Capítulo I
LA LEYENDA
Las luces de la aurora boreal iluminaban el cielo nocturno de Escocia con asombrosos colores, se trataba de un espectáculo increíble que solo podía apreciarse en pocas regiones del mundo. Una esbelta y atlética chica contemplaba el espectáculo desde la cima del castillo de Fraser, una formidable fortaleza construida en el siglo XIV, mientras el viento movía su rubia y larga cabellera, su mente estaba enfocada en los problemas que recién había descubierto.
—Llegue lo más rápido que pude—De entre las sombras del castillo surgió una mujer china con un uniforme de la Interpol—¿Qué es lo que tienes, Cammy?
La chica traía consigo un folder de evidencias que entrego a la agente de la Interpol.
—Fue en una misión, no debería compartirlo contigo—Cammy bajó el rostro y entregó el folder—Pero tenías que ver esto lo antes posible.
La agente asiática abrió la primera página, en donde pudo observar con horror una fotografía de un símbolo oscuro, perteneciente a un grupo terrorista que creía erradicado, una calavera con dos rayos a sus costados.
—Imposible ¿Dónde encontraste esto?
—En Tailandia, un grupo armado se interpuso en nuestra misión y al interrogarlos descubrimos que pertenecían a Shadaloo
—Shadaloo ya no existe, yo atestigüé su destrucción.
—Lo se Chun-Li—Cammy trató de calmarla—Por eso te mandé llamar, debemos averiguar lo más pronto posible.
—¿Y qué es lo que buscaban? Shadaloo siempre está detrás de algo—Chun-Li observó fijamente a la agente británica—¿Qué te dijeron?
Cammy miró hacia la aurora boreal antes de hablar.
—Me dijeron que estaban tras un guerrero de ropas blancas y una cinta roja en la frente, un japonés capaz de increíbles proezas de combate—Giró su rostro para ver a Chun Li a los ojos—Están buscando a Ryu.
La multitud reunida en las calles de Metro City animaba y abucheaba a los peleadores a plena luz del día, las apuestas seguían abiertas y muchos apoyaban a Max, el combatiente afrodescendiente, ex-boxeador y practicante de artes marciales mixtas. El retador, Scott, no era un novato en las peleas callejeras, tenía fama como saca borrachos y en algún momento de su vida también practicó boxeo.
La gente agitaba los puños, llenos de billetes, emulando los golpes dados por los combatientes y gritaban de emoción ante cada acción que estos realizaban.
Los dos se detuvieron por un instante, sin atacarse, para recuperar la respiración. Sabían que esto era el final, solo uno quedaría de pie, quien diera el golpe más rápido sería el vencedor. Ambos cerraron sus puños, al igual que sus mandíbulas, y con los ojos bien abiertos atacaron. Solo se escuchó el ruido seco de un impacto y después un hombre cayó al piso. Max fue derrotado y Scott levantaba su puño triunfante. Había un nuevo campeón en las calles de Metro City.
—¡Te luciste Scott!—Su patrocinador, aquel hombre que lo contacto a las peleas callejeras, se acercó para abrazarlo—Si seguimos así, haremos mucho dinero con apuestas.
—No quiero seguir así—El peleador rubio se soltó del abrazo— Yo aspiro a algo más grande, torneos de verdad, como el que organizo el Rey de Muay Thai hace unos años.
—¿El Rey?—Su patrocinador se rascó la cabeza—¿Te refieres a Sagat?
—Sí, el gigante tuerto—Respondió Scott muy animado—Quisiera ser como ese luchador legendario, el que derrotó a Sagat y desapareció, creo que se llamaba Ryu.
Los curiosos se acercaban, para felicitar al vencedor y cobrar el dinero de sus apuestas, algunos murmuraban al escuchar la conversación de Scott y otros esperaban con ansias al siguiente retador para apostar en favor del rubio.
—Scott—El patrocinador puso su mano en el hombro del luchador—No hay ganancias en esa clase de peleas, mira como acabo Sagat, tenía dinero, fama, lo que deseara, ¡Por favor! Casi era un dios en Tailandia… ¿Y después de esa pelea? Lo veían vagar sin rumbo por media Asia. Préstame atención chico, no hay futuro en esas peleas.
—¡Ahí es donde está la verdadera acción! Ahí es donde se miden las leyendas—Scott cerró sus puños y simuló estar peleando—Como me gustaría enfrentarme a Ryu, pero nunca verás a una leyenda en un lugar como este.
—Ese tal Ryu ni siquiera existe—Negó su patrocinador con la cabeza—¿Has escuchado las estupideces que dicen acerca de él? ¿Lanzar bolas de energía de sus manos, patadas aéreas giratorias? Los chismes dicen que él marcó a Sagat con esa cicatriz en el pecho… ¡De un solo golpe!—Comenzó a reír con desdén—Esos son puros cuentos.
—No lo sé, pero sería genial si todo eso fuera cierto, ¿no lo crees?—Respondió optimista Scott—Y si yo lograra derrotarlo… imagínate, enfrentar y derrotar a una leyenda. Como para pasar a los libros de historia.
—¿Es tu deseo enfrentarme en combate?
De entre la multitud se escuchó una voz fuerte, clara, que respondía al desafío de Scott. Las personas voltearon al unísono para ver quien había hablado: un japonés de cabello castaño, vestido de un keikogi blanco con las mangas rotas y una cinta roja en su frente. El musculoso hombre cargaba una bolsa de lona también blanca amarrada con un trozo de cuerda.
—¿Quién rayos eres tú?—Preguntó impetuoso Scott, deseándole darle una paliza a aquel entrometido japonés.
—Mi nombre es Ryu—Dejó caer su bolsa al suelo y se colocó un par de guantes marrones de combate en las manos.
Scott no podía creer que estuviera ante el campeón del torneo mundial, si lo derrotaba su reputación subiría hasta las nubes. De inmediato apartó a su patrocinador de un empujón y caminó hasta el karateka japonés, que se amarraba con fuerza la cinta roja y su cinturón negro.
—Claro qué deseo enfrentarte…"Ryu"—El rubio cerró los puños y los puso frente a su rostro, adoptando la posición de combate—Te haré pedazos al igual que tú lo hiciste con Sagat.
El rostro de Ryu permaneció serio, inmutable ante el comentario, sus manos se movieron frente a él, como si buscaran cual era la mejor posición para comenzar el combate. Scott no deseaba darle ninguna oportunidad, y sin esperar a que su rival terminara de prepararse buscó noquearlo con un poderoso puñetazo al rostro, sin embargo, el puño se detuvo a centímetros de la cara del japonés, quien, con su mano derecha, sostenía con fuerza el antebrazo del rubio.
—No sabía que el combate ya había empezado—Dijo a la vez que soltaba a Scott, que todavía no se recuperaba de la sorpresa que hubiera detenido su puñetazo más poderoso con tanta facilidad—Ahora es mi turno.
Ryu se movió tan rápido que Scott no pudo seguirlo con sus ojos, lo único que sintió fue un impacto en el estómago, seguido de otro en la mandíbula y una patada de hacha que lo mandó directo al suelo.
No había transcurrido ni un minuto y estaba a punto de perder. Scott dio un fuerte grito y se levantó, con un contrataque sorpresivo, aunque sin éxito, ya que el luchador japonés evitaba cada uno de sus puñetazos. En muy poco tiempo la multitud comenzó a aclamar el nombre de Ryu por encima del suyo.
—¡No voy a perder contra ti, maldito!
Scott lleno de rabia y desesperación logró conectar un fuerte puñetazo en el pecho de su rival, obligándolo a retroceder, se sintió confiado, creyó de verdad que podía derrotarlo y sin pensar en ninguna estrategia buscó repetir el golpe. Ryu aprovechó ese movimiento para atacar también, y ambos contrincantes conectaron un puñetazo en el rostro de su rival al mismo tiempo.
Scott retrocedió, lastimado y con la nariz sangrante, Ryu solo dio un paso hacia atrás, sacudiendo su rostro. Estaba decepcionado de su rival, esperaba un combate interesante, no obstante, solo encontró rabia y desesperación, sentimientos que despreciaba profundamente y que le recordaban su más oscuro y vergonzoso momento.
—¡Esto aún no acaba, maldito japonés!
Sin hacer caso a las palabras de su rival, Ryu permaneció en su sitio, las palmas de sus manos se abrieron y pequeños relámpagos azules comenzaron a emanar de ellas. Scott se lanzó con desesperación con la intención de dar otro golpe, pero Ryu no le daría la oportunidad, movió ambas manos hacia su costado, para formar una esfera de energía azul entre ellas y con gran velocidad la arrojó hacia su contrincante gritando con todas sus fuerzas el nombre de la legendaria bola de fuego: ¡HADOUKEN!
Scott recibió el impacto de lleno y cayó inconsciente a los pies de su patrocinador, que solo pudo soltar los billetes que acababa de ganar en la pelea anterior. La multitud vitoreaba al vencedor, quien se limitó a recoger su bolsa de lona y se marchaba, en busca de un nuevo desafío.
Al otro lado del mundo, un rayo de energía violeta iluminó el cielo nocturno. Decenas de aves volaron de sus nidos en el bosque ante tal demostración de poder. En el epicentro se encontraba un solo hombre, un guerrero oscuro que vivía únicamente para combatir, una figura mítica que afirmaba haber trascendido su propia humanidad por el deseo de la lucha.
El misterioso hombre de cabello rojo observó la energía violeta que se disipaba en su puño, miró hacia la luna y con un solo pensamiento en su cabeza, inició su viaje por el combate definitivo. "Esta vez" pensaba para sí "Esta vez, Ryu, solo uno saldrá vivo".
