seguramente, tenía en mente. ― Jodido Er…
Para, maldición. Mi mano tapó completamente su boca, mientras ella tosía y se quejaba por la fuerza de mi acción. Cuando se calmó y de mis ojos salió fuego, ella asintió y se quedó callada.
― Podremos hablar de esto en otro momento. ― Le dije, girando nuevamente, para completar mis tareas diarias.
― Hablaremos. ― Repitió ella, sonriente como siempre.
Y me alejé de ahí para hacer de mi trabajo, una manera de no pensar. Hasta que Don Cejotas apareció para citarme en su oficina durante el almuerzo.
Aunque aquello no era para divertirnos. Era para torturarme con mis recuerdos.
Toqué la puerta dos veces. Entré y de mi boca salió un gran suspiro, por lo que Erwin me regañó con la mirada. Muchas veces le había mentido con contarle la verdad.
Pero esta vez de verdad lo haría.
― Soy todo oídos. ― Me dijo, extendiéndome una taza de té recién hecho.
― Bien… Erwin, tú sabes que jamás he sido demasiado abierta con mis asuntos… y ahora entenderás el por qué.
Su mirada se endureció. Y comencé mi discurso.
::: ~ Flashback ~ :::
Corría el año 843. Tres años como recluta en la Legión de Reconocimiento, a punto de cumplir dieciocho años en un día de crudo invierno para todas las personas residentes dentro de las murallas.
En aquellos años corría por los pasillos buscando enfermos a quienes ayudar. Y en cuanto salí por las grandes puertas del Cuartel de la Legión, La Policía Militar conversaba con el Comandante Erwin y con Levi.
Y de pronto ambos me dieron una mirada de terror. Uno de aquellos soldados, con su escopeta en las manos, se acercó hasta mí.
― ._._._._. ._._._._. ¿Correcto? ― Me preguntó, después de decir mi nombre y apellido.
― ¡Sí! ― Respondí, ofreciendo mi corazón, como me enseñaron.
― Acompáñanos.
― ¿Eh?
― Acompáñanos, mocosa.
Vaya. Eso no era una petición, era una orden. Solo miré a Erwin, quien asintió suavemente. Y de pronto Levi se acercó hasta mí con unas hojas en las manos, golpeando duramente mi pecho con ellas.
― Tienes trabajo, niña inútil. ― Me dijo. Y desapareció. La mano de uno de los soldados tomó mi brazo, mientras sujetaba aquellas hojas y de mala forma me metían a un carruaje.
Allí lo entendí todo.
Uno de los nobles se encontraba enfermo y necesitaban a alguien que lo salvara.
De hecho, era vida por vida. Si todo salía bien, volvía tranquilamente a la Legión con los beneficios que la Policía Militar y el noble me darían.
Si fallaba, me ejecutaban.
De pronto una lágrima cayó sobre aquellas instrucciones. Los soldados cuchichearon y rieron en mi cara, la cara de una joven que tenía terror por lo que sucedería. Ningún nombre, ni localización, ni mayor información podrían ayudarme para por lo menos saber si podría huir.
Estaba jodida.
Ya de noche y dormitando en el carruaje, se detuvo estrepitosamente. Me hicieron una seña para que bajara y lo hice sin más.
De pronto, todos ofrecían su corazón, menos yo.
― El Comandante Nile Dawk te acompañara desde ahora en adelante. ― Susurró uno de los soldados, dándome un golpe en el hombro.
Con ese nombre, obligatoriamente debía ofrecer mi corazón. Pero él no se veía como el resto de los soldados, a pesar de su mirada dura, no parecía ser igual de turbio que los demás.
Caminé junto a él a solas, mientras todos los soldados tomaban diferentes rumbos. Entramos a una sala de estar tan lujosa, que daba un poco de miedo. Él se sentó al lado de una taza de té servida, mientras yo seguía de pie, asustada y hambrienta, para mi desgracia.
― He escuchado mucho de ti por medio de Erwin.
De pronto inicio una conversación demasiado casual, por lo que realmente me asusté más aún.
― Es un honor, Comandante. ―Respondí, tomando una posición militar, con las piernas algo separadas y las manos atrás.
― Siéntate.
― Sí, Comandante.
Y me senté junto a él, en el lado contrario de la mesa. Intentando mantener la compostura.
Para cuando el comenzó con su té, a la sala entró un jodido banquete demasiado grande para dos personas. ¿Por qué demonios no guardaban esas cosas y ayudaban a la gente que realmente lo necesitara?
― Come. ― Dijo nuevamente. Frente a mi descansaba un platillo de carne, ensaladas y arroz. Años sin probar la carne. La primera y última vez fue cuando Erwin aprobó mi solicitud del Centro de Salud.
Comí suavemente, fingiendo ser una señorita, sin parecer demasiado desesperada. Él sonreía y me observaba esporádicamente. Y cuando terminé, abrió la boca nuevamente.
― La verdad, ._._._._. , es que no es un noble cualquiera quien necesita de tu ayuda. Es el Rey.
Mierda. Casi devuelvo toda la comida en dos segundos. Creo que palidecí y comencé a sudar excesivamente.
¿Era una broma?
― Entendido. ― Respondí, mirándolo fijamente.
― Hoy descansarás aquí. Se te ha asignado una habitación, mañana a primera hora el Rey te atenderá en su habitación para que lo revises. En la tarde nos darás una respuesta y te puedes ir en cuanto él se recupere.
Ninguna referencia a que, si le pasaba algo, yo tampoco me iba de ahí. O tal vez saldría, pero envuelta en una manta y con un arreglo de flores y mi capa de regalo para mi madre.
― ¡Si, Comandante! ― Fue lo que pude decir, antes de que él se parara y una asistente me indicara el camino a mi habitación.
Desde ahí, creo que lloré hasta dormir y cuando me despertaron aquel día en la mañana, supe que era mi fin. La misma asistente me encamino hasta donde el Rey descansaba.
Y cuando entré ahí, mínimo dos de los soldados me apuntaron con sus armas.
Claro, por la fama que llevaba la Legión del Reconocimiento.
― Retírense. ― Soltó una voz gastada, demasiado mayor para lo que me imaginaba. Sin chistar las órdenes se cumplieron. Irónico, dejarlo solo con una niña.
Me acerqué hasta el para juntar mis manos y hacer una reverencia en la cual bajé casi toda mi espalda. Cuando volví a una posición normal, el seguía mirándome fijamente, inexpresivo.
― Buenos días, Señor. ― Le dije, como para romper la tensión que se había formado.
― Haz lo tuyo, mocosa. ― Respondió.
Como era de esperarse de un trasero que ha estado en la realeza toda la vida. Primero que nada, analicé la habitación. A su lado, en la mesita de noche, había un té de hierbas servido, aun humeante. Bajo eso, un cubo de basura, al parecer, recientemente usado.
Me acerqué a él, quitando las mantas.
Abrí su camisa para tocar su abdomen, puesto que se notaba que el dolor era estomacal.
― Señor ¿Cuántos días lleva con dolor de estómago? ¿Recuerda cuál fue el día en que comenzó a vomitar?
― Casi cuatro. Y ayer en la noche fue el primero. ― Respondió sin problema. Pero en cuanto toqué la parte inferior derecha de su abdomen, su expresión cambió notoriamente. Toqué su frente, tenía fiebre, pero era algo leve.
― ¿Alguna otra molestia, a parte del dolor focalizado? ― Volví a preguntar, ya cerrando su camisa, para largarme de ahí y comunicar la urgencia de aquel problema.
― No.
― Bien. Por ahora, le recomiendo que no se levante de la cama. Todo lo que tenga que hacer, debe pedirle ayuda a alguien. Informaré de esto de inmediato―
Logré conectar las palabras, porque la vida de él, junto con la mía, peligraba.
― ¿Puedes arreglarlo?.
― Si. Pero debo realizar una operación.
Su expresión cambió completamente, como si entendiera la gravedad del asunto. Algo, como una súplica, podía ver en su mirada.
― Ve. ― Me dijo.
Informar aquello al Comandante se volvió un caos. Primero, no me creía. Luego, se asustó. Decidimos que mi jodido informe se realizaría después de la operación, pero ya sabía las consecuencias si fallaba.
De pronto algo muy parecido a una de las salas de la Legión fue acondicionado como quirófano en donde se acomodó al Rey para comenzar a operar.
Pero tras de mí, cuatro soldados de la Policía Militar vigilaban que no hiciera ninguna estupidez. En la primera inyección, donde poco menos debía gritar para que era cada una, uno de los jodidos estúpidos disparó su escopeta.
La bala se incrustó en uno de las murallas. Y yo tenía el cañón ardiendo en la frente.
― Estaba probando que tu sedante fuera efectivo, mocosa.
Y se atrevió a reír.
Luego el mismo imbécil estaba haciendo arcadas al ver como extirpaba el apéndice.
Mínimo estuve dos horas allí dentro, con la presión del momento, pareciendo una gelatina. Ya más tarde me permitieron descansar, cuando el Rey estuvo bien.
Realizar el informe fue lo más simple de todo.
Y esperar que la herida cicatrizara y la evolución del hombre, calmó los ánimos.
Luego de dos extensas semanas donde olvidé lo que era dormir, el Rey me llamó ahora más tranquilo, sentado en una silla, observando la nieve caer desde un gran ventanal.
Cuando me hizo una seña para acercarme a él, pensé que me agradecería por lo que hice.
Que ingenua.
Me jaló del cabello, acercándome a él.
― Niña, nunca confíes en nadie, ni dejes que te hagan daño. Mírame, el hombre más poderoso dentro de las murallas y el único preocupado por mi salud, el Comandante de la Policía Militar. Algún día tú también estarás sola, nunca en tu vida encontraras aquello que llene el vacío, arriesgando tu miserable vida en La Legión de Reconocimiento. Destinada a estar sola por el resto de tu vida.
Motivante discurso para una niña de esa edad. Lástima que se incrustó en mi corazón como una daga.
― Señor…― Chillé, asustada. El me soltó, indicando que me largara. Y lo hice.
El carruaje me esperaba, esta vez, para volver a mi lugar. El Comandante me miraba fijamente, notando algo, mientras me acompañaba en mi vuelta a la realidad.
― Al Cuartel de la Legión de Reconocimiento se enviará tu pago y recompensa. Por mi parte, agrego plena cooperación de mis tropas para lo que necesites. Pero solo para ti, ._._._._.
Claro. Como si eso sirviera mucho.
― Entendido, Comandante.
Esas fueron las únicas palabras que cruzamos hasta que llegue al Cuartel. Ahí, me despedí realizando el saludo. La Legión completa me recibió, pero apenas pude llegar a mi habitación, me quedé ahí una semana exacta.
Pensar no me dejaba dormir, ni dormir me permitía pensar.
Estaba casi en un trance. A veces Erwin me visitaba y se quedaba en silencio, observándome. Hanji me hablaba y se enojaba porque no respondía.
Hasta que una noche, Levi tiró la puerta de mi habitación al suelo. Me cargó sobre su hombro y me lanzó en el césped cubierto de nieve.
La luna estaba llena.
― Eh, mocosa de mierda. Ya es suficiente.― Gritó, furioso.
Mi mano subió, como queriendo atrapar la luna con mis dedos.
― ¡Basta!
De pronto, su mano golpeó la mía, bajándola hasta el suelo. Eso dolió. Luego comenzaron las patadas.
Escuchaba los gritos de Erwin, maldiciéndolo. Hanji intentando detenerlo mientras otros reclutas conseguían ponerme de pie.
Ya no se habla de aquello en la Legión. Los reclutas que lo vivieron ya están muertos. Y por otro lado, porque nadie entiende que siga, a pesar de los años, agradeciéndoselo.
Ese fue el regalo de cumpleaños que Levi me dio, devolverme a la realidad después de un trauma severo.
::: ~ Fin del Flashback~ :::
Notoriamente Erwin nadaba en mis sentimientos. Me veía ridícula ahí, llorando, como una niña pequeña. El silencio fue nuestro aliado, mientras él me abrazaba, yo me dejaba hacer.
El Rey seguía teniendo razón.
Nada ni nadie llenaba ese vacío.
― Por eso tengo tanto resentimiento contra él. A pesar de todo, mató a todos los refugiados en esa misión suicida… Erwin, tuve su vida en mis manos…― Murmuré.
― Tranquila.
― El abuelo…
― Aquel abuelo dijo que conocerías a su nieto.
― Si. Decía que era algo débil y torpe, pero que conseguiría estar en nuestras filas. Y me encargó una misión… entregarle ese libro.
Con aquella esperanza me mantuve con vida en la Legión.
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:::
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El año 850 llegó a nuestras vidas.
A veces me quedaba mirando fijamente un punto y recordaba aquella conversación. Años pasaron desde ese momento, por lo que ahora, me preocupaba de otras cosas más importantes.
Emocionada por la próxima misión fuera de las murallas que me esperaba, el Líder Amargado me hacía enojar como solo él podía hacerlo.
― No. Tu no iras. ― Me dijo, rechazando mi solicitud.
Y con esas palabras, estampé la puerta en su nariz. Como lo deseé siempre.
*Explicación*
La primera parte es la continuación del capítulo anterior.
La segunda parte es un recuerdo.
La tercera parte es la continuación del capítulo, situándonos ya en el año donde aparece Eren y esas cosas.
Hola! Les dejo un nuevo cap de esta historia tan kawaii desu nee... ok no. Gracias por los favs, los follows y los reviews! Me alegran el día !
Loca Bionica Gracias! Esa es mi misión, lograr que se rían un poco. Lamento este cap dramático, pero era para explicarles un poco el por qué la personalidad de... tí (?)
Menomy Jajaja La verdad, tenia dos capítulos listos. Así por si no les gustaba, lo dejaba ahí xD
AnniM Si, me gusta mas la idea de desarrollarlo de a poco, pero ya se viene!
Paloma12314 Claro, Cejotas metiendo sus Cejotas donde no debe! Siento si este no quedó tan gracioso, pero ya di mis explicaciones. Intentaré dedicar uno hasta que se hagan de risa (?)
Pues me despido.
Nos leemos en un próximo capítulo!
