Feliz es la palabra
A veces se preguntaba si hacía bien
llevándolos consigo. Hermione no paraba de decir que cuando
aquello acabara, los tres harían sus E.X.T.A.S.I.S. Y Ron
replicaba siempre que cuando acabaran serían unos héroes
y no les sería necesario tomar los exámenes para
conseguir un buen trabajo. Pero lo peor de todo para Harry, sin duda,
era que Hermione y Ron por fin habían descubierto sus
sentimientos por el otro. Desde el funeral de Dumbledore, Harry lo
había visto más y más cerca, hasta que un día,
al atardecer, habían terminado besándose por
fin.
Quería la felicidad de sus amigos, por supuesto que
sí. Pero dolía, muchísimo, verlos juntos todos
los días a su lado cuando él mismo no podía
disfrutar de su mayor fuente de felicidad. Era una agonía
luchar contra sí mismo todo el tiempo para no pensar en Ginny
y ver de repente un gesto, o una mirada entre sus dos mejores amigos.
Y quería que estuvieran juntos, pero no podía evitar
que el dolor lo consumiera por dentro.
En aquel momento, como si
hubieran sido llamados, Ron y Hermione entraron de la mano en la
tienda de campaña mágica que les servía de
cobijo. Harry siguió mirando el libro que hacía tiempo
que ya no leía, sin ver nada.
-Si me hubieras dejado a
mí... —protestó Hermione levemente, mientras los dos
se acomodaban en el sofá que había a unos metros de
Harry.
-Quería cogerlo yo... —dijo Ron, acariciando el
pelo de ella distraídamente.- Tradicionalmente, el hombre ha
cazado para la mujer, Hermione... Deberías saberlo tú,
de entre toda la gente... —continuó, con una sonrisa tierna
en sus labios.
Hermione lo miró por un momento, y viendo
que se estaba burlando de ella, sonrió dándole un
golpecito en el hombro. Luego se inclinó para besarlo
suavemente.
-Tú no eres más que un niño
—susurró contra sus labios.
Harry cerró su libro
de golpe, haciendo un fuerte ruido, y los dos se separaron
inmediatamente, sobresaltados. Se sentaron adecuadamente en el sofá
y lo miraron interrogantes.
-Voy a salir unas horas —dijo Harry,
de repente decidido.- Quizás no vuelva hasta mañana.
Ron
y Hermione lo vieron desaparecer inmediatamente, sin darles tiempo a
decir nada.
Grimmauld Place estaba más limpio y ordenado
que nunca. Harry no hizo ningún ruido al pasar hacia la cocina
para no despertar al retrato de la señora Black. Molly Weasley
era la única ocupante de la cocina, y Harry casi se arrepintió
de haber venido cuando la vio.
-¡Harry! —la señora
Weasley se abalanzó sobre él y lo envolvió con
sus brazos.- ¿Qué ha pasado? ¿Ron y Hermione
están bien? —preguntó aceleradamente.
-Sí,
señora Weasley, no ha pasado nada. —dijo Harry levemente, en
cuanto la señora lo liberó, para mirarlo de arriba
abajo.
-Estás más fuerte, querido... —dictaminó,
tras examinarlo concienzudamente.- ¿Qué ha pasado,
entonces?
-Yo... —Harry se frenó súbitamente.-
necesitaba... necesito... ver a Ginny —admitió finalmente,
derrotado.
La señora Weasley le dirigió una gran
sonrisa, y Harry deseó con todas sus fuerzas que no comenzara
a planear la boda allí mismo y en aquel instante.
-Por
supuesto, Harry... —dijo con enorme cariño.- Está en
su habitación. Ten cuidado de no despertar a Fred y a George,
porque como se enteren...
Harry asintió sonrojado, sabiendo
exactamente a qué se refería la señora Weasley.
Los gemelos, pese a su tono liberal en muchos aspectos de su vida, no
se habían tomado muy bien que Harry hubiese dejado a Ginny al
final del curso anterior. La semana que había pasado en la
Madriguera aquel verano había sido horrible. Cuando Harry
quería estar a solas con Ginny, alguno de los dos lo
acorralaba y le decía que no se acercara a ella. Y a veces,
cuando por fin conseguía estar con ella, los dos entraban de
repente en la habitación, o los asaltaban por detrás
haciendo que se separaran.
Subió sigilosamente hasta la
habitación que Ginny había compartido con Hermione
durante sus estancias en Grimmauld Place. Por fin llegó y
entreabrió la puerta suavemente.
-¿Mamá?
—vino la voz de Ginny, que sonó preocupada.
-Casi
—susurró Harry, con una pequeña sonrisa en su
boca.
La habitación estaba a oscuras, pero en la penumbra
Harry distinguió una figura saltando desde su cama, tirando de
él hacia dentro y cerrando rápidamente la puerta con
encantamientos silenciadores y selladores.
-¡Harry!
Escuchar
su nombre en aquellos labios fue magia, sobre todo teniendo su cuerpo
tan cerca, presionándose más y más contra el de
él. Ginny no tardó en buscar sus labios, y mucho menos
en encontrarlos.
-¿Qué haces aquí? ¿Ha
ocurrido algo? —preguntó súbitamente, separando su
boca y mirándolo con preocupación.
-Quería
verte —dijo Harry por toda respuesta. Luego cambió de
opinión y lo arregló- Necesitaba verte. No tienes ni
idea de lo que es estar sólo con Ron y Hermione...
Ginny
agarró su mano satisfecha y lo guió hasta la cama,
donde se sentaron uno en frente del otro.
-Noté algo cuando
Ron vino la última vez. Algo extraño. Y me imaginé
que él y Hermione...
Harry había decidido que una
vez al mes, Ron o Hermione acudiría a Grimmauld Place para
asegurar a la Orden que estaban bien, y que todo marchaba según
lo previsto. …l mismo se había negado a acudir a estos
encuentros porque sabía que no soportaría ir allí
sin estar con Ginny.
-Es como si Lavender se hubiera metido en el
cuerpo de Hermione... —masculló Harry.
-¿Tan malo?
—dijo Ginny escéptica.
-Bueno, tan malo no. Pero cada vez
que se tocan, o se sonríen, o se besan, no puedo evitar...
—Harry titubeó por un momento. Estaban a oscuras, no vería
su sonrojo.- ...pensar en ti.
Se abalanzó tan rápido
sobre él que no le dio tiempo a reaccionar. De repente, se
encontró a sí mismo tumbado boca arriba y Ginny sobre
él, acariciando su pelo suavemente. Su cabeza reposando en el
pecho de él.
-Yo no soporto ver a Fleur y Bill... —suspiró,
y su mano bajó hasta su cara, para comenzar a juguetear con
sus labios.- Me habría gustado que su luna de miel durase dos
años...
Harry rió alegremente, y llevó su
mano al pelo de ella casi en un acto reflejo.
-Harry... ¿No
había nadie abajo? ¿Te ha visto alguien?
-Tu
madre... —empezó Harry. La cabeza de Ginny se despegó
de su pecho y miró hacia él. Más que verla,
Harry sintió su sorpresa y su indignación.- me mandó
subir, en realidad... —se disculpó.
-No puedo creerlo...
—dijo Ginny. Una sonrisa escapó bruscamente de sus labios.-
Bueno, sí que puedo... —recapacitó, pensando en todas
las indirectas que su madre les había mandado a los dos
durante el escaso tiempo que Harry había estado en la
Madriguera el verano anterior.- Suerte que no te hayas encontrado a
Fred y George... —murmuró.
-Lo mismo pensé yo...
—confesó Harry, y Ginny percibió el miedo en su
voz.
-Están orgullosos —dijo Ginny riendo.- Dicen que
Harry Potter no le tiene miedo a Voldemort, pero sí a
ellos.
-Bueno... es verdad...
Suspiró largamente. Ginny
se subió un poco hacia arriba para poner sus caras a la misma
altura y lo besó largamente.
-¿Cuánto tiempo
tenemos? —preguntó, y Harry detectó el ansia en su
voz.
-Les dije que quizás no volvería hasta mañana.
—admitió.
Ninguno de los dos pronunció más
palabras aquella noche.
Había luz. Era de día.
Y había alguien con él en la cama. Harry abrió
los ojos y se encontró la cara sonriente de Ginny encima de su
pecho. La pelirroja, demasiado vaga para recostarse un poco, depositó
un suave beso sobre su piel desnuda.
-Me encantaría poder
levantarme y prepararte el desayuno —dijo Harry de repente.- Y
traértelo a la cama. Y no salir de aquí en todo el
día.
-Como sigas diciendo esas cosas, no te voy a dejar
salir de aquí, Harry... —advirtió Ginny. Volvió
a recostar la cabeza y escuchó los latidos de su corazón,
totalmente calmado, relajado. Sonrió al pensar que latía
por ella, al igual que el suyo latía por él.- Vuelve a
hacerme más visitas —pidió de repente.
Harry la
rodeó con sus brazos, estrechándola fuertemente contra
sí, pero no contestó.
-Dentro de un mes —dijo por
fin, después de vestirse, justo antes de salir de la
habitación.
-Un mes —repitió Ginny aún
desde la cama.- Un mes —volvió a decir, una vez que Harry
había salido.
Se quedó allí unas horas
todavía, pensando en la noche que había pasado con
Harry.
-Buenos días —dijo Harry con renovado
entusiasmo al entrar en la tienda.
Ron estaba sentado en el sofá,
al parecer desayunando, y Hermione rebuscaba entre una pila de
libros. Los dos levantaron la cabeza hacia él en cuanto
entró.
-Vaya... estás muy contento —dijo Hermione
casi acusadoramente.
-Y que lo digas —corroboró
Ron.
-Feliz —corrigió Harry, con una amplia sonrisa en su
cara, de esas que hacía mucho tiempo que sus amigos no veían
en él.- Feliz es la palabra.
