Capitulo XIX

Me llevé ambas manos a la boca ahogando un pequeño grito, para luego girarme en dirección a Levi y moverlo para que despertara. Me importó una mierda lo sucedido en aquel día, Annie, el titán dentro de la muralla, Eren y demás.

En ese momento necesitaba una respuesta.

Y una muy buena, por lo menos.

-¿Qué?- Susurró entreabriendo los ojos, gélidos sobre mí. Apunté a mi mesita de noche – Léela- Gruñó, ignorándome absolutamente.

¡¿Pero qué demonios?!

-¿No dirás nada, enano de mierda? No puedes dejar dos argollas de matrimonio a mi lado sin que piense que te volviste loco-

Oh. Maldición, eso fue demasiado rudo. Boca antes de cerebro, típico de mí cuando me asustaba.

-Idiota. Lee la maldita carta-

Tome el papel entre mis manos, casi temblando. Sentí la mano de Levi sobre mi espalda, como en un extraño signo de apoyo. Tenía la caligrafía de mi madre y la fecha escrita era de la semana en que ambos nos quedamos en casa, antes de que ella muriera.

No sé qué clase de expresión tomé en aquel minuto, pero el enano se asustó. Comenzó a tratar de calmarme, mientras las lágrimas humedecían mis mejillas. Por supuesto, traté de leer la carta con un nudo en el estómago.

Capitán Levi:

Lo que usted me ha comentado ciertamente me inquieta. Y para ser sincera, me lo imaginaba, puesto la última visita que recibí fue precisamente él. Cuando lo conocí, era un jovencito serio, totalmente opuesto a su compañera Hanji. Mi hija siempre los ha traído aquí, como a usted, porque cree que necesitan de una familia.

Lo siento, no quiero volver a incomodarlo con esta conversación.

Sus actitudes eran diferentes. Más cómplices, quizás más íntimos. Y si lo que usted cree es cierto, debo preocuparme. No es lo que una madre quiere para su única hija.

Porque créame, Capitán, que no estamos hablando de un enamoramiento.

Es un escape.

Igual que el suyo.

No me entrometeré porque no me incumbe. Usted es mayor, ellos también y Chiyu es capaz de tomar sus propias decisiones.

Tengo la intuición de que usted vivirá más que yo, por lo que me gustaría dejarle las argollas que me unieron a mi esposo, para que se las entregue cuando llegue el momento. Sé que suena algo apresurado, pero nunca se sabe. Me encantaría que fuera usted, sin intenciones de incomodarlo, por supuesto.

Hay algo, Levi, que quizás puedo ver y ustedes aún no.

Siéntase libre de venir cuando desee. Espero que su viaje sea próspero y regresen sanos a casa.

._._._._._.

Cuando logré recuperarme, comprendí que mi madre estuvo más de cinco años preocupada por lo que hacía o no hacía en la Legión de Reconocimiento. Sentí culpa.

-¿Qué es lo que creías?- Susurró Levi, levantándose a duras penas. Tomó las argollas entre sus manos y las depositó en las mías.

-Han pasado muchos años desde esta carta- Murmuré. Sus ojos plateados me intimidaban, siempre tan cercanos.

-Es el momento,._._._._. –

-¿Por qué ahora?-

-Porque ahora no cometerás alguna idiotez-

Levi se refiere a Erwin. Que no cometeré esa estupidez con el Capitán Cejotas, si no… con él. El enano estaba tenso, como si esperara alguna respuesta.

Partiendo por la base en que ni siquiera estábamos en una relación formal, y siendo parte del ejército nos expulsarían, quedaba mucho camino por recorrer. Esto es demasiado repentino para que mi cerebro no lo considere una presión absurda.

-Bien. Las guardaré, no es sano que tome una decisión con todo lo que ha sucedido-

-Buena elección-

Silencio. Su expresión de relajó, y acercando sus labios a los míos, nos recostamos suavemente.

Hasta que alguien tocó la puerta.

-Chiyu-

Por todos los cielos ¿Es que acaso tenía el poder de invocarlo con el pensamiento?

-Espera un momento ¿Qué es lo que sucede?-

-Ponte el uniforme y ve al establo. Un equipo y un caballo esperan, debes partir ahora-

Mierda. Levi gruñó.

-Cinco minutos- Respondí.

Los pasos de Erwin se alejaron enérgicos, como si estuviera planeando algo. Salté de la cama y comencé a vestirme lo más rápido que podía, mientras el enano me miraba literalmente nadando en furia.

Creo que era más posesivo de lo que pensaba.

Guarde las argollas en mi armario, para luego despedirme de él.

Me sorprendió, puesto que cojeaba en dirección a una silla, donde su ropa descansaba. Sacó su estúpido pañuelo blanco y lo ató en mi cuello como una pañoleta.

-Aun es de noche, mocosa de mierda- Murmuró, desviando sus ojos plateados.

-Gracias- Apoyé mi frente contra la suya.

-Ten cuidado- Agregó.

¡Vaya! De resignación a aceptación. Era un avance considerable.

-Lo haré. Nos vemos, intenta descansar-

Gruñó y se recostó.

No fui capaz de seguir alargando esa conversación, por lo que simplemente salí de mi habitación en un movimiento rápido. Corrí hasta el establo, donde dos caballos y Erwin, con una inquieta expresión me observaba.

-Kaito y tu irán donde está el resto de la 104- Soltó.

-¿Tienes dudas?- Le pregunte. Eso significaba solo una cosa…

-No las tengo. Estoy seguro que hay más, entre ellos. Quiero que lleves una escopeta y si alguien siquiera da señales o se transforma frente a ti, mátalo. No podemos seguir arriesgándonos-

¡Mierda! ¿Acaso el comandante estaba loco? Le di una mirada aterrada, a lo que el suspiró.

-Es una acusación muy fuerte, Erwin-

-Solo haz lo que te ordeno, ._._._._._. –

Santo cielo. A mi lado, Kaito con una escopeta en sus manos se unió a la conversación.

-Todo listo, Comandante-

-Bien. Tienen el mapa, nos uniremos eventualmente- Agregó, como si predijera el futuro.

Kaito asintió, entregándome el arma. Ambos subimos a nuestros caballos y avanzamos en dirección a nuestro destino, dejándome guiar por mi recluta. La noche estaba helada y comenzaba a sentirme agotada, puesto de mi nulo descanso.

-Ese pañuelo… ¿Es de Levi-Heichou?- Preguntó el castaño, abrumándome.

-No es de tu incumbencia, Kaito- Gruñí. Torció el gesto, sorprendido.

-Lo siento, Capitán-

Lo siento también, Kaito, pero no es el momento ni el lugar para conversarlo. Llegamos a la base prontamente, siendo recibidos por Mike y Nanaba, quienes nos obligaron a descansar para tomar el siguiente turno de vigilancia.

Subimos la escalera de la pequeña torre, fijándonos en cada persona que se encontraba en el lugar durmiendo. La tropa de reclutas 104 no portaba uniforme ni equipo, llamando mi atención. Si Erwin tan solo me explicara qué demonios es lo que sucede…

Llegamos a una habitación solitaria, en donde acomodamos nuestras cosas. Y con cosas, me refiero al equipo tridimensional y nuestras capas.

Había solo un saco de dormir en un ambiente desolado que me provocaba nostalgia.

-Todo suyo. Dormiré aquí- Kaito, sin siquiera mirarme, apuntó a una esquina de la habitación, al lado de una ventana.

Asentí y me recosté, quitándome solamente las botas. Mi brazo dolía poco, pero el frio era un mal aliado esa noche. Dormité unos momentos debido al cansancio y levante la cabeza para observar a mi recluta, quien tiritaba con mi capa y la suya puestas a modo de manta.

-Kaito, supervivencia básica. Ven aquí, hay espacio para los dos- Murmuré adormecida.

El joven titubeó un poco antes de pararse.

-No creo que sea correcto…-

Reí un poco.

-Necesito tus extremidades intactas en caso de batalla, no te preocupes- Sonreí. Imitó el gesto y se quitó las botas para acomodarse a mi lado, primero dándome la espalda, luego girándose para abrazarme como si fuera su fuente de calor personal. Se sentía agradable, pero el pobre chico estaba congelado.

-Gracias- Murmuró.

-Lamento lo de hace un rato. Es de Levi, creo que te harás una idea…-

-Creo que se complementan bien- Soltó. Reí.

-Es así. Pero complicado ¿Me guardarás el secreto?-

-Por supuesto. De hecho…-

Oh. Eso no se escuchaba demasiado bien.

-¿Si?-

-Hanna y yo…-

¡¿Qué?! Me giré bruscamente, mirándolo fijamente a los ojos. Sus cejas arqueadas me daban a entender que lo había asustado.

-¿Es enserio?- Le pregunté suavemente.

-Si. Las cosas se dieron de esa forma y…-

-Felicidades. Me alegra por ustedes- Respondí, abrazándolo. Correspondió el gesto tímidamente.

-Pensamos en retirarnos cuando todo esto termine- Murmuró. Mi corazón dio un brinco.

-¿Realmente crees que esto algún día terminara?-

-Lo creo. Con gente como Levi-Heichou, el comandante Erwin, usted, Mike… Lo lograremos-

Sin despegar mi cabeza de su pecho, me estremecí. Noté que mi recluta respiraba suavemente, dormido absolutamente. Me costó un par de minutos más, pero logré acompañarlo en aquel viaje.

. . .

Unas extrañas vibraciones me quitaron el sueño abruptamente. Mi recluta aun dormía, podía verlo ya que la luz entraba por la única ventana de la habitación. Me levante rápidamente y acomodé mi equipo, lista para la batalla.

Nuevamente ese sonido inundó mis oídos.

Mierda, eran pasos.

-Kaito, levántate- Solté. El recluta suspiró y adormecido, me obedeció. Luego las vibraciones aparecieron, asustándolo.

-Titanes- Dijo. Asentí.

Ambos corrimos hasta donde estaba Mike. El rubio miraba el horizonte, perdido en sus pensamientos, olfateando.

-Rose tiene una brecha, están entrando. Vamos a dividirnos en escuadrones para amenizar el ataque- Soltó. Ambos asentimos, siguiendo sus movimientos.

Todos los soldados estaban en caballos, incluidos nosotros. Comenzamos a avanzar cuando avistamos a los primeros titanes y Mike, desviándose, me gritó.

-¡Estas a cargo del escuadrón sur!-

-¡Mike! ¡Regresa!- Chillé. Lo que hacía era un suicidio, pero Kaito me obligó a avanzar. Tal como me lo ordenó, fui capitán del Escuadrón Sur. Connie Springer nos guiaba aterrado al lado de sus compañeros, puesto que era el que conocía el terreno.

Llegamos prontamente a su pueblo, encontrándonos solo con desolación. El chico de inmediato fue hasta su casa, llevándose una sorpresa.

El pueblo vacío, ni una gota de sangre y un titán sobre su tejado.

-¿Connie?- Preguntó un chico rubio, Reiner, si bien recordaba.

-¡Alimenten a los caballos y busquen sobrevivientes, avanzaremos en unos minutos!- Grité. Camine rondando en círculos, con Kaito tras de mí.

-Capitán, pronto anochecerá. Necesitamos encontrar un lugar seguro para pasar la noche-

Mentalmente e intentando ubicarme, asentí.

-El Castillo Utgard está por aquí. Deberíamos encontrarlo antes de anochecer- Respondí.

Aquel Castillo era como un mito urbano. Solamente los soldados más antiguos de las distintas ramas de la milicia lo conocían, sin motivo aparente, se hablaba como si no existiera. En esta ocasión nos serviría de ayuda, o todos moriríamos automáticamente.

Con el crepúsculo persiguiéndonos, comenzamos a movernos. Kaito apuntó hacia delante, indicándoles la edificación a los soldados, dándole algún tipo de esperanza.

Algunos sonrieron, otros no tenían expresión.

Encendimos las primeras antorchas antes de llegar al Castillo. En el lugar, atamos a los caballos y con la gran mayoría de soldados reunidos, conformamos nuevos escuadrones y turnos de vigilancia. Mis soldados comían a gusto mientras Kaito vigilaba a los reclutas de la 104.

-Capitán, de camino, cuando nos reunimos, encontramos a Mike… solo conseguimos esto, los titanes nos rodearon y…- Una chica comento esto mientras Nanaba tensaba su expresión. Sacó de su chaqueta una insignia ensangrentada y me la entregó.

-Entendido- Fue lo único que logré decir, sintiendo una punzada en mi corazón.

-Hay otras más, y algunos están desaparecidos- Agregó otro soldado.

-Tomare notas de ello ahora. Lo próximo que debemos planear, es el cuidado especial con los reclutas. Supongo que Kaito los cuidará… ¿Alguien más?- Pregunté, observándolos a todos.

-Lo haré- Soltó Nanaba, poniéndose de pie.

-Bien. El resto se turnara para vigilar desde la azotea en caso de presencia de titanes. Tengan los equipos listos, estaré arriba-

Dicho eso, le palmeé el hombro a Nanaba y salí disparada hacia la zona más alta del castillo.

Me apoyé sobre una fría piedra y comencé a mirar hacia abajo. Mi cabeza daba vueltas no por mi extinta (al parecer) fobia, si no, aquel dolor de perder nuevamente un compañero cercano. Mike era un hombre callado, pero siempre estaba ahí.

Prefiero la sensación de miedo antes que esto… vamos… es insoportable…

-¿Capitán?- Me gire hasta la voz que me llamaba - ¿._._._._._. , Estas bien?-

Kaito camino hasta mi lado, temeroso, con una extraña expresión de no saber qué demonios hacer. Asentí varias veces, volviendo a mi posición inicial.

- So ist es immer - Fue lo único que logre responder, sacando de mi cabeza los horribles recuerdos de mi paso por la Legión de Reconocimiento.

-Adelein y yo vivíamos a dos casas de distancia. Nos criamos juntos, entramos al ejército juntos y cuando ella decidió ser parte de la Legión… la acompañé. Ella fue como la hermana que nunca tuve, ._._._._._. . Y cuando murió…-

Asentí, porque creí que estaba siendo egoísta, preocupándome de mi misma cuando tenía a una tropa a la cual proteger.

-No estás solo. Y lo sabes- Murmuré. El afirmo mis palabras con una sonrisa.

-Creo que usted y Levi Heichou también deberían darse una oportunidad. Él es, a pesar de todo, un buen hombre- Soltó, colocándose a mi lado, sonriente.

-Dices eso porque no lo conoces. Cambiarías de opinión si ese enano te diera una paliza-

-Lo creo. Si el hecho de mencionar su nombre la hace sonreír de esa manera, es un buen hombre. Lo lograremos, sensei, seremos libres y podremos vivir como siempre hemos querido. Sin miedo-

Sus ojos castaños inundaron los míos, aclarando un poco mis pensamientos. No fui consiente de mi sonrisa estúpida hasta que él lo menciono, así que le golpeé el hombro en un gesto de compañerismo. Soltó una carcajada, pero a los pocos segundos, sus ojos se llenaron de terror.

-Ve y despiértalos a todos. Los quiero aquí en menos de un minuto ¡Rápido!-

-¡Si, Capitán!-

Los titanes se aproximaban hacia nosotros en carreras irregulares según el sonido de sus pasos. Cuando todos mis soldados estuvieron en la azotea, di las instrucciones para el ataque. Debíamos cuidar de los reclutas sin equipo tridimensional, por lo que si muchos de nosotros moríamos, ellos también.

-Un golpe y vuelven aquí. Si hay algún excéntrico, no sabremos en que minuto seremos atacados. Sean cuidadosos, es extraña tanta actividad, sobre todo a esta hora-

Asintieron, y de un minuto a otro, todos comenzamos a revolotear alrededor de aquellos monstruos. Hasta el amanecer me di cuenta que los únicos soldados vivos que seguíamos luchando éramos Kaito y yo. Logre rescatar algunos tubos de gas y pocas cuchillas, pero mientras los minutos pasaban, más débil me sentía.

Los cinco chicos de la 104 observaban atónitos la situación. Connie Springer tenía en sus manos mi escopeta, a esas horas sin municiones, luego de intentar asesinar algunos titanes.

Kaito y yo volvimos a la azotea sin aliento, luego de varias horas de asesinar titanes sin parar. Tenía que planear algo para salvarlos a todos y no fallar en el intento.

-Capitán… este es nuestro último amanecer…- Soltó Connie.

-Si esta torre llegara a colapsar eventualmente, los chicos se sujetaran a Kaito y las chicas conmigo. Intentaremos huir con el poco gas que nos queda. No podemos seguir luchando sin cuchillas- Les dije. Ellos me observaron dudosos durante varios minutos, como preguntándose qué estupidez tenía en la cabeza.

Luego comenzaron a hablar, mientras el castaño y yo nos sentábamos en el suelo para recuperarnos un poco. Mi brazo herido estaba absolutamente resentido, si seguía moviéndome, no podría luchar.

-Connie ¿Tienes esa navaja aun por ahí?- Preguntó la chica más alta, Ymir. Me perdí la mayor parte de lo que hablaron. Solo fui consiente cuando ella se lanzó hasta los titanes, transformándose en una de ellos.

-Pero qué demonios…- Murmuró Kaito, aterrado.

-Tranquilo. Ella ya nos habría matado si quisiera- Susurré. Christa la miraba y le gritaba desde la azotea, hasta que detonó la palabra clave.

-¡Escapemos, Ymir! ¡Destrúyela!-

Con esas palabras, la titán se dirigió hasta nosotros. La observó largos segundos hasta que gruñó:

-Si quieren vivir, sujétense-

Sus cuatro compañeros saltaron a ella, mientras Kaito me afirmaba fuertemente de la cintura e imitaba a los jóvenes. Casi en estado de trance, logre ver como aquella torre se derrumbaba y los titanes se acercaban a nosotros, ahora en tierra firme.

La chica rubia le gritaba a su amiga hasta que un remolino casi invisible pasaba por sobre nosotros ¿Acaso era…?

-¡Mikasa!- Gritó uno de sus compañeros.

Gracias al cielo. Llegaron en el momento preciso.

-¡Chiyu! ¡Kaito! ¿Están bien?- El grito de Hanji me estremeció y sonreí al verla a mi lado, extendiendo la mano, para que me subiera a su caballo. A un costado, Armin hacia lo mismo con Kaito.

-Por supuesto que no- Le respondió el castaño, sacándole una carcajada.

-No siento el brazo, Hanji. No tenemos cuchillas ni gas, estuvimos a punto de morir si no fuera por la chica…-

-Así que habían más de ellos…-

-Si. Pero creo que es como Eren. Nos ayudó- Hanji asintió

-Sobre eso, Chiyu… sospechamos de Bertholdt Fubar y Reiner Braun ¿Has notado algo extraño entre ellos?-

Palidecí. Fruncí el ceño antes de responder.

-No, estuvieron la mayoría del tiempo juntos y…-

Mierda. Que idiota fui.

-¿Si?-

-A Reiner se supone que lo mordió un titán, aunque en ningún minuto nos dejó mirar a mí o a Kaito… quizás porque la supuesta herida estaba sanando demasiado rápido-

La castaña asintió, mientras el resto de la Legión exterminaba a los titanes. La zona se despejó y me detuve a ayudar a Ymir, quien estaba bastante malherida.

Junto Armin improvisamos una camilla y volvimos a la muralla, en donde los soldados se reencontraron y comenzaron a conversar nuevamente. El rubio cambio el vendaje de mis heridas mientras cuidaba de la chica titán. Sus extremidades dejaron de sangrar y el vapor salía de sus poros, siendo esa una buena señal. Coloqué un pañuelo húmedo sobre su frente para controlar su fiebre, mientras uno de sus compañeros colocaba su capa a modo de manta, cubriéndola.

Me alejé un poco del grupo y prontamente Hanji llegó a mi lado, molestándome.

-Al enano no le hizo gracia que salieras un día antes que nosotros. Estuvo insultando a Erwin hasta la última vez que lo vi- Bromeó, sacándome una sonrisa.

-No está acostumbrado a que esto sea al revés- Le respondí, guiñándole un ojo.

-¡Si! ¡El maldito está muy enamora…!- Su expresión se tensó y apuntó con la mirada a Eren, Reiner y Bertholdt. Se veía todo muy tenso.

Mikasa desenfundó sus cuchillas e hirió a ambos chicos.

Nos llenamos de vapor y dos titanes hicieron aparición, atacándonos.

El Colosal y el acorazado.

-¡Aléjense de las murallas!- Grité, intentando mantener la calma. Pero sin visión y con el titán colosal sobre la muralla se hacía casi imposible.

-¡Prepárense para atacar!- Esta vez fue mi compañera quien gritó.

Intentamos derribar al colosal en un par de ocasiones, pero el vapor que emanaba era demasiado dañino para todos. A unos metros de nosotros, Eren era arrastrado por Reiner, ambos en sus formas de titán.

-Hay que matarlos, ahora, sin excepciones- Solté.

-¡Si, Capitán!- Gritaron los soldados a mi lado.

Pareciera que esta historia se repetiría por siempre… pero debemos detenerla. Somos capaces, tenemos las herramientas, saldremos ilesos.

Lo lograremos.

No más miedo.


Hola! He revivido gracias a las esferas del... no. Lamento estas pausas dramáticas, pero mi tiempo esta en niveles negativos. Espero que les agrade este capitulo y nos leeremos en el próximo. Dudas, quejas y sugerencias, como siempre, aquí los leeré.

Siempre gracias por sus reviews, favs y follows, os amo!

Setchan.