Capítulo 2
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… Tora-Saru-I…
Aquel extraño susurro se mezclaba con palabras que escuchaba claramente y olvidaba de inmediato, en sus ojos danzaban imágenes que quedaban reducidas a manchas y borrones de colores que no recordaría al despertar.
El azul del cielo y el brillo del sol se mezclaban con una oscuridad apabullante.
… I-Tatsu-Saru…
Juntó las cejas unos momentos y volvió a relajarse, entrando y saliendo del sueño inducido por sus medicamentos y el cansancio… pero aquel insistente susurro por alguna razón se escuchaba cada vez más y más cercano, distinguiéndose con claridad de las voces creadas por su cerebro soñador. Juntó las cejas y volvió a relajarse, pero una extraña consciencia reconoció que aquel susurro provenía de la realidad y abrió los ojos de golpe, encontrando el techo de su habitación y la escena de noches atrás.
—…Ushi-Tori-I-Uma-Tatsu…
Su cuerpo paralizado solo le permitía respirar con fuerza y sus ojos se clavaron en aquel extraño halo de luz pálida que le mostraba una habitación oscura. Observó en completo silencio la figura que se mantenía frente a ella y no tardó en reconocer, más allá de aquella sombra humanoide, las siluetas de más personas, ocultas por aquella oscuridad que luchaba contra el brillo naranja del fuego.
—No tenemos mucho tiempo.
—¡Hn! —aquel grito se ahogó en sus labios sellados.
La figura que encabezaba a aquellas que observaba en la lejanía, caminó hacia ella y pronto la figura de una mano cruzó aquel halo de luz que fluctuaba en tamaño; pudo ver una piel clara y una manga blanca brillar, con ese tono azulino y pálido. La mano se extendía hacia ella.
—Dame la mano, Hinata-nee…
Aquel brazo seguía extendiéndose, acercando la mano delicada a ella, pronto el hombro asomó y fue seguido de un largo mechón de cabello castaño que cayó y rozó las sábanas.
—¡Hn!
—¡Se nos acaba el tiempo, Hanabi-sama!
—¡Hinata-nee, dame la mano!
Las lágrimas se abrieron paso y su cuello tenso se esforzó por negar con vehemencia, pero la única reacción que tuvo su cuerpo fue un imperceptible temblor. El rostro lucía pálido y enfermizo gracias a aquel brillo azulino y estaba atravesado por un grueso mechón de cabellos oscuros… las venas hinchadas alrededor de los ojos blancos de aquella muchacha, no la martirizaron tanto como lo fija que se encontraba la mirada en ella.
Aquel susurro, que de pronto le recordaba a los rezos, le retumbaba en los oídos.
—¡Hanabi-sama!
—¡Dame la mano, Hinata!
—¡N-No! —arrastró, a través de sus labios tensos.
Logró salir del trance, la restricción desapareció y pudo moverse, y aunque su cuerpo se sentía demasiado tenso aún para poder moverse con la libertad de la que disfrutaba normalmente, se encaramó en su sitio y se arrastró lentamente, alejándose de aquella muchacha de gesto tenso y dolorido. Vio a un par de hombres arrojarse sobre la muchacha y arrastrarla consigo, al tiempo que aquel halo de luz se cerraba casi en una fracción de segundo.
No había rezos… ni luces pálidas… ni manos extendiéndose hacia ella.
Lo único que resonaba ahí dentro era su respiración agitada, interrumpida por un llanto silencioso que pronto amenazó con volverse audible y la obligó a cubrirse los labios con ambas manos; pegó la frente a sus rodillas y lloró unos cuantos segundos, apenas el tiempo suficiente para salir por completo de la confusión y el sopor provocados por aquel mal del sueño.
Se levantó de la cama, ligeramente mareada, y salió de su habitación sin poder evitar uno que otro trastabillo, y al encontrarse en el pasillo se arrojó a la pared contraria a la entrada a su habitación.
Miró al interior, no podía sacudirse aún el miedo que había sentido, ni aquella horrible sensación de realidad que había rodeado todo eso. Dejó que sus ojos recorrieran el pasillo, encontrando al final la puerta entreabierta del baño, la suya abierta de par en par a medio camino y la de sus padres completamente cerrada a unos pasos de las escaleras.
Inspiró profundo, obligándose a recobrar la calma, y luego de asegurarse que no estaba soñando y que su habitación estaba vacía, volvió al interior y caminó hacia el sitio que había sido ocupado por la alucinación de su parálisis de sueño, observó el aire en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho, y con algo de reticencia batió una mano frente a ella, confirmando que de verdad no había nada extraño ahí.
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La lámpara de aceite que mantenía Hiashi en su despacho era lo único que iluminaba la estancia, el brillo anaranjado que se reflejaba sobre sus rostros no era inusual, pero aquel día, al ser el único testigo de aquella reunión, parecía vestirse con una tonalidad diferente. El silencio reinó el tiempo que Hiashi meditó su resolución, ya había acariciado la idea, obligado por la obviedad de las circunstancias, pero solo hasta ese día se había visto obligado a sentarse con aquel demonio y abrazarlo.
Aunque fuera a la fuerza.
—¿Cómo te sientes Neji?
—Bien —aseguró, a pesar de su complexión pálida y el vendaje que le cubría los ojos.
Hiashi asintió una sola vez y no dijo más. Nunca antes había experimentado tantas decepciones y tan seguido.
El panorama que había dejado aquel último intento había sido terrible. Sus hombres habían intentado ocultar su vergüenza, a pesar de saber bien que la culpa de que el jutsu hubiera fallado no pertenecía a ninguno de ellos. Era de esperarse que los ánimos decayeran tanto, por desgracia los intentos de esas últimas semanas habían menguado bastante el rendimiento de sus mejores hombres e incluso su hija había mostrado señales de agotamiento y su sobrino había terminado cediendo a los efectos secundarios de sobre esforzarse.
Apretó ligeramente los dientes y aquella fue la única muestra que dio fe de toda la desesperación que sentía en esos momentos y que había estado albergando, acallando, durante los últimos años.
En aquella oscuridad a medias el silencio reinaba… junto a la desazón general del clan.
—¿Otō-sama, puedo decir algo? —pidió Hanabi.
Miró a la muchacha y luego acarició el pergamino que el analista le entregara al final de ese último intento, ya había leído el contenido. Asintió una sola vez.
—Podríamos re-ajustar los parámetros, nos hemos estado limitando a esa casa porque es donde pasa la mayor parte del tiempo, pero tenemos otras dos posiciones donde su presencia y su rutina son constantes y en donde es más fácil abrir el portal —propuso.
Una vez más las manos nudosas de Hiashi acariciaron aquel pergamino, no estaban dispuestas a dejarles ver aquel fracaso, si Hanabi confirmaba que los datos no eran para nada favorables solo empeoraría su malhumor y, aunque no era débil ni enfermiza, temía que la muchacha pudiera caer enferma al tragarse su impotencia.
Hanabi juntó las cejas ante el mutismo de su padre y abandonó la postura seiza que había mantenido esos minutos de silencio, poniéndose en pie.
—Los llamé porque tendremos un invitado —exhaló, como único intento por detener el inconformismo de los dos jóvenes. —Hokage-sama ya no debe tardar.
El silencio que procedió, a aquella revelación, gritó el malestar que sentían todos ahí dentro y que nadie se había atrevido a exteriorizar; Hiashi no se había atrevido a decirlo en voz alta aún, pues cargaba con la creencia infantil que lo convencía que decir las cosas solo las asentaba en la realidad, escucharse a sí mismo hablar había surtido el mismo efecto en él que surtiría en su hija y su sobrino.
Hanabi no se dejó amedrentar, a pesar de lo sorprendente que era escuchar que el Hokage les visitaría a ellos, siendo tan tarde.
—Podemos intentarlo de nuevo, no pudimos mantener el portal abierto demasiado tiempo, porque habíamos estado confirmando sus horarios y coordenadas —alegó, dando un paso al frente —, pero si dejamos a los hombres descansar y vertemos todo nuestro chakra a la vez podríamos…
La voz se descarriló hacia el silencio cuando Hiashi negó una sola vez.
—Hemos aumentado el número de hombres y el resultado es cada vez menos satisfactorio, a este paso solo lograremos extenuarlos… en el mejor de los casos —sus ojos se desviaron hacia Neji, que a pesar de encontrarse cegado, se encogió imperceptiblemente. —La situación en el país y entre las cinco grandes naciones está en términos de paz y los conflictos menores se han ido acallando, pero ya no podemos darnos el lujo de seguir perdiendo el tiempo.
—No estamos perdiendo el tiempo —aseguró, con los puños apretados.
Hiashi inspiró profundo y la miró, las arrugas en su frente se acentuaron con el gesto de cansado cariño que le dedicó a la muchacha. Vio a Hanabi dudar, apenas un titubeo que se reflejó en un movimiento corto de sus pupilas, y luego de apretar los dientes volvió a sentarse en su lugar, manteniendo las cejas juntas y la mirada alejada de él.
Un par de golpes a la puerta avisó de la visita que ellos ya habían percibido.
—Adelante.
La puerta se abrió y la figura de Kakashi les fue mostrada, el joven Hokage se mantuvo ante la puerta unos segundos, hasta que la voz de Hiashi lo invitó a pasar. Saludó a los muchachos con un gesto de la mano que interrumpió y cambió por un "con permiso", al ver el vendaje que llevaba Neji en los ojos, y se sentó a lado de los muchachos, a pesar del estricto protocolo que había obligado a Hiashi a ponerse en pie y cederle su asiento.
—Hokage-sama —comenzó a decir Hiashi.
—No se preocupe, me encuentro más cómodo sentado aquí —aseguró, sus ojos ligeramente sonrientes en un intento por alivianar la atmósfera. —Por favor.
Hiashi volvió a sentarse y miró a su hija y a su sobrino, no podía alargarles más la ignorancia, estaba a punto de provocarles el peor disgusto de su vida y de revivirlo él mismo.
—Hace un tiempo… cuatro años, para ser precisos, Kakashi-sama propuso un plan, pero lo abandonamos porque el clan comenzó a mostrar avances en el desarrollo del jutsu y además era más importante utilizar a los hombres para mitigar los desórdenes en las aldeas menores y los movimientos de grupos guerrilleros que se levantaron en armas en aquellos años. Ahora que las cosas están más tranquilas, le es posible justificar el uso de sus mejores ninja en la recuperación de Hinata y con los fracasos de este último año volvió a proponer su idea inicial, con los ajustes que nuestro trabajo aportó, claro está.
Kakashi asintió una sola vez.
Ahora que habían pasado siete años desde la última gran guerra ninja y la aldea había calculado al fin la cifra total de bajas que sucedieran en la lucha contra el Edo Tensei y durante los disturbios que procedieron a la firma de paz, no recuperar a una de sus mejores kunoichi era un lujo que el país del fuego no podía darse.
Y, dejando de lado las necesidades y frivolidades del clan y el país, el interés personal de los Hyūga tenía un peso bastante grande en la balanza y había logrado torcer el brazo de Hiashi y el consejo de ancianos.
—¿Qué ajustes? —murmuró Hanabi, mirándolos a ambos.
—Se integrará un equipo con los mejores ninja —explicó Kakashi, tomando la palabra para librar a Hiashi del mal trago—, he pulido los últimos detalles y minimizado el número de personas necesario…
—¿Disculpe? —interrumpió Hanabi.
—Nosotros no hemos escatimado y ni así hemos podido mantener el portal abierto —alegó Neji.
—Hemos mantenido en secreto esta situación porque no queremos que el resto de las aldeas se sienta amenazada con el desarrollo de esta técnica, así que el número de personas involucradas debe reducirse tanto como sea posible, pero no se preocupen, he formado el equipo perfecto para ello, además el consejo aceptó que Naruto apoye con sus reservas de chakra, así solo necesitaremos de cuatro personas para abrir el portal —sacó un pergamino que había mantenido escondido bajo su manga y lo deslizó. —Por su excelente control de chakra, hemos autorizado a Haruno Sakura, Yamanaka Ino y a ustedes dos.
Observó a los muchachos asentir, atentos.
—Hiashi-sama se encargará de monitorear el flujo de chakra y yo me encargaré de monitorear la presencia de Hinata.
—¿Y quién va a atravesar el portal y traerla? —preguntó Hanabi, confundida. —No nos recuerda, no vendrá a nosotros por su propia voluntad, habrá que obligarla.
—No recurriremos a la violencia —aseguró Kakashi.
Aquello no tranquilizó a Hanabi, pero se mantuvo en silencio al ver que su padre separaba los labios para hablar y volvía a apretarlos al verla guardar silencio.
—El encargado de atravesar el portal y traer a Hinata devuelta será Uchiha Sasuke.
—No.
El nombre se había deslizado con una casualidad enfermiza entre ellos y la voz de Hanabi casi lo había partido por la mitad de lo rápido que había salido. De nuevo se encontraba la muchacha de pie y esta vez Neji se encontraba de su lado; no hablaron durante unos segundos, en los que sus cerebros recapitularon lo recién vivido y confirmaron lo que habían escuchado.
Hiashi se frotó la frente y los ojos. Neji agachó el rostro y negó una sola vez.
Hanabi apretaba los dientes. Su rostro, otrora serio e impenetrable, mostró por unos momentos y por primera vez toda la desesperación que aquella situación le hacía sentir y la manera en que su voz había estallado lo había evidenciado aún más. No jugaba con sus dedos como lo habría hecho Hinata, ni temblaba, pero su postura había perdido por completo la altivez que siempre demostraba y sus ojos brillaban con un sentimiento que nadie creía volver a ver jamás.
—Kakashi-sama, déjeme intentarlo —pidió, con un tono de voz y una reverencia con las que intentó remediar la falta de respeto que acababa de cometer.
—Hanabi —pronunció Hiashi.
—Yo puedo atravesar el portal —insistió, ignorando la advertencia en la voz, pero sin olvidar la etiqueta —, ¿acaso no lo he demostrado? No soy cualquier ninja. Déjeme intentarlo, por favor.
—Para llegar a Hinata no solo debemos manipular el espacio entre su dimensión y la nuestra, esto es más complicado de lo que estimamos —cortó Hiashi, poniéndose en pie. —Intentaremos con el plan de Kakashi-sama.
De haber sido otra persona, con un grado menos de disciplina que ella, al ponerse en pie habría pateado la mesa que los separaba, mandado a volar los pergaminos y el decoro. Sus brazos se extendían, tensos, a sus costados y sus puños estaban tan apretados que sus dedos comenzaban a doler, pero no pudo relajarse, ni dejó de mirar retadora a su padre.
—¿Estás poniendo en duda el juicio de nuestro Hokage? —preguntó Hiashi.
—Entiendo que no estén de acuerdo, si existiera la manera de prescindir de mi plan, lo haría con gusto —comenzó a explicar Kakashi, en un intento por distraerlos de lo que Hiashi había insinuado.
Pero aquello había surtido efecto, le cayó a Hanabi encima como un rayo, y ahora estaba sentada de nuevo y negaba, casi de manera recatada.
—Le ofrezco una disculpa, Hokage-sama, no era mi intención dudar de usted —se disculpó, haciendo una reverencia, su frente rozaba el suelo.
—No hay problema y no hay necesidad de ser tan estrictos —agregó, ocultando su incomodidad.
—Cómo pudiste confirmar hoy, es difícil cruzar el portal —explicó Hiashi, mirando fijamente a Hanabi. —El jutsu ha demostrado necesitar de más que un control de chakra excelente, necesitamos a alguien capaz de cruzar la distancia entre nuestra dimensión y la de Hinata en un corto espacio de tiempo, de lo contrario incluso Naruto va a resentirlo.
Hanabi se mantuvo atenta, pero alejó la mirada de él. Neji no abandonó su mutismo, pero tenía los puños apretados.
—Ustedes no son ni la mitad de rápidos que Naruto —les recordó, haciendo a un lado su propio orgullo y su dolor. —Y Uchiha Sasuke puede ser un tanto más rápido cuando hace sus intercambios.
Hanabi apretó los dientes con tanta fuerza que a Neji les sorprendió que no se los rompiera.
—Ha demostrado estar de lado de la aldea, en todos estos años no ha fallado en ninguna de sus misiones —les recordó, con las cejas juntas. —Al menos en esta ocasión, confiaremos en él.
Aún en esos momentos el rostro de Hanabi mostraba cierta renuencia, pero sus ojos reflejaban la aceptación que le pesaba en el orgullo y en el corazón, no poder recuperar a su hermana por sus propios medios era un golpe peor al tener que depender de, nada más y nada menos, el exiliado más famoso de la aldea de Hoja.
Respiró profundo, inhalando por la nariz, sin hacer ruido y al dejar salir el aliento lo hizo de manera tan controlada que nadie notó su desesperación.
Aquella nube imaginaria que se formó con la animosidad que sentía por Uchiha Sasuke se cernía sobre su cabeza, cada vez más pesada, a pesar de que ni una sola palabra se había dicho ya. Nadie estaba de acuerdo con el plan de Kakashi y de ser posible comentarlo con el resto del clan, estaba segura que nadie lo estaría, pero aquellas reservas eran demasiado personales para poder representar un verdadero recurso de apelación o ser exteriorizadas más allá de la primera negativa contundente que diera al escuchar lo que, de inicio, llamó un disparate… pero no era ninguna idiota y estaba consciente que, después del intento de aquel día, cualquier intento sería jugar con la suerte y arriesgar la integridad de sus hombres.
—Consideramos muchas opciones y tuvimos siempre en cuenta sus sentimientos, antes de llegar a esta conclusión, si el informe del día de hoy hubiera sido favorable, dejaría la recuperación de Hinata en sus manos… pero se arriesga demasiado y no hay garantías —intentó tranquilizarlos Kakashi. —Los dejaremos descansar y recuperarse, entre tanto me encargaré de los preparativos; aún debemos decidir si el jutsu se llevará a cabo en sus terrenos o en alguna de las cámaras que la aldea tiene reservadas, lo comentaré esta semana con el consejo y se los haré saber de inmediato.
—Sí, Kakashi-sama —pronunciaron los tres al unísono.
Neji y Hanabi marcaron su obediencia, haciendo una reverencia como exigía la etiqueta.
—Pueden retirarse.
Hanabi ayudó a Neji a ponerse en pie, sin que sus intenciones fueran aparentes para no herir aún más el orgullo del muchacho, que sufría el mismo dolor que ella al verse tan inútil en aquella situación. Le dedicó una corta mirada a su padre que le expresó por completo su enojo y se ahorró cualquier comentario que pudiera hacer sobre aquella resolución. Volvió a hacer una reverencia al pasar a lado de Kakashi y salió del despacho en completo silencio, con la boca amarga y el brazo de Neji enredado en el suyo.
Dejaron a Hiashi detrás, hablando tranquilamente con Kakashi, mientras sus manos se apretaban sobre el bastón debajo de la mesa… y el mismo desazón y el mismo nombre, que se les atoraba a ellos, atorado en su garganta.
Uchiha Sasuke.
Lunes, 17 de enero de 2022
