CAPITULO 20
PASADO
AÑO NUEVO, 1913
La mayor parte del viaje estuve en mi camarote, no tenía ganas de salir, ni de hablar con nadie, casi no dormía… deseando que el barco viajará lentamente, no tenia deseos de llegar a Londres… llegando a Londres… el internado me esperaba, otro año más en la prisión. Los días pasaban era 31 de diciembre, me había llegado una invitación para celebrar el nuevo año de 1913 en el salón principal del transatlántico de etiqueta. Decidir ir a la celebración así que me arregle para la ocasión.
Era las once de la noche cuando llegue al salón, mire alrededor y vi a toda la gente que estaba presente. Música en vivo y baile, ríos de champaña y gente ebria que reía alegremente, era un lugar demasiado festivo para mi triste humor.
Salí corriendo de ahí, no podía estar un segundo más en aquel salón ¡Odiaba! Más que odio, aborrecía las fiestas de la alta sociedad. – En que estaba pensando en asistir a la celebración de Año Nuevo.
El viento se había hecho más frío y una niebla recorría el puente como un invisible chal blanco, salí al pasillo de la cubierta, a pocos metros estaba la puerta del salón principal, se escuchaba a la gente celebrando, me puse mi capa para abrigarme del frío. Me recargue sobre el barandal, me sentía terriblemente triste, traicionado y abandonado…
¡Qué viaje aquel! Estados Unidos en invierno… pero tú fuiste "más fría" que el invierno, no quisiste verme cuando te visite al teatro. ¿Por qué fui a América? ¿Por qué?
Oscuridad y niebla, el sonido de las olas estrellándose contra la base de la nave, la espuma blanca que se elevaba bruscamente en la oscuridad de la noche…
A lo lejos se escuchaba la gente con la cuenta regresiva para celebrar el Nuevo Año de 1913 – Si esa iba hacer nuestra separación, hubiera sido mejor no haber cruzado el atlántico. ¿Qué quería de mi madre? ¿Qué deseaba? Verte, sólo verte… abrazarte… vivir a tu lado… si muriera en este preciso momento nadie se preocuparía por mí… mi padre me evita, ni siquiera puede verme a los ojos pues soy una vergüenza para él, y ahora también mi madre… – miraba el mar oscuro deseando lanzarme al agua. – y si muriera… terminaría ya con mi sufrimiento. – sentía mis lágrimas escurriendo por mis mejillas.
La sirena del transatlántico sonó, sentí su presencia, estaba mirándome, voltee y ella se asustó al ser descubierta, se dio la media vuelta para regresar a la fiesta, me limpie las lágrimas del rostro.
– ¿Hay alguien ahí? – Pregunté con voz firme al no poder distinguir la silueta a causa de la espesa neblina.
– Lo siento, no quise molestarte… parecía que estabas muy triste… tenía miedo de que te quisieras lanzar al mar.
Se acercó a mí y pude distinguirla mejor. Era una jovencita con peinado recogido donde caían unos hermosos rizos dorados, ojos verdes como las esmeraldas. La había visto en varias ocasiones, salvando a una gaviota, pidiendo ayuda a un médico, después vi como la dejó libre y también se opuso a seguir a Londres después de que el capitán recibiera un SOS. Estaba realmente sorprendido de que ella pudiera leer mi mente como un libro abierto. Como mi naturaleza siempre dictaba no deseaba que supieran realmente mi sentir… así que decidí bromear.
– ¿Triste? ¿Yo? – Dije apuntándome con el dedo y estallé en grandes carcajadas. – ¡Esa estuvo buena! ¿Así que yo estoy triste y querría lanzarme al mar? – no dejaba de reír. – jajajajaja ¿Dime, qué hace una jovencita cómo tú aquí? ¡Acaba de comenzar el Año Nuevo y hay una fiesta adentro! ¿Y tú saliste aquí para caminar? – le pregunte irónicamente.
– No me gustan las fiestas. – Respondió con aire indiferente, primero estaba aturdida pero ahora estaba molesta.
– ¡Cómo no! Di mejor que no tienes a nadie con quién bailar. – reí nuevamente entre carcajadas. – jajajajaja
– ¡Te equivocas! – realmente se había disgustado.
– No te ofendas, señorita pecosa. Si te enojas se te verán aún más las pecas. – me acerque a su cara como un imán observando detalladamente su hermoso rostro y deje escapar un silbido – ufff ¡Pero mira que exageración! Hay realmente una cara detrás de tantas pecas.
– Bueno lo siento mucho por ti – ella me lanzo una mirada cortante – pero ¡Yo adoro mis pecas! ¡Y me gustaría tener aún más! Imagino que lo tuyo es pura envida, ¡Ya que no tienes ninguna!
– ¿Cómo? – Estaba sorprendido y me acerqué a ella nuevamente para verla a detalle, que es lo que tiene esta chica que no puedo evitar mirarla en detalle – ¿Entonces quieres decir que también estás orgullosa de esa nariz chata? – dije burlonamente.
– ¡Naturalmente! ¡Y piensa que para tenerla así la aplasto a propósito todos los días! – presa de la rabia, se aplasto la nariz.
– En verdad que eres una chiquilla divertida. – volví a reírme y vi que sacaba chispas o fuego artificiales por la cabeza de lo enojada qué estaba. – mejor me escapo antes de que me muerdas ¡Feliz año nuevo! Ha sido divertido conocerte, señorita pecosa. – levanté el brazo en señal de despedirme y silbando bajo la niebla, me topé con un señor que estaba buscado a la señorita que acababa de hacerla rabiar.
Llegue a mi camarote en primera clase, estaba "sorprendido" nunca me había pasado tener una conversación con alguna mujer y mucho menos observar en detalle su hermoso rostro lleno de pecas, pareciera que tenía un imán en su alma que me jalaba hacía ella, debo de agradecerle… ya que gracias a que ella estaba ahí, en ese preciso momento evito que me lanzara al mar… estaba a punto de hacer una estupidez.
Tres días después llegamos al puerto de Southampton, en la mañana del 3 de enero. Finalmente habíamos llegado a Inglaterra, tome mi maleta y suspire profundamente, cuando desembarque había muchísima gente desesperada por encontrar a sus familiares, estuve parado en el muelle mirando el mar melancólico, tenía un nudo en la garganta y un gran vació recorría todo mi cuerpo, en aquel momento voltee la mirada al transatlántico y vi que aquella jovencita que había hablado en Año Nuevo bajaba por las escaleras elegantemente para encontrarse con sus familiares, ellos se abrazaban y se besaban de alegría al verse, subió a un carruaje y creí que iba hacer la última vez que la viera.
Voltee a ver el mar… al horizonte, tristemente estaba en Inglaterra otra vez. – Cómo me gustaría que mis familiares me recibieran de la manera que recibían a esa chiquilla pecosa… con tanto amor y alegría, con abrazos y besos. – Respire profundamente y agarre mi maleta, camine donde había dejado estacionado mi vehículo.
Pensaba que tal vez Jack, Mark, Paúl y Louis habían tomado el automóvil, al fin y al cabo, se los había regalado cuando me había ido, mi sorpresa fue grande cuando vi el automóvil estacionado y las llaves en la guantera como habíamos acordado.
Maneje mi automóvil a toda velocidad y espantando a los cocheros y caballos que se atravesaban en mi camino con la corneta del vehículo simplemente por rebeldía. Me dirigí al Palacio de mi padre sin meditarlo, gran error que cometí. Toda la familia Grandchester estaba ahí.
Emilia, la nana de los hijos de los duques miraba a través de la ventana del dormitorio de George Grandchester, cuando pudo distinguir en la distancia un vehículo rojo que avanzaba a lo largo de la vereda principal que llevaba a la mansión. Emilia reconoció de inmediato la persona quien manejaba, el joven de cabellos oscuros y largos salió del auto.
¡Terry Grandchester! – Pensó Emilia sorprendida – ¿Me pregunto por qué está aquí?
– Lord Grandchester, bienvenido a casa – había dicho en el acto el viejo mayordomo quien lo escoltó hasta el salón principal, donde lo dejó sólo por un momento – Le avisarle a su madre acerca de su llegada.
– Mi Lady – Dijo el mayordomo cuando entro al aposento e interrumpiendo a la joven hija la conversación que sostenía con su madre – su hijo el muy Honorable Terruce G. Grandchester está aquí. – dijo el formalmente.
– ¿Cómo dices? ¿Terruce está aquí? – Preguntó sobresaltada la Duquesa – Hazlo pasar.
Terruce y el mayordomo caminaron por los corredores lujosamente decorados hasta llegar a una puerta de caoba que el mayordomo abrió para que Terry entrara en el aposento de su madre, cuando entró se aproximó unos cuantos pasos para saludarla con una reverencia sarcástica y después se dirigió a su hermana y la saludo.
– Madre, debes estar preguntándote qué hago aquí – dijo Terry iniciando la conversación de manera no retadora.
– Bueno, para ser franca la respuesta es sí, – replicó la Duquesa con tono inexpresivo – no necesitas explicarme nada a mí, tu padre llegará más tarde, el almuerzo se servirá en media hora… puedes bajar al comedor.
Entré a mi habitación y me acosté en el lecho de sabanas de seda con un confortable edredón blanco dejando escapar un suspiro de alivio, todo estaba impecablemente limpio y ordenado, me sentí en una jaula de oro otra vez.
¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué habrá personas que no tiene nada y otras tienen absolutamente todo?
Después de un tiempo, me dirigí al comedor caminando con firmes zancadas y la barbilla en alto a lo largo del elegante corredor. Mi madre y mis dos hermanos Lord Edward y Lady Caroline estaban ya en el comedor de aquella gran residencia, me senté en la enorme mesa arreglada con una enorme bajilla de porcelana fina de suiza, la cubertería de plata y varias copas de cristal.
– Mi lady – interrumpió el mayordomo a mitad de la comida. – acabo de recibir un telegrama de su señora madre y supuse que le gustaría leerlo enseguida.
– Gracias, puedes retirarte. – Contestó la Duquesa tomando el telegrama en sus manos y leyendo la nota. – Su abuela llegará a Londres la próxima semana, desea pasar un tiempo con sus nietos. – Comentó la Duquesa casualmente a sus hijos. – Por cierto, Caroline, ahora que recuerdo ¿Deseabas decirme algo?
– Verás, mamá – comenzó dejando los cubiertos en la mesa y bebiendo de su copa de cristal un poco de agua – He estado pensando que el próximo año iré ya a otro colegio, pensaba ir a Windermere a St. Anne's School.
– ¡¿En Windermere? Lo lamento – Contestó la madre recuperando la compostura mientras se limpiaba con la servilleta de tela la comisura de los labios. – Me temo que no podrás estudiar en un lugar tan apartado de Londres.
– ¡Pero madre! – Exclamó sobresaltada la joven hija de casi 12 años – ¿Por qué no? Mi padre tiene una residencia enorme en Windermere.
– ¡Lo siento, pero he dicho que NO! – Sentenció con firmeza y sorprendiendo a Terry por su repentina altanería con Lady Caroline. – Tu padre tiene planeado que estudies en el colegio de St. Joseph en Londres.
– ¡En St. Joseph! Madre yo… – bajo la mirada a su plato semivacío – realmente deseo entrar a St. Anne…
– ¡Caroline he dicho que NO! – La interrumpió a mitad de la frase visiblemente enojada – ¡Aquí las decisiones las toma tu padre y yo, y no tú! No quiero que se discuta más del asunto. – Concluyó la Duquesa con vehemencia.
Caroline sin decir ni una palabra tomo la servilleta de tela de sus piernas y la aventó sobre la mesa, se levantó de su asiento y decidió retirarse de la mesa mientras su madre seguía cortando su Roast Beef con elegancia.
– No te he dicho que puedes retirarte de la mesa, ¡Regresa inmediatamente! – Exclamó la Duquesa indignada y haciendo un gran esfuerzo por mantenerse calmada. – ¡Te retirarás de la mesa hasta que yo te indique!
– Voy a estar en mi habitación. – Dijo con una amargura en sus palabras y se retiró.
– ¡¿Vas a desobedecerme?! – Preguntó la Duquesa desafiándola – Sabes muy bien las consecuencias. – aventó la servilleta a la mesa cuando vio que su hija no se había detenido. Mientras que Terry y Edward seguían en silencio la discusión con la mirada y comiendo como si nada estuviese sucediendo a su alrededor.
Aquella tarde mientras estaba en mi vieja habitación, escuchaba los tristes sollozos de mi hermana, – ¿Por qué quería estudiar ella en St. Anne en Windermere? Quizá sea porque ella también a su corta edad quiere alejarse del Palacio o de su madre como yo.
En ese momento escucho el carruaje de mi padre que había llegado al Palacio, le informaron acerca de mi visita, había solicitado al mayordomo que fuera a su despacho de inmediato. Cuando llegué, él ya estaba leyendo algunos de los reportes de los movimientos del mercado que Armand le había traído en la mañana, mientras hacia una reverencia con fastidio como saludo.
– ¡¿Deseo saber dónde has estado en estos 20 días desde que te fuiste del colegio?! – Preguntó el hombre sin desviar la mirada de los documentos que estaba en su escritorio – Días después fui al colegio para saber acerca del curso de invierno en Francia y me dijo la Rectora ¡Que mi chofer te había recogido para pasar las vacaciones conmigo y no en un curso de invierno! ¡La Rectora hasta me enseño un telegrama con mi letra y firmado por mí! Fue una excelente falsificación. – levento el rostro mirandome fijamente. – No creo que haya sido la primera vez que falsificas mi letra y mi firma. ¿Estoy en lo correcto Terruce?
– Fui a América… – Replicó él con mirada de odio.
– ¡A América! – Exclamó el hombre poniéndose de pie – ¡¿Qué demonios hacías en América?!
– Nada importante realmente – Contestó el joven aristócrata alzando la ceja con ácida ironía.
– Fuiste a verla ¿Verdad? – Preguntó exasperado mientras las mejillas se le encendían de impotencia y rabia.
– ¡Si, la vi! Pero no te preocupes, no pienso volver a América. – Dijo el joven en el mismo tono.
– Si te agarro en otra de tus mentiras o sé que la estás viendo ¡Date por desheredado! ¿Entendiste?
– Me lo has dicho como mil veces – comentó él en tono de burla – la misma frase trillada.
Estaba en mi habitación parado sobre el gran ventanal cuestionándome de varias cosas: De América, de Inglaterra, del Palacio, de mis padres, también de haber pasado días en la extrema pobreza y ahora en la extrema riqueza, y que ningún estilo de vida realmente me gustaba, iba a cambiarme de ropa, era aproximadamente las cuatro de la tarde cuando la Duquesa entro a mi habitación sin mi permiso.
– ¿Así que volviste de América? Creí que nunca lo harías, después de todo puedes hacer lo que quieras – Comentó la Duquesa de Grandchester abanicándose muy indignada por mi presencia en el Palacio. – La sangre de ella corre por tus venas… la sangre de una americana vulga e indecente. – Agarro mi capa el cual yo había dejado en una silla y se la llevó al rostro como oliéndola y haciendo un gesto que olía mal.
– ¡CALLESE! Duquesa – Le arrebate mi capa y por primera vez en su cara la llame por su título y no por madre, estaba fastidiado del mal trato de ella – ¡Váyase de mi habitación ahora mismo! O su cara de cerdo será mucho más horrendo todavía. – Respondí furioso.
– ¡¿Me llamaste cerdo?! – Replicó la Duquesa con ojos encendidos – ¡Que chico insolente! ¡No debiste volver nunca más aquí! No sé porque no te quedaste en América con esa americana indecente – Cerró su abanico y lo apretó fuertemente.
– ¡Váyase de aquí! – Abrí la puerta furioso y la Duquesa camino a la puerta y me mando una mirada terrible.
– Terruce ¡No permitiré que seas el heredero de la familia Grandchester! – Replicó saliendo de la habitación. Cerré la puerta y con mis puños daba fuertes golpes a la puerta dejando caer mi capa al suelo, mientras escuchaba tristemente como le recriminaba al Duque que no me haya echado del Palacio cuando él llegó.
– ¡TE RUEGO QUE ECHES A TERRY DE LA CASA! ¡No soporto más su presencia aquí! – Exclamó gritando la Duquesa al Duque que se encontraba en su sillón favorito leyendo un libro. – Querido, la legítima sangre de los Grandchester es la sangre que corre por las venas de estos hijos. – Comentó señalando con su abanico a sus tres hijos que estaban en la sala Caroline, Edward y George de un año de nacido quien estaba en su cuna. – ¡Ya es tiempo querido!
Salí de mi habitación y bajé las enormes escaleras de mármol para llegar a la sala principal de la enorme residencia, mi padre me estaba viendo desde su sillón. Me detuve en las escaleras esperando que mi padre me dirigiera la palabra o al menos escuchar de su propia voz que ya no quería que estuviera más en el Palacio.
"Diga algo Duque de Grandchester, ¿Por qué no me habla? Si amo aquella mujer americana, si la amor realmente, aunque hubiese sido por un tiempo" – Pensaba y la indignación fue mucho más allá de mis cabales, levante la frente muy en alto mientras bajaba las escaleras a ver que mi padre no me dirigía la palabra en absoluto.
– ¡Terruce! ¡No eres bienvenido en esta casa! – Exclamó la Duquesa desafiándome – ¡No quiero más que pises esta residencia! "Te lo prohíbo"
Estaba furioso, mi padre estaba ahí en su sillón simplemente leyendo su libro y sin decir ni una palabra.
¡Diga algo Duque de Grandchester! – Pensaba con odio y frustración – si no desea que este más en el Palacio córrame… écheme de su casa, pero usted Duque… no la Duquesa, no quiero que me corra la Duquesa del Palacio. ¿Por qué no me habla Duque? ¿Es tanta su vergüenza por mí que no me mira ni me habla? – y fue entonces que comprendí, mi padre decía más con su silencio que decirme mil palabras, él me estaba echado de su casa al no oponerse a la Duquesa y comprendí que la Duquesa finalmente había ganado la guerra.
– ¡Me ha dado una terrible jaqueca! – Se enfureció la Duquesa al ver que su esposo no la apoyaba.
– ¡No se preocupe más! – Le respondí a la Duquesa – Me largo ahora mismo del Palacio, ¡Me voy de aquí!
– ¡Me alegro no repetírtelo otra vez más! – Tomo su campana y la hizo sonar varias veces con fuerza hasta que la mucama entro a la sala principal.
– ¿Desea algo mi Lady? – Preguntó la mucama haciendo una reverencia.
– Dile a Jemes que prepare el carruaje y llama a Stewart y Clark para que escolte a Terruce al colegio. – Pidió la Duquesa.
– ¡No! ¡No necesito que nadie me escolte al colegio! Tengo mi propio vehículo. – Salí del Palacio y me dirigí donde se encontraba estacionado mi automóvil y al momento de abrir la puerta del auto la Duquesa me detuvo.
– Terruce espera un momento… me guste o no, bajo las circunstancias sigues siendo un noble de nacimiento, podrás disponer de la gran fortuna de los Grandchester, pero… ¡NUNCA! ¡Nunca más volverás a pisar esta casa! ¿Comprendiste? – Voltee a ver a mi madre con ojos de odio.
– Gracias, – dije sarcásticamente – por poder seguir disponiendo de la gran fortuna de los Grandchester… sin embargo, no podrá apartarme del Palacio por mucho tiempo, en año y medio más me graduare de San Pablo y…
– ¡Y cuando te gradúes del San Pablo iras a la Universidad de Cambridge! – Alzo aún más su voz e interrumpiéndome – ¡Ahí estarás cuatro años más, hasta que cumplas los veintidós años estarás internado!
– ¿Usted cree que voy acatar sus órdenes e ir a esa Universidad de interno? Mi plan es de estudiar en…
– ¡No son mis órdenes! Son las órdenes de tu padre, ¡Él ya ha decido a que Universidad asistirás! – Su mirada era tan soberbia y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo – Si por mí fuera, sería mejor que te hubieras quedado en América y que nunca hubieras regresado a Inglaterra.
No estaba de humor, así que me fui al más prestigioso hotel de Londres, al Savoy, cuando me dirigía a la suite presidencial que mi padre siempre reservaba, un hombre alto de cabellera rubia se tropezó conmigo y observe que habia dejado la suite de a lado abierta y entre en ella para perderme de vista de las escoltas de mi padre, Stuart y Clark me habían alcanzado, cerré la puerta y me senté en un sillón de cuero, prendí un cigarrillo para tranquilizarme un poco, pero aun el cigarrillo no hizo algún efecto tranquilizador, miraba por la ventana y reflexionaba que iba hacer de mi futuro.
Cuando de repente se abrió la puerta y escuché que alguien entraba a la suite, pensé que era Stewart y Clark que finalmente me habían encontrado, no deseaba girarme, pero el humo del cigarro me delataba. Fue donde me topé con ella otra vez… con la chica del transatlántico acompañada de dos jóvenes, no sé qué tanto hablaban acerca de un tal abuelo William y me agradecían de algo.
Suspiré profundamente al saber que no eran las gárgolas de mis escoltas, así que me di la vuelta y pude distinguir que aquellos jóvenes eran hermanos, eran Stear y Archie Cornwell, Archie era compañero en mi clase y vecinos de dormitorio, no sé si ellos me ubicaban ya que casi ya no asistía a clases, estuvieron en el hotel unos minutos y se fueron ya que alguien llego por ellos. Y el botones me decía que la habitación de alado era la mía.
Pase la noche en la suite con las malditas gárgolas. No podía estar en Londres sin escoltas y eso me enfurecía más de la cuenta. Estaba harto de la situación y para empeorar más las cosas, mis escoltas le avisaron a mi padre que no estaba en el colegio sino en el Savoy, el Duque les había dado órdenes estrictas de llevarme ese mismo día al colegio sino ellos pagarían las consecuencias. No deseaba que ellos tuvieran problemas con mi padre ya que sabía cómo les gritaba a sus empleados cuando no cumplían con sus órdenes.
ENERO DE 1913.
MISA DEL DOMINGO.
Todos los estudiantes estaban en misa orando a mitad de la ceremonia, abrí bruscamente la puerta de la iglesia con afán de atrapar la atención de todos los presentes. Observe como todos los estudiantes volteaban a verme y el sacerdote y las Hermanas se escandalizaron al ver mi presencia.
– ¡Terruce G. Grandchester! – Entre mirando las expresiones de los estudiantes de asombro y susto. – ¡Llegas tarde como de costumbre! – Exclamó la Hermana Gray con una mirada que denotaba que estaba enfadada – Ve y siéntate inmediatamente.
– Ja, ja, ja, ja – Me reí.
– ¿De qué te ríes Terruce? – Se sorprendió la Rectora al verme que me estaba riendo en forma burlona.
– Hermana Gray, mire a los chicos rezando y fingiendo seriedad y modestia… y me pregunto ¿Qué estarán pesando realmente, si soy sinceros con lo que hacen? – Subí mi pie a una de las bancas de la iglesia.
– ¡Terruce vete! ¡Vete de aquí inmediatamente! – Me señalo la puerta de salida con su dedo índice.
– ¡Fuera de aquí! ¿No? No se preocupe, me voy enseguida. Yo no he venido aquí a rezar Hermana.
– ¡A no! ¿A qué viniste?
– A dormir una siesta. – Los estudiantes me miraron anonadados y un ¡Ohhhh! Se escuchaba a lo largo del lugar.
– ¡Oh Dios mío! Perdónalo Señor. – Repuso el sacerdote y las Hermanas persignándose ante mi comentario irrespetuoso.
– Es un lugar tranquilo y pensé que no había nadie. – Me hice el desentendido. – Feliz plegaria a todos los inocentes.
– Un… momento… – Replicó la Hermana Gray trabada del coraje.
– No me lo diga Hermana, quiere que vaya a su despacho ¿Verdad? No se preocupe, ahí estaré.
– ¡Pobre chico! – Exclamó la Hermana furiosa y en ese momento vi a la chica pecosa del transatlántico. Ella me veía incrédula por mi conducta, le envié una mirada y un guiño y ella se sonrojo bajando su mirada. – No podía creer mi suerte, ¡Ella había entrado al mismo colegio donde yo estudiaba!
Estaba en los jardines del colegio cuando vi que los alumnos habían salido de misa, yo me escondí atrás de un árbol grueso y escuché la conversación entre varias mujeres.
– ¿Quién es ese muchacho, quien hizo enfurecer a la Rectora? – Preguntó Eliza Leagan a sus compañeras de clase.
– Él es Terruce G. Grandchester, hijo del Duque de Grandchester. – Repuso su compañera
– "Vaya Duque" – Se rio.
– Todos en el colegio saben que Terry es un delincuente… fuma y hasta bebe. – Comentó otra compañera de clase con un amplio movimiento de su mano derecha. – también tiene excelentes calificaciones, estoy segura que hasta les regalan las calificaciones, es un aristócrata muy importante ya que él puede hacer lo que sea… ya que su padre tiene una gran influencia adentro del colegio.
– Me cuesta trabajo creerlo. – Suspiro ella.
¡Mentira! ¡Mis excelentes asignaturas ninguna profesora me las regala! – Crispé los puños de coraje y rabia. Todas se retiraron y ella permaneció ahí acostada sobre el césped suspirando profundamente.
– ¡Terruce! ¡Terruce! – Me grito Michael quien me había estado buscando desde que termino la misa, salí del árbol y ella volteo a verme, la mire con indiferencia. – ¡Terruce la Rectora te busca! ¡Está furiosa contigo!
– Vieja idiota. – Pensé en voz alta.
– ¡¿Terruce?! – La chica pecosa me llamo, pero la ignore completamente.
Fui al despacho de la Rectora el cual estaba seguro que me iba a dar una severa llamada de atención. Ahí estaba la Hermana Margareth, no la había visto desde que la habían removido al dormitorio de las chicas hace un año.
– ¡Terry! – Se escuchaba preocupada la Hermana Margareth.
– No se preocupe Hermana, voy a estar bien. – Me puse mi saco del colegio y me arreglé el moño escolar.
– Terruce pasa al despacho, la Hermana Gray te espera ya. – Dijo la Hermana Luisa cuando salió del despacho.
– Si Hermana. – Suspire profundamente y entre al despacho.
La Hermana Gray estaba en su silla mientras daba ligeros golpecitos con los dedos sobre la pulida superficie de su escritorio. Su mirada denotaba que aún no se le había bajado el coraje y sobre su escritorio estaba la paleta de madera, llegue a su escritorio y me coloque en posición de descanso.
– ¡Terruce Grandchester lo que hiciste es imperdonable! ¡Y lo peor delante de todos los estudiantes! ¡No pienso tolerar esta falta de respeto ante la iglesia y a Dios, nuestro Señor! – Exclamó sobresaltada la Rectora levantándose de su asiento y dando un fuerte golpe a su escritorio, motivo de la frustración de mi comportamiento.
– Lo siento Hermana Gray – Comenté levantando aún más la mirada.
– Terruce ¡Esto es lo más estúpido que pudiste haber hecho y no pienso pasarlo por alto! – Replicó la Hermana Gray con ojos encendidos mientras tomaba la paleta del escritorio en sus manos – Ya sabes que hacer, no será la primera vez que seas castigado y después del correctivo, quiero que vayas a tu dormitorio… estarás confinado por una semana completa.
– Si Hermana Gray, – No voy a llorar, voy a aguantar – Me decía a mí mismo colocándome en posición.
Del otro lado de la puerta se encontraba la Hermana Margareth, escucho cuando el castigo había terminado y luego oyó cómo la Rectora lo reprendía verbalmente. Los gritos de la rectora se escuchaban por el pasillo, después de algún rato el joven abrió la puerta y cerró la puerta tras de sí, recargo su cabeza sobre la puerta, bajo un poco la mirada y observo que estaba ahí parada la Hermana Margareth y salió corriendo del lugar.
– Terry espera… – Dijo la Hermana tristemente.
Salí corriendo a mi dormitorio, azoté la puerta desplomándome sobre la cama – ¡¿Por qué no me expulsa del colegio?! ¡Quiero que me expulsen del colegio! – Grité – Pero sé que nunca lo harán. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué fui a la iglesia? ¿Por qué siempre hago estupideces? ¿Gane algo? ¿Soy más feliz ahora? Nunca lograré que me expulsen… Será mi manera de aliviar el dolor del rechazo de mis padres… ya no aguanto más ¿Por qué mi familia me rechaza? ¿Por qué ambos me corrieron de sus hogares?
¡Mamá! – me levante de la cama – ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! Odio que me hayas hecho tan infeliz, para salvar tu maldito honor de mujer respetable y que tenga esta clase de resentimientos, inseguridades, miedos, odio, ira con toda la gente… – sollozaba – yo que te amaba… que te esperaba con anhelo y tú me traicionaste. – Revente – tome la fotografía de mi madre, la única que tenía de ella, la había conservado con tanto cariño por tantos años, tome mi lapicero y la raye, la insulte y escribí la palabra "¡Muérete!" "¡Muérete!" dos veces en la fotografía, quise romper la fotografía, destrozarla en miles de pedazos como ella había destrozado mi corazón – tenía la foto en mi mano para romperla – quiero romperla, destrozarla, pero no pude… no pude romper la fotografía.
Leí la dedicatoria que me había escrito. Para mi hijo Terry con todo mi cariño, tu madre Eleonor Baker. La avente sobre mi escritorio. – MENTIROSA, NUNCA TE IMPORTE "NUNCA"
Después de un tiempo me tranquilicé y me senté en el piso recargándome en la cama, me sentí tan devastado – ¿Por qué toda la gente que quiero se va? Hermana Margareth, Alfred, Emilia mi nana, Mark, Jack, Paúl y Louis… que triste será la vida sin ellos… los extraño mucho… estoy condenado a ser un alma solitaria.
PRESENTE
15 DE FEBRERO DE 1931
TEATRO BROADWAY.
– Hola Terruce – Saludo Sofía abriendo la puerta del camerino de Terry al ver que este no le contestaba.
– ¡Sofía! – Rápidamente trato de cambiar su semblante de tristeza por una actitud más normal. – ¿Sucede algo?
– Perdóname por abrir sin tu permiso, pero toque varias veces y no me contestabas, – Sofía se había dado cuenta del estado de ánimo de Terruce. Siempre había sido una persona seria y a veces hasta divertida, pero verlo tan vulnerable le dolía bastante.
– No te preocupes, ¡¿No me digas que ya tenemos que estar en escena?! – Pregunto alarmado – ¡Aun no me he cambiado! ¿Ya es hora?
– No, todavía falta más de una hora para la función, el Director nos pidió a todos que vayamos a su oficina, quiere darnos algún anuncio, dice que es algo muy importante y nos quiere ahora mismo.
– Gracias, en un minuto voy a su oficina – Sofía cerró la puerta e inmediatamente Terry se maquillo ya los muy leves hematomas debajo de los ojos rápidamente, ya casi habían desaparecido después de 15 días, cinco minutos más tarde Terry entraba a la oficina.
– Terruce finalmente llegas – dijo el Director mirando a todos los actores de la obra seriamente – tengo un anuncio que darles, ya que todos están aquí presentes.
– Señor Erlanger, – dijo Alexander interrumpiendo al Director. – aun no llega Andrea, ella falta.
– Bueno Alexander, el motivo de la reunión en mi oficina es referente a Andrea, – se dirigió a todos – hoy en la mañana tuvo un pequeño accidente, tiene la nariz fracturada, el labio partido y varios moretones en el rostro y le han dado un mes. Así que en menos de una hora tendremos una función y el personaje principal tiene incapacidad…
– ¡Yo me sé perfectamente todos los diálogos de Cleopatra! – Dijo Sofía inmediatamente – Podré hacer los dos papeles ya que Fulvia nunca interactúa con Cleopatra.
– ¿Estás segura de eso Sofía? Es una enorme responsabilidad el personaje de Cleopatra.
– Estoy segura que lo puedo hacer tan bien o mejor que Andrea señor Erlanger, por favor deme la oportunidad de ser Cleopatra mientras Andrea tiene incapacidad. Además, Andrea y yo somos de la misma talla y misma altura, sin duda alguna me quedará muy bien el vestuario de Cleopatra. – El Director lo dudaba un poco, pero estaba en aprietos – se lo ruego, no lo defraudaré.
– Está bien Sofía, serás el reemplazo de Andrea mientras esta de incapacidad, necesito que te pongas de acuerdo con algunos detalles con Terruce. ¿Terruce habrá algún problema si en esta semana podrían ensayar juntos?
– No hay problema señor Erlanger, mañana y toda la semana ensayaré con Sofía para ponerla al corriente.
– Gracias, bueno ya están informados de los cambios que se realizará a la obra, Jazmín un favor, ¿Podrías actuar en el papel de Fulvia, la esposa de Antonio? Mientras que Sofía es Cleopatra.
– Claro señor Erlanger, es un honor para mí tener el papel de Fulvia. Ahora mismo estudiare con ahincó todos sus diálogos.
– Bueno, mil gracias a todos y adelante, tienen menos de una hora para que se preparen. – los actores salieron rápidamente. – ¿Terruce podrías quedarte un momento por favor?
– Si claro, ¿Hay algún problema? – Pregunto Terry cuando ya todos se habían ido.
– Puedo preguntarte ¡Qué demonios pasa! Primero llegas tú con la nariz rota y tratas de engañarme ¿Crees que no me he dado cuenta de los hematomas que tienes desde hace dos semanas?
– Lo lamento señor.
– Y ahora ¡Es Andrea! Ella no me dijo que le ocurrió, prefirió guardar silencio referente a lo que le paso, pero es claro que alguien le dio una golpiza solo en el rostro ya que en alguna otra parte de su cuerpo no tiene absolutamente nada. – la mirada del Director era intencionada.
– ¿Está diciéndome que mande a golpearla Sr. Erlanger? – Preguntó Terry sorprendido.
– Mira, yo no sé nada, solo sé que desde que salió la publicación en el New York Times diciendo que tenías un amorío con Andrea, bueno todo ha sido muy extraño, Andrea súper espantada ¡Tanto qué casi le daba un ataque de nervios arriba del escenario! y ¡Ella no es así! Andrea es una mujer muy intrépida, tenaz y perfeccionista y difícil de intimidar. – Miraba directamente a los ojos de Terry – Me llego la información que escoltaron a Andrea Guardaespaldas Reales, y es algo extraño ya que ellos no escoltan a plebeyas o actrices de teatro como Andrea, ¿Estoy en lo correcto Terruce?
– Bueno, no debe de dudar de mí… ni de ellos, estoy seguro que ellos no hicieron absolutamente nada referente a lo que le sucedió a Andrea esta mañana, ellos no harían algo así.
– Eso espero Terruce, soy un hombre bastante mayor, pero muy colmilludo y espero que no tengas nada que ver con los golpes que le dieron hoy a Andrea.
– No señor Erlanger, estoy tan sorprendido como usted.
– Bueno puedes retirarte a cambiarte, que en media hora estamos ya en escena.
– ¡Andrea! – Exclamó Terry cuando se dirigía a su camerino y vio los moretones que tenía en su rostro ya que era sumamente blanca como la porcelana. – estoy realmente impactado, ¿Fue Stewart quien te hizo eso? ¿O alguna otra escolta? – Andrea se quedó callada, sus ojos estaban cristalinos – Yo no sé... qué decir…
– ¡Supongo que has de estar muy feliz! ¿No? Ya que me ¡Han quitado de la obra! Finalmente, eso era lo que más deseabas en este momento. ¡Pues deseo cumplido! – Comenzó a llorar de impotencia – Me acaba de decir Alexander ¡Que Sofía será mi reemplazo! ¿Qué debo de decir? ¡¿Qué la felicito?!
– No es mi culpa Andrea, ¡Si no tuya! – Se acercó a su oído para que nadie escuchara si hubiera alguien por ahí – Si tú nunca me hubieras drogado y sacarme fotos comprometedoras créeme que esto nunca hubiera sucedido, nunca me imaginé ¡Qué las escoltas de mi padre te hicieran esto! – Dijo viendo su férula de nariz, el labio partido con moretones en las mejillas. – ¡Yo no di ninguna orden! Y no estoy de acuerdo con esto, pero bueno – le guiño el ojo – pienso que hay justicia divina después de todo. – le sonrió burlonamente.
– ¡Idiota! – Tenía ganas de darle una bofetada, pero se contuvo y prefirió salir del teatro antes que sus colegas la vieran.
ESA MISMA TARDE.
– Stewart, ¿Tienes los análisis que se te pidieron? – Pregunto Alfred seriamente en una oficina de una suite de un elegante hotel.
– Si aquí tienes – de una carpeta de cuero negro saco el expediente y se lo entrego, Alfred comenzó a leerlo de inmediato.
– ¿Es verdad todo lo qué dice aquí? – Preguntó incrédulamente el hombre.
– Si, es verdad, ella me lo había dicho antes y se lo dijo al Doctor cuando le hizo un historial clínico y no ha tenido relaciones sexuales desde hace mucho tiempo, aún así le hizo un estudio vaginal y también los análisis de sangre, el Doctor es una persona bastante sería y muy profesional.
– Quién lo diría, – sonrió de lado – hubiera perdido una gran apuesta si me hubieran preguntado referente a la vida sexual de la Srita. Rosemont. ¿Quién diría que tiene casi tres años sin vida sexual? No se ve del tipo de mujer con celibato, jajajajaja.
– Si, es lo mismo que pensé… ella se abrió un poco conmigo, me dijo muchas cosas de su pasado, es una historia bastante larga y muy triste, creo que le di confianza, pero… – le costaba trabajo comunicarse ya que se le veía un poco nervioso.
– ¿Qué ocurre Stewart? – Dejo el expediente de la actriz en el escritorio y lo miro directamente a los ojos.
– Cometí una estupidez bastante grande y no sé cómo decirle al Duque de Grandchester.
– ¿Una estupidez? ¿Qué hiciste?
– Estaba saliendo del hospital con Andrea cuando ella dice "Ven que no había tenido relaciones sexuales con Terruce, solo nos dimos unos besos apasionados" No sé cómo, pero ahí estaba la señora Candice y comenzaron a pelearse y en un segundo las dos estaban en el suelo, el problema es que… yo… la apoye y hasta le ayude a la señora Candice que le pegará a Andrea sujetando sus manos... – comentó avergonzado.
– ¡¿Qué tú la apoyaste y la ayudaste a que se pelearán?! ¡¿No las detuviste?! No estabas solo. ¡Alguien pudo haber reconocido a mi lady o Andrea Rosemont ya que es una actriz muy famosa aquí en Nueva York! – Gritó furioso – ¡Ya que estaban en la calle, afuera del hospital! ¡¿Qué paso?!
– No sabía que la señora fuese una persona bastante fuerte, ya que le dejo varios moretones y hasta le fracturo la nariz. Protegí las identidades de las dos mujeres y lleve a Andrea para que la curaran, yo pagaré los servicios médicos de la Srita. Rosemont.
– ¡Cómo puede ser que hayas cometido una estupidez como esa Stewart! ¡Pueden hasta demandarnos! Tú obligación como guardaespaldas Real ¡Es haberlas detenido y no apoyar a peleas callejeras! ¿Qué hubiera pasado si Andrea le hubiera dado un mal golpe a la señora Grandchester ya que ella es mucho más alta y corpulenta? ¿Sabes en qué problema te hubieras metido? ¡Te pueden hasta suspender o en el peor de los casos, que seas despedido de la Guardia Real!
– Lo lamento muchísimo y acepto toda la responsabilidad de cualquier suspensión o si estoy despedido. – Comentó la escolta con pesar.
– ¿Tienes la factura del Hospital? Quiero ver las lesiones de Rosemont, espero que no sea nada grave. – De la carpeta de cuero Stewart saco otro expediente y se lo entrego e inmediatamente comenzó a leerlo – Voy a ver qué puedo hacer para ayudarte, para que no seas suspendido. Voy hablar yo con el Duque de Grandchester.
– Gracias Alfred.
Apartamento de los Grandchester
Los niños se habían ido a dormir, esa noche no deseaba hablar ni con Dorothy, por alguna razón sentía que había sido demasiado dura, finalmente Terry no la había engañado, pero si le dolía que se haya ido con sus amigos a un bar y Terry con unas copas de whisky haya bajado la guardia con Andrea con tanta facilidad, que la haya besado, que me haya mentido.
Se acostó en la cama y vio que su cama estaba completamente vacía, le faltaba ver a su esposo llegar del teatro y verlo mientras se quitaba la ropa para meterse a la cama y que la abrazará y la besará como todas las noches, sabía que no podía vivir sin él.
Eran las tres de la madruga y no había podido dormir casi nada, se la había pasado llorando y llorando. Se odiaba por ser tan débil, por una parte, deseaba llamarle a Terry y decirle que lo amaba con toda su alma y que lo necesitaba, pero otra parte de ella deseaba darle un escarmiento que viera que no lo iba a perdonar tan fácilmente y que se diera cuenta de que ella valía muchísimo, qué pensará más en las consecuencias de sus actos como para que tan fácilmente sea seducido por actrices o admiradoras que son muchísimas.
Su propósito era de darle una lección, ¡Qué podría hasta perder a su familia si hubiera llegado a mayores! Daba gracias a dios que no haya pasado nada más que besos… solo besos, besos de Terry hacía ella… no de ella a él. – abrazo su almohada y comenzó a sollozar, le dolía tanto el corazón.
Esa mañana como todos los días se levantó de la cama, se bañó y preparo a sus dos hijos para darles de desayunar con ayuda de Dorothy, como toda una mujer tenía que ser fuerte y que sus hijos no se dieran cuenta de las cosas, así como si nada hubiese ocurrido llevo a sus dos hijos a la escuela.
Llegando a su apartamento Dorothy le tenía preparado el almuerzo como era de costumbre, Candy se sentó en el comedor y finalmente se soltó a llorar, se desahogó con su mejor amiga.
– ¿Dos semanas? ¿Él señor no estará aquí por dos semanas?
– ¡Estaba enojada Dorothy! Le dije que no lo quería ver, pero te confieso que me estoy muriendo por adentro. Mi corazón me dice que lo llame y que desea que regrese, pero mi cabeza dice que lo haga sufrir ya que me lastimo, me lastimo profundamente. ¡Me mintió! Me mintió al decirme que nunca le haría caso a Andrea, que la odiaba y que no la soportaba, pero se emborracho con whisky y Andrea no desperdició la oportunidad de seducirlo y este no se hizo de rogar y la beso ¡Beso sus pechos! Sus pechos firmes y enormes ¿Puedes creer eso? Debo de llamar al fotógrafo y agradecerle, ya que gracias a él se detuvieron, si no hubieran tenido relaciones íntimas sin duda alguna. – Comenzó a llorar de impotencia.
– Bueno, hombres, hombres tenían que ser – le levanto el rostro con ternura – pero no puedes quedarte así, ya tomaste una decisión ¿Cuál va a ser tu siguiente paso? No puedes estar así las dos semanas, habías tomado una decisión de buscar empleo y salir adelante como cualquier mujer.
– Dorothy no sé, me siento tan deprimida para buscar ahora un empleo.
– ¡Nada de eso! Al contrario, estar ocupada estos días será mucho mejor para ti que pensar en el Sr. Grandchester todo el tiempo, así que debes de comprar el periódico y buscar un empleo de medio tiempo. No puedes estar así todas las mañanas llorando, esa no es la Candy que yo conozco.
– Dorothy, está bien – le sonrió a su amiga para darse ánimos – compraré el periódico para ver si aún solicitan enfermeras en el hospital donde fuimos ayer.
– ¿Quieres que vaya a comprarlo? – Pregunto Dorothy mientras recogía la mesa del almuerzo.
– No, yo iré por el periódico, ahora voy.
A dos cuadras de su edificio había un estanquillo de periódicos ahí mientras compraba el periódico vio que en primera plana estaba Andrea.
"Cleopatra sufre un asalto"
La actriz Andrea Rosemont sufrió un asalto al salir de su casa el día de ayer, desafortunadamente la actriz está gravemente herida por lo cual el Director ha confirmado que por algunas semanas la reemplazara la actriz Sofía Watson mientras se recupera…
FLASH BACK.
UN DIA ANTES.
– Dame tiempo Terry, no es fácil asimilar toda esta información, – decía Candy parada en la ventana de su recamara mirando el Central Park.
– Candy, te suplico por favor, no… no te separes de mí y no me separes de mis hijos. – Terry negaba con la cabeza.
– Necesito tiempo, tiempo para pensar, ahora no quiero pensar con la cabeza caliente, con los sentimientos a flor de piel, no quiero tomar alguna decisión precipitada por coraje, ira, o dolor… quiero llorar, quiero ver que voy hacer de mi vida, quiero también retomar mi carrera...
– No te estoy negando que vuelvas a ejercer como enfermera, sabes que te apoyo al cien por ciento y más, ¡Has todos los cambios que quieras hacer en tu vida! Pero no me apartes de ella. – Candy simplemente se quedó callada – ¿Cuánto tiempo necesitas?
– Dame quince días, dame dos semanas. – su voz era clara y suave.
– ¿Qué pasará después de esos quince días? ¿Volveremos cómo antes?
– ¡No lo sé Terruce! – Su mirada estaba perdida viendo a la nada.
– ¡No me hagas esto Candy! Te lo suplico, soy un hombre y tengo muchos errores, ¡No soy un hombre perfecto! ¿Sabes? Desearía volver al pasado y no haber ido a esa fiesta, o te hubiera llamado para que fueras conmigo a celebrar ya que era una fiesta organizada por el Director, el Sr. Erlanger, no podía desairarlo, irnos temprano y juntos y que no ocurriera lo que sucedió.
– Terry ¡El hubiera no existe! Al menos cambiaste tu discurso – dijo llorando – ¡Cuando viste la fotografía en el periódico! Decías que quizá te habían dormido que no estabas en tus cinco sentidos, ¡Yo te creí! ¡Te creí!
– Candy yo…
– ¡Acepta que bebiste lo suficiente! ¡Acepta tu responsabilidad que la deseabas Terry! ¡La deseabas tanto que le desabrochaste el vestido y la besabas! – Dijo con un llanto que le dolía hasta lo profundo de su alma – Si no hubiera sido por el fotógrafo ¡Me hubieras engañado! Y eso es lo que más me duele Terry. Es un dolor tan fuerte que te destroza el alma.
– Perdóname, yo te amo… y lamento que una parte de ti ya no confíe en mí, dime que tengo que hacer para que no te alejes de mí, ni alejes de mí a los niños.
– Dame tiempo, no sé qué pasará el día de mañana, pero necesito llorar, gritar, desahogarme y estando tú aquí no podré. Necesito saber si nuestro amor es lo suficiente grande para que después del tiempo y la distancia te pueda perdonar o no.
– Está bien, – dijo Terry resignado – ¿Quince días verdad? – Candy dio un asentamiento de cabeza. – ¿Puedo pasar en las mañanas por los niños? Para llevarlos a la escuela.
– No, no es conveniente, Maggie y Ricky preguntarán por qué no duermes aquí… no quiero…
– Comprendo. – La interrumpió – voy hacer mi maleta, voy a quedarme en un hotel cerca del teatro, voy a dejarte el carro para que lleves a los niños a la escuela.
– Si.
Terry tomo una pequeña maleta y ahí metió un par de camisas, pantalones, ropa interior, pequeños artículos de aseo personal mientras sin evitarlo las lágrimas escurrían por sus mejillas.
Dorothy y los niños llegaron en ese momento. Terry se limpió el rostro al igual que Candy.
– ¡Papi, mami! Ya llegamos – los niños gritaron de felicidad – Dorothy nos llevó al cine, vimos una película muy divertida.
– Mis amores – dijo Terry yendo con ellos, se hinco y los abrazo fuertemente – me alegro mucho que se hayan divertido mucho.
Dorothy vio que una maleta estaba en la sala y vio el semblante de los señores. Candy tenía los ojos rojos al igual que el señor.
– Papito ¿Pasa algo? Te veo muy triste al igual que mi mamá. – dijo Maggie viendo el rostro de sus padres.
– La verdad es que sí, estamos un poco triste… porque me voy por 15 días y no los voy a ver en ese tiempo… vamos a presentarnos en una ciudad un poco alejada de aquí.
– ¿A qué ciudad te vas a ir? – Pregunto Ricky desconcertado. – ¿Cuándo te vas?
– Esta misma noche, nos presentamos esta noche en el teatro y partiremos en tren.
– ¡¿Está misma noche te vas?! – Terry dio un asentamiento de cabeza – No quiero que te vayas tanto tiempo – decía Maggie tristemente. – Quiero irme contigo.
– Eso es imposible mi amor, – los ojos del padre estaban cristalinos, tenía pavor de que Candy no lo perdonará y pudiera perder a sus hijos, los abrazo fuertemente mientras los besaban – En quince días regresaré, así que ya saben, deben de hacerle caso en todo lo que diga su mamá y hacer su tarea. – se limpió las lágrimas. – Debo de irme ya al teatro, ya se me hizo tarde. – recogió su maleta miro a Candy y la beso en la comisura de los labios. – Te llamaré mañana para decirte en que hotel me estoy hospedando y darte el número telefónico si se llegará a ofrecer algo.
– Si – dijo Candy con un nudo en la garganta.
– Dorothy cuida mucho a la señora por favor.
– Sí señor. – Terry tomo su maleta y se fue.
– Dorothy – dijo Candy tratando de no soltar en llanto. Podrías ver que los niños hagan sus tareas y llevarlos a la cama, hoy no me siento bien.
– Si Candy, no te preocupes, yo me ocupo de ellos.
Fin del FLASH BACK
CONTINUARÁ...
