Capítulo XXVIII

Un año después

Ahora sabemos que el mundo nos odia por ser "descendientes del demonio". Desean que nosotros, el pueblo de Ymir, seamos erradicados. Pero no hay motivo para esperar que suceda. Mientras vivamos, tenemos la obligación de sobrevivir. No debemos dejar de resistirnos ¿Pero acaso el único método que tenemos es usar la fuerza y el miedo? ¿De verdad el poder de los titanes que ellos consideran demoniaco es la única solución? ¿Es iluso creer en un futuro en el que conversemos con sinceridad en una mesa? ¿Es imposible que nos respetemos y hablemos unos con otros? Aunque ahora puede parecer idealista, quiero pensar en ello. No quiero huir de esos pensamientos. Creo que esa es la responsabilidad con la que cargo.

La nevazón fue especialmente fuerte ese día. Lograba observar la ventisca desde mi oficina, la cual traía a mi mente vagos recuerdos de mi inicio como recluta. De todas las veces que le planté cara a Erwin con valentía. Y de todas las veces en las que lloré frente a él.

Así eran las cosas. Estaba ocupando su lugar en ese mismo instante y la nostalgia no parecía querer desaparecer desde su muerte.

Sobre mi escritorio, una carta del comandante Pixis decía que el sonido de los titanes siendo aplastados en Trost dejó de oírse cuando la nieve comenzó a acumularse. Tendría que comenzar a planear una misión de reconocimiento para cuando mejorara el clima.

― Comandante.

La voz de Kaito y su expresión de paz me sacó de aquellos tristes pensamientos. Su mano derecha firme en el corazón descansó cuando le indiqué que se sentara frente a mí.

― ¿Cuáles son las novedades?

― No pudimos llegar demasiado lejos, pero no se observa presencia de titanes cercanos. Sospechamos falta de actividad por el clima.

― Es probable. Cuando inicie la primavera saldremos de las murallas con mejores condiciones.

― ¿Ya estás pensando en eso?

― Sí. Si todas las memorias de Eren son reales, necesitamos acercarnos al lugar en donde las personas son transformadas en titanes. Observar e identificar patrones, o si se mueven de manera errática para mantener el control y que no se acerquen a las murallas otra vez.

Él asintió. Dejó sobre mi escritorio más documentos. Ya era momento de ordenar, ya que entre planos, apuntes y cuadernos no quedaba más espacio.

― Los demás están con los niños refugiados. Creo que hoy era la clase de defensa personal de Levi Heichou.

Sonreí suavemente. A pedido de la Reina Historia, los pocos miembros de la Legión de Reconocimiento ayudábamos a los niños, enseñándoles cosas básicas, casi era como una escuela. La mayoría provenía de la Ciudad Subterránea. Creo que por eso Levi estaba tan comprometido.

― Bueno, eso hay que verlo ― Le susurré, riendo ― Además ya casi es Navidad. Creo que Historia tenía una sorpresa para ellos.

Él miró al costado de mi escritorio, en donde múltiples bolsas de tela adornadas con cinta descansaban suavemente.

― No debiste enseñarle a tejer a Hanji. Ella solo quería hacer titanes para los niños.

― Según ella, sería educativo para los que quisieran unirse al ejercito más adelante. Pero creo que también hay algunos ositos y muñecas ― Murmuré.

Y Kaito comenzó a reír a carcajadas.

Tomé mi abrigo y con su ayuda, metí todos los obsequios en una carroza. Durante el camino observé los hogares de los ciudadanos, los cuales se notaban más tranquilos. Las calles adornadas con muñecos de nieve, coronas navideñas y el ánimo algo más festivo le daba alegría a mi corazón.

Era un 24 de diciembre calmo. Decidí darles a mis soldados un receso por las festividades, pero eran los menos los que tenían familiares vivos, así que se quedarían en el cuartel en caso de cualquier eventualidad. Recordé las navidades pasadas con mis padres. Siempre fuimos los tres, no se necesitaba más que sentarnos sobre el sillón frente a la chimenea y comer lo que mi madre preparaba para nosotros.

Había estado tan absorta en mi condición de Comandante y Médico que el último año había pasado de estar encerrada entre la oficina de Erwin y el Centro de Sanación sin parar. Eso mantenía mi mente ocupada.

― Kaito ¿Sabes hornear? ― Pregunté. Pareció desconcertado con el abrupto cambio del silencio, pero asintió suavemente. ― Recuerdo una receta de panecillos de mi madre. Quizás les hará bien a todos algo dulce.

― Te has ganado bien el apodo de la Madre Comandante.

Le di una mirada aterradora. Pero sonreí después.

― Solo por decir eso, mañana tendrás que levantarte a las 5AM para hornear conmigo.

El camino continuó en silencio. Lo de "Madre Comandante" había salido de la boca de mi amiga Hanji. Ella me llamaba así porque parecía que estaba criando a los soldados de la Legión de Reconocimiento por segunda vez. Y además porque me había involucrado demasiado con los niños del orfanato, los cuales todos me recordaban a Levi.

Llegamos al lugar prontamente. Mikasa y Armin ayudaron a bajar los obsequios de los niños y cargarlos, pero llamaba la atención que los demás soldados estaban todos fuera de un salón. Era fácil de deducir.

― Levi Heichou está allí dentro hace más de una hora. Cuando cerró la puerta estaba diciéndoles que no permitieran que nadie les pasara encima.

La voz aturdida de Jean me hizo reír.

― Supongo que está dejando que la experiencia hable ― Le respondí.

― Comandante, Historia necesita ayuda con la comida ― Me dijo Floch, quien venía con una gran fuente de galletas en los brazos.

Miré tras él. Eren y Connie estaban evitando que Sasha se comiera todo. A su lado, la Reina Historia parecía más hermosa que siempre. Ella traía algunos alimentos y más obsequios útiles para todos los niños.

La campanada del término de la clase retumbó en nuestros oídos. Golpeé la puerta dos veces y abrí.

― ¡Buenos días, niños!

― ¡Buenos días, Sensei! ― Respondieron todos al unísono.

― ¿Podemos pasar, Levi Heichou? ― Pregunté, con una tenue sonrisa en el rostro. Él, con su característica frente arrugada y cara de pocos amigos, asintió y se puso de pie para ayudar.

― Has lo tuyo, mocosa ― Dijo en voz alta.

Era un amplio salón. Los niños se voltearon a ver y observaron cómo mis compañeros repartían leche tibia, galletas y todo lo que Historia pudo conseguir para ellos. Bajé los escalones y me senté junto a Levi, mientras los soldados más jóvenes y la reina compartían historias y bocadillos con los pequeños. Sinceramente no sabría decir quienes parecían más alegres.

De pronto, una pequeña cabellera rubia se acercó a nosotros. Era Ambar, la niña que Thomas y yo rescatamos en la Ciudad Subterránea.

― Es para Levi-Heichou ― Murmuró con las mejillas sonrojadas. En sus manos, traía una taza de leche y unas cuantas galletas glaseadas.

Le di una mirada de reojo al enano. Hace menos de un año le tenía miedo y ahora parecía estar encantada con él.

― ¿Todos ustedes ya comieron? ― Le preguntó el pelinegro. Ambos observamos el salón, el cual estaba repleto de pequeñas risitas. Todos los niños y los soldados tenían una taza de leche en las manos. A pesar de todo, se notaba la escases aún.

― Sí ― Respondió la niña.

― Bien. Podemos compartir la mocosa y yo.

Ella asintió y me dio un suave abrazo en cuanto Levi recibió su pequeño obsequio. La envié de vuelta con sus amigos. Emily estaba sentada atrás con los jóvenes mayores y en cuanto cruzamos miradas, ella me saludó suavemente.

― Creo que tienes una pequeña admiradora ― Murmuré, para molestarlo. Me dio una mirada gélida y soltó un tsk, lo cual me hizo reír a carcajadas.

― Habría matado para que alguien se preocupara de esta forma cuando yo era niño.

La risa desapareció en ese instante. Maldición, a veces pasaba por alto todo el dolor que Levi sufrió cuando no era más que un niño. Otra vez vinieron a mi cabeza todos los recuerdos en las que la familia estaba junta. Al menos teníamos un techo.

Ni siquiera me atreví a indagar más en cuanto él se sintió en confianza para contarme todo su pasado.

― Historia es una gran mujer. Y también tenemos que agradecerte a ti. Todo esto es por ustedes dos.

Él suspiró. Creo que estaba nostálgico.

Guérisseur des âmes, ya será un año.

Ese apodo. Sus ojos grisáceos sobre mi intentaban darme algo de paz. Él estaba hablando de Erwin. De como él también habría estado sobre nosotros para aportar en este proyecto, en el cual, a pesar de no estar su presencia, si estaba su alma.

Bajé la vista. Los ojos se me llenaron de lágrimas con una rapidez absurda y tuve que ponerme de pie para salir de ahí y no hacer el ridículo frente a todos.

En el gran patio central la nieve caía más fuerte que cuando llegamos. Asomé la cabeza y prontamente el cabello se me llenó de nieve. Era un espectáculo fascinante, la verdad.

Di un gran suspiro y cuando me giré, Levi estaba tras de mí.

― Lo siento ― Murmuré. Él estaba envuelto en su uniforme militar y el gran abrigo de la Legión, además de una bufanda blanca que había tejido para él. Sabía que detestaba el frio y con la prematura muerte de prácticamente toda la Legión de Reconocimiento me había transformado en una tejedora compulsiva.

Ahora que lo pienso, eso también aportaba en lo de Madre Comandante.

― Mañana deberíamos visitarlo.

― Es una excelente idea. Pero es tu cumpleaños.

― Eso da igual.

― No digas eso ― Le dije, dándole una mirada desaprobatoria.

― ¿Vas a cocinar?

― Depende ¿Qué es lo que quieres?

― A ti.

― De comida.

― A ti.

Esa conversación no estaba llegando a ningún lugar.

― Tienes exactos ― Miré mi reloj de bolsillo, ya era pasado el mediodía ― 10 minutos para decidir.

― Estoy consciente de la escases por la que estamos pasando por el invierno, mocosa. La sopa de siempre está bien.

Directo en el corazón. Al menos podría tenerme un poco más de fe.

Con el termino de esa absurda charla, ordené a mis tropas para que entregaran los obsequios hechos por la Legión de Reconocimiento. Y luego de muchos agradecimientos y largas despedidas, volvimos a nuestra base para continuar con nuestros deberes.

En el cuartel siempre había un aire tenso, es como si cada segundo de nuestra vida esperáramos que llegaran las malas noticias, esperando partir con nuestros camaradas sin saber si vamos a regresar con vida.

La noche cayó prontamente. Todos los soldados después de cenar se retiraron a sus habitaciones. Aún seguía en la mía, ya que no había querido tomar la habitación que estaba en la oficina de Erwin. A pesar de todo, pasaba allí sentada más de lo que me gustaría admitir.

Tocaron la puerta dos veces.

― Chiyu, lamento no ir al orfanato hoy.

― No te preocupes. Te enviaron cariños ¿Cómo esta Moblit?

― Mejorando. Aun no puede caminar sin muletas. Y aún con estrés postraumático.

Levante la vista. Moblit fue uno de los soldados que regresó con mayor daño de aquella fatídica misión fuera de las murallas. Nos costó semanas que volviera a hablar. Y meses en que volviera a caminar, aunque fuera sin apoyo. Ofrecí enviarlo a su hogar, con su familia.

Pero él quiere seguir luchando.

― He leído los reportes de Hanna. Sinceramente, no podemos hacer más que seguir apoyándolo.

Ella asintió.

― ¿Mañana visitaremos a Erwin? Me gustaría llevarlo.

― Por supuesto.

― Bien. Deberías ir a dormir, el enano gruñón te estaba esperando.

― Alistaré unas cosas y me iré. Descansa, Hanji ― Le dije, apretando suavemente su mano. Ella devolvió el gesto y se retiró rápidamente de la oficina. Creo que a ella tampoco le gustaba estar ahí.

Observé mi reloj de bolsillo otra vez, ya era pasada la media noche, por lo que oficialmente el enano de mierda estaba de cumpleaños.

Abrí la puerta de mi habitación y él estaba ahí, recostado, leyendo en la cama. Sus ojos afilados me observaron al cerrar la puerta. Metí las manos en el bolsillo de mi chaqueta, ahí el metal chinchineaba por el roce.

Estaba jodidamente nerviosa. Iba a vomitar en cualquier momento.

― ¿Qué pasa, mocosa? Estas pálida ― Susurró, dejando el libro en la mesita de noche.

Teníamos una lámpara que iluminaba suavemente la habitación. Podía observar las sombras que provocaban sus movimientos. Fuera, había parado de nevar.

― Ven aquí ― Le dije. Él se movió rápidamente y se colocó frente a mí. Su mirada de no entender nada me daban ganas de reír.

― Suéltalo ― Pidió

― Somos miembros del ejército, Levi.

― ¿Algo que no sepamos?

― Y si alguien se entera es probable que nos expulsen. Sobre todo, a mí, a decir verdad.

― No entiendo.

― Pero creo que esto es lo único que puedo darte hoy y para siempre.

Apreté la mano que estaba dentro de mi chaqueta. Desde allí, saqué un fino collar que tenía el anillo de matrimonio de mi padre en él.

― Oficialmente, enloqueciste.

Pasé las manos tras su cuello y lo coloqué suavemente. El plateado del collar y el dorado del anillo contrastaban de manera preciosa. Él tomó el anillo entre sus dedos, como si no pudiera creer que volviera a su poder. Le entregué también el collar que tenía el anillo de mi madre.

― Eres mi familia, Levi. Lo único que quiero y que necesito en este momento. Feliz cumpleaños.

Él parecía hipnotizado con las palabras más cursis que había dicho en mi vida. Pero ya no podía negarlo más. Ahí estábamos, dos seres humanos sin tener que fingir que éramos soldados, o que teníamos miedo de no saber lo que pasaría a futuro.

Eso era todo. Lo que estaba en esa habitación.

Suavemente colocó el collar en mi cuello. Logré sentir que estaba algo frio tras ese fino contacto.

― Pensé que nunca me ibas a entregar el maldito anillo, mocosa de mierda.

Y me abrazó con toda su fuerza.


Hola! Este es un capitulo navideño.

Un gran abrazo a Kai y rika-chan777 por continuar leyéndome. Espero que les guste este capitulo intermedio porque ahora hay que prepararse para lo peor.

Besos.

Setchan la universitaria estresada.