Capítulo 2: Los hermanos

Vegeta llevó a Enzi en brazos y se sentó a los pies del árbol más grande del jardín del castillo. Al dejarla en el suelo Enzi gateó hasta la cola de Vegeta y trató de agarrarla. Vegeta instintivamente movió su cola fuera del alcance de la niña que trató de alcanzarla nuevamente. Jugaron de este modo un buen tiempo: Vegeta moviendo su cola de arriba abajo y Enzi tratando de alcanzarla levantando la mano como un gatito.

Vegeta era un muchacho bajito para su edad y todavía no mostraba los rasgos autoritarios e intimidantes de su padre, pero aún así trataba de mostrarse como él constantemente. Serio y temperamental con todo el mundo, y a veces algo sádico para infundir el respeto que el creía que se le debía. Pensaba que con estos modos podía ganarse las miradas de todo quien se le cruzara, pero en el fondo estaba sediento de un afecto que jamás recibió por parte de su padre o sus procedentes tutores. El afecto que todo niño de su edad necesita pero que jamás se le fue presentado, así que en cierta manera lo desconocía, como también desconocía su parte tierna y dulce, que jamás tuvo la necesidad de mostrar.

El príncipe, por primera vez, mostró suavidad en su mirada. Una suavidad que raramente se vería en su futuro. La suavidad que solo reservaría para momentos que él llamaría de 'debilidad' y lo harían sentirse vulnerable más allá de cualquier ataque físico recibido a lo largo de su vida.

La niña, cansada ya, se sentó a observar el ir y venir de la cola de su hermano. El niño decidió averiguar si esta niña realmente merecía su mirada, el ser llamada su hermana o el simple hecho de ser considerada parte de la familia real. Dirigió su rastreador a la niña y al activarlo este explotó, no sin antes mostrar en su marcador un número que él jamás había visto en ninguno de sus numerosos contrincantes.

"Imp-Imposible…" trató de decir el príncipe en un estado casi de shock. Observó a la niña, refregándose el ojo, que tenía ahora cubierto de suciedad que le había dejado su rastreador al explotar. Definitivamente merecía todas las cosas antes dichas, y más. Lo que podría llegar a pasar si Freeza descubría el potencial de la niña, era casi impensable. No podía permitir que su hermana (ahora la aceptaba realmente como tal, y en el fondo la quería de igual manera) cayera en manos del tirano y se dispuso a pensar una estrategia para que aquello no pasara.

Levantó a la niña y se acercó a una de las guardias que paseaba por allí. No sabía si confiar o no, pero al tener entendido que los hombres de Freeza no habían sido aceptados como guardianes de aquel planeta se inclinó a confiar a pesar de la gravedad de la situación.

"Lleve esta niña a su cuarto y hágala dormir, advierta a quienquiera que se acerque, no me importa su rango, que la princesa, bajo ninguna condición, debe ser molestada" ordenó el príncipe a la guardia dejando a Enzi en sus brazos.

La mujer asintió reconociendo el alto rango de quien le ordenaba, y notando el tono de urgencia en su voz, se llevó a la niña. Los hermanos no se quitaron la vista de encima hasta que estuvieron a una distancia considerable.

Vegeta unos minutos después, estaba parado frente a la puerta de la que ahora salían la Reina, Freeza y sus hombres.

"Entonces no es que necesariamente todas ustedes sean mujeres, sino que tienen esa apariencia femenina en su mayoría pero no tienen sexo definido" comentaba Freeza divertido, dirigiendo una furtiva e intrigante mirada a Zaabon, el más alto de sus acompañantes.

"Exacto" respondió la Reina, tragándose las palabras que pensaba soltar a continuación pero que resonaron en su cabeza de todas maneras. – La mayoría del tiempo – pensó.

"No puedo esperar a despedirme de la princesa" agregó el tirano deleitándose en su sadismo y siendo coreado por las risitas de sus acompañantes.

"Está dormida y no debe ser molestada, señor" advirtió Vegeta, poniendo una mano sobre su pecho y haciendo una leve reverencia en muestra de respeto, tratando de ocultar el nerviosismo en su voz.

"Una lástima" comentó el hombre-lagartija borrando su sonrisa y con una mirada molesta sobre el príncipe. No se podía negar, que esa actitud en el príncipe era extraña, y el oportuno acontecimiento igual. "Ya habrá oportunidad" comentó el tirano, suavizando las miradas tensas de sus hombres y el príncipe. "Un placer" dijo haciendo una reverencia a la Reina, acompañada por la reverencia de quienes lo acompañaban, incluyendo al inseguro príncipe.

La Reina asintió mientras unas guardias entraban a escoltar a los que ahora se marchaban. La Reina no le quitó la mirada de encima al príncipe mientras este se retiraba. Este, antes de llegar a la puerta, giró su cabeza y asintió como para hacerle llegar un mensaje a la Reina.

La Reina comprendió en ese momento, que no solo se había ganado allí un aliado, sino que además, el tirano podía convertirse en un peligro mayor del que ella ya sospechaba.

Se dirigió a donde su hija para comprobar si se encontraba bien, ya que le parecía raro que la hubieran enviado tan temprano a dormir cuando esta se encontraba siempre llena de energía. Efectivamente la encontró en su habitación jugando con Jetsa.

"¿Por qué fue enviada la princesa a su habitación y bajo qué ordenes?" inquirió la Reina preocupada e intrigada al mismo tiempo.

"La guardia que la trajo me dijo que había recibido las ordenes del príncipe Vegeta, que tenía un serio tono de preocupación en la voz" respondió Jetsa, que ahora tenía el rango de niñera y otra enfermera había tomado su lugar.

"Muchos problemas se avecinan" murmuró la Reina dejándose caer en uno de los sillones que allí se encontraban, casi prediciendo las razones por las que el príncipe había quería alejar a su hija del tirano.