Capítulo 30


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Sakura se sentía nerviosa mientras esperaba en el lujoso despacho del Lux, ataviada en las ropas que Kakashi eligió para Cerise.

Se había sentado en el apoya brazos de uno de los sillones de la sala, eligiendo el de un cuerpo, ya que otra cosa no le salía y sentía que relajarse hundiéndose en el mullido almohadón la expondría demasiado. La falda que vestía era demasiado corta y ajustada, cualquier movimiento brusco o mal dado dejaría la mitad de su trasero al aire y, sumadas a esas diminutas bragas de hilo dental que le exigiera su ex sensei, prácticamente si tendría sus partes desnudas. No entendía porque la había vestido así, considerando lo celoso que estaba siendo. E imaginaba lo protector que se pondría ante las miradas masculinas, situación que en cierta medida le divertía y calentaba en partes iguales, aunque considerara que estaba enloqueciendo al disfrutar de esas tóxicas actitudes.

Así que, mientras esperaba quieta y en silencio tal como él se lo exigiera antes de salir de la habitación, decantó por observar cada detalle del lugar sin reparar precisamente en ninguno. Le resultaban ajenos a los gustos simples de su ex sensei. No era que él no fuera de cosas elegantes, pero no tenía esa concreta afinidad con detalles tan precisos, sobre todo caros, como los que apreciaba. Eso era más estilo de Seiyi, y no estaba creyendo que el pelinegro estuviera metido allí, tal vez el socio de Kakashi fuera alguien con esos gustos y dinero también. No lo sabía y menos podría averiguarlo en ese momento.

Suspiró sonoramente y bajó la vista al antifaz que asía entre sus dedos. No podía creer que estaba haciendo eso, que había cedido a tanto. Lo acarició, quizás tratando de mitigar algo de la ansiedad con la suavidad del material, pero sólo logró ponerse más ansiosa.

El objeto era delicado, confeccionado en cuero rosa, uno muy cómodo y hecho a medida de su rostro, ocultando prácticamente la mitad y así logrando distorsionar su identidad sin quitarle belleza ni elegancia. Se lo apoyó sobre los ojos sólo para distraerse, estirándose hacia un costado para apreciar su reflejo en el espejo de cuerpo entero que se encontraba a centímetros de ella. No le quedaba mal, pero la pose no le lucía.

Sabía que debía quedarse en ese preciso lugar, en donde él la dejara ordenándole estarse quieta, pero mientras no la viera no estaba exactamente desobedeciendo. Y su ansiedad no se calmaría con sólo estar sentada por vaya a saber cuánto tiempo más, eso Kakashi ya debía irlo conociendo de su persona. Se puso de pie entonces, desafiando las directivas, y pronto estaba acomodada frente al enorme espejo, sin entender realmente qué hacía esa clase de mueble decorativo en una oficina administrativa. Pero tampoco indagaría demasiado, ya la noche tendría tantísimas sorpresas que dejarían ese objeto como una anécdota olvidable.

Fijando el antifaz a sus cabellos recogidos en una cola de caballo alta, alargada hasta el inicio de sus glúteos a fuerza de cabello de extensión, sonrió al reflejo recorriendo cada parte del cuerpo con la mirada. Se detuvo en el rosado y brillante corset, acomodándolo apenas unos centímetros. Y volvió a observarse.

Todo en ella era rosa, del mismo tono de su cabello, preciso hasta en los reflejos más claros que cada tanto tenía. El corset, que lucía más apretado de lo que realmente se sentía, delineaba su figura perfectamente, aumentando los pechos al aprisionarlos hacia arriba, confiriéndole a su cintura una marcada curva que le resaltaba las caderas.

La corta falda de cuero elastizado al tono, apenas si llegaba debajo sus glúteos, con un tajo a cada costado permitiéndole cómoda movilidad y, algo le decía que fácil acceso a su ex sensei. Iba conociéndolo y al hombre le gustaba tenerla disponible. Y aunque la prenda inferior era por demás sugerente, no le molestaba realmente, no desde que Kakashi la mirara con esa lujuriosa aprobación en los ojos mientras subía las largas botas que le llegaban hasta la mitad de sus muslos. Eran realmente altas, pero no incómodas, y ya había aprendido a manejarse con esos tacos.

Debía reconocer que el varón supo lo que hacía al elegir su atuendo. Le otorgaban una sensualidad única, mezcladas con un aura de inocente maldad. Si sonreía con esa mirada lasciva que siempre le dedicara al peliplata cuando lo provocaba, se veía como una dulce chica mala.

Le gustó la imagen que el espejo le devolvía. Le hacía sentir hermosa, sexy, poderosa.

—¿Disfrutando de tu atuendo sin mí, Cerise?

La voz de Kakashi le hizo dar un respingo de inmediato, cayendo en la cuenta de la infracción cometida.

Desde que él le mostrara la invitación, las reglas en los juegos cambiaron drásticamente. Debía entrenarse para acompañar a Lomo Plateado, él no admitiría a ninguna sumisa que no supiera comportarse.

Esa noche, luego de conversarlo con detenimiento, acordaron que cada atardecer, al llegar al departamento de su ex sensei, ella se convertiría en una sumisa en todas las reglas. El juego arrancaría en el momento en que se cerrara la puerta, y terminaría al salir a la mañana siguiente. No pudo evitar su respiración pesada mientras él le explicaba con lujo de detalles cada uno de los comportamientos de una verdadera sumisa, la entrega, la obediencia, el dolor que se convertía en placer, y como él la trataría. Luego de firmar un contrato tácito, la dejaría dormir en su cama, siempre y cuando respondiera a cada una de sus órdenes y de inmediato. Sino, la habitación de huéspedes la esperaba y tuvo que visitarla en una oportunidad en la que lo desafío. Fue divertido, el castigo exquisito, pero no le dio tanta gracia cuando él advirtió que ella buscaba esa situación a propósito, sólo para que la follara más duro. Se ganó una follada, pero una en la que no pudo obtener sus suculentos orgasmos, soportando dormir sola y sin la opción de auto complacerse. Y así la mantuvo hasta la noche siguiente.

Mentiría si decía en algún momento que no le gustó, que esa versión de su Kakashi no le agradaba, porque era todo lo contrario. Ese Kakashi duro, frío, a veces hasta arrogante, pero no menos paciente; era por demás caliente. Y lo mejor se daba cuando le permitía mirarlo a los ojos, porque allí seguía él, su ex sensei; ese que le regalara todo su apoyo y comprensión desde el primer día en que comenzara a ser su maestro en el arte ninja.

Pero esa noche, la de la fiesta, el papel estuvo impuesto desde que despertaron, y ahora acababa de romper una orden impartida por su amo, no por el ex sensei.

Giró lentamente a su encuentro. Él, apoyado de lado en la entrada a la oficina, bien podía hacer rato que la observaba. Su pose era una por demás cómoda para ser improvisada del momento.

Le sonrió, y esa sonrisa vertió aún más masculinidad a un rostro que ya de por sí lucía perfecto. Él también estaba apuesto esa noche, enfundado en un traje color gris plata oscuro, con el saco ceñido a la cintura aunque estuviera desprendido, el que resaltaba su ancha espalda confiriéndole más centímetros a la altura que el ninja ya de por sí tenía. Debajo de el, un chaleco del mismo color se asomaba, marcando aún más esa anatomía de infarto, ese duro pecho que la camisa en gris más claro contribuía a resaltar todavía más.

Se había peinado el cabello, pero aún estaba algo alborotado. Era su estilo, y el que mejor le quedaba. Pero no era eso, ni siquiera la falta de corbata que le brindaba un aspecto más de gánster lo que lo hacía único. No, no era todo el traje, sino que no vestía máscara. El lunar en su mentón se lucía por demás sensual cuando sonreía. Pero no sabrías que era él, el hokage, el sensei peliplata. No, no podrías adivinarlo, porque el antifaz en color plata algo más oscuro que su traje, de diseño sencillo pero no menos elegante, no permitían descubrir que era él al cubrirle la mitad del rostro, apenas si asomaba la frente por arriba. Y le quedaba de maravillas.

Sakura se mordió el labio inferior sonriéndole, antes de bajar la mirada al suelo. Ya demasiado tiempo se había tomado para observarlo sin que él se lo pidiera.

—Sólo corroboraba que todo estuviera como te... ¡le! gusta, sensei.

Kakashi carcajeó. La chica no tenía idea de cuánto le ponía tenerla en ese papel, esforzándose por complacerlo a cada minuto, sometiéndose, sabiendo que en cualquier momento su carácter saldría a flote y lo desafiaría. Desarmó el cruce de brazos acercándose a ella y le tomó el antifaz ni bien llegó a su lado, constatando que lo hubiera prendido bien a los cabellos para que no se moviera.

—Ya es hora.— le susurró mientras acomodaba uno de los ganchos.

Ella suspiró nerviosa y alzó la vista temerosa, para mirarlo por unos segundos. Kakashi le tomó el rostro entre sus manos alzándoselo para que lo viera a los ojos claramente, concediéndole ese pedido.

—Siempre voy a estar contigo. No pienso soltarte ni un segundo. ¿Entendido?

Ella asintió apoyándole una mano en el pecho, siendo tomada por la de él segundos después, para llevarla a sus labios y depositarle un beso sobre los nudillos.

—¿Recuerdas las reglas que te dije esta mañana?

—Siempre detrás de usted a menos que indique otra cosa. Puedo observar todo, pero no hacer contacto visual con nadie, mirada al suelo cuando la gente se detenga a conversar con usted. No hablar a menos que usted lo permita y obedecerle en todo. — tomó aire al terminar — Soy su niña, su niña rosa. — y exhaló aliviándose, sonriéndole con timidez pero sumamente complacida.

—Falta algo, Cerise.

Ella entrecerró el ceño unos segundos, para relajarlo al notar el detalle olvidado.

—Sumisión total.

—Exacto. — Los iris del varón se oscurecieron en ese instante, saboreando con anticipación el disfrute que esa pequeña mujer le daría, sabiendo que nunca nadie pudo dárselo así, con tal intensidad.

Ella agachó la mirada ni bien recibió la aprobación de su amo, y él no pudo estar más complacido. Y su lado de maestro paciente afloró, aun cuando lo mantuviera a raya los últimos días.

—Vas a ver muchas situaciones cuando salgamos. — ella asintió manteniéndose gacha entre los brazos del varón — Algunas pueden impresionarte, otras no comprenderlas. Todos aquí disfrutan de sus juegos, siempre consensuados. ¿Está claro?

Volvió a asentir más rápidamente, señal de la ansiedad que ya comenzaba a invadirla nuevamente.

—No temas. Estás conmigo y eres mía, y siempre voy a darte lo mejor. Sólo lo mejor. — Respiró hondo calmándose él ahora, comenzaba a excitarse — ¿Entendido?

Asintió nuevamente, pero más brevemente, quedándose inmóvil mientras él ahora aceleraba su respiración.

Deslizó una mano por la espalda de la joven, apreciando con suavidad cada curva que tan bien lucía su atuendo. Y no eran una ilusión, allí estaban y se sentían calientes, temblorosas, demandante de sus atenciones. Rasguñó la sección de piel que encontró debajo provocándole un respingo.

Sakura se tambaleó por el toque, pero no caería, él la sostenía.

—¿Kakashi?— susurró tímidamente. Él gruñó, acababa de salirse.

—¿Quieres ganarte otro castigo como el de anoche?

—N-no, sensei. Perdón. — y agachó la cabeza aún más.

Kakashi sonrió. Realmente era única. Moría por llevarla a su habitación del Lux.

—Está bien. Habla.

Ella suspiró.

—¿Vas…vas a ser muy duro conmigo esta noche?

—No voy a hacer nada que no vaya a gustarte, ¿entendido? Te conozco. Y te cuido.

Asintió sin mirarlo.

Y en ese instante Kakashi la soltó metiendo la mano en el bolsillo delantero del pantalón, para extraer una bolsa de terciopelo negro.

—Antes de que salgamos, quiero que te pongas esto.

Ella lo tomó ni bien se lo extendió, desatando el cordel suavemente, bajo la atenta mirada del peliplata quien le acarició el rostro mientras le aferraba con la otra mano la cintura.

Sakura abrió grandes los ojos al reparar en el contenido, alzando la vista hacia el varón.

—Sensei...esto...

—Sácalo.

Y no demoró en cumplir el pedido, logrando apreciar por completo la hermosa pieza de joyería en plata. Una esclava plateada y reluciente, de casi dos centímetros de ancho, con un colgante pequeño en forma de argolla, simulando un delicado grillete. Y al lado de este, lucían tallados un carácter, simbología de un lobo, el personaje que él montaba esa noche, y la palabra "mía".

—¡Es bellísima!

—Permíteme. — y se la tomó de entre los dedos alzándole la mano derecha para colocarle la pulsera. La cerró con traba asegurándose de que no fuera a soltarse. —Con esto, todos sabrán que le perteneces a Lomo Plateado.

—Tuya— ella sonrió contemplando la pieza en su muñeca. Se le veía delicada y elegante.

—Mía— y le acarició la mano, observándola a ella.

Y cuando Sakura alzó la mirada se encontró con unos ojos que destilaban deseo, un deseo denso y profundo que no solo la anhelaba en cuerpo, demandaban hambrientos todo de ella. En ese instante simplemente se dejó llevar por ese deseo, borrando toda intención en ella que no fuera la que él varón exigiera, entendiendo una vez más el poder que ese hombre de ojos grises, de mirada pesada y calma, tenía sobre ella. Sobre su cuerpo. Sobre su propio deseo que ahora se mojaba atado al de él.

Las exhalaciones de la fémina se entrecortaron provocando esa sutil perversión en la leve sonrisa del varón que, hinchado en su ego, comprobaba una vez más el dominio sobre la joven, sobre su niña rosa.

Era suya. Al fin era suya. Y ahora todo el mundo lo sabría.

—Kakashi ya es... ¡epa!— la voz de Zulima se cortó con la sonrisa de perverso placer que se le dibujó en el rostro a entrar en la oficina, la cual tenía la puerta abierta sin señales de la intimidad que ocurría dentro. —¡Pero mira que preciosura tienes entre las manos! Viejo lobo, no pierdes las mañas, ¿eh? — Se acercó serpenteando el cuerpo, ampliando la sonrisa que ahora contrastaba el rojo carmesí que los cubría contra la perfecta y blanca dentadura de la rubia.

Se pasó la lengua por los dientes al detenerse al lado de Sakura, observándola desde arriba. Montada en los altos tacones de sus botas de cuero blanco reluciente, su altura era impresionante, aun alcanzando sin esfuerzo a Kakashi, imprimándola de ese aura dominante que apenas si era más suave que el amo a su derecha. —No me digas que… ¿Sakura, no?

—Cerise, Zulima— y alejó a Sakura de la fémina, colocándola a sus espaldas.

—Rusa. Hoy soy la Rusa. No lo olvides, guapo.— se inclinó hacia un lado para observarla detrás de su amigo —Y tú, bombón rosa, estás deliciosamente preciosa.

— No se mira, no se toca.— siseó duramente.

Zulima rodó los ojos.

— Qué pena. No sabes de lo que te pierdes preciosa, este viejo lobo no va a compartir esta noche y eres tan… — y ahora le miró a él con un puchero en los labios y ojos de ruego.

—Qué buscas, Rusa.

—¡Ay, hombre! ¡Que estamos posesivos hoy!

Kakashi rodó los ojos pero no pudo evitar sonreír divertido. Todos estaban en sus papeles para la fiesta, quizás él lucía exagerado, pero Zulima era tal cual siempre fue, hambrienta y lujuriosa, queriendo probar todo aquello que le gustaba y toda aquella sumisa que él o Seiyi tuvieran. Obviamente él no se quedaba atrás, y ella lo sabía. Siempre se caracterizó por ser protector con sus sumisas, pero esa noche su lado posesivo estaba a niveles estratosféricos. Por primera vez presentaría una sumisa que era y sería únicamente de él, y necesitaba que todo fuera perfecto para la chica.

—Tranquilo que yo no intentaré tocarla. Pero no te prometo nada del Korol' Lev.

—¿El Boss está aquí?

—No chiquito, Korol' Lev. Aquí es el Lev. No lo olvides. — advirtió.

Para Kakashi no había más diferencia de un papel al otro, que los modales con los que se movía en uno u otro ámbito. Él sabía manejar a ambos.

—Lo invitaste.

—¿Y qué te pensabas? Cuando dije que haría fiesta, hablaba en serio. Y él no puede faltar a estas fiestas, lo sabes.

—¿Vino solo?

Carcajeó.

—¿Desde cuándo fue solo a una fiesta? Sabes que no es su estilo. Anda con la pantera, la preciosura de hielo de su hermana y su séquito de sumisas. Y...— sonrió ampliamente — Te está esperando.— Le dijo y, aprovechando la leve distracción de su amigo, de inmediato posó la mirada en la pelirrosa que se mantenía con la cabeza gacha. —¡Mierda! La entrenaste en tiempo record.

—Rusa.

—¡Dios! — y rodó los ojos alejándose hacia el escritorio.

Kakashi sonrió. El ruso era un amigo de añares y un sujeto de temer. Hijo de una poderosa dinastía de empresarios en el negocio energético y militar, con su fachada en esos ámbitos aunque la verdadera fortuna se gestara y mantuviera en la oscuridad; se conocieron cuando su padre lo enviaran a entrenar con la joven promesa descendiente del mismísimo Colmillo Blanco.

Tipos duros si los había, le llegaban a los zapatos y los bajaba como moscas en las peleas, tanto en la academia como en las clandestinas a las que iban de caravana.

Él fue el único que logró derrotarlo en combate cuerpo a cuerpo en varias oportunidades, demostrándole al ruso que nunca fue fortuna o casualidad. Ese delgado y alto ninja de mirada calma, algo distraído en apariencia, poco más que holgazán; al que el hombre juzgara en primeras impresiones como un sujeto suave descartándolo como un digno rival para él, lo derrotó dejándolo en el suelo pidiendo por primera vez tregua aun cuando al otro no le fuera mejor, pero manteniéndose en pie. Y allí se ganó su admiración y amistad incondicional.

Fue con él junto a Seiyi, quien era su igual en inteligencia y perversión, conociéndose desde la juventud gracias a las universidades de finanzas extranjeras a las que ambos asistieron; la primer vez que lo llevaran a un club BDSM cuando Kakashi fuera de vacaciones a la madre Rusia. Y allí, en el club más prestigioso, estaba Zulima, la sumisa favorita del León ruso, a la cual tuvo que dejar ir cuando ella quiso alistarse en las filas ANBU, fascinada por las historias de misiones secretas que siempre Seiyi le contara.

—Que espere un poco más. Aún no es hora.

—Mmmm… en eso no estoy de acuerdo, lobito. Justo a eso venía. Porque ya dieron las doce. Es la hora de Lomo plateado.

Kakashi respiró hondo y le sonrió.

— Ya todos preguntan por ti.— acotó cantarinamente.

—Está bien. En cinco vamos.

—¡Te gusta hacerte rogar!

—La estrella, es la estrella.

Zulima le devolvió la sonrisa de satisfacción tornándose perversa segundos después al desviar sus ojos a una Sakura que lucía intimidada, lo que le otorgaba un aura aún más deliciosa para un amo tan perverso como ella.

—No te confundas lobito. Esta noche, la estrella va a ser ella.

Kakashi la miró con advertencia. Eso que decía su amiga era cierto, y lo supo desde el primer momento en que viera a Sakura enfundada en el atuendo que había elegido con su ojo de amo. Y le enorgullecía. Esa mujercita lo volvía loco y que entrara por completo a su mundo, rayaba en la obscena satisfacción de los deseos de hadas cumplidos.

—Ya. — y se dirigió hasta donde estaba tomándole de los hombros para girarla hacia la salida. Comenzó a andar empujándola para que se alejara de su niña rosa y los dejara a solas.

—¡Hombre! ¡Que estas intenso!— y carcajeó dejándose hacer, advirtiendo con la mirada antes de retirarse de que no se demorara. Y lo hacía en serio. Estaba en juego la reputación de su fiesta y en ese punto, no se jugaba con Zulima. Vasta experiencia tenía en esa clase de clubes.

Kakashi volvió a Sakura, cuando al fin quedaron solos, y la tomó de las manos para llevarla junto a él. Sin dejar de mirarla, revisó una vez más que el antifaz estuviera firme y le sonrió.

—¿Lista?

—No— puchereó.

El varón no pudo más que abrazarla en ese instante carcajeando con voz oscura. Como le excitaba esa clase de reacciones de parte de ella.

—Lo pasarás muy bien. Y si algo te molesta, me dices y punto.—la miró a los ojos tomándole el mentó para fijarla a él. — Eres mía. No lo olvides.

Ella asintió, aun sin entender del todo esa remarcación de posesividad, pero sintiendo que ello significaba que las reglas serían diferentes con ella, y sonrió.

Kakashi la tomó de la mano, dudando unos segundos al recordar la cadena. Él siempre llevaba a sus sumisas con una cadena, Lomo Plateado sólo estaba en contacto con sus mujeres cuando castigaba o daba placer, nunca en un mimo y entendía que entrar a esa fiesta de la mano de la joven sería un gesto muy del hombre no del amo. Y esa noche, era un amo.

Chasqueó la lengua soltándola por unos segundos y se dirigió al cajón del escritorio. Zulima siempre guardaba cadenas allí, sabía que le gustaba divertirse con su sumiso en ese lugar, siendo los castigos de oficina un fetiche de la rubia.

Eligió una de las cadenas, una plateada y brillosa a tono de la pulsera, y rápidamente se dirigió hacia Sakura que lo observaba expectante sin entender que pasaba. Le tomó la mano de la esclava, y alzándola le enganchó la cadena, que ahora funcionaría como correa, en la argolla que colgaba de la fina pieza. Ella lo miró en ese instante, con los ojos bien abiertos.

—Sumisión total, Cerise.

La chica respiraba pesado, su pecho subía y baja a velocidad, y tuvo que tragar duro cuando Kakashi le reclamara con la mirada una respuesta de inmediato.

—Sí, sensei. Suya.

Le sonrió acariciándole la mejilla con el pulgar y le soltó la mano para ahora aferrar la cadena que tenía algo más de medio metro de largo, extensión que no la dejaría muy lejos de él. Jaló para indicarle que caminara y volteó dirigiéndose a la salida, guiándola con firmes pero no menos suaves tirones, por los pasillos del lugar. Aún ella se perdía. El club era inmenso y era la primer vez que estaba por allí.

Al llegar a una puerta doble forrada en cuero negro, la música comenzó a oírse apagada, mezclada con el barullo de conversaciones y risotadas. No sabía que esperar, poco había llegado a leer sobre esos eventos, y menos él quiso contarle. Era todo sorpresa, todo un descubrimiento casi de cero que él quería que ella viviera de forma espontánea, sin preparación más que las escuetas palabras que le ofreciera.

Kakashi volteó con el semblante serio y una advertencia en la mirada. La observó antes de acortar el largo de la cadena al enrollarla una vuelta en su mano. Entraría con ella detrás de él, pero cerca, mostrándola, remarcando la pulsera impronta de su posesividad.

Ella sonrió sin poder evitar bajar la mirada sonrojada. Y él no pudo más que depositarle un beso en los nudillos como última demostración de gratuito cariño, ante de empujar las puertas abriendo el club para ellos.

La música los recibió, las luces oscuras y el ambiente hicieron el resto deslumbrando a Sakura que no hacía otra cosa que mirar hacia todos las direcciones que podía, avanzando cada vez que su ex sense jalara de ella indicándole que hacer, siendo llevado como si fuera una presa, un trofeo estimado. No notaba la mirada de las personas sobre ellos, menos que se hacían a un lado agachando la cabeza en respeto los sumisos, y con una sonrisa de admiración y gratitud los amos, cuando advertían que era el mismísimo Lomo Plateado quien avanzaba entre ellos, con su sumisa al extremo de la correa.

Sonrió fascinada. El club parecía más pequeño desde afuera. Adentro, era otro mundo. Decorados con motivos del ambiente, cadenas, látigos y jaulas por todos lados. De lo que llegaba a apreciar gracias a las tenues luces y al gentío, era un lugar moderno y de buen gusto. Cómodo y completamente funcional a los gustos de las personas que ahora lo colmaban.

Había mesas y sillones por doquier, rodeada de asientos ocupados por hombres y mujeres que lucían poderosos, ataviados en vestimentas de cuero, arneses y algunos con trajes elegantes como su ex sensei. La mayoría tenía el rostro cubierto por el antifaz. Algunos, sobre todo los sumisos, llevaban una máscara de cuero que sólo dejaba ver sus ojos y un agujero para la nariz, pero varios, sobre todos hombres dominantes que exudaban poderío, lucían descubiertos, sin temer por su identidad. El breve contacto que hacía con ellos no le permitía reconocerlos, y además, tampoco quería indagar demasiado. Las miradas que le echaban eran lascivas y algunas las sentía intimidades, pero la intensidad disminuía ni bien reparaba en la pulsera que Kakashi le hacía lucir manteniéndole la mano en alto mientras la paseaba.

Ni hablar de aquellos pocos que parecían ser más conocidos del peliplata y lo detenían para saludarlo. Como esos ojos duros hacían contacto con ella ni bien cruzaban palabras con su amo, era hasta descarado aunque no rayaba lo incómodo. Debía reconocer que cuando fue acostumbrándose al momento, hasta le subía el ego tener a tantos hombres, y alguna que otra mujer poderosa, intentando aunque sea acercarse para conocer mejor la nueva adquisición de Lomo plateado, tal como la llamaban en sus breves conversaciones. Y la intriga la volvía la novedad de la noche cuando reparaba al fin que no era del ambiente. Kakashi no sólo tenía una nueva protegida luego de mucho tiempo, sino que además era una neófita extranjera y la había marcado como exclusiva. Algo sumamente inusual en él, quien se jactaba en tenerlas un tiempo para entrenarlas duramente, compartiéndolas en ocasiones, para luego cederlas y por lo general al Conde, si ellas querían o soportaban los modos de un amo perverso.

Y ni hablar del trato de su ex sensei, que con real habilidad mantenía todo el mundo lejos de ella, hasta cortando las miradas por demás curiosas con solo posar los ojos en el indiscreto que osaba siquiera a mirar por demás lo suyo. Se sentía una princesa, si acaso era ese el término que mejor la definía, porque cuando apenas cruzaba con los ojos de su ex sensei veía tanto deseo y control en ellos, que no podía evitar mojarse anhelando un momentos a solas, para siquiera tocarlo más allá del escueto contacto que el mantenía con ella, contacto que solo él podía dar y permitir si ella se lo ganaba. Eran las reglas de la noche, y no podían excitarla más.

El respeto que imponía el peliplata era único, tal como lo hiciera en combate cada vez que su oponente lo reconociera o bien caía en cuenta de las habilidades del ninja. Allí, en ese ambiente, claramente no sólo su supremacía era igual, se sentía mayor.

Y ella no podía estar más orgullosa, si era que cabía una emoción más en medio de todas las que iban surgiendo mientras descubriera más y más de ese lugar.

—Disculpe, señorita.

—Cerise.— impuso Kakashi.

La mujer que le había hablado la miró de arriba a abajo con una sonrisa perversa en los labios. Era una mujer corpulenta, de cabello corto y oscuro, vestida en cuero negro con cadenas. De la mano portaba dos correas y al final de ellas, dos muchachas cubiertas completamente de cuero, con sus rostros completamente debajo de la máscara, se arrastraban por el suelo como si fueran dos panteras.

Sakura no salía de la sorpresa. Una de esas muchachas es la que había chocado contra su pierna, y ahora tenía los ojos de Kakashi clavados severamente en ella.

—Deberías disciplinar mejor a tus gatas, Jaspis. Sabes que no me gusta que-

—Toquen lo tuyo.— la mujer carcajeó, con una risa grave y gastada de fumadora empedernida. — Viejo lobo, no pierdes las costumbres. Ni el buen gusto. — recorrió con la mirada nuevamente el cuerpo de la pelirrosa, reparando al final en la esclava plateada en la muñeca de la chica. — Aunque esta vez, debo admitir que es… exquisito.

—Gracias.

—Y descuida, — jaló de unas de las correas levantando por el cuello a la chica al extremo de esta. Quien se aferró a las piernas de su ama para no caer. — tendrá lo suyo esta noche.

Sakura lo oyó gemir, o eso creyó. No, la había oído. El arrebato de la mujer fue violento, pero a la chica a la que no podía verle el rostro, parecía excitarle. Lo miró a Kakashi. Este le sonrió asintiendo.

—Disfruta la fiesta.

Y se alejó dándole un pequeño tirón a Sakura quien se había quedado pasmada observando como la mujer jalaba de sus dos muchachas, tratándolo como mascotas.

—No te alejes, Cerise.

—Sí, sensei. — y apuró un par de pasos para situarse detrás pero a la distancia que él le asignara, y seguir avanzando.

La gente lo saludaba y luego reparaba en ella, quien agachaba la mirada o bien la desviaba a otro lado, siguiendo las instrucciones que le dieran, pero no pudo evitar el picor de celos que le picó cuando un grupo de cuatro jovencitas, escasamente te vestidas de cuero, se acercaron coqueteándole a Kakashi. Sakura apretó los dientes observándolas a los ojos, contradiciendo la orden de cero contacto visual, y en cómo se le ofrecían. Él las saludó amablemente y siguió de largo, siendo descaradamente devorado por la mirada de esas jóvenes.

Sakura se acercó a su pareja y, llamando le atención al jalar de la tela del saco, le habló al oído, no porque fuera reservada, sino porque el sonido de la música no le permitían hablar de otra forma.

—¿Quienes eran?

—Cuidado con el tono. Recuerda tu lugar.

Ella bajo la mirada de inmediato pero no se quedaría callada. Era de él y debía obedecerle, pero bien habían acordado que él era de ella y no quería a nadie cerca de su amo.

—Esas muchachas. ¿Y porque te buscaban? Estás conmigo.

Kakashi carcajeo. —Te perdoné el desliz en la oficina, Cerise, pero este arrebato, esta duda, merecen un castigo.

Ella gimió y en ese instante su centro se encendió provocándole cerrar las piernas

—No aprietes las piernas.— la mirada era dura, el tono calmo pero no menos severo. Había paciencia en ese acto, pero ninguna excepción. Y allí comprendió que ese hombre que tenía en frente, era un amo, tal como los leyera. Su corazón se le aceleró por completo al caer en la cuenta de esa faceta de su ex sensei, y si bien le brindaba algo de temor, la ansiedad de probarlo por completo la tenían anhelante, excitada, confundida.

Obedeció. Y las abrió apneas.

La sabía celosa, la veía molesta. Pero no haría nada por excusarse. Ella debía adaptarse y aprender a confiar.

—Son sumisas solteras. No están en ninguna relación DS y buscan alguien para divertirse.

—Oh... ¿y porque creyeron que-

Kakashi la miró duramente dando por terminada la conversación y volteó jalando de la cadena para seguir su camino hacia las pistas de baile, que esa noche funcionaban como los escenarios de diversas representaciones de situaciones de dominación. Eran actuaciones representadas por gente del ambiente a quienes le gustaba exhibirse. Aunque el horario se prestaba para representaciones más ligeras, nada impedía que el sexo pudiera estar presente, si así les cuadrara a los participantes, tal como que sucedía en una de ellas en donde dos dominantes sometían a una sumisa que lujuriosa gritaba mientras entraban en ella al mismo tiempo.

Sakura observó con ojos bien abiertos. Había sorpresa pero no por el acto en sí que se estaba dando, sino por la naturalidad del mismo, y en como todos lo disfrutaban, tanto los espectadores quienes, algunos, ya habían elevado la temperatura de sus arrumacos y se retiraban a los reservados, como para los participantes.

Pero no fue el sexo el que le llamara más la atención, sino la escena dura de la representación de compra y disciplina de esclavas que se daba en el escenario de al lado.

Kakashi se detuvo frente a dicha pista, al observar la fascinación con la que la chica prestaba atención a cada detalle. Sonrió. La perversión y morbosidad que estaba despertando en ella eran únicas. Nunca las había visto en otra de sus sumisas antes. O tal vez jamás hubiera reparado en tantos detalles y eso que se caracterizaba por ser un amo atento y comprensivo.

Acomodó a Sakura frente a él, tomándole la cintura con ambas manos desde atrás, acercándose a su oído luego.

—¿Te gusta lo que ves?

—Sí, sensei. — Sakura respondió sin restar atención al escenario.

—No te excites tanto aun— y carcajeó grave, eligiendo dejarla disfrutar del espectáculo. Porque el realmente estaba disfrutando todo, al tenerla en su mundo, reconociendo sus instintos; aunque se mantuviera alerta todo el tiempo a cualquier desbarato que la incomodara.

El apretón que sintió en el hombro derecho, llamó su atención. Y allí vio a Pantera, la mano derecha de Korol' Lev, que le recordaba con esa mirada fiera y estoica, que había una cita impuesta esperando por él.

Sabía que lo buscaría cuando decidió hacerse rogar con Zulima, , y que no podría negarse cuando al fin fueran por él. Estimaba a su amigo, una relación de mutua admiración y respeto los unía, pero después de Seiyi era el único dominante que osaba desafiarlo, siendo más duro desde el momento en que Zulima le expresara que estaba enamorada de él y decidiera dejar de ser la sumisa del Rey Ruso, para entrenar al ninja, intentando conquistarlo tiempo después.

Asintió sin siquiera decir nada, a lo que él hombre dio un par de pasos atrás para brindarle el espacio de acomodarse con su sumisa.

—Cerise, vamos.

Sakura lo miró con algo de sorpresa y protesta, pero no pudo negarse. Kakashi jaló de la cadena y no le dejó más opción que emprender el camino detrás, siguiendo al apuesto y terrorífico moreno que apenas reparó en ella antes de girar y echar a andar.

Los condujo por un pasillo hacia unas anchas escaleras que daban a la segunda planta, la cual rodeaba la estancia con una serie de privados abiertos para facilitar la vista hacia abajo, y dos palcos, en el cual en uno se apreciaba apenas movimiento. Estaba ocupado y allí iban.

—Viejo lobo — una voz oscura, que apenas si demostraba emoción, se dejó oír ni bien cruzaron las puertas al palco. Sakura, aún oculta detrás del siniestro moreno que los buscó y de Kakashi, apenas si podía observar a las tres sumisas que se hallaban prácticamente echadas a los pies del hombre, mientras otra mayor, mulata, fuerte y escultural, le acariciaba los hombros al anfitrión.

—Korol' Lev, tanto tiempo viejo amigo.

El moreno se corrió hacia un costado y Sakura prácticamente dio un respingo al reparar en el enorme ruso de casi dos metros, musculatura ancha y fuerte, y mirada poderosa encuadrada con la abundante y larga cabellera castaño clara y esa barba perfectamente acicalada que exaltaba la belleza dura de un hombre que lucía más duro aún.

No pudo evitar mirarlo por unos instantes a los ojos, unos ojos que la hicieron sentir desnuda y pequeña aun cuando no se movieran de su rostro.

Kakashi soltó apenas la tensión de la cadena, antes de abrazar al ruso, quien hizo lucir al peliplata pequeño pero no menos poderoso.

—Viejo serás tú. Que en mí no pasa la vida.

—Cuando la vida es buena, no se siente su despiadado andar, su majestad.

El hombre se echó a reír por primera vez, apretándole los hombros a Kakashi en evidente estima. La sonrisa que esbozó ablandó apenas esa inhumana rudeza que exudaba, tornándolo aún más apuesto. Y de inmediato su mirada se volvió severa al posarse en la pelirrosa detrás del ninja.

—Veo que a ti tampoco te maltrata. — soltó a su ex sensei depositando toda la atención en la chica, quien no hizo más que agachar exageradamente la mirada ni bien lo reparó viéndola. Ese hombre era intimidante. — Eres muy joven. ¿Tu cabello es natural?

La chica quedó en silencio, inmóvil con la cabeza apuntando al suelo, al igual que su mirada que sólo reparaba en las puntas brillantes de sus botas rosadas.

—Respóndele, Cerise.

Sakura dió un respingo al oír la orden de su amo, no la esperaba, y asintió de inmediato, manteniendo fuera el contacto visual.

—Con palabras.

—S-Sí...señor.—balbuceó.

El Lev miró a Kakashi con seriedad. —¿Cuánto llevas preparándola?

—Semanas. En la sumisión total, días.

—No es del ambiente.

—No.

Dio un paso al costado enfrentando a la mujer quien tembló al percibir movimientos a su alrededor. El ruso se acercó a ella, observándola, bajo la atenta mirada de Kakashi quien le advertía la mayor reserva posible, algo que sería muy difícil en un amo de la talla como la del ruso.

La rodeó con la mirada, percibiendo cada detalle de la chica, hasta llegó a olfatear el perfume que vistiera, uno a elección de Kakashi también.

—Una verdadera joya — y le tomó el mentón entre sus gruesos dedos con la intención de elevarle el rostro a su disposición.

—Lev— siseó en advertencia Kakashi.

El hombre lo ignoró siguiendo con lo suyo, y Kakashi mantuvo la advertencia que lo hizo soltarla segundos después.

La mirada sobre el pelitplata se intensificó ni bien hizo contacto con él, demostrándole el disgusto de esa interrupción, y se acercó cuando el ruso dio un paso hacia delante para enfrentarlo. La tensión se instauró en el ambiente la cual fue cortada por la mulata, que de lejos y en el idioma natal, le recordó a su amo lo celoso que era Kakashi con las sumisas que le pertenecían mientras estaba bajo su mano.

—Viejo lobo... sabes que puedo ganarte.

—¿Si? ¿Seguro?

Se midieron unos instantes y luego se echaron a reír. Ambos se conocían y provocaban mutuamente.

—Muy pocos acostumbran a retarme. Tienes pelotas. — y llamó con la mano a la mulata quien se acercó serpenteando el escultural y voluptuoso cuerpo, ordenándole en ruso que le sirviera una copa del mejor vodka, el que había traído especialmente para la fiesta. Y para la joven, sólo un refresco.

—No voy a quedarme mucho, Lev.— aclaró Kakashi cuando advirtió las intenciones.

—Sólo un trago. Siéntate.— y no fue una sugerencia. El ruso estaba acostumbrado a hacer y deshacer a antojo, y nadie le contradecía.

Kakashi respiró hondo, con su mejor estilo cansado, exagerando para el caso. La verdad, no quería quedarse ahí con Sakura a su lado. Si bien la fémina no era del gusto del ruso, quien decantaba por las hembras de grandes atributos tales como Zulima, sabía que la joven tenía ese aura de ingenuidad respondiendo a un amo tan exquisitamente, que despertaba rápidamente las ganas del disfrute haciéndole conocer los sabores que cada dominante podía ofrecer. Y el apetito del ruso no sería la excepción.

Se sentó en el sillón de un cuerpo que el hombre le señalara, llevando a Sakura consigo señalándole sus rodillas ni bien se ubicó, para que se sentara sobre ellas. La pelirrosa lo miró con duda, sería la primer vez que harían algo así en público, pero no esperó a que lo repitiera. Esa era una de las reglas de la noche. Lomo Plateado era paciente pero no tolerante. Y no le perdonaría ni un error. Y si bien le iba tomado el gusto a provocarlo, en ese momento entendió que no era lo más adecuado. Menos frente a ese hombre que tenía una mirada que le quemaba.

—Preciosa. — advirtió observándola acomodarse en las piernas de su amo.

—Lo es— apenas bajó el rostro para observarla y la vio sonrojarse. Con la mano en la cintura la empujó para que se recostara sobre su pecho. Y la fémina obedeció de inmediato, hundiendo el rostro en la curva del cuello, ni bien le envolviera los hombros con las manos para sostenerse.

—Estás demasiado posesivo para el estilo de Lomo Plateado.

—¿Me juzgas?

—No. Lo observo. — y tomó la copa de boca ancha que la mulata depositó en su mano alzada, saboreando el líquido claro antes de hablar. — Y te entiendo.

Kakashi hizo lo mismo con la suya segundos después, señalando que dejaran el refresco para la pelirrosa sobre la mesa. No quería que se moviera de allí.

—Buen vodka.

—El mejor para ti, hokage.

Kakashi sonrió entendiéndole de inmediato. El ruso no estaba en esa fiesta simplemente para disfrute. Venía por negocios.

—Lo escucho, su alteza.

El hombre frente a él apenas si sonrió, antes de vaciar todo el contenido de un segundo y último trago. El líquido era ardiente, pero no para un hombre como él, amante de placeres extremos.

—Libre circulación y discreción.

El peliplata contrajo el ceño. —Necesito más que eso para responderte.

—Encontramos metales de tierras raras en Hoshi, a los límites con Iwa. La extracción está solucionada. Mucho trabajo local.

—El transporte.

—En el último tramo será marítimo pero Iwa no quiere dejarnos pasar a su puerto. No insistí porque la seguridad no es la mejor ni me conviene desde ese punto.

—Quieres el puerto de Konoha.

—Sí. — Le indicó a la mulata que le sirviera más bebida. — Conozco las buenas relaciones que tienen con Suna. Pero son celosos como para dejar transitar a extranjeros.

Sakura se removió para acomodar su cuerpo más arriba, ya que se había resbalado levemente, lo que provocó una sonrisa en el peliplata quien agachó apenas el rostro para constatar el estado de la joven.

—¿Estás bien?

Ella asintió mirándolo a los ojos, con ese leve sonrojo en la mejillas, y no tardó en sentir la dureza de su ex sensei despertando. Ese sentir, por un roce tan leve, por un acto tan simple, la estremeció. Y se hundió rápidamente en el cuello del varón al sentir la dura mirada del otro, otra vez en ella.

Kakashi le acarició la mejilla para retomar la conversación con su amigo.

—¿Que ganaría la gente de Suna con un acuerdo de libre circulación?

—Le entregaría el transporte y logística a ellos, desde Hoshi hasta el puerto de Konoha.

—¿Seguridad?

—Mía.

Kakashi asintió y bebió un trago más de su vaso. El alcohol le quemó la garganta obligándolo a chasquear la lengua.

—Takumi confía en el kasekage. No habría problemas en ese paso.

—El kasekage confía en el hokage.— y fijó esa mirada azul y penetrante en los oscuros iris del peliplata.

Este asintió luego de medirlo.

—La logística portuaria es de Konoha. No se negocia.

—No hay problema, te lo dejo a ti. A un precio razonable, claro.

Sonrió entregándole la copa a una de las sumisas que se encontraban en el suelo y que rápidamente se puso de pie para servirlo cuando su amo se lo indicó con la mirada, mientras la otra ocupaba el lugar que había dejado su compañera, acariciando la gruesa pierna del ruso.

—Voy a necesitar hombres a cambio. — apuró Kakashi para obtener algo de ventaja. Negarse al pedido no estaba entre las opciones, y tenía una posible guerra amenazando en un futuro no tan distante.

—Los que quieras.

—Te va a salir caro.

—Para mi amigo, nada es caro.

Se midieron, y en ese instante, una dómina rubia y alta irrumpió en el precinto al abrir las dos hojas de la ancha puerta, hablando rápido y en su idioma natal.

—Sestra— el ruso la miró con dureza haciendo callar los insultos de la fémina, quien torció la boca antes de reparar en Kakashi y la diminuta joven en sus piernas.

—Lomo Plateado. — saludó.

—Sestra.— Kakashi sonrió apretando sutilmente el agarre en la cintura de Sakura, para indicarle que no se moviera de su posición.

—Acabo de ultimar los detalles de un show que va a gustarte. — Le habló en un español atravesado, con claridad pero sin dominarlo por completo. —¿Quieres acompañarme? Como en los viejos tiempos.

Kakashi carcajeó, más notando la leve tensión en la pelirrosa. Cualquier mujer que insinuara algo con él, la ponían celosa. Y le encantaba.

—¿Qué clase de show?

—Como los que me gustan.

Chasqueó la lengua —Voy a pasar esta vez.

La mujer se acercó inclinándose al llegar a él, para delinearle el rostro con un dedo después, mientras Sakura la observaba de reojo, como podía.

—Se te extraña, lobito. Vamos, acompáñame, puedes llevarla y nos divertimos como en aquellas fiestas. Los salvajes y viejos tiempos. ¿Recuerdas? — le sonrió, la voz era oscura y la entonación de cada palabra le otorgaba una dura sensualidad que persuadiría a cualquiera. La rubia era una belleza con ese toque de dominación imperturbable, tal como su hermano. —Eras muy, muy divertido— acotó finalmente, e iba a subir las apuestas hasta que su hermano la llamó al ponerse de pie.

—¡Sestra!

Ella suspiró incorporándose con desgano.

—¿Seguro que no quieres venir?

—Se oye tentador, más siendo tu invitación. Pero verás, — señaló con el mentó a la joven en sus piernas — estoy en otra etapa de la vida.

La mujer carcajeó mirando a Sakura. —¿Te gustan inocentes ahora? Eso no cambia nada, lobito. La estás cuidando.

—Sestra— le reprendió nuevamente el hermano y la mujer no dijo nada más, respetando la orden mientras se alejaba del peliplata.

Kakashi respiró hondo, acariciando con el pulgar la breve zona de piel en la espalda de Sakura, y miró al Lev quien hacía señas a sus sumisas para que lo cambiaran de atuendo.

—Entiendo que la conversación terminó aquí.

—A disfrutar de la fiesta. — Y le tocó el hombro a su sumisa, dichas esas palabras, para que también se incorporara siguiéndola a él, mientras medía a los dos rusos que no hacían más que reparar en el cuerpo de ella.

—Una preciosura — dijo la mujer al contemplarla de cuerpo completo a lo que su hermano asintió con la misma mirada sobre la joven, mientras la mulata le retiraba el saco marfil que vestía, para colocarle el dorado, digno del personaje de esa noche

—Estaré por aquí un tiempo. Espero novedades, hokage.

Kakashi asintió acortando nuevamente el largo de la cadena al darle una nueva vuelta en su mano. No podía negar que su ego de amo se sentía hinchado en orgullo al tener dos exigentes dominantes admirando su descubrimiento, porque era suyo, sólo suyo. Las demás sumisas que tuvo, siempre vinieron a él por tutela e intensidad. En cambio Sakura, era el hallazgo imprevisto que prometía ser el diamante más exótico.

Pero su posesividad enfermaba, azuzando a los celos a hacer estragos por ella. Despertando el deseo oscuro de marcarla, alejarla de cualquiera, y a la vez anhelando el morbo de que lo observaran poseyendo perversamente aquello que ni en fantasías podrían tocar.

Respiró hondo con calma para distraer a sus demonios , y sin más que el saludo cortés con un gesto de cabeza, se retiró del palco tirando duramente de la cadena que la ataba, bajo la atenta mirada del ruso, quien no hizo más que delinear cada centímetro de ese delicado cuerpo femenino. No era de su tipo. Sus sumisas eran del estilo de la mulata, voluptuosas y fuertes. Pero esa joven lo había cautivado, no porque le gustara ella en sí, sino por recordarle aquella esclava joven y menuda que había dejado en sus heladas tierra, cuando bien podría haberla llevado con él. Había decidió no hacerlo, y ahora una parte de él se lamentaba y la anhelaba, entendiendo que en realidad más que negocios, necesitaba distancia de esos ojos azules que le estaban hechizando haciéndole replantearse todo.

—Sensei... ¿quiénes eran? — preguntó Sakura en susurros cuando ya se habían alejado del palco rumbo a otro, estimaba ella ya que acaban de pasar de largo las escaleras hacia abajo. —Daban miedo.

Kakashi carcajeó acariciando la cadena como si se lo hiciera a ella, antes de empujar las puertas cubiertas de cuero acolchado para insonorizar el palco hacia el pasillo.

Cuando entraron, luces rosas y violetas, también algunas oscuras, los recibieron, tiñendo sus pieles en claridad pero en tonalidades que le fascinaron a Sakura. El lugar era inmenso, tan grande como el anterior, pero con una decoración más minimalista y funcional, aunque no menos elegante. A tono con los gustos de su amo, lucía totalmente opuesta al palco anterior decorado en un estilo más tradicional y más opulento. Todo el lugar tenía un sello particular, sofisticado, que lo había observado antes aunque era tal su fascinación que no llegaba a darse cuenta de en dónde.

Hacia un extremo había una pequeña barra con toda clase de botellas y vasos. Tres banquetas altas la coronaban. Pero eso no era lo que más le sorprendió, sino los sillones. Amplios, muy amplios, situados en el centro, apoyado sobre alfombras peludas, muy mullidas y cómodas que casi daban ganas de echarse sobre las mismas.

Las paredes se encontraban decoradas con barras. Había ganchos en el techo y exhibidores con toda clase de látigos, palas y esposas colgando. Mordazas, pinzas y ganchos se encontraban delicadamente acomodadas sobre telas rasadas en varias cómodas. Y más allá, una mesa de castigo, pequeña, para sesiones cortas imaginaba. Poco había leído al respecto y el corazón se le aceleró imaginándose a ella sobre la misma.

Y hacia el frente, el palco se abría protegido con barandales cubiertos de cuero acolchado, ofreciendo una vista perfecta hacia abajo, pero resguardando hacia atrás la intimidad de los presentes.

—¡Wow!— es todo lo que dijo Sakura, olvidándose de su pregunta original, y se adelantó todo lo que le permitió el largo libre de la cadena recorriendo rápido el lugar más con su mirada, reparando en cada detalle, cada rincón antes de que Kakashi caminara con ella para permitirle asomarse por la baranda.

—Se ve todo desde aquí— y se perdió en el show que se daba en la pista principal, el que Kakashi le interrumpiera instantes atrás.

El varón sonrió, desprendiéndose el saco mientras se pegaba a ella por detrás, rodeándole la cintura con sus enormes manos.

Le besó el cuello antes de situarse a la altura de su oído.

—¿Te gusta?

Sakura se mordió el labio inferior. Más le gustaba lo que estaba haciéndole con los labios al jugar con su lóbulo, mientras la aprisionaba entre la baranda y sus caderas; que lo que observaba abajo. Aunque no podía negar, que el combo completo le elevaban cualquier rastro de excitación.

—M-me encanta, sensei. — y giró para quedar en frente, rodeándole el cuello con ambos brazos. —Pero más me gustas tú — y le besó. Un beso caliente que él correspondió con fiereza por unos segundos antes de separarse apenas para morderle el labio inferior mientras una mano sobaba apretada una nalga de la chica, buscando por sobre el apretado cuero la raja de su culo.

Sakura carcajeó divertida al notarlo, estremeciéndose entre sus brazos por lo que ello significara para esa noche, lo que le intrigaba y atemorizaba en partes iguales. Vivirá una primer vez más en su vida, una a la que su ex sensei estuvo preparándolo toda la semana haciéndole utilizar plug anales cada vez más anchos y por más tiempo. Ni hablar de la limpieza que le sugiera esa tarde, y de la alimentación precisa que mantenía por los días previos a la fiesta. Le explicó lo suficiente aunque ella como médico no necesitara tantos detalles para saber que estaba haciendo. Lo que no lograba deducir era lo que le haría o como lo haría, lo que la tenía ansiosa.

—¿Ya quieres mi culo?

Él carcajeó grave, antes de jalarla de la cadena para que fuera con él hacia el sofá. Se sentó y de un brusco tirón, la recostó sobre sus piernas con las nalgas arriba, sin explicaciones previas, sólo cediendo al instinto posesivo que demandaba marcarla cuanto antes.

—¿Vas a castigarme ya? Si no hice nada.— protestó puchereando

Carcajeó — ¿No hiciste nada? Me tocaste, me besaste. ¿Yo te lo pedí?

—No, pero-

—Silencio. — y una pesada mano cayó sobre el glúteo derecho aún cubierto.

Ella dio un respingo, apretando las piernas.

Con destreza, el peliplata alzó la apretada falda dejando ese trasero al aire, separándole apenas las piernas para darse el espacio de correr las pequeñas bragas y hundir su dedo recorriéndole la raja hasta el centro

Ella gimió.

—¿Ya te mojas?

Ella no dijo nada, sabía que debía atenerse al papel y quiso levantarse temerosa de lo que iba a hacerle en ese lugar, al sentir otro dedo recorriendo su ano. Él presionó sobre su espalda con la otra mano impidiéndoselo.

—Quieta— ordenó antes de hundir un dedo en la vagina haciéndole gritar.

Moría por penetrarla. Su posesividad lo exigía con locura. El Lev había disparado sus instintos por las nubes. Ver a ese cazador que lo que quería lo tomaba, recorrerla con esa lujuria en los ojos, no le gustó ni un poco. El ruso era de otros gustos, por lo que no le molestó del todo ir a su encuentro junto a Sakura. Pero justo esa noche el maldito había decidido torcer sus preferencias a unas más delicadas.

Cuando le comentaran tiempo atrás que andaba enredado con una esclava suya a la que llevaba veinte años y que distaba mucho de lucir como alguien que lo complacería, ni dudó de que fueran meras especulaciones para restar prestigio a su nombre. Al fin y al cabo el apellido que portaba era poderoso y tenía muchos enemigos.

Pero por como la mirara, con ese hambre y atención, ya ni lo dudaba.

Y ahora le obligaba a marcarla. Necesitaba follarla, necesitaba tenerla gozando bajo su yugo, hacerle sufrir, impregnarla de su esencia. Pero entendía que acelerar los tiempos no era la mejor opción, tenía pensada una noche intensa por delante y no arruinaría la expectativa. Aun así necesitaba desfogar esa necesidad de remarcarla como propia, de recordar que él era el único que la tocaba y le hacía gozar de esa forma.

Así que la penetró con sus dedos, soportando la dura erección que ya goteaba dentro de sus pantalones. Y cuando la chica gritó amenazando con su orgasmo, decidió entregárselo aunque no se lo prolongaría. Relajada y aún insatisfecha sería una mejor experiencia, y además sabía cómo tenerla rogando y sufriendo por placer cuando a él se le diera la gana.

—¡Por dios, sensei!—gritó cuando otros dedos se sumaron en su ano, sin dejarle de castigar la entrada que desencadenaba el orgasmo prometido desde que la pusiera en sus faldas.

—Por dios... dios…sensei ...—balbuceaba intentado regresar de ese éxtasis.

Acababa de masturbarla en un lugar rodeado de gente, que si bien no podían apreciarlos desde abajo, entendía que era público y no había un respeto implícito como en la oficina del hokage, que detuviera a alguien de entrar. Y si bien aquello le incomodaba, el morbo por ser descubiertos u observados, se vio hinchado estimulándola más que cualquier otra cosa. Era nuevo, era aterrador, y le encantaba.

Kakashi le acarició la nalga maltratada, y luego acomodó la pequeña braga en su lugar antes de bajar la falda cubriéndola nuevamente. La sentó a su lado.

Sakura aflojó todo su cuerpo en el mullido asiento, relajando la cabeza en el hombro del varón mientras aún acomodaba su respiración. Sonrió cerrando los ojos por unos momentos hasta que lo sintió moverse cuando se puso de pie.

—Ven conmigo — le dijo jalando la cadena para ponerla de pie. Aún estaba sonrojada, con esas mejillas encendidas y los labios hinchados luego del orgasmo. La sentía tambalear cuando caminaba con él hacia la baranda y, si le daba la opción, seguro le reclamaría quedarse un rato más en el sillón. Pero no le tendría contemplaciones, esa noche ella conocería al amo que era, aunque fuera sólo una parte de él, pero la conocería.

Y cuando llegaron allí, se acomodó detrás rodeándole nuevamente la cintura con ambas manos en el momento en que ella apoyó la cabeza en su duro pecho.

—Ahora sí, disfruta el espectáculo.

Ella sonrió y respiró hondo aspirando el aroma de la colonia del varón, una colonia masculina que en esa piel se tornaba irresistible. Se tomó unos instantes para disfrutar con los ojos cerrados del contacto, antes de mirar hacia abajo, hacia todas esas personas que enfundadas en sus papeles, se divertían, gozaban de la noche sin inhibiciones, sin juicios, como tanto les gustaba.

Y ahora ella se percataba de que le deleitaban los mismos gustos, porque nunca fue una mujer de relajarse y divertirse. Siempre concentrada en auto superarse, en encontrarse, en buscar su camino ninja y el camino que la vida le tenía preparado para ella, jamás se dio tiempo para saborear los efímeros momentos de goce que se le brindaban. Si tal vez hubiera hecho ese esfuerzo con alegría, con positivismo, como la hacía Naruto, hubiera logrado disfrutar más en el proceso y no sería ahora una ingenua ante los placeres de la diversión. Pero no se reprocharía el pasado, no esa noche. Había elegido otros métodos que la pusieron en ese lugar, con esa edad y ese hombre para al fin gozar en plenitud. Y no se arrepentía, no ahora, no rodeada por esos brazos.

Unas mujeres rieron estrepitosamente a lo lejos. Alcanzó oírlas y dirigió la mirada hacia allí. Desocupaban una pista, la más pequeña y alta, y todas subían seguida de un par de hombres. Y se ponían a bailar entre ellos, tocándose, mostrándose; mientras un grupo de dominantes los cuales identificaba por la actitud de sus cuerpos y la vestimenta, rodeaba la elevada pista para observarlos.

Sakura se concentró en lo nuevo que sucedía, inclinándose sobre la baranda. Kakashi aflojó su agarre permitiéndole movilidad, pero no le quitó las manos de encima, acariciándole la espalda mientras la observaba fascinada con todo lo que veía. Y le encantaba tenerla así. Sabía que la curiosidad se le estaba elevando más allá de los libros, sacándole la pena con lo que veía. La imaginación dejaba puntos ciego, pero los hechos crudamente dejaban todo expuesto.

Un nuevo grito y desvió su mirar a un hombre de gran tamaño que arrastraba de la correa al cuello a otro más pequeño, el cual gritaba y luchaba.

La pelirrosa carcajeó tímidamente en anticipación a lo que vendría, cuando sobre el escenario montaron una cruz con grilletes para manos y tobillos. Había leído una escena cuando Jean castigara duramente a su sumisa y no pudo más que fascinarle.

—¡Mira, sensei! ¡La cruz de San Andrés!

Le sonrió y palmeó su trasero antes de soltarle la correa e ir hacia la barra. Ella lo miró cuando se alejó, observando después la cadena, y entendió que no debía moverse del lugar hasta que él volviera.

El trago de Lev fue por demás fuerte y a Kakashi le picaban la garganta. Si fuera otra noche, apagaría el fuego con más fuego, era un hombre de divertirse con el alcohol. Pero esa noche quería estar lúcido. Nuevamente lo asaltaban las ansias de probar todo con ella, aun ya teniendo un plan, aun siendo que el desfogue de una de primer vez le calmaría, pero sentía que se le terminaba el tiempo con ella, y aun odiando ese pálpito despojándola de toda consciente intención, no podía correrlo de sus pensamientos.

Suspiró y se preparó una limonada con apenas un toque de gin. Como para relajar los ánimos. Y en otro vaso correspondió un refresco burbujeante de cereza y menta.

—Bebe. — le dijo llamándole la atención al tocar el hombro desnudo de su niña con el borde del vaso frío.

Ella se quejó apenas frunciendo la nariz, y rápidamente comenzó a beber desde su sorbete, volviendo la atención de inmediato al sumiso en la cruz, al que ahora el hombre que lo había atado le arrancaba la ropa mientras otro le tapaba la boca con una mordaza negra con bola. El sumiso se retorcía, pero era ya evidente su excitación por la gran erección que se marcaba en el pequeño calzoncillo de cuero expuesto cuando con tijeras le rebanaran los pequeños pantalones.

—¡Esto se pone bueno!— dijo mirándolo de reojo, mientras Kakashi la observaba a su lado, acariciándole la mejilla con el dorso de la mano libre. Le sonrió satisfecho, la imagen que le devolvía Sakura era preciosa. Tan inocente y lujurioso a la vez, envuelta en esa aura de pícara ingenuidad con los colores que la vestían, pero brindándole la perversidad justa cuando lo miraba así y su larga cola de caballo golpeaba las espalda y el inicio de los glúteos.

Preciosa.

La mirada se le volvió pesada, ya casi sentía su sabor en la lengua. Las ansias por sentirla gritar jugaban en contra de su paciencia enloqueciendo a los demonios que no hacían otra cosa que babear observándola.

Bebió un sorbo de su trago para refrescarse y se acercó relamiéndose los labios.

Apoyó su vaso y el de ella una de las mesitas que había cerca y se acercó por atrás tomándola de la cintura. La chica quiso moverse al sentirlo, pero una mano en la espalda la detuvo.

—Quieta.— ella obedeció.

Y luego sintió que la empujaba el pecho hacia delante mientras le respingaba el trasero. Le sonrió tímidamente dejándose hacer, colaborando para ponerla en la pose que demandaba.

—No dejes de ver hacia el escenario. No quiero que te lo pierdas. — y terminó de acomodarla. Ahora la cabeza y hombros sobresalían sobre el barandal, mientras el resto del cuerpo se extendía hacia atrás, dejando su trasero a merced del peliplata. Se sostuvo del mullido borde envolviéndolo con los dedos.

—Abre las piernas.

Y obedeció abriéndolas apenas.

—¡Ábrelas, te dije! — ella dio un respingo ante el grito y obedeció.

Una mano pesada la acarició desde la espalda hasta sus glúteos, delineando la raja que se marcaba sobre la elastizada tela.

—Me gusta tu culo— le dijo susurrándole al oído, calentando la delicada oreja y cuello con el pesado aliento que olía apenas a alcohol. —Esta noche voy a gozarlo, a hacerlo mío a como me dé la gana. — y diciendo eso una mano se coló debajo irguiéndola aún más.

Ella se mordió el labio, gimiendo. Aún estaba mojada, no hacía mucho la había masturbado, una deliciosa sesión manual que la llevó a un relajante orgasmo que sabía a poco de acuerdo a lo que la había acostumbrado, dejándola con ganas de más. Ella sabía que lo hizo sólo para marcarla, iba conociéndolo y celoso reclamaba los orgasmos de la chica como suyos. Y le fascinaba la forma que tenía de delimitar su dominio sobre ella, complaciendo su propia hombría. Pero ahora, ahora estaba siendo caliente, el juego preliminar que le dejaba apenas entrever lo que pasaría, estaba siendo demandante. Sabía que esa noche Kakashi dejaría salir al amo para que lo conociera y, por el respeto que todos le tenían, las reacciones de las sumisas busconas; sabía que sería uno intenso. La excitación aumentó bajo ese toque, que ahora le corría las casi inexistentes bragas buscándole el clítoris, pellizcándolo al encontrarlo.

Ella dio un respingo y gritó. Eso había sido nuevo, inesperado y le había dolido.

—¡Quieta!

Cerró la boca apretando el agarre al barandal cuando otro pellizco erizó todos los poros de sus brazos.

Dolía. Esa parte era sensible y el desgraciado la maltrataba. Pero luego del dolor, fue inexplicable la sensación que sobrevino. Ella creía que con ese juego, su excitación se esfumaría, había sido molesto, él no tuvo en cuenta lo que ella sentía. Pero, al contrario, el placentero ardor regresó con más fuerza. Y ahora el suave toque de las yemas que apenas si jugaban con su hinchado y maltratado botón, la tenían jadeando. ¿Qué le sucedía? Antes él no le había hecho sentir un dolor como el que le brindaba ahora y, sin embargo, se vio a sí misma reclamando mentalmente por más.

Kakashi se acomodó detrás, y apoyó sus caderas en el trasero haciéndole sentir la gran erección que tenía entre las piernas.

—Veo que te gustó, pequeña lujuriosa. — quitó la mano de la entrepierna para aferrarse a la cintura. —Y no sabes aun lo que te espera. — y le mordió el hombro tras esas palabras.

Sakura gritó ante el punzante dolor, echando la cabeza hacia atrás. La mordida había dolido pero peor se sintió su centro que palpitó reclamando atención. Intentó cerrar las piernas para brindarse un poco de calma, pero una bofetada en las nalgas le hizo saber que lo tenía prohibido.

—Solo yo puedo darte placer. No me desafíes.

Ella quiso hablar pero él le chistó al oído.

—Silencio. Hablas solo cuando te lo pida.

Y empujó apretando esa pequeña cintura para soportarla. La erección fue más notable y ella ya no quería otra cosa que no fuera a él dentro de ella. Lo quería, lo ansiaba, lo necesitaba. Sus ojos cerrados al espectáculo hacían más que perderse en las sensaciones. Ni si quiera le importaba que desde abajo pudieran verla, porque la estaban observando. Los participantes de esa noche sabían que el palco tendría a uno de sus fundadores y no se perderían el morbo de observar lo que él les permitiera. Siempre había sido así, y lo anhelaban luego de tanto tiempo.

—Cerise, quiero que juguemos ahora.

—Sí, sensei.

Él carcajeó y de inmediato una nueva nalgueada impactó en el mismo glúteo. Ella gritó restregando el culo contra el hombre que la tenía así, entregada a lo que él decidiera, cuando lo decidiera.

—Nos vamos. Aho-

—¡No sabía que en nuestro palco ya había arrancado la fiesta!

Sakura se sobresaltó al escuchar esa voz profunda detrás de ellos, pero no así Kakashi quien borró todo placer de su rostro, mirando por sobre el hombro hacia la puerta.

El hombre en la entrada, cubierto por una máscara negra, oscura como sus lacios y largos cabellos que caían pesados detrás de sus hombros, perdiéndose en la capa que lo cubría desde ese punto hasta tocarle los pies; le sonrió con perversa provocación.

—Conde.— siseó con voz oscura indicándole a Sakura que se enderezara y cerrara las piernas. No quería que la viera así, no él. Precisamente no él.

—Lomo plateado, un gusto viejo amigo. — su voz sonó sincera, pero había un dejo de gozo detrás.

El Conde jaló de las correas que llevaba en sus manos para que las esclavas, vestidas de cuero negro de pies a cabeza, que lo acompañaban comenzaran a caminar detrás de él cuando se adentró al palco.

Camino sin prisa, con paso elegante y la mirada altruista, clavando sus oscuros ojos en una sorprendida Sakura que apenas si lo observaba de reojo, manteniéndose en la pose que su sensei le indicara. Comenzaba a sentirse incómoda bajo ese escrutamiento, ya que juraba que la voz de ese hombre pertenecía a alguien que conocía.

—Y veo que estás muy bien acompañado.

Una sumisa que no portaba correa, vestida completamente diferentes a las demás, cerró la puerta una vez que su amo, un rubio de gran porte, ataviado en un traje formal en blanco y negro, como si fuera un empresario más, entrara dirigiéndose a la barra. Ella lo siguió de inmediato, acomodándose detrás para prepararle un trago, mientras él hombre observaba a Kakashi y a su sumisa, notando en la chica un cierto parecido a la doctora que viera en casa de su cliente.

Todos se comportaban como habitués del lugar, paseando por el mismo mientras parecían buscar sus lugares de siempre.

El Conde, como llamara Kakashi a ese hombre, se dirigió hacia el extremo del gran sillón, corriendo uno de un único cuerpo y de respaldar más alto, diseñado a un estilo gótico que concordaba perfecto con la imagen vampírica que emanaba. Enganchó las correas en uno de los adornos del respaldar, y comenzó a quitarse los guantes mientras su mirada sólo recorría la sumisa de Lomo Plateado.

Kakashi la tomó de la cadena que colgaba de la muñeca, y jaló de ella indicando que lo siguiera. Cuando llegó a los amplios sillones frente al nuevo sujeto se sentó, dejándola a ella parada a su lado.

—Ojos abajo, Cerise.

—¿Así se llama? Bonito nombre.

Kakashi ni se inmutó y Sakura agachó la cabeza de inmediato, cruzando sus manos al frente tal como le enseñaran.

El peliplata respiró hondo. El malhumor que le causó la llegada de su amigo y contrincante eran monumentales. Los celos acababan de dispararse a las nubes, si creyera que con el Lev los había sentido, era ahora que se daba cuenta que eso apenas si había sido el macho jalando por territorio. Ahora, con el pelinegro acechándola, el sentir que le causaba estaba haciendo estragos en su no dejaría que le arruinara la noche. Estaba en todo su derecho de estar presente en la fiesta de su propio bar, jugando en el papel que lo hiciera famoso en el ambiente. No tenía nada que reclamarle en ese aspecto. Ni siquiera que hubiera sido una mentira la ausencia que justificó ante Zulima, porque no lo era. Bien le había aclarado luego de la reunión que trataría de desocuparse antes, cosa que él quiso interpretar que lo hacía por sus responsabilidades ANBU. Y si bien quizás la intención era altruista también, en ese preciso instante entendía que lo había hecho sólo para verla a ella, para constatar la clase de sumisa en la que la estaba convirtiendo.

Y no le despegaba la mirada de encima mientras las tres esclavas lo preparaban para que estuviera más cómodo, atendiéndolo diligentemente casi como si fueran meros fantasmas a su alrededor.

Kakashi sonrió apretando los dientes. Si bien no le gustaba que esos ojos repararan con tanto celo sobre su sumisa, se mantuvo en calma soportándolo. Que la dejara de pie, a su lado, lo hizo por la simple razón de que su amigo reparara en que la había convertido en su sumisa. Suya, sólo suya. Así rezaba la pulsera con la marca de su propiedad y la cadena que la ataba a él, la cual se lucía perfectamente con las manos cruzadas al frente. Y el Conde lo vio, cuando esos ojos paseantes se posaron allí deteniéndose unos segundos en el objeto. En ese instante, la sonrisa triunfal tembló, Kakashi lo había notado. Y sabía que no le gustaba el detalle porque significaba que no compartiría ni cedería. Y ese pequeñísimo hecho, fue el que provocó la sonrisa en sus labios y la pregunta provocativa que le lanzaría en tono calmo.

—¿Qué miras tanto Conde? Es simplemente una sumisa.

El nombrado sonrió de lado.

—Linda criatura te conseguiste.—dijo sin más, extendiendo los guantes hacia un lado en una mundana expresión, para que una de las sumisas los tomara y resguardara.

Otra, inmediatamente se adelantó situándose detrás para quitarle la capa de los hombros, momento en el que sin querer acarició la piel del cuello de su amo. Este giró de repente viéndola con severidad y enojo, provocando que la chica agachaba a un más la cabeza de la que ya lo hacía.

—Dos. Ya van dos.— respiró hondo, y en ese momento Sakura alzó apenas la vista para observar la situación. — ¿Sabes lo que eso significa?

La chica asintió varias veces.

—Tres.

—Sí, amo. Lo sé. Perdón, amo. Disponga de mí como mejor le parezca.

Suspiró resignado y giró hacia delante con una mirada no menos fría pero más afable. Sakura no salía de su sorpresa. Con ojos bien abiertos observaba a ese hombre alto, elegante, imponente, como con tal severidad casi despectiva, se dirigía a sus sumisas. No las respetaba, eran meras servidoras sometidas hasta el terror a él. Kakashi era autoritario, pero siempre su tono era calmo con ella. Ese hombre, con esa voz que le sonaba tan familiar, le causaba un temor que no podía evitar le hiciera acelerar el pulso, y no por ansiedad, era en… ¿en excitación?

El Conde se sentó, con esa mirada altiva y fría, acomodándose en el sillón. Cruzó una pierna sobre la otra mientras apoyaba uno de sus codos en el posa brazos, picándose los labios con el índice. Todo sin dejar de observar a la chica, quien ahora agachaba la cabeza cuando notó esa severa mirada sobre ella entendiendo que su amo también la estaba viendo y que, si no le dijera nada en ese momento, no significaba que toleraría del todo la desobediencia.

El Conde sonrió.

Estaba preciosa así vestida. Debía admitir que su amigo tenía un gusto exquisito, no sólo en elegir las sumisas a las cuales preparaba perfectamente para que soportaran un dominante como él después, sino que también sabía ataviarlas con la justa combinación de sensualidad, perversidad e inocencia, que las hacía únicas.

Pero no era solo eso lo que lo cautivaba esa noche, sino la forma en cómo se comportaba la chica. Tan entregada al juego, a uno que no conocía, pero que le salía naturalmente. La veía temblar cada tanto, un leve escalofrío con la mezcla justa de temor y ansiedad ante lo desconocido o nuevo, y esa excitación que afloraba en las mejillas o en el frunce de esos pequeños labios. Si sentía que casi podía oler la humedad de la chica. Y moría por degustarla.

La quería.

La quería para él. Sólo para él.

Y la tendría. Sólo… debía ser paciente.

Y en ese instante, Kakashi jaló de la cadena para llevarla más cerca, palmeando una de sus piernas.

Sakura lo miró y titubeó. No lograba entender del todo el juego que le proponía, pero algo le decía que debía sentarse en las pierna de Kakashi tal como lo hiciera frente al otro amo.

Y no demoró. Se sentó imitando la misma posición que minutos atrás. Sintió que le acariciaba la larga cola de caballo cuando le rodeó el cuello con las manos y relajó la cabeza sobre su hombro, como si fuera una niña pequeña en brazos de su papi. Y entendió que esa caricia era la recompensa por hacer las cosas bien. Sonrió, una sonrisa pequeña de satisfacción por haberlo complacido en tan tensa situación y, por primera vez, fue consciente del placer que el papel de Cerise, de sumisa, le causaban. Complacer a su amo, complacerlo a Kakashi en ese juego, porque así obtendría el placer que ella buscaba y que él tan bien sabía darle.

—¿Tu niña? — escuchó que el hombre enfrente le hablaba a Kakashi.

—Así es.

—Nunca las tratas así.

Kakashi hizo una mueca. No le respondió de inmediato, sólo volvió a acariciarle el cabello.

—No. Pero a ella me gusta tratarla así.

La perversión de sujeto aumentó, aunque no dejó que se le notara. Ese juego demandaba un control y dedicación mucho más amplio con la sumisa, y si bien sus esclavas vivían bajo su control, no era lo mismo, porque Kakashi conectaba con su sumisa no sólo en las actividades de la disciplina ni en el sexo, conectaba emocionalmente. Y eso era lo que él ansiaba con esa mujer.

—Entiendo.

Y movió los dedos en el aire exigiendo que una de sus esclavas se agachara para oírle.

—Amo, ¿que desea?

—Lo de siempre.— y le soltó la correa del cuello para que la chica, con su rostro completamente cubierto en cuero negro, con apenas agujeros para que se vieran los ojos, la nariz y la boca, fuera hacia la barra a prepararle el trago que le gustaba a su amo.

Una de las otras esclavas, que se encontraban de pie a su lado con la cabeza gacha, se removió impaciente. Él la miró de reojo, con disgusto.

—¿Qué sucede? No te pedí nada.

La chica se quedó estática al acto.

Sakura dio un pequeño respingo prendida al cuello de Kakashi y él la entendió tomándole el mentón y girándolo apenas para que saliera del hueco de su hombro y observara. Sabía que le había picado la curiosidad y si bien no era de su completo agrado que observara justamente a ese amo en acción, ella no tenía forma de reconocer quien estaba bajo el personaje, por lo que le permitiría observar la dinámica, como parte de su instrucción.

El tono con el que el Conde le habló a una de sus esclavas, él la conocía muy bien. Y sabía que vendría un castigo luego de eso. El dominante era por demás exigente con sus esclavas, llegando a ser intolerante ante el mínimo error o desliz. Así era su juego, y por ello lo buscaban todas las sumisas y sumisos más masoquistas, no podía criticarle nada en ello. Además de que el morbo por presenciar sus castigos, siempre dejaba ablandadas a las sumisas que lo acompañaban y le permitía disfrutar de ellas de otras formas un tanto más extremas. Esa era la dinámica que mantenía con su amigo, una que les funcionara a ambos siempre, y entendía que esa vez, aunque en sus piernas estuviera Sakura, además de sus celos que hasta el momento mantenía a raya; nada le impedía disfrutar del mismo juego. Ella era suya. Sólo suya.

—Responde.

—Perdón, amo.

Se puso de pie tranquilamente yendo hacia la chica. La respiración de esta se aceleró y hubo un pequeño temblor en su cuerpo. Cualquiera diría que estaba aterrada. Kakashi sabía que eso no sólo era miedo, estaba excitada en anticipación.

El hombre se detuvo frente a ella agachando apenas la cabeza para hablarle. Era un sujeto alto y la joven pequeña. Casi del tamaño de Sakura

—No te pedí tus disculpas. Cuatro.

—Amo... yo

—Cinco.

—Yo quería prepararle su trago.— dijo rápidamente, casi como un suplicio colgando de un hilo de voz.

—¿Y desde cuándo a mí me importa lo que quieres?

La chica lloriqueó ante el tono severo y despectivo.

—¡Responde!

—Nunca, amo. Vivo para servirlo. Sus deseos son los míos.

—No me mientas. ¿Porque te moviste cuando quería que te quedaras quieta?

La chica no dijo nada pero no pudo evitar gemir cuando la tomó bruscamente por la cola de caballo que salía de detrás de la máscara, y jaló de forma dura hacia atrás elevándose el rostro. Sakura dio un respingo en la falda de Kakashi. Eso debía haber dolido.

El peliplata apenas carcajeó. La respiración de su niña se estaba acelerando y sabía que esa mentecilla iba a mil por hora. Estaba deliciosa.

—Eres la peor esclava que alguna vez acepté en mi vida. La más torpe, la más inútil.

Ella gimoteó, desviando sus iris hacia el lado. Sabía que no debía verle la cara, no cuando él no se lo pidiera. Era un lujo observarlo, y perderse en sus ojos un premio apenas otorgado escasamente. Si infringía esa regla, podía expulsarla de su harén de esclavas y ella no deseaba eso.

—Lo sé, amo. Prometo que voy a-

—¿Prometes? — carcajeó jalando más del cabello, forzando una inclinación incómoda y casi dolorosa en el cuello de la chica quien luchaba para mantenerse en esa posición sin caer de espaldas.—¿Cuánto llevas sirviéndome?

—Dos meses, amo.

—Dos meses... ¡y no aprendiste un carajo! Una inútil. Estás haciéndome perder el tiempo.

Una lágrima resbaló por la máscara y en ese instante Sakura podía jurar que la chica apretó las piernas por no poder contener su excitación.

El varón fue consciente de esa reacción. Miró hacia abajo y luego volvió con furia al rostro de la joven, la cual hacía fuerza por desviar sus ojos a otro lado. El cuerpo del varón se tensó, enfurecido, jalando más duramente esos cabellos al tiempo que se acercaba al rostro oculto por la máscara.

—¿¡Qué te crees que haces!? — Le gritó casi en el oído para luego apretar los dientes.— Todo mal, muy mal. ¡De rodillas!

La chica se dejó caer golpeando con las rodillas dolorosamente el suelo, pero tuvo que mantener erguida la cabeza porque el hombre no le soltó la coleta.

La respiración de Sakura se aceleraba, el cuerpo se le tensaba ante cada palabra de ese hombre. Kakashi, acostumbrado al estilo de dominante que era su amigo, no prestaba atención al espectáculo que estaban dando. Sabía que se vendría un castigo, y uno muy duro, pero no le interesaba eso. Él estaba concentrado en la muchacha sobre sus piernas, en cómo ese cuerpo se tensaba jalando por acomodarse de una forma que le permitiera observar más.

Y si bien sus celos burbujeaban por lo bajo, al ser consciente de que ella quería observar el comportamiento de un amo perverso que era justamente uno que la pretendía, no podía negar que moría por observarla despertar la perversión y el morbo por completo en ella. Eso era parte de lo que buscaba al llevarla a esa fiesta, como un acto de iniciación hacia la corrupción de una inocencia volátil, que la envolvía tornándola en un ser suculentamente precioso.

Y se lo permitiría. Porque le excitaban sus reacciones, porque la quería receptiva mentalmente para lo que le haría, porque esa noche sería una de primeras veces. No sólo de zonas virginales. Esa noche ella conocería el amo que él era. Su amo.

—¿Quieres ver?

Sakura, tan concentrada en intentar apreciar algo de la escena que se desenvolvía perversamente frente a ella, dio un respingo al oír la grave voz de Kakashi en su oído.

Él carcajeó ante la reacción y le acarició la mejilla con el pulgar para calmarla.

—Respóndeme— le dijo dulcemente, pero no menos firme.

—Sí, sensei. Quiero ver, s-si a usted no le molesta.

Le sonrió. Era muy difícil explicar el placer que le causaba lo rápido que ella aprendía, que natural le surgía todo, el placer, la subyugación, las respuestas. Era una joya, su joya.

—Puedes— ella intentó ponerse de pie, pero el fuerte agarre en la cadena de su muñeca la devolvió al lugar. — Sentada en mi falda, Cerise.— y esa fue una advertencia.

Ella se acomodó buscando quedarse más erguida sin modificar la pose, pero demandaba tener muy tensa la espalda y girar el cuello, lo que no le brindaría comodidad por mucho tiempo. Sin embargo, la adoptó y así quedó, tensa e incómoda. Y Kakashi lo notó.

Sonrió carcajeando por lo bajo.

—¿No te gusta así?

Ella suspiró y giró a verlo con un pequeño puchero en sus labios, rogando que le permitiera sentarse de otra forma, mientras medio escuchaba como El Conde denigraba a la esclava arrodillada.

—Entonces, prueba quedar a horcajadas sobre una de mis rodillas.

Ella lo miró con ojos grandes comprendiendo y de inmediato adoptó esa forma. Kakashi sonrió, tenía una vista perfecta de ese trasero apretado y esa pequeña cintura que no pudo más que tomarla con una mano para jalarla más hacia atrás, obligándola a apoyar las espaldas en su torso y uno de sus glúteos en la pelvis.

—Así me gusta más. — Le susurró gravemente al oído antes de relajarse contra el respaldar a contemplar la escena mientras tocaba a su sumisa ya casi sin decoro, sin importarle si a ella le apenaba el público presente. Debía acostumbrarse a eso.

El Conde ahora le daba órdenes a una de sus esclavas para que la chica preparara las esposas y las cadenas. Se notaba que era la favorita, siempre tenía una.

Sakura abrió más los ojos cuando vio que la esclava suelta le alcanzaba una navaja. No entendía nada, eso no lo había leído y por un instante, sintió el impulso de levantarse para detenerlo, aun sabiendo que todo lo que sucedía allí estaba consensuado y no había peligro alguno. La mano de Kakashi que posaba en la cintura, bajó hasta las caderas brindándole un apretón, había notado el agite en Sakura y sabía que no era de disfrute. Ella giró apenas a verlo, con ojos asustados, encontrándose una mirada calma. Kakashi asintió cerrando apenas los ojos a la vez que le sonreía transmitiendo seguridad. Le respondió una sonrisa trémula antes de volver su atención nuevamente cuando oyó a la chica quejarse.

El Conde la puso de pie de un solo tirón, jalando bruscamente de la coleta.

—Brazos y piernas abiertos. Mirada abajo. Quieta.

Esas fueron sus órdenes cuando la soltó. Y en seguida comenzó a recorrerle el cuerpo con el filo de la navaja, sin hacer presión.

—Lo que va a sucederte será tu castigo y mi disfrute. Aprenderás a servirme como corresponde o a divertirme. — y dio el primer tajo que fue desde el doblez del cuello hacia el abdomen.

La chica gimió dando un pequeño respingo, mientras la tela se abría abruptamente, dejando prácticamente expuestos los pechos.

—Silencio. No quiero oírte.

Y un nuevo tajo ahora le recorrió desde el hombro hasta la muñeca. Medio traje prácticamente cayó de su cuerpo dejando al aire uno de los pequeños y redondo senos. Se lo tomó y lo apretó con fuerza.

La chica gimió nuevamente, cerrando con fuerza los labios para evitar que algún lamento escapara, pero fue en vano. El seco sonido de una mano impactando en la mejilla, le torció el rostro. No fue fuerte en realidad, era más ruidoso que doloroso, pero Sakura dio un salto jadeando. Kakashi carcajeó y le transmitió tranquilidad apretando su cadera nuevamente.

Nuevos tajos cruzaron el traje oscuro de cuero brillante, dejando caer la prenda en jirones que apenas si quedaba colgando del cuerpo. Ahora sólo la máscara que llegaba hasta el cuello en donde reposaba la correa, quedaba en su lugar, y los tacones altos del mismo color. La chica no vestía ropa interior y pronto solo su piel clara relucía cuando el Conde le ordenara a la favorita que arrancara la poca ropa que le quedaba.

Y mientras ella cumplía esa orden, volteó hacia Kakashi y Sakura fijando su mirada en la chica que agitada hacía fuerza para no verlo a los ojos.

Se acercó caminando lento a ellos, y Kakashi apretó el agarre en la cadera de la pelirrosa

La chica respiraba rápido y su respiración se aceleraba a medida que lo sentía acercarse. Sabía que no le haría nada, su amo no lo permitiría, pero sentía el aura de ese hombre rodearla con posesividad, como si la deseara. Y no entendió por qué, pero notarlo a él enfrente viéndola, y a Kakashi detrás sosteniéndola fue abrumadoramente excitante, como si ambos quisieran poseerla a la vez. Y se vio mentalmente imaginándolo, y disfrutándolo. ¿Qué le pasaba?

—¿Tienes miedo pequeña rosa?

—Cerise— corrigió Kakashi.

El hombre chasqueó la lengua. —Cierto, Cerise… — ella suspiró tratando de tranquilizarse. — Te hice una pregunta, Cerise. ¿No vas a responder?

Ella se mantuvo callada, con la mirada abajo, tal como su amo se lo ordenara, aunque todo en ella sentía la necesidad de mirarlo y obedecer al pedido. Y fue su respiración que delató el dilema en el interior.

—Atiende a tus esclavas.

Le sonrió al escuchar al otro amo echándolo. Era perfecta. Tan impertinente e independiente, y allí tan obediente y dócil. Perfecta. Única.

—¿En cuánto tiempo lograste esto? — y esa pregunta iba hacia Kakashi, no a Lomo Plateado.

—Tres días— el Conde lo miró a los ojos.

Kakashi le sonrió provocador.

—Y es mío.—delimitó con voz calma pero no menos firme.

El hombre sonrió de lado volviendo sus ojos hacia la joven, quien ya no podía controlar su respiración. Estaba excitada, asustada, ansiosa. No entendía y no quería entender, porque lo que sentía era único y solo quería eso, sentirlo.

Unos instantes que parecieron eternos, se mantuvieron así. Kakashi marcando, Sakura inquieta y El Conde devorándola, hasta que el gemido masculino que se oyó a la derecha les llamó la atención. Sakura giró su rostro hacia el sector de la barra, y allí lo observó. El otro dominante, sentado en la banqueta alta, tenía frente a sí a su sumisa arrodillada, tomándola fuertemente de los cabellos para mantener la cabeza en su lugar mientras embestía contra la boca de la mujer, quien con las manos en la espalda, cerradas en inquietos puños, no hacía más que soportar las arcadas de esa brusca intromisión. Parecía violento, pero nada estaba más lejos de la verdad. Ese era el juego de ellos para comenzar y esa noche el Conde y su severidad los había provocado acelerando todo.

Sakura miró a su sensei. No le sorprendía que ya el sexo estuviera presente, lo había observado abajo mientras caminaban por el club, pero si la desinhibición en los participantes. Y por alguna razón se sintió insegura de sí su sensei querría hacer algo así con ella. Aún no estaba lista para mostrarse de esa forma en público. Y él entendió el temor en sus ojos, lo había visto en algunas de sus sumisas antes. Le sonrió calmándola sólo un poco, quería que estuviera ansiosa, y luego se acercó apenas a su oído para susurrarle.

—Aún no. Disfruta el espectáculo.

El sonido a cadenas llamó nuevamente su atención. El Conde las tomaba de la esclava libre mientras su mirada se posaba pesada en Cerise, siguiendo cada reacción en la chica. Podía ver ese temor ante lo nuevo, el cual inmediatamente era opacado por la ansiedad y luego por la excitación. La conocía lo suficiente como para saber que la provocaría, que el morbo que ella estaba despertando no lo decepcionaría en absoluto.

La mirada dura de Kakashi lo hizo sonreír provocador. El lobo no dejaba de medirlo, apretando el agarre en la cadera de su presa.

Volvió la vista a su esclava quien temblaba desnuda mientras la otra esclava le colocaba unas gruesas esposas de cuero aferrándole las manos dolorosamente apretadas detrás.

—Esclava— la llamó su amo mostrándole las cadenas.

La mujer comprendió de inmediato, soltando a la chica y yendo con la cabeza gacha hacia él. Tomó las cadenas, las cuales depositó en el piso, y enseguida se apresuró a colocarle los guantes de cuero con los que había llegado.

La esclava desnuda gimoteó al ver lo que hacía. Sabía lo que eso significaba, que su amo no la tocaría y le dolía.

—¡Silencio! —Le gritó —No sabes controlarte esta noche y no me gusta.

Ni bien tuvo sus manos listas se dirigió a ella y le tomó el rostro bruscamente por el mentón alzándolo, con la otra mano cerró el cierre sobre la boca que la máscara ofrecía. Ahora la chica sólo tenía tres orificios abiertos, dos para los ojos y uno para la nariz, facilitándole respirar.

—Así está mejor. No soporto tus sonidos.

Y le indicó con un ademán a la esclava libre para que prepara las cadenas del techo mientras él se dirigía a la pared de la que colgaban toda clase de látigos y más esposas.

Sakura respiraba rápido siguiendo los pasos de ese hombre que se le hacía terriblemente familiar a cada segundo que transcurría, pero intrigantemente enigmático. En su cabeza una sola palabra se repetía. "Malo". Era malo, peor que el Jean de sus novelas. No había leído de esta clase de amo y sabía que su ex sensei no le respondería ninguna pregunta esa noche. Sólo debía ver, sentir, disfrutar si era que acaso a eso podía llamarse disfrute. Pero cuando percibió la respiración rápida de la chica y sus ganas por apretar las piernas, mientras la inclinaron bruscamente hacia delante al aferrar la cadena que colgaba del techo a las esposas en su espalda, se dio cuenta de que estaba excitada.

Esa joven estaba excitada. Los pezones duros que ahora colgaba, el enrojecimiento en el pecho, la respiración...esa chica estaba asustada, incómoda, y le gustaba. Lo que le hacían le gustaba. Y si bien para Sakura aún le resultaba demasiado duro, se vio a sí misma apretando su centro contra la dura pierna de su ex sensei al inclinarse levemente hacia delante haciendo presión.

Kakashi carcajeó bajo, profundo. Sólo ella podía escucharlo. No iba a negar que le encantaba que la chica se encendiera con lo que estaba viendo, pero no por ello no le molestaba que el hombre que la estaba poniendo así fuera el otro amo. Y por más que ella no lo pudiera advertir de quien se trataba, él lo sabía muy bien y le jodía. Porque sabía que el desgraciado estaba montando ese espectáculo no solo para su propio disfrute, sino para medirla, tentar a la clase de sumisa que dormía en el interior de su niña rosa para conocerla aunque sea sólo un poco también. Y eso le ponía loco, mucho, aunque no iba a dejar que se le notara. Sakura era y sería suya, y se lo demostraría. Sólo él aprovecharía esa excitación, sólo él gozaría de esas carnes deliciosamente lubricadas y de esa lujuria oscura en ella. Y se lo haría saber. Ese duelo se había convertido en un desafío entre ambos.

El Conde chasqueó la lengua al encontrarse con la mirada dura de su amigo por unos segundos, y luego la observó a Sakura. La joven tenía los ojos bien abiertos, los labios secos apenas si se le separaban permitiendo que el agitado aliento saliera más fácilmente de ellos. El pecho aceleraba su vaivén. La estaba provocando. Y le fascinó.

Pero no se dejó llevar por ello, no demasiado.

Apretó el látigo de cuero en su mano, uno de una única cola que infringiría bastante dolor en las carnes de la chica y la miró. Gimoteaba, no la oía pero podía deducirlo por cómo se movía su espalda. La pose forzaba sus brazos atrás y dejaba su trasero expuesto. Era incómoda, sentiría pronto las articulaciones del hombro doler y le gustó.

Se acercó a ella tomándole el mentón y en ese instante la joven quiso cerrar las piernas.

—Abiertas dije. ¿Acaso no puedes cumplir ni esa simple orden? Inútil. Debería expulsarte.

La respiración acelerada de la chica fue toda la respuesta. El varón le indicó a la esclava libre que le alcanzará las tobilleras con vara, una especie de esposas de tobillo que mantendría las piernas abiertas dada la vara de metal que las separaba. Y le indico que eligiera la más larga.

Él mismo la colocaría, siendo rudo, apretando el agarre en los tobillos sin quitarle los tacones altos.

La chica gimió al sentir los dedos enguantados de su amo tomarle las piernas, ganándose un par de azotes en el culo con las manos. Enseguida el glúteo maltratado exhibió el contorno de esa gran mano que los castigó.

Se alejó apenas de ella cuando terminó de acomodarle las piernas. La pose lucía extrema, sería agotadora en poco tiempo, y le encantaba. Rodeándola a paso lento, lo suficientemente cerca como para que la chica pudiera apreciar el calor de su cuerpo pasar, pudiera anhelarlo sabiendo que hoy no recibiría nada de parte de él más que azotes, comenzó a elegir las zonas que comenzaría a castigar, notando la humedad que ya fluía de los pliegues perfectamente depilados. Sonrió. Así le gustaba, que lo desearan, que lo sufrieran.

Se detuvo detrás de ella, en un ángulo en donde no pudiera verlo por el rabillo del ojo, pero no completamente.

—Si te mueves, será peor. No quiero que llores, no quiero oírte y no quiero verte mover.

Y terminado de hablar, el aire fue cortado por el sonido agudo del látigo cruzándolo a velocidad para impactar en la nalga derecha. La chica lo soportó estoicamente, sólo apretando las manos detrás. No hubo consuelo, no hubo caricias, sólo un nuevo latigazo que fue a parar a la nalga izquierda, y otro a final del glúteo y otro sobre la pierna. Y así sucesivamente, uno tras otro, dejando marcas de líneas rojizas sobre la piel.

Sakura daba un pequeño salto por casa latigazo. Y así fue en los primero cinco, luego simplemente reaccionaba presionando sin querer su centro más y más en el muslo de Kakashi a medida que se inclinaba hacia delante.

Sintió la mano de su ex sensei recorrerle la espalda, arañando apenas la piel libre con la que se topaba. Y cuando ella giró a verlo, él simplemente le indicó que continuara con el espectáculo, porque el suyo era ella excitándose.

Y cuando El Conde se detuvo un instante, Sakura se vio pidiendo más en sus pensamientos.

Descansando la mano que portaba el látigo, se detuvo y de reojo la observó, encontrándose con esa mirada jade brillosa que apenas si se mantenía abierta en lujuria. Y le fascinó. Caminó hacia la mesa dejando el látigo. Y se acercó nuevamente a la esclava. Esta respiraba rápido, babeaba debajo de la máscara, lo sabía.

—¿Duele?

La chica no respondió, no se lo había pedido. Sonrió y se posicionó detrás de ella apretando sus caderas contra los glúteos maltratados. El roce de la áspera tela sobre la piel hinchada y enrojecida le ardió y no pudo contener el leve gemido que escapó en queja. Y no se detuvo, se frotó más fuerte en esas nalgas haciéndole sentir la erección que tenía y que no disfrutaría ella.

—¿Lo sientes? Iba a follarte hoy, tenía tantas ganas de probar ese coño tuyo… — y le tomó la coleta desde el nacimiento jalando fuerte al llevarle la cabeza hacia atrás, cerca de su boca. — Iba a follarte duro, sin descanso. Primero tu coño, luego tu culo. — la chica gimió cuando tres dedos le penetraron la vagina duramente, provocando dolor. —Estas mojada. Así que querías que te follara, ¿eh?— y la penetró una y otra vez con la misma fuerza.

El cuerpo de la chica comenzó a tensarse. Estaba tan encendida que ese brusco toque la llevaría al orgasmo en un par de segundos, él era hábil mezclando el dolor con el placer. Su amo se carcajeó al notarla, y en el instante previo a la explosión, se detuvo y la soltó.

Se alejó de ella dejándola anhelante. Y ni bien unos pasos se separaron de la esclava, sus ojos se dirigieron directamente a Sakura. La chica no apartaba la mirada de la joven atada y temblando, y cuando sintió esos oscuros ojos sobre ella, elevó la mirada para encontrarlo. Y se estremeció. El deseo de ese hombre sobre ella era denso, era profundo. Y no pudo evitar notar cierta familiaridad en la forma en que la observaba, haciéndole sentir que la conocía. Entrecerró el ceño unos instantes creyendo observar un destello a perla en esos oscuros ojos, pero no pudo comprobarlo. Quizás la iluminación de color que caía sobre él le estaba jugando una mala pasada.

Y cuando lo vio tomar una fusta pasándola por sus manos mientras la observaba, cuando lo vio acariciar la espalda de la chica estremeciéndola a cada centímetro atendido sin cortar esa la pesada mirada sobre ella, cuando esa punta plana y picosa llegaba hasta la entrepierna de la misma haciéndole apretar la suya; se dio cuenta que esa sesión de castigo que él montaba no se lo hacía a la esclava. Estaba dirigido a ella.

Lo miró a los ojos en ese instante.

El varón le sonrió de lado con seductora malicia. Al fin le había entendido, ahora estaban jugando.

Ella respiró entrecortado, abrumada con lo que se encontró.

Era perverso lo que había en ellos. Denso, profundo, caliente.

Y le fascinaba.

Tuvo que morderse el labio inferior cuando esa sonrisa se ensanchó en ese frío rostro, en el preciso instante en el que el primer impacto azotó el centro de las tiernas carnes. Sakura dio un respingo con el sonido del golpe. Sabía cómo se sentía eso y era doloroso, pero sumamente excitante cuando el ardor daba paso al calor del placer.

Mordió con más fuerza el labio atrapado entre sus dientes y cerró más sus piernas apretándose contra Kakashi, todo bajo la atenta mirada del Conde, quien volvió a castigar a la chica.

Sakura gimió ahora, sintiendo en sus carnes lo que le hacía a la otra.

Un nuevo fustazo fue a parar a los pezones que colgaban dado la pose, estremeciendo a la esclava, reacción que Sakura imitó casi al mismo tiempo imaginando esa sensación en ella.

Kakashi respiraba pesado observándola. Era consciente de que su amigo también lo hacía, que de la forma en que ejecutaba ese acto lo estaba dirigiendo a la pelirrosa, y esa mezcla de celos enfermos con el deseo oscuro que lo asolaba al verla reaccionar a castigos más severos, era denso y caliente, alienante en un sentido que lo tenía gozándola aun cuando no le hiciera nada por su propia mano. Jamás se había sentido de esa forma. El morbo era tan caótico, que se vio fascinado ante las nuevas sensaciones.

Se incorporó pegando su pecho contra las espaldas de la mujer. Una mano correspondió a apretar casi dolorosamente la cintura y la otra se posó posesiva sobre el muslo cerca de la entrepierna.

—¿Te calienta ver a esa esclava sufrir?

Sakura dio un respingo ante la repentina voz de su ex sensei. Lo había sentido moverse tomándola con fuerza, pero tan absorta en lo que sucedía al frente estaba, que no advirtió su aliento en la oreja. Sonaba grave, sonaba demandante. Estaba furioso y excitado a la vez, y sabía que eso significaba que sería duro con ella.

Gimió sin poder evitar cerrar los ojos en placer. Kakashi celoso follaba como los dioses. Y la mano sobre su cintura rasguñó dolorosamente la piel libre.

—Sensei... —balbuceó.

—Habla.

—Sí, sí sensei. Me calienta.

En ese momento El Conde los observó. Y no pudo evitar apretar los dientes al reparar en la postura dominante de su amigo. Se la estaba quitando. La chica había cerrado los ojos, señal de que la excitación que él había causado ahora se la estaba adueñando el peliplata.

La observó estremecerse cuando el varón continuó hablándole al oído, abriendo los labios cuando la mano sobre la pierna se perdió debajo de la apretada falda, elevándola para darse lugar pero sin dejar nada al aire, ya que lo que la tela no cubría, lo hacía la enorme mano que comenzaba a estimularla.

En ese instante, si su instinto hubiera prevalecido, probablemente estaría discutiendo con Kakashi cuando se lo quitara de encima. Pero no podía hacer eso. Rompería la noche.

Respiró hondo, y miró nuevamente a la esclava que temblaba apenas, esforzándose por contenerse para complacerlo. Y un nuevo azote tras otro fue a parar a los senos. La fusta propinaba golpes más focalizados en un punto, y eso buscaba al concentrarse en los pezones.

La esclava comenzó a respirar rápido, apenas si temblando. Y en ese instante su amo se acercó a ella recorriéndole con la mano la espalda. La chica soportó el gemido de placer que el contacto de su amo provocara, era lo que añoraba, lo que buscaba, lo que quería toda buena esclava. Que su amo se sintiera complacido para que le regalara el dolor y el placer de su disfrute, para que descargara en ella sus alegrías y frustraciones.

—Así me gusta, puta esclava. — se agachó apenas al oído. — Hoy vas a complacerme mucho.— y dichas esas palabras, jaló del cierre que anulaba su boca para abrirlo bruscamente. La chica exhaló el aire contenido tomando bocanadas frescas. Saliva se deslizó por un costado, la máscara estaba llena.

—Ahora, quiero oírte. No te contengas.

Y se situó detrás de ella para asestarle uno tras otro golpe en las ya enrojecidas nalgas.

La chica gritó en cada golpe, apretando los puños. El dolor era electrizante.

Sakura abrió los ojos de repente al escucharla, y no pudo más que gemir cuando se encontró con los ojos oscuros de ese hombre que la observaban con hambre mientras castigaba a su esclava. El placer que su sensei le daba al masturbarla lento y apretado, se sumaba ahora a lo que veía y sentía bajo esa mirada que le hacía estremecer, en miedo y en lujuria.

Gimió, sus párpados casi se cierran pero el gesto de negación del otro amo se los mantuvo abiertos. No entendió porqué demonios le obedeció, su sensei era el único amo para ella, y no le había dicho que se debía al otro. Pero su ser no encontró otra opción que mantenerse viéndolo.

El Conde se detuvo de repente y acarició las nalgas al rojo vivo de la chica. Pasó sus dedos enguantados en cada nueva marca, haciéndola gemir, haciéndola llorar, pero mirando siempre a Sakura.

«Es para ti» articularon sus pensamientos, los cuales dibujaron tal expresión en la mirada que la joven rosa comprendió.

—¿Te calienta que él te desee?

Gimió al escucharlo. La voz de Kakashi era tan sensual cuando estaba excitado, pero dudó en responder aunque no tuviera opción, y los dos dedos que de repente se introdujeron dolorosamente en su vagina, le quitaron la poca voluntad que resistía.

—S-sí, sensei. Me calienta.

Esos dedos salieron tan rápido como entraron y ella se quejó al sentirse vacía. Pronto un enorme calor le invadió los labios reclamando atención. Kakashi se mantuvo quieto unos segundos, y luego le mordió el lóbulo con fuerza antes de hablar.

—¿Lo deseas?

Y ni bien las palabras salieron, un cachetazo cayó en la vulva de la chica.

Sakura gritó e intentó cerrar las piernas. Dolía, era caliente, no lo entendía y la única certeza que existía en ese momento era la del abrumador placer que anidó segundos después de que él la cacheteara justo ahí, en su zona más sensible. Nunca había sentido algo así, se desconocía anhelando ese medido maltrato que la excitaba cada vez más.

—¿Lo deseas? Responde.

Un nuevo golpe cayó caliente y ella balbuceó.

—No, sensei, sólo a ti. Sólo a ti.

Y en ese instante la esclava volvió a gritar, presa de nuevos azotes.

Sakura lo miró, el Conde la observaba con reclamo en la mirada.

Y cuando logró su completa atención, aun sabiéndola excitada y presionada por Kakashi, le entregó la fusta a la esclava libre y comenzó a quitarse la camisa. Lento pero firme.

Sakura tragó duro. Eso no era bueno. Y sabía que no debía mirarlo, pero no podía hacer otra cosa.

Ya había advertido que el hombre tenía un cuerpo de escultura debajo de esas finas ropas y lo confirmó segundos después cuando la camisa golpeó el suelo, siendo recogida inmediatamente por la esclava.

El hombre se paseó alrededor de su esclava amarrada, que ahora lloraba.

—Silencio. — le dijo antes de que la luz escasa en el recinto lo bañase iluminándole el trabajado torso.

Nunca dejó de mirarla, reclamando esos iris temblorosos sobre él.

Y en ese instante Sakura pudo al fin ver.

La sutil marca de estrella sobre el hombro. La herida de las partículas que ella había sanado.

Nadie más la tenía excepto...

Lo miró a los ojos en ese instante. Sorprendida. Abrumada. Él la esperaba.

Ese hombre era Seiyi.

En ese instante el corazón se le desbocó.

Seiyi era un dominante. Era un amo, igual que su ex sensei.

«¿Qué demonios...?»

El varón sonrió. Satisfecho con la reacción de la chica, dejó de mirarla para voltearse hacia su esclava. Había conseguido lo que buscaba y era suficiente por esa noche. Pronto la tendría indagando, yendo a él por más. Y lo aprovecharía.

Observó a la joven que colgaba ya con las articulaciones cansadas, y le acarició los labios introduciendo dos dedos en la boca, metiéndolos hasta la garganta. Una arcada le hizo babear de más, mojando los dedos, tal lo que buscaba su amo, y cuando se los sacó con una sonrisa se movió hacia atrás. Tomándola de la cadera para que no se moviera, la penetró con esos mismos dedos, sin contemplaciones.

La chica gimió sonoramente. Era doloroso. Pero el placer le ganaba a todo. Necesitaba esa atención, la necesitaba desde que iniciara la noche y su amo, más exigente que lo habitual, le reprochaba hasta cada pequeño error repudiándola. Volvía loca cuando era así con ella y no podía más que desearlo. Que él la follara con los dedos, aun no siendo lo que realmente quería, era suficiente. Su cuerpo comenzó a tensarse rápidamente, las piernas le temblaban y cuando quiso liberarse recordó la orden con la que él les iniciara la noche al atarle las cadenas al cuello.

Ninguna podía correrse, sino quedaban fuera.

Gimió.

—Amo... por favor...

Él carcajeó perverso y en ese instante alzó sin quererlo, la mirada hacia Sakura.

Ella lo observaba. No había dejado de hacerlo.

Seiyi le sonrió de lado, la mirada se le tornó lobuna. La observó jadear aún sin poder oírla. La vio humedecer los labios. Kakashi la penetraba con los dedos tal como él lo hacía con su esclava. Hundía su rostro en el cuello de la chica, hablándole, mordiéndola. Seguramente era lo que le gustaba.

—Córrete— susurró sólo para que la mujer bajo sus manos lo oyera, pero lo articuló lo suficientemente claro para que Sakura lo leyera desde sus labios, impartiendo una orden hacia ella.

Y en ese instante ambas explotaron de placer.

La esclava temblaba casi sin poder permanecer un segundo más en esa posición.

Sakura arqueó la espalda, su cabeza cayó hacia atrás mientras sus manos hechas puños a los lados se cerraban más fuerte.

Sonrió satisfecho cuando salió de la chica, sin dejar de mirar a la mujer en frente, como disfrutaba brevemente de los espasmos finales de un fuerte orgasmo. Y de inmediato le hizo señales a su otra esclava para que la descolgara y la atendiera.

Se quitó los guantes húmedos por los fluidos de su esclava, mirando atentamente a la rosada mujercita que ahora se ponía de pie jalada por su amo. Apenas si podía mantenerse erguida. El orgasmo había sido arrollador, él lo había apreciado en detalle.

Con calma, fue hacia su sillón, sentándose frente a ellos.

Kakashi le dirigió una mirada de muerte al tiempo que la reprendía para que mantuviera la cabeza gacha. Su semblante denunciaba que lo había advertido observándola mientras él la masturbaba, preso ambos de un morbo por la presencia del otro que no admitirían, pero Seiyi estaba seguro de que su amigo no tenía idea de la orden que le dio a Sakura y que ella tan bien obedeciera.

La vio moverse caminando temblorosa detrás de él, aún agitada y ruborizada.

—¿Te vas?— Le dijo cuándo Kakashi pasó a su lado. Aunque la pregunta era para ella.

Este se detuvo sólo para mirarlo, sonriéndole de lado. Una sonrisa helada que prometía una discusión a futuro. O tal vez no, nunca se sabía con Kakashi.

—El espectáculo terminó.

—Puedo montar otro si quieres. —la miró — Creo que le gustó el primero. ¿No es así, Cerise?

Ella apretó los labios, cerrando los ojos un instante al recordar esa orden dada a la distancia que tan bien obedeció.

—Sí. Claro que puedes. — le respondió Kakashi cansinamente. Y echó a andar dejándolo con las palabras de réplica en la boca.

En ese instante Seiyi cayó en la cuenta de que se la llevaba. Se la llevaba a su habitación en el Lux, y sabía que el sitio era tan perverso y completo como el suyo.

Y en ese instante reparó que la tocaría, la castigaría, la gozaría de una y miles de formas, y él no podría verlo. No podría verla.

Nunca en su vida había sentido eso que ahora le punzaba en el pecho.

Giró cuando oyó la voz de Zulima indagando en las acciones de Kakashi, cuestionándole la razón de su partida al privado ahora que ella llegaba. Y oyó lo suficiente como para saber que esa sería una larga noche para Lomo Plateado y Cerise, llena de iniciaciones.

Respiró hondo cerrando los ojos.

La esclava sometida se arrastró a sus pies, arrodillada frente a él con la cabeza gacha, cuidando el rose de la alfombra sobre sus partes maltratadas. Desnuda y temblorosa quedó así hasta que él se dignó a llamarla. Ella gimió y a gatas lentamente se acercó lo suficiente hasta posar la cabeza en sus piernas, y quedó allí esperando la mano que bajó segundos después y le acarició el rostro cubierto por la máscara.

Zulima entraba llenando toda la estancia con sus bulliciosas palabras. Estaba feliz, la fiesta era un éxito.

Y le hablaba. A él. Y él no la reparaba.

En lo único que podía pensar era en esos labios hinchados que se abrieron para dejar escapar el gemido orgásmico que su orden había provocado. Como ella le obedeció acoplándose a su deseo tan perfectamente. Ese delicado cuerpo respondía a él exquisitamente, aun sin preparación, apenas reconociéndolo.

Jamás algo tan simple le había llenado de tanto placer…

Definitivamente era una noche de primeras veces.

Porque ese orgasmo en Sakura que provocara con aquella tan simple orden, fue la primera vez que ella también lo reconociera como su amo.

Y ansiaba casi insanamente, a ir por el resto. A ir por todo con ella.

.

.

Notas

Capítulo largo, ¿eh? Y en sima vine antes. Bueno, es que mañana voy a estar complicada.

Antes de saludarlas, quería dejar un breve comentario que funciona también como aclaración.

Seguramente, para quienes sigan las novelas de Eva, se deben haber dado cuenta de que anduvo por aquí cierto personajillo de una de sus novelas que particularmente yo adoro (si quieren, la seguimos por privado). Es mi gusto culposo jajajaja (¡ay, dios! ¡sí que lo es!) … como ella bien lo llama.

No sabía si agregarlo o no, pero la verdad, tenía muchísimas ganas de hacerlo, con la escena lista y cuidadosamente corregida. Temía que se interpretara como plagio o que buscaba llamar la atención, o colgarme de ella. Y la realidad es que mi intención está muy lejos de eso. Así que después de charlarlo como mi gran amiga MilleHatake (a quienes varias de ustedes conocen), decidí agregarla. Porque en realidad, quería y quiero de esta forma, hacerle un homenaje a Eva, a esa gran y talentosa escritora que nos regala esas grandiosas ideas que tanto disfruto, manteniéndome colgada de cualquier red en la que informe la publicación de un nuevo capítulo.

Así que sí, allí fue la escena, aprovechando que este capítulo trata bien a fondo la temática de dominación y sumisión que ella trabaja en su saga Dominio (amo esa saga, es mi súper favorita jajajaja). Sé que está pasando un momento complejo por el fanatismo oscuro (el fanatismo siempre es oscuro, pero el que ella sufre es aún más), y de esta forma quiero expresarle humildemente mi apoyo, decirle que adoro esa mentecilla creativa que tiene y la forma de expresar todas esas ideas que vienen, que amo su trabajo, lo sigo y lo disfruto y, si ella quiere, voy a seguir disfrutándolo, yo y todas sus seguidoras.

Les hice leer mucho, pero creo que valió la pena, ¿o no? No se enojaron, a que no… No sé, ¡cuéntenme! jajajaja

Ahora sí, las saludo. ¡Hola! jajajajajajaaja

Bueno, prometí intensidad y aquí la tuvieron. Y para el próximo… ¡la fiesta no termina! Así que prepárense para ver un Kakashi más "malo" je je je

Saludos y hasta la próxima.

AkiRoss.-