"Eres especial" Como se sentían de cálidas aquellas palabras, algo nuevo para él. No le solían obsequiar cumplidos a menudo y él en raras ocasiones se veía en la necesidad de darlos. Su jefe, sin saberlo había fungido como una suerte de modelo a seguir, casi un amigo en algunas ocasiones y padre disfuncional en otras. Un pequeño dictador, un sujeto enérgico. Había contratado a Niels cuando nadie daba un centavo por él: un muchacho de catorce años sin familia y apenas con estudios. Sus compañeros solían decirle que había sido recogido por lástima, para dar así una buena imagen de cara a la alcaldía. Algo que él incluso pensó por un tiempo sin darle demasiada importancia. Pero más temprano que tarde se dio cuenta de que ese no era el caso.

—No le doy nada nadie que no se lo merezca muchacho"Eso le dijo mientras lo señalaba con el bolígrafo después de una purga masiva de personal en la redacción al poco tiempo de que él empezara a trabajar allí, una reforma completa que de paso le enseño una verdad de la vida: nadie es indispensable, Nunca hay que dar nada por sentado. También descubrió cuál era la postura de su jefe ante los cumplidos, halagos y otras muestras de lo que él suele llamar "educada hipocresía."

"—Tú haces caricias al caballo cuando lo vas a montar, dale una manzana y feliz llevara tú carga, así que muchacho da la espalda al buen comentario y da cara al enemigo. Porque si lo que haces lo haces bien pues excelente, si no es así entonces mejora y si no vete, que al igual que Judas otro tomara tu oficio." Pero ella era diferente, lo sentía profundamente dentro de su ser, le creía aunque su mente lo negara. Ella decía necesitarlo de buena o mala manera. Pero a su forma de ver las cosas y entender el mundo, él solo era él y nada más. Niels se tocó la nariz…

—Lo siento. Yo únicamente quería— Hablo Shailoh tratando de disculparse.

—No te disculpes, no hace falta, es solo que no me lo esperaba como no esperaba nada de lo que me ha ocurrido esta estúpida noche y no pienso que mejore.

Niels no le había molestado aquel pequeño gesto o lo extraño que había sido o lo que significaba. Pasaría aún mucho tiempo antes de que comprendiera todo lo que estaba ocurriendo en su apartamento esa noche lluviosa. Pero un día lo entendería, en una silenciosa noche clara llena de estrellas recordaría con lágrimas en los ojos su pequeño apartamento, recordaría el suave sonido de la lluvia, a la pequeña egoísta que cambio su mundo y el significado de aquel pequeño gesto en su nariz lo haría sonreír a las puertas de su final. Aun así lo que en verdad le preocupaba al reportero en ese preciso momento era la familiaridad. El sentimiento de ya haber pasado por todo aquello antes. Pero sin poder precisar nada con exactitud, era solamente una sensación. Algo vago y borroso. La apariencia de la intrusa o el gesto infantil de tocarle la nariz. Era como si ya lo hubiera vivido, una fuerte sensación de déjà vu. — ¿Tienes un espejo? —. Pregunto Shailoh con delicadeza.

—Un espejo. ¿Para qué rayos ocupas un espejo justo ahora? No te basta con saber que eres un fenómeno verdad. Si no que también necesitas confirmación visual.

Ella negó con la cabeza.— Es más por ti que por mí.

— ¿Por mí?No sé si lo notaste, pero la vanidad no es mi fuerte. La única ocasión en que yo uso un espejo es cuando me afeito y eso no pasa muy a menudo.

Las manos de Shailoh acariciaron nerviosamente su gruesa cola blanca. — Sé que soy diferente de ti Niels. No pertenezco a este lugar y es precisamente por eso que puedo decirte que tú eres especial y si me traes un espejo te lo podré demostrar.

—Un espejo. ¿Es todo lo que necesitas niña para acabar con esta farsa y poder volver a mi vida normal?

—No soy una niña. —dijo ella apretando los puños— y no creo que tu vida sea normal. Ahora dime si me equivoco, pero nunca has tenido una pesadilla, los escasos sueños que sueles tener son raros o vacíos y sueles acabar envuelto situaciones extrañas. Supongo que la mejor forma de describirlo es que tienes un sexto sentido, una intuición. Y me temo que ha de haberte metido en problemas. Ahora dime si me he equivocado. Además, te di mi nombre y tú no me has dado el tuyo.

Niels se puso de pie lentamente sin apartar la vista de la intrusa.

— ¿Cómo diablos...? ¿Cómo... pero—Niels se sentía extraño. Trato de hablar, pero las palabras no salían.

Era cierto, soñaba a menudo con cosas extrañas: bosques de árboles enormes con cielos pálidos o con un inmenso valle lleno de puertas cerradas de pie en un océano de césped infinito. En cuanto a su suerte no era ni buena ni mala, era extraña. Su jefe decía que él poseía un gran olfato para la noticia…

—Un espejo por favor, será el punto de partida para que puedas entender y con todo mi corazón anhelo que comprendas porque estoy aquí y me ayudes. Porque si no lo haces estaré perdida.

—Niña yo no...te

—No soy una niña ya no. Y para mí en este momento eres lo más valioso de este mundo.

Niels se encamino al baño en busca del viejo espejo cuadrado, empañado en los bordes por una niebla verdosa y roto en una esquina. Una superficie que había acumulado años y costras de jabón por igual. Niels se detuvo a la mitad de la pequeña sala que era básicamente el centro del apartamento y de su mundo.

—Esta es mi casa y tú la allanaste, así que te llamaré como se me dé la gana. "Niña" Dio unos pasos más, suspiro y volvió a ver la espalda del sillón donde estaba sentada Shailoh y Hablo en un tono más cálido.

—Me llamo Niels y supongo que debería decir que es un gusto conocerte, pero creo que aún es pronto para decir eso.

El tono de sus palabras era suave y conciliador. Shailoh sintió en esas palabras un atisbo de disculpa. La cabeza de Shailoh asomo por encima del respaldar del sillón. Ella sonrió y la suave luz hizo acentuar aquellos preciosos ojos violetas.

—Pero para mí si es un gusto conocerte Niels.

—Ya lo veremos niña. — Contesto Niels mientras entraba al baño.

En la calma que siguió Shailoh pudo observar mejor el hogar en el que había irrumpido. Era para su asombro estaba desordenado y limpio, dos conceptos que ella no pensaba que pudieran congeniar. El piso era de madera, cálido y bien cuidado. Los muebles eran pocos y diversos: un par de sillones que en algún momento fueron de color agua marina, un viejo sofá y la mesita de centro en la que Niels había puesto los pies, ambos del color del café con leche. Herencia del anterior inquilino, un enorme escritorio al cual no le cabía una sola cosa más: cuatro jarras con vestigios de café, un ordenador portátil de color negro algo discontinuado, un altar de cartas y papeles de todos los colores y tamaños, barios envases vacíos de fideos instantáneos y un pequeño peluche negro con forma de perro o quizás de lobo caricaturesco con una curiosa boina roja y un curioso collar con picos. Dos sendos libreros bastante sencillos que estaban ordenados al mismo modo que el escritorio. Lo que se traducía en platos, vasos, un recipiente en forma de gato con algunos cubiertos de distintos tamaños y estilos, varios libros y carpetas, varias cajas de DVD que tenían el lomo cubierto de cinta blanca, con nombres escritos en rotulador azul o rojo: metrópolis, una noche en el mundo, doctor who, la zona muerta, seven, entre otras que no alcanzó a leer…

Niels salió del baño con el espejo en las manos. Al quitarlo de la pared descubrió cuál había sido el color original de su baño. Donde había estado el espejo ahora había un cuadrado verde limón en una pared blanca. Encontró a Shailoh sentada en el sofá con la mirada perdida en sus repisas de discos susurrando los nombres de algunas series y películas que él conseguía para matar el rato. Él no poseía un televisor, pensaba que con una computadora con grabadora DVD y una buena conexión de internet no la ocupaba

.—Oye niña. La vista es mejor de ese lado. —Señalo asía la ventana entre abierta por la que Shailoh había entrado. —Bueno ahora está lloviendo, pero suele tener una bonita vista más cuando es de noche y nadie trata de entrar por ella. Fue una de las razones por la que alquile en el quinto piso.

— ¿Por la vista? Pregunto Shailoh mientras miraba la ventana. Podía ver a través de ella las luces de la ciudad a pesar de la lluvia.

—No princesita, fue para no tener que ver de cerca a nadie. Ahora toma el estúpido espejo. Niels le tendió espejo para que ella lo tomara. Pero ella en vez de tomarlo cerro los ojos.

—Apúntame con él y mira mi reflejo. Verás que algo interesante ocurre.

Niels se colocó frente a ella. Giro el espejo con los dedos varias veces mientras la miraba.

— ¿Eres una vampiresa o algo así?

— ¿Una que...?

— Ya sabes, por eso de que no se reflejan en los espejos.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Shailoh ante aquella extraña ocurrencia.

— Yo no he dicho que no me reflejaba en ellos, no soy eso que ustedes llaman un vampiro.¿Piensas que lo soy? ¿Acaso te parezco un monstruo?

Niels se sorprendió al descubrirse así mismo sintiéndose mal por algo que había dicho. No solía dar una segunda lectura a sus palabras, pero lo había hecho esta vez.

—Lo siento, supongo que como buen ser humano que soy pongo la acción antes que el pensamiento. Además, no me culpes si digo cosas raras. Todo lo que ha ocurrido en las últimas horas ha sido raro y creo que decir raro se queda muy corto. En fin acabemos con esto.

Pero no sería un final ni tampoco era un principio. Esa noche en su apartamento era solo una parte de una historia que había comenzado mucho tiempo atrás, antes de que Niels naciera y antes de que Shailoh supiera lo que era sufrir. Niels sostuvo el viejo y sucio espejo que hasta donde sabía podía ser incluso más viejo que él. Por un momento se atemorizó de lo que mostraría el cristal manchado con jabón y crema de afeitar, pero después de todo lo ocurrido esa noche pensó que no tenía sentido temer. Ya era tarde para eso. Ella miro el espejo y suspiro suavemente.

—Mira mi reflejo y dime que vez.

Niels miro en el espejo y luego a Shailoh. Una vez y luego otra, retrocediendo ligeramente a cada nueva mirada. Hasta tropezar con el sillón. El espejo se resbaló de sus manos. Shailoh rápida y suavemente se deslizó del asiento y con su derecha negra tomo el espejo justo antes de que tocara el suelo. Ella se sentó, la cola blanca volvió a descansar sobre su regazo y sobre ella coloco el espejo dejando a la vista el lado opaco. No quería mirar su reflejo, para ella ese reflejo no era más que una mentira, una de la cual estaba cansada.

— ¿Cómo lo has hecho? —Niels se sentó lentamente volviendo a quedar frente a ella. Se inclinó asía delante porque al igual que el lobo ante la niña del cuento "quería verla mejor "— ¿Qué truco hiciste?

—Cambiar una verdad por una mentira. Un sueño roto que…

—Espera. Creo que... un... momento—interrumpió el reportero.

Se puso de pie de un salto, rebusco en la enorme gabardina hasta hallar su cámara y la apunto asía Shailoh. Ella le sonrió, sus ojos miraron a la cámara con malicia, se acomodó un poco la ropa. Estaba posando sentada en el viejo sillón para él de una forma inocente y graciosa, como lo haría un niño.

Niels no era una persona crédula. Confiaba en la razón y la lógica para resolver un problema. Y La manera para hacerlo en su opinión era descomponerlo a su forma más simple. Tratar de apreciar un panorama completo de las cosas, como un todo y no solo ver la parte que llama la atención. El diablo está en los detalles y principalmente en los detalles que pasmos por alto.