El pianista
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25. Bienvenido al infierno
Escucha al piano. Suena, en la distancia, cada vez más alejado de él, como ella. La música parece quebrarse. Es tan desgarradora, tan triste que recuerda al sabor de los lamentos, a las lágrimas, al dolor, a la consternación, a la desesperación, suena a clamores y gritos ahogados.
Las notas se están rompiendo en mil pedazos, como la historia de amor, que toca a su fin. Por su mente desfilan noches oscuras de un invierno inolvidable. Hermione, con sus preciosos ojos marrones, asombrada, descubriéndole en medio de un beso robado y anhelado. Ella de nuevo, llorando de rabia al saberse tan enamorada como él. Ella, con la cabeza en su hombro, en un abrazo lleno de emoción. Dos palabras. Su mirada. Su desnudez. Dormida. Cantando. Amando.
Suena el piano, cada vez más lento, cada vez más distante. Lo estaba perdiendo. A ella ya la había perdido. Y todo parecía sumido en el abismo de la desesperación y la resignación.
Se imponía el silencio de Draco Malfoy, más fuerte que los delgados y frágiles suspiros del piano, en sus últimos momentos, en el instante que el pianista se entregaba a su destino y renunciaba a todo lo demás.
El día estaba cubierto de niebla. La capa grisácea cubría el cielo, tapando los restos de sol y nubes, destiñendo las celestes alturas, creando un firmamento de sombras y miedos.
Casi le cortó el rayo gélido que le dio de pleno en el rostro, mientras avanzaba en el carruaje. Pensó en Hermione. De nuevo su cara quedó ensombrecida. El carromato se detuvo unos instantes que le parecieron eternos.
Viaje al infierno. Allí donde moraban sus ilusiones rotas, su porvenir designado, su vida prediseñada, los sueños autoimpuestos, los ideales grabados a fuego en la piel de mármol. Aquel era el destino que su familia había elegido para él, antes, incluso, de ser concebido. Aquel era el signo de Draco Malfoy, su obligación, servir a su Señor, al único que debía su alma.
Se desnudó, recordando en pensamientos fugaces, el cuerpo de Hermione, el temblor de su labio mientras desabrochaba el botón de su túnica, la sonrisa tímida cuando le arrancaba la corbata y ella posaba sus delicadas manos en su pecho, notando el corazón latiendo en la palma de su mano.
La estancia olía a azufre, incienso, a humedad. Hacía frío y sin embargo, quemaban las paredes lúgubres y abovedadas de la caverna. Parecía la boca negra de un lobo, de un vampiro, la morada del mortífago.
Tenía ganas de vomitar. Estaba aterrorizado pero al intentar ordenar sus emociones, se dio cuenta de que no sentía nada, absolutamente nada. Como si no tuviese alma que le transmitiese sus emociones. Como si su alma yaciese lejos de su cuerpo.
Sintió una corriente de aire mientras avanzaba por el pasillo, custodiado por mortífagos con la cara oculta bajo capuchas negras. Sintió al aire golpeándole y creyó que era el cabello de Hermione, castaño y brillante, el que le acariciaba el rostro, en un mimo.
Se detuvieron. El fuego de las antorchas se reflejó en sus orbes grises de acero. Tenía que ser fuerte.
Oyó un canto, un himno, una invocación. Respiró. Tenía un nudo en la garganta que le impedía completar la respiración para que fuese profunda. Se ahogaba, como un pez fuera del agua, como un animal cazado, atrapado.
La tropa avanzó en pequeños pasos. La caminata era eterna.
Oía el cántico y creía oír las lágrimas cayendo, unas tras otra, sobre su mejilla sonrosada. Mil espinas se clavaban en su corazón. Por cada lágrima de ella, por cada acto de cobardía de él.
Draco agachó la cabeza pero, de repente, oyó la voz de su padre, recordándole: "Siempre digno, siempre fiel, siempre Malfoy".
Hermione. Suspiró. El pasillo estaba apenas iluminado por las flameantes llamas rojas de las antorchas que portaban los encapuchados. Sombras, fantasmas, espíritus y recuerdos, envolvían en una niebla espesa a Draco. Desnudo y valiente, afrontaba su destino de frente, apretando los dientes para que el temblor no se extendiese a su mandíbula, para que el dolor no pudiera escapar de su boca, para que el terror no pudiese más que su castigo, su caída al abismo más profundo.
Casi no podía vislumbrar rostros, las personas, estaba tan absorto y concentrado en la difícil tarea de sujetar su disfraz que por un segundo, creyó haber olvidado el por qué de su lucha interior.
"Hermione", se dijo, "Esto es por Hermione, todo esto es por Hermione", repitió recorriendo velozmente el recuerdo de su sincera sonrisa, de su dulce mirada, de la calidez de su pecho, ese calor familiar que desprendía su cuerpo, el juego de caminos y curvas de su cintura, de su cadera, los surcos de su espalda...el latido permanente de su corazón, atrapado en la palma de su mano.
Cuando quiso volver al momento presente, la dura realidad lo reecontró con la verdad. No, ella no estaba a su lado ni iba a estarlo. Ella estaba muy lejos de él, cada vez más, más y más lejos. No, no la encontraría estirando el brazo, buscándola por debajo de la sábana o recorriendo los pasillos por donde ella caminaba hacia sus clases. No estaría al alzar la cabeza y enfocarla con la mirada.
No. No. No. ¡No! No...
El canto rompió su ensimismación.
Una daga yacía en el altar, junto a un pañuelo negro y una pequeña caja de madera.
Las palabras chocaban contra su cabeza, su mente intentaba descifrar la clave de aquella extraña invocación. Se sintió aturdido, lleno de miedo. Al fin solo, frente a sus temores. Cara a cara con el miedo.
El canto fue disminuyendo su volumen hasta apagarse y sumir a Draco en un silencio aún más aterrador.
Sus ojos color acero no cesaban de observar los objetos que estaban sobre el altar. Ahí resposaba su futuro.
Ni imaginaba lo que le sucedía a su alma, en la distancia. En la distancia, ella, arrodillada, con las palmas de las manos juntas, muy cerca de la boca, ojos cerrados, respiración ausente, murmuraba oraciones, le llamaba, imploraba a Dios que le protegiese, a pesar de todo.
En la distancia, lágrimas amargas resbalaban por sus mejillas, derramándose por su piel, arrastrando el dolor.
Draco, Draco...su alma.
El Slytherin sintió la corriente de aire en su cuerpo y se estremeció cuando el Lord clavó sus ojos rojos en los suyos. Observó la sonrisa malévola, los colmillos cual vampiro, el corazón inexistente, sin piedad, sin compasión, sin perdón.
Una nueva invocación resonó en el estrecho habitáculo y Draco pensó que era su sentencia.
"Mortífago serás y el nombre del Lord grabarás con sangre en tu piel". Lo rodeaban sus miedos. Agachó la cabeza cuando el Lord habló en el lenguaje de las serpientes. Oyó como el reptil se deslizaba en el suelo y quiso mirar, pero permaneció en su lugar, quieto y en silencio.
El síseo de la serpiente pareció colorarse en su oído, como la voz arrastrada de Lord Voldemort, que esbozaba una sonrisa triunfal ante su nuevo siervo.
"Draco", sollozó Hermione, apenas perceptible para ella era el dolor agudo de sus rodillas, clavadas en el frío suelo, la ahogaban el mar de lágrimas, la furia y la tristeza.
Taparon sus ojos con el pañuelo negro y el Lord le ordenó que se inclinase ante él. Así lo hizo.
"Te quiero", Hermione se mordió el labio.
Casi al mismo tiempo, se derramaron sus sangres. ¿Sangre limpia¿Sangre impura?
La hoja metálica de la daga rozó su brazo extendido y de pronto, Draco lo sintió, penetrando en la delgada línea entre su dermis y su epidermis, rasgando su piel. Sintió el líquido caliente resbalando.
Ella lo sintió dentro de su boca y gritó, clavando las uñas en la pared.
Draco no supo qué ocurrió, oía voces pero no entendía nada. Creyó que la serpiente le rodeaba, sintió el brillo maligno de sus ojos clavados en él pero no podía moverse, no podía hacer nada, clavado allí.
- Siempre fiel a mi Lord, siempre fiel... - murmuró, sin saber por qué.
Y de pronto, algo le atravesó, el cuerpo, el alma inexistente, de pies a cabeza, lo recorrió un escalofrío mortal. Gritó. Le ardía el brazo, como si un hierrro fundido estuviese encima de su sangre y le quemara vivo. Gritó y sintió lágrimas arraigadas en sus ojos, lágrimas que no derramó, pero que empañaron el pañuelo. Draco tuvo la intuición de que aquella venda tan sólo servía para aquello, para ocultar las vergonzas lágrimas de dolor.
Volvió a gritar, un grito exasperado y profundo, un grito que Hermione creyó sentir, cuando se abrazó a ella misma, en aquel rincón de su habitación secreta, que olía a restos de su amor.
Le quitaron la venda de los ojos. Draco tardó en acostumbrarse, de nuevo, a la penumbra. El Lord le ordenó que se levantase, así lo hizo. En la caja de madera se había guardado su sangre, muestra de su fidelidad, muestra de que ahora le pertenecía a Lord Voldemort y a nadie más.
Draco respiraba agitado. El Lord sonreía.
Draco observó, de soslayo, como un trozo de piel en su antebrazo se volvía negro y de pronto, una tétrica calavera blanca se dibujaba en el mármol.
- Bienvenido, Draco, - le susurró su amo - ahora eres uno de los nuestros.
"Bienvenido al infierno".
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Draco no volvió esa noche. Hermione se quedó estática, abrazada a la almohada en la habitación del piano. Lloraba y lloraba y no podía parar. Recordaba cómo Draco se había incorporado de la cama, se había vestido, la había besado en la frente y le había susurrado que la amaba y como después, había abierto la puerta y se había marchado.
Y a cada segundo, el dolor aumentaba. Algo dentro de ella le decía que Draco estaba más lejos que nunca. Estaba tan lejos que apenas podía sentirle.
Le llamó, con voz débil, le llamó una y otra vez, mientras murmuraba frases de imposibles: "Vuelve", "No lo hagas", "Escapémonos"...Pero ya era tarde y lo sabía. Quizá era el remordimiento lo que la carcomía por dentro, lo que le impedía conciliar el sueño. El remordimiento porque sabía que una palabra suya hubiera bastado para evitar lo inevitable. Sí, podría haberlo confesado a Dumbledore y entonces...¿entonces qué? Lucius Malfoy habría matado a su hijo por desafiarle, Lord Voldemort, mismo, habría mandado ejecutar al traidor, ya que en el mismo Hogwarts había mortífagos.
No había otra solución, intentaba pensar pero...¿cómo no podía haberla? Recordó las palabras del pianista, en una noche fría, de música nostálgica: "Nada es imposible, Hermione, nada".
El amor entre un sangre limpia y aquella sangre sucia, parecía imposible, pero no lo era. Era un hecho que era posible y hecho estaba, estaban enamorados. Pero su amor...su amor sí era imposible, por lo menos, a ojos de los demás sí.
No me abandones así
hablando sola de ti.
Ven y devuélveme al fin,
la sonrisa que se fue.
"No me abandones...", "Nunca te abandonaré, nunca". ¿Mentiras¿Verdades? Ya no sabía qué creer, qué pensar ni qué sentir. Sólo quería que él volviese, que la abrazase de nuevo, que todo volviese a ser como antes¿antes de conocerse? No. No. Antes de...antes de caer.
Una vez más,
tocar tu piel
y hondo suspirar.
Recuperemos lo que se ha perdido.
"Por favor, vuelve, vuelve...". Vanas ilusiones, inútiles quimeras. Él volvería para no quedarse jamás. Nada volvería a ser como antes. Ahora que él se convertía en mortífago, la lucha contra ella era abierta. Era su deber luchar contra ella, no debía amarla, no debía...tocar su piel, ni suspirar...no debía...pero lo hacía.
¿Podrían recuperar lo que habían perdido?
Regresa a mí.
Quiéreme otra vez.
Borra el dolor
que al irte me dió
cuando te separaste de mí.
"Regresa a mí...", "Quiéreme, otra vez...", "Borra el dolor, que al irte me dió, cuando te separaste de mí...". ¿Loca¿Muerta en vida¿Enamorada¿Cuál era la respuesta¿Quizás todas lo eran?
Dime que sí.
Yo no quiero llorar
Regresa a mí.
Y lágrimas y más lágrimas...y súplicas, y más lágrimas...
Extraño el amor que se fue
Extraño la dicha también
Quiero que vengas a mí
y me vuelvas a querer
¿Dónde quedaban los momentos felices? Sí, aquella dicha, aquella alegría cuando rodaban por la habitación, cuando llenaban de música las paredes¿dónde quedaba la dicha¿Dónde se fue el amor?
No puedo más,
si tú no estás.
Tienes que llegar.
Mi vida se apaga
sin ti a mi lado.
No había versos tan ciertos ni dolor tan real.
No había esperanza sin él, no había futuro, no había nada. La vida de Hermione no tenía sentido sin él. Su mundo se había reducido a los ratos junto al piano, junto a él. Y ahora, cuando él parecía tan lejos de volver...la vida se apagaba.
Regresa a mí.
Quiéreme otra vez.
Borra el dolor
que al irte me dió
cuando te separaste de mí.
Dime que sí.
Yo no quiero llorar
Regresa a mí.
"Regresa...". Pero sólo valía el recuerdo, sólo podía abrazar su recuerdo.
No me abandones así
hablando sola de ti.
Devuélveme la pasión de tus brazos.
Y quédate...aquí.
Regresa a mí.
Quiéreme otra vez.
Borra el dolor
que al irte me dió
cuando te separaste de mí.
Dime que sí.
Yo no quiero llorar
Regresa a mí.
No me abandones...regresa a mí.
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Destrozada, no pudo conciliar el sueño. Arropada por sus amigos, observó como se consumía el fuego de la chimenea, poco a poco, como su vida se reflejaba en las bocanadas flameantes.
En un sofá, a la izquierda Harry, a la derecha Ron, ella en medio, los tres amigos mantenían un cómplice silencio, que ninguno interrumpía. Abrazándola, dándole todo el ánimo que podían, Hermione se sentía algo más fuerte, y menos sola.
Le esperaba aquella noche, en las que tantas lágrimas había derramado, con la esperanza de volver a verle y que todo fuese distinto, para bien. Que Draco regresara a ella y todo fuese como al principio, una confusa locura. Una locura apasionada, una pasión prohibida, una prohibición inclumplida, un secreto, una habitación, un piano...y un pianista.
Casi sin darse cuenta, ladeó la cabeza hacia su derecha y topó con el hombro de Ron, que no tardó en alzar su brazo y dejarla bajo éste, con su cabeza en su pecho, las manos juntas y los ojos cerrados.
Ron pensó en todo lo que estaba viviendo su amiga y deseó que las cosas hubieran sido distintas para todos. Pensó en Hermione, en su naturalidad, en su entusiasmo y su energía y la vió, abrazada a él, desconsolada, con los ojos hinchados de tanto llorar por un chico al que no debía amar. Pensó en Parvati y sintió un nudo en el estómago, en su sonrisa sincera, su mirada escurridiza y en su afán aventurero y la vió, dormida, suspirando entre las sábanas de sus sueños. Pensó en Malfoy, en la frialdad de sus ojos, en su orgullo venenoso y su risa burlona y le vió, bajo un árbol, manchado por gotas de lluvia, con unos sentimientos que ni podía imaginar que sintiese nunca.
Y después...pensó en él mismo, en su pelo rojo fuego, en sus paradas magistrales y su amor férreo por su mejor amiga y se vió, abrazado por la niña que más amaba en el mundo, a medias roto, a medias fortalecido.
De pronto, Hermione se estremeció, abrió los ojos y con expresión aterrada, se apretó contra su amigo.
- Herm...Herm¿estás bien? - le preguntó el Weasley, tocándole el brazo.
Ella volvió a estremecerse y asintió rápidamente.
- Sólo ha sido...una...sensación extraña. - dijo con voz susurrante. - Como si estuviese cayéndome...
- Herm, tranquila, - le dijo, tranquilizante, Harry. - todo está bien, no pasa nada.
Irónicas palabras de Harry. "Todo está bien, no pasa nada". Mentira...nada estaba bien, Draco no estaba allí.
- Creo que...vuelve. - murmuró Hermione, al tiempo que se separaba del abrazo con su amigo y se incorporaba.
- Herm...
- Sí...creo que vuelve. - afirmó, convencida.
- Herm¿cómo lo sabes? - le preguntó Harry, titubeante.
- Lo sé...lo presiento.
Se destapó y se colocó las zapatillas, al tiempo que se abrochaba el lazo de la bata que llevaba puesta.
- Voy a ir...tengo que ir. - repitió.
- Voy contigo. - le dijo Ron, dando un salto del sofá.
- Yo también... - apuntó Harry, imitando a su amigo.
- ¡No! - negó Hermione. - No...debo ir sola.
- Pero Herm... - replicaron ellos. - No, no...esto es algo que debo hacer sola. Gracias pero... - se volvió hacia ellos. Parecía más sabia que nunca. - debo seguir ahora, sin vosotros.
Aquel era el primer paso...para enfrentarse a sus miedos.
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Caminaba en la oscurida, sabiendo que aquello estaba prohibido en Hogwarts y se castigaba con la expulsión. Sin embargo, en aquel momento, poco le importaba. Conocedora de todos los secretos de la noche, se desplazaba entre los pasillos, acariciando las paredes con las manos, deslizándose cual amazona furtiva, deteniéndose en seco ante la más mínima amenaza de ser vista por los prefectos o profesores de guardia.
Comenzó a sentir presión en el estómago, cuando ya llegaba a la morada del pianista. ¿Estaría Draco esperándola, tal y como había intuido su corazón, o sólo habría sido una imaginación suya?
Se detuvo, en la esquina próxima a la puerta de la habitación oculta. Pensó en volver atrás, regresar a la sala común y esconderse debajo de las mantas, dejando a sus fieles amigas arroparla.
Lo pensó un breve segundo. Luego suspiró. Ya había tomado una decisión y no había marcha atrás. Se cuidó de mirar antes de entrar y, acto seguido, giró el pomo del portón y se escurrió dentro del cuarto, cerrando la puerta, tras de sí.
Intentó calmar su respiración agitada, para que no la traicionaran los nervios. Deslizó una mano en el bolsillo de su bata y apretó fuertemente, la vela y la varita. Era el momento. Apenas podía hablar.
Murmuró un hechizo y el fuego que derramó la varita, prendió la llama en la vela.
Se hizo la luz y, dentro de ela, todo volvió a quedar en tinieblas.
Sollozó su nombre, al no verlo en la estancia y se dijo, mentalmente, que era una verdadera estúpida.
Le temblaban las manos y temió quemarse con la cera caliente que desprendía la vela, con cuidado de no manchar la tapa negra inmaculada del magnífico piano soltó la vela encima de éste.
Al soltarla, se sintió nuevamente vacía y más hundida que nunca.
Observó el sofá. Estaba igual que la última noche. Todo estaba igual. El ventanal, las mantas, las partituras, los libros en la estantería...todo seguía igual, igual de muerto.
Al flaquearle las rodillas, derrotada por la fuerza de los recuerdos, se agarró al piano y acabó sentándose en el sillín dodne tantas noches se había sentado a tocar, su pianista.
Se tapó la cara e intentó no llorar, pero le fue imposible.
- Draco...
Las lágrimas saladas cayeron por sus mejillas y, ahogada, exhaló la canción que le arañaba el alma.
- No me abandones así...hablando sola de ti...ven y devuélveme al fin, la sonrisa que se fue...
Tragó saliva y sollozó.
- Una vez más, tocar tu piel y...hondo suspirar...recuperemos lo que se ha perdido.
Posó sus dedos en la tapa del piano y observó el reflejo plateado de la luna en el cristal.
- Regresa a mí...quiéreme otra vez. Borra el dolor, que al irte me dió, cuando te separaste de mí..dime que sí...
Su canto no era más que una llamada.
- Yo no quiero llorar...regresa a mí...
Una llamada de socorro.
- Regresa... a mí...
Entonces, lo sintió. Giró la cabeza y abrió la boca, sin pronunciar palabra.
Su llamada había sido escuchada.
Creyó que en ese segundo se congelaba en el tiempo. Que por un momento, el mundo se detenía y sólo ellos, con sus miradas sorprendidas e indescriptibles, sobrevivían al eclipse.
Creyó que era un sueño. Sí, una maldita alucinación más. Pero, en sus sucesivos parpadeos, comprobó, que aquel muchacho que estaba parado a pocos metros de ella, era tan real como el piano mismo donde se hallaba derrumbada.
- He vuelto... - suspiró él.
Y, entonces, Hermione recuperó, en una oleada, la vida.
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Se levantó de un salto y corrió hasta él. Con ansiedad, le abrazó y cerró los ojos fuertemente, sin evitar las lágrimas que salpicaron sus ojos, sollozando, murmurando el nombre de su amado pianista, una y otra vez, junto con palabras sin sentido, que su mente y su corazón, mezclaban en un llanto nervioso y lleno de emociones encontradas.
Él, mientras, valiente, aguantaba el dolor de su brazo, que con malignas punzadas, le recorrían de arriba a abajo. Sin embargo, fue enredándose en las palabras y las lágrimas de Hermione. Él, a su manera, también había recuperado la vida aunque, en realidad, estuviese muerto.
Recobrando las fuerzas, que creía perdidas en el momento que le dijo "Adiós", correspondió al abrazo de la morena e incluso, la apretó con más ansiedad que ella misma. Pronto, su hierro comenzó a fundirse y sus lágrimas cristalinas resbalaron lentamente por el mármol de su piel.
- Draco...creí que no volverías...
Tan sólo había pasado un día desde la última vez que habían estado juntos en aquella habitación, contemplando aquella luna y llorando amargamente, sin embargo, parecía una eternidad.
- Sh...sh...ya estoy aquí...ya estoy aquí...
Ella le besó, tocándole el rostro con las manos. Temblaba. De emoción, de amor...Temblaba, sin atreverse a sonreír por miedo de las consecuencias, ya que parecía que su felicidad estaba maldita, embrujada, que cada vez que sonreían, el destino los golpeaba con más ahínco.
Volvió a llorar después de probar de nuevo, la calidez de sus labios y Draco hundió la cabeza en su cuello, aspirando su dulce aroma, para él, el más lindo de los perfumes. Y no pudo evitar una sonrisa de alegría, a pesar de todo.
Abrazados, el destino parecía menos duro, el camino parecía menos oscuro y el miedo parecía no habitar en sus corazones. Sin embargo, su abrazo se rompería y las dudas, la incertidumbre y el frío cuchillo del miedo, volvería a ellos.
No querían hacer nada más. Ni siquiera hablar, ni siquiera mirarse, o besarse...nada. Nada de nada. Sólo querían abrazarse, sentir el latido del otro, sentir que estaban vivos, que estaban juntos, que su sueño no había muerto.
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- Herm no vuelve... - murmuró Ron.
Harry asintió, mirando los restos del fuego.
- Creo que deberíamos acostarnos. - afirmó Harry.
- Pero¿y si ella...? - preguntó el pelirrojo sin convencerse.
El niño-que-vivió puso una mano en el hombro de su amigo.
- Ron, vamos, está todo claro. Malfoy ha vuelto y ella pasará la noche con él. Mañana la veremos.
Ron se quedó en silencio e imitó el movimiento anterior de su amigo. Miró las cenizas que comenzaban a acumularse en un rincón de la chimenea.
Harry rompió su concentración, avisándole que iba a dormir y ofreciéndole que fuese con él. Pero Ron dijo que iba a quedarse un rato más, pensando.
- ¿En Hermione...?
- En todo.
Despidiéndose, el moreno subió las escaleras. Ron escuchó como abría y cerraba la puerta de la habitación. Y es que el silencio era tal...que los ruidos en la noche se hacían más evidentes que nunca.
Harry tenía razón. Malfoy debía de haber vuelto y Herm pasaría con él la noche. No supo por qué pero, no le dolió tanto imaginarla junto a él. No como las otras veces, cuando lo descubrió. Aquellas noches en las que había fingido dormir, mientras recordaba la noche en que los había visto besarse, camuflados en la oscuridad, como era ya habitual.
Tuvo miedo. ¿Estaría desapareciendo el amor por Hermione? Suspiró. Hermione había sido su primer y por el momento, único amor. Eso era algo que nada ni nadie podría cambiar nunca. El primer amor es algo que jamás se olvida. Él nunca olvidaría a Hermione, por supuesto, pero sí que dejaría de sufrir imaginándola en brazos de alguien que no fuese él. Sí. Era inútil. Y es que...es mejor un fin con dolor, que un dolor sin fin...
Sobresaltando su ensimismación, un sonido lo alertó. Rápidamente se giró, varita en mano, hacia la dirección del ruido. Respiró aliviado cuando observó la causa de su nerviosismo.
- Perdona, Ron...no sabía que estabas despierto.
- No, no...no pasa nada, Parvati.
La chica sonrió tímidamente. Estaba en pijama, en mitad de la escalera, con las mejillas rojas.
- ¿No puedes dormir? - le preguntó Ron con dulzura.
Parvati sonrío, de nuevo, con un poco más de fuerza. No sabía cómo, después de todo lo ocurrido, Ron seguía hablándole de ese modo tan tierno. Asumió que él era así, cariñoso por naturaleza.
- No, no puedo.
- ¿Insomnio?
- Una mala noche...
Su mirada tranquila la animó a terminar de bajar las escaleras y sentarse en un sillón que también bordeaba la chimenea.
- Se ha apagado... - habló Ron, refiriéndose a la humeante "estufa". - si quieres, la enciendo.
- No, no te molestes.
- ¿No tienes frío?
- Ahm...un poco pero.
- Bueno, toma. - dijo ofreciéndole la manta que lo cubría a él.
Ella titubeó.
- Tengo una idea mejor...sino te molesta, me siento a tu lado y así...ninguno se queda sin manta.
Ron asintió.
- Me parece bien. Venga, te hago hueco...
De un pequeño salto, se colocó en la otra esquina del sofá rojo y se tapó con la manta de colores, que había tejido Hermione en su época salva elfos.
- Qué bien se está. - murmuró Parvati, entrecerrando los ojos y acomodándose.
Ron sonrió. Ambos callaron, mecidos por la calma nocturna.
- Hermione...no duerme hoy en la habitación, tampoco. - murmuró la Gryffindor.
- No. - dijo Ron, secamente.
- No te preocupes, no voy a decir nada...
- No, no te preocupes tú, no desconfío de ti.
Parvati arqueó las cejas.
- No te culparía por hacerlo. Es bastante lógico.
- No, no. No sería justo. No encasillo a las personas por sus errores. Yo también los cometo.
- Yo me he equivocado demasiado.
- Pero lo has intentando enmendar.
Parvati se mordió el labio.
- Hay cosas que...no se pueden enmendar. Todo el daño que le he hecho a Hermione y a...Draco Malfoy. No... - negó con la cabeza. - No puedo enmendarlo, Ron. Todas las lágrimas que ella derramó por culpa mía...su dolor, tu dolor...mi dolor...
- No te tortures...Herm no te guarda rencor ni te odia.
- Ya. Pero yo sí...yo sí me odio. Soy una mala persona...he querido el mal de otros, les he hecho daño a propósito e incluso he llegado a disfrutar con su dolor. Éso...es bastante para...
- Estás intentando cambiar y has pedido perdón. Estás arrepentida...Parvati, no te estanques, no hagas de tus errores, tu destino.
Ella le miró a los ojos. Le quería mucho. Su amor también estaba cambiando. Era más maduro, más consciente. No tan desesperado ni ciego. Sin embargo, sabía que no podía esperar nada de él. Ron seguía enamorado de Hermione y, estaba comprobado que ella no tenía esperanzas con él.
- Ron...yo...me gustaría mucho ser...tu amiga. - murmuró torpemente.
El pelirrojo sonrió.
- Ya lo eres.
- De verdad...me gustaría mucho...que, hablásemos, confiásemos el uno en el otro y...aunque no puedo pedírtelo, haré todo lo que pueda para demostrarte que...he cambiado.
Ron le cogió la mano y la apretó contra la suya, en un gesto tierno.
- Cuenta conmigo.
Ambos sonrieron y comenzaron a hablar. Hablar de todo. Clases, exámenes, vacaciones, mundo, ellos...y poco a poco, a medida que las velas iban consumiéndose, fueron cayendo dormidos en un agradable sueño.
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La acarició. Ella no le había soltado de la mano. Respiró aliviado al comprobar que los moratones de los golpes del repugnante Zabinni, comenzaban a extingirse y no dejaban huella visible.
- Lo hubiera matado... - susurró acariciándole el cuello.
Ella pareció teñir de contradicción sus ojos marrones.
Draco sonrió y negó.
- No...pero sí lo habría torturado, como hizo contigo. Al menos eso...¿no?
- La violencia engendra violencia. - murmuró Hermione, sabia. - No quiero más peleas. Sólo da pie a más...
Ella le tocó el labio, con la mano libre. Lo recorrió con la yema del dedo y cerró los ojos, esbozando una sonrisa.
- Adoro verte sonreír. Ojalá lo hicieras siempre, siempre...
Callaron y se siguieron tocando, con lentitud, con suavidad, como dos amantes que se hubiesen reencontrado. Como lo que eran en realidad.
- Te amo. - dijo Hermione.
Draco sintió como sus dos palabras, lograban que un escalofrío le recorriese entero. Un escalofrío grato. Y para contrarrestar, sólo pudo decir lo mismo.
- Te amo.
Buscó sus labios, girando levemente el rostro. Danzaron en la boca del otro, unos minutos que transcurrieron en plena complicidad.
Comenzaba a vislumbrarse el sol del amanecer, por detrás de las montañas. Aún tardaría unas cuantas horas en alcanzar su cúspide, sin embargo, ya los alertaba de que su separación estaba cerca.
Prefirieron ignorarlo, por un rato.
Continuaron hablando en murmullos, con frases cortas y después, cascadas de besos, sonrisas, miradas, suspiros...
- ¿Y ahora qué...? - preguntó Hermione, de repente.
Draco no supo que responder.
- Ahora...
Sí, ahora. ¿Ahora qué?
- Déjame verla.
- ¿El qué? - Draco sabía muy bien lo que quería ver Hermione.
- La marca.
Él la miró unos instantes y acabó negándose.
- No quiero.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero que la veas y pienses en ella.
- No me ocultes la realidad, Draco, por favor.
- Herm...
- Por favor...
Él suspiró y bajando la vista, volvió a negarse.
- No hay secretos, Draco, no entre nosotros. - sintió que las lágrimas volvían a ella y sollozó débilmente. - Por favor, no quiero que haya secretos...no quiero...otra vez mentiras...
Draco la abrazó, acunándola contra sí.
- Es que...no quiero que sufrás más, Herm...no quiero.
- Tarde o temprano, Draco.
- Prefiero que sea tarde.
- Y yo prefiero no ignorar cuál va a ser nuestro futuro.
Hermione se enderezó, sentándose en el sofá cama. Draco agarró la almohada y hundió la cara en ella. Sabía que ella tenía razón, como siempre y sabía que tenía que hacerlo. Pero no quería.
Se alzó, hasta quedar frente a ella.
- Es el izquierdo¿verdad?
Draco asintió.
Ella le tomó el brazo con cuidado. Con valentía comenzó a remangarle el brazo de la camisa. Su brazo pálido se vio, de repente, surcado por unas líneas negras. Entonces le dio la vuelta, encontrándose con el antebrazo y viendo, claramente, la caravela.
Hermione no pudo evitar temblar y mordiéndose los labios, se impidió gritar o llorar. Observó el grabado, lo miró fijamente, aquel tatuaje maldito, aquella marca que los separaba para siempre.
- Ya basta.
Draco retiró el brazo y volvió a colocarse la manga de la camisa.
Hermione tragó saliva. - ¿Te...dolió?
- No. - mintió. - No, no duele.
- ¿Cómo es...la ceremonia?
Draco no supo qué decir.
- Ehm...no sé, es...silenciosa, fría...no sé, Hermione, no sé...no me preguntes.
- Draco... - pero ella tampoco quería seguir preguntando. -
- Ahora todo va a ser más fácil. Lo llevaremos en secreto y...yo me las apañaré para engañar a mi padre y a...quien-tú-sabes.
- ¿Cómo?
- No sé...yo...
- Tú tienes que espiarme, Draco. Sabes que esas son tus órdenes. A mí y a Harry.
- Mentiré.
- Pero...¿y si...y si te pillan¿Y si descubren que mientes?
- No me descubrirán. - él le tomó la cara y la besó en los labios. - Tranquila, Herm, todo va a salir bien.
- Tengo miedo...
- ¿Tú? No. No tienes miedo. Eres valiente, eres toda una leona Gryffindor¿recuerdas? Llevas la valentía en la sangre.
- Y también te llevo a ti. Dentro. En mi sangre. Draco...¿y si nos descubre?
- No...no...
Hermione calló y de pronto, recordó la idea que había tenido, la noche que había reflexionado sobre ellos.
- Pensé que podríamos haberle dicho a Dumbledore...
- No.
- A lo mejor él...hubiera podido...
- No, Herm.
Le miró a los ojos.
- Draco, no sabemos...
- Sí, sí sé. Dumbledore no habría podido hacer nada. La única opción era negarme y...si me negaba, era muerte segura. Era traición.
- Pero...¿y si te descubren y... - le dolió el alma de pensarlo - te matan?
- Prefiero, vivir un día y tenerte, que vivir cien días y renunciar a ti.
" Prefiero, vivir un día y tenerte, que vivir cien días y renunciar a ti. "
- ¿Lo entiendes, Herm¿Lo entiendes? No me importa nada, sólo me importas tú. Sólo tú. Tú eres mi vida y...lucharé por ti, me cueste lo que me cueste y me arriesgue, a lo que me arriesgue.
Se abrazaron de nuevo. Un largo rato. Después jugaron a los besos. A los besos encadenados, los besos desesperados, los besos apasionados...
Y después...llegó la luz y llegó el adiós, hasta la noche siguiente.
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Hermione vio, nada más cruzar el umbral de la sala común, como Ron y Parvati, dormían en el sofá. Los observó y sonrió. Le pareció la imagen más bella que había visto nunca, después de Draco, regresando.
Se encerró en la ducha y dejó caer el agua sobre su cuerpo, caliente y liberadora. No había dormido nada, pero se sentía más fuerte que nunca. Draco le había dado fuerzas y alas para seguir volando.
Oyó voces. Eran sus compañeras que iban a despertarse, bajo el chorro de agua, siguiendo su ejemplo.
En ese momento, Dean Thomas despertaba a los trasnochadores Ron y Parvati. Ella dio un brinco, preguntando la hora y corrió, casi sin despedirse, a prepararse para las clases. Ron tardó más, primero golpeó a Dean con la pierna y después se escondió debajo de la manta, murmurando: "Harry, cinco minutitos más...". Dean lo dejó en el sofá, mientras volvía riendo a su habitación.
Harry fue el que logró despertar al pelirrojo, con un grito ensordecedor en su oído¡Te has quedado dormido!
En el desayuno, todo parecía haberse encauzado. A pesar de la cara dormida de Ron, el día pintaba magnífico bajo los primeros destellos de la primavera que se acercaba.
- Te veo muy contenta, Hermy. - dijo Lavender, con su llamativo tono rosa de sombra de ojos.
- ¿Sí? - dijo ésta distraída. - No sé...serán las clases que me alegran.
- Oye...Ronnie...has dormido en muy buena compañía esta noche...¿no? - dejó caer Dean Thomas, a la vez que se servía zumo de calabaza.
Ron se manchó de mermelada la manga de la túnica y fulminó a Dean con los ojos. Parvati se sonrojó. Harry carraspeó, cambiando el tema.
- Qué bonito es el día¿no?
En la mesa de Slytherin, Pansy esbozaba una amplia sonrisa por el regreso de Draco. - ¿Qué tal te fue, Draco? - preguntó con voz venenosa, Zabinni - ¿Disfrutaste con tu visita?
El rubio apenas levantó los ojos de su plato, mientras manejaba el tenedor y el cuchillo. Asintió.
- Mucho, Blaise. Muchísimo.
Sabía perfectamente que ese mismo fin de semana, Zabinni también había recibido la marca, como la finalización de su entrenamiento como mortífago. Y sabía, muy bien, que él sí estaba muy feliz con su entrada en el ejército de Lord Voldemort.
- Pues...¿sabes?Se te ve un poco pálido...¿no estarás enfermo, verdad?
Pansy paseó su mirada azul por los rostros de los dos comensales y esperó el movimiento de Draco.
- No creo. Estoy mejor que nunca.
- ¿Sí? Te comprendo perfectamente. Últimamente estoy más satisfecho y feliz que nunca. ¿Será algo que flote en el ambiente¿O algo que pulula por los pasillos?
A le mente le vino, el recuerdo de las magulladuras de Hermione. Levantó la vista, chocando con la mirada reptil de Zabinni.
Empuñó el cuchillo con su mano derecha y lo apoyó en el mantel de la mesa. Le brillaron las pupilas.
- Malfoy, no sé cómo aún te hablas con este sujeto... - habló Pansy. - Éste traidor, que sólo busca tu mal.
Al alzar Pansy la voz, algunos miembros de la mesa de las serpientes giraron sus cabezas hacia Malfoy y Zabinni.
- Será, Pansy querida, que en el fondo, nuestro adorado Draco me aprecia.
Draco bufó.
- Qué más quisieras, Zabinni. Eres escoria.
La campana anunció que era hora de entrar a clase. En el aire quedó la discusión. En el aire quedó la cuenta a saldar que Zabinni le debía a Malfoy...y Malfoy se la había pagar muy caro, muy caro.
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El día pasó veloz. Draco y Hermione se concentraron en atender a las clases y así lo hicieron. Por la tarde, después de que Draco disfrutase de una tertulia con sus compañeros de equipo, a excepción de Zabinni, que no pisó la sala común de Slytherin y Hermione ayudase a Ron y Harry con los duros exámenes, los amantes tuvieron un encuentro casual en el poco concurrido, tercer piso. Ellos sabían muy bien hasta dónde podían llegar con sus encuentros y aunque aquello era un error, no pudieron evitarlo.
Besos, abrazos y caricias, detrás de uno de los callejones de los pasillos interminables y después, ella primero, él al rato para no levantar sospechas.
Aprovechando que Harry y Ginny habían salido a los terrenos de Hogwarts para dar un paseo, Ron conversó con Parvati en la biblioteca aunque, enfadada por su creciente murmullo, la señora Pince les recomendó que saliesen a parlotear a otro lado y ambos, mitad avergonzados, mitad debertidos, salieron de la biblioteca para pasear por el castillo y acabar riendo en la sala común, en el mismo sitio donde habían amanecido.
"Un día perfecto", sonrió Hermione cuando se sentó a cenar en compañía de sus amigos, que mantenían su mismo pensamiento y, a excepción de un triste Dean Thomas.
Durante la comida que cerraba la jornada, Albus Dumbledore reclamó su atención. Todas las cabezas giraron en dirección a la mesa que presidía el Gran Comedor.
- Queridos alumnos y alumnas. Sabemos que este no es, precisamente, un año fácil para nadie...
Dumbledore captó su atención, hablando sobre los desequilibrios en el mundo mágico y la falsa tranquilidad que se respiraba en Hogwarts.
- Sé, por tanto, que entre todo ésto y la ajetreada vida de los trimestres escolares de Hogwarts, vuestras jóvenes almas se aburren soberanamente mientras caen en la rutina diaria. Así, por tanto, atendiendo a las ideas de un grupo numeroso de alumnos que nos han rogado clemencia a los profesores, - y dirigó su mirada, directamente, al grupo travieso de chicas del Comité de Chicas Huffellpuff - hemos decidido hacer una pequeña... - y antes de que pronunciara la palabra, la mesa de Huffelpuff ya daba gritos de alegría - fiesta.
El murmullo se extendió por todo el salón. - ¡Al fin podré estrenar mi nuevo modelito! - chilló Lavender emocionada.
- ¡Este año caes, caes! - murmuró Dean, para sí mismo y para la chica desconocida con quien "hablaba".
- Por Merlín, otro baile no... - sollozó Ron.
- Por favor, por favor, - continuó el director. - silencio. Los organizadores de la Fiesta de Primavera serán los prefectos, dirigidos por los dos premios Anuales de este año, Draco Malfoy y Hermione Granger.
A ambos les llegó la punzada. Y se buscaron con la mirada. Eso significaba más horas juntos. Zabinni lo captó y sonrió, maligno, pues ya planeaba algo.
- La fiesta será el día 21, día de la primavera como todos sabéis. Dicho ésto, dejo en manos de los organizadores las ideas restantes. Gracias. Podéis terminar la cena y volved a vuestros dormitorios.
- Una fiesta. Va a ser genial. - sonreía Lavender, apretando el brazo de su novio, que no sonreía tanto.
- Odio los bailes. - le murmuró Harry a Ron.
Ginny carraspeó.
- ¿Este año me invitarás o tendré que volver con...? - no pronunció el nombre de Neville pero Harry enseguida lo entendió.
- Antes de que te lo pida nadie...Ginny...¿querrás venir conmigo al baile? - habló Harry con una sonrisa.
- Oh, - la pelirroja pestañeó excesivamente, en una clara burla. - ¡creí que nunca me lo pedirías!Por supuesto que iré contigo, Harry, cielo.
Entre risas, Hermione pensaba en que ella no podría ir con la persona que quería...aunque, de pronto, se le ocurrió una idea...una propuesta para el comité organizador. Sonrió. Quizá...sí pudiera...
21 de marzo, Fiesta de Primavera en Hogwarts. Ninguno de los presentes imaginaba que aquel día maravilloso se convertiría en la peor de sus pesadillas. Ninguno y menos Draco Malfoy y Hermione Granger.
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¡Hola de nuevo!He regresado y conmigo, el capítulo veinticinco, ya, de nuestro amado Pianista. ¿Qué les ha parecido? Quería señalar algunos puntos sobre el capítulo.
La canción que canta Hermione es la conocidísima "Regresa a mí" (en inglés, la original "Umbreak my heart" cantada por Tony Braxton), que se ha cantado en múltiples versiones, yo me quedo con la última, que interpretan magistralmente los chicos de Il Divo.
La idea del baile de primavera - esta idea está muy trillada en los fan fics de Harry Potter. Sí¿por qué? Nos emocionan los bailes y las fiestas, admitámoslo, sobre todo a las chicas...una oportunidad para ponernos preciosas y conquistar al chico. ¿Verdad? Por ello, me daba miedo caer en la rutina, el aburrimiento y la repetición. Pero era necesario, lo prometo. Es necesario y será trascendental para la historia. Será el principio del fin. Y ya no digo más. Ojalá no les decepcione.
Draco - mortífago. Ya no hay vuelta atrás. Su misión: espiar a Hermione Granger y a Harry Potter. Su idea de mentirle a sus superiores¿descabellada?
Ron y Parvati - aclaro: NO estoy dando pie a una relación entre ellos, al menos amorosa, estoy dando pie a una amistad. Lo que pueda surgir...ya no me hago responsable.
Zabinni - no creáis ni por un momento que nuestro malo malísimo ha caído. Nada de eso, que en esa cabecita loca aún queda mucha maldad para repartir y mil ideas para hacerle daño a nuestros protagonistas.
Os dejo algunas preguntas, para que vayáis sacando conclusiones:
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¿Será la Fiesta de Primavera, la excusa ideal para que nuestros protagonistas estén cerca?
¿Qué ocurrirá el 21 de marzo?
¿Planeará alguna broma pesada Blaise Zabinni?
¿Pasará algo entre Ron y Parvati?
¿Podrá Draco engañar a Lord Voldemort y ocultar su amor con Hermione, a pesar de llevar la marca tenebrosa?
¿Conseguirán Draco y Herm bailar juntos en la Fiesta de Primavera, sin ser descubiertos?
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Mil gracias por vuestra paciencia. Sé que he tardado mucho, no tengo excusa y no prometo nada, porque ahora comienzan las clases, de nuevo, el 15 de Septiembre :( Sólo espero que vuestra paciencia tenga recompensa con este capítulo y los que le seguirán y que no me abandonéis.
Creo que ya lo he dicho todo, espero que no se me olvide nada. Sólo me resta deciros que gracias, de corazón, por vuestro apoyo, que espero vuestros reviews, comentarios, e-mails, felicitaciones, sugerencias, críticas...lo que sea, que El pianista no es nada sin vosotras.
Nos vemos, entonces, en el próximo capítulo, el veintiséis de El pianista o, para las que me sigáis en Prisionera de un Sangre Limpia, en su capítulo, el diecinueve.
Y hasta aquí...me despido, ya sabéis que tenéis mi correo electrónico por si queréis que hablemos a través del messenger ;)
Os adoro. Siempre vuestra
Lira Garbo
Duermes.
Ismael Serrano
Duermes mientras la ciudad golpea el cristal con su llanto.
Ajena a tu sueño, que pena que este milagro de verte dormida en paz no desborde el muro de esta habitación.
Ojalá que mañana,
cuando te despiertes,
duerma mi dolor.
Duermes y bajo el flexo una estudiante reza a la locura de huir con los muchachos del camión de la basura.
Y mientras los bares entierran la culpa de esta gran ciudad,
tantas soledades, sin saber que duermes, no pueden amar.
Duermes.
Insomne cruzo la casa y te busco intranquilo porque sueño a tu lado aunque no duerma contigo.
Duermes.
perdona mi maldita costumbre de despertarte,
porque tengo miedo o porque llego tarde.
Duermes.
y un hombre escribe versos frente a una computadora.
Temblando en la pantalla, abre la caja de Pandora y en un cuarto de hotel busca el sin vida en el mini bar el rumor de las olas, una pareja que esta noche, no dormirá.
Duermes.
y un hombre llora en un taxi mientras suena la radio.
Una mujer desnuda, lo detiene en un semáforo.
Nadie sabe que duermes.
No consta en los diarios qué lástima la gente, que nunca besará, la paz sobre tus párpados.
Duermes.
Insomne cruzo la casa y te busco intranquilo porque sueño a tu lado aunque no duerma contigo.
Duermes.
perdona mi maldita costumbre de despertarte,
porque tengo miedo o porque llego tarde.
