CAPITULO 2

Adaptación a una nueva vida.

Septiembre de 1930.

Ricky y Maggie.

Habían entrado ya a sus nuevos Colegios en Nueva York. Ricky no estaba muy feliz ya que era una escuela de varones, pero la educación no era tan severa como en su antiguo colegio. Tenía una profesora joven de 28 años llamada Miss Brenda y tenía una sonrisa angelical y su método de enseñanza era muy entretenida y a la vez divertida, en la materia de Historia, materia que él odiaba profundamente, ya que era su coco, su profesora contaba la historia como historietas cortas y divertidas, en vez de ponerlos a leer libros pesados y hacer resúmenes y ensayos, aprenderse como miles de nombres aristocráticos, fechas y acontecimientos el cual se le hacía profundamente aburrido.

Se alegraba de ya no tener a sus profesores de más de 50 años vestidos con túnica negra y birrete y con un bastón largo y delgado que siempre lo utilizaban para dar golpes en el pizarrón o en su escritorio para captar la atención del alumnado en su clase cuando alguien se distraía.

Sus compañeros de clases eran muy diferentes a sus amigos ingleses, pero su carisma de él hizo que hiciera amistades con facilidad y con el tiempo comenzó a adaptarse al nuevo colegio americano.

Por otra parte, Maggie era más selectiva, observaba y analizaba a sus nuevas compañeras de escuela que ahora era una escuela de señoritas y le aterraba ya que su hermano mayor ya no iba estar más con ella para ayudarla o apoyarla como en el pasado, tenía miedo y no deseaba pasar por lo que había pasado en Londres.

Su nueva maestra, miss Verónica, era una mujer joven, alta con anteojos y de cabellera castaña, cuando llego a su nuevo salón de clases hizo que se presentara ante todas sus nuevas compañeras.

– Clase. – Dijo la maestra presentándola – Ella es Margaret, – se dirigió a ella – Puedes presentarte y hablar acerca de ti y de dónde vienes.

– Si – dio un paso al frente y vio a sus nuevas compañeras de clase y sin evitarlo se sintió nerviosa, pues siempre podía hablar delante de la clase y sin titubeos, pero esta vez era diferente. – Hola, mi nombre es Margaret Grandchester Andley, – dijo omitiendo por primera vez "Lady" sabiendo que tenía su título de cortesía nuevamente, – pero todas pueden llamarme simplemente Maggie. – aclaro rápidamente y les dio una sonrisa a todas las niñas. – Soy inglesa... vivía en Stratford Avon y me encantaría ser su amiga. – fue todo lo que se le ocurrió decir.

En la primera semana observo que sus nuevas amigas eran más informales y había tres grupos de niñas. Las niñas que eran más estudiosas y tranquilas, otro pequeño grupo de 5 niñas que eran de las familias más adineradas y populares del salón y otro grupo de niñas que se parecían mucho a los niños del orfanatorio del Hogar de Ponny. En cómo se movían, cómo hablaban y hasta la manera de jugar.

Maggie podría haber escogido al primer grupo de niñas estudiosas y tranquilas, ya que ella era bastante lista a lo que se refería a lo académico, pero no le agradaba la idea de estar con ellas. Su segunda opción había sido el de estar con las niñas más populares y ricas ya que en ese grupo había estado siempre, con la clase Elite, pero… por alguna razón al obsérvalas detenidamente… no estaba muy segura, ya que eran mucho más prepotentes y tenían un raro acento, acento que no le era de su agrado, al contrario era sumamente desagradable fonéticamente. Su experiencia en el Hogar de Ponny había sido maravillosa y se había divertido mucho y había llegado a estimar a las niñas del hogar sinceramente. Así que sin pensarlo más decidió apostar por el tercer grupo y no había fallado en su instinto pues salían a recreo y se divertía muchísimo ya que también les gustaba jugar a policías y ladrones donde corrían y gritaban en los descansos del colegio.

Dorothy.

Una vez que se habían mudado a su nuevo departamento en la quinta avenida, Terry pidió a Albert si podía Dorothy trabajar con ellos de planta, ya que necesitaban a una persona de plena confianza. En el pasado Dorothy habia trabajado con Candy en dos ocasiones, en la mansión de Lakewood y en la mansión principal de Chicago.

Dorothy estaba más que feliz y dichosa de trabajar en Nueva York y más con su mejor amiga Candy, pues la trataba con amabilidad y respeto. Ya que en la residencia Leagan había pasado momentos realmente desagradables con Neal, su esposa y sus tres hijos que eran los mismísimo diablos en Florida.

Sin embargo, el esposo de Candy le daba mucho miedo y le intimidaba bastante, ya que era británico y pertenecía a la nobleza donde todo era mucho más formal.

Veía que el Sr. Grandchester era un hombre sumamente severo y de carácter fuerte e intimidante, por lo que se dio cuenta en las pocas semanas que convivió con los Grandchester. En Lakewood había reprendido severamente a sus dos hijos y si no hubiera sido por la intervención del Sr. Andley los hubiera castigado con mano mucho más dura.

Después de que habían regresado de sus vacaciones en el Hogar de Ponny ya en la mansión de Chicago las órdenes de Terry con sus hijos eran con una voz autoritaria.

– ¡Vayan a cambiarse de ropa! ¡Come tus verduras sino, no habrá postre para ti! ¡Lávense los dientes ahora mismo! ¡Es hora de ir a la cama! – Su voz era seria y con mirada severa si no hacían caso a la segunda advertencia, no había una tercera advertencia y los niños dejaban sus juegos o sus cosas para obedecer a su padre inmediatamente.

Cosa que no se había visto en la residencia de los Leagan con Eliza y Niel quienes eran unos niños muy mimados y malvados al igual que ahora con sus hijos propios de aquellos dos hermanos, esos pequeños niños hacían travesuras y maldades al personal doméstico.

– Dorothy – dijo Terry seriamente viendo el expediente que Albert le había dado – tengo excelentes referencias del Sr. Andley acerca de usted, además que desde hace mucho tiempo conoces a mi esposa.

– Si, desde los trece años que conozco a la señora – sonrió tímidamente.

– En tu expediente dice que eres una mujer muy rápida y muy profesional en las labores domésticas, como cocinera, – dejo el expediente y se recargo en la silla cómodamente – como veras es un departamento y no una residencia como la residencia Leagan o la residencia Andley en Chicago.

– Si.

– Ayudarás a Candy en la limpieza del departamento, lavado y planchado cómo en la cocina y por un tiempo necesito también que nos apoyes con mis dos hijos hasta que consiga una niñera de plena confianza, que se ocupe de ellos cuando los dos tengamos que salir por algún compromiso.

– No se preocupe Lord Grandchester estoy segura que no tendrá queja alguna de mi trabajo. – Comento Dorothy con decisión.

– Excelente, firma aquí tu contrato de trabajo donde indica tu sueldo y tus prestaciones de ley, tus días laborables y tu día de descanso será el lunes.

Le dio una pequeña sonrisa pues a pesar de todo la veía un poco nerviosa como cualquier persona en su primer día de trabajo, supuso el dueño de la casa

– Por otra parte, no somos muy tradicionalistas y sin formalismo de jerarquías y títulos de cortesía, llámanos simplemente Sr. y Sra. Grandchester y a los niños no deseo que les des ninguna reverencia o les llames por Lord o Lady, llamalos con su nombre de pila, simplemente Ricky y Maggie por favor.

– Claro, así será. – tomo su contrato laboral del escritorio.

– Otra cosa más, cualquier travesura o falta de indisciplina o alguna grosería por parte de mis hijos me lo harás saber inmediatamente.

– No se preocupe, seré muy profesional – tomo la pluma fuente y leyó su contrato – ¡¿Esto es lo que voy a ganar?! – Exclamó realmente sorprendida por la cantidad de dinero que iba a ganar a la quincena. Era casi el triple de dinero que ganaba en la Residencia de los Leagan.

– Así es, es bastante trabajo para una sola mujer y si estoy realmente satisfecho con su trabajo le daré un bono extra, siempre me gusta ser generoso con mis empleados y más si llenan mis expectativas… si son competentes, pero sobretodo... con iniciativa propia.

– Gracias – firmo el contrato – en este momento me dirijo con la señora para que me indique cuales serán mis deberes de ahora en adelante.

Candy y Dorothy se abrazaron fuertemente, Candy estaba tan feliz de que ella fuera su nueva empleada, era una sorpresa para ella ya que su esposo no le había dicho nada que pensaba contratar a Dorothy, sería trabajar con una amiga. Candy le explico que deseaba ella ocuparse prácticamente de su casa, como de su marido y de sus dos pequeños hijos, ella más bien la ayudaría con las labores de limpieza y la apoyaría en todo lo que fuera necesario.

La nueva rutina de Dorothy era entrar a la habitación a las 6:00 am, le preparaba la bañera a Candy, y mientras ella se bañaba Dorothy escogía la ropa que iba a ponerse los señores de la casa, sin embargo, para Dorothy en su primer día casi se desmaya de la impresión de ver al Sr. Grandchester dormido y desnudo, podía observar perfectamente su espalda, sus glúteos redondos y bien marcados y sus facciones gallardas, ya que las sabanas le llegaban justamente hasta la pantorrilla y dormía bocabajo.

Dorothy trago saliva pues en el pasado había servido a la Sra. Elroy y después de su muerte hace 5 años, los Leagan la llamaron nuevamente para que fuera la mucama en la mansión de Neil Leagan y su esposa, pero ella era una mucama que se dedicaba hacer la limpieza y no estar en contacto directo con los dueños de la casa. Sin embargo, el ambiente era sumamente pesado pues la prepotencia de Neil era terrible, las humillaciones para el personal que laboraba ahí, al igual que con su esposa que la maltrataba físicamente como emocionalmente.

Cuando supo que Candy vendría a pasar las vacaciones de verano en América le escribió una carta al Sr. Andley si podría ser la mucama de Candy mientras estuviera en América y posteriormente estar nuevamente en la residencia de los Andley en Chicago. El Sr. Andley comprendió perfectamente que ella no estaba a gusto trabajando con Neil Leagan así que había solicitado la baja de ella con los Leagan para que ella pudiera trabajar con los Andley nuevamente.

Pero ahora trabajar directamente con los señores y más con el Sr. Grandchester que se le hacía una persona sumamente atractiva, con voz ronca y acento británico le ponía los pelos de punta, pues a pesar de estar viviendo en la zona más exclusiva de Manhattan el departamento no contaba con salida del vestidor hacia afuera de la habitación principal y la habitación en si era pequeña, 4 x 5 metros, acostumbrada a los grandes aposentos de las mansiones Andley.

Así que podía observar muy bien a su nuevo patrón profundamente dormido y completamente desnudo, se mordió el labio inferior por el deseo de tener a un hombre tan atractivo que la hiciera sentir una "mujer" plena. Se preguntó a sí misma como era tener un hombre cómo él que la abrazara y que le hiciera el amor con ternura y pasión.

Recordó tristemente que uno de sus hermanos junto con su esposa habían muerto en un incendio y había dejado a una familia de tres niños a quien ella amaba con toda su alma, una de sus otras hermanas se había hecho responsable del cuidado de ellos, pero necesitaban recursos económicos para cuidar a los hijos de ella cómo a los hijos de su hermano fallecido.

Así que cuando ella pensaba casarse con su novio Luis, trabajador también de los Andley. Sus sueños se truncaron por la muerte de la Sra. Elroy y porque también había sido llamada para trabajar con los Leagan, ella había pensado en renunciar y dedicarse a tener una familia a lado de Luis… sin embargo, ahora con sus sobrinos desamparados tuvo que romper con su novio y mudarse hasta Florida, para mandarles dinero.

Rápidamente salió de la habitación y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno y el almuerzo que se llevarían los dos niños a la escuela. Candy una vez que salía de la bañera preparaba a sus dos hijos y media hora más tarde los niños entraban al comedor bañados y vestidos con el uniforme del colegio, desayunaban y a las 7:30 el Sr. Grandchester salía con ropa informal y los llevaba a la escuela.

Villa de los Grandchester,

Escocia.

Septiembre.

El Duque no daba crédito con las nuevas noticias referente a Terruce, aventó el servicio de té y también volaron las galletas. Eleonor solo se quedó petrificada de ver esa reacción, pero conociéndolo el temperamento del Duque sabía que iba actuar de esa manera.

– ¡Alfred! ¡Alfred! – Grito el hombre llamándolo frenéticamente y unos minutos después el señor llegaba hasta el jardín – ¡Quiero que verifiques las cuentas de Terruce! ¡Y congela sus cuentas bancarias hasta que regrese a Reino Unido! – El señor se quedó completamente pasmado ante la petición de su jefe.

– ¡Richard no puedes hacer eso! – Grito la mujer sumamente enojada y gritando por primera vez delante de su empleado – ¡Terry ya no es una persona que lo puedes manipular a tu antojo! ¡Déjalo ya libre! ¡De que realice sus sueños! Él ya no es más tu heredero… – dijo la mujer con lágrimas en los ojos – Terry merece ser feliz en lo que él desea hacer, no le trunques sus sueños de tener una vida actoral en Broadway.

– ¡Te equivocas! Ese fideicomiso no era para que se largara a radicar a América. Ese fideicomiso se lo otorgue para que viviera una vida prospera como todo un Grandchester y que administrara una buena herencia para mis nietos.

– Terry es un hombre maduro y les dará todo lo mejor a sus hijos, más que nosotros le hemos dado a Terry. ¡Déjalo ser libre! ¡Déjalo que brille por luz propia! Es la única herencia que le puedes dar a tu hijo. Producto del amor más puro.

– ¡¿Qué?! – El Duque miro a los ojos a Eleonor.

– Esas fueron las palabras que me había dicho cuando te di la noticia, Alfred está aquí de testigo. Amaló desinteresadamente, sin condiciones.

– Eleonor. – dijo el hombre sentándose nuevamente y recargando sus manos en su cabeza en manera de frustración.

– Recuerdas, fue justamente aquí en este mismo lugar que te dije que íbamos a ser padres. – la mente de los dos se remontaron a sus vivencias de hace más de 33 años. Cada quien sumidos en sus pensamientos.

PASADO.

Octubre de 1896.

ESCOCIA.

Eleonor Baker.

Estaba embarazada y no tenía trabajo, mi barriga estaba enorme, fue la decisión que hizo que me quedara en Escocia, Alfred, su asistente personal siempre estaba al pendiente de mí cuando Richard no estaba conmigo.

– Señora no debe de sentirse triste, le hará mal a su bebé y a usted, si se encuentra en ese estado de ánimo, anímese. – Había dicho Alfred con una sonrisa de compasión.

– Esto no era lo que deseaba Alfred, ahora soy su amante y mi hijo será un bastardo… – Dijo la mujer llorando amargamente.

– Dudo mucho que mi Lord la desproteja a usted y a su hijo. Él la ama sinceramente y a su hijo. No debe de temer. – Me consolaba como un verdadero amigo. Alfred es un joven de 17 años, tan alto como Richard y de personalidad seria y muy reservado, pareciera que tuviera mucha más edad, él era un año más joven que yo, él no habla nada de su familia.

– Gracias Alfred por esta aquí conmigo, estando aquí sola me moriría de soledad y angustia. Pues Richard se ha casado con Lady Regina… y yo no puedo hacer nada al respeto.

Los meses pasaban y Richard estaba largas temporada conmigo, cómo en Londres y cada vez que venía traía cosas hermosas para preparar el cuarto del bebé, había comprado ya la cuna, un ropero, mucha ropita, hasta juguetes.

Fue hasta el 28 de enero de 1897 cuando nació Terry en la villa de Escocia por una partera profesional. Era un hermoso niño de cabellera obscura como el de su padre, ojos azul océano con vetas verdes iguales que su madre. Sin duda el nacimiento de Terry había llenado de felicidad y orgullo al Sr. Grandchester como a Eleonor.

Richard no podía creer el milagro de la vida, el milagro de haber tenido un niño varón tan hermoso, los sentimientos que tenía en su interior era algo que no se podía describir con palabras, pero estaba enormemente agradecido de haber tenido un hijo con la mujer que amaba profundamente.

Richard registro a Terry con su apellido, su nombre Terruce Graham Grandchester, pues de ninguna manera iba a permitir que su hijo, producto del amor fuera un bastardo, sin embargo, pidió a Eleonor que no le pusieran el apellido de ella, ni escribieran quien había sido la madre, pues no deseaba que tuviera problemas Eleonor con su familia, el cual era sumamente poderosa y podían hacerle algún daño a ella.

Con ayuda de las dos hijas de su antigua nana quien había servido a los Grandchester por 30 años y posteriormente enfermado, su muerte había sido tan dolorosa para él, pues la consideraba como una segunda madre. Había dejado a dos jovencitas desamparadas, Jennifer de 18 años a quien le decía de cariño Jenny y había estudiado para ser una gran cocinera y Emilia de 20 años quien había comenzado a trabajar de mucama en una pequeña residencia de su poblado natal desde que su mamá había fallecido, así de buen corazón Richard contrato los servicios de Emilia y de Jenny ya que las conocía muy bien sin ser trabajadoras de los Grandchester, prometiéndole las mujeres lealtad, pero sobretodo confidencialidad, no podían ellas decir absolutamente nada a nadie de su nueva situación y de que tenía un hijo recién nacido. Las mujeres se sintieron realmente dichosas, pues la paga era grandiosa y la joven mujer era sencilla, simpática y se la pasaban todo el tiempo juntas como tres amigas atendiendo al hermoso bebé.

Habían pasado dos años desde que Terry había nacido, El Marqués de Grandchester le había ofrecido una tregua a su esposa Lady Regina, ellos estaban en el Palacio Grandchester, un lugar bellísimo, la tregua consistía en aparentar un matrimonio sólido y enamorado ante los ojos de la sociedad, ante los reyes de Inglaterra y principalmente a los ojos de sus padres.

En ese periodo de casi dos años y medio que tenían de casados, en todo ese tiempo, el matrimonio no se había consumado, ya que dormían en habitaciones separadas, el trato era tener una relación de respeto y cordialidad, sin insultos verbalmente o físicamente. La señora de la casa no podía cuestionar con quien estaba o cuantas amantes su esposo tuviera. Su matrimonio sería nada más de nombre.

Para lady Regina eso era más que suficiente ya que no la maltrataba, ni la insultaba como en su noche de bodas y se portaba tan caballerosamente delante de sus amigas, hermanos, y principalmente de sus padres que la adoraban muchísimo. Era la envidia de toda la Corte. Eso era suficiente para el corazón de ella.

Sin embargo, las presiones eran cada vez más fuertes, una de las escoltas del Duque le había comunicado que su hijo primogénito tenía una amante de planta y posiblemente que ella tuviera ya un bebé pues, su hijo compraba muchas cosas relacionadas con ropa, juguetes y artículos de bebé.

Cuando el Duque se enteró de eso, puso el grito en el cielo… su heredero no podría ser un bastardo con una mujer de dudosa reputación, tenía que ser un legítimo hijo de cuna noble con su matrimonio con Lady Regina.

Una noche llamaron a Lady Regina al aposento de mi madre, la Princesa Helena, retiro a todas sus doncellas dejando a Lady Regina y mi madre a solas.

– Mi hijo Lord Richard, me dijo que su matrimonio podía anularse – dijo la Princesa con una mirada intimidante. – ¿Eso es verdad? – Lady Regina bajo la mirada al suelo sin decir ni una palabra. – Solo hay un motivo el cual puede anularse el matrimonio y ese es que no se haya consumado. – ella seguía con la mirada abajo – ¡Contesta! – La princesa Helena golpeo fuertemente los puños en la mesa de caoba y Lady Regina se asustó de ver el enojo de su suegra y la mirada que le daba terror.

– Su Alteza Real, – se hinco – perdóneme si no he podido ser una buena esposa para su hijo, no he podido que él se acerque a mi lecho y se consuma el matrimonio. Él no me ama, él no desea tener ningún tipo de intimidad conmigo desde que nos casamos.

– No te preocupes que esta noche, se consumara el matrimonio hasta lograr que llegue el heredero que tanto he deseado.

Aquella noche mi padre hablo conmigo en su despacho.

– ¿Tienes una amante verdad? – Volteo a verme con una mirada acusadora.

– ¡No es una amante! ¡Es una mujer al que amo muchísimo! – Grite con furia, mis padres no conocían a Eleonor Baker una mujer hermosa de alma y cuerpo, una mujer que me hacía sentir como uno de los mejores hombres y con plenitud de vivir y gozar.

– ¡Cállate! – Vociferó – Te he investigado Richard, me han dicho que tienes a una mujer Americana como tu amante de planta, una plebeya y sin familia, una huérfana que sus padres murieron cuando ella era muy joven.

Me quede sorprendido de la información que tenía mi padre referente a Eleonor. En cierta forma era verdad, pero la hacían pasar como una mujer que no valía absolutamente nada, cuando para mí era todo. No me importa que ella no tuviera linaje, que no pertenezca a una familia de abolengo.

– No sé dónde la tienes escondida, – estaba de espaldas, pero de repente dio un giro y se paró frente de mí con su mirada penetrante – ¡Escúchame bien Richard! Esa mujer ¡Nunca! ¡Nunca será tu esposa! Lo más qué te puedo ofrecer es que ella sea tu amante de planta, siempre y cuando tengas a mi heredero con tu esposa Lady Regina. – Estaba loco mi padre, mi mirada era de completa incredulidad, mi padre si dio cuenta de aquel gesto de sarcasmo – ¡Me canse de esperar y desde hoy comenzarás con tus deberes para tener al heredero de los Grandchester!

– ¡No pienso hacer semejante cosa, me niego a tener un hijo con Lady Regina!

– No me desafíes Richard – la mirada del Duque brillaba como fuego – por qué…

– ¡Qué padre! ¿Qué piensas hacerme? – Miro a su padre con odio y rencor – ¡Matarme a golpes como siempre lo haces cuando no cumplo con tus órdenes!

– ¡No! ¡Claro que no! Ese método de disciplina me he dado cuenta que no te hace ningún efecto para corregirte. – se acercó y me miro a los ojos directamente. – Pero si no haces lo que tu madre y yo deseamos, nos veremos en la terrible necesidad de matar a golpes a tu amante y mandarla a América en una caja de madera para que la sepulten – Richard abrió los ojos de terror – porque aquí no tiene ningún derecho que sea sepultada una mujer americana indecente en tierras Británicas.

– ¿Piensas asustarme con esos terribles actos de crueldad? – Contesto sarcásticamente.

– ¿Piensas probarme Richard? – Le contesto con otra pregunta – Yo que tú no me arriesgaba a cometer tal cosa, porque lo que yo prometo lo cumplo, Claro yo no me mancharía las manos con la paliza, para eso tengo a mis subordinados que lo harían por mí. – Le guiño el ojo – Solo pruébame. – Finalmente baje la mirada en forma de derrota – El Conde de Edimburgo no le gustara que su hija sepa que no es correspondida, haz tu mejor esfuerzo todas las noches para que pronto este embarazada Lady Regina ¡Y asegúrate de hacerlo bien!

Esa noche huí del Palacio, no deseaba ir a Escocia por miedo a que encontraran a Eleonor y a mi hijo.

Una semana después el Duque pidió que buscaran a la amante y a su hijo bastardo para que desaparecieran del Reino Unido. James quien trabajaba para el Duque escucho las órdenes y le aviso a Richard ya que lo estimaba muchísimo.

– ¡Alfred lleva a Eleonor y a mi hijo hasta Southampton! Y llévala hasta América, aquí ya no pueden estar, mis padres nos han descubiertos y el Duque como mi madre son personas de pocas palabras y de acciones fuertes, yo los voy alcanzar en Southampton.

Alfred tomo el primer tren que salía a Escocia, pues seis hombres se disponían viajar hasta Escocia esa misma tarde pues ya habían dado con el paradero de Eleonor. Las órdenes eran ¡Tráigame a la amante de mi hijo y su bastardo al Palacio! Ya en mi poder veré como podré convencer a mi hijo que me dé el heredero que tanto deseo.

Southampton julio de 1899.

– Señora – Dijo Alfred completamente agitado pues había galopado a toda velocidad desde la estación de trenes hasta la villa de los Grandchester – ¡Debemos de irnos! Empaque rápidamente las cosas del Terry… en cualquier momento llegarán los guardias de seguridad del Duque. Emilia, Jenny ayuden a empacar rápidamente las cosas más útiles.

– ¡Si señor! – Las dos domesticas rápidamente hicieron lo que el Sr. Bates les había dicho.

– ¡Que! ¿Por qué?! – Preguntó Eleonor alarmada mientras Emilia empacaban las cosas de Terry y otra pequeña maleta la ropa de la señora Baker. Jenny iba rápidamente por Terry quien estaba tomado su siesta de la tarde.

– ¡Quieren que vaya al Palacio en calidad de arrestada! No es un buen augurio para su futuro, no sabemos cuáles sean los planes de los padres del Marqués referente a usted y a su hijo. – Se dirigió a las empleadas domésticas ya que habían hecho rápidamente una maleta de lo más indispensable. – Lamento mucho esta situación, pero ya no podrán trabajar más para el Marqués ya que la señora y su hijo parte para América. – Les dio a las empleadas su finiquito por sus servicios.

– Señora. – Dijo Emilia dándole un abrazo cariñoso pues habían ya trabajado con ella por más de dos años y medio desde que había nacido Terry. – Le deseo buena suerte en América.

– Gracias. – Se despidió de las dos empleadas y de Terry que ya se había despertado.

– Adiós Terry, cuídate mucho… – Las dos mujeres se despidieron del niño con lágrimas en los ojos ya que él se despedía con un beso en cada mejilla de sus dos nanas y les sonreía, pues lo había visto desde que había nacido y era como perder un hijo para ellas.

Mientras subían a una carreta de un granjero. No deseaba que sospecharan los guardias del Duque, así que emprendieron el camino hasta llegar hasta la estación de trenes.

– Debemos de salir nosotras también – Dijo Jenny recogiendo las pocas pertenencias que tenían en la villa y salieron corriendo pues se escuchaba ya movimientos de los carruajes del Duque que llegaban. – No podemos permitir que nos reconozcan.

Cuando los hombres llegaron a la villa vieron que este había sido abandonado, efectivamente el Marqués de Grandchester tenía un hijo. Ya que había un cuarto decorado bellamente con una cuna, juguetes para niños, mucha ropa de un niño de dos años aproximadamente, alguien los había puesto en aviso… pero quien era el traidor quien les había dado el pitazo.

– Duque de Grandchester – Decía el jefe de los guardias con un nudo en la garganta – lo lamento, alguien aviso a su hijo el Marques, o un guardia de aquí sacaron a su amante y al niño de la villa de Escocia. No encontramos ningún rastro de alguna servidumbre o alguien que nos pudieran ayudar.

– ¡Cómo pudieron ser tan inútiles! ¡Quiero que busquen en cada estación de tren! ¡En cada puerto! – Golpeo con sus palmas la superficie del escritorio haciendo que se sobresaltaran los guardias.

Para tomar el transatlántico no había sido nada fácil pues a todas las parejas con niños pequeños eran revisados con meticulosidad, por órdenes del Duque quien era una persona sumamente poderosa y con conexiones en todos los rangos, así que movieron a todo el personal posible para que pudieran encontrarlos.

– No podremos entrar al transatlántico si no nos ven como un matrimonio. – Dijo Alfred a Eleonor – Me temo que debo de tomarme un poco de libertades como de un esposo. ¿Está de acuerdo?

– Claro, no hay problema. ¡Tenemos que abordar el barco! – Alfred la sujeto de la cintura como una esposa y con el otro brazo cargaba a Terry como si fuera su hijo. Alfred le ofreció al pequeño una paleta de dulce para que se entretuviera y no hablara, pues Terry podía delatarlo al decir que él no era su papá y también le había puesto en sus manos su peluche favorito.

Llegaron al mostrador con documentos falsos pero a la vez originales, les hicieron varias preguntas de rutina y después de más de veinticinco minutos pudieron abordar el barco. Habían comprado una cabina de clase media, ya que toda la primera clase estaba siendo revisada más meticulosamente por los agentes del puerto de Southampton. La gran ventaja es que no conocían quien era la amante del marqués ni tenían fotos del niño.

La cabina era pequeña y lo que le preocupaba a Eleonor era si tenía que compartir esa misma cabina con el Sr. Bates. Sin embargo, cuando vio la duda reflejada en sus ojos le aclaro la situación.

– No debe de temer, le reserve otra cabina un poco más grande para usted y el pequeño Terry – quien comía su fruta y jugaba con un carrito de madera, – solo debemos esperar una vez que el barco haya zarpado.

– Gracias. – Agradeció el gesto y Alfred le entrego otra llave. Salió del camarote buscando su nuevo camarote para poder bañarse y cambiarse, pues había pasado dos días sin cambiarse la ropa ni la de Terry. – B 45 este es el camarote. – Entro y grande fue la sorpresa cuando vio que ahí estaba Richard.

– ¡Ely! ¡Ely! Creí que no lo íbamos a lograr – La beso apasionadamente y a su hijo también quien lo estaba cargando, así que abrazo a su familia.

– ¡Creí que no vendrías conmigo a América! Tenía mucho miedo, mucho miedo. – lloraba Eleonor de la emoción de ver ahí a su amado.

– Yo no pensaba tomar el transatlántico, pero al último momento me di cuenta que yo sin ustedes yo no puedo vivir. No puedo vivir sin ti y sin mi hijo.

– ¡Papi! ¡Papi! – Terry levanto los brazos para que lo cargara su papá y le dio un beso en la mejilla.

– Richard te amo tanto. – Lo beso – Dime, ¿Has dejado tu vida en la Corte que tenías en Inglaterra? Sabes que eres un hombre casado...

– Ely no te angusties, nadie nos podrá encontrar, traje conmigo mucho dinero, suficiente para tener una vida cómoda y sin precauciones, nadie nos podrá encontrar. Te amo Ely, sin ti yo no soy nada.

PRESENTE

Septiembre de 1930

Nueva York.

– Niños les presento a Dorothy – decía Candy a sus dos hijos con una enorme sonrisa – ella ya la conocen, pues estuvo con nosotros en Lakewood como en la mansión de los Andley, desde ahora Dorothy estará con nosotros para ayudarnos, será como Emilia y Diana, quiero que la respeten y la traten con amabilidad y cordialidad. – Dorothy les dio una enorme sonrisa y los niños asintieron con la cabeza y les sonrieron dando una pequeña reverencia.

– Ricky, Maggie por otra parte – dijo Terry uniéndose a la conversación – he hablado con Dorothy y le he pedido que no va a haber reverencias, ni títulos de cortesía, los llamará por su nombre de pila, y tienen que respetarla y obedecerla en todo, ¿Comprendieron? – miro a su hija – ¿Margaret? ¿Richard?

– Si papá entendimos. – dijeron al unísono.

– Otra cosa muy importante, – continuó el padre – como sabrán no tenemos personal como choferes, escoltas, niñeras como en Inglaterra, así que... pobres de ustedes si hacen alguna travesura o le hacen alguna grosería o... de asustarla de muerte cómo la otra vez que se salieron sin permiso y perderse en el bosque en Lakewood, ¡No la van a contar! Una falta de indisciplina o que se vayan alguna parte, van hacer severamente castigados así que están advertidos.

Dorothy se había presentado con ellos con amabilidad y les dijo en secreto que deseaba ser una amiga para ellos y que le tuvieran confianza para que pudieran pasar el tiempo entretenidos y que iba a tomar en cuenta todas sus sugerencias, los dos niños la aceptaron inmediatamente ya que era muy cariñosa como la señora Eleonor o su antigua niñera Diana.

Ese fin de semana Terry se había quedado prácticamente todo el día en su habitación y Candy le ayudaba a memorizar sus diálogos, ella leía las partes de Cleopatra y Terry replicaba de memoria sus diálogos de Marco Antonio. Mientras Dorothy recogia a los niños del colegio y los llevaba a divertirse al Central Park pues Terry no deseaba interrupción alguno de sus dos hijos.

Los niños se divertían como nunca, pues Dorothy los llevo a ver su primera película en el cine, era una película de Charlie Chaplin quien era un actor nacido en Inglaterra. Pues siendo niños, las aventuras de ese vagabundo inglés les hacía reír a carcajadas. Después los llevaba a comer helados, a pasear por bote y finalmente al parque donde había varios niños jugando.

Ricky como a Maggie les agrado inmediatamente la manera de ser de Dorothy era muy liberal, siempre les pedía su opinión de lo que deseaban hacer en el día y ella complacía a eso niños con mucho cariño. Claro siempre respetando las reglas de no salir de su campo de visión mientras jugaban con otros niños con la pelota o jugando a policías y ladrones en el parque.

– Va a ser interesante ver como haces Marco Antonio en el casting, lástima que no pueda verte. – comento Candy cuando vio que su esposo estaba ya listo para irse a la audición aquel lunes en la mañana cuando sus hijos ya se habían ido al colegio.

– Candy – dijo atravesándole una idea en la cabeza del actor. – los castings son siempre abiertos al público, aunque nadie sepa de eso. ¿Quieres ver mi casting? – dijo el actor con una chispa especial en su mirada.

– ¡¿Quieres que vea tu casting?! Estoy segura que te dará más nervios si yo estoy ahí presente. – dijo con una sonrisa especial para su esposo.

– En realidad, tú siempre has sacado fuerzas en mí… – acaricio su mejilla mientras miraba sus ojos verdes – tú siempre has sido mi pilar y mi inspiración para dar una excelente representación… y para mí sería un gran honor tenerte ahí en las butacas del teatro.

– Si tú así lo quieres, estaré contigo… – dijo mientras le daba un beso apasionado y después intensificando más sus caricias mientras hacían el amor apasionadamente… pues Candy deseaba relajarlo completamente ya que no deseaba que estuviera tenso o estresado en su audición y Terry viendo las intenciones de su pecosa, no dudo en tomarla y hacerla suya, aún faltaba más de una hora para su prueba.

Terry la condujo hasta el teatro y la posiciono en la octava fila del escenario, pues los Directores estaban ahí en la quinta fila para ver el casting. Candy estaba tan nerviosa como si la que fuera hacer la prueba fuera ella misma. Sentía que sus manos sudaban terriblemente pues se habían tardado horrores en salir, pero cuando vio a Terry media hora después vio que estaba caracterizado en el personaje de Marco Antonio.

Por dios, se había quedado con la boca abierta de lo apuesto que se veía con el vestuario. Sin embargo, minutos después de que el Director le dijera que diálogos iba a representar y las indicaciones referentes a su prueba, entro la actriz quien estaba caracterizada como Cleopatra. Se le cayó la boca al suelo pues era una diosa con esa vestimenta egipcia, era la famosa actriz Andrea Rosemont, una mujer de 27 años, alta, castaña, con curvas de infarto y en su vestimenta blanca que dejaba ver un pronunciado escote atrevido. Sin duda alguna era una belleza natural, joven y atrevida ya que la actriz saludaba a su esposo con tanta familiaridad y sonriéndole descaradamente.

Por primera vez en años desde que Susana Marlowe era la estrella de Stratford y compartía créditos con Terry no se había sentido celosa ni insegura, pero la belleza de esta joven actriz consagrada como Andrea Rosemont no se comparaba con Susanna quien era una niña en su tiempo. Esta esbelta mujer tan guapa como Eleonor Baker en sus mejores tiempos, ahora estaba arriba del escenario junto a su amado esposo y lo peor del caso es que ellos se tenían que besar en el escenario y había varias escenas muy románticas, no sabía cómo ella iba a enfrentar este nuevo dilema.

Mientras el casting se realizaba, unos ojos cafés miraban al actor con mirada de odio. Pues al ver el casting estaba casi seguro que lo iban a reemplazar de su estelar y dándole el protagónico a Terruce Graham, pero no se iba a quedar con las manos cruzadas. No iba a permitir que ese actor inglés llegará y de la noche a la mañana fuera él sustituido.

CONTINUARA…

MIL GRACIAS POR TODOS SU REVIEWS Y ESPERANDO QUE ESTE CAPITULO LES HAYA GUSTADO Y QUE ME SIGAN ACOMPAÑANDOME EN ESTA NUEVA HISTORIA.

MIL GRACIAS A TODAS… MUCHOS BESOS Y ABRAZOS.