CAPITULO 6

PASADO

AGOSTO DE 1901

BROADWAY NYC.

Versión de Eleonor Baker.

No sé cómo pude tomar el tren a la siguiente mañana para continuar con la gira… me sentía completamente devastada después de que Richard se había llevado a mi hijo hasta Inglaterra y de haber leído su carta que me había dejado sobre la cama, necesitaba pensar con la mente fría, de lo que iba hacer de ahora en adelante, por el bien de mi hijo principalmente, ahora no tenía cabeza para nada. Había transcurrido el mes de la gira, arriba del escenario me convertía en otra mujer, me trasformaba y daba lo mejor de mí, pero bajando el telón era una mujer miserable.

Una semana después de que habíamos llegado a Broadway escuche una conversación.

– ¿Ya vieron el New York Times en la sección de sociales? Nos hicieron la semana pasada una entrevista larga acerca de nuestra gira por toda América y el éxito que tuvimos y ¡Hoy saldría! – dijo Anne Smith, la protagonista y novia de Robert Hathaway.

– Me temo que otra noticia opaco nuestra entrevista en el New York Times – dijo Diego otro actor – ya que toda la sección de sociales habla de la aristocracia Inglesa… acerca de un Duque de Grandchester que murió ayer… y sus nuevos herederos.

– ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡Esto es América! No estamos en Reino Unido para que toda la sección hable de nobles ingleses que ni siquiera aquí conocemos. – Dijo Anne mirando el artículo con enojo – No lo puedo creer, esperaba ver mi entrevista en el New York Times. – dijo tirando el periódico.

– Anne, ¿Puedo tomar el periódico? – Trato Eleonor que sus emociones no la delataran cuando escucho el nombre de los Grandchester.

– Claro te lo regalo. – Eleonor tomo rápidamente el periódico y se retiró a su camerino.

Comenzó a leer la noticia, sus ojos se abrieron aún más cuando vio a su hijo en el entierro de su abuelo a lado de la Duquesa quien lo agarraba de la mano junto a Richard y una nana cargaba a Lady Caroline. De repente alguien toco la puerta y Eleonor se limpió las lágrimas para que no la vieran llorando.

– Adelante. – Entro Robert Hathaway y vio el semblante de Eleonor, la conocía perfectamente bien, aunque trato de ocultar sus emociones frente a él. Se acercó con familiaridad como el amigo quien era y tomo el periódico que tenía sobre el escritorio.

– Así que Richard Grandchester ahora es el Nuevo Duque de Grandchester… – dijo mirando el artículo y varias fotos de su familia. – ¿No puedo creer que sigas llorando por ese hombre que está casado desde hace más de cinco años y que tiene una familia hermosa? Deberías ya de olvidarlo Eleonor, un hombre así nunca te corresponderá. ¿Cuándo será el día que te des cuenta de aquello?

– No lloro por Richard, Robert… – trato de parecer serena.

– A mí no me engañas Eleonor.

– Eres mi mejor amigo y siempre he podido contar contigo en las buenas y ahora en las malas… ¿Te acuerdas que tuve que regresar a Nueva York unos días hace un poco más de dos meses?

– Si, lo recuerdo… y recuerdo tu cambio súbito.

– Te voy a confiar algo y espero que sepas guardar discreción pues nadie sabe lo que te voy a confesar.

– ¿Qué es lo que ocurre Eleonor? He esperado este día para que me cuentes lo que te pasa… dime que ocurre.

– Soy madre… – dijo rompiendo en llanto – me embarace casi al mismo tiempo que Richard se casaba con la Duquesa de Grandchester… – los ojos de Robert se abrieron de sorpresa nunca imagino tal noticia – sin embargo, por más de cuatro años su matrimonio nunca se consumó… esperaba anular ese matrimonio y casarse conmigo, por casi tres años vivimos en la villa de Escocia hasta que nos descubrieron y regresamos a América hace dos años.

– ¿Quieres decir que todo este tiempo Richard ha estado aquí contigo? – la expresión de Robert era de completa incredulidad.

– Si y con nuestro hijo Terry, el día que me fui de la gira fue porque Richard se llevó a mi hijo a Inglaterra para hacerlo pasar como hijo de la Duquesa… ya que el Duque estaba gravemente enfermo hasta el día de ayer que falleció.

– ¡¿Qué?! – Vio nuevamente el periódico y vio los nombres debajo de las fotografías. – ¡¿Quieres decir que Lord Terruce es tu hijo?!

– ¡Es mi Terry, Robert! No me crees ¿Verdad? – Eleonor platico más profundamente de todo lo que había sucedido, hasta le enseño la carta que le había escrito Richard cuando se fue, después de casi dos horas él finalmente hablo.

– No lo sé Eleonor, en esta carta te dice que te ama y hasta te dio una reliquia familiar que pasa de generación en generación en su casa… quizá en unos meses regrese a ti. – Comento Robert animándola – Es posible que espere aproximadamente unos seis meses mientras toma posesión de su herencia, título, todo lo que conlleva al ducado. Cuando tenga todo arreglado y en sus manos. Pienso que te pedirá que regreses y que puedas ver a Terry.

– ¡¿Tú crees eso?! – Por un momento le brillaron los ojos.

– Es posible, han estado juntos más de cinco años… no creo que sea el tipo de hombre que te quite a tu hijo. Supongo que tomará posesión de todo lo que le corresponde y después volverá.

– ¡Robert! – Grito emocionada y lo abrazo efusivamente – no sé qué haría sin ti.

Sin pensarlo esa misma noche Eleonor le escribió una carta a Richard y un mes después le llegaría esa carta.

– Mi lord – dijo Alfred entregándole la masiva – ha llegado una carta de América.

– ¡De Eleonor! – Tomo la carta y comenzó a leerla.

Querido Richard:

Me he enterado de la muerte de tu padre por medio de los periódicos y deseaba escribirte para darte mis más profundas condolencias. También sé que en varios meses te harás cargo de tus nuevas responsabilidades como el nuevo Duque, sin embargo, aún tengo la esperanza que cuando todo el papeleo y tu herencia este arreglado estemos nuevamente los tres juntos… dejaría mi carrera por estar donde tú quieras que yo esté, ya que deseo estar con Terry y contigo. Te esperaré hasta que todo este arreglado y no tengas problemas, escríbeme por favor.

Te ama Eleonor.

PALACIO DE GRANDCHESTER.

Versión de Richard D. Grandchester.

Cuando recibí esa carta no podía creer lo que Eleonor me decía, así que esa misma tarde le escribí a Eleonor diciendo que posiblemente en un poco más de seis meses podría volver a ver a Terry. Sin embargo, un par de años después me entere que ninguna de mis cartas le había llegado a Eleonor. El error era que yo había mandado las cartas al primer departamento y no a la última residencia que le había comprado.

En esa época pasaba más tiempo con mi hijo ya que sabía que él necesitaba el amor de Eleonor y posiblemente Terry ya no estuviera más conmigo en un futuro cercano, nunca fue mi idea de quitárselo a Eleonor, sabía que ella estaba sufriendo como yo sufría.

Recuerdo haberlo inscrito a un jardín de niños no tan estricto, ni exclusivo, el día de su cumpleaños cuando le regale a Teodora… la emoción reflejada en sus hermosos ojos azules, recuerdo aquellos fines de semana donde le enseñaba a cabalgar con Teodora. Me encantaba escuchar a Terry cuando tocaba el piano, instintivamente una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro, pareciera que estuviera escuchando tocar a Eleonor.

Nadie sabía de mis planes, ni siquiera Alfred le confesé lo que pensaba hacer mientras todo el papeleo de la herencia caía en mis manos.

Finalmente le comenté lo que pensaba hacer a Alfred, mi hombre de mayor confianza.

– ¡¿Qué?! ¡No puede hacer eso! ¡No puede mandar a Lord Terruce a América con su madre sin que usted aun no tenga un heredero varón para su ducado!

– ¿Un heredero al ducado?

– Antes de regresar a Lord Terruce con su madre Eleonor debe de tener su heredero.

La idea nuevamente de tener intimidad con Lady Regina no era de mi agrado, sin embargo, Alfred tenía toda la razón, tendría que haber un heredero. Así que comencé con la tarea de ir cada noche al lecho de Regina hasta que estuviera nuevamente embarazada y rogaba a dios porque en esta ocasión me mandara el niño varón que tanto deseaba y anhelaba.

Estaba vez cuando me dirigía al aposento de mi esposa no fui tan cruel, la trataba con delicadeza y aunque yo no le hiciera realmente el amor, fui comprensivo y hasta en cierto punto tierno. Nada que ver con la manera que habíamos concebido a mi hermosa hija Lady Caroline a quien yo amaba profundamente. Quizá fue ese motivo que fui hasta tierno con mi esposa al concebir a mi futuro heredero de mi ducado.

Tres meses después me entero que mi esposa está embarazada, y también me di cuenta que Regina estaba de muy buen humor, quizá era porque la trataba con respeto y podría decirse con cariño, ya no había riñas, ni discusiones y comprendí que si llevaba esa vida con Regina después de que ella me diera a mi heredero podría tener nuevamente a Eleonor a escondidas como mi amante. Regina nunca sabría nada referente a Eleonor.

Había ya transcurrido un año desde la carta de Eleonor. Terry tenía 6 años, antes de que cumpliría los siete años si Dios me mandaba un hijo varón Terry estaría nuevamente con su madre. Ese iba ser su regalo de cumpleaños… ver finalmente a su querida madre.

Así que decidí cambiar mis cartas de juego y ser más cariñoso con mi esposa, íbamos a eventos, reuniones y fiestas y platicaba a mis familiares y amigos aristocráticos de lo feliz que estaba, iba a tener otro hijo y Regina se veía radiante en todos los sentidos. Ya no era una actuación como en el pasado… y también Regina se comportaba aún más cariñosa con Terry, aunque sabía que solo era cuando estábamos con otras personas.

– Hoy te viste tan diferente con Terry, como una verdadera madre hacia él. – Le dije cuando llegamos al Palacio.

– Bueno no soy el tipo de persona que muestra cariño a los niños, así siempre me han educado mis padres, fueron muy fríos conmigo, pero – levanto el rostro y miro a los ojos de su esposo – estos meses has sido tan bueno, generoso y cariñoso conmigo que sentía que debería ser más cariñosa con Terruce y con Caroline.

Esa noche después de la fiesta y que Regina le confesara eso… sin meditarlo la beso e hicieron el amor como recompensa de lo buena que había sido Regina con sus hijos, pero principalmente con Terry.

Los diarios hablaban de ellos como un matrimonio sólido y amoroso, sus dos hijos eran su felicidad y se veían que se amaban mucho y la prueba estaba que iban a tener otro hijo en tres meses.

Regina estaba ya en su octavo mes de embarazo en menos de dos semanas seria el nacimiento, cuando llego un paquete de América y Alfred me entrego la masiva.

Duque de Grandchester.

Soy realmente feliz de que su matrimonio sea de completa felicidad, dicha y amor y que finalmente se haya enamorado de su ahora esposa la Duquesa de Grandchester, debo de felicitarlo nuevamente ya que muy pronto tendrán otro hijo o hija producto del amor con su esposa.

Por otra parte, me he enterado por varios periódicos que la Duquesa ama y quiere a nuestro hijo Terry como si fuera su hijo biológico. ¡Son fotografías muy hermosas! Las recorté y las guardo como un tesoro muy apreciado.

Con un dolor enorme en mi pecho y en mi ser me he dado cuenta que Terry es sumamente feliz y será un hombre exitoso a lado tuyo. Me he quitado la venda de los ojos y debo ser ya una mujer realista, ¡Tenía alguna esperanza de que tú regresaras a mi lado! Fue engañarme a mí misma ya que nunca recibí una carta tuya.

Hoy con un dolor profundo y con lágrimas en los ojos me despido de mi amado hijo que se bien quién él será tu heredero. Que tonta fui al creer que algún día me lo devolverías, iba a dejar todo por ti, porque pensaba que seguías amándome…

Paso mucho tiempo para retomar mi carrera que es lo único que tengo y ahora mi carrera comienza a repuntar, comienzo hacer protagónicos, ¿Recuerdas que me dejaste una carta hace justamente casi tres años atrás, cuando te llevaste a mi hijo? Prometimos ser felices, estoy feliz que tú lo seas… yo también lo seré, buscare mi felicidad lejos de ti y de mi amado hijo Terry.

Otra cosa más, te devuelvo el joyero damasquino que me diste como prueba de nuestro amor. Ahora puedes dárselo a quién realmente lo merece… a tu esposa.

Algún día quizá llegue a perdonarte, pero hoy solo hay en mi corazón sentimientos de desprecio, odio e ira hacia ti. Cuida de mi amado Terry ya que te quedaste con él y te llevaste lo mejor de mí.

Eleonor Baker.

Abrí el paquete, en el estaba el joyero que le había dado, sin poder evitarlo mis ojos se llenaron de lágrimas, había lastimado a Eleonor dos años y medio desde la despedida en el barco.

Tomé un periódico donde ella estaba, se veía hermosa, había seguido su carrera desde entonces hace más de seis meses había obtenido su primer protagónico, estaba tan orgullosa de ella, un mes después leí un periódico donde decía que Robert Hathaway estaba comprometido con su co–estrella quien había hecho Julieta. Todos confirmaba ese lema, quien hacían Romeo y Julieta llegaban a casarse.

En ese entonces no sé porque creí que se trataba de Eleonor y Robert Hathaway, la prensa hablaba de su ascenso rápidamente, de una nueva relación amorosa y una nueva gira de más de ocho meses por toda América. Ella era bella, talentosa y muy exitosa… era soltera y muchos de los hombres le hacían la corte, seguramente muy pronto contraerá nupcias.

Recuerdo haber aventado el periódico, haberlo hecho mil pedacitos y haber aventado todo lo que había a mi alrededor. A la mañana siguiente Regina había tenido a nuestro hijo.

– Muchas felicidades Duque De Grandchester… ha sido un varón muy saludable. – dijo el médico de la familia y entregándome a mi hijo varón.

Qué ironía era la vida, finalmente tenía a mi hijo heredero Lord Edward, sin embargo, ahora mi nuevo hijo ya no sería la felicidad que estaba esperando… Eleonor se había despedido de nosotros, había rehecho su vida y su carrera, era una mujer que merecía ser feliz y que no tenía un pasado tormentoso, ni mancha alguna. Merecía ser feliz, realizada y ser amada.

Una semana después del nacimiento de Lord Edward, mi hijo Terry y yo fuimos a Escocia, no comprendo porque fui ahí, el lugar donde había amado, el lugar donde habíamos concebido a Terry, el lugar donde pase los mejores años de mi vida con la mujer que amaba… estaba recargado en una columna, en el horizonte se podría ver el majestuoso lago y apreciar el ocaso, sin embargo yo no podía apreciar esa belleza de la naturaleza, estaba sumido en mi dolor… en mi soledad... había perdido todo lo que había amado… llore y llore.

Hoy voy a derramar la última lágrima por ti… mañana será otro día… un día sin sueños, ni esperanza… pero soy el Duque de Grandchester… no debes de arrepentirte… así lo has decidido tú, has decidido no casarte con esa mujer Americana... y ser el Duque de Grandchester… ¿Por qué? Porque la nobleza está en tu sangre y ha sido más fuerte que tu amor por esa mujer. – las lágrimas continuaban apareciendo, parecía que mis ojos fueran una fuente que no podía secarse.

Sin embargo, ahí me di cuenta que ya no podía ver a los ojos de Terry ya que eran los mismos ojos de Eleonor, esos ojos zafiros con hermosas vetas verdes, su misma mirada, la misma nariz y mentón. Era el reflejo de Eleonor, ahora cada vez que tocaba Terry el piano era una tortura profunda… un recordatorio diario que ya no podría estar más con el amor de mi vida… y que mi vida ahora era negra, oscura y muy solitaria, de no poder estar con él amor verdadero.

Noviembre de 1904.

El Rey iba a festejar su cumpleaños e iba a dar una gran fiesta y toda la aristocracia europea iba a estar presente. La felicidad que tenía un año atrás junto a mi esposa y mis hijos, ahora era de una tensión palpable, y no podía declinar la invitación del Rey.

Terry como Carol sabían ya muy bien el protocolo aristocrático, habían asistido a varias fiestas anteriormente y se podía ver su buena educación… sin embargo estaba irritado, enojado, furioso, Regina nuevamente me tenía miedo… gritaba y discutíamos por cosas insignificantes, no deseaba que nuestras amistades vieran mi terrible temperamento. Recuerdo que antes de partir hable con Terry con un tono de voz intimidante.

– Hoy es la fiesta de cumpleaños de Su Majestad, ¡No quiero ningún error de tu parte! ¡Debes de comportarte como todo un aristócrata! Toda la Realeza estará presente, debes de poner en práctica todos tus conocimientos ¡No te atrevas a ponerme en ridículo! – Mi hijo de siete años me miraba con terror, pude ver muy bien como estaba temblando, camino al Castillo Windsor se veía sumamente nervioso Terry.

Ahí me di cuenta del error que había cometido, en vez de que Terry estuviera seguro de sí mismo de conocer a Su Majestad termine por arruinarlo todo, ya que Terry era un manojo de nervios y lógicamente cuando llego a felicitar a Su Majestad la reverencia fue completamente errónea. Ya que le dijo Alteza Real y a la Reina ni siquiera la saludo, la ignoró por completo. Mis ojos se abrieron como platos al igual que la Duquesa.

– No te preocupes Richard, es un niño – dijo Su Majestad y la Reina Alexandra solo sonrió, que podía decir ya que a ella ni la había saludado.

Recuerdo que esa noche estaba furioso con Terry, realmente me había dejado en ridículo con su terrible comportamiento… era como si se le hubiera borrado todo de su mente. Fue la primera vez que le llamé la atención y lo puse en cintura. Terry lloraba y me suplicaba. Sin embargo, hice oídos sordos y lo reprendí.

Después de eso trate de ya no estar mucho tiempo en Londres, sabía que estaba lastimado profundamente a mí familia, a mi esposa y a mis tres hijos por igual. Así que hacía todo lo posible para viajar a diferentes países de Europa.

En ese tiempo le pedí a mi Esposa que se encargara de la educación de Terry ya que me iba por varios meses por España, Francia, Alemania, Bélgica. En ese tiempo entre cada viaje regresa por tres días y me iba… en una ocasión me había quedado por más de un mes en el Palacio ya que en el Parlamento era uno de los representantes y teníamos que votar por las nuevas reformas.

Cuando vi el calendario, vi que era 5 de febrero de 1905.

– ¡¿Qué?! ¡Ya estamos en febrero! – Le dije a mi secretaria sorprendido.

– Si, así es, ya estamos en febrero.

– ¡El cumpleaños número ocho de mi hijo fue hace una semana! – Exclamé realmente devastado y melancólico. – ¡¿Cómo fue que se me olvido el cumpleaños de mi hijo?!

Sin embargo, en vez de felicitarlo y comprarle personalmente un regalo, le pedí a sus escoltas que le compraran algo especial y que lo llevaran a donde él quisiera ir. Yo estaba sumamente ocupado con las reformas, los nuevos impuestos y los sindicatos de los trabajadores.

ACTUALIDAD

Octubre de 1930

Nueva York.

Colegio de Maggie.

– Hola Maggie! – Saludo Stephanie una de las niñas más populares del salón junto con otras tres chicas más, Beatriz, Cinthya y Yolanda.

– ¡Hola! – dijo Maggie metiendo sus libros para salir a jugar a la hora del recreo – ¿Sucede algo?

– Estábamos pensando si te gustaría jugar mejor con nosotras, en vez de tus otras amigas.

– Ellas me agradan muchísimo, ¿Por qué no mejor se nos unen a nosotras? Corremos, gritamos cuando nos atrapan, es muy divertido.

– ¡Claro que no! Mi mamá dice que esos juegos son más para la gente humilde. – dijo Beatriz.

– ¡¿Humilde?! ¡Claro que no! Está escuela es privada.

– Mi madre me dijo que los padres de Mónica son los carniceros del mercado y pues que ganan muy bien y los padres de Kathya tienen una panadería y…

– ¡Y eso a mí que! No me importa, no me voy a casar con ellas… solo somos amigas y me gusta jugar, correr, gritar y platicar con ellas.

– Mi mamá me dijo que no hiciera amistades con las niñas de la clase trabajadora, aunque ganen muy bien en sus trabajos… – bajo el rostro – ya que ellos pueden pagarles a sus hijas una escuela privada.

– ¿Y por qué quieren que yo sea su amiga? – No me agradaba este pequeño grupo, al contrario, para mí eran unas niñas vulgares que no tiene educación, ni cultura y hablan fonéticamente horrible. Mis ex amigas de Londres ellas si eran diferentes, ellas eran igual que yo… son de la aristocracia y ¡Estás niñas americanas creen que son de la nobleza! Que estupidez, no tienen cerebro.– pensaba.

– Tú eres diferente. – replicaron.

– Ya les dije que son inglesa y vivía en un pequeño pueblo, en Stratford Avon ya que mi papá es actor de teatro. No me hace diferente a las demás chicas.

– Mi mamá me dijo que te invitara a mi casa, – hizo un ademán Cinthya – dice que tú eres una Grandchester y Andley… que tus apellidos hacen la diferencia con las otras niñas del salón.

– A mí... mis padres me dijeron que me juntará contigo ya que eres de la nobleza, – decía Stephanie – que tu papá es Marqués y tu abuelo Duque. Yo no sé que significa eso, pero quieren que nos juntemos contigo y que vayas a nuestra casa a jugar. Además mis papás quieren conocer a tus padres.

– Creo que sus padres se han equivocado referente a mi familia, yo soy igual que mis amigas Mónica, Kathya y Raquel y en sí de todas las demás chicas del salón. – miro a las cuatro chicas con una mueca de lado y alzado su ceja. – Además no deseo pertenecer a su grupito. No gracias, me voy a jugar con las niñas plebe… – se detuvo de sopetón, aquí no se usa esa palabra ya que aquí no hay monarquía, se dijo Maggie así misma – con las niñas de la clase trabajadora. Adiós.

– Más bien ¡Tú deberías de estar en el grupo de niñas matadas y cerebritos! ¡Cerebrita! – Gritó Stephanie ya que Maggie salía del salón y no volteó a verlas pero aquello lo que le dijeron si le había afectado.

Teatro

Faltaba ya muy poco para que la obra se estrenara, así que trabajaban todos a marchas forzadas para que no hubiera ningún error.

Todos los actores estaban ahí sobre el escenario recibiendo las indicaciones del Director.

– Muy bien, ya falta muy pocas semanas para estrenar la obra, desde mañana comenzaremos los ensayos como si ya estuviéramos actuando para el público, cambio de vestuarios, de escenografía. Quiero que descansen ya que mañana será un gran día.

– Si señor – Todos los actores dijeron al unísono.

En el escenario los actores estaban conversando. Cuando Andrea se dirigió a una gran mesa donde había unos paquetes de alguna boutique exclusiva. Los intentos de Andrea eran más que evidentes, al principio lo hacía nada más cuando Terry y ella estaban solos, pero se dio cuenta que Terry delante de las demás personas trataba de ser más cordial con ella y no tan déspota como cuando estaban solos.

Andrea tenía un nuevo plan maquiavélico y Alexander se había unido a ella por el simple hecho que aquel actor le había quitado el protagónico.

– Terruce, – dijo Andrea acercándose a él – me podrías ayudar a llevar unos paquetes a mi carro… sabes, compre hoy en la mañana un hermoso vestido rojo escarlata y accesorios para el estreno de la obra.

– ¡¿Acaso me vez cara de ser tu sirviente personal?! – Exclamó el hombre con disgusto.

– ¡Dios mío, claro que no! Pensé que podrías ser un caballero y ayudarme.

– Está bien te ayudaré, Billy ven por favor – Se dirigió a un chico de quince años quien trabajaba ahí de ayudante en general para ganar dinero para su hermana y su mamá enferma – Podrías llevar esos paquetes que están sobre la mesa al vehículo, ya que son sumamente pesados de la gran diva de Broadway, teme que Su Alteza Real se le vaya a romper una uña. – le dio un billete de diez dólares.

– ¡Claro señor Graham, lo que usted ordene! – y en ese momento el joven tomo los paquetes.

– ¿Qué estás haciendo con eso? ¡Deja tus asquerosas manos de mis paquetes!

– El señor Graham me pago para que le llevara sus paquetes a su vehículo, teme que se le rompa una uña ya que están muy pesados. – todos sus compañeros actores escucharon eso y comenzaron a reírse de ella.

– ¡Dame eso! No te necesito. – Le arrebato los paquetes y miro a Terruce con odio. Pues la había humillado delante de todos sus compañeros de reparto y salió a su vehículo sola.

– Lo lamento señor Graham no pude hacer el trabajo que me solicito. – dijo entregándole el dinero que le había dado.

– Puedes quedarte con el dinero Billy. Es tuyo, jajajajaja. – El hombre se carcajeo de ver la forma en que se había enfurecido Andrea parecía que echaba humo por las orejas y se dirigió a su camerino a cambiarse rápidamente ya que eran casi las seis de la tarde y no deseaba llegar tarde.

– Andrea – dijo Alexander en el estacionamiento del teatro. – ¿Dónde está Terruce, no lo ibas a traer?

– El muy idiota no quiso ayudarme a atraer los paquetes, ¿Puedes creer eso? Y se jacta de ser muy caballero. ¡Es un imbécil ese patán!

– Mejor, este plan que tienes puede ser muy arriesgado y Terruce es bastante listo.

– Tienes el somnífero que te pedí. – pidió Andrea con determinación, ya que estaba furiosa de lo que había ocurrido haya adentro.

– Si, aquí lo tienes. – Se lo entrego en una bolsa de papel – ¿Para qué lo quieres si no vas a lograr que Terruce se acerque a ti?

– Ya verás que sí. Ayúdame con zafarle una manguera a mi vehículo, antes que Terruce salga. No pienso quedarme con las manos cruzadas, hare que se arrepienta de haberme humillado una y otra vez en todo este mes. ¡Trabajar con él en todo este tiempo ha sido insoportable y no pienso quedarme con esta humillación! De mi nadie se burla y hare que cada humillación lo pague con creces.

– No sé porque te hago caso Andrea si tú ni me pelas, pero si algo sale mal te advierto que cantare como un pájaro. – Dijo levantando el cofre y zafando una manguera para que el carro no funcione.

– Tengo una cámara fotográfica, vete en tu vehículo y espérame en el taller mecánico que está cerca de mi casa, ahí haré que inhale el somnífero y me voy a provechar de él, mientras que tú tomas varias fotos comprometedoras y tratando que no se me vea el rostro.

– ¿Qué piensas hacer con esas fotos? Tenerlas en tu cuarto como otra conquista más. – Se burló el hombre.

– ¡Claro que no! Pienso venderlas a los periódicos, pienso destrozarlo vivo. – le guiño el ojo. Bajaron el cofre y ella se subió a su carro, mientras Alexander se subía a su vehículo esperando si Terruce caía esta vez, aunque dudaba mucho que eso fuera posible.

Cinco minutos después Terruce bajaba y se dirigía a su carro, cuando vio que Andrea tenía problemas con su carro para hacerlo arrancar.

– ¡Qué suerte la mía! Creo que hoy amanecí con el pie izquierdo – Dijo golpeando su carro la mujer.

– Jajaja eso sí que es una calamidad. – Comento Terry con una carcajada.

– ¿Terruce podría llevarme a un taller mecánico cerca de mi casa?

Terry la veía con fastidio.

– ¡Ahhh por favor! ¡Y no te vuelvo a molestar! – Decía enfadada – Sinceramente tú eres un dolor de cabeza que ya no soporto estar contigo ni un momento más.

– En realidad tengo que ir a un lugar muy importante ahora mismo, para llevarte a un taller mecánico. Pero bueno te llevare al taller, sube.

– Gracias. – Fue a su vehículo y tomo sus paquetes y la bolsa de papel con el frasco del somnífero y una franela pequeña, antes de abrir la puerta trasera volteo donde estaba Alexander y le guiño el ojo. Finalmente había logrado algo mejor, "Que ella se subiera al vehículo del actor" lotería.

– ¿En dónde vives? – Pregunto Terry arrancando su vehículo.

– En Park Avenue y la calle 72 y ¿Tú dónde vives?

– Lejos. – Fue la cortante respuesta que le dio, cinco minutos después se desvío del camino.

– Ehhh ¿Por qué diste vuelta a la izquierda era todo derecho?

– Te dije que tenía que ir a un lugar, sin embargo, no me voy a tardar mucho y ya se me está haciendo tarde.

– ¿Puedo fumar un cigarrillo? – Preguntó la actriz tomando una cajetilla de cigarros de su bolsa ya que estaba algo nerviosa por lo que pretendía hacer una vez llegando al taller.

– ¡¿Qué?! ¡Claro que no puedes fumar aquí adentro! – Exclamó enojado el hombre, dio la vuelta entrando a un estacionamiento semivacío. – Si quieres fumar puedes salir del auto mientras me esperas, no me voy a tardar ni cinco minutos.

– ¡Qué carácter! Ni quién lo soporte en su casa. – Susurraba saliendo del vehículo al igual que Terry. – Todos los hombres si decía que quería fumar, ellos me ofrecían inmediatamente lumbre. Definitivamente Terruce no tiene modales. Me pregunto ¿Qué lugar es este? – Se decía así misma mientras encendía su cigarro y efectivamente no tardo ni cinco minutos cuando dos niños pequeños llegaron a donde ella estaba.

– Niños, saluden con protocolo a la señorita Rosemont, ella es mi compañera de trabajo. – Andrea volteo a verlo asustada – ellos son mis dos hijos Lord Richard y Lady Margaret.

Los niños hicieron una reverencia como su padre les había indicado con anterioridad ya que Terry no deseaba que tuvieran alguno contacto íntimo con Andrea ya que no le era de su agrado. Andrea estiro su mano para saludarlos sin embargo se quedó con la mano estirada al aire.

– Maggie, Ricky suban al auto. – Los niños se subieron al vehículo.

– ¡¿Por qué no me dijiste que ibas a recoger a tus hijos?! – Exclamó la actriz realmente furiosa.

– ¡¿Qué?! ¿Qué te tengo que decir lo que voy hacer? ¡¿Estás demente?! ¡En primera ni deseaba llevarte a un taller mecánico y no tengo por qué demonios decirte a donde voy! – Se subió al vehículo y ella también así lo hizo.

No puedo creer mi mala suerte, con sus hijos no podré hacer lo que estaba planeando, no lo puedo creer. Maldita sea, pero no me daré por vencida – pensaba Andrea realmente furiosa.

– Maggie, Ricky ¿Cómo les fue en su clase de ballet y piano? – Pregunto el padre mientras arrancaba y tomaban el rumbo hacia la casa de Andrea.

– ¡Me fue excelente! ¡Estoy tan feliz de volver a mis clases de ballet! – Exclamo Maggie realmente entusiasmada. – ¿Papá quién es ella? – volteo a verla ya que su hija se había sentado en el lugar de adelante en el copiloto.

– Ella es una compañera de trabajo y la vamos a llevar a su casa.

– Pero ¿Por qué la vamos a llevar a su casa?

– Por qué su vehículo se descompuso.

– ¡¿Se descompuso tu vehículo?! – Pregunto Maggie a Andrea – ¿Es una chatarra tu auto?

– ¡¿Qué?! ¡Claro que no es una chatarra! – Dijo la actriz realmente ofendida. – Es un automóvil Ford modelo 30 sacado de agencia. – La mirada de la actriz era dura.

– Ya comprendo, entonces los vehículos americanos son muy malos para que se descompongan en pocos meses… deberías de comprar mejor vehículos europeos esos nunca se descomponen tan rápidamente. Como el Roll Royce que maneja mi abuelo el Duque, es el mejor automóvil inglés.

– ¡Vehículos europeos! – Terry miro a Andrea por el retrovisor y se dio cuenta que estaba realmente ofendida por el comentario hiriente… con otra persona hubiera callado a su hija para que no hiciera ese tipo de comentarios ofensivos, pero estaba contento de ver como una niña de siete años la sacaba de su juicio. Sin embargo, se dio cuenta que su hija era muy inteligente y audaz, cuando sea ya toda una mujer seguramente será igual que su tía Beatriz Grandchester. No sabía si sentirse orgulloso o triste ya que Beatriz es una mujer muy poderosa y temible.

– ¿Qué es esto? – Preguntó Ricky tomando la bolsa de papel y sacando el frasco – Somnífero ¿Para qué sirve esto?

– ¡Dame eso que es mío! – Se lo arrebato de las manos y Andrea vio que Terry la estaba viendo por el retrovisor. – Esto lo utilizo para dormir ya que sufro de insomnio y más cuando estoy por estrenar una obra de teatro.

– Ahhh ya comprendo porque estas tan irritada y con el ceño fruncido siempre – dijo Ricky inocentemente – mi profesor que me daba historia en Inglaterra debe de sufrir también de insomnio ya que siempre está de un genio de los mil demonios que ni él mismo se aguanta, es un viejo insoportable.

Andrea rodo los ojos con fastidio, no podía aguantar un segundo más con esos niños insoportables. Afortunadamente ya estaba llegando a su casa. En ese momento Terry se estaciono en el taller mecánico y salió del vehículo para hablar con el mecánico, Andrea ya se le había olvidado lo de su carro y Terry volvió después de unos minutos.

– Van a ir por tu vehículo al teatro, van a verificar minuciosamente lo que le paso, ya que no es normal que se haya descompuesto, dice que quizá sea una manguera suelta, pero te va a costar 50 dolares en traerlo, checarlo y arreglarlo. – Terry volteo y vio el carro de Alexander. – Creo que Alexander hubiera preferido traerte ya que te está esperando al otro lado de la calle – Andrea volteo a verlo – toma, es la factura de los servicios que le van hacer, quiere el mecánico que le pagues por adelantado.

– ¡¿Qué?! No tenías que haber hablado con el mecánico. – Dijo tomando la factura en sus manos molesta.

– ¡Ehhh, claro que sí! No tengo deseos que tu carro se descomponga nuevamente y que te tenga que traer nuevamente. – Terry sonrió irónicamente – A una cuadra esta tu casa supongo que podrás caminar hasta allá o que Alexander te lleve ya que no se ha retirado… deberías de hacerle caso, se ve que se muere por ti aquel hombre, quizá él te hubiera hasta pagado la factura de tu auto. – le guiño el ojo.

Andrea no pensaba quedarse con esta nueva humillación, todo le había resultado mal, pero se juró así misma que se la iba a cobrar cada una de las humillaciones de ese maldito hombre. Pensaba arruinarlo profesionalmente o sentimentalmente. Lo que sea para borrarle esa sonrisa de la cara.

CONTINUARA…

MIL GRACIAS POR TODOS SUS REVIEWS, ESTOY TAN FELIZ QUE LES AGRADE LA HISTORIA… ESPERO SUS COMENTARIOS Y SUGERENCIA. CRÍTICAS Y TOMATAZOS. JEJEJE.