Los personajes de Inuyasha pertenecen a la gran Rumiko, yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener.
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Juego.
Estaba aburrido, desde antes del amanecer estaba lloviendo y aunque le gustaba estar en la cabaña con su compañera, comenzaba a sentirse enjaulado, más porque ella después de comer se quedó dormida y no tenía con quien distraerse.
¿Y si la despertaba? ¡¿Pero en qué pensaba?! Eso jamás, era cruel. Y, no olvidar que le mandaría al suelo hasta quedarse sin aire. ¿Y si salía a correr? Podía salir a mojarse, él no se enfermaría, pero... Kagome podía despertar y al no verle se preocuparía, estaría en el perímetro, cuando ella le llamaste la escucharía. Fue hasta la puerta dispuesto a salir, de inmediato el viento frío tocó su cara, dio una mirada a Kagome, la chica se encogió por el fresco. Le pondría otra manta antes de salir.
Volvió a la puerta, ¿Y si ella le necesita? ¿Y si un demonio atacaba y no llegaba a tiempo? ¿Y si esa manta no era suficiente y ella enfermaba? A quién engañaba, no podía irse. Se acostó junto a su compañera y esperó dormir también él. Por mucho que disfrutase la cercanía con su mujer, su cuerpo tenía mucha energía y no podía quedarse quieto.
Se levantó y se puso hacer lagartijas y flexiones, para distraerse, cuando Kagome despertarse se podría entretener en otro tipo de ejercicio. El tiempo pasó, al percatarse que el sol ya se ocultaba se desesperó ¿Cuánto más podría dormir la chica? Se acercó a ella, seguía respirando, le alivió.
Miró cada rincón de la cabaña en busca de algo con que distraerse. En una esquina, estaba una bolsa con los juguetes que el zorrito dejó la última vez que les visitó. Sacó unos hongos y un caballo de paja, se tumbó panza abajo y comenzó a jugar prácticamente sobre Kagome.
—¡Un demonio! ¡Corran todos! ¿Quién nos salvará?— decía con dramatismo—. Humanos, me los comeré— ahora fingió la voz de un ogro—. ¡Oh no! Destruyó nuestras casas ¡A las colinas! La Colina se derrumba— dijo al Kagome moverse.
—Inu…— llamó Kagome adormilada, de inmediato el hanyou se puso alerta, no quería ser descubierto.
La chica dejó de moverse, su respiración volvía a ser calmada. Eso había estado muy cerca, debía ser más silencioso.
—Un demonio serpiente se quiere comer a los humanos y acabará con las cosechas— ahora jugaba con una serpiente de madera.
—Inuyasha ¿Podrías dejar de jugar con mi barriga?— se sentó y le dio una dura mirada.
—Pero… Estoy jugando con mi hijo.
Kagome le vio agachar sus orejitas, estaba apenado… En verdad le gustaba hacer eso, lo estaba disfrutando. Inuyasha había hecho la cosa más tierna en esos siete meses que llevaba embarazada.
—Creo que a él también le gusta, puedes seguir jugando con tu cachorro— le sonrió.
—¿Segura?— intentó vanamente ocultar lo feliz que esas palabras le pusieron.
—Siente— puso la mano de Inuyasha sobre su vientre—. Te está buscando— Inuyasha sonrió con felicidad al notar los movimientos de su cachorro.
—Ya quiero tenerte aquí— ¿Quién hubiese imaginado que ser padre le entusiasmaría tanto?— ¿Quieres jugar a derrotar a Naraku?
—Me parece que es un "si".
Kagome reía ante cada juego que se le ocurría a Inuyasha, era como otro niño, fue tanta la felicidad que transmitía que la terminó contagiando y participaba también en el juego.
En algún punto de la noche, la lluvia paró y dos cuerpos estaban durmiendo abrazados, entre juguetes.
05/06/2017
Una pequeña historia para compensar mi ausencia.
