CAPITULO 15

PASADO

VERANO DE 1912

15 años.

Al siguiente día mi padre partió a Londres y Alfred se quedó conmigo enseñándome a manejar el automóvil, una vez que aprendí aumente un poco más la velocidad, no me costó ningún trabajo aprender a manejar.

– ¡Más despacio mi Lord, quiere que no matemos! – Exclamó Alfred aferrado al asiento asustado.

– Alfred no seas aguafiestas. – Aumenté un poco más la velocidad.

– Estas cosas no son cómo los carruajes.

– ¡Si, no es fascinante! ¡Podemos ir mucho más rápido que ellos!

Después de un tiempo de pasear por toda Escocia con el automóvil decidí ir a cabalgar con Teodora, darme un duelo real con Alfred quien era muy bueno manejando la espada, y finalmente nadar por el Lago. Ya estaba atardeciendo y se veía el sol ocultándose lentamente en el lago, el paisaje tenía varias tonalidades de naranja y el viento soplaba agradablemente.

– ¡Que hermoso es el ocaso! ¿Verdad? – Comentó Alfred sentándose junto a mi lado para apreciar el atardecer.

– Así es Alfred, es muy hermoso ver el ocaso en Escocia.

– Cuando estoy tan relajado cómo en esta ocasión se me antoja un cigarro ¿No quieres un cigarro? Me entere que ya has fumado. – Indagó él sacando una cajetilla de su saco.

– No, le prometí a mi padre que ya no fumaría.

– ¿Estás seguro? Al fin de cuentas tu padre ya no está más en Escocia. Y yo no le diría nada a Su Excelencia si fumas un cigarro conmigo.

– ¿No te enojarías conmigo Alfred? – Pregunté inseguro si debería tomar el cigarro.

– No ¿Por qué? Te confieso algo, yo comencé a fumar cuando tenía 15 años, aunque no lo creas fui un hombre rebelde en mi época de estudiante. – Replicó Alfred sonriente.

– ¿Tú Alfred? No te imagino un rebelde, siempre has sido muy disciplinado y muy formal.

– Cambias cuando ya eres adulto, no puedes hacer las mismas cosas cuando eres un adolescente. ¿Aceptas? – Abrió la cajetilla de cigarros.

– ¡Bueno, está bien! Solo uno. – Tomé un cigarro de la cajetilla que me estaba ofreciendo y por alguna razón extraña vi reflejado una mirada de tristeza en los ojos de Alfred y un mal presentimiento sentí.

Con inercia voltee y vi a lo lejos a Clark uno de mis escoltas, son mudos, no se mueven y no hablan, pero esa tarde Clark se escondida en un árbol y creí que él si iría con el chisme con mi padre si me veía que estaba fumando.

– ¿Lumbre? – Preguntó Alfred encendiendo un fósforo.

– No gracias – devolví el cigarro a la cajetilla – le di mi palabra de noble inglés a mi padre que no fumaría.

– Si le dio su palabra de caballero Inglés… entonces no debe de romper su palabra de honor.

– Alfred, Clark ¿Qué informe me tienen acerca de Terruce? – Había dicho el Duque de Grandchester quien los había citado en un Hotel de Escocia al siguiente día.

– Su Excelencia, no acepto el cigarro, se lo ofrecí como habíamos acordado. Su hijo me dijo que le había dado su palabra de caballero Inglés de que no iba a fumar.

– Clark ¿Tú qué me dices? ¿Hizo Alfred lo que le pedí que hiciera? – Se dirigió a la escolta con una mirada despectiva.

– Así es Su Excelencia, su hijo al principio había agarrado el cigarro en sus dedos, pero cuando iba a prender el cigarro puso nuevamente el cigarro en la cajetilla.

¡MALDICION! – Gritó el Duque con gran frustración – ¡Alfred te harás encargo de Terruce en sus vacaciones en Londres! ¡No quiero que lo pierdas de vista! Tú eres el hombre de mi mayor confianza.

– ¿Pero Duque de Grandchester? yo… yo… – comento con una gran desilusión por la tarea de cuidar a Terry en sus vacaciones nuevamente. – Lo haré Duque de Grandchester, me encargare de Terruce en sus vacaciones en Londres. – Dijo resignado, no podía negarle nada a su patrón.

Al siguiente día Alfred y yo salimos de Escocia manejando el automóvil que mi padre me había regalado con la condición de no acceder los límites de velocidad en el camino. Alfred y yo hablábamos de muchas cosas, mientras que él de vez en cuando echaba un vistazo de reojo a qué velocidad iba.

– Mi Lord, le he dicho que baje la velocidad, casi chocamos con ese carruaje. – Dijo con tono preocupado.

– Alfred ¿Por qué siempre me dices Lord? No somos amigos.

– Cómo hijo del Honorable Duque de Grandchester debo de dirigirme a usted con el debido respeto que se merece.

– Alfred, ¿Tú crees que cuando cumpla la mayoría de edad obtendré el título de Marques? Si mi padre ni siquiera deja que vaya al Palacio en Londres… yo sé que el heredero de la gran fortuna de mi padre y el titulo será para Edward y no yo. Así que no me llames Lord, mis amigos me llaman Terry.

– Me temo que no puedo hacer lo que me está pidiendo mi Lord.

– Ni hablar, no puedo hacer cambiar tu manera de ser conmigo. – Respondí resignado – ¿Cómo está mi madre y mis dos hermanos?

– La Duquesa está muy bien y acaba de tener otro hermoso hijo varón.

– ¿De verdad? ¿Cuándo se alivió? – Pregunte curiosamente.

– En diciembre se llama George y tiene 7 meses de nacido ¿Te gustaría conocerlo?

– Me encantaría, pero ni siquiera puedo entrar al Palacio, tengo prohibida la entrada al Palacio.

– Trataré si puedo hacer algo para que entres a la residencia de los Grandchester, es también tuya como los hijos de la Duquesa.

Llegamos a Londres y nos hospedamos en el Hotel Savoy uno de los más lujosos y exclusivos Hoteles en Londres. Una vez que estábamos instalados en el Hotel hicimos planes para ir al teatro a ver la obra de Hamlet, aquella obra que había leído en tantas ocasiones que ya me sabía los diálogos de memoria.

Llegamos al teatro, aquel teatro era tan lujoso, pisos de mármol y techos altísimos y con varios candelabros enormes de cristal cortado, esculturas de marfil y dos estatuas altas de color de oro, tan lujoso como un Palacio, nunca me imaginé que los teatros fueran de aquella forma, me los imaginaba mucho más simples.

Las señoras vistiendo sus mejores galas como los caballeros, eran cómo si fueran a visitar a los reyes de Inglaterra. Hamlet fue la segunda obra que vi, me enamoré de aquella primera vez, las luces, la escenografía, la coreografía, la música en vivo, las actuaciones fenomenales… todo aquello que me había imaginado. Y por un momento me imagine que algún día yo sería como aquellos actores de Arte Dramático. – Algún día así será. – Me dije a mi mismo e interiormente sonreí y al terminar la función fue tan conmovedor que me salieron un par de lágrimas.

– ¿Le gusto la obra mi Lord? – Preguntó Alfred cuando salimos del teatro.

– ¡Me encanto Alfred! Supero todas mis expectativas.

– Las obras en Londres son muy buenas, pero son mucho mejores las obras en Broadway… haya se hacen las mejores obras teatrales.

– Lo dudo mucho, aunque me gustaría ir a ver una obra en Broadway, no creo que supere lo que he visto hoy.

– Quizá para el próximo verano lo lleve a Nueva York, eso si su padre se lo permite.

– ¡¿De verdad Alfred?! ¡¿Me llevarías a Broadway?! – Pregunté entusiasmado.

– Bueno eso si no cancelan sus vacaciones. – Comentó sonriendo y en aquel momento a lo lejos vimos a un señor aproximadamente de treinta y tantos años de traje negro y muy elegante. – Mi Lord me permite un momento, hay un amigo allá y quisiera hablar un momento con él.

– Si Alfred no te preocupes voy a comprar unas fotografías y algunos afiches de la obra.

Mientras que Alfred se iba a platicar con aquel caballero, yo me acerque a un estanquillo de periódicos, había un póster de Eleonor Baker y mi corazón comenzó a palpitar estrepitosamente, toque con mis dedos aquel póster grande y baje la mirada a los periódicos y me asombre a ver que en primera plana estaba ella, "mi verdadera madre" Tome el periódico en mis manos y alce la mirada para ver donde estaba Alfred, él todavía estaba platicando con aquel hombre muy atento a lo que él le estaba diciendo.

– Me vende este ejemplar por favor. – dije nerviosamente.

– Claro son 50 chelines. – Contestó el vendedor.

– Aquí tiene. – Rápidamente saque de mi bolsillo un billete de 5 libras.

– Joven, no tengo tanto cambio – me dijo el vendedor devolviéndome el billete y yo únicamente miraba a Alfred con nerviosismo.

– No sé preocupe quédese con el cambio – en aquel momento vi que Alfred se estaba despidiendo del caballero y rápidamente rompí la hoja donde estaba el artículo de mi madre y lo guarde en mi bolsillo de mi pantalón y el resto del periódico se lo entregue – aquí tiene señor, muchas gracias.

Llegamos a un restaurante y conversamos de la obra entre otras cosas más.

– Mi Lord acabo de recibir noticias ¿Creo que le van a gustar?

– ¿De qué se trata Alfred?

– Tenía algunos asuntos pendientes y sólo iba a estar con usted un par de días aquí en Londres con usted, pero todo se solucionó y voy a estar con usted todas las vacaciones ¿Qué le parece? ¿Le gusta la idea?

– ¡¿Gustarme?! ¡Es la mejor noticia que pude haber recibido Alfred! Sabes que me gusta mucho tu compañía. Y mis gárgolas nunca me hablan, parece que le comieron la lengua los ratones. – Respondí riéndome.

Ya en la noche y sólo en mi habitación empecé a leer el artículo de mi madre.

Eleonor Baker la famosa actriz de Broadway interpretará a Miranda en la obra "La tempestad" de W. Shakespeare a principios de diciembre, seguramente nos deleitará con su interpretación como lo ha hecho anteriormente con sus diversos personajes.

Ella es todavía la famosa actriz de Broadway – pensé tristemente – entonces… ella prefirió su carrera de actriz que a su hijo… que a mí… no, no puede ser… debe de haber un error. No puedo creer que ella no me ame… que me abandono por ser actriz. – Agarre la hoja del periódico con mis puños y lo apreté tan fuerte como si quisiera sacarle jugo.

Pasaron un par de semanas y fuimos a una tienda de prestigio a comprarme ropa, la ropa que tenía me quedaba chica había crecido muchísimo. Alfred me dejo cuatro horas con dos de mis escoltas con Stewart y Clark y una empleada para que ella me pudiera ayudar con mi guardarropa, en esas horas me compre 3 trajes completos uno negro otro café oscuro y otro completamente blanco. También compre 3 capas largas, un azul marino, blanco y un rojo cobrizo que me llegaban hasta la rodilla, la tela es bastante fina, era delgada pero muy abrigadora, todos los caballeros ingleses utilizaban estas capas de época del SXIX el cual representabas mucha más edad. Y algunos pares de zapatos que combinaran con los trajes, varias camisas de seda, también compre ropa de equitación, una chaqueta roja, pantalones para la equitación, un par de botas de piel negra y una loción muy exclusiva que me encantó su aroma.

Alfred llego a la tienda y firmo la factura de más de 18 mil libras, le pidió a la empleada que empaquetara la ropa y la llevara a la suite del Hotel Savoy.

– Alfred creo que me extralimite con la cuenta, ¡Gaste muchísimo dinero! – Había dicho realmente apenado de haber gastado tanto dinero.

– No se preocupe mi Lord, su padre ha pagado facturas suyas mucho más fuertes que esta factura.

– ¡¿De verdad?! – Exclamé sorprendido – Nunca creí que pagara tanto por mí.

– Sabes que aquí en Inglaterra tienes crédito ilimitado, es bueno ser el hijo del más alto noble inglés ¿Verdad mi Lord?

– Si, supongo que si Alfred. – Respondí con un dejo de tristeza.

Una mañana Alfred salió temprano del Hotel tenía algunos asuntos pendientes con el señor que había visto en el teatro. Había olvidado su cajetilla de cigarros en la mesita del té y me di cuenta que le faltaba 4 cigarros, por primera vez estuve tentado en agarrar un cigarro, pero mantuve mi posición, preferí salir de mi habitación a recorrer todo Londres en mi automóvil… de alguna manera de presumir mi nuevo juguete, visite lugares turísticos y en un impulso llegue a la carretera de Berkshire a 5 km de ahí estaba la Residencia de los Grandchester.

Llegué y miraba desde el largo rejado que cubría varias hectáreas de aquel Palacio, los enormes jardines podados recordando mi infancia en aquel lugar, cuando de repente vi un carruaje que tenía el distintivo Escudo de Armas de la Familia Grandchester, creía que ahí estaba la Duquesa de Grandchester, cuando vi saliendo a Alfred del carruaje.

– ¡¿Qué está haciendo aquí?! – Preguntó Alfred disgustado al verme.

– Yo… yo… sólo vine por un momento – Respondí tartamudeando al ver la expresión de enfado en su rostro – pero ya me voy en este momento.

– No te preocupes – suspiró fuertemente y se relajó dándome confianza nuevamente – si viniste tan lejos supongo que te gustaría entrar al Palacio.

– Me gustaría, pero no puedo entrar. – Le di la espalda a Alfred para dirigirme a mi automóvil – A mi madre no le gustará que entre.

– Ven conmigo, te dije que esta residencia es tan tuya como tus hermanos, pasa. – Llego a la entrada y hablo con dos guardias que estaban en el portal principal y entramos – no te preocupes tu mamá y tus hermanos no se encuentran, ellos nunca están en la mañana y tu padre, bueno sabes que él está en Italia, además ¿No te gustaría conocer a tu hermanito?

– Claro que me gustaría conocerlo.

Entre por primera vez a la residencia después de tres años, toda la decoración de la casa era como lo recordaba todo estaba impecablemente ordenado y limpio, se me vino a la mente que mi madre siempre tuvo esa estricta manía y me lo había inculcado rigurosamente porque ahora es cómo un instinto que tengo de mantener ordenado y limpio mi dormitorio.

Entre a la recamara del recién llegado a la familia… mi medio hermano Lord George Grandchester, cuando lo vi que gran decepción, no tenía algún parecido con mi padre quien era un hombre alto de 1.93 mts… de gran personalidad, bien parecido, ojos color grises y claro está con esa expresión de carácter bastante fuerte y severo. George tenía la cara horrenda de la Duquesa al igual que sus otros hijos Lord Edward y Lady Caroline, la Duquesa era baja de estatura 1.65 mts. Obesa y la cara de un cerdo o más bien parecía algún hámster que guardaba la comida en sus cachetes, su nariz chata y los ojos café claro. Eso sí, caminaba y se vestía con gran elegancia y porte distinguido, carácter fuerte cómo su altanería y soberbia de ser la Duquesa, el titulo más alto de toda la aristocracia.

Después de un rato entre a mi habitación estaba intacta, nada había sido removido ni la ropa, ni mis libros, de repente me acorde de un libro "De Shakespeare" aquel libro que mi madre me había regalado para que me acordara de ella en su ausencia por la gira que realizo por toda América. Agarré el libro y lo puse sobre mi pecho.

– Mamá ¿Por qué mamá? ¿Por qué me abandonaste? ¿Amas más tu carrera de actriz que a tu propio hijo? – Cuando escuche que otro carruaje llegaba a la residencia, me asome por la ventana y vi otro carruaje con el distintivo Escudo de Armas de la Familia, era la Duquesa y sus dos hijos bajando del carruaje. Supuse que si iba a estar en la residencia sería muy descortés de mi parte no saludar a mi madre y a mis hermanos. Baje las escaleras, suspire profundamente y me di valor para enfrentar a mi madre.

– ¡Terruce! – Exclamó sorprendida la Duquesa al verme.

– Buenas tardes, madre. – Respondí haciendo una reverencia sarcásticamente, y en ese momento entro mi nana – ¡Emilia! ¡Emilia! – Grite emocionado al verla.

– ¡Terry! ¡Terry! ¡Cuánto tiempo ha pasado! – Decía alegremente mi nana viniendo hacia a mí con los brazos abiertos, cuando la Duquesa la detuvo en seco.

– ¡Emilia! Dirígete a él con el debido respeto que se merece. – Dijo la Duquesa con tono autoritario.

– Si mi Lady – hizo una reverencia y después se dirigió a mí – mi Lord… es un placer de tenerlo en el Palacio.

– Emilia, puedes retirarte, ¿Qué estás haciendo aquí Terruce? – Preguntó la Duquesa clavando sus inquisitivos ojos cafés en los ojos tornasolados del joven.

– Sólo vine por algunas cosas y Alfred me invito a pasar al Palacio. – Contestó el hombre levantando la ceja.

– ¡¿Alfred?! Ya veo – me mando una mirada de su soberbia muy particular en ella. – ¡Vaya, has crecido muchísimo en estos tres años que no nos hemos visto! No pareces un chico de quince años.

– Así es madre, mido 1.73 de estatura, lo que usted nunca llegara a tener. – Repuso Terruce, contento al menos de poder expresar su disgusto.

– Mhhhhh. – El cuello de la Duquesa denotó la tensión que le imprimieron las palabras audaces de su hijo, pero haciendo un esfuerzo para dominar su mal genio, se tragó el coraje y continuó hablando – Ahora entiendo porque para ti es tan fácil conseguir bebidas alcohólicas y cigarrillos. Cómo siempre lo he dicho ¡Eres la vergüenza de la Familia Grandchester y un deshonor! – Continuó con su ácida ironía – Has lo que deseas hacer, finalmente supongo que está es tu casa también, aunque me gustaría que te fueras al hotel, tú presencia me es muy desagradable.

– No se preocupe madre, ahora mismo me voy del Palacio. – Contestó él reaccionando inmediatamente a las palabras hirientes de su madre mientras hacia una reverencia de por más exagerada.

– ¡Me alegra no repetirlo! Sabes muy bien que no eres bien recibido en esta casa.

Subí rápidamente a mi habitación y escondí el libro de Shakespeare bajo mi ropa. Alfred me escolto a la salida del Palacio y no pude despedirme de Emilia, fuimos a comer a un restaurante cerca del Hotel Savoy y ya en el atardecer caminamos cerca del Río Támesis, nos detuvimos en el puente de Westminster mirando el río mientras me reclinaban sobre el barandal de piedra, estaba melancólico viendo la Abadía de Westminster y el famoso reloj Big Ben.

– Alfred me he preguntado… ¿Si tú te acuerdas de mi madre? – Comenzó el joven aun con la mirada perdida en el río.

– ¿Su madre? ¿La Duquesa Mi Lord? – Preguntó Alfred casualmente haciendo un gran esfuerzo por permanecer sereno.

– No, mi verdadera madre yo… yo no me acuerdo de ella, no recuerdo ni su nombre, ni su imagen, supongo que ella era de cabello castaño como el mío. ¿Tú te acuerdas de ella? – Demandó el joven noble dejando el barandal y sentándose en una banca cercana.

– No mi Lord, no me acuerdo de ella. – Replicó él siguiéndolo y sentándose a su lado.

– Alfred ¿Cómo no te acuerdas de mi madre si tú has estado toda la vida con mi padre? Mínimo mi madre estuvo con mi padre 4 años.

– No lo recuerdo mi Lord. – Respondió un poco nervioso, aunque trato de mantener su aplomo.

– ¿Sabes realmente que fue lo que paso con mis padres? – Preguntó Terry sin poder contenerse más.

– Yo… yo… es algo que usted le debería de preguntar a Su Excelencia. – Titubeo.

– Mi padre no habla mucho del tema – suspiro tristemente – hubo una ocasión que me dijo que mi madre nos había abandonado... que se había ido con otro hombre. ¿Es verdad eso Alfred?

– Yo… no lo sé… si Su Excelencia le dijo eso… supongo que es verdad. – Respondió el hombre con un inexplicable enfado en su voz.

– Alfred ¿Por qué te pones tan alterado? – Preguntó Terry intrigado.

– No es que este alterado, simplemente que no me gusta hablar del tema, si me disculpas tengo cosas que hacer. – Se levantó de la banca e hizo mandar a una escolta por el carruaje.

PRESENTE

30 de enero de 1931

New York

Residencia de Eleonor Baker.

Eleonor miraba detenidamente las fotografías con incredulidad, mientras el Duque miro adentro del sobre y vio que había una tarjeta de presentación de un reportero del New York Times y con su número telefónico. Inmediatamente llamo al número.

– New York Times, habla al área de Edición y publicaciones, buenos días en ¿Qué le podemos ayudar?

– Me puede comunicar con el Sr. Robert Smith.

– Si claro, un momento por favor. – Pasaron algunos segundos – Robert Smith a sus órdenes.

– Sr. Smith habla el Duque de Grandchester, creo que me hizo llegar un sobre con varias fotografías acerca de mi hijo Terruce.

– ¡Duque de Grandchester! Buenos días, – tosió – así es, tenemos un rollo con varias fotografías de su hijo en nuestro poder, como política de nuestra empresa a veces no deseamos perjudicar a personalidades de alta jerarquía como usted comprenderá, así que, en estos casos excepcionales, hablamos con las personas afectadas. ¿Desea comprar el rollo fotográfico?

– ¡Claro que sí! ¿En dónde puedo verlo? – Decía sumamente enojado.

– En el restaurante del Hotel Plaza, normalmente ahí hacemos nuestras transacciones ya que hay un banco y es sumamente seguro para ambas partes. ¿A qué hora desea que nos veamos?

– Inmediatamente.

– Perfecto, en ¿Media hora, estará bien?

Hotel Plaza, Restaurante.

– Duque de Grandchester, es un honor conocerlo. – hizo el hombre una leve reverencia ya que el Duque lo dejo con la mano extendida y se sentó nuevamente a la mesa.

– ¿Cómo es que consiguió esas fotografías? – Fue el saludo del Duque ya que era un señor de treinta tantos años, barbudo y con un maletín ancho.

– En realidad fui yo quien tomo las fotografías, soy reportero y un excelente fotógrafo siempre cargo con una cámara – dijo mostrándole el maletín – nunca se sabe cuándo puedas obtener la nota de las ochos columnas ya que desde hace 12 años trabajo para el New York Times y he recibido dos premios Pulitzer.

– ¿Desea tomar alguna copa? – El reportero se extrañó ante tal petición – En realidad ya que voy a pagar un dineral por un rollo me gustaría saber la historia de esas fotografías.

– Claro, no hay problema – el señor estaba sumamente relajado y pidió un whisky en las rocas y el Duque pidió otro para él.

– Tenía como 10 minutos que había llegado a un bar de alto prestigio cerca de Broadway y de mi trabajo también, cuando llegaron como 15 personas y los llevaron a una parte privada del bar. Al primer hombre que reconocí fue a un señor de 65 años, era el Sr. Erlanger el mismísimo Director de las mejores puestas de Broadway ¡Toda una celebridad! Cuando lo vi a él, voltee a ver a la parte restringida donde estaban ellos y mi corazón se aceleró cuando la vi de cerca, a la famosa actriz Andrea Rosemont, bellísima, altísima, castaña y curvas de infarto, todos los actores de la obra Antonio y Cleopatra estaban ahí, la mayoría pidieron vino tinto, otros como Sr. Erlanger pidió Whisky, había pasado como una hora cuando llevaron un pastel de chocolate oscuro con fresas cubiertas, ahí me di cuenta que estaban festejando el cumpleaños de uno de los actores.

– Si el de mi hijo Terruce. – dijo el Duque muy atento a la historia.

– Justamente en ese momento saque las primeras fotografías de todos los actores, pero sobre todo de la Srita. Rosemont ya que soy un gran admirador de ella, – dijo el reportero sacando un sobre amarillo y enseñándole las fotografías. – Así que me cole a la parte privada de la fiesta.

Muchas felicidades Terruce – Había dicho el Director cuando el festejado apago sus velas – ¿Cuántos cumples? ¿34 años?

Así es Sr. Erlanger, ya siento que soy una persona vieja.

¡Qué dirás de mí! ¿Qué soy un pobre anciano que apenas puede moverse? – Ambos soltaron una carcajada.

Quiero agradecer este gran detalle por parte suya, es un gran honor para mí que el Director tenga tiempo para organizar este festejo. – comento Terry anonadado cuando sus compañeros de escena le dijeron que iban a celebrar su cumpleaños cuando finalizo la obra y que no podía desairara ya que era una invitación especial del Director.

En realidad, fue idea de todos los actores para romper el hielo contigo, – dijo el Director dando un sorbo a su Whisky – se quejan que eres muy antisocial y que no convives, Sofía tu esposa comento que es para que socialices, que no te apartes, que ellos no son unos leprosos.

¡¿Leprosos?! ¿Eso piensan? ¿Qué los considero unos leprosos? – Dio un sorbo a su Whisky.

Sofía y Steven el "Gran Cesar" dice que leproso no, – rio el hombre canoso – pero piensan que como eres de la nobleza, no quieres juntarte con ellos.

Sr. Erlanger, ¡Eso es completamente falso! No es que me sienta noble o superior a los demás.

Bueno, tengo que ser sincero contigo, desde la Premier de la obra sintieron el gran poderío de tu padre, el Duque de Grandchester como el de tu esposa, el Clan Andley. Dos apellidos con muchísimo poder, además está la prensa nacional cómo la internacional queriendo tener exclusivas tuyas… – Terry miro a su Director fijamente – acabas de cumplir 34 años, aun eres muy joven y te comportas como un ermitaño de 60 años. – le guiño el ojo. – me gustaría que te relajaras un poco cuando estas tras bambalinas y tener amistades no es tan desagradable como piensas…

Gracias por sus consejos, lo tomare en cuenta.

Bueno tengo que irme, – dijo levantándose de su asiento y dirigiéndose a todo el elenco – ¡Soy un viejo que ya no aguanta las desveladas! Pero no se preocupen que la fiesta todavía continúa y el festejo va por mi cuenta.

¡Viva! – Todos gritaron de alegría – ¡Más Whisky y más vino tino para las damas!

Esposo mío – dijo Sofía haciendo la voz de Fulvia – ¿Nos acompañarías con otra copa de vino?

¡Claro que sí! Qué este Antonio está muy sediento.

Ya probaron el pastel de chocolate con fresas cubiertas – dijo Alexander mientras se llevaba otro bocado de pastel – esta delicioso.

No, no me han dado mi pedazo de pastel.

– Paso como media hora, todos estaban cotorreando, festejando, brindando, realmente se la estaban pasando muy bien todos, hasta que tres hombres del bar que se veían pasados de copas vieron que estaba ahí la guapísima Actriz.

¡Mira quién está aquí! La mismísima Cleopatra, – uno se acercó a ella mirándola lascivamente – eres realmente muy hermosa mamacita.

Gracias, pero esta es una área restringida y no puedes estar aquí. – había dicho Andrea como toda una diva.

Oye mamacita, solo quiero un autógrafo tuyo y me voy de aquí.

¡Esta demente! Yo nunca doy autógrafos y menos a personas como ustedes. – los miro de arriba hacia abajo.

¿Quién demonios crees que eres? – Dijo otro compañero de él, – ¡Eres una maldita ramera! Crees que por tener un hermoso rostro y cuerpo ¡Vas a tratarnos como pordioseros!

– Los actores hombres se levantaron, pues no estaban dispuestos a que insultaran a su compañera. Así que se hicieron de palabras y uno de ellos tomo una copa de vino y se la arrojo en el escote de Andrea. – el reportero saco del sobre otras dos fotografías más. – tome el momento preciso cuando unos de ellos le aventaron el vino tinto al vestido de la Srita. Rosemont.

– ¿Puedo ver las fotografías? – y el reportero se las dio para que las viera detenidamente.

– El actor, quien hace de Julio Cesar agarro la camisa de un hombre y casi le iba a soltar un puñetazo cuando grito Andrea.

¡Basta! No quiero que esto se haga una palea, ¡El Sr. Erlanger no tolerará un escándalo! Alexander llama a seguridad y ¡Qué los saquen de aquí inmediatamente! No puedo creerlo, mírenme ¡Mi vestido esta arruinado!

– Un minuto después sacaban a los tres hombres del bar, sin embargo, otros señores que estaban en el bar vieron el escándalo, y quisieron que les dieran autógrafos ya que todas las actrices son sumamente hermosas.

– ¿Y qué paso? – Pregunto el Duque interesado.

– Debo de confesar que todos se negaron a dar autógrafos, tan famosos y tan pedantes. Sin embargo, el dueño del bar al ver el relajo que se armó les pidió a todos los actores y actrices que se retiraran ya que no deseaban escándalos o peleas en su bar. Uno de los hombres que estaba ahí era un chofer y otros dos eran como ayudantes en general y los iba a llevar a los actores a sus respectivas casas.

No puedo creer que se atrevan a corrernos, nunca me había sentido tan humillado. – dijo uno de los actores.

Si vámonos, además ya es tarde. – dijo otra actriz.

Adelantase ustedes, yo me cambio de vestido, además me voy con Alexander.

Ten mucho cuidado Andrea, pueden estar esos hombres queriendo molestarte nuevamente y dudo mucho que Alexander pueda con ellos.

No te preocupes por mí Sofía, me pondré unos lentes para que no me reconozcan – le guiño el ojo.

Terruce, ¿Vienes con nosotros? – Pregunto Steven, el Gran César – George nos llevara a todos.

No, muchas gracias, traje mi carro. – Se despidieron – Voy al baño y yo también me retiro. – mientras que todos se iban un mesero levanto las copas de vino tinto y las copas de whisky. – ¿Me podría dar la cuenta por favor? – pidió la cuenta Terruce.

No se preocupe señor, el Sr. Erlanger pago toda la cuenta.

Gracias.

– El Sr. Grandchester se fue al baño, pagué mi cuenta y también fui al baño antes de irme, y me di cuenta que ahí había otro actor en el baño.

¿Terruce te encuentras bien? – Pregunto preocupado ya que se había recargado en el lavamanos.

Me siento un poco mareado, no sé… me siento algo extraño.

No creo que sea buena idea que manejes así. Voy a ver si no se han ido, mejor que te lleve George a tu casa, creo que es más seguro, espérame afuera del baño.

Quizá sea una buena idea. – ambos salieron del baño y un momento después salió Andrea del baño con un vestido diferente ya que el otro se había manchado de vino tinto.

Terry, ya es tarde pensé que ya te habías ido.

– No, me dio un pequeño mareo, pero ya me encuentro bien.

Si deseas te puedo llevar a tu casa, me preocupa que manejes así, puedes tener un accidente.

Si claro, – Grandchester le dio las llaves de su automóvil y ambos salieron del bar.

– Tome esta foto cuando salieron juntos – dijo mostrándose al Duque la siguiente foto y el Duque la miro fijamente. – Cómo se dará cuenta el Sr. Grandchester camina tomado de la mano de Andrea y no se tambalea.

– ¡Esto no lo puedo creer! – Se decía el Duque mirando la foto incrédulamente, efectivamente Terry está caminando bien, derecho y tomado de la mano de Andrea.

– Yo al principio pensé que, si estaba ebrio para manejar, pero vi que caminaba muy bien. – dijo el reportero mientras señalaba otra foto. – aun así, el señor Grandchester se metió en el lugar del copiloto y la Srita. Rosemont en el del piloto.

Aunque las fotos son en blanco y negro se podían ver varios detalles. ¿Se habrá confundido Terry con Candy o Terry le gusta Andrea? ¿Será posible? Es que no entiendo esta fotografía. – pensaba el Duque.

– Vi que estaban platicando en el auto, – el Duque volvió a poner atención al relato ya que estaba sumido en sus pensamientos – por más de cinco minutos, cuando comenzó él a besarla, finalmente la calle estaba ya vacía, supongo que ya no se sentían amenazados por los clientes que puedan asediarlos o reconocerlos. Fue entonces que tome esta foto, la foto del periódico, – le mostro la otra foto – solo que la recorte un poco ya que no quería que se viera que estaban en un vehículo.

El Duque tomo la fotografía original y la foto que había salido en los periódicos.

– Y fue entonces que se besaron aún más apasionadamente y tome las otras fotos que le mande esta mañana.

– Estoy completamente furioso, es que no puedo creerlo, – el Duque negaba con la cabeza y dio un golpe con el puño a la mesa.

– Y tengo una última foto, – dijo mostrándosela – estoy casi seguro que la Srita. Rosemont me vio cuando tomaba las fotos, ya que se ve que está mirando a la cámara completamente furiosa.

– ¿Te vio?

– Si, fue ahí que me dio miedo que saliera del vehículo y quisiera quitarme la cámara, así que corrí con todas mis fuerzas.

El Duque pago la cantidad pactada al reportero y este le entrego el rollo original y las 24 fotografías en total.

Una hora después.

Casa de Andrea Rosemont.

– Prometido es deuda, aquí está tu parte – dijo el reportero entregándole un cheque con 250 mil dólares.

– ¡Esto no es lo que habíamos acordado Robert! – Decía Andrea muy molesta viendo la tremenda cantidad de dinero del cheque – ¿No tuviste ningún problema? El Duque es una persona muy poderosa.

– ¡Claro que no! Se hacer mi trabajo muy bien, tengo 12 años de experiencia, cuando me dijiste que era hijo del Duque de Grandchester sabía que era una mina de oro las fotografías que saque, no por ese actor de Terruce, si no por el padre que es multimillonario. Apenas le envié las fotos en la mañana y minutos más tarde ya me estaba llamando.

– Yo solo quería una nota en el periódico, no que extorsionaras al padre con medio millón ¡Pudimos meternos en graves problemas!

– Andrea hace una semana cuando me dijiste que era a Terruce Grandchester al que se le iba a fotografiar y hacer el reportaje, siempre por regla general cuando escribes un artículo de cualquier personaje, debes de investigarlo, así que le pedí a mi editora en jefe que si me podría dar información de Terruce Grandchester ya que pensaba hacer un reportaje acerca de su trabajo y me dio una carpeta con varios artículos acerca de él. – de su maletín saco una carpeta y se la mostro a Andrea – El cual si lo leyeras no darías crédito de todo lo que se dice. – le guiño el ojo.

– ¡¿En serio?! ¿Puedo leer esos artículos? Me gustaría saber más acerca de él.

– Esta carpeta no es mía, es de mi editora en jefe y necesito entregársela.

– Por favor, mañana te le entrego sin falta.

– Está bien, solo que no maltrates ningún artículo, debo de marcharme ya, es medio día y necesito ir a la oficina. – Le dio un beso en la mejilla de despedida – mañana a primera hora vengo por la carpeta.

– Si, si, no te preocupes. – un minuto después se sentó en el comedor y empezó a leer los artículos, comenzó a leer desde que en verano de 1914 fue su debut con Macbeth, después el Rey Lear y finalmente su primer protagónico con Romeo y Julieta. Sin embargo, las criticas era desfavorables, artículos donde se decía que el actor principal lo habían encontrado tirado en medio de la calle completamente alcoholizado, varios artículos referente a eso, otros artículos con el título "VETADO DE BROADWAY" paso más artículos y vio otro artículo que le llamo la atención. Febrero 1917 "PLAITAZO EN EL PLAZA. El ex actor de Broadway Terruce Grandchester, resulto ser hijo del más alto noble inglés. Terruce había negado sus orígenes. Sin embargo, está es la verdadera biografía de él. Leyó acerca de quién era sus padres y de sus tres hermanos, que su bisabuela era la fallecida Reina Victoria y actualmente el Rey de Inglaterra es su Tío abuelo, el Rey George V.

Cinema.

– ¿Te gusto la película? – Pregunto Candy a Terry cuando salieron del cine tomados de la mano, habían visto "City Lights"

– Si fue muy divertida, nunca pensé que un inglés fuera tan cómico.

– O tan bromista como tú comprenderás. – soltó una carcajada mientras comían un helado. – me siento contenta y relajada – se miraban a los ojos y se tomaban de las manos como novios sentados en la heladería, antes del cine rbhabían ido a desayunar a un restaurante romántico que lo conocían por ser acogedor y de comida gourmet.

Iban caminando por el Central Park, platicando alegremente cuando un carro lujoso se acercó a ellos, un hombre alto vestido impecablemente de negro se acercó.

– Sr. Grandchester, Sra. Grandchester. – hizo una reverencia el hombre.

– ¡Alfred! ¿Qué estás haciendo aquí? – Pregunto Terry sorprendido.

– Los he estado buscando, ¿Pueden acompañarme un momento? Necesito hablar con ustedes. – abrió la puerta del vehículo.

– ¿Qué sucede Alfred? – dijo Terry cuando entraron al vehículo.

– En estos momentos el teatro se está llenando de varios reporteros de diferentes medios de comunicación.

– Me lo suponía. – dijo el actor haciendo una mueca de fastidio.

– Su padre está muy disgustado por el artículo que salió publicado, y nos ha pedido que se le escolte al teatro para que la prensa no pueda interceptarlo al igual que la Srita. Andrea Rosemont.

– ¡¿Le van a dar protección a esa miserable arpía?! – Pregunto Candy sumamente disgustada. – ¡No estoy de acuerdo! ¡Me niego a que escolten a esa víbora ponzoñosa! ¡No debería de tener la protección de ustedes! Ya me la imagino ¡Pavoneándose aún más como una intocable! – Apretaba Candy los puños fuertemente.

– Entiendo a lo que se refiere Sra. Grandchester, pero las órdenes del Duque son que no se le permita que la Srita. Rosemont hable con los medios de comunicación por nada del mundo, ni ustedes tampoco los entrevisten.

– ¡Pienso ir al teatro! Y ya que vamos a estar escoltados…

– Eso es imposible, – la interrumpió – Usted no irá al teatro, por ninguna circunstancia quiere exponerla al escrutinio de la prensa.

– Alfred tiene razón, – comento Terry ya que no estaba de acuerdo que se enfrentará con Andrea – la prensa estará ahí y querrán abordarte y no quiero que salgas aún más lastimada.

– ¡Terry! En eso no habíamos acordado.

Casa de Andrea Rosemont.

Ya era muy tarde cuando alguien toco a su puerta. Vio el reloj que estaba en la pared de su sala.

¡Dios mío es súper tardísimo! Si no es por el timbre llegaré tarde al teatro. – metió los artículos en la carpeta y abrió la puerta.

– ¿Es usted la Srita. Andrea Rosemont?

– Si así es ¿Quiénes son ustedes? – Vio en su puerta un hombre alto vestido impecablemente con camisa blanca y traje negro que la intimidaba y en la calle un vehículo negro de lujo con tres hombres igualmente vestidos parados a lado del vehículo.

– Venimos de parte del Duque de Grandchester, tenemos órdenes de custodiarla al teatro.

– ¡¿De custodiarme al teatro?! No necesito escoltas, así que no gracias, puedo cuidarme yo sola. – Trato de cerrar la puerta.

– El teatro está repleto de prensa, y las órdenes del Duque es que no desea por nada del mundo que usted haga alguna declaración acerca del artículo que salió ayer en el New York Times.

– No se preocupe, no haré ninguna declaración – el señor abrió sutilmente su saco mostrando una arma calibre 9 mm y la mujer casi se desmaya a ver el arma.

– Usted señorita, extorsiono a un hombre sumamente poderoso, – tomo la pistola entre su mano y paso el cañón de la pistola sobre la mejilla derecha de la mujer y posteriormente a la mejilla izquierda bajando por el cuello – y el Duque no desea que hable más con ningún medio de comunicación. – Andrea estaba tan pálida como una hoja blanca de papel.

Continuara…

Mil gracias por sus reviews. Me ayudan a continuar con esta historia.