The Potions Master -Part Two
Harry cayó con un ruido sordo en la familiar chimenea, con el estómago retorcido de nervios.
Había pasado una semana desde la última vez que había visto al profesor de Pociones y le preocupaba que Snape hubiera olvidado lo que quiera que había ocurrido entre ellos, o que ya no conservase esos sentimientos hacia él. Su mano se movía de forma automática, cepillando su ropa con el cepillo de mango de ébano; lo subió por su túnica y empezó a quitarse el hollín de los hombros. El maestro de Pociones estaba sentado ante un gran caldero de cobre que emitía una luz castaño rojiza en el círculo de luz naranja. Tenía el cuerpo graciosamente inclinado sobre su trabajo. Harry tragó saliva y devolvió el cepillo a la repisa de la chimenea.
Harry pasó sin que se lo pidieran, cojeando un poco, ya habían tenido que entablillarle el tobillo izquierdo tras un altercado con el bateador de los Chudley Cannons. La mano de Snape se detuvo por un momento mientras se acercaba y sus hombros se tensaron. Ambos se preguntaban qué era lo que pasaría esta vez.
Snape fue el primero en hablar.
-Toma asiento, Potter, esto estará listo en dos minutos.
Utilizaba su voz de maestro, la que quería decir que él estaba al mando y que Harry era sólo uno más de esos horribles niños que incordiaban por allí a diario.
-Buenas noches, profesor Snape- dijo Harry de forma mecánica, sentándose en un taburete frente a él; era marrón oscuro, recién barnizado, y se escurrió un poco al sentarse. Harry se inclinó hacia la mesa y miró de soslayo al profesor de Pociones, a través de los párpados. Snape no estaba tan concentrado en la poción como siempre (aunque, por supuesto, ésta sería igual de perfecta). Sus labios fruncidos se movieron ligeramente como si fuera a hablar, pero sólo hubo silencio.
No era un silencio cómodo.
Harry se retorció: nunca conseguía sentarse y quedarse quieto. El tobillo herido se golpeó contra una de las patas del brillante taburete.
-¡Ai, mierda!... ¡por los huevos de Merlín¡Ai¡Ai, joder¡Ai!
Bueno, era una forma de romper el silencio.
Los siguientes minutos pasaron entre los jadeos de dolor que daba Harry mientras Snape prácticamente le obligaba a engullir unos extraños líquidos azules, murmurando:
-…juego completamente estúpido, sin sentido… puñetera forma estúpida de fracturarse algo… un idiota que no lo arregla inmediatamente…
-¡No he tenido tiempo!-decía Harry, enfadado-. ¡Tuve que venir aquí para mi maldito lavado de cerebro!
-No toleraré que me hable de ese modo, señor Potter.
-Olvida, profesor Snape, que ya no soy alumno suyo.
La expresión del profesor de Pociones se hizo ilegible.
-No creo que lo haya olvidado.
Se apartó de la frente un mechón de pelo errante. Harry se levantó de forma que quedaron uno frente al otro.
-Así que esa es la razón de que esté de tan mal humor- hizo un ruido de burla: medio risa, medio bufido, y se encaró con los aprensivos ojos negros-. ¿Pasó algo la semana pasada?
Snape se mordió un carrillo y miró por encima del hombro izquierdo de Harry.
-No seas condescendiente conmigo, Potter. Sabes perfectamente en qué estaba pensando.
-No te será necesario leerme la mente para figurarte que esos sentimientos son mutuos, Snape.
El profesor de Pociones se volvió hacia él bruscamente al escuchar cómo utilizaba su apellido de una forma tan cruda, desprovista de la habitual fórmula de tratamiento. Potter parecía a punto de enloquecer de nervios. Sus largos dedos se acercaron sigilosamente y acariciaron el dorso de la mano de Snape con gran cautela. El mayor pensó que quizás debería ayudarlo, así que trazó la línea de su labio inferior con las yemas de los dedos. Hubo una audible inspiración… ¿por qué demonios estaba Potter tan nervioso?
-Yo…
Lo que quiera que Potter estuviera a punto de decir fue interrumpido por un repentino e incesante golpeteo en la maldita puerta. Snape se giró y la miró fijamente. Estaba que echaba humo: en el futuro, construiría una barricada. Harry volvió a sentarse y sacudió la cabeza con gracia.
-Deberías abrir.
Un profesor de Pociones muy jodido y sexualmente frustrado fue hacia la puerta a grandes zancadas y la abrió de un tirón:
-¿QUÉ?
Un chico de primer año, pequeño y asustado, recibió el impacto. Después de chillar inaudiblemente durante unos momentos, reunió valor suficiente para susurrar:
-¿Puede devolverme mi rata?
-No-dijo Snape salvajemente-. La he aliñado y me la he comido.
El color abandonó la cara del pobre chico: estaba completamente traumatizado. Harry puso los ojos en blanco: estaba claro que Snape iba a hacerle sudar la gota gorda.
-No, creo que aquello era el sapo, profesor- intervino afablemente-; ¿por qué no le devuelve la rata para que podamos terminar nuestra pequeña charla?
Snape se giro abruptamente, pero después recordó con exactitud lo que "charla" implicaba, le ofreció una sonrisa malvada y se fue con paso airado hasta el almacén. El chico se rezagó, nervioso, en el umbral, observando a Harry con curiosidad.
-¿Eres Harry Potter?- dijo, de repente.
Harry hizo acopio de ánimos.
-Sí, lo soy. ¿Y tú cómo te llamas, jovencito?
-¡Scott Elledge y soy fan de los Bateadores de Brinsbourne y quiero jugar al quidditch, como tú, y eres mi jugador favorito!
Todo esto lo dijo muy rápido.
-Bueno… ¡eso es genial!-dijo Harry, acorralado.
-¿Qué estás haciendo en Hogwarts, Harry?- preguntó el chico, entusiasmado, casi enfermo por el hecho de estar hablando con su más grande héroe del mundo cara a cara. No notó que Snape acechaba justo desde donde no se le podía ver, en el umbral del almacén, preguntándose qué contestaría Harry.
-¿Sabías que Pociones era mi asignatura favorita, Scott?
Snape ahogó una carcajada. Scott negó con la cabeza, maravillado.
Harry asintió categóricamente.
-Tan solo le he hecho una visita al profesor Snape para agradecerle que me ayudase a conseguir tan buenas notas en los É.X.T.A.S.I.S; tengo la esperanza de trabajar para el Ministerio. Pociones es una asignatura vital… espero que estés prestando mucha atención en Pociones.
El chico se sonrojó.
-El profesor Snape es… espeluznante- susurró Scott en confianza, buscando con la mirada al objeto de la conversación.
-El profesor Snape es un hombre muy inteligente-dijo Harry-. Ahora, cuando le pregunte qué tal va mi fan preferido en su clase¿oiré que has estado estudiando mucho?
El chiquillo asintió con entusiasmo, con la boca abierta en éxtasis.
Snape salió de entre las sombras.
-Ten, coge el condenado roedor. No quiero volver a ponerle la vista encima, señor Elledge. La próxima vez quizá no sea tan generoso- dijo con los ojos abiertos en imitación de un intento de asesinato.
-No, señor- tragó Scott, apretando mucho la rata contra sí. Hizo ademán de irse, pero después se giró, dubitativo-. ¿Podrías darme un autógrafo?
Harry se rió entre dientes.
-Sí, claro.
Snape apoyó la espalda contra la puerta y cerró los ojos. Los pasos de Scott se apagaron apresuradamente.
-Odio a los niños.
-No es cierto- dijo una voz sagaz muy cerca de él. Snape abrió los ojos de golpe y detectó a Harry frente a él. Recorrió su cuerpo con rapidez: delgado pero tonificado, no demasiado bajo, ojos muy verdes y gafas sorprendentemente encantadoras. Intercambiaron posiciones.
-Ahora, voy a devorarte. Sin interrupciones- dijo Snape junto al cuello del veinteañero. Le desconcertaba encontrarse siendo tan amable, pero se centró con determinación-. ¿Qué ibas a decir…?
-Nunca antes he besado a un hombre.
-Snape parpadeó.
-Lo siento. No me di cuenta de que me sentía atraído por ti hasta la semana pasado. No… No sabía qué querías que hiciera.
Snape pasó el pulgar sobre el alto pómulo.
-Quiero que te relajes. Pídeme que pare cuando quieras. Verás que poseo un increíble autocontrol.
Harry sintió cómo se lanzaba sobre Snape. Se apartaron de la puerta a trompicones: con la cantidad de veces que llamaban a ella, las bisagras podrían estar flojas.
-Menuda mierda- musitó Snape-. Rápido, siéntate. ¡AccioAparatus!
Algunos frasquitos y el caldero de peltre se colocaron rápidamente sobre la mesa como si los dos hombres hubieran estado intercambiando opiniones sobre algo. Harry se sentó. Tenía un presentimiento muy preocupante acerca de lo que esperaba tras aquella puerta.
-¿QUÉ CREÉIS QUE ESTÁIS HACIENDO AQUÍ FUERA?
El profesor Snape aún tenía el don de hacer callar a hordas de niños vociferantes. Hubo un silencio. Después…
-Queremos el autógrafo de Harry Potter.
Snape se giró para mirar a Harry, que hizo una mueca.
-Sería lo mejor. No sería justo si no lo hiciera.
-Formad una línea muy recta- dijo Snape, enfadado. Cruzó la habitación con paso airado y se sentó, enfurruñado, en su escritorio de profesor.
A Harry le llevó casi una hora firmar una y otra vez, a pesar de que escribía tan rápido como podía. Una vez hubo desaparecido el último fan, apretando su valioso trozo de papel, Harry se volvió hacia el escritorio. Snape se ocultaba tras un libro sobre venenos mortales. Harry le arrebató el libro y lo tiró sobre la mesa.
-Estaba leyendo eso- dijo Snape agriamente.
-No voy a salir por esa chimenea hasta que consiga lo que quería cuando llegué-dijo Harry.
-¿El qué¿Hay una sesión de fotos planeada para más tarde?
-No te pongas sarcástico. Vine para terminar la conversación de la semana pasada.
Harry Potter besó al profesor de Pociones de lleno en la boca. El beso tuvo lenguas y manos que toqueteaban y suspiros y fuegos artificiales y todo lo que había deseado y más. Así que así era besar a un hombre: Harry decidió que le gustaba.
-¿Cómo está tu pierna?
-Perfecta.
the end
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