Alma
Atrás
en la quietud, que tiñe toda piel
Con los tonos de un
final
Dejé al dolor volar, hacia mi libertad
El
mortífago cayó al suelo, totalmente debilitado. Por
primera vez desde hacía veinte años, una sonrisa se
instaló en su cara, una genuina y real sonrisa. Harry Potter
acababa de derrotar al señor Tenebroso. Y él era libre,
por fin libre. Sentía dolor, mucho dolor, pero su felicidad al
saber que aquella guerra había acabado actuaba como un
bálsamo, haciéndole inmune al sentirlo.
Era el final
de la guerra, el final de una era, y seguramente el principio de otra
que él ya no vería. De pronto, sintió que algo
le tocaba el hombro, zarandeándolo suavemente.
-Snape...
—susurró una voz a su lado.- Snape, sé por qué
lo hiciste. —dijo, y aunque no explicó a qué se
refería, Severus lo comprendió perfectamente. Hacía
ya más de un año, había matado a Albus
Dumbledore, el hombre que se lo había dado todo.
-Ya no
sirve de nada —murmuró levemente.
-No... —murmuró
la voz, como si él también estuviera sufriendo dolor.-
Lo arreglaré... hablaré con el Ministerio...
-Lo
maté, Potter. —dijo agriamente Severus, como si esa verdad
le doliera más que cualquier otra.
-Les diré lo que
pasó, adónde habíamos ido, que él ya se
encontraba sumido en el dolor... —argumentó Harry, desde su
izquierda, con desesperación, como si se estuviera aferrando a
aquella idea, como si fuera todo lo que lo mantenía con
vida.
Me citó la eternidad
Mi cuerpo se cansó
Mi
vida bostezó
Pero mi mente sigue en pie
-Potter...
esto es ridículo —dijo Snape, con su tono duro, aunque su
cuerpo no osaba moverse. El dolor y el cansancio lo consumían.-
Acaba el trabajo. Mátame.
-No... No hagas eso... —suplicó,
y Snape notó un deje de histerismo en su voz. Claro, ahora
Potter se encontraba en la misma situación en la que él
se había encontrado en aquella torre de Hogwarts.- No lo haré,
no lo haré —dijo compulsivamente.
-Está bien, no
lo hagas —espetó Snape.- Esperaré a que lleguen los
dementores.
-Los dementores están de vuelta en Azkaban. No
vendrán —sentenció Harry.- Te llevaremos al
Ministerio, y me encargaré de que se celebre un
juicio.
-Escucha, Potter... No importa que acabes de vencer al
Señor Oscuro. Nadie aceptará mi inocencia, aunque tú
lo digas. —Snape empezaba a enfurecerse. Si Potter había
sido terco durante sus años en Hogwarts, ahora lo era mucho
más.
No volvió a escuchar su voz, pero al poco rato
alguien hizo que levitara, y escuchó murmullos apagados a su
alrededor. Vio cómo entraban en un edificio, pero no le
concedió más pensamientos y se dejó sucumbir al
sueño.
No es una cuenta atrás
Es otro ciclo
más
Es un principio, no es el fin
Mi alma hoy quiere
volar
Ser agua, ser brisa del mar
Y ser la flor que en tu
jardín
Trepando llegue hasta ti
-No quieren hacerlo
—confesó la voz de Potter.
Snape abrió los ojos
con dificultad. Estaba en una celda. Al menos le habían dado
una cama, estaba acostado. Pero la voz de Potter sonaba demasiado
cerca, como si estuviera dentro de la celda, no fuera.
-No quieren
un juicio.
-Te lo dije. —dijo Snape, como si fuera
obvio.
-Quieren llevarte a Azkaban.
Snape dio un largo suspiro.
Todavía no podía mover su cuerpo. Sospechaba que su
alma quería largarse a otro lugar. De hecho, lo sabía,
pero su gran sospecha era que Potter era lo único que lo ataba
a este mundo, como si no quisiera desprenderse de él.
-¿Por
qué haces esto? —preguntó, su voz llena de
curiosidad.
-Eres la prueba de que Dumbledore no estaba
equivocado.
-¿Con respecto a...? —su voz era
despectiva.
-A ti. —dijo Harry simplemente.
-Escucha, Potter
—dijo Snape, que ya había perdido la paciencia. Los ojos de
Harry aparecieron ante él, y su mente le jugó una mala
pasada. Lily...- Voy a... —empezó, con una voz mucho más
suave.- Voy a contarte una historia. —decidió finalmente. Se
maldijo interiormente por lo que acababa de ocurrir: el pasado volvió
a él, y se dejó llevar.
Es tan duro saber
Que
en tu cuerpo también
Hay fecha de caducidad
Sé
bien que he de librar
Una batalla más
Que mañana
otra habrá
Me puso la salud
Los cuernos con tu dios
Y
mi sentencia dictó
-Una vez estuve enamorado... —dijo,
y los ojos verdes lo miraron con sincera curiosidad.- Ella se
llamaba... Lily Evans. Era hija de muggles. Una sangresucia. Algo que
yo no debía... no quería. Y aún así no
pude evitar amarla. —podía contarle aquello. Sólo era
una batalla más. La última batalla. Consigo mismo, con
el mundo entero, y con Harry Potter.- James Potter me la arrebató.
La arrancó de mi lado. Y esa fue mi sentencia para pasarme al
lado Oscuro. Yo ya no era inocente, ni mucho menos, pero perderla
también a ella... fue lo que me rompió. Me
consumió.
-¿Por qué me cuentas esto?
—preguntó la voz de Harry, que parecía ausente.
-Para
poder irme de aquí en paz conmigo mismo —respondió
Snape con sinceridad.- Tus amigos están muertos. —observó,
pero en su voz no había malicia.
-Sí. —dijo Harry
simplemente, sin confiar en su voz para decir nada más.
-Tú
también tienes a tu pelirroja. —dijo lógicamente.-
Vete con ella. Y no la pierdas jamás. —añadió,
como si estuviera dándose un consejo a sí mismo.-
Porque intuyo que, entonces, tú tampoco tendrás
salvación.
En mis tinieblas hay
Una luz que al
final
Arrulla mi corazón
Mi alma hoy quiere volar
Ser
agua, ser brisa del mar
Y ser la flor que en tu jardín
Trepando
llegue hasta ti, hasta ti
Mi alma hoy quiere volar
Romper
cadenas y soñar
Quiero irme, y cierro los ojos como para reafirmarlo. Noto cómo sucumbo al sueño, pero esta vez sé que no lo es. Esta vez me voy, de verdad. Para siempre. Al otro lado del velo. Una sonrisa irónica llena mi mente. Allí estarán todos mis enemigos. La sonrisa se transforma en risa verdadera, de pura felicidad. También estará ella. Sus ojos verdes. Su comprensión. Su aceptación. Su luz. Esa luz que me ha iluminado siempre, y que lo seguirá haciendo al otro lado.
Y con tu voz oírte
hablar
Me llevo amor, me llevo paz
Me llevo paz, porque la paz está con ella.
