Capítulo 37
Especial de Navidad... y la dulzura, alegría y paz está en el ambiente... un regalo mío para ustedes. ¡Que lo disfruten!
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Se había prometido a sí mismo que ya no insistiría. Ya no la buscaría. Ya no forzaría los encuentros casuales disfrazados en fortuitas coincidencias. Ya no más.
Se lo había prometido a ella cuando la echara de su vida esa tarde, y se lo repetía a sí mismo cada mañana.
Siempre fue hombre paciente, sabía armar las justas estrategias y contaba con la disciplina suficiente para esperar los resultados. Y los resultados jamás cayeron lejos de su fortuna. Siempre fue así y así había logrado llegar hasta donde estaba, en todos los sentidos de su vida.
Pero ahora, era la primera vez que debía dejar ir, que aquello que deseaba tomaba su propio rumbo sin poder inferir sobre ello, porque aun conociendo que lograría eventualmente torcer las cosas a su favor, no sabrían bien si no se daban por su propio pie. Por primera vez necesitaba entrega completa, no sólo un desfogue, un sometimiento temporal, una exclusividad descartable. No. Quería todo. Y ese todo no lo quería a él.
Y debía aceptarlo.
Por eso fue que no sólo tomó la decisión de quedarse quieto con ella, sino que también se abocó a olvidarla, sin saber cómo demonios iba a encarar tal empresa. Jamás tuvo que esforzarse para ello ya que olvidar a una mujer nunca le dolió de esa forma, hasta era un alivio sacarlas de su vida cuando la novedad ya cansaba. Ahora, era poco menos que una tortura.
Y así se vio esquivando con astucia cada situación en la que pudiera llegar a encontrarla. Saber de ella era soportable, escuchar su nombre prácticamente imposible obviarlo, pero verla...eso era una condena para todos sus malogrados esfuerzos. Así que creía había hecho bien en alejarse, y estaba teniendo cierto éxito.
Hasta que Sasuke le contara de esa conversación y la necesidad por simplemente confirmar las palabras mencionadas por el mocoso, se volvió enajenante. Y si bien no había sido demasiado, el solo hecho de saber que lo extrañaba y que estaba preocupada por su distancia, lo tuvieron replanteándose las promesas, dudando de la decisión tomada.
Y allí lo encontraba esa tarde fría de fines de invierno, una que anunciaba a lluvia por todos lados, sentado en su auto, esperando frente al hospital al Uchiha menor para revisar los últimos detalles del barrio del clan, rogaba que ella no apareciera aunque deseara lo contrario.
No era la primera vez que el muchacho lo citaba en ese lugar, pero si la primera en que había aceptado a buscarlo aun conociendo lo peligroso de la situación, ya que el horario de la cita coincidía con la salida de ella.
Respiró hondo conteniendo la ansiedad. El Uchiha se estaba demorando y si bien podría estarlo esperando en otro lugar, uno que resultara menos expuesto para su persona, contaba con que se apareciera pronto. El fallo de sus ganas podía ser suplido por la rapidez del pendejo. Pero no, el destino se empecinaba en darle aquello que quería, pero que no debía. Y debería haberse ido, dejar que el muy idiota caminara hasta el punto de encuentro habitual, esa espera era un riesgo que no era de inteligentes tomar, pero aun así, no se iba.
Maldijo frotándose la cara, y golpeó el asiento con el puño cerrado para liberar tensiones. El crujir del celofán a su lado le llamó la atención, cortándole la rabieta. El pequeño paquete color oro, el presente que llevaba de regalo a su próxima esclava, con quien se encontraría luego de Sasuke, le ayudó por un instante a despabilarse. Porque esa noche tendría un nuevo juramento, y ansiaba disfrutarlo en extremo.
Luego de dejar ir a sus esclavas al no encontrar más satisfacción en ellas, no había logrado estar en gusto con ninguna mujer. Su cuerpo necesitaba del sexo, pero su libido y placer se negaban a sucumbir a alguien que no oliera como ella, que no se sintiera igual, que no se viera parecida. Y esperaba, realmente ansiaba, que esa joven gimnasta que tan descaradamente le había coqueteando en la última fiesta en el Lux, provocando aquellos instintos que se habían dedicado en exclusivo a la pelirrosa; estuviera a la altura de sus espectativas. Porque era preciosa y ya necesitaba aliviarse.
Sonrió. Sería una buena noche. Tendría que serlo.
Pero fue echar un vistazo hacia la entrada buscando una vez más al Uchiha, cuando a la distancia la vio salir cargando ese bebé de negros cabellos y blanca tez, tan alegre y casual, metida en un rol que aún no era el suyo pero que extrañamente le supieron a sus ojos como miel. Cualquier promesa antes dicha o voluntad afianzada a fuerza de machaque, simplemente se diluyeron en la nada con la breve imagen.
Maldijo. Su suerte era precisa, pero ese día maldita.
Estaba hermosa, como cada vez que la encontrara. Y aún mejor.
Fue observar cómo le hablaba a esa pequeña, hija del Uchiha menor, para que una sonrisa se le ablandara en los labios, regresando al día fatídico en el que supo con brutal certeza que debía dejarla ir.
Nunca había quedado prendado así de una mujer, ni por tan poco. Considerando que quizás fuera por nada...
Estaba mal. Eso que le sucedía estaba terriblemente mal y entendía que era solo su culpa por estar en ese lugar. Debía olvidarse de ella pero iba enterándose que para ello no tendría que volver a verla jamás. Ya lo había decidido aunque en ese instante la situación le obligaba a reforzar la idea; cumpliría la promesa a Itachi y se iría de Konoha definitivamente. Sabía que la distancia y los manjares exóticos de otras tierras adormecerían esa fijación que sentía por la pelirrosa para eventualmente olvidarla.
Pero fue demorar un segundo más en apartar la mirada, para que ella levantara la suya y esos ojos jade repararan en él desde el otro lado de la calle, y cualquier intención previa simplemente fuera reemplazada nuevamente por esa necesidad de tenerla.
Fue un instante, suspendido en el tiempo, prolongándose indefinidamente sin lograr medirlo, que todo entre ellos se detuvo. Quizás fuera la sorpresa, o ese anhelo de sensaciones inconclusas. Imposible de definirlo, pero le tenían el corazón en suspenso deseando que ella sintiera igual.
Fue ese sonrojo o tal vez la indecisa sonrisa que curvó los dulces labios de la fémina, fue el viento cruzándole algún que otro mechón que rodara tan delicado sobre el rostro, o tal vez fue todo. Ella allí, al otro lado de la acera, levantando apenas la mano libre para saludarlo cuando no debía.
Porque no debía. Ya que ignorante de todo hecho, le estaba matando.
Esa dulce sonrisa comenzó a diluirse lentamente cuando él no respondió. Cuando todo lo que le brindó fuera esa seriedad estoica, bella, implacable. Cuando apartó la mirada con enojo, apretando los puños ocultos en su regazo.
Así debía ser. Que lo odiara por idiota. Era lo correcto.
Pero no pudo.
Fue levantar la mirada otra vez para que el atisbo de dolor en esos preciosos ojos jade mientras acariciaba la bebé, jalara de sus intenciones sin premeditación.
Maldijo por dentro por la debilidad que le carcomía, pero no pudo más que ceder.
—Watari, ya regreso.
No esperó confirmación, ni siquiera meditó aquellas palabras que sonaban en su cabeza y que le gritaban que dejara todo allí. Cuando menos lo pensó, se detenía frente a ella, cubriéndola con su sombra, envolviéndola con esa presencia que la tenía agitada elevando la cabeza para poderle seguir mirando a los ojos.
No dijeron nada. No hubo un saludo en palabras ni sonrisas. Sólo esa tácita caricia brindada con la mirada.
Ella se sonrojó pero no desistió, y debió suspirar cuando Seiyi alzó la mano que acarició la mejilla de la bebé.
—No la conocía. Es hermosa —dijo al fin, como si esas fueran las únicas palabras que mejor le salieran.
—Sí...
Seiyi sonrió cuando la niña dio un pequeño chillido que imitaba el gesto y elevó la mirada para verla. Ella estaba esperando por él prendida en cada gesto de su rostro, y juró que ese instante fue lo más sublime que podría haber sentido hasta el momento. Y fue oír su nombre desde esos labios para arrojar fuera cualquier rastro de enojo.
—Seiyi... ¿cómo estás? —susurró.
—Bien.
Ella asintió debiendo humedecerse los labios, logrando que él desviara hacia esa boca su atención, para luego llevarla nuevamente a esos preciosos ojos con una pregunta en la mirada.
Era mucho lo que ese simple gesto le decía, que parecía entender todo aquello que ella guardaba intencionalmente y que sabía que era incorrecto.
Fue ese suspiro que vino después, y el sonrojo que la llevó a mirar hacia otro lado lo que le devolvió al instante y el lugar.
—Buscas a... ¿a Sasuke?
—Me citó aquí.
—¿Por lo de la casa?
Él sonrió.
—Veo que hablan mucho ustedes dos.
—Bueno... algo, sí. Cuido a su hija —. Se encogió de hombros ante de acariciar la cabellera de la niña, que ya alborotada por el crecimiento, le caía sobre la frente—. Está en terapia, unos trámites que debía autorizar y... va a demorar. ¿Quieres que le diga algo?
—No es necesario, esperaré.
—Ok —asintió y tuvo que subir las solapas de su saco por la brisa fría que la golpeó, luego de tapar más a la niña.
—¿Ibas a algún lado?
—¿Cómo?
—Que si ibas a algún lado. Estás demasiado cargada con todas esas cosas, y la bebé.
—Sí —respiró hondo sonriendo incómoda después— ,ahora respeto mucho a las mamás cuando llegan tarde a las citas.
Seiyi carcajeó.
—Se te da muy bien.
—No te creas —la bebé chilló inquieta en ese instante, cuando su chupete cayó rodando al suelo— ¡Ay, no! ¡Ese era el último, Sarada!
Seiyi se agachó y recogió el pequeño objeto, ahora sucio de nieve embarrada, observando como Sakura buscaba en el bolso maternal algo para calmar el llanto que no tardaría en dejarse oír.
—¿Dónde lo metí? Estaba aquí, juraría que… —sus movimientos eran torpes, y a Seiyi no podía enternecerle más el momento. Observar a la pelirrosa en un rol que aún no manejaba del todo, con esa pequeña de cabellos negros con los rasgos Uchiha tan característicos en ese regordete rostro, que ahora lloraba poniéndola más nerviosa, le robó una sonrisa. Si hasta llegó a considerar que la escena estaba dedicada a él, cuando tranquilamente y si insistía con una estrategia más fina, podría ser suya, de ella cargando a su hija. Y nunca algo que consideró por extremo ajeno a su vida, se sintió tan correcto, aun cuando fuera nada más que un pensamiento.
Espabilo en ese instante y reaccionó llamándola.
—Dámela.
—¿Qué? —lo miró agitada.
—Que me des a la niña, yo la calmo así buscas tranquila.
No sabía si ceder, no se veía hombre de tener idea sobre niños, pero el grito que lanzó la pequeña después, impaciente por su chupete, la llevó a decantar por el ofrecimiento. No se sentía bien en la calle con una pequeña llorando, no entendía cómo las mamás podían soportar a veces hasta rabietas que se extendían por varias cuadras.
Ni bien la niña quedó completamente en brazos del Hyuga, dejó de llorar. Este la hamacaba hablándole bajo con alguna que otra mueca que la tuvieron chillando divertida en segundos, robando esas pequeñas sonrisas de bebé.
Sakura quedó inmóvil observándolo, en cómo ese imponente hombre, un agente letal, podía contener con tal dulzura a una pequeña. Y no hizo más que sonreír.
—¿Vas a buscar eso que necesitabas? —Le dijo mientras jugaba con la niña, haciéndole sobresaltar.
—Eh…sí, sí. Y-ya... lo busco.
—Y luego te llevo a donde vayas.
—Pero, ¿no esperabas a Sasuke?
—¿No dijiste que se demoraría?
—Bueno, sí...—una sonrisa se esbozó cuando halló al fin la tetina suelta que buscaba.
—Te llevo entonces —. La bebé chilló y él la miró sonriéndole ampliamente. Y Sakura no pudo más que quedarse prendada de esa sonrisa genuina, una que transformó el rostro del varón en uno más irresistible aún.
—Aquí tienes —dijo cuando él la miró guiñándole un ojo. El sonrojo que la invadió si hasta le tiño el inicio de los cabellos— ,ya puedes dármela.
—¿Y por qué lo haría? Le gustan mis brazos, ¿no es así, Sarada?
La beba chilló coqueta y Sakura tuvo que respirar hondo para relajarse. Se sentía acalorada.
—Vamos entonces, antes de que se largue a llover.
Seiyi asintió y con un ademán de mano le indicó que comenzara a caminar hacia el auto en frente, siguiéndola después sin dejar de prestar atención a esa beba que ahora aferraba la tetina a su boca, sintiéndose pleno por primera vez en semanas aún cuando sabía que esa sería la última vez.
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La tormenta había rondando Konoha todo el día, amenazante y haciendo a la gente apurar sus asuntos en precaución, pero se desató recién de madrugada. Una tormenta de viento y truenos que, desde la habitación de Kakashi situada en la segunda planta, se aprecuaba aún más intensa de lo que realmente.
El peliplata suspiró cuando el último trueno le despertó violentamente. Estaba algo aturdido por el sueño en el instante en que levantó apenas la cabeza y constató si Sakura estaba bien. Ella dormía a su lado, recostada de costado hacia él. Estaba exhausta, Sarada la había mantenido despierta gran parte de la noche anterior con un ataque de cólicos causados por la nueva fórmula del biberón, negándose a atenderla con chakra para aliviarle el malestar hasta visitar a la pediatra, cosa que hiciera a primer hora de esa mañana.
El cansancio hizo mella en ella temprano en la noche, brindándole un sueño pesado que la tenía prácticamente roncando.
Suspiró al apoyar la cabeza en la almohada otra vez, y bostezó estirando el cuerpo para regresar a su sueño, cuando oyó a la niña chillar intranquila.
Miró rápidamente a Sakura pero esta ni se inmutaba, señal de que no la había oído. O tal vez había sido otro sonido que lo confundiera, hasta que un juego relámpago, más suaves que el anterior pero aun así claramente sonoros, la asustó. El pequeño llanto pronto se oyó levantó de un respingo al peliplata, quien no tardó en llegar al lado de la cunita.
La bebé, recostada boca arriba, apretaba las manitos a los costados mientras pataleaba inquieta con un puchero doloroso en sus labios, llorisqueaba apenas pero amenazaba con un llanto más potente.
—Ey, pequeña ¿qué pasa? — Abrió los ojitos ni bien lo escuchó, mirándolo fijamente mientras la pequeña boquita se debatía entre una sonrisa y el pucherito de susto—. ¿Te asustan los truenos? —y se agachó posándole la mano abierta sobre la pancita, para acariciarla como hacía cada vez.
Y cuando la niña comenzaba a relajarse, un nuevo relámpago la sobresaltó.
Kakashi rápidamente la alzó, acunándola entre sus brazos contra el desnudo pecho. Así decidió comenzar a dormir, sólo con los pantaloncillos del pijama, cuando descubrió fortuitamente que a Sarada le tranquilizaba el contacto con su piel cada vez que la cargaba.
—¿Mejor? —Le susurró mientras ella restregaba la carita sobre el lampiño pectoral, provocándole esas leves cosquillas que él disfrutaba.
Carcajeó bajito paseándose por la habitación para terminar de calmarla. No quería que interrumpiera el sueño de Sakura, y ya iba conociendo a esa pícara bebé, una vez que de noche despertaba tardaba en volver a conciliar el sueño, buscándolos siempre para jugar, si era que podía llamarse juego al aleteo de esas manitos y pies siempre intentando tocarlos.
—¿Y ahora vas a querer jugar, no?
La niña lanzó un pequeño chillido de diversión, curvando su boquita en una dulce sonrisa que lo tuvo sonriendo aún más. Le encantaba las caritas que esa beba le hacía, porque las sonrisas se las hizo primero a él reclamándolas como propias ante Sakura, quien se enojaba cada vez que la niña se las brindaba.
—¿Vas a tener despierto a este viejo mucho rato? —la niña chilló nuevamente, como si le respondiera y él la chistó—. Más bajito Sarada, dejemos a la tía Sakura dormir esta noche, ¿si? —La lengüita que asomó de esa pequeña boca, mientras apretaba las manitos, fue la respuesta, tal y como si le hubiera entendido.
Kakashi carcajeó y buscó con la mirada entre las penumbras al cómodo sillón que tenía en la habitación y que, ahora con la nueva integrante, trataba de mantener limpio de ropa para usarlo en las emergencias nocturnas. Y esa era una emergencia.
Se sentó en el segundos después de ubicarlo. Las luces del alumbrado público apenas entraban por el ventanal, y le brindaban en ese ángulo la suficiente claridad como para observarla sin problemas, y sin llegar a ser molesto.
—Ahora estamos cómodos, como a ti más te gusta.
La pequeña sacó otra vez la lengüita y estiró la mano hacia el cubre bocas que ahora estaba más cerca de ella. Desde que Sarada comenzara a dormir con ellos, Kakashi no se lo quitaba en esos momentos. Por si había alguna urgencia, decía, ganándose más de una reprimenda desde la pelirrosa, quien sabía que esa era una simple excusa. Con un nuevo integrante, aunque fuera temporal, regresaba esa necesidad de ocultar su verdadero rostro, aun cuando quien mirara no tuviera idea de su pasado.
Pero fue esa manito estirada, y ese pegajoso dedito lleno de baba que enganchó la tela tirando apenas, para que él sintiera la necesidad de mostrarse. Un nudo de nervios anidó en su estómago y se encontró sonriendo ante la idea. Y fue escuchar ese pequeño chillido acompañado de la sonrisa que la bebé esbozó para ceder definitivamente.
—¿Quieres que me quite esto? —La niña movió sus piernas—. Bueno, pero será un secreto entre nosotros. No le digas a nadie que me viste, ¿eh?
El movimiento de esas piernas se intensificó y Kakashi no pudo más que carcajear enternecido. Sentía como que la beba podía entenderlo, como si mantuvieran conversaciones. Y le encantaba. Llevaban ya dos semanas en esa convivencia, y si bien al principio se sentía reticente aceptar a hacerse a la idea de esa beba en casa, poco tiempo le costó ablandarse. Fue esa noche, la primera en que Sakura quedara de guardia y que él se negara por el frío a que saliera con la niña, en que por necesidad tuvo que hacerse cargo. Y no fue porque no le quedara opción, eligió hacerlo aunque se viera tentado en más de una ocasión a mandar a llamar a alguna ninja de su escuadrón que ya fuera madre.
En ese instante en que, abrumado por el llanto de la niña que se quejaba pidiendo brazos, la cargara y la mirara a los ojos, fue sentirla en su regazo y ella sentirse abrazada por él, que ambos se sonrieron y conectaron. Y desde ese momento, se escabullía varias veces durante las noches en las que Sakura estaba con sueño pesado, para compartir con la niña, para no reconocer ante ella lo mucho que le gustaba pasar el rato con ese diminuto ser.
Pero nunca se había quitado la máscara en su presencia. Nunca hasta ese momento.
La bebé chilló y aleteó sus manos cuando al fin la tela negra cayó, exponiendo la nariz, sonrisa y mentón del peliplata. Y enseguida se estiró para tocarle torpemente el lunar.
Él carcajeó sorprendido por el detalle que le llamara la atención, que no pudo resistir a tomarle con los labios esa manito que le tocaba la cara, provocando esos prototipos de risitas infantiles que entendía que una bebé de su edad no debía esbozar, pero sucedía. Sakura siempre decía que le dedicó mucho chakra de crecimiento, que seguramente en algunas cosas estaría adelantada a otros bebés, y así parecía.
Y cada vez que uno o dos deditos rasguñaba el lunar, Kakashi le mordía con los labios la manito provocando esa risilla que no podía satisfacerle más. Al cabo de unos instantes lo dejó de hacer, llenándole la carita de besos cuando la beba lo busco una vez más.
—No, no, no, ya basta de juegos. Tienes que dormir. ¿Entendido? —y la acomodó mejor entre sus brazos, de forma tal que la mejilla tocara su pecho para comenzar a mecerla.
Aunque la niña tuviera otros planes y no eran precisamente dormir, sino jugar con el hokage. Pronto chilló en desacuerdo y él no pudo más que carcajear. Si hasta podía decir que había ciertos rasgos de la pelirrosa en ese carácter.
Decantó por ceder al capricho sin oponer verdadera resistencia, al fin y al cabo tampoco tenía sueño y le encantaban esos momentos tan de ellos, cuando nadie miraba. La acomodó frente al, apoyándola entre sus rodillas flexionadas, saboreando esa sonrisa en el instante en que quedaron frente a frente y la niña comenzara a aletear los brazos
—¿Con que eso era lo que querías, eh? —emitió sonidos de respuesta—. Ajá, así que estamos charletas —y carcajeó concentrándose en los sonidos, respondiendo con muecas exageradas a cada uno de ellos. Y a la bebé eso no podía fascinarle más, porque los aleteos de sus piernas y bracitos aumentaban, como también los chillidos.
—¿Qué están haciendo ustedes dos?
La voz ronca de Sakura le hizo levantar la mirada hacia ella, encontrándose con una adormilada pelirrosa que apenas si podía apoyarse de costado sobre su codo.
—No podíamos dormir.
—Son las... —miró el reloj despertador sobre la mesa de noche— ,tres de la madrugada... Kakashi.
—Sí, pero a una señorita —miró a la beba quien chilló al encontrarse con sus ojitos— se despertó y andaba muy charleta.
Sakura sonrió. La escena del peliplata en ese sillón, con su pecho descubierto y tan a gusto con la beba entre sus brazos, casi que era surreal pero extremadamente tierna. Quien iba a decir que ese ninja de élite al que le aterraba un pequeño bebé días atrás, escondiera tanta dulzura y paciencia para con ellos. Contaba con eventualmente llegara a conectar con la niña luego de un tiempo de convivencia, pero no tan profundamente, lo que le llenaba de una satisfacción que le era imposible de explicar.
—Hace frío, y estará un largo rato despierta —se incorporó apenas, corriendo las mantas para hacerles lugar—. ¿Por qué no vienen aquí?
—¿Los dos?
Ella asintió.
—¿Sarada con nosotros en la cama?
—Sí... durmamos los tres juntos.
—Pero... dijiste que eso no era bueno.
—No como regla.
La observó unos instantes. La idea le encantaba, y antes de que ella pudiera negarse por indecisión, se puso de pie apretando la beba contra su pecho, y se dirigió a la cama acomodándola en el medio ni bien llegó. Su cama era grande, podían dormir tres adultos cómodos, así que habría lugar suficiente para la pequeña entre ellos, sin que corriera riesgo de ser apretada cuando durmieran.
Ni bien la niña quedó boca arriba, se recostó de lado utilizando el brazo de abajo como almohada. Sakura se acercó a ellos, extendiendo las colchas por encima para abrigarlos. Afuera comenzaba a llover nuevamente y se sentía que la temperatura estaba bajando.
Le sonrió dulcemente a la niña cuando le acarició la barriguita con la mano abierta, para sentir segundos después la mano de Kakashi posarse suavemente sobre la de ella, al repetir el mimo pero en la mujer.
Lo miró, y él estaba esperando por esos ojos con una expresión de calma satisfacción en el rostro, una que la llevó a sonreír también enterneciéndose inmensamente por lo que encontró en esos oscuros ojos.
Y quedaron así, con esa beba sostenida entre sus manos, y esa mirada entrelazada de profundo cariño. No eran necesarias las palabras para describir lo que allí sucedía. Ni siquiera explicaciones, menos justificaciones. Un sentimiento de pura nobleza se adueñó de ambos, sembrando esperanzas en ella e ilusión en él, porque por primera vez en su vida sentía que era posible aquello que por destino siempre entendiera que le fuera negado.
Amar era fácil, con ella siempre lo había sido.
Pero atreverse a dejarse amar, era terrorífico y tan gratificante a la vez, que podía llegar a convertirse en su mundo entero si se descuidaba. Y entender el amor y entrega que esa pequeña niña podía representar si tan sólo se lo permitiera, le abrumó el corazón.
Y por primera vez dejó que aquellos pensamientos que divagaban en el pasado con la idea de un hogar, lo asaltaran otra vez permitiéndose considerar que tan mala idea no era. Que el miedo a perder se hiciera pequeño ante el goce del tiempo compartido en cariño.
Y allí la miró, acercándose más a ese núcleo que aleteaba las piernas gustoso, levantando las sábanas.
—Eres hermosa, Sakura —le susurró provocando ese leve sonrojo en ella que tanto le gustara—. Eres lo mejor en mi vida, ¿lo sabes?
Asintió, por mera inercia para no cortar ese sinceramiento que le sabían a gloria, porque era lo que deseaba. Y aún sin ser claro, aún sin prometer demasiado, era suficiente.
Un nuevo trueno azotó la madrugada, pero nadie se estremeció. Fue como un arrullo a los sonidos del agua golpeando los cristales. Fue como un arrullo al instante inolvidable que se arremolinaba cálido entre esas sábanas el cual tal vez, pudiera ser completamente suyo si se animara.
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Notas
No quise dejar pasar esta fecha sin dejarles un regalito.
Capítulo extra, en realidad, adelantado.
De mí, para ustedes.
Que lo disfruten.
Y...¡Feliz Navidad!
AkiRoss.-
