-"¿Cuánto tiempo cree que tarde en recuperar la memoria, doctor?"-.

-"No sabría decirles. Pero les recomiendo que sean pacientes. Demasiada información al mismo tiempo podría abrumarla. No permitan que se esfuerce demasiado por recordar. Posiblemente recuerde acontecimientos al azar por algún desencadenante. Asegúrense de que esté tranquila y en cuanto sea dada de alta, no duden en traerla si presenta algún síntoma"-.

-"¿Cómo le explicamos las cicatrices en su abdomen? No es algo que podamos ocultarle… eventualmente las verá y podría asustarse"-.


Los primeros días estuvieron llenos de temor y confusión para Marinette Dupain-Cheng.

-¿Qué les ocurrió a mis padres? ¿Por qué se ven más… viejos? ¡¿Por qué estoy en el hospital?!-.

Poco a poco, fue asimilando las explicaciones de sus padres, los doctores… ¿sus amigos Nino y Alya? Conocía a Nino. No eran precisamente mejores amigos, pero le caía bien. Esta chica llamada Alya era otra historia. Lo último que recordaba era haberla conocido el primer día de clase. Afortunadamente tenía como maestra a la persona más genial de todas, la super dulce Señorita Bustier. Y muy desafortunadamente volvía a tener como compañera de clase, por cuarto año consecutivo, a la peor persona de todo el mundo, la odiosa y malcriada Chloe Bourgeois. De hecho, Alya se había enfrentado valientemente a Chloe. Tras lo cual compartieron el único macaron que había logrado sobrevivir a su torpeza. Según sus padres, Alya se había convertido en su mejor amiga desde entonces, y prácticamente hacían todo juntas. Habían tenido un buen comienzo, era algo creíble.

La verdad es que le costaba creer mucho de lo que le contaban sus padres, Nino y Alya.

Al parecer había empezado a darse a conocer como diseñadora. Hasta había un blog de moda administrado por Alya. Era increíble, pero ahí estaba en la web. Alya tuvo la amabilidad de mostrárselo en su teléfono; muy brevemente, debiendo esconderlo antes de que las enfermeras lo vieran.

Suerte que nada impedía que le trajeran algunas capturas de pantalla impresas. Parecía casi irreal. Un blog lleno de ropa y accesorios que no recordaba haber diseñado, pero que sin duda eran suyos. Todos tenían su firma y estilo personal. Hasta había una sección dedicada a un bombín que había diseñado para un concurso de su escuela. El cual había recibido excelentes comentarios de su diseñador favorito… Gabriel Agreste.

Debía estar feliz por ello. Su ídolo había elegido su creación para uno de sus desfiles. Pero no se sentía feliz en lo más mínimo. Era como un desacuerdo entre su cabeza y su corazón. En su mente, ser elogiada por un diseñador de fama mundial como Gabriel sin duda sería un sueño hecho realidad, pero en su corazón sentía lo contrario. Pensar en Gabriel Agreste le provocaba rechazo. Repudio. Odio.

¿Por qué? ¿Acaso había ocurrido algo que afectó negativamente su opinión de él? Tomó la libreta rosada de la mesita junto a su cama y un bolígrafo. Algo más para su lista de "Cosas que hacer cuando regrese a casa"; investigar sobre Gabriel Agreste. Debía permanecer en el hospital un tiempo más. Según los doctores, había permanecido en coma por diez meses debido a un "accidente". Necesitaba una rehabilitación para recobrar fuerzas.

Físicamente se sentía muy bien. Su mente era el problema. No podía recordar los últimos diez años de su vida.

Diez años…

Al principio fue aterrador, frustrante… angustiante. Por suerte sus padres estaban ahí para tranquilizarla. Aunque ya era una adulta, sus padres continuaban teniendo ese efecto tranquilizador en ella.

Una adulta…

Pensó en esas viejas películas donde el protagonista desea crecer a toda costa para poder hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Solo para darse cuenta de que ser adulto no es tan grato como parece; especialmente cuando el cambio es tan repentino. Pero esto era la realidad. No había pedido esto y nada podría hacer que volviera a tener trece años; próxima a cumplir los catorce. Lo máximo que podía hacer era recuperarse y tratar de recordar.

Otra cosa para su lista: "Revisar su historial académico y buscar todos sus viejos apuntes de la escuela". Conociéndose bien, seguramente los había guardado, especialmente las lecciones de sus profesores favoritos. Tal vez había aprendido algo que un adulto necesitaba saber. Tenía especial curiosidad por el cómo había logrado tener su propia tienda online. Alya le había insistido en que no se preocupara por la tienda, que era mejor que descansara y se centrara en recuperarse. Y eso pensaba hacer. Recuperarse y retomar su trabajo. Al parecer los años no habían afectado su sentido de la responsabilidad. Menos mal. Además, diseñar era lo suyo. ¿Qué mejor trabajo que uno donde puedes hacer lo que más amas?

-Además, si ya me gradué… significa que ya no tengo que estar en la misma clase que esa niñita malcriada-.


-Parece que mis padres decidieron expandir su negocio…- pensó Marinette.

De todo lo que le habían contado sus padres, habían olvidado mencionarle que ahora tenían una panadería y cafetería. Aún podía reconocer el establecimiento como la panadería de sus padres, pero era curioso verla "más amplia". De hecho, no estaba nada mal.

-"Es una buena hora para abrir, puedo darme una ducha rápida y ayudarlos a acomodar las mesas"-.

Sus apuntes y la tienda online podían esperar. Ahora que estaba de vuelta, quería ayudar a sus padres. Según le habían dicho, aunque tenía la tienda de ropa, continuaba trabajando en la panadería; bueno… panadería y cafetería.

-Seguramente la tienda online es un inicio mientras hago planes para abrir mi propia boutique. Me recuerda a esas series estadounidenses donde la protagonista trabaja de mesera luego de la universidad hasta que consigue el trabajo de sus sueños. Pero a diferencia de ella, yo tengo la suerte de que mis jefes sean mis amados padres-.

-"Apreciamos tu entusiasmo, cariño, pero decidimos cerrar por unos días"- dijo Tom.

-"Pero papá, no puedes decepcionar a los clientes"- protestó Marinette.

-Ahora que lo pienso, probablemente tuviesen que descuidar el negocio por meses debido a las visitas al hospital-.

-"Tranquila, Marinette"- dijo Sabine tomándola suavemente de los hombros. -"El negocio va muy bien. Puede que no haya sido fácil, pero nos las arreglamos para equilibrar todo. "-.

-¿Lo dije en voz alta? No… seguramente mamá no ha perdido su habilidad para predecir lo que pienso-.

-"Además, tuvimos más que suficiente ayuda de-…"- Tom se mordió la lengua al ver la mirada de reproche de Sabine. -"… Gente muy agradable y comprensiva"-.

-"Es que no quisiera que…"-.

-… perdieran su amada panadería por mi culpa-.

-"Visitarte era nuestra máxima prioridad. Y ahora lo es cuidar de ti"- le aseguró Sabine. -"Siempre podemos abrir una nueva panadería desde cero… pero solo tenemos una Marinette. Perderte sería mil veces peor que perder un establecimiento, nunca dudes de ello"-.

Sabine abrazó a su hija con fuerza y Tom las rodeó a ambas con sus grandes brazos.


AUTOR: Marinette está de regreso en casa y lista para continuar con su recuperación, pero... ¿sus padres y amigos estarán dispuestos a responder a todas sus preguntas? ¿O tendrá que buscar respuestas por su cuenta?