CAPÍTULO 10
PASADO
COLEGIO SAN PABLO.
SEPTIEMBRE DE 1909
Terry Grandchester 12 años.
– Hermana Gray – Saludo el Duque con simpatía cuando entro al despacho de la Rectora del prestigioso colegio.
– ¡Duque de Grandchester! ¿Cómo ha estado? Por favor tomen asiento. – Replicó la Rectora levantándose de su silla y con un movimiento en su mano en señal de tomar asiento.
– Hermana Gray sé que este colegio es uno de los más prestigiosos Colegios de Inglaterra, El Real Colegio de St. Pablo y donde la disciplina es lo elemental. – Dijo mi padre con tono autoritario – Yo aquí vengo a decir las cosas como son, sin rodeos y sin mentiras.
Estaba sentado al lado de mi padre y escuchaba lo que mi padre le decía a la Rectora.
– Mi hijo Terruce ha sido expulsado tres veces de los más prestigiosos colegios de Londres, debo de confesar que mi hijo es muy rebelde, grosero y malcriado, cómo hijo de una familia aristócrata, no puedo darme el lujo de que manche el nombre y el honor de la Familia Grandchester. Quiero que sea educado y disciplinado para cuando sea adulto. Y usted recibirá una suma como esta, cada mes. – El Duque saco un cheque de su bolsillo y se lo entregó a la Rectora, ella veía el documento con ojos muy abiertos que la dejaron sin respiración.
– ¡Vaya, Duque de Grandchester! Es una suma muy cuantiosa. – Dijo La Hermana Gray viendo la cantidad de dinero.
– Yo sé que me va a costar una fortuna mantener a mi hijo aquí y no pienso arriesgarme otra vez a que lo expulsen nuevamente del colegio. Así que les doy toda mi autorización si hace alguna rebeldía, decida usted que castigo sea apropiado para él. ¡Claro está! Nunca será expulsado del colegio.
Escuché lo que mi padre había hecho para que nunca fuera expulsado bajo ninguna circunstancia y sentí que mi padre me había metido a una cárcel. En donde la vida será mucho más difícil. Me sentí miserablemente triste y a punto de llorar, sin embargo, me controle de no llorar, no permití que ni una sola lágrima salieran de mis ojos tristes y cristalinos, no quería que mi padre me viera llorando. La Hermana Gray salió de su oficina dejándonos a mi padre y a mí solos.
– Terruce, aquí va hacer tu hogar de ahora en adelante – comentó mi padre con su altanería muy característico en él – Por favor, hazte un favor a ti y a todos. ¡NUNCA! ¡Pero nunca digas a nadie quien es tu verdadera madre! Ni mucho menos que eres "un hijo ilegitimo" y menos aún digas que tienes una madrastra ¡Debes de cuidar el nombre y la reputación de la familia! Si alguien lo averigua. ¡Te juro que te desheredare! ¿Entendiste?
Sarcásticamente respondí. – No te preocupes, que tus deslices y acerca de tus muchas amantes nunca las diré. – los ojos del Duque reflejo una furia y me proporciono una bofetada que me volteo el rostro.
– ¡No permito que me hables de esa manera jovencito! – Vociferó el Duque con vehemencia.
En el Real Colegio de St. Pablo en Inglaterra estuve 4 años, los 3 primeros años fue espantoso y cruel para mí. Al principio no hacía nada, ni alguna travesura.
Es un colegio enorme con inmensos jardines y altas colinas que se podía ver desde lejos la ciudad de Londres, la arquitectura del colegio es de estilo neoclásico… ¡Era increíble! Con esos ventanales grandes, su extravagante fachada con sus altos techos, afuera de las aulas del primer piso hay un enorme pasillo con arcos de piedra que se podía ver los hermosos jardines, toda la fachada era de piedra que le daba un estilo medieval y al mismo tiempo triste y sombrío.
El reglamento del colegio era tan severo… debías de cumplir con los horarios sin llegar tarde a ninguna clase, misa, horarios de comida y respetar tu hora de descanso. Aunque por primera vez estudie en un colegio mixto, no podías platicar con las internas mujeres, en el único lugar que estábamos juntos era en misa, pero no nos podíamos mezclar… el lado derecho era para las mujeres y el lado izquierdo era para los hombres.
Mi dormitorio era personal, bonito y sencillo, con una cama individual, un escritorio grande con cajones pegado a la pared y lo que más me gustaba de mi dormitorio era la vista. Todos los dormitorios tenían un ventanal enorme con balcón, me gustaba pararme sobre el balcón y mirar a lo lejos los dormitorios de las chicas que estaban enfrente de los dormitorios de los chicos, pero con una distancia de 500 metros. El cual solo se podía ver escasamente alguna silueta.
El uniforme del colegio, es como si estuvieras en un funeral… y todos los días estuvieras de luto. Tome el uniforme que estaba en el closet y con lágrimas en los ojos me ponía pieza por pieza. Era un pantalón y saco negro con chaleco negro y una camisa blanca de manga larga. El uniforme debería de esta siempre impecable y traer estrictamente completo el uniforme sin excepciones.
El Colegio de St. Pablo es católico y pertenece a una orden. La Hermana Gray era La Rectora del colegio, ella tenía cincuenta y tantos años con un carácter muy estricto y severo. Tenía varias profesoras y una Hermana muy especial a quien le tuve mucho aprecio y cariño, la Hermana Margaret, nuestra supervisora en los dormitorios. Ella nos cuidaba y apoyaba en todos nuestros esfuerzos, cuidaba de nuestra salud, nos vigilaba a la hora de apagar luces o cuando comíamos… ella se sentaba en la cabecera de una gran mesa con sus treinta y seis estudiantes a su cargo y de que cumpliéramos con el reglamento del colegio, al igual nos castigaba si cometíamos alguna falta de indisciplina.
Si la falta era grave la Hermana Margaret le comunicaba a la Rectora y ella otorgaba el castigo. Los castigos podían variar desde quedarse confinado en tu dormitorio por un día, tres días o una semana. También había el cuarto de meditación o de castigo, que era un cuarto de cárcel, pero sin barrotes. Y uno de los peores castigos era el correctivo corporal quien únicamente los llevaba a cabo La Rectora. Ella tenía una paleta de madera, normalmente nunca utilizaba este método para castigarnos o disciplinarnos, ella más bien nos daba una severa llamada de atención, el regaño puede ser tan fuerte que salías de su despacho llorando y el peor de todos los casos era la inmediata expulsión del colegio.
En las aulas de clase todos los chicos estaban sentados en sus pupitres erguidos, y no se podía hablar al menos que el profesor te hiciera alguna pregunta, no podías platicar, ni reír, ni levantarte, la educación era sumamente ortodoxa.
Era el quinto domingo y todos los padres llegaban al colegio para recoger a sus hijos ya que cada cinco domingos podíamos salir del colegio, estaba muy emocionado pensaba que finalmente podría salir de aquel lugar al menos por un día, sin embargo, cuando todos los estudiantes se estaban yéndose con sus padres… la Hermana Luisa me dijo que nadie había venido por mí, así que no podía salir del colegio, me sentía tan frustrado esperaba que alguien viniera a recogerme, pero no fue así.
Al siguiente quinto domingo también me arregle para salir a pasear por Londres, esperaba en la salida principal del colegio y miraba todos los carruajes esperando ver una cara conocida, o el carruaje de mi padre con su peculiar distintivo, el escudo de armas de la familia, volteaba de un lado a otro, miraba con asombro como los otros padres estaban emocionadqos de ver a su hijo o hija después de no haberse visto por un mes, el tiempo pasaba hasta que se fue el último carruaje y vi que estaba solo otra vez, ya no había nadie más esperando a sus padres. Me fui a mi dormitorio llorando, desilusionado, frustrado.
¿Por qué mi padre ya no me quería? ¿Por qué no quería pasar un tiempo conmigo, con su hijo? ¿Por qué había cambiado tanto, si era antes tan cariñoso conmigo?
Desafortunadamente mi relación con mis compañeros de clase fue terrible, no entablaba conversación con ellos, ni amistad alguna. Ellos me tacharon desde un principio como arrogante, antisocial, pedante. Y claro está, yo les daba motivos para que ellos pensaran eso de mí. Fue entonces que me di cuenta que cuando me sentía inseguro, inferior a la demás gente hacía resaltar mi título de noble, más tarde de adulto me di cuenta que no era el único en hacer eso, las demás personas resaltaban sus estudios, sus profesiones, sus puestos, diciendo "Yo soy tal y tú no eres nadie" así que no me fastidies.
–¡¿Terry?! ¿Cómo te atreves a llamarme Terry? – Replicaba enfurecido e indignado – ¡Qué plebeyo tan más igualado! Para ti soy Lord Terruce ¡Que no se te olvide! – y me retiraba del lugar haciendo una seña diciendo como: "No quiero mancharme las manos con gente tan insignificante como ustedes"
– ¿Quién es él? ¡Qué! ¡Se cree él el Rey de Inglaterra para hablarme de esa manera! – Había dicho Leonardo un compañero de clase que había tenido una disputa conmigo.
– Él es hijo del más alto noble inglés, hijo del Duque de Grandchester. – Respondió Christopher otro compañero de clase.
– ¡No me importa si él es noble! ¡No debería de hablarnos de esa manera tan despectiva! Como si fuéramos muy poca cosa para él.
– Es un arrogante, supongo que como es noble no se quiere juntar con plebeyos. – Replicó Leonardo en forma burlona y los demás se carcajearon ante aquel comentario.
Había pasado siete meses, era a mediados de abril, estaba en el salón de clases en la materia de historia cuando la profesora nos platico acerca del Festival de Mayo. Una enorme fiesta con disfraces de época y podríamos invitar a todos nuestros familiares y amigos, iba haber baile, postres y por único día podíamos platicar con las estudiantes mujeres y hasta bailar con ellas, el cuál todo el salón de clases se emocionó al escuchar tal noticia, ya que estaba prohibido entablar conversación con las chicas, aunque algunos o muchos de los estudiantes se daban sus mañas y se veían a escondidas.
Tres días antes del Festival de Mayo vi por primera vez a mi padre en el colegio, había ido a visitar a la Rectora. Me acerque a él y lo abrace con cariño.
– Hola Terruce ¿Cómo has estado? – Preguntó mi padre un poco sorprendido al verme en el pasillo. – Acabo de salir de la oficina de la Hermana Gray y me comentó que te va muy bien en tus asignaturas, eres uno de los mejores estudiantes, me alegro mucho por ti.
– Gracias padre… me alegra mucho verte aquí en el colegio – rompí el abrazo para ver el rostro de mi padre que después de tanto tiempo de no verlo – ¿Recibiste mi invitación para el Festival de Mayo? Me encantaría mucho que vinieras tú, mi mamá, mis hermanos y también Alfred. ¡Va hacer una fiesta grandiosa de disfraces de época! – Comenté entusiasmado.
–¡Ahh Terruce! – Respondió el hombre con fastidio – Estoy muy ocupado para festivales, no creo venir ni tampoco Alfred, tengo problemas con algunos negocios para perder mí tiempo en estúpidas fiestas de disfraces. Y también dudo mucho que tu madre quiera venir al festival. Divierte tú. – él me dio una palmada en el hombro.
– Si padre. – mi padre se despidió y baje la mirada mientras se retiraba del colegio. Y un sentimiento de tristeza me invadió todo mi cuerpo y sentí como mi corazón estaba formando tres cerraduras con candado y poco a poco se cerraban los candados con llave, y la llave se perdía en la oscuridad de algún túnel profundo… difícil de encontrarla.
Llego el tan esperado Festival de Mayo, mi ánimo y mi autoestima estaba en los suelos y ya no tenía deseos de asistí, desde el ventanal de mi dormitorio veía a todos los estudiantes divirtiéndose con sus familias, la orquesta, las flores, la comida, los postres, el baile, los disfraces… ya no me entusiasmaba en absoluto.
Al contrario, lo veía tan despreciable y me molestaba la música, me acosté en la cama y con mi almohada me tapaba los oídos, quería llorar, gritar, pero me contuve, respire profundamente y agarre un libro de Shakespeare "Hamlet" y empecé a leer, era la única forma de olvidar y no pensar en lo exterior de mi dormitorio. Fue entonces que deje de escribir cartas a mis padres, finalmente nunca recibía respuesta de ellos. ¿Para qué escribirles entonces?
VERANO DE 1910, 13 AÑOS.
Las vacaciones de verano llegaron y mi padre no me permitió que fuera al Palacio en Londres, así que me envió a su chofer, a Jemes para que fuera a la villa en Escocia, cerca de Edimburgo, era una villa hermosa y muy grande cerca del lago, sin embargo, estaba sólo, bueno no tan solo, con dos escoltas y dos doncellas, desafortunadamente no era Emilia mi nana, ni Jenny. Así que pasaba las horas mirando el lago, después de una semana mi padre llego a Escocia.
Yo estaba sentado cerca del lago aquel día. – Hola Terruce ¿Cómo has estado? – Me saludo mi padre.
Le conteste sin emoción alguna, un Hola seco, únicamente lo había visto una ocasión por tres minutos en todo el año, él nunca fue a visitarme al colegio, un quinto domingo que tanto anhelaba y que nunca sucedió en los cuatro años que estuve en el internado.
– Terruce deseo que vengas conmigo inmediatamente. – Dijo el Duque en forma de orden, yo estaba asustado no sabía porque mi padre había venido, normalmente siempre que se dirigía a mí era para regañarme o peor aún… reprenderme por algo que había hecho.
Afuera de la villa mi padre se detuvo y dijo – Terruce sé que fue tu cumpleaños en enero y no te di ningún regalo.
Mi padre siempre me daba muchos lujos, como ropa muy buena, las telas más finas y cosas muy lujosas como costosas, pero no me importaba nada de eso, yo solo quería un poco de su cariño… de su tiempo, sin embargo, ese fue el mejor regalo que mi padre me había dado, creo que sentía parte de culpabilidad y sabía que era un muchacho muy solitario, fue cuando mi padre me trajo a Teodora, me quede boquiabierto, no lo podía creer, mi primera reacción fue de abrazar a mi padre. Hace más de un año que no cabalgaba.
– ¡Papá es Teodora! ¡Muchas gracias! – Contesté con tanta emoción.
– Terruce – dijo el Duque – sé que te sientes muy solo aquí y en el colegio, he hice que en el colegio te permitan tener al caballo, así que mande hacer un establo grande para que Teodora este contigo, la Rectora no puso ninguna objeción.
– ¿Teodora estará conmigo en el colegio? – Exclamé emocionado – ¡Gracias! ¡Gracias, no sé cómo te lo voy agradecer! – Decía mientras abrazaba a mi padre y pensé ¿Cuándo fue la última vez que había abrazado a mi padre de esa manera?
Ese verano estuve cabalgando casi todo el tiempo, tuve clases de esgrima el cual me gustaba mucho manejar la espada, los movimientos sutiles además aprendes coordinación y velocidad, en las tardes nadaba en el lago. Me sentía muy bien alejado del colegio y en algunas ocasiones Alfred pasaba un día o dos días conmigo en la villa. Y como todo lo bueno acaba, las vacaciones de verano se terminaron y regrese al colegio.
Septiembre de 1910
Real Colegio de St. Pablo.
Otro año más en el colegio que se me hacía tan largo como si hubiera sido un siglo. Pasó el primer quinto domingo y aunque sabía que mi padre no iba ir por mí, aun así, tenía la necesidad de acercarme a la salida principal y esperaba inútilmente que alguien viniera por mí, al pasar el tiempo ya estaba resignado que otro año más iba a estar encerrado. Fue algo extraño en mí, fue como si tuviera algún tipo de anestesia en mi cuerpo, por alguna razón ya no sentía dolor, ni tristeza, simplemente me iba a mi dormitorio, sacaba algunos libros de Shakespeare empezaba a memorizarlos y de alguna forma actuarlos, los leía en voz alta y cada personaje le ponía una voz diferente, levantando las manos y haciendo ademanes, en otras ocasiones pasaba cabalgando con Teodora toda la tarde, sentir el aire fresco cuando galopaba fuertemente y por instantes me sentía libre como los pájaros en aquel enorme colegio victoriano.
En invierno nos daban dos semanas de vacaciones para pasar las fiestas navideñas con la familia, en aquella ocasión me fui a París con Alfred Bates ya que mis padres no deseaban pasar su tiempo conmigo.
Alfred era un excelente acompañante y tutor, a veces se tomaba muy en serio su papel de tutor y me comentó que este viaje era para perfeccionar más mi francés, así que él no dejaba de hablarme en francés y si yo solía responderle en inglés, se enojaba conmigo y me dejaba de hablar. Era lo único que no quería, Alfred lo sentía como un amigo y no quería perder su amistad, él sabía muy bien cómo manejarme y al final del día terminaba por ceder y pidiéndole una disculpa formal y en francés. Aunque al día siguiente estaba un poco resentido con él e intencionalmente le falte al respeto nuevamente.
En un restaurante o Bistró que es la forma como lo llaman los parisinos, fuimos a comer y nuevamente le pedí disculpas el cual aborrecía hacerlo. Esta vez Alfred fue tan tajante y no recibió mis disculpas, hablo conmigo por mi manera de haberme dirigido a él tan irrespetuosamente y si había algún problema lo teníamos que discutirlo, finalmente decidí hablar de mis sentimientos quien era la única persona que podía abrirme un poco.
– Alfred, yo te aprecio muchísimo y no tienes idea de lo que significas tú para mí. Me agrada tu compañía, tu platica siempre tan interesante y amena, pero… pero a veces eres tan estricto conmigo, estoy cansado de las reglas, de estudiar, estoy encerrado en un maldito internado. ¡Estás son mis vacaciones! Quiero divertirme, y me dolió muchísimo que me dejaras de hablar… y mis padres… mis padres no desean que pase estas fechas con ellos, así que explote. Lamento haber sido tan irrespetuoso contigo. – baje la mirada a mi plato casi lleno y moviendo solamente la comida con el tenedor.
– Tienes razón, estas son tus vacaciones y las vacaciones no son para estudiar, lamento ser tan estricto contigo, sé muy bien que has estudiado mucho, porque me he enterado de tus excelentes asignaturas. Y sabes muy bien que te quiero como mi hijo. Aunque a veces te trato como un adulto, siendo que eres apenas un adolescente, has crecido mucho. – Me dio un mimo en mi mejilla.
– ¿Me perdonas? – Pregunté levantando la mirada del plato.
– ¡Claro que te perdono! Y prometo ser más tolerable contigo y ya no hablarte más en frances. – me sonrió.
– )Gracias, porque no me gusta hablar en francés.
ACTUALIDAD.
Noviembre de 1930
Nueva York.
Llegaron a un restaurante elegante a una cuadra del teatro doonde Candy había comprado boletos para la función de esa noche.
– ¡¿A qué debo tú visita en el teatro Candy?! – Exclamó Terry visiblemente disgustado después de que les asignaron la mesa y más de la manera de como se había dirigido Andrea con Candy.
– Bueno, me habías dicho hoy en la mañana que deseabas hablar conmigo de algo serio e importante, no sé si he hecho algo malo, pero deseaba que lo platicáramos aquí, sin la interrupción de los niños.
– Comprendo, perdóname, pero no me gusto la forma en cómo te vio Andrea y menos aún cómo te hablo y te trato, fue sumamente prepotente y grosera.
– No te preocupes, se perfectamente como son esas arpías ponzoñosas, me recuerda mucho a Eliza Leagan mirándome como si fuera poca cosa para ti mi amor, pero tú sabes que eso a mí no me interesa. – dijo mirándolo directamente a los ojos. – Si eso les hace sentir feliz… quien soy yo para eliminar su alegría, que crean que me han lastimado, cuando sabemos que eso es completamente falso ¿No es verdad Terry?
– Candy.
Pidieron una cena ligera y una vez que el mesero trajo los platillos y la bebida Candy finalmente fue al grano.
– Terry, me dijiste que deseabas hablar de algo serio e importante conmigo. ¿De qué se trata? – Dijo llevándose un bocado de salmón y posteriormente pico la ensalada.
– Es algo referente con Andrea. – miro su plato, en realidad no tenía mucho apetito. – No deseo tener secretos contigo. – Candy sintió que su estómago le hacía una mala jugada.
– ¿Pasa algo malo con ella? – trato que su voz se notara relajada, tomo un pequeño sorbo de vino tinto para tratar de tranquilizarse cuando supo que no estaba equivocada referente a esta plática que se iba a tratar de Andrea.
– En realidad, es difícil decir esto Candy por que no deseo lastimarte, – Candy miro a Terry que bajaba la mirada – ya que Andrea se me ha insinuado en repetidas ocasiones. – lo dijo a quemarropa, era mejor así que darle vueltas al asunto.
– ¿Ella es correspondida por ti? – Pregunto con un hilo de voz.
– ¡No, claro que no! – La tomo de la mano. – Nunca te haría daño.
– Sin embargo… – Logro decir Candy con el corazón palpitándole a mil por hora.
– Ayer Andrea estuvo en mi camerino – hizo una pausa y trago saliva – semidesnuda… e hizo creer a todos los actores que… que yo… – dijo nerviosamente.
– Que tuviste relaciones con ella. – termino la frase por él.
– Si.
– ¿Paso algo entre ustedes? – Su voz era muy baja, pero al mismo tiempo clara.
– No, en absoluto.
– Entonces no debo de sentirme lastimada… ya que no ha pasado nada que debas avergonzarte… ¿Verdad?
– Bueno, ayer… cuando estábamos ensayando hice mi peor actuación e hice ver mi repulsión hacia Cleopatra. Cosa que es poco profesional, el público debe de estar convencido que estoy perdidamente enamorado de Cleopatra al punto de morir por ella. Como lo pide el papel que estoy representando.
– No comprendo.
– Hoy recibí una fuerte llamada de atención por parte del Director, que mis problemas con la actriz debo de arreglarlo abajo del escenario y no arriba. Desde la butaca el Director siente la mala tensión y mi repudio hacia Cleopatra.
– ¿Qué quiere lograr con eso?
– Lo que desea Andrea… es que el público vea que soy un terrible Actor, si el público percibe la mala relación ¡Que no hay química entre Antonio y Cleopatra! La culpa del fracaso de la obra será únicamente mía.
– ¿Por qué solamente sería tu culpa y no de los dos?
– Candy – dijo Terry con un nudo en la garganta. – Por qué ella actúa excelentemente bien su papel de Cleopatra, tanto que no actúa… sino que ella piensa que es cómo la verdadera Cleopatra, su papel es de manejarme, controlarme y… besarme… – bajo la mirada al plato.
– La has besado… entonces.
– Yo a ella no, pero ella a mi sí. – Sin poder evitarlo Candy derramo un par de lágrimas en silencio. Ella ya lo sabía, ella lo había escuchado, pero aun así fue un duro golpe. – perdóname.
– No tengo nada que perdonarte mi amor, – dijo Candy con una sonrisa triste y limpiándose las lágrimas de sus mejillas. – tú no has hecho nada que debas de avergonzarte o de arrepentirte, juntos afrontaremos esto… soy tu esposa, la madre de tus hijos, tu compañera y amante… y sé qué tú nunca harías algo malo para destruir nuestro matrimonio… juntos lucharemos para salir adelante.
– Gracias por tu voto de confianza – sin poder evitarlo más Terry abrazo fuertemente a su pecosa, tenía mucho miedo de perder a su esposa a quien tanto amaba, sentía un nudo en la garganta que no dejaba emitir sonido alguno y de repente cuando pudo salió un triste sollozo, Candy lo abrazo aún más fuertemente. El corazón de ella le decía que efectivamente Terry no podía ceder a los avances de esa mujer cuando ella entro a su camerino semidesnuda… sabía que no pondría en juego su matrimonio.
Terminaron de cenar y fueron al teatro a ver la obra Los Miserables de Víctor Hugo.
Terry estaba completamente tenso cuando llegaron a su apartamento en la quinta avenida esa noche… pero sentía un gran alivio ya que le había dicho a su esposa lo que ocurría con su coprotagonista. Indudablemente ella le dio el voto de confianza que él necesitaba, Candy se había puesto algo bastante sexi y muy seductor.
– Este es un regalo para ti… – dijo Candy mientras se quietaba la bata de seda color marfil – para que no te olvides que en tu casa tienes algo maravilloso – le guiño el ojo mientras se soltaba el cabello seductoramente. – y no pienses en otra cosa que no sea en tu hermosa esposa.
La visión que está viendo era realmente tentadora y estaba sumamente excitado, nunca podría cambiar a su pecosa por nadie del mundo, mucho menos por la insignificante Andrea. Terry tomo a su esposa por la cintura y comenzaron a besarse apasionadamente mientras que ella lentamente lo desvestía… primero por su corbata y camisa, el sonido de la hebilla del cinturón abriéndose y sentir como el cierre de su pantalón se abría, ella con manos expertas lentamente le bajaba el pantalón y su ropa interior… ser desvestido por Candy era algo tan erótico como la primera vez a pesar que tenían más de una década ya de casados.
Al finalizar la abrace con todo mi amor, tenía tanto miedo… miedo a perderla… de perder a mi familia, sin evitarlo derrame lágrimas en silencio, sin darme cuenta que mis lágrimas habían caído en el cuello desnudo de mi pecosa.
– Terry… mi amor… no debes de tener miedo en confesarme tus cosas que suceden en el trabajo… la comunicación es el mejor remedio para los malos entendidos.
– Pecosa te amo tanto.
– Y yo a ti.
Broadway
– Muy bien señores, estamos a nada de nuestra premier. Deseo felicitarlos pues han hecho un excelente trabajo – dijo el director a finalizar los ensayos – muy buena suerte para el estreno. – cinco minutos después todos se retiraban ya a descansar después de un largo día de trabajo.
– Andrea, esta última semana has estado muy tranquila con Terruce, ¿Puedo preguntar a qué se debe este cambio de actitud? – Pregunto Alexander con una mirada traviesa.
– Nada de eso, en la premier tengo algo planeado y quiero caerle de sorpresa y más delante de toda la prensa y público en general, quiero tomarlo desprevenido.
– Vaya, sí que eres una chica muy mala. – Andrea sonrió y se pudo visualizar una chispa de maldad es sus ojos azules.
28 de noviembre de 1930
Unas semanas después un barco procedente de Inglaterra llegaba a Nueva York. En el, viajaba mi madre Eleonor y El Duque de Grandchester con todo su equipo de escoltas y seguridad con sus vehículos oficiales. Mi madre me había dicho que mi padre había aceptado venir a la premier de Antonio y Cleopatra y no solamente eso... que pensaba pasar una larga temporada en NuevaYork, no había pensado en el Duque sino hasta el día de hoy.
– ¿Por qué estás tan nervioso? – Pregunto Candy con una sonrisa cuando vimos que a lo lejos el barco se acercaba al puerto. – ¿Estás nervioso por lo que tu padre te va a decir?
– Pecosa, mi padre no desea verme realmente actuar en Broadway, sino recriminarme por haber utilizado el fideicomiso para pagar el apartamento y venir a vivir a Nueva York como actor de teatro. – Hizo un puchero triste – aun no comprendo porque se me ocurrió invitarlo a la premier cuando el Duque está sumamente enojado conmigo.
– Terry, ¡Por cierto! No le vayas a decir que llevamos a los niños al Hogar de Ponny y que los niños saben ya mi origen. ¡Eso sí que le daría un gran infarto a tu padre!
– ¡Es verdad! Y no prevenimos a Margaret ni a Richard.
– Cuando vaya hoy a la escuela a recogerlos les diré que no comente nada referente a eso… sino tu padre me va a matar a mí también. – decia Candy con una sonrisa nerviosa.
Media hora después Eleonor bajaba del barco sumamente sonriente y radiante y a lado de ella estaba el Duque de Grandchester, aparentemente sereno.
– ¡Terry! – Eleonor corrió donde estaba su hijo y lo abrazo en afecto. – Estoy tan feliz de verte nuevamente, deseaba tanto verte. – lo miraba como si no lo había visto en años.
– Yo también estoy tan contento de verte – se miraron a los ojos profesando su amor por unos segundos, después se dirigió a su padre – Duque – dio una inclinacion de cabeza y segundos después le estrecho la mano – me alegro mucho que hayas venido a verme en mi nueva puesta de obra. – sonrió divertidamente.
– Yo también estoy feliz de verte Terruce, Candice – saludo a Candy con un asentamiento de cabeza – es agradable verla nuevamente en su tierra madre.
– Gracias Duque, no he tenido la oportunidad de agradecer todo lo que ha hecho por nosotros… – se estrecharon la mano y Candy en un impulso lo abrazo brevemente.
– Si, por ejemplo – se rasco el mentón como pensando en algo – haberles entregado los pasaportes de los niños…
– ¡Richard! – Exclamó Eleonor con una cara seria.
– Luego hablaremos seriamente Terruce de varios puntos que quiero abarcar contigo. – dirigió la mirada a su hijo y Terry trago en seco.
Habían llegado al apartamento de Terry y Dorothy había preparado previamente la habitación de huespedes, sin embargo ellos ya habían decidido quedarse en la Residencia de Eleonor, Terry hablaba con su padre en privado, mientras Eleonor conversaba con Candy en su habitación.
– Te he traído algo especial para la Premier – dijo Eleonor sacando un hermoso vestido color champagne de diseñador de alta costura.
– ¡Se ve hermoso el vestido! – Exclamó observando el vestido admirada.
– Este vestido te hará verte como una verdadera Reina ante todos. – Candy observo la mirada de picara de Eleonor – Terry me comento todo referente con su coprotagonista y el lio que lo ha metido con su Director.
– ¿De verdad? Me sentía un poco insegura – saco la lengua como si fuera una chiquilla. – y no se me ocurre nada para decirle que ya no se meta con mi marido.
– He planeado una estrategia que no fallará y Richard me ayudará con lo que pienso hacer. – le guiño el ojo en complicidad.
– ¡Eleonor! ¡Estoy tan feliz que hayas venido! – La abrazo con afecto y alegría – y que hayas planeado algo en contra de esa arpía ponzoñosa, pero dime ¿Cuál es el plan? – quince minutos después Candy ponía la cara asombrada y con los ojos muy abiertos. – Es excelente la idea, pero… el Duque estará dispuesto a ayudarnos… no lo sé, posiblemente ahora está discutiendo con Terry en su despacho.
– No te preocupes Candy, le dije a Richard que si se enojaba con Terry o le reclamaba por cualquier cosa… no iba a permitir que se durmiera en mi lecho por todo un mes. – ambas mujeres soltaron una enorme carcajada.
– ¡Eso sí que es una gran amenaza! Supongo entonces que no debo de preocuparme porque quiera asesinar a Terry o a mí. – y soltaron otra carcajada.
En la tarde.
– Ricky, Maggie – dijo Candy cuando recogió a sus hijos del Colegio esa misma tarde – hoy llegó de Inglaterra su abuelo el Duque y la Srta. Baker.
– ¡De verdad, que alegría! – Los niños se entusiasmaron enormemente.
– Antes de llegar quiero que me prometan algo.
– Si, ¿Qué cosa? – Pregunto Maggie extrañada con la petición de su madre.
– Que no le comenten a su abuelo que pasaron sus vacaciones en el hogar de Ponny y mucho menos le digan que ya saben cuál es mi verdadero origen.
– ¿Mi abuelito sabe acerca de tu origen? – Pregunto Ricky.
– Si, él sabe todo, pero no deseo que le digan que ustedes ya saben. – los niños asentaron con sus cabezas – ¿Me lo prometen?
– Claro mamá.
– ¡Abuelito! ¡Abuelito! ¡Estoy tan feliz de verte nuevamente! – Saludo Ricky llorando de felicidad al igual que Maggie cuando llegaron y también estaban feliz de ver a Eleonor, aunque Ricky sabía que ella es su verdadera abuelita, pero no la saludo con el título de abuelita.
Y el Duque había sido tajante en esa situación, sus nietos no sabrían la verdad referente a ella, cosa que la deprimía un poco, sin embargo, estaba feliz de estar con ellos, aunque sea como una amiga de la familia.
Dos días antes de la premier, los familiares de Candy llegaron también a Nueva York, Annie y Archie sin los niños, igual que Albert y Ángela, los niños tenían Colegio además eran muy pequeños para llevarlos al teatro y deseaban pasar tiempo con los Grandchester si estar vigilandolos, además iba a ser por pocos días.
– Albert estoy tan feliz de verte – decía Candy mientras abrazaba afectuosamente a su hermano.
En ese momento bajaban del tren Annie y Archie junto con Ángela.
– ¡Annie! ¡Archie! – Los abrazo con afecto.
– Candy tenemos una sorpresa para ti. – dijo Ángela y los demás sonrieron.
– ¿Una sorpresa para mí?
– Mira quien ha venido también a Nueva York. – En ese momento bajaba Patty con su esposo.
– ¡Patty! ¡Patty! – corrió donde estaba su amiga.
– ¡Candy! Que feliz estoy de estar aquí en Nueva York. – decía mientras se abrazaban afectuosamente. – tengo muchas cosas que decirte. Por cierto ¿Terry no vino?
– No, estos últimos días está ensayando fuertemente para la premier que será ya en dos días. – les platicaba a sus amigos mientras se dirigían al vehículo.
– Entonces podemos platicar por largas horas como cuando estábamos en el colegio. – decía las chicas.
– Si, aunque les comento que ya llego el padre de Terry y ha invitado a su mejor amiga… a Eleonor Baker.
– ¿Eleonor esta con ustedes Candy? – pregunto Archie con una chispa especial en sus ojos y Annie le dio un codazo, todos comenzaron a reírse.
Broadway
12 de diciembre de 1930.
Temporada de invierno.
Andrea llegaba con su compañero de escena con Alexander con una hora de anticipación a la Premier en un carro elegante negro alquilado, su vestido era rojo pasión, y todos los reporteros de la prensa nacional e internacional se acercaron cuando ella arribo con su coestrella, los flashes eran interminables, ella saludaba dándose mucha importancia e ignorando completamente a los reporteros de periódicos sin importancia, hasta que el reportero del New York Times llego con la estrella principal con "Cleopatra"
– Buenas tardes Srita. Rosemond, soy Steve Moore del New York Times, me gustaría hacerle algunas preguntas ¿Si usted está de acuerdo?
– Claro, para el New York Times no tengo ningún problema. – dijo la mujer con una sonrisa triunfadora.
Cuando en ese momento llegó un vehículo oficial con el Escudo de Armas, toda la prensa volteo a ver el carro majestuoso que llegaba con varias escoltas.
– ¡Steve! ¡Steve! Acaba de llegar el Duque de Grandchester, – Le dijo un colega.
– Me permite un momento por favor – dijo el reportero dejando Andrea con la palabra en la boca.
– ¡¿Qué demonios está pasando?! – Pregunto Andrea a su amigo Alexander sumamente furiosa, cómo era posible que la hayan dejado como si no fuera ella una gran noticia para su periódico.
– Creo que acaba de llegar alguien muy importante – dijo viendo el alboroto que toda la prensa se acercaba a los personajes que llegaba. Los flashes eran interminables y cuando vieron a la pareja que salía del vehículo todos estaban sorprendidos.
Era el Duque de Grandchester con la famosa y bellísima actriz Eleonor Baker. Toda la atención era para la pareja y las preguntas no se hicieron esperar.
– ¿Hay algo entre el Duque de Grandchester y la famosa actriz Eleonor Baker?
– ¿A qué se debe que ambos hayan llegado juntos?
– ¿Existe un amorío entre ustedes?
El Duque suspiro profundamente y vio a su acompañante que le guiñaba el ojo. El Duque no estaba de acuerdo en llegar juntos como una pareja a la Premier de su hijo. Eleonor le dijo que era una prueba de amor hacia ella, aunque él negara su amor ante toda la prensa, pero deseaba que llegaran juntos en el mismo vehículo.
Eleonor no le dijo el motivo principal porque hacia eso, había otro motivo muy poderoso para que el Duque y ella hubieran llegado juntos, quería restarle protagonismo a la actriz Andrea Rosemond, ella conocía muy bien a la prensa y como se manejaban los medios, una noticia como el Duque de Grandchester llegando con una actriz sin ser su esposa era un chisme jugoso para estar en los diarios.
– No, no somos pareja… el hombre, es un hombre casado y muy respetable – dijo Eleonor sonriente – soy una gran amiga de muchos años atrás del Actor principal, de Terruce y de toda la familia Grandchester, y el señor muy gentilmente se ofreció a ser mi acompañante ya que no deseaba llegar sola.
Todos admiraban a la actriz y su hermosa sonrisa, su vestido era divino, su cabellera recogida en un chongo elegante.
– Duque de Grandchester, ¿Qué opina de que su hijo haya dejado su trabajo en el Parlamento y ahora se dedique a la actuación? – fue del Washington Post.
– ¿Por qué no la acompaño su esposa la Duquesa de Grandchester? No cree que este celosa de llegar con la famosa Actriz Eleonor Baker. – dijo el reportero de Los Ángeles Times.
– ¿La Realeza está de acuerdo con este nuevo giro de la actuación que ha dado su primogénito, en vez de estar en el Parlamento y heredar su Ducado? – Pregunto Steve Moore del New York Times.
– Bien, bien, voy a contestar sus preguntas, – dijo El Duque calmado pues estaba ya preparado para el bombardeo de preguntas incomodas. – primero que nada, estoy al 100% de acuerdo con lo que ha decidido dedicarse mi hijo, pues por muchos años ha trabajado como actor en Broadway como en el Royal Shakespeare Company en Inglaterra. Y que estoy completamente orgulloso de su trabajo profesionalmente, si yo estuviera enojado con su carrera actoral créanme que no estaría aquí para verlo actuar.
– Segundo, hace unos meses que he dejado mi Ducado y ahora esta a cargo mi hijo Lord Edward, ya que Terruce ha decidido renunciar a él. Y los Reyes de Inglaterra han dado su aprobación.
– Y tercero, me considero una persona muy afortunada de acompañar a una de las mejores actrices de todos los tiempos, es una gran amiga de la familia y es un placer para mí estar en un momento tan glorioso e importante para mi primogénito y estoy muy orgulloso de él.
En ese momento otro carro igual de importante llegaba ahora con el emblema de los Andley.
El Duque y Eleonor se alejaban, pero otros les seguían con la cámara tomándoles fotografías mientras entraban al teatro.
Mientras tanto Andrea estaba que echaba fuego por la mirada, ya que la prensa la estaba ignorando completamente.
Los Andley eran tan importantes como lo era el Duque y Eleonor, Albert se presentaba con un empresario muy importante y poderoso, sus vehículos y sus llegadas eran toda una presentación que no se daba casi nunca. La crema y nata haciendo sus arribos cuando finalmente Andrea se acercó nuevamente a la prensa otro vehículo llegaba, esta vez era Terruce Graham y su flamante esposa.
Terry portaba un traje de diseñador negro con corbata en el cual se veía sumamente apuesto cuando bajo del vehículo y le tendía la mano a su acompañante que era su esposa.
Toda la prensa nuevamente se volteo a ver la esposa de Terry, quien desde su llegada a Nueva York no la habían visto, traía un vestido color champagne ajustado a su figura, un discreto escote donde lucía una cadena delgada de oro blanco con una esmeralda y aretes que le hacían juego, discretos y de buen gusto sin llegar a ser ostentoso, pero lo más sorprendente es que traía una tiara con pequeños diamantes, todas las joyas pertenecientes a la casa Grandchester. Sin duda Candy se veía bellísima y todos los flashes dirigidos al protagonista y a su esposa que parecía una verdadera Reina.
Candy se acercó a la prensa con su esposo y dejaron que le tomaran fotos y que le hicieran preguntas de todos los reporteros que se encontraban ahí, todos estaban asombrados de que esa mujer tan bella y de ser una aristócrata con mucho poder y jerarquía sea tan amable, sencilla y que tenga una sonrisa tan bella.
Media hora después Terry estaba ya en su camerino cambiándose y maquillándose para caracterizarse como Marco Antonio.
– Marco Antonio – dijo Andrea abriendo la puerta del camerino de Terry ya caracterizada como Cleopatra. – Mucha suerte en tu primer protagónico después de tantos años sin ejercer, – se acercó y le dio un beso apasionado desprevenido mientras Alexander le tomaba fotografías atrás de la puerta ya que Andrea la había dejado abierta.
– ¡Qué te pasa Andrea! – Exclamó enfurecido mientras la agarraba de los brazos y le mando una mirada asesina. Sin embargo, Andrea le brillo aún más la mirada. – No te enojes mi amor, en unos minutos más serás como mi esclavo y yo tu Reina.
Andrea había conseguido su objetivo, tomar fotografías comprometedoras de ella con Terry y lo iba a destrozar arriba en el escenario, pues su enojo e ira se podía palpar a kilómetros de distancia y su concentración para hacer un papel enamorado de Cleopatra, no iba a dar el ancho… ya que lo había desconcentrado por completo de sus líneas y tenía otro as bajo la manga "iba a improvisar" ella era un as en la improvisación y sus compañeros de escena quedaban desorientados quedando como unos estúpidos sin saber que líneas decir cuando ella improvisaba.
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