Capitulo VII
Comenzando el año 846, ya con algo más de madurez encima y un poco más dura luego de mi experiencia con el Rey, a pedido del mismo, fui inscrita contra mi voluntad para ser Capitán de una misión que personalmente consideraba un suicidio encubierto.
Con la ya pasada caída del muro María y el inminente colapso de gente sobreviviente en Rose, fuimos informados gracias a la Policía Militar por medio de una carta donde se me nombraba Capitán.
Como ya era costumbre, el comandante Erwin, el Heichou, Mike y yo dábamos vueltas en la oficina de nuestro superior. Levi tamborileaba los dedos sobre el escritorio, mientras Mike escuchaba en silencio y yo intentaba no llorar.
-Esto es una locura. Podemos entrenar a la gente, crear más soldados… no llevarlos al suicidio. No llevarte a la muerte, ._._._._. – Soltó Erwin, logrando quebrar mi fortaleza. Desvié la mirada hacia el suelo para que nadie viera mi poco manejo de emociones.
-Es una mocosa inútil. Casi muere cuando cayó María, por buscar a su madre- Murmuró Levi. Lo miré con odio.
-Son miles de personas… no hay nada que podamos hacer. Si no va, la ejecutarán- Agregó Mike.
Vaya. Como si eso me calmara.
Me puse de pie, golpeando el escritorio de Erwin con los puños. Si las órdenes del Rey eran matarme, con gusto le daría una lección. Regresaría con vida, pasara lo que pasara.
-¡Iré, maldición! No le den más vueltas. Son mis órdenes, las cumpliré y volveré. Lo prometo- Chillé.
Se escuchó un tsk y un suspiro proveniente de Erwin.
-Levi, Mike, pueden retirarse- Ordenó el comandante. Ellos obedecieron sin más, algo despreocupados para mi gusto. El rubio indico la silla a mi lado para que volviera a sentarme, pero negué con la cabeza.
-Comandante, le juro por mi vida que regresaré. Sé que es imposible que traiga a todas esas personas de vuelta… pero debo volver. Quizás es una venganza… gracias a mi hay menos bajas en la Legión. Están haciendo espacio, lo sé- Murmuré, mirando aquellos ojos azules que en cada misión me daban un poco de esperanza.
El esbozó una sonrisa tan leve como su ánimo en ese momento.
-Estarás dos días a campo abierto ¿Sabes lo que eso significa? No le bastó con un día. Está dando por hecho que todos ustedes morirán en ese tiempo. La zona debe estar plagada de titanes-
-No lo puedo evitar. Simplemente lo haré –
Intenté sonreír. Pero no salió nada más que melancolía de mis palabras.
Él se acercó hasta mí, colocando ambas manos sobre mis hombros. Me deslumbró un segundo con sus ojos y luego sentí su calidez sobre mis labios.
Me aferré un poco a ese recuerdo cuando ya montada en mi caballo, las puertas de Rose se abrían para darnos paso a una muerte segura. A mi lado, Hanna, mi nueva recluta, miraba hacia el frente con una expresión de terror indescriptible.
Su nombre también iba escrito en aquella maldita carta.
Los civiles tendrían que caminar a nuestro lado. No tenían más ayuda que pequeños cuchillos y varas de madera. Ni una escopeta, ni equipo tridimensional para los capacitados.
-¡Damos comienzo a la misión de reconocimiento fuera de los muros! ¡Avancen!- Grité. Mi caballo y el de Hanna salieron disparados, mientras la gente corría gritando tras nosotras.
Hanna se separó de mi junto a su caballo y a nuestro lado comenzaron a aparecer los primeros soldados, que si eran militares. En su gran mayoría, recién graduados y otros a los que se les vio huir en el caos de la Muralla María.
Ninguno de nosotros tenía expresión. Desaceleré para que los soldados me dieran indicaciones sobre qué había de camino. Aproveché de mezclarme en la multitud de civiles, quienes aterrados, disminuían la velocidad de su paso para no llegar tan pronto a su fatídico destino.
Particularmente posé la vista sobre un hombre ya mayor, quien estaba siendo literalmente abandonado por los demás civiles. Mi caballo caminó a su lado.
-Sé que esta pregunta es un poco estúpida, pero ¿Se encuentra bien, señor?- Murmuré, mirándolo fijamente.
-Estoy algo viejo para correr, hija- Respondió con una simpatía que me conmovió. Era el primer civil que no me odiaba por tener que llevarlo a esa misión.
Una de las bengalas tiñó el cielo en ese momento. Los primeros titanes de seguro ya habían sido avistados y estábamos en una zona abandonada, sin muchos árboles, pero con casas abandonadas que nos servirían para trepar.
-Bien. Suba- Le ordene, deteniéndome totalmente. El titubeó y me miró algo extrañado. Como si estuviera bromeando.
-No… usted no puede hacer eso- Soltó.
Bajé a su lado. Preparé mi equipo tridimensional al escuchar el trote particular de los titanes que se aproximaban a nosotros.
-Claro que sí. Es una orden ¿Sabe cómo controlar un caballo? Necesitaré de su ayuda-
El asintió y le ayude a subir. Mi caballo galopo a toda velocidad esquivando titanes y pude observar como más de la mitad de mi gente moría.
-¡Hija! No hay forma de salir de aquí. Ríndase, jamás lograremos ver algo más allá de destrucción- Soltó el anciano, enfadándome.
-Y una mierda, señor. Aunque vuelva sin brazo o sin piernas, lo haré. Ahora galope esquivando a los titanes tal cual lo ha hecho. Lo esperaré adelante –
Sin dejarle responder, brinqué enganchándome a aquellos viejos techos abandonados. Hanna siempre comentaba que verme en el aire era casi igual que ver a Levi.
Aunque por mi estúpido temor, o lo que fuera, a las alturas, en ese minuto estaba sintiendo unas nauseas aterradoras y estaba en el cuello de un titán.
Era una oportunidad para intentar sobrevivir.
-¡Capitán!- Chilló la rubia recluta a mi lado.
-¡A tu derecha!- Solté, al ver a otro titán aparecer. Lo hizo trizas en menos de lo que pude parpadear, por lo que sonreí. Maté al mío también, y sin más gigantes en mi mira, volví a tierra firme.
Corrí junto a Hanna, puesto que perdimos nuestros caballos. Debíamos ahorrar gas porque ni siquiera teníamos la opción de recargar suministros.
El crepúsculo ya estaba cayendo ¿En qué minuto paso el día tan rápido? Solo seguí avanzando junto a mi recluta y llegamos hasta un rincón algo abandonado, donde se estaba armando un pequeño campamento.
-¡Capitán! Pensamos… - Soltó un pequeño soldado. Sonrió y nos invitó a una de las casas en pésimas condiciones que nos serviría de refugio esa noche.
-¿Qué tal?- Bromeé, devolviéndole la sonrisa. El caminó a mi lado con un pequeño papel en las manos.
-Somos veintiséis, Capitán. Todos los demás han muerto- Susurró.
Lo miré exaltada. Éramos miles, maldición.
-Hemos determinado los turnos para patrullar de noche. Usted y la cadete pueden tomar un descanso ahora y revisarlo después-
Se alejó de mí y Hanna caminó conmigo.
-Descansa. Ve a comer algo y búscame. Estaré caminando por aquí cerca- Le indiqué a la rubia. Ella asintió.
No era mi idea entrar a aquella casa y escuchar a toda la gente llorar, lamentarse u odiarme. Debía tener un pequeño segundo conmigo misma ya que obviamente, iba a morir antes de volver a las murallas.
Mi esperanza se derribó igual que todas las vidas de las personas que me acompañaron en esa misión. Saqué de mi bolsillo un papel arrugado que tenía dibujado una pésima versión de las alas que tenía en la espalda. Las Alas de la Libertad.
Me senté apoyando la espalda en un árbol. Las cuchillas sonaron de manera brusca.
Chiyu-chan ¡Mátalos a todos!
Esa era la letra de Hanji. Sonreí.
Te esperamos de vuelta.
Simple y preciso. Erwin.
Si no regresas de ese suicidio de mierda, juro que te golpearé como aquella vez.
Levi.
¿Por qué Levi se daba el tiempo siempre de firmar esas estupideces que inventaba Hanji?
Volví a sonreír, pero esta vez completamente rendida. Mis lágrimas no pudieron evitar caer, mientras arrugaba aquella hoja y volvía a guardarla en mi chaqueta.
-¿Hija?-
Salté y me moví rápidamente del lugar en donde estaba. Aquella voz sonó como la de mi padre y casi sufro de un infarto. Era el anciano.
Estaba vivo.
-Bien hecho, señor- Murmuré, tratando de comportarme.
-Gracias a su caballo, Capitán- Agregó el, sonriendo.
-Espero llevarlo de vuelta ¿Ha dejado a alguien en casa?- Pregunté, invitándolo a que se sentara conmigo.
-Mi nieto. Y sus amigos… pobres. Según Armin, uno de los titanes se comió a la madre de ese par. En Shingashina, cuando apareció el titán colosal.
Mi expresión cambio a una sorprendida.
-Mi madre también murió ahí. No sé cómo, pero no logré encontrarla. Nosotros estábamos fuera, en una misión de reconocimiento… igual a esta- Agregué.
-Ese jovencito Eren quiere ser uno de ustedes. Y su hermana adoptiva también. Supongo que Armin los seguirá- Rio.
Esa risa cansada me hizo sonreír.
-Espero conocerlos algún día. Entrenarlos. Ver las alas en sus espaldas, aunque no lo crea, es muy emocionante- Reí.
Cuando él iba a responder algo, un soldado no interrumpió.
-Eh, abuelo, debe volver dentro. Aun no es su turno. Capitán, la soldado Hanna Evans la busca-
Se giró y caminó, dejándonos pasmados.
-Señor- Le indiqué el camino de vuelta, mientras el suspiraba. Reí, caminando tras él.
Milagrosamente las veintiséis personas sobrevivieron aquella noche. Tomamos nuestros caballos para volver a Rose, mientras galopábamos de vuelta con el camino supuestamente limpio, las primeras bengalas comenzaron a teñir el cielo nuevamente.
El abuelo iba tras de mi nuevamente en mi caballo. Ya no había civiles corriendo, todos teníamos una pequeña posibilidad de sobrevivir con esos animales a nuestro lado.
-Joder… ¿Es que esas malditas cosas nunca se mueren?- Solté, totalmente irritada.
-Necesito que me haga un favor, Capitán- Murmuró de repente el anciano. Mi cuerpo se tensó sobre el caballo y los sonoros pasos de los titanes comenzaban a escuchar.
-¿Qué es lo que quiere?- Pregunté.
-Debes llevarle de vuelta un libro a Armin… lo traje porque… verás… están prohibidos-
Reí en mi lugar. El abuelo podía salir con cada cosa en el momento menos esperado.
-Por favor, si es de esos libros extraños… no…- Continué riendo.
-Habla sobre el exterior- Finalizó.
Oh. Dejé de reír.
-El… es un poco torpe. Pero tiene la fuerza de voluntad y la inteligencia suficiente para estar en tus tropas algún día. Dale esto a Armin-
Como estaba tras de mí, amarró una pequeña bolsa de cuero a mi cintura, que contenía solo un libro. A demás de eso, un pequeño libro de notas.
-Señor. Está pensando a morir, volveremos… estamos cerca, ya se puede ver Rose desde aquí- Grité, haciendo que mi caballo diera un giro brusco. Un titán nos seguía demasiado cerca para mi gusto.
-Es noble de tu parte pensar eso. Confío en ti, Capitán. Hazlo- Dijo.
-No… ¡No!- Grité. Ahora con tristeza.
-¡Hazlo!- Gritó por última vez.
Salté. Maté a cuatro titanes, traté de utilizar los árboles para equilibrarme y tomar fuerza para avanzar con el gas.
El caballo de Hanna logró entrar y pude escuchar gritos de sorpresa.
Cuando mi caballo estaba a punto de entrar a Rose, una de esas mierdas excéntricas saltó sobre él, por lo que no pude ver ni al caballo ni al anciano con vida.
Volví a gritar y a maldecir.
Estaba perdida. En ese minuto cerraron la compuerta de la muralla y yo seguía a una distancia considerable de ella.
Bajé hasta pisar la tierra y caminé hacia mi muerte. Uno de los caballos abandonados me vio y corrió hasta mí, por lo que tomé rumbo a Rose, para intentar cumplir mi misión.
Ya estaba demasiado cerca y podía escuchar los gritos de dentro de las murallas.
Abre la maldita puerta, basura, aún queda alguien fuera.
Imposible si hay titanes, Señor.
¡Que abras la put…!
¡Heichou!
¡Levi, no hay nada que hacer!
Reí.
El excéntrico estaba literalmente sobre mí.
Cuando estiró sus asquerosos brazos para seguramente, comerme, enganché mi equipo a la muralla y salté sobre él. Le enterré las navajas con tanto odio que me costó sacarlas de vuelta para subir a lo más alto de Rose y salvarme.
Cuando los soldados de la Policía Militar me vieron, la gran mayoría cayó de rodillas al suelo. Nile Dawk estaba ahí y pudo ver mi cara llena de sangre de titán en ese momento.
-¡CHIYU-CHAN!-
Ese grito inconfundible se escuchaba mientras subía la muralla con el equipo tridimensional. Tras ella, Hanna, Levi y Erwin la acompañaban.
Hanji saltó sobre mí como un titán, llevándome al suelo.
-Lo hiciste- Soltó.
-Lo hice- Repetí.
Volví a sonreír bajo el cuerpo de Hanji, mientras los demás trataban de quitármela de encima.
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Los pequeños soldados me escucharon atentamente, lo que me hizo sentir orgullosa. Era una hazaña digna de contar, por lo que me senté y bebí una taza de té.
-Como no sabía que te encontraría aquí, los libros están en mi habitación en la Base de la Legión-
-¡Podemos ir ahora!- Soltó Eren, enérgico.
-No es tan fácil, Eren. De hecho iba de camino hacia allá, pero no puedo infiltrar a tres niños ahí. Pueden esperar aquí si quieren- Respondí. Noté la cara de decepción de los tres jóvenes.
-Quedarnos aquí tampoco es tan seguro… el instructor nos encontrará- Murmuró Mikasa, apenada.
Armin estaba particularmente callado. Quizás no fue una muy buena idea contarle cómo murió su abuelo, sin prepararlo antes.
-¿Se escaparon?- Pregunté.
Ellos asintieron, logrando que riera.
-Volveremos otro día, Sensei. Esto es peligroso y puede traerle consecuencias a usted… y a nosotros- Agregó Mikasa, poniéndose de pie. Ambos jóvenes la acompañaron, Eren más molesto que todos, pero salieron de la habitación en silencio.
Ya en la puerta de la casona se despidieron y Armin me regaló una tierna sonrisa.
-Gracias, Sensei- Soltó. Ni idea de cuál de todas las cosas que le conté agradecía. Solo asentí.
-Los esperaré- Dije.
Ellos se alejaron cada vez más, hasta que perdí de vista sus siluetas.
Esta vez sí logré tomar mi caballo y dirigirme a la base de la Legión, para recoger suministros y la pequeña bolsa del abuelo. Mientras hacia ese viaje me dediqué a pensar en aquel enano gruñón que realmente, no me dejaba dormir.
Le daba demasiadas vueltas al tema y no lograba entender las palabras del todo. Levi tenia siempre una manera muy particular de decir las cosas y aquella vez, fue todo muy rápido y muy confuso.
Jamás en la vida pensé de aquella manera sobre él. El Heichou era eso, mi casi comandante, mi capitán en las misiones, el que me golpeaba cuando me comportaba como una niña, el que me salvaba de los titanes, el que se preocupaba de mi…
Oh.
Sacudí la cabeza.
Hanji me lo dijo en múltiples ocasiones.
Chiyu, el enano te está mirando.
Chiyu, el enano pregunta cómo te sientes.
Chiyu, esto. Chiyu, aquello.
Ya. Nunca lo noté, si pasaba el tiempo pensando en que no descubrieran mi cercanía con Erwin.
Aquel viaje terminó entrando sutilmente a la casona, pidiendo ayuda para ordenar los suministros. Ya quedaba menos gente, pero mis reclutas seguían sin poder descansar. Los mandé a dormir en dos minutos, quedándome a cargo de los enfermos.
Lo merecían.
Una amable Hanna ignoró mi orden y se quedó conmigo en todo momento. Y cuando ya fue momento de dormir, murmuró algo curiosa.
-Hoy ha estado muy callada. Su tropa ha preguntado donde estaba y querían saber que era ese entrenamiento sorpresa del que les habló cuando llegamos aquí-
Sus ojos se posaron sobre mí, ansiosos.
-Había conseguido permiso con Nile Dawk y Dot Pixis para que los reclutas pudieran matar a los titanes que se acercan a las murallas-
Ella se sorprendió, alzando ambas cejas.
-Eso es impresionante. Ellos le tienen mucha estima, sensei- Bromeó.
-No es estima, Hanna. Es cordialidad. Me están pagando aun lo que hice hace años- Solté abrumada. Ella asintió en silencio. A pesar de conocer la historia, sabía que no me gustaba hablar de ello.
-No se preocupe. Todo saldrá bien- Me dijo.
-Eso espero- Respondí.
Apagamos nuestras velas y dormimos en el más profundo de los silencios.
. . .
Días después, luego de que la última afectada por la influencia, una joven madre, se recuperara por completo, decidimos finalizar la misión y volver a la base de la Legión para continuar con nuestros estudios y entrenamientos.
Luego de varios minutos estrechando la mano de la gente más agradecida, mis cuatro reclutas me rodearon en un círculo demasiado cerrado para mi gusto.
-Sensei, Hanna nos contó sobre el entrenamiento… queremos hacerlo. Solo hoy y nos retiraremos como usted planeó- Soltó Irina. Sus miradas eran como las de cuatro cachorritos que deseaban ser mimados.
Suspiré con fuerza, puesto que la idea era un tanto peligrosa.
-Por favor- Murmuró Eithan.
Miré al cielo. Estaba completamente nublado y las nubes grisáceas, algo negras, me dieron la esperanza de que los titanes estuvieran más inactivos que de costumbre. Hice que mi equipo subiera a la muralla Rose y ante la mirada incrédula de los soldados, Dot Pixis se acercó hasta mí.
-Buenos días, muchacha- Soltó animado. Le sonreí.
-Buenos días señor. He venido a finalizar mi misión en Trost ¿Es posible aun?- Pregunté algo incrédula, esperando a que dijera que no. El anciano me sonrió y dio órdenes sin dejar que yo dijera nada.
A los diez minutos, luego que los soldados detuvieran las explosiones de los cañones, los titanes llegaron hasta la muralla inquietos, golpeando sus cabezas en contra del concreto frente a sus vistas. Mis soldados prepararon sus equipos tridimensionales y engancharon las cuerdas tratando de tener la mayor seguridad posible.
No fui capaz si quiera de mirar hacia abajo. Y cuando logre hacerlo, casi vomito en el regazo de Hanna.
Ella palmeó mi espalda hasta que mis nauseas pasaron. Me sentí realmente idiota en ese momento, pero era una reacción que mi cuerpo aun no era capaz de controlar.
Lograron su misión satisfactoriamente, sin ningún rasguño, por lo que mi tropa se retiró orgullosa del lugar.
Entre aplausos y gritos de aliento volvimos lentamente a la Base de La Legión. Ahí, ya más tranquilos, los reclutas durmieron hasta el fin de los tiempos, mientras yo escribía en la oficina de Erwin el papeleo y los informes de la misión.
Ni idea cuanto tiempo estuve ahí encerrada. Quizás dormité un poco sobre los papeles.
Fui interrumpida abruptamente por mi nueva tropa de Sanación y un soldado de las Tropas Estacionarias.
-¡Sensei!- Chillaron todos los jovencitos al mismo tiempo, logrando colocarme realmente nerviosa. Pensé que mi misión había fracasado ridículamente y debía volver a Trost.
-¿Qué pasa?- Pregunté, poniéndome de pie.
-La muralla. Debemos ir ahora- Soltó Hanna.
-¿Qué sucede con Rose?- Volví a preguntar.
-El Titan Colosal ha vuelto. Destruyó la puerta de Trost… los titanes… están entrando… tal cual cinco años atrás…-
La voz quebrada del soldado de las Tropas Estacionarias hizo que mis piernas temblaran y caí sentada de vuelta en mi silla.
Aquello era imposible.
Sentí el mismo miedo que al perder a mi madre.
Sentí el mismo miedo por Erwin.
Por Hanji.
Levi.
Los seis salimos disparados hacia Trost en nuestros caballos. Ahí armaría un plan para evitar una segunda catástrofe.
Tenía que pensar.
No.
Tenía que vivir.
Hola. Espero que les guste este capitulo, lo escribí maratonicamente para ustedes. Los amo, agradezco sus favs, sus follows y sus reviews. Lo que es yo, sigo estudiando-trabajando-durmiendo, por lo que seguramente terminaré con humo saliendo de mi cerebro xD
Nos leemos en el proximo :3
Setchan ~
