Los personajes de Inuyasha pertenecen a la gran Rumiko, yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener.


"Esta historia está exclusivamente publicada en "fanfiction . net " , si estás leyéndolo en otra página es porque ha sido plagiado"


Primer Amor

Kagome estaba en el sembradío de plantas medicinales y acababa de terminar de limpiar las plantas que le dio Kaede-sama. Solo le quedaba guardarlas en su cesto, estaba en esa tarea, cuando una muy conocida vocecilla la detuvo.

― ¡Kagome, ya regresé!― gritó emocionado Shippou, a los dos días que Kagome regresó al Sengoku, él se tuvo que ir a presentar sus pruebas de demonio zorro y ya quería pasar tiempo con su "madre".

― Shippou-chan ¿Cómo te fue en los exámenes?

― Muy bien, cada vez obtengo la puntuación más alta.― dijo lleno de orgullo.

― Sabía que tenías mucho talento.― elogió provocando un sonrojo en el pequeño kitsune.

― ¿Ya vives con Inuyasha?― preguntó curioso.

― Me quedo con Kaede-sama.― no sabía si era precisamente vivir con él, como una pareja, pero Inuyasha se quedaba con ellas, así que... No, la verdad no tenía idea si se podía decir que vivían juntos.

― ¡¿No te ha mostrado su cabaña?!

― ¿Cuál cabaña?― preguntó sorprendida la azabache.

― Construyó una para cuando regresaras, supongo que ese perro tiene vergüenza de mostrártela, no le digas que te dije, se suponía que era un secreto, pero ese bruto no sé qué piensa, si no te la iba a enseñar ¿Para qué la construyó?.

Mientras Shippou hablaba, Kagome no podía salir de su asombro, jamás imaginó que Inuyasha hubiera construido una casa para ellos, aun sabiendo que probablemente ella no regresaría.

― No diré nada.― prometió al percatarse que el pequeño se le había quedado viendo.

De pronto, escucharon un estruendo en el bosque, Kagome y Shippou se levantaron rápidamente y fueron a ver qué pasaba.

...

En el bosque, Sango recolectaba flores con las gemelas y Komori, ya que las niñas habían querido hacer un arreglo florar para su hogar. Todo era paz y quietud, hasta que apareció una younkai salamandra, esta intentaba llegar hasta los niños para devorarlos, pero obviamente Sango no se lo permitiría. Dejó a sus pequeños junto a un árbol justo cuando Miroku e Inuyasha llegaban.

Aquella younkai era muy escurridiza y podía lanzar una baba venenosa, lo que les hacía difícil atacarla.

― ¡Miroku, Hitomi no está!― gritó Sango espantada al ver que una de su hijas no se había quedado donde le había dicho.

De inmediato Miroku empezó a buscar a su hija con la mirada, cuando la vio estaba peligrosamente subida en la cola de la younkai ¿Cómo había llegado hasta allá? Se preguntó Miroku, pero eso pasó a segundo plano cuando vio a Inuyasha prepararse para lanzar su viento cortante.

― ¡Inuyasha detente!― gritó aterrado Miroku.

― ¿Qué pasa?― preguntó Inuyasha deteniendo su ataque, no entendía porque Miroku no le había dejado matar a ese younkai.

― Hitomi está por allá.― le señalo a su hija.

― No puedo atacar sin lastimarla.― dijo al verla.

― ¡Inuyasha!― gritó Kagome al llegar acompañada de Shippou.

― Kagome.― Inuyasha al verla se le vino una brillante idea.― ¡Lánzale una de tus flechas!― pidió al señalar a la younkai.

Kagome obedeció de inmediato, dándole al primer intento, la younkai agitó su cola y Hitomi salió volando por los aires. Sango cerró los ojos, no quería ver a su hija estrellarse contra el suelo y a Miroku se le fue color de la cara, pero respiró tranquilo cuando vio a su pequeña en los brazos de Inuyasha.

― Te tengo ¿Estás bien mocosa?― preguntó a la niña que no lo deja de ver.

― Hitomi, te dije que te quedaras en el árbol.― regaño Sango a su hija mientras Inuyasha se la daba.― Gracias Kagome-chan, Inuyasha.

― Sigues teniendo buena puntería.― elogió Inuyasha a la azabache.

― Sin duda son un gran equipo.― mencionó Miroku, con cualquier otro ese plan hubiera fracasado, pero no con ellos.

― Hitomi ¿Está bien?― preguntó Kagome que estaba ruborizada por los comentarios.

― Solo asustada.― contestó Sango.― Será mejor ir a casa.

Todos iban de regreso a la aldea, cuando Inuyasha tomó a Kagome de la mano para detenerla.

― Kagome, ven conmigo.

― ¿Adónde?― preguntó confundida.

― Solo ven.― dijo al comenzar a caminar al bosque.

Kagome volteó a ver a sus amigos, pero ellos ya no estaban, la habían dejado sola con Inuyasha. Los demás ya suponían que quería Inuyasha y decidieron que les darían privacidad.

La azabache siguió a Inuyasha, ninguno decía palabra alguna, al pasar por el pozo Kagome pensó que el chico se detendría pero siguió de largo, solo se detuvo al llegar a un pequeño claro entre los árboles e inmediatamente Kagome abrió grande los ojos por la sorpresa, era una cabaña muy parecida a una casa de su época ¿Cómo rayos no la había visto cuando caminaba por el bosque?.

― La construí recordando las de tu época, para que cuando volvieras no te sintieras... Que no extrañaras tanto tu baño...― ¿Qué no extrañara su baño? ¡Era un tonto!.― Es decir, es tuya si la quieres.― finalizó no queriendo pasar más vergüenza.

Kagome le observaba enternecida y conmovida, únicamente le preocupaba una cosa.

― ¿Solo mía?.― preguntó e Inuyasha asintió.― Entonces no la quiero.― el hanyou no sabía qué hacer, no se esperó esa respuesta por parte de ella.

Una gran tristeza invadió al chico perro, debía de saberlo, aunque ella le quería no aceptaría algo que venía de un hanyou, ella debía preferir seguir viendo en la aldea con Kaede, entre los humanos.

Kagome de inmediato notó que en la mirada de Inuyasha se reflejaba una gran tristeza. Era momento de explicarse mejor ¿Por qué carajos no ponía atención a lo que decía?.

― No quiero que sea solo mía, quiero que sea de los dos.― dijo al tomarlo de las manos.― Yo regrese para estar a tu lado, vivir junto a ti, los dos en un hogar.

― Kagome.― fue lo único que salió de sus labios ¿Ella en verdad quería vivir con él?

― ¿Qué dices, nuestro hogar?― preguntó con una gran sonrisa e ilusión en sus ojos.

― Nuestro hogar.― afirmó antes de estrecharla entre sus brazos.

― ¿Me la muestras?

― Claro que sí, entremos.― se tomaron de las manos y entraron a que Kagome conociera su nuevo hogar.

...

Un par de horas más tarde Kagome e Inuyasha ya estaban de regreso en la aldea, Inuyasha y Miroku estaban recogiendo leños y agua para la comida, mientras Kagome estaba en la cabaña de Sango con las gemelas y Komori.

― ¿Cómo sigue?― preguntó la azabache al ver a Hitomi muy callada y quieta.

― Estará bien, Kaede dice que está bien, que solo fue el susto.

― Pobrecita.

― ¿Ya te la mostro?― preguntó de pronto Sango, quería saber si Inuyasha al fin se había armado de valor y le mostró la cabaña que construyó para la azabache.― ¿Te gusto?― agregó al ver que Kagome asentía.

― Es muy hermosa.

― Hoy ya te quedas con él ¿verdad?― dijo pícaramente, algunas mañas de su esposo ya se le estaban pegando.

― Supongo.― contestó algo avergonzada.

― ¿Cómo que "supongo"? Kagome-chan, eso no se dice, al pobre le costó llevarte a verla, tu da el primer paso para vivir con él.

― Pero... ¿Es correcto? ¿No sería mal visto vivir juntos sin estar casados? En mi época esas cosas no importaban mucho, pero... Aquí las cosas son diferentes.

― Los younkai tienen otras leyes, luego te diré si el idiota no lo hace, pero te aseguro que todo va a estar bien.― Kagome sonrió ante las palabras de su amiga.

― Sanguito, ya traje el agua.― dijo Miroku al entrar a la cabaña.

― A comer entonces.― Sango cogió unos tazones y sirvió el arroz.

― ¡¿No que eras muy valiente perro?!― gritó Shippou al entrar a toda prisa a la cabaña.

― Ni creas que por estar Kagome no te daré tu merecido.

― ¿Ahora qué paso?― preguntó Miroku, solo los dejo por un segundo y comenzaron a pelear.

― Es increíble que hasta ahora le mostrará la cabaña a Kag...

Shippou ya no siguió con su explicación, porque los gritos de Hitomi llamando a Inuyasha los desconcertaron.

― ¡Inu! ¡Inu! ¡Inu!― repetía una y otra vez al correr hasta el aludido.

― ¿Qué le pasa a tu mocosa?― preguntó Inuyasha al ver que niña lo sujetaba de una pierna.

― Inu.― dijo con ensoñación.

― Creo que te admira por salvarla.― dijo Sango al ser lo único en ocurrírsele.

― Eres su héroe.― concordó Miroku.

― Como sea, solo que me deje comer.― dijo al sentarse en el suelo junto a Kagome e intentando ignorar a la pequeña niña que no le soltaba.

La tarde paso volando, cuando se dieron cuenta el sol ya se había ocultado. Y en todo ese tiempo Hitomi no se separó de Inuyasha, ni le prestaba atención a su padre, lo que hacía sentir celos a Miroku y gracia en Sango.

― Se quedó dormida junto a ti, es tan tierno.― decía enternecida Sango al ver a su pequeña dormida en una de las piernas del hanyou.― No pongas esa cara ya me la llevo.― cuando la cargaba, Hitomi medio despertó y sujetó una de las orejas de Inuyasha.

― Inu.― dijo luchando contra el sueño y contra una fuerza que le quería alejar del chico.

― Miroku.― llamó el ojidorado a su amigo.

― Listo, ya las soltó.― dijo Miroku al lograr que su pequeña dejará las sensibles orejas de Inuyasha.

Todos los presentes esperaron a ver alguna reacción de la niña, pero el sueño le era más fuerte, logrando vencerla y quedar dormida profundamente.

― Váyanse antes que despierte.― recomendó Sango.

Inuyasha no necesitó que se lo dijeran de nuevo, saliendo inmediatamente de la cabaña.

― Hasta mañana.― se despidió Kagome para ir tras el hanyou.

Inuyasha se detuvo donde el camino se dividía, si iba a la derecha irían a la cabaña de Kaede y a la izquierda a su cabaña, a pesar de que Kagome ya había decidido que vivirían juntos, no sabía qué camino tomar, tal vez era demasiado pronto el irse a vivir juntos.

― Etto...― interrumpió Kagome.― Iré con Kaede, tengo que ir por mi ropa, no me puedo dormir con esto ¿verdad?.

Inuyasha se sorprendió, Kagome ya quería pasar esa noche a su lado, era el siguiente paso para una vida juntos. Pero si iban con la anciana la situación se volvería más incómoda, definitivamente no la dejaría ir allá. Le daría su otro regalo.

― En la cabaña, bueno... allá... yo compré... ¡Solo ven!― dijo sonrojado al no saber cómo explicarse, con una gran facilidad subió a Kagome a su espalda y corrió a su hogar.

Al llegar la llevó a la recama y le indicó que abriera un baúl. Kagome se acercó con emoción y nervios, pero al abrirlo se llevó una gran sorpresa.

― Son hermosas.― dijo al ver la gran cantidad de yukatas, todas ellas de colores y bordados preciosos.

― Sé que ahora debes usar el traje de miko, pero cuando estés aquí... Conmigo...― recalcó.― Podrías, usar estás.― decía mientras su rostro se pintaba rojo y miraba a otro lado, en un vano intento por ocultarlo.

― Me parece una excelente idea.― concordó Kagome al acercársele y besarlo.


Era una hermosa mañana, Kagome descansaba bajo la sombra de un árbol y comía un melocotón, mientras Inuyasha la vigilaba desde una de las ramas. De vez en cuando sus miradas se cruzaban y no podían evitar sonreír para luego sonrojarse. En definitiva irse a vivir juntos fue de las mejores decisiones que pudieron tomar.

Se escucharon unos pasos y vieron a Shippou ir con ellos, el pequeño tenía la cara de cansancio, apenas si podía abrir los ojos.

― ¿Qué sucede Shippou-chan?

― Hitomi no dejó de llorar desde poco antes del amanecer ¿Cómo es que el orejas de perro no la escuchó?― preguntó extrañado y pudo notar que el chico perro se ponía nervioso.

― Hasta allá no se escucha.― se excusó por él con una sonrisa Kagome.

― ¿En verdad? ¿Puedo quedarme hoy con ustedes?.

― No exageres enano.― dijo Inuyasha al bajar del árbol.

― ¡Por favor! Quiero dormir, estoy en crecimiento.

Inuyasha estaba por contestarle pero fue interrumpido por Miroku, quien llevaba consigo a Hitomi y caminaba a toda prisa hasta su amigo.

― ¡Inuyasha! Amigo mío, que bueno que te veo.

― ¿Eso por qué?

― Toma.― dijo el monje al soltar a su hija sobre la cabeza de su amigo.

― ¡Inu!― gritó llena de felicidad la pequeña.

― ¿Qué quieres que haga con la mocosa?― preguntó con fastidio Inuyasha e intentó que la niña le soltara, pero está solo le sujetaba con mayor fuerza.

― Cuídala un rato, muero de sueño.― dijo al señalar las bolsas bajo sus ojos.

― Es tu hija.

― ¡Ten compasión!.

― Lo siento Inuyasha.― se disculpó Sango que ya había alcanzado a su esposo, intentó alejar a Hitomi de su amigo, pero ella de nuevo se sujetó de las orejas del hanyou.

― ¡Nooo!― gritó a todo pulmón.

― Ya te solté.

― Creo que Hitomi se enamoró del bestia.― dijo perversamente divertido Shippou.

― Eso no, mi niña es muy pequeña.― negó aquella posibilidad Miroku.

― Ahora no le gusta pero que tal cuando se le insinuaba a las jovencitas en las aldeas.― reprendió y se burló al mismo tiempo Sango.

― No es lo mismo, Hitomi es una bebé.

― Una bebé que se parece a su padre.

― Dejen su charla y aparten a su mocosa de mi.― dijo exasperado Inuyasha, se estaban desviando de lo que era realmente importante, ¡Él!.

― Solo un momento hasta que se le pase.― pidió amablemente Sango.― Te lo recompensare con un gran trozo de jabalí.― era bajo lo que acababa de hacer, pero su única oportunidad era chantajearlo.

― No seas malo Inuyasha, déjala un momento contigo.― pidió Kagome y el hanyou ya no se pudo negar.

― Pero que a Sango no se olvide que quiero la costillas.

― Claro Inuyasha, personalmente vigilaré que nadie las coma.

Hitomi no se apartaba de Inuyasha, estaba sentada a su lado comiendo algunas frutillas, de vez en cuando subía su mirada para verlo, sin duda estaba embelesada. Pero cuando vio que su hermana y Shippou jugaban en el pasto con uno de los trucos del zorrito se retiró. Su héroe estaba recargado en el tronco del árbol y no le veía intenciones de marcharse. Lo que ella no sabía, era que Inuyasha estaba más entretenido viendo a Kagome reír por alguna cosa tonta.

― ¿Lo ves? Ya se fue a jugar con Shippou y Kagami.― dijo Kagome sacando de sus pensamientos al hanyou.

― Te parece gracioso ¿verdad?

― Es tierno.― le acarició una de las orejas del chico y cuando ronroneó quiso saltarle para besarlo, la noche pasada descubrió de muy buena manera lo que pasaba si hacía ambas cosas.

― Aprovechen para irse.― dijo en voz baja Sango e Inuyasha no perdió tiempo para marcharse.

― Voy tras él, nos vemos.― se despidió apresuradamente Kagome, con suerte podía convencer a Inuyasha de ir a la cabaña.

...

Más tarde ese mismo día, Kagome jugaba con Komori y charlaba con Sango, afuera de la cabaña de la castaña e Inuyasha las observaba desde un árbol, escondido por el follaje.

― Entonces no lloró cuando se dio cuenta que Inuyasha ya no estaba.― afirmó Kagome después de escuchar la explicación de su amiga, de lo que pasó después de haberse ido.

― No, le explique que Inuyasha debía ir a matar demonios y se quedó tranquila. ¡Baja del árbol, Miroku las llevó a recoger frutas!― animó Sango.

― ¡Mis orejas duelen de tanto que las toca!― se quejó, a la única que quería tocándole las orejas era a Kagome.

― Solo es una fase, ya se le pasará.― intervino Kagome en favor de Hitomi.

― Espero sea pronto.― bufó molesto, pero de inmediato se levantó a olfatear el aire.

― Ya vienen ¿verdad?― no hizo falta que le contestara, con verlo irse fue más que suficiente.― Se comporta como un cobarde, nos vemos.

― Nos vemos mañana.― se despidió Sango.


A pesar del clima nublado y de sus réplicas, Kagome se fue a recolectar plantas para la anciana porque le urgían. ¡Pero ella podía enfermar si se mojaba! ¿Por qué no entendía que se preocupa por ella?. Y allí estaban, una hora más tarde escapando de la tormenta y en dirección con Kaede.

― Te dije que iba a llover.― le reclamó Inuyasha antes de entrar a la cabaña.

― Pero Kaede-sama necesita esto.― se defendió al mostrar la canasta.

― Ya que, entremos... Anciana trajimos...― Inuyasha se quedó de piedra al entrar, en la cabaña no solo estaba Kaede, también Shippou y la familia de Miroku.

― Muchachos.― saludó Kaede.

― ¡Inu!― gritó emocionada Hitomi, desde el día anterior no lo había visto.

― Está mocosa de nuevo.

― Compórtate Inuyasha, es solo una niña.― regañó Kagome.

― Suelta, vete, fea.― dijo Hitomi a Kagome, la amiga de su mamá estaba abrazando del brazo a Inuyasha.

― ¡Hitomi! No seas grosera con Kagome-chan.― reprendió Sango, era la primera vez que su hija era grosera.

― ¡Mío!― Hitomi ignoró a su madre y abrazó a Inuyasha de una pierna.

― Esta celosa de ti Kagome.― comentó un sorprendido Shippou.

― Es lo que veo.

― Yo me voy, ten a tu hija.― jaló a la gemela dispuesto a dársela a Miroku.

― ¡Nooo! ¡Inu!

― Solo hasta que se quede dormida, por favor Inuyasha.― pidió Kagome en favor de todos los presentes, ya que si Inuyasha se iba, Hitomi se quedaría llorando y los desesperaría.

...

Las gemelas cayeron rendidas poco antes de parar la lluvia, ahora Inuyasha y Kagome caminaban rumbo a su hogar, esperando pasar una tranquila noche.

― ¿Cuánto más le durará esa etapa?― debía admitir que al principio fue gracioso ver a Miroku sufriendo, pero ahora él quería un descanso.

― No lo sé, pero debes admitir que es lindo, eres su primer amor platónico.

― ¿El plato qué?

― Significa que no es amor real, solo le atraes por salvarla, por ejemplo en mi época me atraían muchos actores, cantantes y modelos, ya fuera por sus ojos, su voz o estuvieran atractivos, pero mi primer y único amor real, eres tú, solo tu cumples con todo lo anterior.― suspiró como chica enamorada e Inuyasha se sonrojó.

― A la única que quiero colgando de mí y tocando mis orejas es a ti.― confesó Inuyasha.

La pareja se miró a ver y en un parpadeo Inuyasha la agarró de la cintura, apresandola contra un árbol, con la nariz rozó el cuello de la chica.

― Vamos a la cabaña, aún quedan cuartos por inaugurar.

― Estas peor que Miroku, ¡Ah!― gritó al sentir los colmillos de Inuyasha en su cuello.

― Te gusta y no lo puedes negar, tu olor te delata.

¿A quién quería engañar? Deseaba a su hanyou ¡Ahora!

...

Miroku y Sango caminaban por el bosque para aburrir a su hija y que se quedara dormida, pero ella solo quería ver a Inuyasha. Era más de media noche, no irían a incomodar a sus amigos.

― Ya Hitomi, Inuyasha debe salir a los alrededores para que no vengan demonios malos a la aldea y nos ataquen.― ya no sabía cuántas veces le había explicado eso a su hija, ya pensaba que Hitomi no le creía.

― ¿Por qué el primer amor de mi nena debía ser ese bruto?― se quejó Miroku.

― El karma te da una bofetada, yo no me preocupo, es algo platónico, Hitomi no lo recordará en unos días.

― ¡Inu!― gritó al ver una mancha roja, al parecer sus padres no le veían.

― Hitomi, eres muy pequeña para él.― explicó cansado Miroku.

― ¡Inu!― salió corriendo y fue cuando sus padres se percataron que Inuyasha dormía bajo un árbol.

― Miroku ¿No crees que Inuyasha...

― ¡Oh sí! Mi muchacho ya creció.― dijo con falsas lágrimas.

Sango estaba toda roja, Miroku deseando tener una de las cámaras de las que siempre hablaba Kagome y Hitomi no comprendía del todo la escena, ella solo procesaba que Inuyasha tenía entre sus brazos a Kagome. Ellos habían encontrado a Inuyasha con Kagome entre sus piernas cubierta por el haori e Inuyasha apenas con su kosode, sentado en su hakama y tal vez, ya que no se veía por ninguna parte, también sobre la ropa de la azabache.

Inuyasha no estaba dormido, pero si descansando con su compañera y alerta de algún olor extraño. Sin embargo no reparó en la presencia de sus amigos hasta que fue muy tarde.

― Hasta que diste el siguiente paso.― Miroku tenía una gran sonrisa pícara, logrando incomodar más a Inuyasha.

― Cállate ¿Qué tiene la mocosa?― preguntó en un intento por alejar la atención de él y Kagome, era una suerte que ella durmiera profundamente.

Hitomi se había quedado parada sin hacer nada, su héroe tenía abrazada a la amiga de sus padres.

― Le has roto el corazón.― estaba feliz, finalmente su hija olvidaría a Inuyasha.

― Podrías no parecer tan contento.― reclamó Sango.― Haber si cuando este más grande y comprenda lo que es "un corazón roto" estarás igual de feliz.

― Tranquila, una cosa a la vez.

― Nos vamos, hasta mañana Inuyasha.

El hanyou los vio partir y deseo que no le dijeran ni una palabra de lo que acababa de pasar a Kagome. No quería imaginar la cantidad de tierra que tragaría.


Hace dos días que Inuyasha no la dejaba ir a la aldea y ella no se quejaba, pero ese día, recibieron la visita de sus amigos, quienes actuaban un poco extraño junto a Inuyasha, no le prestó mucha importancia al asunto ya que otro cosa llamó más su atención.

― Hitomi ya no te persigue.― le dijo a

― Ya era hora.

― Parece triste ¿Inuyasha te hizo enojar?― preguntó a la pequeña niña.

― ¿No le dijiste?― preguntó Sango, Inuyasha la miró con temor, el tenían planeado ocultar su encuentro nocturno.― Inuyasha le rompió el corazón y tu ayudaste.

― ¿Yo? ¿Cuándo fue eso? ¿Es por llegar con él en la lluvia?― estaba confundida, cuando se fueron Hitomi estaba dormida, no pude verlos irse.

― Eso fue, no soportó que yo proteja más a otra chica.

Al notar que Inuyasha estaba nervioso, Kagome volteó a ver a su amiga, quien sonreía divertida.

― ¿Qué otra razón habría?― Sango decidió que ayudaría a su amigo, era en favor por soportar a Hitomi, pero no contó con su marido.

― No seas cobarde perrito, ayer los encontramos bajo un árbol, estabas entre sus brazos.

Sango deseo tener a la mano su Hiraikotsu; Inuyasha se prometió que si sobrevivía a los "osuwari", mataría a Miroku; y Kagome procesaba nerviosa y avergonzada lo que el monje decía.

― No te atrevas.― advirtió Sango.

― Pero no hay de que preocuparse, Hitomi es muy pequeña para entender lo que acababan de hacer.― terminó de explicar con una sonrisa, que buda le perdonara pero Inuyasha debía sufrir un castigo por "seducir" a su hija.

En el segundo siguiente se escucharon dos golpes, uno propinado por Sango a su esposo y el segundo de un Inuyasha que trago tierra por un poderoso "osuwari".

― ¿Por qué hiciste eso?― Inuyasha se arrepintió de preguntar aquello, él sabía bien porque Kagome lo hizo.

― ¿Acaso no pudiste llevarnos a la cabaña?

― Estaba muy cómodo y te cubrí con mi haori, no creas que me gusta la idea de que alguien más te miré desn...― se excusaba al levantarse pero de nuevo su bocota.

― ¡Abajo! ¡Idiota! ¡Abajo! ¡Deja de decirlo tan a la ligera! ¡Abajo!

― Kagom...

― ¡Abajo! ¡Abajo! ¡ABAJO!

― Inu baka.― dijo la pequeña Hitomi, logrando sorprende a sus padres.

― ¿Eh? Creo que lo superó y ellos nunca cambiaran.― Sango miraba a sus amigos, tal vez deberían dejarles solos.

― Pero estoy feliz, al fin todo está en su lugar, como debe ser.― comentaba un adolorido Miroku.


Hasta aquí está historia que finalmente sale a la luz, espero les gustase.

16/02/2016