Niels desenfundo rápido, era un arma vieja y bien cuidada obtenida de un ex policía en una hora de necesidad. Era un pequeño apartamento. Ya estaba amueblado cuando él llego, una herencia del inquilino anterior al cual no conoció.
Y ahora en la obscuridad dos ojos extraños lo miraban. Apenas alcanzo a oír la suave voz que le suplicaba por ayuda.
Dispara. Le susurro el alcohol en sus venas. Él estaba asustado, fue entonces que lo recordó: el sonido de un disparo en el vacío de su mente y las palabras grabadas en tinta en la mano del ciego.
Y en ese instante para él el tiempo dejo de fluir.
Se vio a sí mismo unos instantes antes en el bar de Randall, dándole la mano a un hombre ciego algo extraño y mal presentado, que había pretendido presagiar su futuro por nada más y nada menos que un café y un sándwich.
Y en aquella mano vio escrito en gruesos caracteres de tinta azul dos simples palabras, en apariencia sin sentido. Pero que ahora cobraban fuerza, parecían realmente ser magia, un hechizo grabado en diez letras:
NO DISPARES
Lentamente el tiempo volvió a fluir, él volvió estar en la obscuridad de su apartamento, volvió a ver aquellos ojos extraordinarios y pudo escuchar una suave voz que le suplicaba por ayuda.
— ¡Silencio! —Grito Niels.
Los dedos de la mano izquierda buscaron el interruptor de la luz, la mano derecha aun apuntaba con el arma.
Se hizo la luz y con ella llegaron revelaciones y dudas por igual.
La primera de ellas era la apariencia del intruso. Que hizo que Niels pasara de un miedo potencialmente homicida a un sentimiento que solo podría describirse como una mezcla de curiosidad y asombro.
Era pequeña. Niels pensó que podía medir alrededor de metro y medio. Parecía una niña o casi una niña.
Recordaba vagamente aun gato o un zorro de caricatura. Tenía el cabello blanco y largo recogido con un laso negro, un par de orejas felinas asomaban de su cabeza. Sus ojos eran sutilmente rasgados y con unas diáfanas pupilas violeta. Tenía una boca pequeña de labios gruesos, tenía una cara redonda e infantil o mejor dicho sutil mente infantil, porque como el mismo averiguaría más tarde ella distaba mucho de ser una niña.
Su piel era de un blanco ligeramente más claro que el del cabello a excepción de su mano derecha que era completamente negra hasta la altura de la muñeca.
Niels noto que la piel de la visitante estaba cubierta de un fino pelaje, que era lo que confería el tono blanco.
Sin embargo lo que más llamo la atención de Niels en aquel momento fue algo que parecía moverse detrás de la pequeña intrusa.
Vestía un vestido negro, que daba la impresión de ser todo una sola pieza. La falda le llegaba casi a las rodillas.
La cubría un abrigo gris que al parecer había visto mejores días y además le quedaba grande. Las mangas arremangadas, la capucha del abrigo le colgaba enorme en la espalda como la de los hábitos de los monjes.
Ella lo miraba en silencio con las manos levantadas y por lo que parecía no mostraba la más mínima señal de miedo. Si no más bien una extraña calma y resignación.
La realidad aunque siempre es la misma para todos es interpretada de forma diferente por cada uno. Para Niels los minutos se volvieron horas y le parecía que el mundo había decidido tomarle el pelo esa noche. Eso, claro si es que aún era de noche, tal vez solo estaba muy drogado en alguna esquina desnudo y loco. Y que todo terminaría con él despertando en alguna apestosa celda bañado en su propio vómito o en el peor de los casos en el vómito de algún otro.
Para ella todas las cartas habían sido puestas sobre la mesa. Todo comenzaría o terminaría esa noche. Quería llorar, lo necesitaba. Casi veinte años de búsqueda en una larga, cansada y continua lucha contra el destino habían desembocado en aquel apartamento, ante aquel hombre. Que le apuntaba con un arma, la miraba deforma aterradora y además le había hecho callar con un grito.
—Por favor escúchame.
Suplico la intrusa.
Niels dio un paso al frente.
—Fuera— Grito Niels.
La pequeña dama bajo las manos y alzo la mirada. Y en aquellos ojos de amatista se dibujó la mirada de la determinación.
—No— respondió con un tono de voz firme.
Y fue en ese momento que Niels descubrió lo que se movía debajo del abrigo de la intrusa.
Era una cola blanca y gruesa. Semejante quizás a la de un zorro que se alzaba y movía detrás de ella, como la cola de un animal que cambia de postura al disponerse a atacar.
— ¿Qué demonios eres? ¿Cómo entraste aquí?
Niels tomo el arma con las dos manos. Le temblaba el cuerpo. Pero no era por el miedo, realmente él no sabía bien porque, pero de alguna manera todo aquello le parecía extrañamente familiar.
La cola de la pequeña dama dejo de moverse y se volvió a ocultar entre el abrigo. Su expresión cambio. Su rostro se enterneció y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.
—Lo siento, de verdad lo siento, no es así como debe ser. Me llamo Shailoh_ Señalo con la mano negra asía a la ventana— Entre por ahí.
—Pero si vivo en el quinto piso_ Hablo Niels mientras volvía a ver asía la ventana.
—Sí, de verdad es muy alto, pero sueles dejar la ventana abierta a todas horas. Así que yo bueno... yo salté y escale. Sé que suena disparatado, pero así fue. Y aquí en la oscuridad aguarde por ti. Quizás no me creas pero te he buscado por tanto tiempo. Ha sido un viaje muy largo, he perdido mucho. Todo para que llegue este momento.
A sí que por favor escúchame te lo suplico. Desde el fondo de mi alma.
Ella agacho la cabeza y por un momento estuvo en silencio y apretó los puños.
—Yo no me voy a mover. Así que si vas a disparar_ se llevó la mano negra al pecho_ Aquí está mi corazón. Has lo que debas hacer y yo haré lo mismo.
Ella tenía el corazón de lado derecho, así lo hiso ver aquella mano negra que ahora arrugaba la tela del vestido por la fuerza con que lo apretaba.
Niels bajo el arma despacio tratando de entender que ocurría. En su cabeza empezó a tratar de ordenar todo lo ocurrido.
Y aunque las piezas, por extrañas que estas fueran estaban ahí y parecían encajar. El sencilla mente no podía dar crédito a lo que ocurría, pero a la vez muy en el fondo de su ser algo se movía, se hacía sentir. Era como un recuerdo, era como una tremenda sensación de Déjà vu.
Él descubrió que no quería lastimarla.
Era algo que estaba ahí. Era como la melodía que había escuchado cuando el profeta ciego la había hecho cerrar los ojos y vaciar la mente. Sabía que la conocía, que aquella música era importante. Pero no recordaba cómo o cuando la había escuchado.
"será importante en el futuro"
Le había dicho Eliot.
¿Cómo rayos he llegado a semejante situación? Pensó.
Finalmente Niels guardo su arma, se dio media vuelta despacio y junto la bolsa arrugada de papel café que antes había dejado caer y la tiro sobre su viejo sofá. Recogió el paraguas y lo recostó a la pared y cerró la puerta del apartamento. Mientras susurraba entre dientes:
—En qué demonios estoy pensando es solo una... una... una niña...pero que mierda de noche es esta...
Luego se dio vuelta asía la intrusa, suspiro profundamente y con voz serena le pregunto a la extraña visita:
— ¿Eres real o es que finalmente me volví loco?
Shailoh levanto la cabeza y dejo de apretarse el pecho con la obscura mano derecha, camino asía el, alzo la cabeza, miro a Niels a los ojos, levanto las manos con el mismo gesto que haría alguien que va a ser registrado por la policía.
—Tócame, si eso te ayuda. Soy la única prueba que te puedo ofrecer.
Las manos de Niels se posaron sobre la cabeza de la pequeña dama. Sus dedos buscaron trampas en aquella anatomía, indecisos de alguna mentira. Algo que demostrara que todo aquello no era más que alguna mala broma o truco para verle la cara de tonto. Pero no fue así, todo lo que veían sus ojos lo confirmaban sus manos.
Las orejas, el cabello blanco, los extraños ojos..,
Acaricio con cuidado el rostro de Shailoh. Ella se limitó a mirarlo sin decir nada. Luego Niels tomo la pequeña mano negra. Descubrió en ella una horrible cicatriz en forma de raíz que le cubría casi toda la palma.
—La mente puede llegar a olvidar pero las cicatrices no.— hablo ella mientras cerraba la mano.
—Yo prefiero escribir las cosas en papelitos, quizás, no sé. Sea menos doloroso — Dijo Niels intentando ser gracioso.
Shailoh solo sonrió, una sonrisa que no disimulo su miedo, mientras en su interior crecía el deseo de llorar como crecía la intensidad de la lluvia afuera.
Niels se llevó las manos a la cabeza y se froto la melena negra, camino hasta uno de los dos viejos sillones que ya formaban parte del apartamento antes de que el viviera ahí y se dejó caer en él.
—Tienes media hora. Así que dame tu mejor tiro. Dijo finalmente.
Ella se quedó silenciosa, la lluvia continuaba cayendo llenando el aire con su murmullo.
—¿Y bien? — Pregunto Niels.
—Pensaras que soy una estúpida pero...yo...yo tengo miedo...es...es que...es difícil. No se siquiera como o por dónde empezar.
Ella empezó a frotarse las manos en un claro gesto de nerviosismo.
Niels sonrió con malicia, se acomodó en el viejo sillón. Coloco los pies sobre la pequeña mesa de sala.
—Puedes empezar por sentarte. Creo que eso sería lo mejor —Señalo el otro sofá que estaba aún lado.
Shailoh miro en la dirección que apuntaba la mano. Se acercó al otro sillón y lo arrastro hasta dejarlo frente al de Niels y luego se sentó y la esponjada cola de zorro se movió delicadamente acomodándose en el regazo de la pequeña.
Niels no lo demostró pero el hecho de que ella hubiera movido el sillón por sencillo que este fuera le impresiono realmente. Como todo lo que había ocurrido esa noche, lo había tomado por sorpresa.
—Niña me alagas. Escalaste hasta un quinto piso lo cual es una completa locura, me esperaste en la obscuridad cosa que en si misma ya es bastante peligrosa considerando el hecho de que estoy armado y casi ebrio, te plantaste frente a mi cuando te apuntaba con un arma mientras me decías que no te ibas a mover hiciese lo que hiciese.
Pero te da miedo hablarme. Bendita sea la ironía.
Shailoh se sintió estúpida. Ella había desobedecido a su padre quien aunque severo había procurado para ella siempre lo mejor y a su manera tosca la amaba, su madre una criatura dulce y cariñosa que nunca la había lastimado, ni siquiera levantado la voz la había abofeteado tan fuerte que le hizo sangrar la nariz y la boca el día en que ella les dio la espalda.
Todo porque se cumpliera su deseo. Había ido en pos de aquel a quien todos temían y con su poder cruzo el vació atemporal en que flotaban los universos y realidades. Para alcanzar un mundo que estaba prohibido.
Un mundo en el que conoció males y miserias, un mundo lleno de seres ajenos a ella. Todo por un deseo, un anhelo egoísta (así lo veía ella y no le importaba) que la arrastraba cada vez más lejos y que estaba dispuesta a perseguir hasta su última consecuencia.
"—Hay un lugar al que debes ir y alguien al que debes conocer. Cuando eso pase deberás mentir tres veces."
Así le había hablado el viejo mago.
Y finalmente había logrado llegar al "lugar" y conocer al "alguien". Y no podía articular palabra. Y además estaba al borde del llanto.
En ese momento se avergonzó de ella misma.
—Lamento parecer una estúpida.
Niels se rio entre dientes.
—no creo que seas estúpida, creo que al igual que yo estás loca. Solo que tú lo estas en un mejor y más sano sentido que yo.
Tú luchaste, arriesgaste, actuaste. Eso son cosas que la gran mayoría de imbéciles que engruesan las filas de la humanidad no hacen.
Todas las voces de la razón se alzan en mi cabeza: "llama a la policía, échala a la calle, esto es un truco "
¿Pero sabes que es lo que más resuena en mi cabeza niña?
Shailoh negó suavemente con la cabeza.
—Me dicen que estoy loco al permitir que estés aquí. Así que princesa de cuento, eso iguala el marcador entre tú y yo.
Vamos háblame, tienes mi tiempo y atención.
Sorpréndeme, dame tu mejor golpe.
—Eres especial. Dijo Shailoh con ternura.
—No. No lo soy. Contesto el reportero a secas.
Shailoh le respondió con una pequeña sonrisa.
—Sé que tiene que ser extraño para ti. Yo intentaré explicarlo lo mejor que pueda.
Supongo que lo primero que debo decir es que vengo de muy lejos, de otra tierra, de otro mundo.
—Entonces eres algo así como un extraterrestre. Interrumpió Niels.
—No.
Yo pertenezco a una tierra como la tuya pero no está en este "cuando" y "donde". Sé que suena complicado pero se supone que existen muchas realidades. Aunque nadie parece entenderlo con claridad. Pero parece que hay algo en lo que la mayoría de sabios y magos concuerda y es que hay un nexo, un punto donde se originaron todas las realidades.
Ese nexo es llamado de muchas formas: las tierras inalcanzables, también la tierra prohibida o el mundo primigenio. Que se supone es donde estamos tú y yo ahora.
La mano negra de Shailoh señalo al suelo.
—Yo llegué aquí por la fuerza y el conocimiento de un amigo, sería lo que para ustedes es un mago, aunque creo que es algo muchísimo más complejo que eso. Pienso que él estaría muy por encima de los magos.
Suele ser algo gruñón y alza mucho la voz cuando esta molesto, pero con migo fue muy bueno y me comprendió. Fue él el que me alentó a esta locura de la que tú hablas.
Vine aquí porque quiero...porque yo...
Ella se quedó en silencio, apretó la cola que reposaba en su regazo y Niels pensó por un instante que esa pequeña criatura estallaría en llanto de un momento a otro pero no fue así.
—Vine porque quiero cambiar el destino, porque tengo un deseo, un deseo que solo puede concederse en este mundo.
Niels se sorprendió o lo mejor sería decir que fingió sorpresa. Una sonrisa maliciosa asomo en su cara.
— ¿Y podrías decirme qué es el destino señorita?
Hablas de ganarle, de cambiarlo y aunque no sé qué tiene que ver todo esto con migo, si sé que si aceptas que puedes ganar también debes aceptar que puedes perder.
Y hablamos de nada más y nada menos de la excusa más antigua de la historia: el destino.
—Lo que ha de ser será. — Respondió Shailoh.
— ¡Exacto! —Exclamo Niels en tono de victoria.
—No lo acepto. Lo cambiare.
— ¿De verdad?
Shailoh asintió con la cabeza. Y aunque en sus ojos había un dejo de tristeza, su rostro trasmitía una extraña ternura que perturbaba al reportero.
—Te necesito.
—Haber señorita. Dime por que yo.
La mano negra le hiso señas al reportero para que se acercara como si la pequeña visitante le fuera a contar un secreto. Lo cual le pareció algo tonto pero ya había decidido seguir un poco más con aquel juego.
Cuando ambos rostros estuvieron tan cerca que cada uno podía sentir la respiración del otro, la mano negra dejo de llamar al joven y el oscuro índice le acaricio rápidamente y con un gesto infantil la nariz
—Porque eres especial. —Le contesto Shailoh con dulzura.
