CAPITULO 13.
(Esta historia tiene mucho contenido de maltrato físico pero sobretodo "emocional", las personas sensibles abstenerse. Recordando también que son sucesos que pasaron hace más de un siglo, no estamos hablando de una época actual que ya es completamente diferente en la forma de educación, disciplina, vicios, "valores" o el simple noviazgo. Muchas gracias deseando que disfruten la lectura, saludos y besos)
PASADO
Invierno de 1911
14 años.
Era 3 de diciembre de 1911. Nunca olvidare aquel día. Era la hora de ir a misa, yo no tenía ganas de estar rezando así que me fui a la colina a ver la hermosa vista de la ciudad desde lejos y fumar un cigarro, por alguna razón habían cancelado la misa de esa tarde. Michael y sus amigos fueron a la colina y descubrieron que estaba fumando, ellos corrieron avisarle a la hermana que estaba más cercana del lugar. Era la Hermana Luisa.
– ¡¿Terruce Grandchester?! ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí y fumando?! – Gritó la Hermana furiosa y trabada del coraje.
Otros alumnos habían ya informado a la Rectora de lo que estaba haciendo en la colina.
– ¡¿Qué?! ¡¿Terruce fumando?! ¡Es imposible! ¿Dónde está? – Preguntó la Rectora a los estudiantes y rápidamente llegaron al lugar.
– ¡Terruce! ¡¿Cómo es que estas fumando?! ¡¿De dónde sacaste esa cajetilla de cigarros?! – Preguntó enfurecida la Rectora y apretando los puños con fuerza, no podía creer lo que estaba viendo.
Me quede en Shock no sabía que responderle solo sentía las miradas de varias monjas que habían llegado, las miradas de mis compañeros de clase y de otros grupos más, hasta de las chicas también… sólo escuchaba sus murmullos a lo lejos mientras la mirada se me nublaba.
– ¡Qué terrible… es un delincuente!
– ¡¿Cómo puede violar las reglas de esa manera?!
– ¡Qué vergüenza! No debería de estar en el colegio una persona así.
– Es cierto, fuma y bebe… además casi ya no asiste a misa.
– Así es, también se pelea mucho en el colegio y a él nunca lo castigan.
– Es lógico… es el hijo del más alto noble inglés. Es hijo del Duque de Grandchester.
– ¡CALLENSE LA BOCA! – Vociferó la Rectora furiosa a los estudiantes – ¡Todos retírense en este preciso momento! ¡Terruce G. Grandchester esto es imperdonable! ¡No voy a tolerar esta actitud tuya dentro del colegio! ¡Hermanas registre el dormitorio de Terruce completamente hasta el último rincón!
– En seguida Hermana Gray. – Cuatro Hermanas fueron inmediatamente a mi dormitorio y empezaron a registrarlo completamente.
Me asuste terriblemente, aun escondía dos cajetillas más de cigarros y lo peor de todo que tenía los dos sobres de dinero, estaba sudando, mi respiración estaba agitada y mis piernas y todo el cuerpo me temblaba. Hasta que encontraron las cajetillas de cigarros.
– ¡¿Qué significa esto Terruce?! ¡¿Qué hace esto aquí?! ¡¿Cómo las conseguiste?! ¡CONTESTA! – Exclamó la Hermana Gray furiosa al ver las dos cajetillas de cigarros en mi dormitorio.
– Yo… yo… – vi cómo la Hermana Luisa tenía en sus manos un sobre con el dinero, pero afortunadamente no lo abrió. No podía decir que me escapaba del colegio ¿Qué podía decir en esta situación cuando yo no salía los quintos domingos? – Yo… yo los traje cuando regresamos a clases – fue la única respuesta que pude decir.
– ¿Terruce, me estás diciendo que desde que comenzaron las clases tú has estado fumando? – Preguntó incrédula la religiosa.
– Así es Hermana – No podía echarme para atrás, finalmente había sido descubierto.
Los gritos y las maldiciones de la Rectora se escuchaban por todos los dormitorios de los hombres.
– ¿Ya escucharon a la Hermana Gray? ¡Está realmente furiosa con Grandchester! – Comentó Joseph un compañero de clase.
– Eso se merece y hasta más. – Respondió Michael quien estaba en el cuarto de Joseph jugando ajedrez y también estaba ahí Frederick, compañeros de clase con quien siempre había tenido diferencias y peleas. – finalmente me vengue de todas las que me ha hecho pasar el muy arrogante. – Sonrió muy divertido Michael ante la situación.
– ¡Chicos! ¡Chicos! – Exclamó Leonardo quien había llegado – Mi dormitorio está al lado de ese aristócrata malcriado ¿No quieren escuchar en mi dormitorio?
– Yo si quiero escuchar. – Se levantó Frederick del sillón – ¡Qué suerte tenemos! Normalmente nos manda a la oficina de La Rectora a que nos regañen.
– Si, vamos, no me lo quiero perder. – Replicó Michael con cierto aire de malicia.
– Fíjate si no hay nadie en el pasillo, si nos descubre alguna Hermana estaremos en problemas. – Sentenció Leonardo un poco nervioso cuando abrieron la puerta.
– No hay nadie, podemos salir. – Respondió Michael dando una señal con la mano al ver que el pasillo estaba completamente vació.
– Traten de no hacer ruido al caminar. – Repuso Joseph temeroso.
– Hermanas pueden salir del dormitorio, deseo hablar con Terruce seriamente, Hermana Margareth puede traerme la paleta de madera que está en mi armario – añadió la Rectora con voz autoritaria – Terruce Grandchester recibirá un severo correctivo que nunca se le olvidará en su vida.
– Si Hermana Gray, ahora mismo se la traigo. – La Hermana Margareth salió de mi dormitorio junto con tres hermanas más.
– ¡Terruce esto no te lo voy a tolerar más! – Comenzó nuevamente a gritarme – Cómo la asistencia de la misa. ¿Querías probarme? ¡Ahora me vas a probar que tan severa puedo llegar a ser! Yo que trataba de que entraras en razón con las llamadas de atención que te daba ¡Veo que eso no es suficiente para ti! ¡A mí que no me gusta dar correctivo a los estudiantes! ¡Pero ahora me conocerás! Te prometo que va hacer mil veces peor que cuando te castigue por primera vez cuando saliste el quinto domingo. ¿Lo recuerdas?
– Hermana yo…
– ¡CÁLLATE LA BOCA TERRUCE, NO QUIERO QUE DIGAS NI UNA PALABRA! Hoy el castigo no será en mi despacho sino aquí en tu dormitorio. ASÍ QUE PREPÁRATE. – Estaba nervioso nunca había visto a la Hermana Gray tan furiosa, ni aun cuando llegue tarde y sin el material didáctico aquel quinto domingo.
– ¡Ya sabes el pantalón y la ropa interior abajo! – Me indicó mientras que la Rectora retiraba la silla de mi escritorio y yo me quede paralizado. – ¡QUE ESPERAS PARA OBEDECER! ¡Rápido jovencito que no tengo tu tiempo!
Con manos temblorosas empecé lentamente a desvestirme. Una vez que me despoje de mi pantalón y mi ropa interior me acerque lentamente a ella. La Rectora me tomó del brazo y me jalo hacia ella aventándome a mi escritorio.
– ¡INCLÍNATE! – Vocifero furiosa.
Me incline puse mi cara sobre mis brazos entrelazados y escondí mi rostro entre ellos, estaba aterrado… paso como 3 minutos que me parecía una eternidad y pensaba en la agonía que iba a enfrentarme. Después alguien toco la puerta y sentí que me iba a desmayar, era la Hermana Margareth quien traía la paleta de castigo. Sin ver, sólo escuche como la Rectora abría la puerta, la cerraba y se dirigía a mí ya con la paleta en sus manos.
– Terruce te voy a dar 15 moviemientos, 10 van a ser en los glúteos y 5 van a ser en las piernas.
– Hermana Gray – me levante del escritorio espantado – ¡POR FAVOR EN LAS PIERNAS NO, NO EN LAS PIERNAS!
– ¡CALLATE! ¡BIEN CLARO DIJE QUE NO QUERÍA QUE DIJERAS NI UNA PALABRA!
– ¡En las piernas no, arde muchísimo! – Comencé a sollozar, me aterraba la idea de ser azotado en las piernas.
– …AHHHH, ¿"ARDE MUCHO"? En eso debiste pensar antes de violar el reglamento del colegio de tal manera.
Supe entonces que no importaba cuanto suplicara, mi destino estaba sellado, lentamente volví a apoyar las manos en el escritorio, en ese ángulo forme una escuadra y mi trasero quedo frente a la Hermana Gray ella levanto la paleta y dijo – Nada de gritos – al principio aguante los paletazos, pero ya no podía soportar más y comencé a sollozar.
– Creo que no es divertido. – Comentó Joseph incomodo ante la situación.
– No, yo tampoco quiero seguir escuchando, mejor me voy a mi dormitorio. – Le hizo segunda Frederick.
– Si, además si nos descubre que estamos aquí nos ira muy mal ¡Me voy! – Añadió Joseph levantándose del sillón para dirigirse a la puerta.
– ¡¿No es lo que habíamos soñado siempre?! – Comentó Leonardo con tono enojado – ¡Que ese aristócrata malcriado merecía ser expulsado del colegio! Pero claro – alzo más su voz – ¡La influencia de su padre es tan enorme que no lo expulsan! ¡ES INJUSTO! ¡QUE ÉL SI PUEDA HACER SU SANTA VOLUNTAD!
– Es cierto ¡Grandchester es un delincuente! Bebe, y ahora hasta fuma, se pelea y llega tarde a misa o no asiste a ella y ¡Es él único que puede hacer todo esto, gracias a la gran influencia de su padre! – Replicó Michael disgustado al ver la reacción de Joseph y Frederick – Puede hacer todo lo que se le da su regalada gana y no es justo, mientras a nosotros si nos castigan. El ya no debería de estar estudiando más aquí. Este lugar no es para delincuentes cómo él.
– ¡Quieres bajar la voz, nos van a descubrir! – Susurró enojado Joseph – ¡Michael! Alguna vez te has preguntado ¿Por qué Grandchester es cómo es, por qué es tan rebelde? – Preguntó con un ligero irritación en su voz.
– No y no me interesa saber. – Se volteo Michael para el ventanal del dormitorio y crispando sus puños – ¡Me alegro que ahora finalmente se la esté pasando muy mal!
– ¡Michael no puedo creer lo que estás diciendo! ¡Me voy! – Masculló Joseph molesto con la situación.
– Joseph, Frederick… antes de salir fíjense que no haya ninguna Hermana. – Pidió Leonardo con voz baja.
– Este será el último Terruce. – Repuso la Rectora, asentí con la cabeza y tragué aire. La Rectora toco mis muslos con la paleta calculado el lugar hacia donde propinar el golpe, hecho el brazo para atrás y con una fuerza nada igual a los golpes ya propinados descargo el último golpe de aquel correctivo. Finalmente, el castigo termino y caí hincado al piso llorando sin consuelo sosteniéndome de una manija de los cajones de mi escritorio.
– Terruce aparte del correctivo… tus vacaciones de invierno serán canceladas, no saldrás del colegio hasta las vacaciones de verano. ¿Entendiste?
– Si Hermana. – Apenas pude decir, aun en rodillas y llorando por el ardor que sentía en las piernas, era como si me las hubieran quemado.
– Hermana Margareth ayude a Terruce a levantarse y llévelo a su cama.
Cuando escuché a la Rectora refiriéndose a la Hermana Margareth palidecí ¡Ella se había quedado mientras me castigaban! No pude ni levantar la mirada me sentía tan humillado. La Hermana Margareth se puso en cuclillas y me levanto la barbilla para mirarla fijamente a los ojos. Yo esquive la mirada hacia otro lado.
– Terry ya pasó, tranquilízate – y me dio un pañuelo para que me secara las lágrimas, ella me abrazo tiernamente y me acaricio mi larga cabellera castaña. – Espero que hayas aprendido la lección. Ven apóyate en mí para llevarte a tu cama. – Estaba tan avergonzado de que la Hermana Margareth hubiera presenciado mi correctivo. Siempre mi papá y Alfred me habían castigado en la privacidad de su despacho o de mi habitación, nunca delante de las demás personas.
– Hermana Margareth lo dejo en sus manos. Al terminar quiero verla en mi despacho ¡Inmediatamente! – Replicó la Rectora y salió del dormitorio con la paleta de castigo.
– Si Hermana Gray. – Mi supervisora me llevo a mi cama y yo aún no podía levantar mi cabeza. – Ya levanté el cobertor de la cama, puedes acostarte Terry.
No dije absolutamente nada, simplemente me acosté bocabajo y la mirada del otro lado, mirando a la pared. Ella supo que estaba avergonzado, así que me tapo rápidamente con el cobertor y se retiró.
Estaba en mi dormitorio… había pasado ya dos días, sólo sentía como las lágrimas rodaban por mis mejillas, el dolor y el ardor era insoportable, pero era más insoportable la soledad que estaba viviendo. Me habían cancelado mis vacaciones de invierno, quería estar en Escocia, estar fuera de este maldito colegio, me levante de la cama con muchos esfuerzos, fui donde estaba mi librero saque un libro y lo abrí, aquel libro tenía una foto, la foto de mi verdadera madre Eleonor Baker. La famosa actriz de Broadway. Miré la foto y empecé a llorar nuevamente y a preguntarme.
– ¿Por qué mi madre no me quería? ¿Por qué me había abandonado? Y si mi padre me había alejado de ella ¿Por qué no luchaba por recuperarme? ¿Por qué nunca me ha escrito? ¿Por qué nunca ha venido a buscarme, ni siquiera un quinto domingo? ¿Por qué recuerdo que ella era tan dulce y tierna y me amaba como una madre ama a su hijo? Cómo quisiera que ella supiera que me hace tanta falta, Que la necesito… necesito que me abrace, que me bese, que me consuele, que me perdone mis faltas y mi indisciplina, y también que se sienta orgullosa de mí… de mis logros ¿Por qué? ¿Por qué?
– Toc, Toc, Toc, – ¿Terry puedo pasar? Soy la Hermana Margareth.
– Si Hermana. – Guarde rápidamente la fotografía de mi madre debajo de mi almohada. – adelante.
– ¿Cómo estás Terry? Te traje la cena. – La hermana entro cargando una bandeja con comida caliente.
– Gracias Hermana. – Respondí limpiándome las lágrimas de mis ojos.
– Por lo visto has llorado muchísimo, tienes los ojos súper hinchados – Dijo poniendo la charola en la pequeña mesa.
– Si, un poco.
– ¿Te gustaría conversar conmigo? Mientras comes.
– Si Hermana, me encantaría – La Hermana Margareth me había ya perdonado, por alguna razón un pensamiento se me vino a la mente. – Hermana le podría pedir un enorme favor… si usted no está molesta conmigo por mi terrible comportamiento.
– ¿De qué se trata Terry? – Preguntó ella intrigada.
– Me gustaría mucho… si me pudiera dar un abrazo, necesito que alguien me abrace y que me perdonen. – comence a llorar.
– Terry ven acá. – Repuso con una sonrisa de comprensión y abrió sus brazos en forma de poder abrazarla.
– Gracias Hermana, necesitaba de esto – la abrace con ternura, era la única que me llamaba con mi diminutivo desde el día de los diplomas – Hermana Margareth no está enojada conmigo ¿Verdad?
– No Terry. – Ella aun no soltaba mi abrazo así permanecimos varios minutos. – ¿Quieres hablar? Tú conducta habla mucho de ti… si me platicas tus problemas quizá te pueda ayudar.
– No Hermana – rompí el abrazo – estoy bien… simplemente me siento un poco solo, eso es todo.
– ¿Por qué no confías un poco en mí? Me gustaría mucho ayudarte. Si solo te abrieras un poco. No es normal que un muchacho cómo tú, hagas estas cosas y a tú corta edad, eres un muy joven ¿Te gustaría que tu madre viniera al colegio para hablar contigo?
– ¡¿Mi madre?! ¡¿La Duquesa de Grandchester?! Ella nunca vendría al Colegio. – Alcé mi mano como indiferencia.
– ¿Duquesa de Grandchester? ¿Por qué la llamas así? ¿Cómo Duquesa y no cómo madre?
– Hermana – camine aun adolorido hacia el ventanal de mi dormitorio – le confieso algo.
– Adelante Terry.
– Mi madre nunca me ha querido – tome la cortina que estaba abierta y la estruje con mis manos con fuerza – "Ella me odia" ¡No merece que le diga madre! – Aunque pensaba realmente en mi verdadera madre, en Eleonor. – Prefiero llamarla Duquesa – Suspire tristemente mirando las estrellas y una luna creciente – es así cómo todo el mundo la llama… "La Duquesa de Grandchester"
– Terry… no digas eso, ella te ama.
– Nunca ha venido al Colegio – voltee a verla y después regrese la mirada afuera del ventanal donde a lo lejos se veía los dormitorios de las chicas – nunca viene un quinto domingo, ni festivales, ni a las ceremonias o cuando me dieron mi diploma de excelente aprovechamiento académico. – y sentí que mi voz flaqueaba como si tuviera un nudo en la garganta. – antes de venir aquí a este colegio, mi madre era la que siempre estaba pendiente de mi educación y hablaba con mis profesores, siempre iba al colegio para que la felicitarán por mi aprovechamiento académico o reprenderme cuando el director la llamaba cuando cometía alguna falta de indisciplina… pero ahora se han olvidado de mí… ¿Cuándo han venido a verme... ni siquiera un quinto domingo? Nunca.
– Terry… lamento escuchar eso… ven aquí – ella me volvió a abrazar y con su mano derecha me acariciaba mi nuca y mi cabello, creí que iba a enloquecer, esto es lo que había deseado por tanto tiempo… ¡Un abrazo!
– ¿Cómo te sientes de tú correctivo? ¿Te duele mucho? ¿Veo que cojeas aun?
– Si me duele mucho la parte trasera de mis piernas – me aferre a ella – La Rectora fue muy severa conmigo. – Trataba de aguantar el llanto, sentía mis ojos cristalinos.
– Te voy a traer una pomada y algo para que puedas dormir tranquilamente, siento que no has podido dormir casi nada.
– Gracias Hermana. Usted siempre ha sido muy buena y comprensiva conmigo.
La Hermana Margareth salió de mi dormitorio y fue a la enfermería donde ahí se encontró a la Rectora.
– Hermana Gray me alegro de verla – Suspiro – Terruce está un poco mal y pensaba llevarle una pomada para aliviar un poco el ardor que tiene a causa del correctivo.
– Está bien Hermana, ¿Desea decirme algo más? La veo un poco ansiosa de preguntarme algo.
– Si Hermana… yo… yo… – tartamudeó.
– ¡Hable Hermana! ¿Qué es lo que desea decirme?
– Me preguntaba si podríamos llamar a la madre de Terruce y si ella podría venir al Colegio para que viera a su hijo, él está muy deprimido. Y me preguntaba…
– ¡¿Hablar con la madre de Terruce?! ¡NO! El Duque de Grandchester me dijo que no se le hablara de ninguna manera, a ¡La Duquesa! El Duque específicamente me indico que si tuviera algún problema, que él lo resolvería y no ella, si él estuviera fuera de Inglaterra que lo esperara hasta que él llegara. De ninguna manera puedo molestar yo a La Duquesa de Grandchester.
– Hermana Gray ¿Por qué su madre no quiere ver a su hijo? – Preguntó la supervisora con una mirada intencionada.
– ¡Hermana Margareth eso a nosotros no nos concierne! Y le suplico que no se entrometa en los asuntos familiares de Terruce Grandchester. ¿Entendió Hermana?
– Si Hermana. Voy por la pomada y una bebida para que pueda dormir tranquilamente.
– Vaya Hermana. – Esa misma noche la Rectora pidió al Duque que viniera al colegio por un asunto muy delicado.
Estaba sentado en mi cama recargado en la pared, traía puesto una pijama de seda azul marino, estaba estudiando física cuando la Hermana Margareth toco a mi puerta y entro con una pomada y una bebida de hierbas, me pidió que me acostara bocabajo y me descubriera. No hice ningún comentario simplemente hice lo que me indico y voltee mi cabeza al otro lado mirando a la pared y mis brazos sobre la almohada tratando de ocultar mi rostro.
– ¿Qué te ocurre? ¿Sucede algo? – Preguntó la Hermana cuando termino de aplicar la pomada – No me has dirigido la palabra en todo este tiempo.
– No es nada Hermana… simplemente que tengo vergüenza.
– ¿Vergüenza? ¿De esto? ¡Vergüenza debería de darte lo que hiciste! ¡Es increíble que a tus casi 15 años ya fumes! Dime ¿Qué es lo que pretendes o qué quieres probar? ¡Es que no es normal que un muchacho como tú ya tengas vicios a tu corta edad!
– Si lo sé… "soy horrible"
– ¡TERRUCE! – Gritó – ¡Deja de tener ese concepto acerca de ti!
– No quiero probar nada hermana simplemente… me siento muy solitario. –me incorporé lentamente y me tapaba con la sábana hasta quedar sentado en la cama.
– ¡¿Y de quien es la culpa?! Nunca te has querido relacionar con tus compañeros de clases ¿Por qué? ¿Por qué nunca asistes al salón de recreo para que converses con ellos?
– ¡No necesito de su amistad! Todos creen que soy un delincuente quien no debería de estar más en el colegio.
– ¡TERRY BASTA! ¡Tú eres él quien se aleja! ¡Deja de pensar que nadie te quiere y que todos te odian! ¡Tú estás en esta soledad porque así tú lo quieres! ¿Qué secretos escondes que no te deja vivir? ¡Mírate! ¿Por qué no derrumbas esta barrera de hierro que te hace sentir tan miserable e inseguro de ti mismo? – Baje la mirada al colchón – ¿Has tratado de conversar con las chicas? Estoy segura que les encantaría platicar contigo.
– El reglamento del colegio lo prohíbe. – Replique con amargura.
– ¡Por dios, si tú eres quien siempre viola el reglamento del colegio! Además, quien dice que no puedes conversar con las chicas cuando están en descanso en los jardines del colegio… pero tú prefieres irte tan lejos que no permites hacer amistades ni con las chicas ¡Mírate! – Me levanto la barbilla – Eres muy guapo, tienes unos hermosos ojos azules y tu larga caballera castaña que estoy segura que si trataras de conversar con alguna chica se sentirían muy alagadas.
No pronuncie palabra alguna, me sentía miserable… ella tenía razón y aquello me dolía aún más.
– ¿Por qué no lloras? ¿Por qué siempre te reprimes?
– Hermana, aunque no me crea… lloro mucho.
– Sabes que llorar en silencio ¡Es malísimo! ¿Sabes por qué la gente llora? Para desahogarse… para desechar todo lo malo, el coraje, los odios, las frustraciones, ¡Los regaños! El llorar te hace sentirte mejor, la gente necesita desahogarse y tú siempre te reprimes. Cuando la Rectora te llama la atención te reprimes nunca has llorado libremente.
– Siempre he llorado en silencio.
– ¿Por qué no lo haces? Ya verás que te sentirás mejor. – Sonrió y me miro a los ojos directamente mientras sostenía mi barbilla. – Sé que estas muy avergonzado y enojado, tu mirada lo refleja, tu mirada habla mucho de ti… aunque tienes unos hermosos ojos, reflejan una enorme tristeza en ellos, deberías de sacar todo lo malo que tienes aquí adentro – dijo tocando mi corazón
– Hermana yo...
– ¿Es acerca de tus padres? Ellos te quieren mucho, simplemente que ellos son… "Duques" y viajan constantemente y tiene muchas responsabilidades y negocios que hacer… pero ellos se preocupan por ti.
– Dudo mucho que mis padres se preocupen por mí.
– Sabes, que cuando el Duque trajo a Teodora al colegio, la Rectora se opuso completamente y tu padre estuvo alegando más de hora y media para que Teodora estuviera contigo. – Comentó haciendo un mimo en mi mejilla y limpiando las lágrimas con su dedo pulgar.
Las palabras no me salían de la garganta, la Hermana me tapo nuevamente con el cobertor y me dio la bebida de hierbas para que pudiera dormir tranquilamente, se despidió y salió de mi dormitorio.
¿Por qué es tan difícil para mí sacar todo este odio que tengo aquí adentro? ¿Por qué me permito vivir en este infierno… en esta soledad? – Sentía un fuerte dolor en mi pecho y mi boca estaba cerrada como si tuviera pegamento, las lágrimas no paraban de salir, aun así, no emitía ruido alguno como si mis padres estuvieran presentes en mi dormitorio mirándome y recriminándome como en el pasado, finalmente el sueño me venció y me quede dormido profundamente.
El Duque de Grandchester llego al colegio esa misma noche donde la Rectora lo estaba esperando en su oficina.
– ¡Duque de Grandchester! Me alegro que haya venido. – Saludo la Rectora cuando entro a su despacho esa misma noche. – Por favor tome asiento.
– Buenas noches Hermana Gray ¿Cómo ha estado mi hijo? – El Duque tomo asiento con una mirada intimidante – ¿Qué hizo Terruce para que viniera al Colegio inmediatamente a estas horas de la noche?
– En realidad Duque no sé… como comenzar… – Ella se detuvo buscando las palabras exactas – lo que hizo su hijo fue muy grave.
– Hermana Gray ¡¿Dígame qué hizo Terruce?! – Replicó el hombre con fastidio.
– Terruce fue sorprendo fumando… y en su dormitorio encontramos dos cajetillas de cigarros.
– ¡¿QUEEEEEEEEE?! – Grito con vehemencia – ¡¿Terruce fumando?! Pero si solo tiene catorce años, ¿Cómo obtuvo las cajetillas de cigarros Hermana Gray? – Preguntó el padre alzando la ceja en un gesto de desaprobación.
– Él nos dijo que trajo las cajetillas cuando entro de sus vacaciones de verano… Duque de Grandchester.
– ¿En Escocia? ¿Cómo habrá obtenido las cajetillas? Terruce no tiene dinero en efectivo y aún así, aunque tuviera efectivo nadie le vendería a un menor de edad cigarrillos, ¡Está prohibido! – dijo dudativo.
– Duque de Grandchester… también ha bebido alcohol... – tenía que avisarle también y el duque se sorprendió aún más – Terruce fue severamente castigado y sus vacaciones de invierno fueron canceladas, claro está que... si usted decide que sus vacaciones no sean canceladas, no habrá ningún problema.
– No, opino que fue el mejor correctivo para Terruce que sus vacaciones hayan sido canceladas, para que medite y recapacite referente a las consecuencias de sus actos... sobre el alcohol y fumar a su corta edad. Me gustaría ver a mi hijo Hermana Gray.
– En estos dos días no ha podido dormir muy bien Duque, así que le dimos un té de hierbas para que pueda dormir tranquilamente.
– Ya veo Hermana… aun así, me gustaría verlo. – pidió el hombre con decisión.
– Claro Duque de Grandchester, lo acompañare a su dormitorio.
– Preferiría ir solo Hermana Gray. – se despidió y se levantó de la silla, dirigiéndose a la puerta.
– ¿Duque de Grandchester? – La Rectora hizo un gesto, pero luego se detuvo si debiera preguntar o no.
– Si, ¿Desea decirme algo más? – Preguntó el Duque al ver a la Rectora un poco indecisa cuando él abrió la puerta de la oficina.
– Últimamente Terruce ha estado muy deprimido… – le costaba trabajo encontrar las palabras adecuadas para proseguir – sería bueno que… la madre de Terruce viniera al Colegio a verlo.
– Hermana Gray ¿Terruce ha solicitado que su madre venga al Colegio? – Preguntó el Duque incrédulo.
– No, no específicamente.
– Hermana, la madre de Terruce no puede venir al Colegio, ella acaba de dar a luz a un hermoso niño justamente hace una semana. Y por el momento venir al Colegio no es muy conveniente para su estado… con un bebé recién nacido y con otros dos hijos de nueve y ochos años le es muy difícil.
– ¡Es cierto, me entere por los periódicos, muchas felicidades Duque de Grandchester!
– Gracias Hermana, Me retiro. – Toc, toc, toc. ¿Terruce puedo pasar?
El Duque abrió la puerta y vio que su hijo estaba profundamente dormido. Él se acercó y se sentó en su cama, estaba dormido bocabajo y acaricio su larga cabellera castaña por algún tiempo, lentamente y con cuidado alzo el cobertor que lo cubría sin despertarlo y vio con un profundo dolor sus glúteos y muslos. Volvió a tapar cuidadosamente a su hijo con cariño, el Duque se le veía triste y melancólico y lloraba en silencio mientras acariciaba la espalda de su hijo afectuosamente, permanecio ahí mas de una hora contemplando a su hijo, finalmente se despidió dándole un beso en su mejilla. Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, abrió y volteo para ver el cuerpo dormido de su hijo, dio un fuerte suspiro y cerró la puerta tras de sí. – Terry, adiós hijo mío.
PRESENTE
29 de enero 1931
New York.
– Hoy es lunes, hoy es mi día de descanso ya que no hay función y quiero pasarla todo el día contigo. – decía Terry cuando los niños se fueron ya a la escuela y también era el día de descanso de Dorothy. – Ya que en mi cumpleaños estuvieron mis padres todo el día y no pudiste darme mi regalo – Le dijo con un giño pícaro.
– Lástima, perdiste tu oportunidad ya que te estaba esperando en la noche con una camisola bastante sexi para darte tu regalo y ¿Cuál fue mi sorpresa? Qué saliste a festejar con tus colegas del teatro al finalizar la obra, y yo aquí esperándote hasta las tres de la madrugada cuando te dignaste a llegar. – se cruzó de brazos. – y aun así estaba dispuesta a darte tu regalo, sin embargo, apenas tocaste la cama y ya hasta estabas roncando como una piedra.
– ¿Qué querías que hiciera? Me invitaron a un bar para festejarme y no me podía negar. Era una invitación de mi Director – puso una mirada tan tierna para ablandar a su esposa.
– Sí, claro, – hizo un gesto chistoso y con voz de burla dijo – no queremos que tus compañeros del teatro te digan "¡A poco te regaña tu esposa por llegar de madrugada a la casa!"
– No, porque ellos saben que mi hermosa esposa y comprensiva – dijo Terry abrazándola por su cintura – no me regañaría por llegar tan tarde a casa – se acercó aún más a sus labios.
– Pero por llegar bastante ebrio a casa... quizá sí – dijo esquivando el beso que le estaba dando Terry, pero aun así la beso su mejilla y bajando hasta el cuello.
– ¿Me va a castigar la señora Grandchester? – Decía mientras besaba su cuello un poco más apasionado y bajando hasta su pecho.
– Posiblemente, ya que había comprado una hermosa camisola bastante sexi y pensaba modelártelo… pero perdiste la oportunidad.
– Qué puedo hacer para que me perdones y me modeles esa camisola que compraste para mi cumpleaños…
Colegio.
Ricky Grandchester.
– Muy bien muchachos, la próxima semana comenzarán los exámenes así que les sugiero que se ponga a repasar todos sus resúmenes y ejercicios de matemáticas, hoy voy hacerles una prueba.
– ¡¿Qué?! – Todos los alumnos protestaron.
– Va a ser un examen de simulacro para que vean que materias les fallan o donde están bien. Además, el resultado de esta prueba no va a contar, así que es simplemente un repaso. – los niños suspiraron alegremente.
Al finalizar la clase la maestra califico rápidamente y le dio a cada niño su examen de repaso.
– Muy bien niños, debo de confesar que salieron muy bien en general. – Ricky vio que tenía 9 de calificación cuando sonó la campana de salida y todos estaban ya listo para salir – Como se les aviso desde la semana pasada, todos los talleres extracurriculares de esta semana, no habrá clases, así que se pueden ya retirar.
– ¡Ohhh no puede ser! – decía Ricky con tristeza mientras guardabas sus cuadernos en su mochila.
– ¿Qué sucede? – Pregunto Kevin su mejor amigo del salón de clases.
– Se me olvido decirles a mis padres que esta semana iba a salir dos horas más temprano.
– Que lastima, yo si le avise a mi mamá y ella va a venir por mí y hasta aprovecho para hacerme una cita con el Doctor ya que no se me quita el dolor de mi pierna.
– Ahora me tendré que esperar en el patio aburriéndome hasta que mi padre llegue por mí.
– No te preocupes, le puedo decir a mi mamá que te lleve a tu casa, a dos cuadras esta el consultorio, estoy segura que no se negará.
– ¿Estás seguro? Igual se enoja tu mamá.
– Para nada, aquí entre nosotros… mi mamá es una gran admiradora de tu papá – se acercó al oído de Ricky – ha ido al teatro a verlo tres veces. – ambos comenzaron a reír.
Ricky estaba feliz de haber llegado a casa temprano, pues tendría tiempo para hacer una nueva carta a Emma y mostrarles a sus papás que había sacado una buena calificación en el examen de hoy, aunque fuera un repaso.
Abrió la puerta de su casa y vio que no estaban en la sala, así que pensó que estaban en su recamara y abrió la puerta sin tocar.
– ¡Papá! ¡Mamá! – Cuando vio que sus padres estaban en la cama besándose muy apasionadamente. – Ya lleg…
– ¡RICKY! – Terry fue el primero en verlo y tapo a Candy con la sabana rápidamente. – sal de la habitación, salgo en un momento.
– Yo lo siento – cerró la puerta y se dirigió a la sala, estaba en shock.
– ¡Ahhh Dios mío! No puedo creerlo – Exclamó Candy apenada mientras ambos se levantaban de la cama y se vestían.
– Voy a hablar con Ricky – decía Terry enojado. – ¡Qué demonios está haciendo Ricky en la casa cuando hoy saldría del colegio hasta las cuatro de la tarde!
– Cariño, por favor no te enojes con él, al contrario, debe de estar en shock, – pidió Candy preocupada – no debe ser algo fácil para él asimilar lo que vio.
– No te preocupes mi amor, voy hablar con él. – le beso la mejilla para que no se preocupara.
– Ricky – dijo Terry cuando entro a la sala y vio que su hijo estaba sentado en el sillón a punto de las lágrimas.
– Lo siento papá, se me olvido decirles que esta semana suspendieron las actividades extracurriculares y la mamá de Kevin me trajo a casa.
– Bueno… y que te he dicho primero de tocar la puerta antes de abrir. – le dijo mientras se sentaba a lado de su hijo acariciaba su mejilla y le limpiaba las lágrimas.
– Lo lamento papá. – abrazo a su papá mientras enterraba su rostro en el pecho de su padre. – yo… yo…
– Ricky no te preocupes por eso en este momento, me preocupa más de cómo te sientes con lo que viste. – Le acaricio su cabellera castaña – no quiero que mal interpretes lo que viste.
– Yo no sé, ni que fue lo que vi.
– Bueno, aun eres muy pequeño para saber… pero te puedo decir que es un acto de amor… cuando los padres se aman muchísimo como yo amo a tu mamá. Y no hay nada de malo en eso. – le levanto el rostro y le sonrió. – es algo muy natural entre papá y mamá y es tan maravilloso este acto de amor que es por eso que tú y tu hermana están aquí con nosotros.
– Comprendo.
– Aun así, es algo muy íntimo y privado entre los padres, y no debes de abrir las puertas sin permiso.
– Es por eso que su habitación esta casi siempre con seguro.
– Bueno, – se sonrojo el hombre – es algo que no deseaba que supieras… ya que eres un niño de casi 10 años, pero no pienses en eso, más bien es… que tu mamá como yo queremos privacidad… es difícil de explicar…
– Es como cuando le escribo una carta a Emma o cuando estoy leyendo sus cartas y no quiero que Maggie lea mis cartas.
– Exactamente. Sin embargo, tú no puedes poner seguro a tu puerta bajo ninguna circunstancia. Maggie como tú deben de respetar la privacidad de cada quien y siempre tocar la puerta y recibir respuesta antes de abrir.
– Si papá
– ¿Ya estás mejor? – Movió la cabeza afirmativamente – bueno, vete a cambiarte de ropa y acompáñame a recoger a tu hermana al colegio.
– Si papá – en ese momento Ricky entro a su recamara.
– Candy – dijo Terry cuando vio que su esposa entraba a la sala.
– Escuche todo lo que le decías a Ricky, gracias – se acercó a su esposo – a veces no es sencillo de explicar estas cosas.
– Te confieso algo – miro aquellas lagunas verdes – también descubrí a mi padre y con una amante, para mí fue una experiencia horrible porque por mi culpa despidieron a una escolta, a Paul y por muchísimos años pensaba que no era productor del amor… sino algo sucio y deshonroso ya que mi padre tenía muchas amantes y pensaba que mi mamá era una más del montón.
– Terry…
Casa de Andrea Rosemont.
– ¿Andrea ya viste él periódico de hoy? Pensé que iba a salir la nota hasta mañana, eres rápida. – decía Alexander enseñándole el periódico.
– Ya sabes, Grandchester es un ogro que casi no socializa fuera del trabajo, ¡Era su cumpleaños! Y no podía pasar esta gran oportunidad, salir con todos los actores fue una excelente idea.
– Pensé que habías olvidado ya tu venganza con Grandchester.
– Lo hubiera pasado por alto, si tú no hubieras abierto esa gran bocota que tienes, saber que la esposa de Grandchester les pidió a los medios que me entrevistarán para que posteriormente tuvieran una gran entrevista con el primer actor. ¡Fue humillante para mí! Pensaba que realmente si les interesaba, que era importante para ellos, hasta la prensa internacional. Me sentí tan humillada cuando confirmé lo que me habías dicho era verdad.
– Jajaja, es que se te subieron los humos a la cabeza y alguien te tenía que aterrizar. – le guiño el ojo. – no podía soportar que fueras engañada, mi princesa.
– ¿Crees que Grandchester se acuerde de lo que paso en el bar? – Pregunto Andrea viendo el periódico.
– Lo dudo mucho, Grandchester bebió bastante, pero unas gotitas de somnífero hacen maravillas, ni creo que se acuerde quien lo llevo hasta su casa.
– La fotografía principal en el periódico salió genial, se ve claramente que Terruce me estaba besando y en otras fotos con todo el grupo celebrando. ¡No me puede culpar! Fue algo muy casual.
Colegio de Maggie.
– ¡Papá! – Salió Maggie del colegio corriendo y abrazando a su padre como siempre. – Hoy me fue muy bien en la escuela.
– Excelente mi amor, – le dio un beso mientras tomaba su mochila y se dirigían al carro.
– Hola Ricky ¿Por qué no tienes el uniforme del colegio? – lo saludo y Maggie se sentó en el lugar del copiloto y Terry comenzó a manejar.
– Llegue temprano a casa, esta semana no voy a tener clases extracurriculares.
– ¡Qué bien! ¡Papito! ¡Papito! ¿Me puedes comprar mi libro de historietas? Que me gusta mucho y que sale cada mes.
– Hoy no es primero de febrero mi amor, es mañana.
– Pero estoy segura que ya está a la venta, ¡Mira ahí hay un estaquillo de periódicos! ¿Puedo preguntar si ya llego?
– Está bien, ten – se estacionó y le dio dinero para comprar su revista mensual.
– ¿Y yo puedo comprar una historieta para iluminar? – Pidió Ricky.
– Si claro, pero no se tarden mucho, desde aquí los estoy vigilando.
Los niños se bajaron y mientras buscaban las historietas, vieron el periódico.
– Mira Ricky ¿Es papá que está en el periódico? ¡Y se está besando con otra mujer! – decía mientras le enseñaba la portada del periódico donde había varias fotografías.
– Déjame leer la nota. – Tomo Ricky el periódico.
Antonio y Cleopatra se besan apasionadamente en un bar de la ciudad a altas horas de la noche, seguramente Terruce Grandchester tiene un romance con su compañera la hermosa actriz Andrea Rosemont.
– ¡Papá! ¡Papá! – Ricky se dirigió al carro y le enseño el periódico. – ¿Es verdad que tienes un romance con tu compañera de teatro… con la actriz Rosemont?
– ¡¿Qué?! Dame eso. – miro las fotografías. – Esto no puede ser.
– Papá ¿Por qué estas besando a Andrea en la boca papá? – Decía Ricky incrédulo con la noticia del periódico.
CONTINUARA…
