Bien, aquí el segundo capítulo de Amor Inesperado, ha tardado un poco porque la inspiración me abandonó a la mitad y no supe cómo recuperarla hasta un par de días después (he descubierto mi nueva musa: la mesa de la cocina). Bueno, espero que os guste y si no, no me lo toméis muy en cuenta, aunque no pase nada realmente importante en este capítulo os aseguro que en los siguientes habrá más acción (romántica, se entiende).
Para finalizar quiero dar las gracias a Krissel Majere, mi musa rubia (siempre te apoyaré en esa cruzada), a Mikel Majere, a Tasha Turner, a Arweni, a HoneyBeeM, a Arwon, a Aile y a JKRanIV, muchas gracias por vuestro apoyo y ya sabéis que aprecio mucho vuestras sugerencias, a todos vosotros va dedicado el fic al completo.
Disclaimer: El Señor de los Anillos sólo pertenece a John Ronald Reuel Tolkien y sus herederos y quienes les hayan pagado por publicarlo o hacer películas. (Olvidé ponerlo en el anterior capítulo pero supongo que todos lo saben ya.)
2. El principio de una amistad
Arwen se despertó de repente, y al intentar incorporarse sintió un gran dolor de cabeza que la obligó a ralentizar sus movimientos y a moverse con cuidado.
Lentamente abrió los ojos y observó la habitación en la que se encontraba, y se sorprendió al comprobar que no conocía nada de ese lugar, e incluso el paisaje que se contemplaba a través de la ventana le era desconocido.
Intentó levantarse para salir de ese lugar, pero una súbita debilidad se apoderó de ella, y una voz tan desconocida como todo a su alrededor sonó a su lado.
- No os levantéis señora, no es conveniente en vuestro estado. – El hombre que había hablado era alto tenía los ojos grises y el cabello castaño, y su sonrisa amable le otorgaba un halo de bondad que a Arwen le parecía más propio de un elfo que de un humano – Tuvisteis una mala caída y os golpeasteis la cabeza contra el suelo, adivino que en estos momentos os debe dar vueltas y además andaréis desorientada, pues no sabéis aún dónde os encontráis.
- Sí, es cierto, pero... ¿Quién sois? Aún no me habéis revelado vuestro nombre ni me habéis dicho qué lugar es éste.
- Cierto, y no puedo más que disculparme por mi falta de modales. Mi nombre es Faramir, hijo de Denethor y hermano de Boromir, el mismo que fue miembro de la Compañía del Anillo, perteneciente a la Casa de los Senescales Regentes de Gondor, hasta el retorno del Rey Aragorn, quien ha tenido en consideración mi posición y me ha confirmado en el título de Senescal.
Os halláis en mi propiedad de Ithilien, y aquí habéis estado recuperándoos de vuestras heridas desde el incidente con los orcos...
- El ataque... Vos sois el hombre al que vi allí, cuando me hallaba casi inconsciente. ¿Cómo me encontrasteis allí?
Al oír esto el semblante de Faramir dejó traslucir su nerviosismo, y rehuyó la mirada de Arwen cuando le contestó.
- Te vi llegar el día de la coronación de... de la Reina de Gondor. Supe de inmediato lo que ocurría, Aragorn me habló de ti y pensé que podrías hacer algo equivocado, por lo que te seguí, y me alegro de haberlo hecho pues de lo contrario podrías estar muerta en estos momentos.
- No teníais ningún derecho a seguirme y menos así, a escondidas. Aunque en estos momentos te deba la vida, no es algo que pueda agradecerte, habría sido más piadoso por vuestra parte dejarme morir allí, para descansar por fin de mis desdichas...
- No parecíais sentir lo mismo cuando luchabas por sobrevivir al ataque. – le contestó secamente el hombre – Creía que los elfos amabais la vida por sobre todas las cosas, y que nunca os dabais por vencido a la hora de defenderla. Realmente me decepcionáis hablando así, de perder algo tan preciado como la vida de una forma tan ruin, víctima de los sucios orcos.
Arwen bajó la cabeza avergonzada del reproche que le hacía el humano, pues sabía que él tenía toda la razón y que sus palabras no eran dignas de una elda como lo era ella. No sabía por qué ese humano debía darle lecciones a ella, cuando ella en realidad no debía nada a esa raza, que sólo le había ocasionado dolor y dudas.
Tan pronto como surgió ese sentimiento de rencor, desapareció para dar paso al arrepentimiento, ya que este hombre no había hecho sino ayudarla y hacerle entrar en razón, no tenía ningún derecho a pensar mal de él, y así lo expresó con un sonrojo que delataba su vergüenza.
- Disculpad mis palabras, señor, me dejé llevar por el dolor y la amargura de los recuerdos...
- No me digáis más, - interrumpió suavemente Faramir comprensivamente - no tengo nada que perdonaros. Yo mismo me he encontrado más de una vez deseando lo mismo que vos y comprendo perfectamente que tenéis motivos de sobra para pensar de ese modo en los momentos de mayor debilidad, tan sólo os pido que recordéis en esos momentos que no importa lo grande que sea el sufrimiento que nos consume o la equivocación que hayamos cometido, pues tras cada caída siempre llega el momento de levantarnos y superar los obstáculos que se han puesto a nuestro paso.
Arwen se mostró sorprendida ante este alarde de sabiduría.
- Eso que habéis dicho, señor, podría haber salido de boca de algún sabio de mi pueblo, pero nunca imaginé escuchar palabras semejantes de un... - la hermosa elfa calló de inmediato, temerosa de decir algo que pudiera herir al hombre que la consolaba.
- ¿De un humano? - Faramir completó su frase, con un brillo divertido en los ojos que contrastaba vivamente con su semblante impávido – Comprendo vuestra sorpresa, pero permitidme aclararos que se me considera algo así como un erudito o un estudioso entre mi gente, y supongo que eso me acerca un poco más a vuestra comparación, aunque ciertamente no estoy a la altura de vuestros sabios.
- Todo lo contrario, señor, con vuestras palabras confirmáis la creencia de que nuestras razas están emparentadas entre sí, algo en lo que ya no creía, y en lo que me alegra poder volver a confiar, en cierta manera ya no me siento tan sola.
- Es consolador que penséis de esa forma,sin embargo preferiría que me llamárais por el nombre con el que me he presentado, si no os es molestia.
- Señor... Faramir, no me sería molestia, en absoluto, siempre que vos siguiérais la misma pauta y me llamárais Arwen, además de tratarme con mayor confianza.
- Sería un placer, no lo dudéis, el llamaros por vuestro nombre,aunque no sé si sería adecuado un tratamiento tan personal con alguien de vuestra categoría.
- No dudes en hacerlo, Faramir, no merecéis menos, puesto que eres mi salvador. Mira, yo ya te llamo de tú, en lugar de hacerlo de vos y os pido que sigas mi ejemplo.
- Así lo haré, puesto que ese es tu deseo, Arwen. Por cierto, considerando que el veneno que te tocó ya no te afecta y que pareces estar mucho mejor de las demás heridas, me gustaría poder acompañarte a conocer mejor esta casa, y si te encuentras con suficiente ánimo podríamos dar una vuelta por los jardines, están espléndidos en esta época del año.
- Me encantaría, pero antes debería lavarme y vestirme adecuadamente, si encontrara ropa apropiada.
- La hay en el armario a tu derecha, puedo llamar a una doncella para ayudaros.
- No será necesario, gracias, creo que podré yo sola.
- Insisto, no quiero que malgastes demasiadas fuerzas en un solo día.
Una vez preparada, Arwen se reencontró con Faramir en el vestíbulo de la casa, que él le fue enseñando detalladamente antes de salir a los jardines. Arwen se quedó extasiada ante el despliegue de colores que ofrecían los enormes jardines de la Casa del Senescal, que parecían más bien un pequeño y frondodo bosque lleno de flores de múltiples colores que desprendían aromas sugerentes que la llenaban en un festín de sensaciones.
Mientras caminaba, Arwen observó que el camino iba ganando altura a medida que iba avanzando el paseo. Finalmente, llegaron a una escalera de mármol grisáceo que conducía a un paseo adornado con hermosas estatuas alrededor. Había una maravillosa vista desde ese lugar, y podía ver el sendero que salía de la propia ciudad. Arwen miró a Faramir sonriendo, pero su alegría se desvaneció cuando vio el semblante serio de su nuevo amigo, que tenía la mirada fija en algún lugar. Arwen siguió su mirada y descubrió una comitiva que llegaba por el sendero, con pendones que portaban un símbolo que ella conocía bien.
Un árbol blanco rodeado de estrellas.
Al frente de la comitiva se encontraban ellos, los Reyes de Gondor.
Arwen sintió que su corazón daba un vuelco al ver de nuevo a Aragorn, pero esa sensación se tornó en malestar cuando éste se inclinó para decirle algo aloído a su esposa, que rió divertida, a lo que Aragorn le contestó con un beso que hizo que Faramir se diera cuenta de que Arwen se había puesto pálida y parecía a punto de desmayarse.
Ahora, por favor, dadle al botoncito del GO y mandad reviews, ya sabéis cómo se hace, no cuesta nada.
