CAPITULO 17
PASADO
Septiembre de 1912.
15 años.
Colegio de St. Pablo.
Las vacaciones terminaron y otro nuevo curso escolar comenzó, aquel nuevo ciclo escolar me destrampé mucho más de la cuenta, fumaba y bebía en exceso al tal grado de perder el control de mí mismo.
A mis quince años conocí el sexo por primera vez, aquello fue horrible y frío, no hubo besos, ni caricias… solo el acto sexual, en ocasiones llegué a pagar tres veces más por algunas caricias o algún beso tierno y sentir un poco de placer al momento, pero al finalizar y pagar la cantidad pactada a la señorita me sentía mucho más vacío y solitario. Pagar dinero para ser abrazado por media hora.
¡Qué miserable forma de conseguir un poco de cariño!
En aquellos días estuvo reflexionando porque mi padre me alejaba de él, porque no le gustaba estar conmigo y un pensamiento me llego a la mente, mi padre había dicho que él nunca se había casado con mi madre ¿Por qué? Era la pregunta que siempre me atormentaba y pensé entonces "él nunca amo a mi madre"
Me entristecí de saber que no era producto del amor puro y tierno. Sino por alguna diversión o un romance pasajero o peor aún, un desliz o una noche de diversión como cuando lo había descubierto con aquella señorita en la suite del hotel. Y mi padre al verme y estar conmigo le recordaba todo aquello "asqueroso" que hizo en su juventud.
Esto y muchas cosas más hacia que me encontrará en los bares, bebiendo hasta perder casi la conciencia y peleándome como un callejero, fumaba una cajetilla de cigarros, o pagaba los servicios de alguna señorita de la vida galante para que me acariciará, mi tren de vida era excesiva queriendo encontrar alguna anestesia y olvidar todo el coraje y rencor que alberga en mi ser. Nunca antes había odiado a mi padre como ahora, siempre lo había respetado y en cierta forma lo quería a pesar de ser tan estricto conmigo.
Pero… una noche había bebido demasiado, estaba completamente ebrio que no supe lo que decía y platique más de la cuenta con Mark, Louis, Paúl y Jack, les platique inconscientemente que mi madre no era la Duquesa, sino una actriz americana y lo tanto que odiaba a mi padre el Duque de Grandchester. Que era un maldito bastardo y que mi sangre azul no era pura, que estaba manchada de las acciones más ilegítimas, viviendo siempre de engaños y en la más completa soledad. No supe porque lo había dicho, nunca había salido de mi boca una confesión de esa magnitud.
La siguiente vez que los vi me platicaron lo que les había dicho con mi embriagues. Me quede anonadado al escuchar aquello y me sentí avergonzado, cuando sentí una mano sobre mi hombro, después otra mano en mi otro hombro y otra me levanto la barbilla para que lo viera a los ojos. Los cuatro hombres me dieron su compresión, su apoyo y entendimiento, no les importo que fuera un bastardo como alguna vez me imaginara si le decía la verdad a la gente que me rodeaba, ya que era deshonroso tener un hijo fuera del matrimonio.
– ¿Por qué no vas a buscar a tu verdadera madre en América? – me comentaron con una sonrisa en los labios.
– ¡A América! – Respondió el aristócrata con una gran carcajada que casi se orinaba del comentario – jajaja Claro, ahorita voy a tomar un barco.
– ¿Por qué no? Nos habías comentado que tenías mucho dinero guardado cuando vendiste el cuadro. Además, tu madre es actriz, trabaja en Broadway, puedes ir al teatro y verla, será muy sencillo encontrarla.
– Si claro, ahora me escapo del colegio y cruzo el Atlántico. – Replicó sarcásticamente y haciendo una mueca graciosa. – Es imposible, soy menor de edad y no puedo viajar solo. Además, al día siguiente de escaparme del colegio se daría cuenta las religiosas y llamarían a mi padre, él tiene muchos contactos que me hallaría tan fácilmente.
– Vete en vacaciones. – dijo Mark mientras tomaba un sorbo a su cerveza y luego agredió. – vete con ella y haz una vida junto a la persona que te ama.
Después de todo no era tan mala la idea, vivir con mi madre, poder tomar clases de arte dramático y seguir sus pasos… tener un futuro en el teatro como ella. Y lo mejor de todo, ya no vivir con el dinero de mi padre. Estaba dispuesto abandonar la aristocracia y todos los privilegios… tener una vida nueva y feliz a lado de Eleonor recordaba que era tierna y cariñosa, le gustaba mucho leerme y me cantaba una canción de cuna.
Quizá mi porvenir este en América. Vivir en América alado de mi madre – pensé y un brillo se ilumino en la mirada y sin darme cuenta sonríe.
Noviembre de 1912
Londres.
Era a mediados de noviembre y le pedí a mis amigos que me compraran un boleto de ida y vuelta para el día 14 de diciembre en el transatlántico Mauritania, el 15 de diciembre es la fecha que salimos de vacaciones, pero el proceso de comprar un boleto y abordar no era tan sencillo, primero tenía que arreglar las cosas primero.
Le pedí a mis amigos que me consiguieran una identificación falsa, como era menor de edad no podía viajar solo. Eso significaba ser adulto y tener otro nombre. No podía pedir un boleto con el nombre de Lord Terruce G. Grandchester, todos en Inglaterra sabían que era aristócrata con el simple apellido y cómo noble menor no podía viajar solo. Toda la nobleza viaja con sus institutrices, nanas, escoltas, damas de compañía etc. Aquello me iba a costar una fortuna, pero tenía aún bastante dinero guardado en los sobres que Lord Williams me dio a cambio del cuadro.
Otra de las cosas que tenía que arreglar como iba a salir del colegio y explicarle a mi padre que no pasaría las vacaciones de invierno que él siempre me tenía ya preparadas, ahora tenía que buscar una alternativa. A principios de diciembre le pedí ayuda a Mark para que me apoyara a entrar a la residencia de mi padre a escondidas.
– ¡¿Qué?! ¿Entrar a la residencia de los Duques sin que nadie nos vea? – Preguntó Mark asustado – ¿Qué tal si nos descubren? Podemos ir a la cárcel.
– No te preocupes Mark, nadie estará… la Duquesa y sus hijos nunca se encuentran en las mañanas y el Duque los miércoles es seguro que él no se encuentra… sé que los miércoles siempre está en el Parlamento de Westminster todo el día.
En la mañana del miércoles nos dirigimos a la residencia, cómo sospechaba no estaba el Duque, la Duquesa, ni sus hijos y la servidumbre estaba en la cocina y otros en sus tareas domésticas y los guardias que estaban en la entrada de la residencia, bueno solo estaba en la entrada. Así que saltamos el rejado del Palacio en un lugar escondido que nadie nos pudiera ver. Nos escondimos en los arbustos y afortunadamente la oficina de mi padre está en la planta baja, abrimos la ventana y nos metimos a su despacho, tome una hoja con el logotipo del Escudo de Armas de la Familia, busque unos documentos para ver la escritura de mi padre, practique un poco su escritura hasta que me saliera lo más parecida a ella, escribí la carta dirigida para La Rectora del Real Colegio de St. Pablo. Diciendo que saldría un día antes de la salida de todos los estudiantes por asuntos familiares y privados. El carruaje recogerá a mi Hijo Terruce el día 14 de diciembre a las 11:00 a.m. firmando S.E. Richard D. Grandchester. Y con el sello oficial.
– ¿Qué te parece la carta Mark? – Preguntó Terry dándole la carta para que la observara mejor. – ¿Crees que pueda engañar a la Rectora?
– ¡¿Engañarla?! Se ve tan real como si tu padre la hubiese escrito. ¡Claro que creerá que la escribió tu padre!
– Gracias Mark necesitaba escuchar algo así. – Respiró aliviado el chico – en si, no era la primera vez que hacia eso de falsificar la letra de su padre o de su madre la Duquesa en los repotes de indisciplina antes de llegar a San Pablo. – ahora lo más difícil será escribir la carta del colegio para mi padre. ¿Cómo entraré al despacho de la Rectora para robar una hoja membretada del colegio?
– Si puedes entrar a la residencia de los Duques, estoy seguro que podrás entrar al despacho de la Rectora sin problemas. – Comentó Mark un poco nervioso – salgamos ya, si nos descubre estaremos en graves problemas.
Salimos del Palacio sin ser descubiertos. El día domingo entre al despacho de la Rectora fue muy sencillo, todas las hermanas, la Rectora y todos los alumnos sin excepción se encontraba en misa, tenía menos de una hora para hacer mi propósito, me robe algunas hojas con el escudo del colegio y el sello de la Rectora. Hice la carta para informarle a mi padre que había decidido entrar al curso de invierno que se impartía en Francia por lo cual no podía pasar las vacaciones de invierno con ellos. Salí de su despacho y esa misma tarde le entregué la carta a Jack para que la llevara a la residencia del Duque de Grandchester.
El 14 de diciembre de 1912 a las 9:00 a.m. Paúl llego con el telegrama que había hecho.
– Hermana Gray hay un telegrama del Duque de Grandchester. – Dijo la Hermana Luisa entregando el telegrama a la Rectora.
– Hermana Luisa llame inmediatamente a Terruce, que venga a mi despacho enseguida.
– Si Hermana – La Hermana Luisa me hizo ir al despacho de la Rectora y una vez que entre me sentí aliviado que el telegrama fuera tan convincente de poder haber engañado a la Rectora.
– Terruce el carruaje de tu padre viene por ti en menos de dos horas así que prepara tus cosas para irte.
– Si Hermana Gray.
Finalmente llego el carruaje bastante lujoso que me había gastado una fortuna, entre los boletos del transatlántico en cabina de primera clase y dos noches de hospedaje en un hotel exclusivo en Nueva York. Lo más caro fue la identificación falsa, el pago de los favores que me hicieron mis cuatro amigos, observe el dinero que me había sobrado en mi mano, solamente me quedaba 105 libras suficiente dinero para poder encontrar a mi madre.
Ya todo lo tenía empacado: un par de pantalones, camisas, un par de trajes y un estuche de terciopelo negro "Mi medallón" que mi padre me había dado a los cuatro años, el Escudo de Armas de la Familia. Más de cinco generaciones. Mire mi dormitorio detenidamente tenía la sensación que sería la última vez que estuviera en el colegio y pensé – Nunca más volveré a Inglaterra, mi vida… mi vida va a ser diferente de hoy en adelante – sonreí y sentí paz y tranquilidad. – finalmente esteré con mi madre… con mi madre, quien mi padre me abarroto de sus abrazos tan vilmente. – Alguien toco a mi puerta y abrí.
– Sr. Grandchester, el chofer de su padre ha venido por usted ya. – Comentó la Hermana Victoria, con ella nunca me había llevado bien, no era como la Hermana Margareth aun así pensé que esta era la última vez que la iba a ver.
– Ya estoy listo Hermana. – Tome el equipaje y mi capa con una mano y con la otra abrace a la Hermana Victoria.
– Felices fiestas Terruce… te veo muy sonriente y feliz – rompió el abrazo para verme – no había visto esa expresión en tu rostro.
– Ni yo tampoco hermana, estoy tan feliz. – Dije con un ánimo tan optimista que me sorprendía.
– ¡Apúrate! No se hace esperar al Duque. – Sonrió.
Salí del colegio mirando la arquitectura neoclásica del colegio, sus grandes arcos de piedra y sus altos techos. Estaba helando y me puse mi capa mirando atrás, me abrieron el portal y mi mirada seguía en aquel colegio enorme, lo observe detenidamente mientras me cerraba la capa y agarre el equipaje del suelo, subí al carruaje alquilado, llegando a la ciudad de Londres ahí me esperaba Mark, Jack, Paúl y Louis con mi automóvil que me había regalado mi padre en el verano pasado.
– Terry todo salió como lo habías planeado. – Comentó Louis entregándome las llaves del vehículo.
– Así es. – Respondí con una alegría inmensa.
– Toma, aquí te entrego los boletos de ida y vuelta en el transatlántico Mauritania – me entrego los boletos Jack – si pensaras en regresar nuevamente a Inglaterra tendrías que abordar el transatlántico el 28 de diciembre y aquí llegarías el 3 de enero de 1913.
– Si gracias, aunque este boleto nunca lo utilizaré – tomé el sobre con los boletos del transatlántico en mi mano – Estoy seguro de eso.
– Aquí tienes tu identificación falsa y la reservación en el Hotel Grand Royal por dos noches y dos desayunos. – Replicó Paúl entregando los documentos.
– ¿Por qué me entregan todo esto ahora? ¿No les gustaría a acompañarme a Southampton? – Mark miro a los demás y sonrió.
– A mí me gustaría subirme a un automóvil, nunca en mi vida me he subido a un automóvil.
– Yo tampoco – Replicaron los demás.
– Que no se diga más, suban… llegaremos en cuatro horas al puerto de Southampton a las 6 de la tarde zarpará el transatlántico.
El auto continuaba moviéndose mientras Terry miraba a través de la ventanilla del vehículo cómo los suaves copos de nieve comenzaban a caer sobre la carretera de Southampton al cual iban entrando. Desde lejos se podía ya observar el enorme barco que lo llevaría a América.
– ¿Habías viajado antes en un transatlántico Terry? – Preguntó Paúl rompiendo el silencio del largo viaje.
– Si dos veces, pero no lo recuerdo bien… la primera vez tenía apenas dos años cuando me fui América y la segunda vez tenía más de cuatro años cuando regrese a Inglaterra… no recuerdo mucho aquel viaje solo recuerdo que cuando zarpamos vi a una señora que gritaba mi nombre. – Recordó aquel momento en su mente.
– Yo estaba en cubierta y toda la gente se estaba despidiendo, recuerdo que agitaba mi mano en forma de despedida, abajo en la multitud escuche a una señora que estaba gritando mi nombre y corría mientras lentamente se movía el barco.
– Terry… Terry… Terry.– Yo estaba alado de mi padre
– ¿Quién es esa señora papá? – Pregunté desconcertado.
– No la conozco – Respondió mi padre con indiferencia.
– ¡Terry! ¡Terry! – Gritaba angustiada aquella señora distinguida con un elegante vestido azul que sobresalía de toda esa multitud.
– ¡Esa señora me está llamando a mí papá!
– ¡No te lleves a Terry de mi lado! – Corría ella llorando por el muelle queriendo alcanzar el barco.
– ¿Papá qué quiere esa señora?
– Terry… Terry… Terry – Cuando de repente se tropezó y cayó al suelo llorando y mirando tristemente que el barco se alejaba más y más del muelle.
– ¡Cuidado señora! – Grite con tristeza al ver aquella mujer que estaba devastada.
– Mejor vamos al camarote, hace frio aquí afuera. – Replicó mi padre.
– ¿Pero papá? – Me tomo de los hombros y me llevo al camarote.
Aquella mujer era mi madre – me decía en silencio – aquella mujer que me gritaba ¿Cómo no me di cuenta que era mi madre? Creía en aquel momento que mi madre estaba en Ohio de gira, que idiota… no me di cuenta de la realidad.
– Es lo único que recuerdo de aquel viaje. – Respondió con melancolía.
– A mí me daría mucho miedo viajar en un transatlántico por tanto tiempo, quizá naufragué cómo el Titanic.
– Paúl no digas estupideces, eso no pasara al Mauritania tiene 5 años de experiencia. – Replicó Mark.
Llegamos al puerto de Southampton nos estacionamos en un lugar seguro, estaba helando, pero por adentro sentía mi cuerpo muy cálido.
– Les propongo algo – comentó el chico de cabellera larga alegremente agarrando su equipaje – si no regreso para el 3 de enero pueden tomar mi automóvil, se los regalo. – Los cuatro hombres se miraron entre sí intercambiando miradas.
– Creo que no va hacer posible Terry… creo que ya no nos volveremos a ver. – Replicó Mark con tristeza.
– ¿Por qué no? – Preguntó angustiado el muchacho – Quizá algún día regrese a Inglaterra… quizá en algunos años…
– En tres días partiremos a Dover donde tomaremos un trasbordador que nos llevará a Francia. – Contestó el hombre con una sonrisa en el rostro.
– ¡¿A Francia?! – Preguntó perplejo Terry.
– Así es, vamos a trabajar allá. – Respondió Louis levantando la ceja.
– ¿En Francia? Pero… es diferente el idioma y…
– Tenemos algunos amigos allá… el trabajo es duro pero la paga es muy buena y el idioma nos la arreglaremos, tenemos que forjarnos un futuro. – Comentaron cuando sonó la sirena del Mauritania llamando a los pasajeros para que aborden el barco.
– Creo que es la despedida – Comentó Jack abrazándome.
– Te voy a extrañar mucho – Repliqué con tristeza.
– Yo también.
Los cuatro hombres se despidieron mientras Terry miraba a sus amigos que habían compartido con él casi dos años de buenos y malos momentos, llenos de lágrimas, risas, peleas, borracheras, penas y gozo. No sabía cuándo podría volver a verlos, tal vez pasarían muchos años antes de ese momento, tal vez ese día nunca llegaría, le dio tanta tristeza de separarse de sus únicos amigos… ellos quienes le habían ayudado en tantas veces y en diferentes maneras, no podía expresar su profundo agradecimiento, aquellos cuatro hombres que le cambiaron su vida, para bien o para mal, levantó su maleta y se dirigió al transatlántico, antes de entregar el boleto al oficial del barco escuchó que alguien le gritaba.
– ¡Terry! ¡Terry! – Grito Mark corriendo hacia mí. – Terry si las cosas no funcionarán cómo las has planeado… levántate y se fuerte, podrás salir adelante… no te derrumbes, tienes toda una vida por adelante, eres muy joven y tendrás un futuro maravilloso y brillante. – me dio sus buenos deseos.
– Lo haré Mark – lo abrace afectuosamente – gracias, pero estoy seguro que de ahora en adelante mi vida va a cambiar por completo, te deseo suerte en Francia.
– Gracias, tú también.
Abordé el Mauritania y ya en cubierta estaba viendo a los cuatro hombres que me brindaron su amistad y que estuvieron conmigo en los momentos más difíciles de mi vida a cambio de nada… una amistad limpia, sin embargo, en el futuro nunca más los volvería a verlos – ¿Qué habrá sido de ellos en el futuro? – Nunca lo sabré.
Adiós decía, adiós a mis amigos, a mis maestros, a la Hermana Gray y a la Hermana Margareth quien ya no la había visto desde hace un año y no pude despedirme de ella personalmente, decirle que había significado mucho para mí, a mis padres… no pude evitar derramar algunas lágrimas, no sé realmente si fue de alegría de dejar todo aquello y tener una nueva vida en América a lado de mi madre o que a pesar de todo iba a echar de menos los privilegios de la aristocracia, dejar de ser un "noble". Tomé el medallón de mi padre en mis manos, lo único que me había llevado de él, mientras que le transatlántico zarpaba lentamente y los pasajeros se despedían alegremente, otros reflejaban tristeza en sus rostros cómo el mío y me despedí de Inglaterra.
Entre a mi camarote, tenía un hermoso camarote en primera clase, a la hora de la cena fui a un restaurante bastante amplio en donde la alta sociedad se reunía con sus elegantes vestido largos y con sus corset tan apretados hasta dejar una diminuta cintura. La burguesía inglesa, que ridículos pueden llegar a ser. Ansiaba llegar a América… el barco parecía moverse lentamente llegaría a puerto el 20 de diciembre a Nueva York en la tarde.
Los días pasaron y finalmente faltaba una hora para llegar a puerto, se me hacía tan eterno pisar tierra americana. Tomé mi maleta y subí a cubierta para ver por primera vez la Estatua de la Libertad, el símbolo americano… cuando alguien grito ¡América! ¡América! Toda la gente gritaban de alegría a ver la estatua, para mí la experiencia fue tan excitante cuando vi la Estatua de la Libertad pasando tan cerca de nosotros, abajo en la tercera clase gritaban en todos los idiomas y se abrazaban entre desconocidos y en la primera clase se veía alegría reflejada en sus rostros y algunos rostros eran de indiferencia completa, supongo que será porque ellos viajaban muy a menudo o simplemente porque eran británicos y no son muy afectos a mostrar sus sentimientos abiertamente.
Alce mi mirada en aquel símbolo de libertad, así es como me sentía por primera vez, me sentía libre como un pájaro que le habían abierto las puertas de una jaula de oro, mirando a lo lejos la ciudad de Nueva York y cayendo del cielo los copos de nieve.
PRESENTE
30 de enero de 1931
Teatro en la noche.
– Terruce – dijo el Duque entrando al camerino de él, Terry estaba sentado en la cómoda y lo miro por el espejo.
– Padre, no puedo creer que vengas aquí a regañarme como un niño pequeño ¡Por un maldito artículo que no significa absolutamente nada! ¡Por un simple beso! Y lo peor de todo ¡Qué hicieras todo un circo con Alfred y todas esas malditas gárgolas!
– ¿Un circo? ¡¿Crees que lo que hice fue un circo?! – La voz del Duque estaba alterada al igual que la de Terry.
– ¡Claro que sí! – Grito levantándose de su silla. – ¿Es en serio? Todo ese circo de escoltarnos para que la prensa no se acercara a nosotros ¡No era para tanto! Ya tenía planeado lo que iba a decirles y por dios ¡Ya estoy bastante grande para que me mandes a encerrar con tus malditas gárgolas como en mi pasada infancia!
– Primero, lo de las escoltas ¡Más bien fue un susto de advertencia para esa actriz de quinta de Rosemont! Ya que se atrevió a extorsionarme junto a un periodista del New York Times.
– ¡¿Susto de advertencia?! Ahora comprendo porque estaba tan inusualmente nerviosa en el escenario. Ella no suele ser nerviosa como lo estaba hoy, es una mujer sumamente profesional.
– Y lo del encierro con las gárgolas, deseaba hablar contigo urgentemente referente a esto, – dijo mostrándole el sobre amarillo – ¡Abre el sobre! ¡Y observa las fotografías!
Terry abrió el sobre y vio las fotografías mientras las pasaba una por una, su rostro estaba en completo shock, repentinamente se acordó de todo lo que había ocurrido esa noche, su pesadilla no había sido un sueño, había pasado realmente.
– ¿Ohhh hubieras preferido haberte dado esas fotografías delante de tu esposa y de tus hijos? Sabes, hoy en la mañana un reportero del New York Times me mando estas fotografías para que ¡Le pagara un millón de dólares o si no iban a ser publicadas! – Terry se había quedado completamente mudo al ver esas fotografías no podía creer que si había besado los senos de Andrea. – ¡Gracias a mí tu maldita carrera no está destruida! Pero lo principal es que gracias a mí – se acercó a él y se señalaba con el dedo – ¡Aun tienes una familia, un matrimonio y a tus hijos!
Terry comenzó a despedazar foto tras foto en diminutos papelitos con ira, rabia y frustración.
– Te imaginas que estas fotografías ¡Hubieran llegado a manos de Candice! ¡¿Tú crees que los Andley se hubieran quedado con los brazos cruzados?! Sería una gran ofensa y una humillación enorme para su gran protegida, seguramente no solo te hubieras divorciado de Candice, ¡Te hubieran quitado la custodia completa de tus dos hermosos hijos! ¡Por infidelidad! – Exploto.
Andrea estaba alado del camerino de Terruce y estaba llorando en silencio, ella no quería que Terruce hubiera visto todo el rollo fotográfico y que supiera de la extorción a su padre, ahora no tendría el valor de mirarlo el día de mañana cuando estemos sobre el escenario.
– ¡Y tú me dices que el artículo de NY TIMES no es para tanto! Un simple beso, si como no ¡Y te quejas del circo que arme y del encierro por más de una hora con las gárgolas!
Terry estaba trabado de coraje, odio, rencor, miles de sentimientos encontrados.
– ¡Solo quiero que me digas una cosa y quiero que me digas la verdad! ¡Y no quiero que me engañes! ¿Tuviste sexo con Andrea sí o no?
Terry volteo a verlo a los ojos, sus ojos estaban rojos de rabia, pero el Duque no le dio ninguna tregua a su hijo.
– ¡A mí no vas a engañarme! Si estabas muy ebrio, o no te acuerdas, o que no sabes que paso – Grito aún más fuerte el Duque – ¡A nosotros los hombres no nos pueden drogar como a las mujeres! Ya que los hombres somos los activos y déjame decirte que tú te veías sumamente activo y nada ebrio en esas fotografías, así que sabes perfectamente que paso con esa actriz.
– Yo… – decía Terry con un nudo en la garganta y con lágrimas en los ojos. – Si, si tuve sexo con An – ni siquiera termino de decir cuando sintió un puñetazo entre la nariz y el labio y tirando a Terry en el suelo.
– ¡No puedo creer que seas tan estúpido para haberte exhibido en medio de la calle y en tu propio vehículo! ¡Si querías echarte a esa actriz de quinta no pudiste ser más discreto!
Terry levanto el rostro mientras se llevaba la mano a su nariz y vio que le salía bastante sangre de la nariz.
– Es que no me cabe en la cabeza que engañaras a tu esposa de esa manera tan miserable, – hablaba de forma visceral – Necesito hablar con Stewart y pedirle que le mande hacer unos análisis de embarazo, no vaya a resultar con la noticia que está embarazada y ahora desee que la mantengas, a ella y su hijo bastardo.
Andrea escuchaba todo – no, no tuvimos sexo, es claro que no se acuerda de todo lo que ocurrió – se decía Andrea sentada en el suelo llorando. En realidad, no quería destruir su matrimonio.
El Duque vio que su hijo sangraba mucho de la nariz, seguramente le había roto la nariz, pero estaba tan enojado con él que en vez de ayudarlo le grito aún más fuerte.
– ¡Levántate del piso Terruce! ¡Y vámonos ahora mismo! – abrió la puerta y vio que ahí estaba Alfred con la cara pálida. – Alfred voy a hablar con Stewart te espero en el vehículo con Terruce, no tardes.
– Sí señor. – En ese momento salía Terry con la mano llena de sangre. – ¡Ohhh por dios! Tienes la nariz rota. – se espantó Alfred al verlo.
– Déjame Alfred – se recargo en la puerta de Alexander levantando el rostro para que ya no le saliera tanta sangre. – estoy bien.
– Todavía está caliente, voy a enderezarte la nariz – Alfred tomo un pañuelo de su saco y lo puso en la nariz de él sintiendo que el tabique estaba desviado. Con un movimiento de su mano lo coloco nuevamente en su posición. Vio que la nariz ya estaba en su lugar cuando observo que Terry sollozaba calladamente.
– Creo que el Duque te las tenía todas guardadas con este golpe – le sonrió para aligerar la tensión – te confieso que no le agrado para nada que vinieras a radicar a Nueva York. ¿Te duele?
– No – dijo Terry tratando de limpiarse las lágrimas. – no me duele, más bien tengo miedo, mucho miedo… miedo a perder a mi esposa, a mis dos hijos, el hogar que tengo, mi estabilidad que me ofrece mi familia. ¿Qué voy hacer? – No pudo más y abrazo a Alfred.
– ¿Qué paso? – lo separó de él y le levanto el rostro para que ya no sangrara más.
– ¡No lo sé! Estaba en el baño y de repente me sentí raro… más eufórico, más alegre de lo normal, estaba excitado. Salió del baño Andrea con un vestido diferente y con un escote pronunciado, me dijo que me veía algo ebrio ya que había tomado varios whiskys… que si yo manejaba podía ser peligroso y podía tener un accidente. Así que se ofreció a llevarme a mi casa y en ese momento no me importo y le dije sí, me tomo de la mano y camino al carro estaba completamente… tú sabes… completamente excitado. – miro a Alfred con lágrimas en los ojos – pensaba que había sido un sueño, ya que al día siguiente estaba en mi cama con Candy… que había tenido un sueño erótico con Andrea y estaba convencido de eso hasta que vi un pendiente de Andrea en el carro, pero aun así me negaba a creer, hasta que mi padre me enseño las fotografías… besándola de esa manera…
– Ya veo.
– Recuerdo que me decía mírame, mírame soy Andrea y yo la veía y le dije si… no tienes pecas en el rostro. Los botones de su vestido estaban al frente y me acuerdo desabotonarla, abrirle completamente el escote y besarla, deseaba hacerlo… no pensaba en otra cosa que satisfacerme. Sin embargo, lo recuerdo como si fuera como un sueño y no algo real.
– Seguramente esa zorra te dio un potente afrodisiaco para aumentar tu libido.
– ¿Qué voy hacer? Cómo le explico a mi mujer.
– No le digas – dijo Alfred sin saber que decir – no tiene porque ella saberlo… las fotografías y el rollo están destruidos y seguramente Andrea no dirá ni una palabra ya que tu padre se adelantó a las intenciones de esa actriz de quinta, – suspiro – le pidió a Stewart que le diera un tremendo susto de su vida, por nada del mundo deseaba que Andrea hablara con la prensa para que confirmará la noticia que sí tuvieron relaciones íntimas ¡Y mira que no se equivocó tu padre! Yo hubiera apostado todo mi sueldo de un mes que no habías tenido sexo con ella.
– Sentiría que estuviera engañando a Candy nuevamente.
– ¿Tú sientes algo por Andrea? ¿Te gusta?
– No, ¡Claro que no! Yo amo a mi esposa con todo mi amor, y no soporto la idea de que la he engañado.
– ¡Mira, no la has engañado! Ya que no te gusta Andrea, si sintieras algo por ella o que te gustará entonces sí, – suspiro profundamente – seguramente Andrea te puso algún tipo de afrodisiaco en la bebida, todo lo tenían planeado, imagínate ¡Un millón de dólares le sacaron hoy en la mañana a tu padre! Es una vil estafadora.
– ¡¿Un millón de dólares?! ¡Vaya! No lo puedo creer, pensé que desde la premier… Andrea de alguna forma había cambiado, nos estábamos llevando bien… hasta podría haberla considerado como mi amiga.
– ¡Una amiga que te investigo perfectamente! Stewart me comento que tenía en su mesa una carpeta del New York Times con todos los reportajes tuyos, desde el inicio de tu carrera hasta este momento.
– ¿Por qué no puedo tener amigos sinceros? Porque todos terminan por defraudarme.
– Lo dirás también por mí. – dijo Alfred recordando que él lo consideraba como su mejor amigo y lo defraudo de la peor manera cuando más lo necesitaba.
– Tú solo cumples órdenes de mi padre. – Lo miro a los ojos directamente – tú y yo no podemos ser amigos nunca más.
– Si, lo sé… hablando de órdenes de tu padre vámonos ya que nos está esperando afuera con Stewart y no deseo conocer su puño también en mi hermoso rostro. – Terry se rio y le dolió la nariz – pensaba llevarte a un hospital para que te vieran la nariz, pero Candice es una excelente enfermera, estoy seguro que ella te ayudará…
Al poco tiempo ya no se escuchó ningún ruido y finalmente Andrea pudo salir del teatro cabizbaja, deprimida… había escuchado que Terruce podía haberla considerado como una verdadera amiga… le dolía tanto que todo se lo hayan revelado… hasta los artículos de periódicos en su mesa salió a relucir.
Su padre es un hombre de carácter bastante fuerte, mira que romperle la nariz a su propio hijo y todo por mi culpa. – entro al carro de Alexander y comenzó a llorar. – nunca la habían encerrado en un cuarto oscuro y no era claustrofóbica, sin embargo, no me sentía insegura alado de Terruce, no entre en pánico como cuando estuve a sola con esos cuatro gárgolas como les llama él, Terruce estaba ahí relajado con esos dos hombres intimidantes en completo silencio, era claro que había pasado por esa situación en varias ocasiones, supongo que cada vez que él se escapaba de sus escoltas, por eso Stewart dijo que los odiaba a muerte – sonrió tristemente.
Candy estaba preocupada ya era muy tarde, los niños ya se habían dormido desde hace más de una hora, hasta que escucho un ruido de un carro, se asomó por la ventana y vio que era el vehículo del Duque, ya habían llegado.
– ¡Terry! ¿Qué te pasó? – Vio que tenía la camisa manchada de sangre y un pañuelo en la nariz con bastante sangre cuando entró al departamento.
– No es nada pecas, – la miro tiernamente al ver como se preocupaba ella por él.
– ¿Nada? ¡Por dios! Ve a la recamara y acuéstate en la cama, voy al baño por el maletín de primeros auxilios – rápidamente entro al baño y Terry se acostó en la cama, Candy le coloco dos almohadas en la espalda alta para que bajara la cabeza al colchón y pudiera ver bien las fosas nasales – déjame checarte, ¡¿Te peleaste?! ¿Con quién? Y ¡¿Por qué?!
– Algo así, fue con mi padre, me rompió la nariz de un solo puñetazo, está furioso conmigo, no le agrado nada lo que escribieron en el New York Times Creo que me odia porque me mude aquí a América.
– Tu nariz está en la posición correcta. Limpie ya las fosas nasales de sangre seca, con eso podrás respirar mucho mejor, sin embargo, para mañana vas a tener dos grandes hematomas debajo de los ojos, ¿Quién te acomodo la nariz? Lo hizo bastante bien.
– Alfred.
– Voy a darte unos analgésicos y ponerte unas compresas frías para que se te baje la hinchazón. – rápidamente fue a la cocina y unos minutos después Candy le estaba poniendo las compresas. – ¡Ya ni yo estaba tan furiosa cuando vi el artículo! Aunque ganas no me faltaron por golpearte, no es agradable ver que besabas a esa mujer. Creo que el Duque me hizo justicia, debo de llamarle y agradecerle lo que hizo. – le sonrió pícaramente y guiño el ojo traviesamente y Terry entrecerró los ojos al ver su reacción.
– Candy en realidad quiero platicarte algo. –se incorporó lentamente hasta estar sentado.
– Claro dime – ella aun le colocaba con cariño las compresas con sumo cuidado de no lastimarlo aún más.
– Te acuerdas que platicamos que quizás el día de mañana salga más fotografías, – Candy movió afirmativamente la cabeza. – Las hubo… otras cuatro fotografías más… – ella dejo de ponerle la compresa y lo miraba fijamente. – la estaba besando…
– ¡¿Qué?! – Candy se puso en shock y sintió que el alma se le iba. Terry noto el semblante de su esposa y lo pálida que se había puesto repentinamente.
– Lo único que deseaba Andrea es extorsionar a mi padre para que pagará una cantidad enorme por esas fotografías. No sé si Andrea tenga problemas económicos para hacer una estupidez como esa. – no, no podía decirle a Candy lo que realmente había sucedido, estaba seguro que no lo perdonaría y no deseaba perder lo más importante de su vida, su familia.
– ¿Qué tan comprometedoras son esas fotos? – Candy decía con un hilo de voz.
– Igual que la fotografía del periódico… besándola nada más.
– ¿Hubo algo más que unos simples besos entre tú y ella? – Sentía que los ojos se cristalizaban.
– No, – negaba con la cabeza – solo fueron besos… perdóname Candy perdóname, por favor.
– ¿Besos? – Suspiraba tristemente – No te voy a mentir que no me siento triste o deprimida… ya que no es nada agradable que tu esposo se esté besando con otra mujer – sin evitarlo las lágrimas hicieron su aparición.
– Lo lamento. – Decía Terry con el alma destrozada, había engañado a su mujer y ahora le estaba mintiendo. La abrazo fuertemente, prefirió tomar el consejo de Alfred de no decirle la verdad. No pondría en juego su matrimonio, pasó como veinte minutos.
– Bien, te hice una férula de nariz para dar soporte e inmovilizarla, de esa manera la recuperación será mucho más rápida. – Terry le sonreía por ser tan buena con él y haber sido tan delicada.
– ¿Podre quitármela para actuar?
– Si, afortunadamente Alfred actuó rápidamente, – Terry se miraba en el espejo como había quedado, mientras Candy guardaba todo los medicamentos y materiales en su botiquín. – otra cosa más, no podrás hacer ningún tipo de esfuerzo.
– ¿A qué tipo de esfuerzo estamos hablando? – Preguntó con una sonrisa pícara mientras se levantaba y tomaba a su mujer por la cintura.
– A este tipo de esfuerzo que estás pensando en este momento, aproximadamente de 10 a 15 días mínimo no podrás hacerle el amor a su esposa. – le guiño el ojo traviesamente.
– Estás bromeando ¿Verdad? – dijo Terry seriamente.
– No, claro que no. – Finalmente guardo el maletín en el tocador de su baño y se dirigió a la cama ya a dormir.
– Si el esfuerzo lo hago con otra parte de mi cuerpo, ¡No con la nariz! – Candy lo vio a los ojos con mirada seria, deseaba reírse del comentario, pero se contuvo para soltar una carcajada. – Me estás engañando y quieres castigarme señora Grandchester ¿Es eso?
– Ya es muy tarde, tengo mucho sueño y los niños mañana tiene escuela y tengo que levantarme temprano. Buenas noches.
Terry se acostó y trato de abrazar a su mujer.
– Terry debes de dormirte boca arriba, sino puedes lastimarte la nariz nuevamente.
– Pero dos semanas es mucho tiempo pecas – dijo tristemente, sin embargo, Candy tenía razón, dormir de lado le dolía la cabeza. Así que renuente se giró para dormir boca arriba y medio sentado gracias a que antes Candy le había puesto dos almohadas – buenas noches pecas.
– Buenas noches – se giró dándole le espalda a Terry y se dijo a sí misma que lo haría sufrir en la intimidad, ya que estaba lastimada por andarse besado con Andrea.
CONTINUARA…
Espero que les haya gustado este nuevo capítulo. Espero todo tipo de comentarios también para el pasado como el presente. Mil gracias.
