CAPITULO 4
PASADO
25 DE DICIEMBRE DE 1900.
NUEVA YORK.
Los meses pasaban y era finalmente navidad, esa navidad deseaban Richard recordarla como la mejor navidad junto a su verdadera familia, Eleonor sabía que esa navidad sería la última en que pasarían juntos como el Año Nuevo. Lo disfrutarían al máximo.
Pero su felicidad se vería opacada ya que la Compañía de teatro estaba pensando hacer una gira por más de cinco meses a lo largo y ancho del país. Partirían el 1 de febrero.
– ¿Qué pasa Ely? – Preguntó Richard al ver la tristeza de su mujer.
– La compañía de teatro se va de gira por seis meses, he decidido no ir con ellos.
– No puedes hacer eso, no puedes dejar abandonada la obra, ¡Te necesitan! Además, tu carrera estaría en juego.
– Es mucho tiempo, no quiero dejar a Terry por tanto tiempo… ni a ti tampoco. – Dijo con pesar.
– No debes de preocuparte por mí, quizá sea lo mejor para los dos separarnos desde ahora, sé que nos estamos haciendo mucho daño y nunca me lo perdonaría si por mi culpa dejaras abandonada nuevamente la obra, tu carrera, debes de ir con ellos. Yo mientras me quedaré con Terry… quiero pasar mis últimos meses con mi hijo.
– Richard. – Eleonor lloraba.
– Yo me iré tarde o temprano y tú debes continuar con tu sueño hasta convertirte en una famosa actriz de Broadway. ¡Debes de prométemelo! ¡Prométemelo! ¡Prométeme que serás feliz y una mujer exitosa! – Ambos se miraron fijamente a los ojos y se abrazaron fuertemente.
Era 28 de enero de 1901. Era el cumpleaños de Terry, cumplía cuatro años, su cumpleaños había caído en domingo y por raro que fuera había salido el sol, era un sol tan brillante que Terry quiso hacer un picnic.
¿Un picnic a finales de enero? Era algo raro, pero aun así complacimos a Terry ya que era su cumpleaños. Recuerdo que fuimos a un bosque hermoso como si fuera primavera… las flores estaban en flor, el pasto era verde y los pájaros cantaban y había un río que fluía lentamente. Ese picnic nunca podré olvidarlo ya que iba a ser la última vez que saliéramos en familia, pues en tres días Eleonor tomaría el primer tren de la mañana hacia Chicago.
Eleonor se veía completamente hermosa, mi hijo se veía feliz y sonriente mientras jugaba con él, a Terry le gustaba mucho que lo aventará al aire y lo atrapara, sus risas eran contagiosas y música para mis oídos. Creo que fue el mejor picnic de toda mi vida… lo atesoraría en mi memoria y en mi corazón ya que era el cuarto cumpleaños de mi hijo.
En esas fechas había inscrito a Terry a un jardín de niños cerca de la casa, Terry era un niño muy simpático y muy amistoso con sus amiguitos del salón, también era un niño muy platicador, no le parabas la lengua en todo el día. Te platicaba todo lo que hacía en el jardín de niños, todos los juegos y canciones que había aprendido… hablaba mucho de sus maestras y de sus amigos.
Terry se hizo amigo de un niño mayor, dos años más grande, Charlie, él tenía seis años y Terry cuatro, pero se llevaban muy bien y lo llevaba a casa. Rita le preparaba ricas galletas con chispas de chocolate que tanto le gustaba a Terry y a su amigo. Jugaban y corrían por todo el patio o en parque.
Eleonor nos mandaba postales cada vez que pisaba una nueva ciudad, Richard tenía el itinerario en que ciudad estaba cada día y en qué hotel se hospedaba cada noche.
Era principios de mayo cuando recibí un telegrama de Londres. Era de Alfred.
Malas noticias, la Marquesa ha dado a luz a una hermosa niña saludable. Urge tu presencia aquí en el Palacio.
¡Una niña! ¡¿Cómo que una niña?! – Mi mente se paralizo, todo se había vuelto negro, era como si un balde de agua helada cayera sobre mis hombros y haciéndome reaccionar unos segundos después… nunca en mi mente pensé que podría tener una niña… siempre fue "el niño" ¡El heredero varón! ¡Mi primogénito con Lady Regina! Era una broma cruel del destino. No, esto era incomprensible e inhumano. Mi mente lo negó, no quise asimilar lo que estaba ocurriendo, estaba completamente negado y deliberadamente no deseé saber del tema, e hice caso omiso de lo que Alfred me decía en su telegrama.
Paso semana y media no deseando saber nada del tema. Hasta que un día llego personalmente el abogado de mi padre.
– El Duque de Grandchester mi pidió que trajera los documentos que había firmado, su esposa ha dado a luz a una niña saludable, sin embargo, las cláusulas de su padre es que deseaba tener un heredero varón antes que el Duque haya muerto. – Leí nuevamente el contrato y todas las clausulas, no podría ser cierto. ¡Ahora Terry sería hijo legítimo de Regina y el siguiente en mi sucesión!
– ¿Qué pasa si me niego a llevarme a mi hijo a Inglaterra y dejarlo aquí en América con su verdadera madre? – Pregunte al abogado de mi padre.
– Simplemente, no heredaría absolutamente nada, ni título, ni propiedades, ni dinero, quedaría completamente en la banca rota y su hermano Harry heredaría absolutamente todo lo que a usted le corresponde por derecho. Por otra parte, el Duque está complacido que Terruce sea el siguiente en la línea de sucesión, ya que conoce a su nieto y dice que será un gran Duque en el futuro y todo un orgullo Grandchester.
Había tomado ya una determinación, amaba profundamente a mi hijo y sabía que si estaba conmigo sería un hombre exitoso y sería un digno sucesor de los Grandchester. Con Eleonor eso sería imposible, Eleonor no podría continuar con su carrera de actriz si sabe la sociedad que ella es madre soltera, la sociedad la repudiaría y más a mi hijo… en este momento ella está en Detroit. Falta tres semanas para que termine su gira.
Alfred y James habían venido en el mismo barco que el abogado de mi padre, por casi una semana estuve considerando los pros y los contras. No deseaba lastimar a Eleonor… sin embargo, creo que he tomado la mejor decisión.
– Alfred he decidido irme a Inglaterra con mi hijo. – Dijo con pesar, pero al mismo tiempo con determinación. – Haz las reservaciones para el siguiente barco para Inglaterra. En poco tiempo seré el nuevo Duque de Grandchester, necesito ponerme al día de todas las negociaciones y todo lo referente a la Cámara de Lores para asumir mis nuevas responsabilidades.
– Si mi lord. – Esa misma tarde Alfred hizo las reservaciones y el siguiente barco que saldría seria el próximo sábado a las doce del día. Era martes, así que tendrían todavía 4 días más en América.
Rita, la mucama había escuchado toda la conversación, y todo referente de llevarse al pequeño Terry a Inglaterra, se había encariñado con la señora de la casa y ella no podía creer que el señor se lo fuera a llevar sin el consentimiento de su madre, era algo inhumano que quisiera separar a su hijo de su madre.
Sin meditarlo mando un telegrama urgente, ella tenía el itinerario de la señora y sabía en qué hotel estaba en cada ciudad y en cada día.
Señora Eleonor, tome el primer tren a NY, el señor se mudará a Inglaterra incluyendo a Terry. Parten el sábado.
VIERNES EN LA TARDE.
– Cariño – dijo el Marques apoyando sus manos en sus rodillas flexionándolas para estar a la altura de su pequeño hijo – ¿Sabías que tú naciste en Inglaterra? ¡En un hermoso castillo! Cómo las fabulas de los cuentos que me gusta leerte con tanto entusiasmo.
– ¡¿De verdad papá?! – Respondió el pequeño Terry con emoción reflejada en sus hermosos ojos azules verdosos.
– ¡De verdad cariño! ¡Tú puedes vivir en un castillo…! ¡En un Palacio! ¡Por qué tú perteneces a una gran familia noble! – Exclamó el Marques sacando del bolsillo de su abrigo negro un estuche de terciopelo negro y lo abrió – ¿Vez esto? Esto es un medallón con la simbología del Escudo de Armas de una familia aristócrata.
Le entregue el medallón, y cuando lo vio se quedó anonadado… era simplemente hermoso, era un escudo con dos caballos blancos parados sosteniendo una bandera cada caballo y arriba 5 hermosas estrellas blancas. Se quedó admirando aquel objeto.
– Hijo esto te pertenece, es tuyo – contesté dándole el medallón con una sonrisa enorme y haciendo un mimo en su mejilla. Volteó el medallón y con letras pequeñas decía casa Grandchester. – Quizá no te acuerdes hijo, ya que solo tenías 2 años cuando nos fuimos de Londres. ¿No te gustaría vivir en Inglaterra mi amor? ¡Estoy seguro que te va a gustar muchísimo!
– ¿Y mi mamá? ¿Qué pasara con mi mamá? Ella está de gira… – Replicó el pequeño con un dejo de tristeza.
– No te preocupes por ella mi amor, mamá cuando termine su gira, se irá a vivir con nosotros a Inglaterra. Así que mañana en la tarde embarcamos ¡En un enorme barco! – Comentó el Marques alzando sus brazos y abrazando a su hijo cariñosamente. – ¡Rita! ¡Rita! – Llamo a la mucama.
– ¿Desea algo Mi Lord? – Preguntó la mucama haciendo una reverencia al entrar a la habitación.
– Rita, quiero que empaque las cosas de Terruce, ya que nos vamos a Inglaterra mañana al medio día, Hoy pasaremos la noche un hotel cerca del puerto.
– Enseguida Mi Lord. – Respondió la mucama y acto seguido saco una maleta del armario y empezó a empacar la ropa de Terry, el Marques salió de la habitación dejando a su hijo con su amigo Charlie y la mucama.
– ¡Vaya! ¡Qué afortunado eres! – Exclamó Charlie en tono emocionado – ¡No puedo creer que vayas a vivir en un gran castillo! – Dijo tomando las manos de Terry y luego dando un fuerte abrazo de buenos amigos.
– ¡Yo tampoco! – Expresó Terry con cierta alegría y tristeza al mismo tiempo al ver que Rita estaba empacando su ropa y lentamente rompió el abrazo de Charlie y fue corriendo a su cómoda abriendo un cajón sacando un libro y recogiendo un portarretrato con dos fotografías de su madre. – Toma empaca este libro y estas dos fotografías. – Le dijo a la mucama.
– William Shakespeare, – replicó Rita tomando el libro con una mano y en la otra mano el portarretrato.
– Si, ¡Es de mi mamá! Ella me lo leía con frecuencia, le gustaba tanto y esta fotografía.
Rita miro el libro y la fotografía, se dirigió a la puerta del cuarto y se asomó para verificar que no hubiera nadie en el pasillo, muy discretamente le hablo al pequeño Terry en forma confidencial.
– Está bien, te los guardare en esta maleta hasta abajo – Comentó metiendo el libro y el portarretrato debajo de toda la ropa como escondiendo los artículos – No los saques durante el viaje, no los vayas a perder en el barco, después llegando a Inglaterra podrás ya sacarlos ¿Está bien?
– ¡Si Rita!
Esa misma noche del viernes nos hospedamos cerca del puerto. Sin embargo, Rita había dejado una nota por si la Sra. Eleonor Baker regresará a tiempo y pudiera evitar la salida de Terry.
Ese mismo martes le había llegado el telegrama a Eleonor, había leído el telegrama y no podía dar crédito de lo que le estaba diciendo Rita, su mucama…
– Robert, – toco en la habitación de su colega y amigo. – debo irme unos días a Nueva York, surgió algo terrible, volveré a la gira nuevamente… pero no puedo quedarme aquí estos días necesito ir hasta allá.
– Eleonor – decía el hombre angustiado de ver como estaba su amiga de tablas. – ¡¿Qué te sucede?! ¿Qué pasa? Confía en mí por favor.
– No puedo decirte ahora nada… solo debo de irme por un asunto urgente. – decía la mujer con lágrimas en los ojos.
– Al menos déjame llevarte hasta la estación de trenes. Yo le diré al director que tenías que partir urgentemente.
– Gracias Robert, no sabes cómo te agradezco infinitamente todo esto qué estás haciendo por mí.
Era sábado cuando llegue a la residencia que había comprado Richard, sin embargo, estaba completamente solo, sin una persona. Las cosas de Terry no estaban ya en su armario. – sentí una tremenda angustia. Cuando vi una nota de Rita sobre la mesa principal.
El barco RMS CELTIC sale justamente al mediodía del sábado, yo no viajo con ellos, espero que llegue a tiempo e impida que se lleven a su hijo. Rita.
Salí corriendo desesperada de la casa, buscando un carruaje que me pudiera llevar hasta el puerto. Faltaba menos que una hora para que zarparán. El camino al puerto se me hizo completamente lento, deseaba llegar como por arte de magia. El barco aún estaba cuando llegue, faltaba 15 minutos. Rápidamente me dirigí a los mostradores.
– Por favor se lo suplico, ese barco no puede zarpar, en ese barco viaja mi hijo Terry. – dije completamente desesperada.
– ¿Cómo se llama su hijo?
– Terry… Terruce Graham Grandchester.
– Buscaron en los registros. – Efectivamente viaja un niño de 4 años y 6 meses con su padre quien es el Marqués de Grandchester. ¿Cómo se llama usted?
– Eleonor Baker.
– ¿Tiene algún documento que avale que es su madre? Ya que, en el acta de nacimiento del niño, no tiene el apellido Baker.
– No.
– Tiene su acta de matrimonio o algo que nos indique que es su madre, no podemos detener un barco sin ninguna prueba que usted sea la madre de ese niño. – Yo negaba con la cabeza – lo lamento, en cambio el Marqués de Grandchester se identificó como el padre del niño y con un acta de Nacimiento expedida en Inglaterra y donde indica que el señor es el padre del niño.
En ese momento escucho la sirena del barco anunciando la salida.
– ¡No! ¡No! ¡Detengan el barco! – Corrí por la plataforma justamente en ese momento se estaba moviéndose…
En el barco.
– Lord Grandchester su equipaje ya está instalado en su camarote. – dijo Alfred con su tono formal en la cubierta del barco.
– Gracias puedes retirarte.
– ¿Papá cuántos días vamos estar en este barco tan enorme? – Preguntó Terry alegremente mientras veía que la gente de abajo se estaba despidiendo de sus familiares del barco.
– Como una semana hijo.
– Mi mamá en este momento está en Ohio, falta pocas semanas para que regrese con nosotros.
– Así es mi amor. – En ese momento la sirena sonó anunciando la salida e instintivamente Terry agito su mano en forma de despedida.
– ¡Terry! ¡Terry!
– Papá, ¿Quién es esa señora papá? – Preguntó Terry viendo una mujer de vestido largo, sombrero de ala ancha y el cabello recogido quién gritaba en el andén del puerto.
– No la conozco – dijo el padre, esperando que su hijo no la reconozca ya que estaban lejos, el barco moviéndose, y su cabello dorado estaba completamente recogido.
– ¡No te lleves a Terry de mi lado! – Ella corría y corría por el andén.
– Papá esa señora me está llamando.
– ¡Terry! ¡Terry!
– ¿Papá qué quiere esa señora? – Cuando en ese momento tropezó y cayó. – ¡Cuidado!
– Vamos al camarote, hace demasiado frío aquí afuera. – Pidió el padre.
– Pero, papá… yo – El marqués se lo llevo, ya que para él también era doloso ver aquella mujer, a la mujer que amaba profundamente y despedirse de esa manera.
– Terry, Terry – la mujer lloraba inconsolablemente en el andén del puerto mientras veía que lentamente el barco se alejaba más y más hasta convertirse en un punto negro.
De camino a la casa estaba reflexionando, no pensaba quedarse con los brazos cruzados iba a luchar por su hijo costase lo que costase, en dos semanas habría otro barco que la llevaría hasta Inglaterra y estaba determinada a cruzar el atlántico para recuperar a su hijo.
Sin embargo, cuando llego a casa fue directo a su recamará para poder dormir, – mañana será un día brillante – pensaba cuando vio una carta de Richard y un joyero con incrustaciones. Abrió la carta con manos temblorosas y comenzó a leerla.
Querida Eleonor:
Perdóname por lo que acabo de hacer, pues después de muchas noches de vigilia y reflexionando acerca de mi futuro, el futuro de nuestro hijo, he tomado la decisión de llevarme conmigo a Terry a Inglaterra, donde él se convertirá en mi hijo legítimo de mi matrimonio, con mi esposa y mi hija Lady Caroline… hubiera deseado tener un hijo varón con Regina y qué él fuera mi heredero, sin embargo, el destino nos ha concebido una hermosa niña. Cómo sabes, mi padre está gravemente enfermo y yo seré su sucesor… de su ducado como Duque de Grandchester.
Mi legítima esposa, ella le dará su apellido a nuestro hijo. Él estudiará en los mejores colegios, vivirá en un hermoso Palacio donde nada le faltará y él será el siguiente en la línea de sucesión. Su futuro conmigo estará asegurado.
Sé qué será doloroso para ambos esta separación, como símbolo de mi amor verdadero por ti… te dejo una reliquia familiar, pasa de generación en generación en la casa de los Grandchester… está reliquia es para el amor verdadero, yo no podría dársela a mi esposa ya que yo no la amo… y sé que mi vida sin ti será un infierno.
La casa es completamente tuya y mensualmente tendrás un pequeño fideicomiso para que nada te falte. Nunca más en mi vida te podré volver a ver… por qué en las cláusulas del contrato Regina a interpuesto, que ella será la madre de nuestro hijo, siempre y cuando yo ya no tenga ningún contacto contigo nunca más.
Me hubiera encantado llevarte conmigo a Inglaterra y vivir en la misma ciudad… pero eso será un imposible.
Solo te pido un favor, prométeme que será feliz… que cumplirás tus sueños de ser la más grande actriz de Broadway. Yo… desde Londres seguiré tu carrera y en mi mente estaré ahí en el escenario aplaudiéndote fuertemente.
L. Richard D. Grandchester.
ACTUALIDAD.
Nueva York.
DEPARTAMENTO DE LOS GRANDCHESTER
Septiembre de 1930.
Justo en ese momento tres personas entraban a la sala arreglados elegantemente para ir al teatro, cuando un tintero voló por la sala y justamente le dio en el pecho de su madre manchando de tinta negra el vestido de noche y salpicando a su padre el traje gris Oxford que tenía puesto para esa ocasión. El tintero había caído en la alfombra persa de color camello y manchando la alfombra también.
Ricky se puso completamente pálido como un papel y a punto de desmayarse cuando vio la mirada furiosa de su padre.
– ¡¿Qué demonios ocurre contigo Richard?! – Gritó enfurecido Terry cuando vio el desastre que había hecho con el tintero.
– Yo... yo lo lamento – Dijo con un hilo de voz y a punto de las lágrimas.
– ¡¿Puedes explicarme por qué demonios aventaste el tintero, si no quieres que te ponga en cintura ahora mismo?! – Gritó aún más fuerte Terry y Ricky simplemente bajo la mirada al suelo. Candy en ese momento vio a Maggie que algo escondía en su espalda.
– ¿Margaret qué estas escondiendo? – Preguntó Candy, Maggie negaba con la cabeza y Terry volvió el rostro a su hija. – ¡Dame lo que tienes en tus manos Margaret! – Hablo con voz firme la mujer y a regañadientas Maggie le dio el papel que tenía en su mano. – ¡¿Qué es esto?! ¡Esto es una carta de Ricky! ¡¿Por qué la tienes tú?!
– Yo… yo… – Maggie temblaba.
– Dame esa carta – Pidió Terry, y su esposa se la dio inmediatamente.
– ¡No! – Gritó Ricky, Ricky no deseaba que su padre leyera la carta que le había escrito a Emma, pero cuando la tomo y vio que la hojeo rápidamente sintió ganas de quitársela a su padre… sin embargo, corrió del otro lado y se fue corriendo a su habitación llorando inconsolablemente.
– ¡Margaret! ¡¿Puedes explicarme por qué tienes esto en tus manos?! ¿Por qué la estabas leyendo?
– Yo… yo… no la estaba leyendo papá. – Apenas si podía hablar pues la mirada de su padre era tan severa, que le daba escalofríos cuando dijo esas palabras.
– ¡Por qué me mientes Margaret! ¡Crees que no te escuche que estabas leyendo esta carta en voz alta! – Terry se acercó a su hija con una mirada amenazante – Al principio no sabía que estabas leyendo ¡Y hasta te estabas burlándote! Eso no es propio de una dama, ¡Sabes perfectamente que no debes de leer correspondencia ajena!
– Lo lamento. – Comenzó a llorar.
– ¡Yo lo voy a lamentar aún más! Por qué si no hubieras leído esa carta y no te hubieras burlado de él, ¡Ricky no te hubiera aventado es tintero! ¡Quiero que vayas a tu habitación señorita y esperame sobre tu escritorio! – La mirada y el tono de voz de su padre decía que no estaba bromeando.
– Mamá – Dijo Maggie viendo a su mamá para que la apoyara con ojos llorosos, sin embargo, Candy estaba muy enojada con su hija, recordó cuando Eliza le quito la carta de la Srita. Ponny en el Colegio San Pablo y empezó a burlarse de su carta y del sobre… ella había reaccionado dándole una bofetada a Eliza. Candy también había escuchado el tono burlón de su hija cuando entraron a la sala, no podía creer que su hija le había arrebatado la carta y después estar leyendo algo tan privado e íntimo para Ricky, y lo que más le enojo fue que no asumiera la culpa o su responsabilidad… sino que lo negó cuando le pregunto su padre, si no hubiera visto a su hija que escondía la carta, seguramente Ricky sería injustamente castigado.
– Debo de cambiarme el vestido rápidamente, aún falta tiempo para que comience la función del teatro. – decía mientras veía su vestido completamente manchando, sabía perfectamente Candy que iba a lamentar terriblemente haber dicho esas palabras y no abogar por su hija como en el pasado, pues conocía el temperamento fuerte de Terry cuando este se enojaba y sabía que hablaba muy enserio.
– ¡Margaret ve a tu habitación inmediatamente y quiero que te pongas un short! ¡Dorothy! – Gritó cuando vio que Dorothy había querido limpiar la mancha de tinta negra de la alfombra. – ¡Ayude a la señora a cambiarse de vestido y después tiras el vestido y la alfombra a la basura! – Terry entro rápidamente a su oficina, e hizo una llamada telefónica.
– Bueno, hola ¿Alfred? ¿Cómo estás? Habla Terruce, necesito que me hagas un enorme favor. – Dijo el actor mientras tomaba de un cajón de su escritorio una correa de cuero negra entre sus manos, lo saludo primero y después le dijo lo que deseaba. – Si, no importa, espero en la línea hasta que tengas la información, me es urgente. – pasaron un poco más de cinco minutos esperando en la línea. – Gracias por la información Alfred y perdona por despertarte en la madrugada... si, si, ya lo sé... sé que allá son las tres de la madrugada. – Decía escribiendo en una hoja lo que le había solicitado.
Estaba llorando boca abajo sobre mi cama, mi habitación está al lado de mi hermana y podía escuchar como mi papá la estaba azotando y escuchaba su llanto también. Me sentía realmente devastado, pues mi padre nunca le había pegado a Margaret con cinturón en mano y me sentía culpable… sino hubiese escrito esa carta en el comedor esto no hubiera ocurrido, ¿Por qué no la escribí aquí? – se maldecía.
Cuando termine con Margaret seguramente voy a ser el siguiente en ser reprendido con la correa… ya que aventé el tintero y manche de tinta negra el vestido de noche de mi mamá, el traje de mi papá, sin mencionar la alfombra persa que mi mamá había comprado la semana pasada. En ese momento escucho que mi papá toca a mi puerta. – toc toc
– Adelante. – Me limpio las lágrimas del rostro y me incorporo de la cama y me siento con las manos entrelazadas, veo que mi padre trae la correa de cuero en sus manos. – Lamento mucho haber arruinado el vestido de mamá y su noche para ir al teatro. – Dije tímidamente.
– Todavía es temprano, la función comienza a las ocho y falta mas de una hora, eso si, ya no vamos ir a cenar como lo teníamos planeado – Ricky se puso de pie y comenzó a bajar su pantalón y su ropa interior a la altura de sus rodillas mientras se ponía en posición sobre su escritorio como siempre lo hacía cuando su padre lo castigaba.
– No he venido a castigarte Ricky – Dejo la correa sobre la cama mientras sacaba la carta de su saco salpicado de tinta negra – he venido a dejarte la carta que le escribiste a Emma y también darte la dirección de ella para que puedas enviarle todas las cartas que quieras. – Ricky se levantó de su posición de castigo.
– Gracias – Comenzó a llorar nuevamente mientras tomaba su carta y la hoja.
– Por qué no me habías dicho que deseabas la dirección de Emma. – Le dio un mimo en su mejilla mientras se ponía en cuclillas y le subía su ropa interior, y el pantalón con cariño.
– No estaba seguro que te agradará que tuviera una amistad con Emma más seriamente. Ella no es de nuestro status social.
– ¿Por qué piensas eso? Cuando sabes que tu mamá fue huérfana y trabajo como sirvienta. Yo no soy una persona elitista Ricky.
– Bueno pero mi mamá es una Andley, aunque haya sido adoptada… y Emma no lo es… fingía ser un pariente lejano de los Grandchester en el Colegio en Londres, nadie sabía su verdadero origen.
– A tu madre, como a mí, lo único que nos importa es tu felicidad cariño. – le guiño el ojo. – voy a cambiarme para ir al teatro, no pienso ir con este traje lleno de puntos negros.
– Papá, – dijo con un nudo en la garganta – gracias por no castigarme. – Lo abrazó con cariño y llorando todavía.
– ¡Quien dijo que no vas a estar castigado Richard! Veré en qué forma vas a pagar todo lo que manchaste. Esto no se va a quedar así, ¡Sin que tengas una consecuencia severa Ricky! – Tomo el cinturón de la cama – Pero te advierto que si vuelves hacer algo así nuevamente, esta vez no seré tan considerado contigo.
Sus padres habían ya salido al teatro y solo Dorothy estaba cuidándolos, ella estaba en la cocina lavando los trastes y me dirigí a la habitación de mi hermana,
Toc, toc – ¿Puedo pasar? – abrí la puerta y ella aún seguía llorando sobre su cama.
– Maggie ¿Te encuentras bien? – me acercó a la cama de ella – ¿Te duele mucho? Estoy preocupado por ti.
– Si, mucho – sollozaba – nunca mi papá me había castigado con el cinturón.
– ¿Quieres que le diga a Dorothy, para que te ponga una crema? Ella debe de saber cuál... mi mamá me pone una crema especial cuando mi papá me castiga, es para que ya no te arda mucho... aunque cuando te la aplica te arde muchísimo. – su voz era de preocupación sincera.
– En realidad no me duele mucho, pensé que me iba a doler mucho más. – se limpiaba con el dorso de su mano las lágrimas mientras se incorporaba y se sentaba en la cama.
– Supongo que no te pego tan fuerte. – Le sonrió – sino, no podrías ni sentarte. – en un reflejo le limpio con su mano las lágrimas de su rostro de su hermana pequeña.
– Ricky, lamento mucho haber leído tu carta y burlarme. – Ricky se sentó en su cama y Maggie lo abrazó con cariño – perdóname por favor.
– Bueno, te confieso que no me gusto que leyeras mi carta, – la miro directamente a los ojos – es muy personal e íntimo. – bajo la mirada a sus rodillas. – Además en realidad... nunca le he dicho en persona que me gusta mucho y que pienso en ella... solo escribo... pero no me atrevo a decircelo y no quería que lo supieran mis padres... ni tú que me gusta Emma. – hizo una mueca chistosa.
– Te envidio mucho Ricky, al menos tienes a alguien al que puedes escribirle... y mandar cartas a Inglaterra, en cambio yo... no tengo amigos en Londres… me encantaría mandar cartas a mí también, pero nadie me quiere, en el colegio todos me rechazaron, creí que tenía buenas amigas. – volvió a abrazar a su hermano mientras seguía sollozando.
Media hora después, teatro.
Candy se había puesto un vestido rojo entallado con un atrevido escote y Dorothy rápidamente escogió un traje azul marino para el Sr. Grandchester y llegaron hasta por diez minutos de anticipación antes de que comenzara la obra.
– Me encanta tu vestido, te hace verte muy atractiva y seductora. – Dijo el hombre mirándola a los ojos pícaramente mientras estaban en el lobby del teatro y un asistente los llevaba hasta su palco.
– Deseaba ponerte de buen humor, después de lo ocurrido esta noche – le sonrió y tomaron asiento – ¿Cómo le fue a… Margaret? – preguntó titubeante. – Espero que no hayas sido muy severo con ella, aunque te confieso que no me gustó nada que leyera la carta de Ricky y lo peor es que lo negó... pero aún así... no me gusta que los castigues. – bajo el rostro.
– No te preocupes mi amor, – le dio un beso en la frente, bajando por la mejilla para darle un beso en los labios – me medí muchísimo… no es nada sencillo para mí castigarla, más cuando amo con todo mi corazón a esa niña tan metiche como lo es su madre.
– ¡¿Cómo yo?! – Preguntó haciendo una mueca de fingida molestia y señalándose con el dedo – Te recuerdo que esa manía de leer correspondencia o documentos privados es tuya! Recuerdas que leíste sin mi consentimiento mi diario que había hecho en el San Pablo.
– ¡Oye…! ¡En ese diario yo era el protagonista de la historia! Me moría de ganas de saber lo que habías escrito acerca de mí. Además se lo habías dado a Albert para que lo leyera y supuse que no te ibas a enojar si yo lo leyera...
Tercera llamada.
– Mejor veamos la obra. – Dijo la rubia feliz y agradecida con Terry que no se haya sobrepasado con Maggie, pues a pesar de todo eso dos niños eran su adoración y aunque a veces necesitaban un buen reto… le era difícil a ella castigar a sus dos hermosos hijos producto del amor.
Terminando la obra decidieron ir a cenar olvidando así lo sucedido con sus hijos, bebieron, bailaron a altas horas de la noche y después llegando a casa checaron a sus hijos que estuvieran dormidos en sus respectivas camas. Ahí en su habitación y sin interrupción alguna se amaron apasionadamente como si fueran un matrimonio recién casados.
Al día siguiente Ricky y Maggie habían sido castigados por el desastre que habían hecho el día anterior, su castigo constaban que por dos meses "únicamente los fines de semanas" deberían de hacer la limpieza en general de su habitación, desde hacer su cama, doblar su ropa, sacudir el polvo de los muebles, acomodar sus juguetes en sus respectivas repisas y barrer. Los dos niños no cabían en su asombro de semejante castigo, se les hacía injusto hacer tareas domésticas cuando aquello solo lo hacían las sirvientas.
Ricky consiente que había arruinado el vestido de su madre como la alfombra persa no protesto del castigo, pero si Maggie pues estaba más que indignada que ella se pusiera hacer quehaceres domésticos como una plebeya cualquiera.
Terry como Candy sabían que aquello no debería ser un castigo, sino una obligación de los niños hacer la limpieza de su habitación. Pero no es que ellos hayan actuado de forma consentidora para que sus hijos no hicieran ningún quehacer doméstico en el pasado, simplemente que en su Status Social, en el ambiente de la Aristocracia donde ellos habían crecido, con varias doncellas, mucamas, nanas, jardineros, choferes, escoltas y mayordomo es la forma en que son educados los niños dentro de ese círculo social.
Ricky y Maggie desde muy pequeños eran conscientes de todo ese lujo y confort en donde ellos se movían, gracias a los enormes privilegios que les daba su Abuelo el Duque de Grandchester, desde Colegios Privados y Exclusivos, las clases particulares en diferentes disciplinas como ballet, piano, esgrima, equitación, natación, viajes por todo Europa y miles de actividades más, hasta que ocurrió la crisis económica del año pasado que muchas cosas habían cambiado por la seguridad de sus hijos.
Los padres eran conscientes que sus hijos no tenían la culpa de ver esas tareas domésticas como un castigo aborrecedor y hasta cierto punto humillante.
– Por tú culpa estamos castigados – Decía Ricky mientras doblaba sus playeras y pantalones como les había dicho Dorothy y su madre de cómo debería de hacerlo en forma correctamente y no al aventón.
– ¡¿Por mi culpa?! – Exclamaba indignada Maggie – Yo no fui quien aventó el tintero, ¡Fuiste tú!
– Si no hubieras leído mi carta esto no hubiera ocurrido. – Decía enojado mientras terminaba de doblar su ropa.
– ¡Richard! ¡Margarte! ¿Otra vez discutiendo? – Terry había entrado a la habitación. – Vuelvo a escucharlos otra vez que están discutiendo y les voy a aumentar el castigo. ¿Richard?
– Lo siento papá – se disculpaba mientras metía la ropa a su closet. – ya terminé de doblar mi ropa, acomodar mis juguetes y limpiar mi habitación como me ha dicho mi mamá.
– Bien, puedes retirarte a jugar y para el siguiente fin de semana va a ser lo mismo, limpiar completamente su habitación y doblar su ropa.
– Si papá. – Dijo Ricky y salió de la habitación.
– Margaret ¿Aun no terminas de doblar tu ropa, ni tu uniforme que vas a llevar el lunes? – Comentó viendo que había mucha ropa sin ser acomodada. todavía.
– No, ¡Aun no he terminado! ¿Estás ciego? ¡¿No vez que hay mucha ropa sobre mi cama?! – Gritó Maggie, pues se le hacía injusto el castigo.
– ¡Margaret, no vuelvas a gritarme, ni a dirigirte así tan inrrespetosamente! – Exclamó Terry realmente sorprendido que su hija le hablara así – Ayer fui muy considerado contigo con la correa, así que no me provoques, si no deseas que te ponga en cintura nuevamente y esta vez no pienso ser nada considerado – decía con una mirada tan fría que le decía que no estaba jugando. La miro fijamente a los ojos, Maggie no aguanto más y comenzó a sollozar mientras seguía doblando su ropa.
Ya en la tarde cuando habían terminado de comer Dorothy les pidió a los dos niños que si no deseaban ayudarle hacer un pay de manzana ya que sabía que era su postre preferido y de alguna manera quería que olvidaran el severo regaño que les había dado su padre en la mañana cuando habían finalizado el desayuno y recompensarlos por todo el quehacer doméstico que habían hecho.
– Si, me encantaría hacer un pay de manzana – dijo Maggie tímidamente – pero cuando papá nos castiga no quiere que comamos postre.
– ¡¿De verdad?! – Preguntó Dorothy reflexionando lo que le decía Maggie, pues Candy le había dicho en la mañana que el día de hoy no preparará ningún postre. Ahora entendía el porqué.
Dorothy encontró el valor y se dirigió a la habitación de los señores.
Toc, toc, – Adelante – Abrió la puerta y Terry estaba sentado en un cómodo sofá estudiando sus diálogos de la obra.
– Señor Grandchester – Dijo Dorothy entrando a la habitación y Terry levanto la vista de su libreto para verla. – estaba pensando si los niños me podrían ayudar a hacer un pay de manzana y comerlo en la noche como postre.
– Dorothy, normalmente cuando están los niños castigados, no hay postre, pero siendo que eres nueva con nosotros lo pasare por alto, – la miro seriamente – ¡Y no, no pueden hacer ningún postre este fin de semana! Y Dorothy, – su voz era severa – no quiero que consientas a los niños cuando están castigados, que no se vuelva a repetir por favor.
– Si señor Grandchester, no volverá a pasar.
CONTINUARA….
