Canción de Cuna.

Era el hanyou más feliz en la faz de la tierra y no era de extrañarse, tenía una hermosa compañera y desde hace una semana un pequeño cachorro, nunca pensó que él siendo quien era podría llegar a tener una familia, de hecho nunca se lo había planteado, era un tema indebido un hanyou pensando en poder tener su propia familia, tener descendencia, era una blasfemia.

Sacudió su cabeza para concentrarse y recorrer el bosque con mayor velocidad hasta su cabaña, su hogar. Había ido a la aldea por la cuna de su cachorro, los tontos de Myoga y Totosai en vez de llevarla a su cabaña cerca del Goshimboku, la dejaron con la anciana Kaede, no se hubiera enterado que ya estaba lista, si Rin que hubiera ido a dejarle un regalo al cachorro, que también era de parte de Sesshoumaru, una manta azul hecha con la piel de un dragón de las nieves, la piel de ese dragón en temporada de calor se mantenía fresca y en tiempos de frio, cálida, además de ser fuerte como un diamante.

No quería dejar a Kagome y a su cachorro solos, acababa de anochecer y aunque no percibía algún yonkai por los alrededores, no podía evitar preocuparse. Kagome aun estaba débil y cansada por el parto, sus poderes espirituales no habían desaparecido pero aun no los podía usar totalmente. Y no dudaba ni por un segundo, en que algún yonkai los quisiera atacar al saber que en esa cabaña estaba la sacerdotisa que se había emparejado con un hanyou y el cachorro de ellos.

Al final fue a la aldea, no era que la cuna le urgiera, su cachorro dormía junto a ellos, de hecho la había encargado para cuando ellos estuvieran "disfrutándose", ante aquel pensamiento se sonrojo. La verdadera razón fue que Kagome insistió en que Rin no podía regresar sola y tenía razón, si algo le pasaba a esa niña Sesshoumaru destruiría la aldea. Dejo a Rin con la anciana, tomo la cuna y regreso veloz.

Fue disminuyendo la velocidad y se detuvo a unos cuantos pasos, estaba por entrar cuando escucho a Kagome cantándole a su cachorro, su corazón se estrujo y sintió una gran melancolía, aquella canción le traía buenos y felices recuerdos, pero a la vez tristes y amargos.

Eres ahora parte de mi vida, significas tanto en mi, tanto amor que tengo solo para ti.

Su madre, su querida madre Izayoi se la cantaba antes de irse a dormir mientras lo acunaba entre sus cálidos brazos. Ese era uno de los momentos que mas atesoraba y era un recuerdo muy querido para él.

No hay temores ya en mi vida, cuanta luz yo tengo en ti, antes me sentía sola, ahora te tengo junto a mí.

Sabía que la vida de su madre había sido dura desde el momento en que se enamoro de un yonkai, su familia quería deshacerse de ellos y el día que nació se llevo a cabo una pelea, donde su padre había perecido. Quedando solo su madre y él.

Estaré contigo siempre, eres mi única razón, y aunque el tiempo nos separe, tienes tu mi corazón.

Su madre siempre le decía que estaría con él, pero la vida había sido tan cruel e injusta que a temprana edad se la llevo, dejando solo y a su suerte. Pero eso no ocurriría con su cachorro, él los tenía a los dos, contaba también con Miroku, Sango, sus revoltosas gemelas, su hijo, Kaede, Rin, Kohaku, Shippou, Kirara, la pulga miedosa, incluso Sesshoumaru.

Eres tu mi gran amor, tienes tu mi corazón, duerme ya que estoy aquí, cuidando yo de ti.

Entro a la cabaña y Kagome le daba la espalda, dejo la cuna junto a la puerta y se acerco siendo cauteloso. Su cachorro estaba envuelto en la manta que Rin le había llevado, Kagome lo mecía con suma delicadeza y miraba con el amor más puro que solo una madre podría brindar, su pequeño tenía entrecerrados sus ojitos dorados, era señal de que no faltaba mucho para que se quedase dormido.

Y ya eres parte de mi ser, nunca yo te dejaré, duerme ya que estoy aquí, amándote a ti, duerme ya que estoy aquí, cuidando yo de ti.

Abrazo a Kagome y la beso en su mejilla, acaricio la cabecita plateada de su cachorro con mucho cuidado, teniendo extrema precaución en no lastimarlo con sus garras, desde que nació le daba miedo cargarlo, era tan pequeño, frágil, delicado, y él era tan rudo, tosco ¿y por qué no también bruto y salvaje? Además, suponía que si sus orejas caninas eran sensibles, las de su cachorro lo serían más.

─ Qué bueno que regresaste ¿Qué sucede?─ pregunto al verlo tan perdido.

─ Nada.

─ ¿Seguro?─ pregunto de nuevo, algo le sucedía.

─ Esa canción...─ susurro.

─ Mi madre nos la cantaba a Sota y a mí ¿Por qué?

─ Por nada, hay que dormir.

Kagome no comprendió nada. Lo miro de nuevo y vio como con uno de sus dedos acariciaba una de las manitas de su hijo, su mirada estaba triste y nostálgica, tal vez, esa canción no le había gustado.

Pasaron algunos días y Kagome no había tenido oportunidad de preguntarle a Inuyasha por aquella canción, así que decidió no volvérsela a cantar a Keita, si, su pequeño cachorro se llamaba Keita, al fin se habían puesto de acuerdo con el nombre del pequeño. Ella quería llamarlo Inu, por el gran parecido a su padre, pero él no había aceptado, pero igual Keita le gustaba mucho.

Una noche dormían tranquilamente cuando el llanto de Keita los despertó, no era nada extraño, el lloraba, Kagome lo alimentaba, le cambiaban su pañal y se quedaba dormido, la misma rutina de cada madrugada, pero en esta ocasión no se dormía de nuevo. Ya estaba limpio, alimentado y seguía llorando. Kagome pensó que tendía gases, Inuyasha lo recargo en su hombro izquierdo y le daba suaves palmaditas, pero nada.

─ Creo que no es eso.─ dijo Inuyasha al llevar ya un rato dándole palmaditas.

─ ¿Le dolerá la pancita?

Kagome lo tomo y le acaricio suavemente su barriguita, pero nada, él seguía llorando.

─ A dormir Keita.─ le decía mientras lo mecía entre sus brazos.

─ De...deberías...─ Kagome le miraba interrogativa.─ deberías cantarle.─ sonrojándose y evadiendo la mirada chocolate de ella.

Esa era una buen idea, pero ahora le cantaría otra canción, no quería que Inuyasha se pusiera triste de nuevo, aun que si le extraño su petición.

Duérmete, que yo estoy aquí, la luna te guiará, te acunará su voz.

Sueña y ve, hacia donde el sol, desprende paz, rayos, color de amor.

Kagome cantaba y arrullaba a Keita, ya no lloraba tanto pero aun lo hacía, tal parecía que a pequeñito le gustaba que le cantará y ella se llenaba de alegría.

Inuyasha la escuchaba, esta igual era bonita, pero él quería escucharla cantar la otra y estaba seguro que a su cachorro no le molestaría que le cambiaran la canción.

─ La otra.─ murmuro sin verla.

─ ¿Estás seguro?─ pregunto extrañada, no estaba muy convencida.

─ Está bien, acostémonos y cántala.

Inuyasha apago la lámpara y solo les iluminaba la luz de luna. Como siempre él se acostó a espalda de Kagome y Keita a lado de ella, junto a la pared.

Eres ahora parte de mi vida, significas tanto en mi, tanto amor que tengo solo para ti.

No hay temores ya en mi vida, cuanta luz yo tengo en ti,

Antes me sentía sola, ahora te tengo junto a mí.

[...]

Y ya eres parte de mi ser, nunca yo te dejaré, duerme ya que estoy aquí, amándote a ti,

Duerme ya que estoy aquí, cuidando yo de ti.

Y antes de que terminara de cantar Keita ya se había dormido, pero aun así la termino porque sentía la suave y calmada respiración de Inuyasha, sonrió al pensar que también se había quedado dormido, pero la voz de él la saco de su error.

─ ¿En verdad te sentías sola?

No supo que contestar de inmediato, ¿era por esa parte que la anterior ocasión se había quedado triste?

─ Claro que no, así va la letra.

─ Me alegro.─ contesto afianzando más el agarre de brazo a su cintura.

─ ¿Eso era lo que te puso triste?

─ No... mi madre solía cantármela.─ confeso.

Nunca se imagino que aquella canción fuese tan antigua. Sabía que para Inuyasha el tema de su madre era muy delicado, hasta ahora no le había platicado mucho de ella, lo poco que sabía era por Myoga.

─ ¿Son buenos o malos recuerdos?─ pregunto no muy segura, estaba tocando terreno muy delicado.

─ Un poco de ambos, pero al final es un buen recuerdo.

Jamás se borrarían de su mente aquellas memorias, que tenían un lado triste y doloroso, pero ahora tenía la oportunidad de crear nuevas junto a su familia, unas llenas de amor y alegría.

─ Me alegro.

─ ¿Podrías cantarla de nuevo?

Kagome sonrío y como pudo le dio un casto beso en los labios.

─ Claro que si Inuyasha.

Son ahora parte de mi vida, significan tanto en mí, no hay temores ya en mi vida,

Cuanta luz son para mí, antes me sentía sola, ahora los tengo junto a mí.

Inuyasha sonrió al escucharla, Kagome había modificado la letra para ellos, por esas pequeñas cosas era que amaba con amaba a su compañera.

Estaré con ambos siempre, son mi única razón, y aunque el tiempo nos separe, tienen mi corazón.

Son mi gran amor, tienen mi corazón, duerman ya que estoy aquí, cuidándolos aquí.

Y él estaría también para ellos, no los dejaría, siempre los protegería, velaría por su seguridad y felicidad. Se aseguraría que nada les faltará.

Y ya son parte de mi ser, nunca yo los dejaré, duerman ya que estoy aquí, amándolos aquí.

Duerman ya que estoy aquí, cuidándolos aquí.

─ Gracias Kagome.─ dijo adormilado.

─ De nada.

─ Los amo, mi Kagome.

Kagome sonrió, se acurruco más en el pecho de Inuyasha y se dejo llevar al mundo de los sueños junto a su esposo e hijo.


*oo* Me alegra mucho que les gustaran las historias y mil gracias por los mensajes, se que quieren continuación de la historia anterior, no se preocupen la tendrán, pero aun no me decido por cual idea (tengo dos).

Bueno les dejo, que seguiré pensando que idea usar.

Saludos .

14/08/2013