CAPITULO 21

(Fragmentos de anime, manga y libro de historia final) Todas escritas por la autora original Mizuki A.

PASADO

ENERO DE 1913.

Había pasado una semana, una noche a las 9:00 p.m. aproximadamente. Estaba sentado en mi cama tratando de estudiar historia universal, sentía un dolor enorme en mi pecho y una inmensa tristeza y soledad que no podía concentrarme en mi lectura, escuche unos ruidos que me hicieron levantarme, me asome por ventana y vi a alguien que estaba en la rama de un árbol y cayó al balcón siguiente del mío, Agudice la vista y pude distinguir detenidamente que era la chica pecosa del transatlántico entrando al dormitorio de los Cornwall. Estuvo cómo media hora en el dormitorio y vi cuando se despidió de ellos suponiéndome que eran primos o algún familiar, se dirigió a su dormitorio entrando por la misma forma a su balcón.

¡Dios mío! – Exclamé anonadado – Es la primera vez en la historia del colegio que una chica entra a los dormitorios de los muchachos aun siendo familiares. Ni yo me atrevía hacer algo parecido… entrar al dormitorio de las chicas ¿Me pregunto qué cara pondrían al verme? – Me reí ante mi ocurrencia. – ¿Quién será ella? No es como las demás chicas, ¡Claro debe ser que ella es americana!

Una noche sin meditarlo salí del colegio, había escondido mi vehículo a un kilómetro de ahí, lo tome y me fui al primer bar que encontré, era un bar de poca clase, las borracheras ya no eran divertidas ni alegres sin mis cuatro amigos, realmente extrañaba su amistad, ellos en Francia y yo aquí sintiéndome el hombre más miserable de todo el mundo, no tenía nadie a mi alrededor

"Que vida tan más vacía" – Bebía para olvidad, esa noche pensé ir con algunas señoritas y pagar por sus servicios… pero estaba completamente borracho así que decidir ir al colegio e irme a dormir, cuando decidí brincar la barda vi que había una señora de sesenta años que deseaba ver a una de sus nietas y quería entrar al dormitorio de las chicas sin ser descubierta, faltaba 11 días para el quinto domingo y nadie en ese lapso podría ver a las internas sino era por alguna enfermedad o la muerte de un familiar, ella me pidió ayuda.

No pude evitar no ayudar aquella anciana, era Martha O'brian abuela de Patricia O'brian era tan ocurrente escabulléndose de las Hermanas para no ser descubierta, además estaba ebrio y no veía las consecuencias aquella noche. Tenía tantas ganas de entrar a los dormitorios de las chicas. – Si aquella chica americana lo hace ¿Por qué yo no voy a entrar al dormitorio de las chicas? – Me dije con una sonrisa en los labios.

Rompí un vidrio de la ventana y pude quitar fácilmente el seguro de la puerta, entramos a los dormitorios de las chicas donde se podía ver un larguísimo pasillo y al principio de la puerta unas escaleras para subir al primer piso, igual que los dormitorios de los hombres, la señora anciana pudo escabullirse rápidamente antes que las internas salieran de sus dormitorios por el ruido del vidrio que había roto. No me dio tiempo de correr alguna parte ¿Dónde te puedes esconder? Llego primero la Hermana Margareth y las estudiantes salieron escandalizadas de su dormitorio.

– ¿Sabes qué esté es el dormitorio de señoritas? – Preguntó la Hermana Margareth tranquilamente.

– Lo sé. – Respondí con antipatía ya que la Hermana Margareth nunca me visito después de que la removieron.

– ¿Por qué trataste de entrar? – Preguntó dulcemente y sentí envidia de las chicas que la tuvieran cómo supervisora.

– ¡Terry quiso colarse al dormitorio de las chicas! – Replicaron varias chicas internas quien estaba en las escaleras. – ¡Qué terrible! ¡Es un sinvergüenza!

Mientras que la Hermana se acercaba y percibió mi aliento alcohólico.

– ¿Has estado bebiendo verdad?

– ¿Por qué? ¿Quiere que la convide Hermana? – le sople en su rostro mi aliento alcohólico, sabía que estaba siendo muy irrespetuoso con la Hermana Margareth quien había sido mi Hermana favorita por mucho tiempo.

– ¡Oh Dios mío! – Exclamó la Hermana a ver el terrible comportamiento.

– Buenas noches señoritas. – Me dirigí a las estudiantes – Se les ve realmente muy cómicas a todas… es mucho más divertido que ir a un zoológico.

– ¡Qué terrible!... ¡Qué descarado!... ¡Le gusta escandalizar!... ¡Es un grosero! – Comentaron varias chicas indignadas y otras murmuraron más cosas, ahí también estaba la pequeña pecosa, ella me miraba incrédula.

– ¡Vete enseguida a tu dormitorio! – Exigió la Hermana Margareth y con su dedo índice me señalo la puerta de salida – Y mañana…

– Ya sé… le informara a la Hermana Gray lo sucedido ¿Verdad? – Añadí con una sonrisa de sarcasmo.

– ¡Terry! – Exclamó la hermana alzando la ceja en un gesto de desaprobación.

– Adiós Hermana. – Le hice una reverencia, abrí la puerta y me detuve. – No se preocupe por nada, mañana mi papá pagará el vidrio que rompí, adiós.

Aquella noche ya en mi dormitorio no pude dormir, estaba arrepentido de lo que había hecho, le había faltado al respeto a la Hermana Margareth, seguro que mañana la Rectora va a reprenderme severamente, estaba sentado en mi cama y mis manos en la sien jalándome el cabello y un dolor repentino me dio en el estómago. Me acosté pensando lo que me iba a suceder mañana. ¡Malditas reglas! Hace que me vuelva mucho más rebelde ¡Quisiera que me expulsaran del colegio! – Alguien toco mi puerta.

– ¿Terry puedo pasar? – Era la Hermana Margareth quien me visitó a mi dormitorio.

– Adelante Hermana. – Estaba ya vestido con el uniforme del colegio y estaba parado sobre el ventanal viendo el amanecer en el horizonte y tratando de ser fuerte del severo regaño que bien me lo merecía.

– Terry ¡Lo que hiciste anoche fue imperdonable! ¿Cómo osas presentarte estando completamente ebrio frente a todas las alumnas? Sabes muy bien que está prohibido las bebidas alcohólicas. – Comentó la Hermana visiblemente enojada e indignada – ¡Quién te has creído para que puedas dañar las instalaciones del colegio! Tú padre podrá comprar todo el colegio si desea, no por eso pienses que puedes hacer aquí tú santa voluntad… cómo romper los vidrios del colegio y entrar al dormitorio de las damas… ¡Esto en otra persona jovencito sería la expulsión inmediata del colegio! Y en tu caso ¡Otra severa reprimenda mucho peor que hace tres semanas! ¿Qué quieres demostrarnos? ¡CONTESTA!

– ¡No quiero demostrar nada! – Mascullé en un grito, agarrando la cortina y apretándola con fuerzas.

– No te entiendo – Continuó ella tristemente – no sé ¿Por qué dices y haces cosas terribles?

– ¡¿Quiere saber por qué?! ¡Porque soy un error de mis padres! ¡Yo no sé porque demonios nací, no debí de haber nacido, nunca les importé a mis padres, ellos me odian, siempre me han rechazado! Ambos me han corrido de sus casas y me han abandonado en este maldito lugar. – La Hermana se acercó a mí y me volteo para que la mirara a sus ojos, pero yo esquive su mirada

– Terry, si me prometes que no vas a meterte en más problemas… no le diré nada a la Rectora de lo ocurrido – La Hermana me estaba sujetando de los brazos y yo simplemente me quede callado. – Sé que no lo harás, ¿Verdad Terry? – Bajo su mirada y volvió a levantarla – No le voy a decir ni una palabra a la Rectora de lo ocurrido anoche, no me gusta cómo te castiga la hermana Gray.

La abracé sin decir absolutamente nada, porqué Dios me quitaste a la hermana Margaret, la extraño mucho, es lo más parecido a una mamá.

Todas las tardes miraba de lejos a esa chica pecosa quien en sus descansos se la pasaba con Stear y Archie Cornwell, platicaban las dos horas de descanso y sentí que Archie la miraba de una forma muy diferente al de un familiar.

Quizá sean amigos o peor aún… quizá sea la novia de Archie. Pero ¿Por qué está ahí Stear?

En esos momentos sentía envidia de los Cornwell de poder tener la dicha de hablar con ella, recordó que en octubre del año pasado habían entrado los Cornwell al colegio, Archie y Stear había ocupado el dormitorio de Leonardo que estaba a lado mío, Archie se veía triste y deprimido, y cuando la hermana daba el correo, él con tanto entusiasmo revisaba las cartas que le había llegado y una de ellas era la que le encendía de alegría, ¿Serán las cartas de esa chica pecosa del transatlántico?

La observaba a distancia y me percaté que sus pláticas eran amenas, tenía una sonrisa hermosa y su risa era sincera, por otra parte, me di cuenta que su porte era de una persona segura de sí misma, atenta, inteligente, simpática, en cambio mi porte distinguido, eran movimientos automáticos aprendidos de una enseñanza severa por mis profesores en el Palacio.

Me había dado por vencido, cuando de repente los hermanos Cornwell se levantaron y dijeron un hasta luego, no se dieron la mano, o pequeño beso en la mano o en la mejilla, ni aun de lejos, algún guiño que me dijeran que eran novios y ¿Por qué ella en varias ocasiones se metía a su dormitorio? Ella siguió un rato más descansando sobre el césped, se veía tan hermosa ahí tan relajada.

Estaba sola, deseaba hablarle y decirle un: ¡Hola! ¿Cómo estás? Pero mis pies pesaban como el plomo y mi boca estaba pegada, no podía omitir ruido alguno. Retrocedí – ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedo hablarle? ¿Por qué soy tan inseguro de mí mismo? ¿No eres aristócrata acaso? Deberías de tener a cualquier chica con tan solo chasquear los dedos. – Me decía mientras me escondía detrás de un árbol.

– ¿Quieres saber por qué no te atreves a dirigirle la palabra? – Preguntó una vocecita interior de mí – tú más que nadie sabes la respuesta… miedo a ser rechazado, miedo a que te lastimen, quizá te diga "Lárgate de aquí delincuente borracho" – ¡NO, NO ES VERDAD! – me respondí casi en un grito – ¿Entonces por qué no te atreves a hablarle?

Salí del árbol y las campanadas del colegio sonaron para llamarnos al comedor. Ella se levantó rápidamente y se fue corriendo.

Yo también fui al comedor aquella tarde, de frente mío se había sentado Archie Cornwell, me moría por saber ¿Qué significaba Candy para él? Un familiar… una amiga, ¡¿O su novia?! Pero no me atreví hacerle tal pregunta, al contrario, lo miraba como si fuera muy poca cosa aquel americano y en una ocasión Archie se había equivocado de cuarto entrando al mío, yo salía.

– Lo siento, me equivoque de habitación. – dijo Archie, y yo le di un puñetazo en el rostro. – ¡Oye me disculpe contigo! ¡¿Por qué me golpeas?! – al levantarse trato de pegarme también sin embargo otros compañeros lo detuvieron. Me hubiera gustado mucho pelearme con él.

Domingo, los estudiantes estaban en misa y yo había estado cabalgando con Teodora, tenía un látigo para que pudiera correr a todo galope, cuando termino la misa, tres estudiantes estaban molestando aquella chica de ojos esmeralda y con hermosas pecas en su rostro.

– ¡Escúchame bien Candy! Este colegio no es un buen lugar para ti. ¡Debes de irte del colegio! – Y sin meditarlo les di un latigazo aquellos tres hombres.

No comprendía porque le hacían daño aquella chica, así que los golpee sin piedad, hasta que finalmente se rindieron y se fueron corriendo. Yo me fui sin dirigirle la palabra a ella.

– ¡Espera! ¡Espera! – Ella corría hacia mí.

– ¿Qué es lo que quieres? – Pregunté bruscamente.

– Quiero darte las gracias por lo que hiciste. – Comentó sin poder ocultar su admiración.

– No tienes nada que agradecer, no lo hice para ayudarte… simplemente que no me agradan esos chicos, eso es todo.

– ¡Ahhhh! – Ella me miro tiernamente, su profunda mirada verde me atrajo como un imán.

– ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras de esa manara? – Agarre su mentón y la mire seductoramente – Acaso vas a declararme tú amor, pequeña pecosa. – Su mirada cambio repentinamente y aparto mi mano de su barbilla bruscamente – Conozco un buen lugar para declararse ¿Quieres venir?

– ¿Tienes ganas de bromear? – me miro furiosa.– ¡Por supuesto que no iré! ¡Quién te has creído! – Se indignó.

– Menos mal, no me gustan las niñas pequeñas con la nariz chata y pecosas como tú.

– ¡Grosero! ¡Mocoso engreído! ¡Para de darte tantos aires ¡Mi nombre es Candice White Andley! Y todos me llaman Candy – Se alejó furiosamente del lugar.

¿Candy, dices? Creo que te queda mejor Señorita pecosa. – finalmente sabía ahora su nombre e instintivamente apareció una sonrisa en mi rostro

Dos días después antes de que se sirviera la cena estaba haciendo mis deberes escolares cuando la Hermana Victoria toco a mi puerta y entro a mi dormitorio.

– Terry Grandchester, ¿Dónde has estado? Te he estado buscando toda la tarde. – Ella traía varios juegos de papel en su mano y lo dejo sobre mi escritorio.

– He estado en el establo con Teodora cepillándola y dándole de comer – dijo dejando la pluma fuente sobre el tintero y cerrando la libreta de apuntes – ¿Se le ofrece algo hermana?

– Si, deseo que firmes estos documentos.

– ¿Documentos? – tomé los dos juegos y comencé a leerlos – ¿De qué se tratan estos documentos?

– Es la solicitud de admisión para entrar a la Universidad de Cambridge.

– ¡¿La solicitud de admisión para entrar a Cambridge?! Pero falta mucho tiempo… todavía me falta año y medio para graduarme de St. Pablo – Exclamó el joven confundido – ¿No es hasta el último año escolar hermana para llenar las solicitudes para las Universidades?

– Así es Terry, pero como sabes Cambridge y Oxford tienen mucha demanda, como tu padre es muy influyente y tus asignaturas son excelentes… está asegurando un lugar desde ahora en Cambridge.

– ¡Pero no quiero ir a Cambridge! – Contesté reaccionando inmediatamente – deseo ir a la Universidad de Escocia en St. Andrews y estudiar arte Dramático.

– ¿A la Universidad de Escocia? – Preguntó la Supervisora con un ligero irritación en su voz – No puedo creer lo que estás diciendo Terruce Grandchester, ¡Miles, y miles de jóvenes ya quisieran tener la oportunidad de entrar a la más prestigiosa Universidad de Inglaterra! Y tú estás diciendo que no deseas entrar a Cambridge. – Vocifero con vehemencia – ¡No puedo creer tu arrogancia y tu egoísmo!

– ¡No permito que me hable de esa manera! – Estallo Terry y la Hermana Victoria sintió que la dureza de aquella mirada del joven le helaba la sangre.

– ¡Pues es la manera que debieran de hablarle Lord Grandchester! – Continuó ella entonces tratando de ignorar el estallido de ira del joven – Debe de saber que hay miles, millones de personas lavando pisos y ropa ajena… planchando por horas para recibir unas cuentas libras para poder sobrevivir y llevarse algo de comer a la boca, mientras que usted tiene todas las oportunidades de la vida y las desechas como si fueran muy poca cosa.

– ¡Está bien! – Replicó él enseguida indignado ante las afirmaciones de la hermana – únicamente quería expresar que deseaba ir a otra universidad, pero parece que no puedo tomar ninguna decisión por mí mismo – tome los documentos que estaban en mi escritorio y los firme – ¡Ya está listo! – Se los entregue casi aventando los papeles a la hermana.

– Lord Grandchester, podrá tener un nombre, prestigio, título nobiliario y excelentes asignaturas… pero le falta madurar todavía, usted simplemente es un mocoso malcriado y mimado por sus padres que piensa que puede hacer aquí su santa voluntad.

– ¡Algo más o ya termino! – Terry se levantó de su asiento y le dirigió la mirada más dura que jamás había lanzado en toda su vida.

– No, no he terminado… – respondió la hermana haciendo un esfuerzo para controlarse y no gritarle – la hora de la cena será en 10 minutos quiero que este en el comedor puntualmente Grandchester – Inquirió frunciendo el ceño cuando se dio cuenta del enojo de Terry – ¿Por qué me mira así? No me digas que vas hacer un berrinche el niño.

– ¡No! Estaré en el comedor puntualmente. – Dijo él totalmente perplejo y lastimado en su orgullo masculino.

– Eso espero – la hermana se dio la media vuelta y abrió la puerta y antes de cerrar dijo, por último – Grandchester, comience ya a actuar como un adulto respetable en vez de meterse en problemas.

Esa misma noche estaba ya en el comedor, la Hermana Victoria como siempre al comienzo de los alimentos daba gracias a Dios nuestro señor, nuestras oraciones acostumbradas, debíamos de guardar compostura, no se habla con la boca llena, estar bien sentado y erguido, tomar los cubiertos de forma correcta, mis movimientos eran en forma automática, levante la mirada de mi plato semi lleno y observe a mi alrededor.

Esta no es la vida que deseo vivir hasta mis veintidós años, estar toda mi juventud en un internado. – sentía que me faltaba la respiración, necesitaba aire, me estaba ahogando, me levante repentinamente de mi asiento.

– Hermana Victoria no me siento bien, solicito permiso para retirarme de la mesa.

– Está bien Terruce… puedes retirarte.

Salí despacio del comedor, y cuando llegue al pasillo corrí hasta llegar al baño, volví lo que había cenado, trataba de no hacer ruido, me limpie y observe que no había nadie en el pasillo, salí por la puerta trasera a los jardines, el frio viento de enero no me alejaban de mis tristes cavilaciones y corrí hasta el establo, estaba galopando lo más rápido que podía mi caballo cuando de repente escucho un gritó ensordecedor.

– ¡Detente! ¡No vayas por ese camino! ¡Anthony! – detuve mi caballo cuando de repente la chica pecosa se cae desmayada ante mí, de un brinco bajé del caballo y la sostuve, estaba preocupado por ella ya que lloraba y decía Anthony, había pasado como cinco minutos cuando lentamente ella recobraba el sentido.

– Anthony. – ella abrió finalmente los ojos.

– En realidad me llamo Terruce, no me llames con un nombre tan banal y común como ese. – dije saltando al lomo de mi caballo mientras ella se ponía de pie rápidamente.

– ¡¿Un nombre banal?! Es un nombre bellísimo, en cambio ¿Terruce? ¿Qué tipo de nombre es?

– ¿Esas son las palabras que le diriges a tu salvador? Te he cuidado tan tiernamente cuando te has desmayado.

– ¡¿Has cuidado de mí?!

– Ohh sí, tú no podías permanecer de pie – dijo de forma burlona – tú te desmayaste y yo te estreche fuertemente y…

– ¡¿Qué?! – se puso roja de golpe y yo estalle en risas.

– Estoy bromeando, solo soy gentil con chicas guapas. – me carcajeé de ver la cara de esa chica pecosa, di un golpe en el costado de mi caballo y salí galopando de ahí. – ha sido mi segunda vez que le hablo a esa niña pecosa en el colegio. Por alguna extraña razón me sorprendí y una sonrisa apareció en mis labios.

Principios de Febrero de 1913.

Recuerdo que estaba sobre el césped a lo alto de la colina y fumando tranquilamente aquel primer quinto domingo del año, veía la hermosa vista de la ciudad de Londres, era un día tranquilo y fresco, el aire frio de febrero soplaba en mi rostro. Cuando escuché unos pasos apresurados, escondí mi cigarro y vi que era la chica del transatlántico. Y di otra fumada al saber que no era una Hermana.

– ¡Un incendio! ¡Hay que traer agua rápidamente!

– ¿Qué sucede tarzán con faldas? – me reí.

– ¡Terruce!

– Oye, llámame Terry por favor, solo la gente inútil me llama Terruce… aunque no he dicho que tú no lo seas. – dije sonriendo y volví a fumar.

– ¿Qué estás haciendo aquí y fumando? – Preguntó ella – Es contra el reglamento del colegio fumar adentro del colegio. – tomo con sus dedos mi cigarrillo de mis labios y lo aplasto con la suela de su zapato.

– ¡Oh no! Era el último – dije divertido. – Mira quien habla Tarzán con faldas, bueno, al ser sincero yo no violo las reglas como tú… – Me reí – es la primera vez en la historia de este colegio que una dama se escabulle a los dormitorios de los muchachos a través de los balcones por una cuerda blanca. – Le guiñé el ojo.

– ¡Me descubriste! – Dio un paso hacia atrás al verse descubierta.

– Así es. Pequeña pecosa… tarzán con falda, no se escucha muy bien – Me reí al ver la cara de susto de ella. – Que te parece tarzán pecosa.

– ¿Tarzán pecosa? – Se molestó – ¿Qué es eso?

– Es tu nombre.

– Mi nombre es Candy White Andley y tú eres un sinvergüenza malcriado y engreído.

– ¿Qué haces aquí siendo que hoy es el quinto domingo? – Pregunté curioso, ya que siempre era el único que sus padres lo habían abandonado en el colegio y no lo recogían y se quedaba solo en el colegio.

– En realidad no tengo padres, soy hija adoptada de la familia Andley y tengo dos primos Archie y Stear Cornwell, pero nadie ha venido a recogerme.

De tal manera que los Cornwell son primos, eso significa que no son novios como había creído al principio por las miradas de Archie, ¡Que excelente noticia! – Me dije con una ligera sonrisa en los labios que no pude evitar.

– Conozco a Archie Cornwell vamos en la misma clase y es mi vecino de cuarto ¿Por qué no saliste con ellos?

– Teníamos planeado conocer la ciudad, pero la tía abuela me odia, si por ella fuera me dejaría abandonada en el colegio, quizá para la próxima salida pueda finalmente salir con ellos.

– Qué lástima.

Ese mismo quinto domingo, me escape del colegio y decidí ir al hipódromo para gastar algunas libras de la mensualidad que mi padre me daba, además había tenido un bono extra ya que mi cumpleaños 16 había sido la semana pasada.

No soy muy aficionado a las apuestas, pero me gustaba ver las carreras de caballos, ahí encontré a Candy, me dio curiosidad y baje a los jardines donde se encontraba, he hicimos una apuesta que estaba cien por ciento seguro que ella perdería, ya que conocía perfectamente a Royal King que era un ganador pura sangre.

– ¿Quieres apostar conmigo? – Comenté con una mirada retadora.

– ¿Apostar? – Preguntó no muy segura de continuar con aquel juego.

– Te diré algo, si ese burro llegará a entrar en tercero, nunca más te volveré a llamar Tarzán pecosa, sino Srita. Candy White Andley.

– ¿Seguro? – Respondió la chica aun no muy segura.

– Es una promesa de noble inglés. Pero si pierdes serás mi esclava, cuando tenga un cigarrillo en los labios lo encenderás, cuando tenga sed me servirás té.

– ¡Quién haría eso! – Exclamó indignada al escuchar la apuesta y alzando la nariz al cielo.

– Si tienes tanta confianza al caballo no tienes nada que temer. – La desafié y ella cayó en la trampa.

– Apostado. – Replicó Candy con firmeza.

– De acuerdo pecas, trato hecho. – Le estreché la mano y fui a tomar asiento.

Comenzó la carrera, solo veía como Candy gritaba, brincaba de una forma rara, como un mono salvaje, era divertida y se jalaba sus hermosos rizos dorados desesperadamente para que entrara su caballo en los primeros tres lugares.

– ¡Qué chica! Pobre. – Pensé – sus modales no son de una dama, eso me gusta de ella, parece una Mona.– finalmente termino la carrera y el caballo entro en cuarto lugar y ella fue donde estaba sentado.

– Perdí la apuesta, ¿Primero te lustro los zapatos? – Dijo Candy desilusionada.

– Desde aquí lo vi llegar en tercero. – Me levante de mi asiento seriamente.

– ¿Pero?

– Digamos que fue un empate. – Me retiré de aquel lugar rápidamente como pude – ¿Qué me está pasando? – Pensaba – Esa chica estaba dispuesta a pagar su apuesta. Me sentí miserable de la manera de tratarla tan bruscamente, como si no pudiera tratar a la gente de diferente manera que la que me han tratado mis padres y mis profesores.

Finales de febrero.

A pesar que la Hermana Gray descubrió mis borracheras, le prometí no volver hacerlo, sin embargo, continuaba bebiendo, eso sí, era más precavido ante las hermanas, me escapaba en la madrugada, bebía hasta no poder más, llegaba a pelearme en el bar con borrachos como yo y llegando al dormitorio todo golpeado.

En una ocasión me equivoque de pabellón y entre al dormitorio de Candy, golpeado y lastimado, me habían herido con un cuchillo en mi pantorrilla y tenia el labio partido. Aún recuerdo cuando Candy me ayudo a vendarme y salió del colegio para comprarme medicamentos, me salí de su dormitorio sin darle las gracias ya que temía que me encontraran en su dormitorio.

Aquella muchacha me llevo a cambiar voluntariamente mis hábitos respeto al alcohol, estaba listo para una vida más tranquila dejando el alcohol, el bar, las peleas, dejar de pagar los servicios de mujeres de la vida galante. Estaba pensando todo aquello acostado en el césped en la colina cuando de repente ella se tropezó conmigo y cayó a mis brazos.

– Oye, sé que me encuentras "irresistible", pero si me saltas encimas de repente puedes hacerme daño. – trate de ayudarla a levantarse.

– ¿Pero qué haces? – ella se levantó rápidamente.

– ¿Qué hago yo? ¡Esas deberían de ser mis palabras! Tú caíste sobre mí. Jajaja – conteste con una enorme carcajada mientras me levantaba.

– ¡Yo solo me he tropezado! ¡No deberías tirarte en el suelo donde nadie puede verte! Como si fueras una piedra.

– Vahh, las piedras no pueden disfrutar del perfume de los narcisos. – ella se acercó y miro mi rostro detalladamente. – ¿Por qué me miras de esa manera? ¿No me digas que quieres un beso mío?

– Estoy sin habla, sólo estaba aliviada al ver que tus heridas están curadas… aquella noche salí a comprarte medicinas y tú en cambio…

–¡¿Cómo has dicho?! Rompiste las reglas y saliste sin permiso y de noche, casi estoy por decirle a las hermanas. – sin evitarlo me enoje, ¿Cómo era posible que ella saliera del colegio de noche sabiendo él los peligros que le puede pasar a una señorita tan hermosa como ella, o peor aún, que la hubieran descubierto las hermanas? Y ella no tiene la influencia como lo tiene él, seguramente la hubieran expulsado del colegio si la hubieran descubierto.

– Terry, yo vi que tenías heridas muy graves y es por eso que…

– Bien, no te he pedido nada de eso, no necesito de tu ayuda. – mi expresión se volvió aún más dura y mi tono de voz era distante y fría.

– La verdad no quiero obligarte aceptar mi ayuda. Al contrario rechazaría a echarte una mano, Me largo, ¡Qué tipo tan más retorcido!

Sin evitarlo sonríe una vez que ella se había ido. Candy por primera vez me llamo por Terry y que ella se preocupara por mí fue un sentimiento tan agradable.

Una tarde Candy se presentó en la colina, yo estaba fumando distraídamente y no me percate de su presencia.

¡TERRUCE GRANDCHESTER! – Hablo una voz firme y seria, me espante, es una maldita hermana, pensé, voltee para verla y ella se carcajeo.

– ¡Qué susto! Creí que era la Hermana Gray haciendo alguna inspección. – suspiré con una mueca – ¿Quieres fumar? Aquí tienes – Le ofrecí mi cigarrillo – toma.

– ¡No y hazme el favor de ya no seguir fumando! – Me tiro mi cigarro al césped y lo piso.

– ¡Ohhh no! – sonreí

– Esto es para ti. – saco un objeto de su bolsillo y me lo entrego.

– ¿Una harmónica? – Pregunté sorprendido, nadie aparte de mi padre, Alfred o Stewart me habían regalado algo.

– Es mi instrumento favorito.

– Así que tú favorito – tome la harmónica en mi mano – ¿Qué quieres? Que te de un beso indirectamente.

– ¡Cállate Terruce! – Se molestó.

– No te enojes Candy, es una broma… la tocare si tú quieres. – Comencé a tocar la harmónica y Candy se sentó al lado mío para escuchar la música del instrumento. Era increíble pero desde ese día en algunas ocasiones Candy pasabas sus descansos conmigo. Era la primera vez desde mis siete años que tenía una amiga. Después de un rato sonaron las campanas del colegio para tomar clases nuevamente.

– ¡Ohhh comienza las clases! Y tú debes de ir… ya sabes en vez de fumar, toca la harmónica, te hará olvidar tus malos hábitos. – Me guiño el ojo – Nos vemos Terry. – Y se fue corriendo a su clase de la tarde.

ACTUALIDAD

Una semana después.

JUEVES 24 DE FEBRERO DE 1931

HOSPITAL.

– ¿Cómo se encuentra la Srita Rosemont Doctor? – preguntó Stewart, pues se había sentido culpable de lo que le había sucedido a la actriz y la acompañaba a sus citas médicas.

– Va mejorando poco a poco, le voy a recetar estos nuevos medicamentos – escribía la receta médica – necesita otra semana que siga usando la férula de nariz y no tendrá problemas. Haga cita para la próxima semana para evaluarla – le entrego la receta.

– Gracias doctor – Andrea y Stewart salieron del consultorio y se dirigieron a la caja y entregaron el carnet.

–¿La consulta y los medicamentos, es cargo a la cuenta del Duque de Grandchester? Ya que está abierta la cuenta. – Pregunto la recepcionista.

– No, por favor cierre la cuenta del Duque de Grandchester, y cóbreme la consulta y los medicamentos por favor. – Pidió Stewart sacando su billetera de su saco.

– ¡¿Tú?! ¿Por qué tú? Además, la cuenta del Duque está abierta. – Preguntó Andrea sorprendida.

– Son 350 dólares señor. – Stewart saco los billetes y pago la cantidad – Aquí está la cita de la señorita Rosemont para la siguiente semana. – le entrego el carnet.

–Gracias – salieron del hospital – Fue un error mío a permitir la pelea y los errores se pagan. Yo no podría cobrarle al Duque de Grandchester que pague por mis errores.

– Estoy seguro que el Duque no se daría cuenta que se pagó la cuenta del hospital, ya que él la abrió y la tenía abierta.

– Él abrió una cuenta por un especialista en ginecología y por unos análisis de sangre de embarazo. Y es muy posible que no se hubiera dado cuenta si le hubieran cargado la consulta por la fractura de nariz y los medicamentos de usted, pero mi conciencia no estaría tranquila y podría perder mi empleo por deshonestidad. – Decía mientras la llevaba a su vehículo para llevarla a su casa.

– Comprendo, por cierto, ¿Hoy es tu día de descanso? – Pregunto Andrea al ver que Stewart vestía de forma casual y la subía a un vehículo completamente diferente, sin ese auto negro tan lujoso.

– En realidad, me suspendieron un mes – dijo mientras le abría la puerta caballerosamente, arrancaba el carro y la llevaba hasta su domicilio.

– Lo lamento mucho. – se sentía apenada.

– ¿Por qué lo lamenta? Si yo fui el culpable que pasara todo aquello, la pelea no debió de haber ocurrido, debí de haberlas separado en un movimiento limpio, nos regimos por los estatutos y protocolos, no por sentimientos.

– ¿Por sentimientos?

– Estimo mucho al señor Grandchester, lo conozco desde que él tenía 9 años casi 10 años y yo tenía 15 años, aunque él no nos soporta y nos odie con toda su alma, fuimos muy malos con él en su infancia.– suspiro profundamente – Confieso que me dolió muchísimo lo que le hizo… ¿Drogar a un hombre casado y con dos hijos? ¡Tratar de seducirlo! ¿Con qué finalidad? ¿De arruinar su matrimonio? Sabe, lo ha logrado, muchas felicidades. – se detuvo en el semáforo, su voz era muy suave y la miro a los ojos.

– Yo... yo...

– Usted aún con la cara golpeada llena de moretones, el labio partido y con esa férula en la nariz es usted realmente muy hermosa, podría tener a cualquier hombre soltero sin necesidad de sustancias. – la miro a detalle – usted es muy valiosa para estar con hombres casados.

– No, no es lo que usted piensa – lo dijo con una voz de profundo arrepentimiento.

Se había dado cuenta hace una semana cuando le dijo el Director que no podía presentarse y que Sofía ahora iba a ser su reemplazo, estaba devastada, tome mi vehículo para irme a casa y observe que el carro de Terry no estaba en el estacionamiento como siempre, tuve la curiosidad de espiarlo y al término de la obra vi que se había dirigido caminando a un pequeño hotel barato cerca del teatro, era claro que se había peleado con su esposa al grado de quedarse a dormir en un hotel y todavía una semana después seguía hospedado en aquel hotel.

– Sabes me gustaría pagarte la consulta y los medicamentos, finalmente yo provoqué todo esto – sus ojos estaban cristalinos y tomo su cartera y de ahí saco 100 dólares – cuando llegue a casa te pago el resto.

– No tienes por qué hacerlo.

– Bueno, te suspendieron de tu trabajo todo un mes… me siento responsable.

– Y tú tienes incapacidad por casi un mes por tener la nariz rota y con moretones en rostro… creo que estamos a mano. – le sonrío y continuaron su camino hasta su casa.

Viernes, Un día después.

Puerto.

– Madre te voy a extrañar mucho – decía Terry despidiéndose de su madre ya que iban a tomar el transatlántico para Southampton, Inglaterra y de ahí un tren hasta Escocia.

– Terry, ¿Aun sigues enojado con tu padre? ¡Nos vamos al otro lado del mundo! Y tú no le has dirigido la palabra desde el reportaje del New York Times hace más de tres semanas ¿No te vas a despedir de tu padre?

– Sabes, qué soy un hombre orgulloso.

– ¿Por qué? ¡Si tu padre salvo tu trasero referente a las fotos del New York Times que no sean publicadas!

Terry la miro sorprendido, no sabía que su madre sabía lo de las fotos.

– ¡Vi todas las fotografías del rollo que le mandaron a tu padre! ¡24 malditas fotos! ¡Crees que yo no estoy enojada contigo! ¡Tenía tantas ganas de abofetearte! Y decirte ¡Qué estupidez tan más grande hiciste al acostarte con esa Arpía! ¡¿En qué demonios estabas pensando?! ¡¿Cómo pudiste engañar a Candy a tu esposa de esa manera?!

– ¡No tuve relaciones con Andrea madre!

– ¡A mí no me mientas Terry! ¡Vi las malditas fotografías! ¡Acepta tú maldito error! Sabes que me moría de ir a tu casa estos días, sin embargo, tenía miedo de ver a Candy y delatarte.

– No te preocupes por mi mamá – dijo él con un suspiro profundo – tienes razón, debo de despedirme de mi padre y agradecerle que me salvo el trasero. – no deseaba pelearse con su madre, ni entrar en detalles, demasiados problemas tenía para estarse justificándose.

– Terry, no quiero despedirme de ti enojada, yo te quiero mucho ¿Lo sabes, verdad?

– Claro, lo sé mamá. – Después de unos minutos, caminó donde estaba sentado su padre leyendo el periódico – Hola padre.

– ¡Terruce! ¡Qué milagro! No esperaba verte aquí.

– ¿Por qué no? No te agradecí lo que hiciste por mí… al comprar ese maldito rollo... además te vas a Escocia – lo miro a los ojos – te voy a extrañar mucho.

– Gracias – dijo sorprendido el Duque, no esperaba esa reacción de parte de su hijo. – Yo también te voy a extrañar mucho hijo mío. – Se levantó y en un acto simultáneo se abrazaron con fraternidad. – ¿Todo está bien? ¿Y Candice? ¿No vino contigo?

– Sí, todo está muy bien padre, Candy tenía cosas que hacer… algo en la escuela de Ricky.

– Si, comprendo, despídeme de ella y de mis nietos por favor.

Media hora después el barco estaba zarpando, miraba melancólicamente el mar, después de un tiempo prolongado tomo un taxi y se fue al pequeño hotel que había rentado cerca de Broadway. Se sentó en la mesa comiendo una sopa caliente que había pedido en el restaurante de la esquina. Miro a su alrededor que estaba completamente solo. Sin Candy, sin las risas de sus hijos o la amena platica sobre la mesa mientras comían.

Esta semana que ha pasado, realmente me la he pasado terrible, noches en vela y angustia de no poder dormir… me he dado cuenta que sin ella y mi familia no soy nada, el primer día desde que salí de mi casa al finalizar la obra, casi hago otra estupidez, creo que tengo un ángel de la guarda que cuida de mí.

FLASH BACK

Una semana antes.

15 DE FEBRERO DE 1931

11:00 P.M.

Estaba en un bar cerca del teatro, salí esa noche del teatro completamente devastado con todo lo que había ocurrido en ese día, con Candy que me había corrido de la casa, con Andrea que tenía incapacidad y Sofía como la nueva Cleopatra. Así que lo primero que se me ocurrió fue irme a un hotel barato y salir a emborracharme, pedí una copa de whisky.

– Terruce, hola ¿Puedo sentarme contigo? – Sin esperar respuesta se sentó delante de mí.

– ¡Dios mío no! ¡No puede ser! ¡¿Me están persiguiendo?! – Preguntó el hombre fastidiado al ver que ahí estaba Alfred Bates.

– No, de ninguna manera, Stewart me pidió que te dijera lo que ocurrió con Andrea, no desea que pienses mal de él.

– ¡¿Stewart?! ¡¿Realmente fue Stewart quien la golpeo?! ¡No lo puedo creer! No es nada caballeroso pegarle a una mujer. – En ese momento llego su bebida.

– ¿Le ofrezco algo de beber caballero? – Dijo el mesero.

– No, muchas gracias. – El mesero se retiró – Estoy aquí para informarte, bueno ya sabes que tu padre le mando hacer unos análisis de embarazo a Andrea, estaban saliendo del hospital cuando vieron a mi lady, no comprendo que estaba haciendo ahí en el hospital, pero en la calle ellas se hicieron de una pelea verbal, Andrea le dijo varias palabras obscenas y Stewart le dio un par de bofetadas ya que ella estaba ofendiendo a mi Lady y no lo iba a permitir.

– ¿Un par de bofetadas? Eso no hace que te fracturen la nariz, y menos que le hayan dado una incapacidad de casi un mes.

– No… en el forcejeo mi Lady vio la hoja de los análisis de la prueba de embarazo, ahí fue cuando ella le dio un puñetazo justo en la nariz.– Terry tomo su copa e iba a darle un sorbo cuando Alfred le detiene la mano. – ¿Qué paso? ¿Todo está bien? – El hombre simplemente negó con la cabeza y Alfred le quito la bebida – ¡¿Se lo dijiste?!

– Andrea me confirmo que no pasó nada, más de lo que se vio en las fotos, por qué Andrea vio al fotógrafo que seguía sacando más fotos y me detuvo, me confesó que me dio extracto de epimedium, ¿Puedes creer eso?

– Si, Stewart me dijo que no habían tenido relaciones sexuales, se lo confirmo el ginecólogo.

– Sin embargo, Candy piensa que ¡Si la engañe! Me dijo que si no hubiera sido por el fotógrafo, hubiera teniendo intimidad con Andrea. Está enojada y con razón – trato de quitarle el vaso de whisky, pero Alfred se lo impidió.

– No la engañaste Terruce ya que Andrea te drogo ¿Se lo dijiste?

– ¡No! ¡Claro que no! ¿Qué le iba a decir? Qué me drogo para que aumentara mi apetito sexual, ella es enfermera y estoy casi seguro que ni siquiera sabe de esas drogas, ¡Es un tabú! ¡Algo desconocido en nuestra sociedad! Al contrario, diría que me estoy justificando. Ella piensa que fue por el whisky.

– Terruce, ya sabes que a pesar de todo lo que hemos pasado, yo te considero como un amigo y como mi amigo, quiero recordarte que en tu adolescencia fuiste un alcohólico y prometiste que si ibas a beber siempre iba a ser en ocasiones especiales, celebraciones… no cuando estás devastado o cuando estás mal con tu familia. No bebas por favor, ¡No arruines tu vida! Pueden despedirte en el trabajo y hasta perder a tu esposa, pero sobre todo a tus dos hijos completamente ya que tu padre anuló el contrato prenupcial referente a tener todos los derechos de ellos. No hagas una locura, los Andley son muy poderosos y pueden quitarte tus hijos.

– Supongo que vas a ir como un vil chismoso con mi padre a decirle todo esto ¿Verdad? Cómo es tu costumbre.

– Terruce, solo te pido que no bebas por favor, y más si tienes problemas con tu esposa. – se levantó, pago y dejo la bebida en la mesa de al lado – señor, se lo regalo, es whisky del mejor, – el hombre sonrió, bebió el whisky y le agradeció – vámonos Terruce. – Ambos hombres salieron del bar – ¿Te llevo a tu casa?

– No gracias, tengo mi carro.

– Muy bien, nos vemos, – Alfred se subió al carro y se fue.

Llegue al pequeño hotel cerca del teatro caminando y me desplome sobre la cama. Mañana tendré que levantarme temprano ya que tengo que ensayar con Sofía. Gracias Alfred eres un gran tipo… estaba a punto de arruinar mi vida si volvía a beber.

Fin del flash back.

Apartamento de los Grandchester.

VIERNES 25 DE FEBRERO DE 1931.

En la noche.

– Mami extraño mucho a mi papi, por qué no nos ha hablado por teléfono – decía Maggie casi llorando, – hace una semana que se fue y todavía falta otra semana. ¿Por qué no nos llama mamá? Lo extraño muchísimo.

– Hija tu padre llamo en la mañana, sin embargo, en la tarde tiene que ensayar y tiene función y llega muy tarde… a la hora que ustedes ya están dormidos. – le dio un beso en la mejilla.

– Puedes decirle a mi papá que lo extraño mucho y si ya estamos dormidos que no importa, podías despertarnos, yo quiero escuchar su voz.

– Yo también extraño mucho a mi papá, – decía Ricky – me gustaría hablar con él, ¡Podrías despertarnos! Bueno, además mañana es sábado podemos llamarle en la mañana.

– Claro, mañana es sábado y no tienen escuela, mañana hablarán por teléfono con su papá. Yo sé que lo extrañan mucho, yo también, pero saben que su padre está trabajando y a veces nuestros horarios nos impide estar más con ustedes, pero no se preocupen, los días pasan muy rápidos y cuando menos lo esperemos su padre ya va estar aquí nuevamente. – les guiño el ojo.

– ¡Gracias mamá! – Los niños gritaron de felicidad.

– Ahora bien, si ya terminaron de cenar, vayan a lavarse los dientes y póngase la pijama para que ya se vayan a dormir.

– Si mamá – ambos niños hicieron las indicaciones de su madre y Candy fue a arroparlos con ternura, primero a Maggie y posteriormente a Ricky les apago la luz y les dio el beso de buenas noches.

Media hora después que la cocina estaba ya limpia, Candy y Dorothy se sentaron en la sala a platicar. Sin embargo, Ricky no podía dormir, se levantó de la cama y al abrir la puerta escucho a su mamá platicando con Dorothy acerca de su papá, así que se quedó en completo silencio escuchando la conversación.

– Hoy Clark trajo estos documentos muy temprano ya que hoy zarpaban a Inglaterra.

– ¡Es verdad! Con lo de Terry y con mi nuevo empleo de enfermera ya no puede despedirme de Eleonor ni del Duque. Espero que no me lo hayan tomado a mal, pero qué raro, estos documentos se los había pedido a Stewart.

– Clark me comento que suspendieron a Stewart todo un mes… por lo de la pelea.

– ¡¿Lo suspendieron todo un mes?! Fue por mi culpa ¿Verdad? – Se entristeció por Stewart – Leí en los periódicos que Andrea tiene incapacidad porqué según la asaltaron y qué Sofía es su reemplazo.

– Si es verdad – Dorothy dio un asentimiento de cabeza

– Me siento terrible, ¡Nunca quise romperle la nariz a Andrea! Ni mucho menos golpearla, pero estaba tan enojada de ver que esa arpía ponzoñosa se estaba besando con mi marido, bueno también Terry tiene la culpa, unos tragos de whisky y le da por besuquearse con la coprotagonista de la obra, que no pensé en las consecuencias – suspiro – lamento haberle causado problemas a Stewart.

– Al parecer se hecho toda la culpa él, no quiso involucrarte con el Duque – decía Dorothy acongojada también – por cierto, hoy en la mañana me hablo el Sr. Grandchester.

– ¡¿Terry?! ¿Qué te dijo?

– Me pidió que te dijera que, si el lunes puede ver a los niños, que realmente los extraña mucho, ya que es su día de descanso ya que no ensayara más en las mañanas con Sofía ni tendrá obra en el teatro.

– ¿Quiere ver a los niños? – hizo una mueca.

– Sí, le comenté al señor que habías encontrado ya un trabajo, en el hospital en el turno matutino, de ocho de la mañana a una de la tarde. Me dijo que te dijera que te ama y te extraña muchísimo, se escuchaba muy triste, espera que lo perdones, – miro a Candy a los ojos – desea regresar a casa antes de lo pactado.

– ¡¿Qué lo perdone Dorothy?! ¡Quizá, pero no ahora! Apenas ha pasado una semana y también lo extraño, ¡Lo necesito y me duele como no tienes idea cuando me duermo y me despierto y él no está conmigo en mi cama abrazándome! Pero quiero que se dé cuenta que si vuelve a engañarme otra vez no solo me perderá, sino también perderá a sus dos hijos. ¡Además quince días no son nada Dorothy! Así que si vuelve a llamarte dile que solo podrá hablar con sus hijos por teléfono, pero no podrá verlos.

– ¡Mi padre está aquí en Manhattan! ¡No quieres que mi papá este con nosotros! – Gritó Maggie furiosa con su mamá – ¡Qué culpa tenemos si tú te peleaste con mi papá! ¡Yo quiero a mi papá! ¡No quiero estar más contigo!

– ¡Maggie! – Se levantó del sofá viendo que también ahí estaba Ricky con una mirada de reproche.

– ¡Quiero estar con mi papá! – Gritó Maggie.

– ¡Ricky! – estaba sorprendida que sus dos hijos estuvieran en la sala y no dormidos como ella pensaba.

– ¿Mamá por qué no nos dijiste que te peleaste con mi papá? – Preguntó Ricky con ojos cristalinos. – ¿Por qué nos mentiste?

– ¡¿Es por la nota del periódico mamá?! – Lloraba Maggie a mares – ¡No puedo creer que le creas más a la prensa qué a mi papá! Mi papá te quiere mucho – lloraba

– Maggie tranquilízate por favor. – Candy no se imaginó que sus hijos escucharan la conversación.

– ¡Quiero ver a mi papá! Mi papá me extraña mucho y está triste como yo lo estoy. ¡Te odio mamá! ¡Te odio mamá! ¿Por qué me quieres separar de mi papá? – Gritaba Maggie furiosa.

CONTINUARA...