Capítulo 5

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Hanabi.

Las náuseas y el dolor de cabeza no la habían abandonado cuando abrió los ojos y se sentó con un sobresalto.

Se llevó una mano a la cabeza y tragó saliva con dificultad, mientras su cerebro le daba un rápido resumen de lo que había almacenado antes de que perdiera la consciencia… pero no era mucho. Se miró a sí misma, notando que llevaba puesta una yukata que nunca había visto antes y que gritaba la calidad del algodón. Juntó las cejas y observó los muebles que quedaban directamente frente a ella… nada de lo que había visto hasta el momento pertenecía a su hogar, ni estaba adecuado para asegurar la supervivencia de un suicida… ni siquiera la yukata.

Se quedó sentada sobre la cama unos cuantos minutos más, procesando lo que estaba experimentando en ese momento y lo poco que recordaba; se frotó de nuevo la frente y juntó las cejas al recordar que había mirado al sol a los ojos. Enarcó las cejas y parpadeó varias veces, luego dejó que una risa escapara de su garganta, encontrando verdaderamente divertido ese absurdo.

—… quizá sí estoy loca —susurró y miró de nuevo la habitación. —Tampoco parece un hospital…

Arrojó las sábanas lejos de ella y no le extrañó encontrar unas pantuflas a lado de la cama, esperando ser calzadas. Caminó hacia la puerta, arrastrando los pies por culpa de su cuerpo aún pesado, y la abrió, esperando encontrar un pasillo con características más familiares, pero lo que la recibió fue la oscuridad de un largo pasillo y el rostro atento de un hombre, que le sonrió e hizo una corta y respetuosa reverencia.

—¿Necesita algo?

Mantuvo el silencio y la mirada clavada en la banda que llevaba él en la frente, se abstuvo de señalarla, y al bajar la mirada y encontrarse con las pupilas blancas parpadeó una sola vez y separó los labios, pero las palabras jamás llegaron a su lengua.

—¿Hinata-sama?

Hinata…

—¿Quién eres? —escupió, aferrándose a la puerta con desconfianza.

La decepción que se reflejó por unos instantes en el gesto del hombre no pasó desapercibida, pero tampoco duró demasiado tiempo en su consciencia.

—Mi nombre es Kō, estoy a su servicio.

—… ok —murmuró, aún más confundida. —Quiero hablar con mis papás…

No pudo contener la confusión que aquella oración le provocó, pero respondió de inmediato. —Hiashi-sama pasará a verla en un momento.

—Está bien… pero quiero hablar con mis papás —reiteró.

Kō asintió, recordando las indicaciones que Hanabi les había dejado a Natsu y él. Sonrió e inclinó la cabeza.

—Claro —accedió. —Por favor, acompáñeme.

Observó la mano que señalaba la dirección y luego miró el pasillo, con desconfianza, notando hasta entonces los suelos de tatami y las lámparas de aceite, que iluminaban con luces tenues, las paredes de madera de aquel largo corredor. Miró al hombre de nuevo y luego observó el interior de la habitación.

Caminó detrás de su guía, grabándose en la memoria hasta el más mínimo de los detalles de aquel pasillo; le extrañaba la ausencia de señalamientos y de pacientes o personal deambulando por ahí, lo único que había eran puertas corredizas, lámparas e intersecciones. Se mantuvo pendiente siempre de aquel hombre y su corazón se volvió más pesado cuando, luego de unos minutos, se encontró con una amplia sala de estar, decorada al estilo tradicional, donde dos personas se mantenían sentadas cerca de una lámpara.

Kō se giró y señaló a los muchachos. —Ellos responderán todas sus dudas.

El llanto que había estado conteniendo estalló en esos momentos y no se preocupó por aparentar calma o esforzarse por recuperarla, intercaló la mirada entre cada uno de ellos, con desconfianza, y luego de meditarlo unos segundos, se echó a correr por el pasillo de nuevo.

—¡Hinata-sama!

Hanabi se llevó una mano a la frente y cerró los ojos unos momentos, escuchando a Kō ir detrás de Hinata. Giró el rostro hacia Neji y al abrir los ojos no le sorprendió encontrarlo ya de pie.

—… por supuesto que no iba a ser fácil —se quejó, dejando el pergamino y poniéndose en pie.

La voz de Hinata resonaba en la distancia, pedía a gritos y gruñidos que Kō la soltara.

—Estamos preparados para esto —le recordó Neji.

Se detuvo ante la puerta y miró por encima de su hombro al muchacho, que se encontraba cerca de la ventana y la miraba solícito. Exhaló y bajó la mirada al suelo, negando una sola vez. Kō se acercaba hacia ella con dificultades, Hinata no parecía querer dar tregua.

—… intentaré hablar con ella, si no se tranquiliza le aplicaré el calmante —anunció. —Aún no decido.

Neji asintió una sola vez y su cuerpo se relajó, pero aun así su mano deslizó la ventana. —Informaré a Hiashi-sama lo que suceda.

Hanabi asintió y el muchacho desapareció. Pronto se produjo un jaleo de tres ante la puerta, cuando Hinata pasó de manos de Kō a manos de Hanabi.

—¡Suéltame!

—Por favor cálmate —pidió, aún tenía la esperanza de prescindir de los medicamentos para tratar con la situación.

—¡Suéltame! —chilló, jalando su brazo para soltarse y golpeando, con su puño libre, la mano de Hanabi. —¡Suéltame, suéltame!

—Hinata-nee…

La pronunciación de aquello tuvo un efecto mágico sobre ella y se detuvo. Su rostro no perdió la desesperación, pero por primera vez sus ojos miraron con mayor detenimiento; Neji se había alejado completamente de su memoria, pero el rostro de la muchacha que tenía enfrente estaba tan presente como aquella primera noche.

—Sabes quién soy… —comenzaba a sentir alivio, al notar el cambio en la mirada de su hermana, pero la fantasía terminó pronto.

Hinata negó de inmediato e intentó soltarse de nuevo, sin conseguirlo.

—¿Sabes quién soy? —insistió.

—N-No y… y no me interesa —pujó. —¿Dónde están mis papás? ¿Dónde estoy? —se atropellaba la lengua cada tantas sílabas, pero eso no impidió que elevara la voz. —¡¿Por qué me tienen aquí?!

Hanabi levantó su mano libre, gesto que imitó Kō con ambas manos, soltando a Hinata y alejándose de ella. En algún momento de aquella algarabía había llegado Natsu, que se mantenía fuera de la vista de Hinata, escondida en el pasillo, pero expectante y con más razón mantuvo oculta su presencia.

El silencio reinó por unos momentos, en los que las pupilas de Hinata no dejaron de mirar a Hanabi y Kō, dedicándoles el mismo recelo y cada vez más desconfianza, pero eventualmente se tranquilizó e imitó aquel gesto, levantando su mano libre.

—Bien —asintió Hanabi, soltando ligeramente el agarre que tenía en el antebrazo de su hermana y liberándola por completo al confirmar que no huiría. —Yo soy Hanabi, ellos son Natsu y Kō, ¿no los recuerdas?

Temieron que se lastimara, de lo rápido que giró la muchacha el cuello para encontrar a Natsu, que no dudó en hacer una respetuosa reverencia luego de permitirle ver el rostro por unos segundos. Hinata negó de inmediato, escondiendo las manos detrás de su espalda.

Hanabi luchó contra el impulso que tenía de mirar a Natsu, con gesto resignado, y se mantuvo impávida, mirando a Hinata.

—¿Sabes dónde estamos?

—… no estoy segura. ¿Dónde están mis padres?

—Hiashi-sama… —comenzó a decir Kō.

—¡No! ¡No quiero ver a Hiashi-sama, quiero ver a mis padres! ¿Dónde están mis padres? ¿Dónde estoy?

Los ojos blancos de Hanabi le dedicaron apenas un vistazo a Kō, pero fue suficiente para obligarlo a dar un paso atrás agachar la mirada; tardó un poco en recomponer su gesto fastidiado, pero pronto le dedicó uno un poco más amigable a Hinata, que en esos momentos ya temblaba como una hoja.

—Tranquila —pidió. —Te desmayaste y estuviste dormida dos días.

—… ¿qué?

—Es tarde por la noche, tus padres… vendrán mañana, ¿está bien?

Enfrentó a Hanabi con la mirada y luego la desvió al suelo. Podía confiar en ellos o podía simplemente huir, todo aquello era muy raro y nada le garantizaba… Sus ojos observaron el mechón de cabello que descansaba sobre el hombro izquierdo de la muchacha, era mucho más corto que el del lado derecho, que iba atado por un listón naranja.

Sus manos buscaron los bolsillos en su ropa, pero se encontraron con la continuidad de la yukata con que la habían vestido, y se tambaleó al dar un paso atrás. Recogió las manos y las apretó contra su pecho, impidiéndole a cualquiera de ellos que la tomaran y la salvaran de casi ir a encontrarse al suelo.

Sin aquella extraña garantía de su sanidad se sentía perdida, a pesar de ver el corte perfecto en el cabello de la muchacha.

De nuevo intercaló la mirada entre aquellos tres extraños, en el pasillo la miraban atentamente y parecían estar terriblemente preocupados… ahora que prestaba atención, podía notar el uniforme que llevaban ambos. Aquello no se sentía del todo como un hospital, pero tampoco podía decir que esos dos no estuviesen portándose como la servidumbre de alguna institución.

Y, al menos Kō, tenía la misma fuerza de los enfermeros en la institución en la que había estado antes.

—¿Dónde estoy?

—No es un hospital —apresuró Hanabi, rodeando ligeramente, buscando indicios en las reacciones de Hinata —… pero es algo parecido —añadió al notar la alarma —. Tus padres vendrán mañana.

—¿Lo prometes?

—Vendrán mañana —repitió, cuidando sus palabras y mirándola fijamente a los ojos.

Juntó ligeramente las cejas al escuchar aquella aseveración y los miró de nuevo, ya había tenido un poco de tiempo para racionalizar algunas cosas y algunas piezas no encajaban con sus corazonadas… ni sus confusos recuerdos.

—… me han estado llamando Hinata, pero mis padres no me llaman así.

Aprovechó la confusión en el rostro de Hanabi para empujarla y se echó a correr de nuevo por el pasillo, siguiendo la ruta de momentos antes, había llegado a la conclusión de que si seguía aquel camino encontraría una salida, eventualmente. Miró detrás de ella, segura de que había podido dejarlos atrás, pero un grito escapó de su garganta al notar la velocidad a la que corrían tras ella. Desesperada pasó de largo las puertas corredizas, que no le otorgaban garantía de libertad, y sin pensarlo demasiado dobló a la izquierda al encontrarse con una bifurcación en el pasillo.

Una puerta de madera se mostró al final y el alivio que había estado a punto de trepar a sus hombros se esfumó al sentir que alguien la tomaba por el brazo. Con un rápido movimiento Hanabi logró cambiar posiciones con ella y bloquearle el paso hacia la puerta; trastabilló y se detuvo antes de ir a caer a los brazos de Natsu y Kō y los miró a los tres con algo de miedo. Juntó las cejas y, luego de pedir disculpas internamente, se lanzó hacia la puerta, arrojando la palma al frente con la intención de golpear a la muchacha en el pecho y desestabilizarla.

Su brazo fue desviado con una facilidad apabullante y luego de enredarse en un pequeño intercambio de golpes y bloqueos, Hanabi logró aferrar su mano al cuello de la yukata de Hinata e inmovilizarla al apretarla en lo que aparentaba ser un abrazo.

—¡Suelta…! —el llanto acalló cualquier intento y se tragó su desesperación, sintiendo la fuerza con la que Hanabi la detenía.

—Tranquilízate.

Odió la orden y forcejeó unos momentos y se rindió al confirmar que Hanabi era más fuerte e inquebrantable.

—Hinata, tranquilízate, por favor… no queremos hacerte daño.

—T-Tienen a la persona equivocada —apresuró, sin levantar la mirada. —No sé quién es Hinata —lloró —, yo m-me llamo…

La boca se le secó… aquella palabra que había estado a punto de pronunciar ya no le pertenecía y no se atrevió a mirar a la que parecía ser la dueña. Hanabi. Bajó la mirada y sus hombros se relajaron, mientras las lágrimas le escurrían una tras otra y aquella sensación de vacío, tan familiar todos esos años, crecía un poco más en su pecho.

Se perdía de nuevo.

Hanabi relajó su agarre y vio a la muchacha desplomarse. Levantó una mano para impedir que Natsu se acercara un paso más y negó una sola vez, completamente derrotada. Se quitó el cabello del rostro y alisó los que se habían soltado de su coleta durante el ajetreo, mientras los sollozos casi silenciosos de Hinata le retumban en los oídos y cimentaban una realidad que había rechazado esos días.

Se acuclilló e inclinó un poco para mirar a su hermana a los ojos, palmeándole suavemente la espalda en un intento por tranquilizarla.

—¡No me toquen! —espetó, golpeando la mano lejos de ella.

—Ok —accedió Hanabi, posando las manos sobre sus rodillas. —¿Si prometo que puedes hablar con tus padres, me prometes que escucharás lo que tenemos que decirte?

Miró a la muchacha con desconfianza y no respondió.

—No queremos hacerte daño —aseguró, sin saber realmente cómo abordar aquella situación. —Es lo último que queremos, estuvimos muy preocupados por ti y buscándote todos estos años… ¿verdad?

Natsu y Kō asintieron de inmediato. —Así es.

Sorbió por la nariz, se secó las lágrimas y suspiró, tranquilizándose un poco… ¿cuáles eran las posibilidades de que alucinara a un completo desconocido? …¿y que luego ese desconocido dejara un mechón de cabello en su habitación? Los miró, por el rabillo del ojo y aunque no cedía por completo aún, ni abandonaba sus intenciones de huir en cuanto se presentara la oportunidad, cedió a una pequeña tregua.

Sus ojos viajaron hacia la banda que llevaba Kō en la frente.

—… ¿cuántos?

—¿Eh?

Miró a Hanabi entonces. —¿Cuántos años estuvieron buscándome?

—Siete años —apresuró, mirando a Natsu.

La mujer asintió. —Acaba de pasar la marca en octubre, Hanabi-sama.

Una extraña sensación de abandono, diferente a la que había sentido todos esos años, se posó sobre sus hombros y le llenó el estómago de un extraño cosquilleo. Se agachó de nuevo y se cubrió el rostro con las manos, aquello la había llenado de esperanza, pero no podía significar nada, su caso había sido difundido en su momento y cualquiera estaría al tanto de aquellos detalles.

No podía confiar en eso.

—Fue durante la guerra —pronunció Hanabi, llegando a la conclusión de que esa era la oportunidad para hablar que había estado esperando —, te separaste de tu equipo y después de mandar una alerta por el comunicador te perdieron el rastro, ni siquiera terminaste de dar tu ubicación, así que nunca tuvimos certezas.

Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar aquella vaga descripción. Había estudiado historia en sus momentos de euforia, hacía años que Japón no daba lugar a una guerra… mucho menos a una con las características de la guerra que recordaba de esa pesadilla.

—¿Tu recuerdas el informe? —preguntó Hanabi, alejando la mirada de Hinata hacia Kō y mirándolo distraída con sus memorias vagas. —Yo no pude leerlo y solo recuerdo lo que papá me dijo…

—Sí —aseguró Kō —, la división se separó en equipos de diez personas, pero sufrieron una emboscada por parte de los Zetsu blancos y terminaron separándose, lo último que escucharon decir fue "Mil seiscientos metros, a las dos en punto", la transmisión se cortó después de decir "en", lo demás es una suposición.

Se sobresaltaron y creyeron que Hinata se daba a la fuga de nuevo, pero lo único que pudo hacer fue arrastrarse lejos de Hanabi y pegarse a la pared. Los miró, sin poder ocultar su incredulidad, su mirada casi estaba desorbitada.

—¿Qué…? ¿Qué dijeron? —preguntó, sin dirigirse a alguien en particular —¿Dónde leyeron eso?

La respiración se le agitó, eso solo lo había soñado y hasta hacía poco lo había comentado con la psicóloga, ni siquiera sus padres sabían los detalles de aquella horrible pesadilla. Se apretó una mano en el pecho al sentir que comenzaba a doler y volvió a agacharse, luchando por aliento.

—¿Hinata-sama?

—¿Quiénes…? —jadeó, sintiendo un fuerte dolor en pecho. —¿Quiénes son ustedes?

—Nee-sama…

—¿¡Quiénes son ustedes!?

—Hinata-sama…

—¡Nee-sama!

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Quizá fuera la predisposición de Hanabi, pero aquella habitación olía a rancio, podredumbre. El aire lo sentía viciado y casi espeso… casi podía saborear a cada una de las personas ahí dentro, de lo cargado que lo sentía. Pasó saliva con dificultad y mantuvo a raya el gesto de asco que quería subir a su rostro desde que llegara.

El clan necesitaba renovarse con urgencia y aquella reunión solo pudo confirmárselo, y desesperarla.

Traer de vuelta a Hinata era un esfuerzo planeado hasta el más mínimo detalle. Había más de un plan y cada variante contaba con múltiples ramas que se encargaban de abarcar hasta la más mínima posibilidad. Habían pensado en todo y todo estaba predispuesto, esperando la orden, esperando el cambio de acción… y aun así esas últimas reuniones de emergencia, que tuvieron que llevarse para agilizar aquel proceso, no dejaron de ser un fastidio.

Era terriblemente desafortunado que Hinata no los recordara y más aún que no pudieran conversar con ella. Aquella situación era más compleja de lo que se podía observar en papel o a simple vista y, aunque Hanabi probablemente no podía entender por completo la perspectiva de Hinata, con esos últimos intentos por razonar había tenido un buen vistazo dentro de las desesperaciones y temores de su hermana. El plan que ella y Neji habían ofrecido podría funcionar, pero aquellos decrépitos ancianos estaban acostumbrados a tener siempre la última palabra y, necios, no querían abrir sus oídos a un plan más gentil por encontrar el resultado un poco más lejano.

Con las manos apretadas sobre sus muslos tensos, sobrellevó aquella larga, difícil y terriblemente desesperante conversación. Cada día era aún más desagradable no poseer el rango para poder opinar o participar más allá de asentimientos o votaciones inútiles. Miró a su padre y lo encontró abatido, con la mirada fija en ella, y no pudo evitar que un gesto de sorpresa y miedo tradujera apenas por medio de un movimiento que apenas enarcó sus cejas.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo? —preguntó uno de los ancianos.

Aquello sobresaltó a Hanabi, que no pudo evitar desviar la mirada hacia el anciano, luego hacia Neji y de nuevo hacia su padre.

—¿No podríamos prescindir de Yamanaka? Al menos por un par de días más —intervino Hiashi, haciendo eco a las desesperaciones de su hija.

—No tiene caso —aseguró el mismo anciano.

—Entre más la dejemos vagar por ahí, perdida, más tardaremos en reestablecer el orden de funcionamiento del clan.

—Pero el retraso en las funciones de Hinata no afectan al clan —se atrevió a decir Hanabi, ignorando la mirada de Neji. —Ella ya había perdido su estatus como heredera antes de desaparecer y el plan que se ha trazado, se hizo tomando siempre en cuenta la posibilidad de no recuperarla.

—Hanabi-sama, ¿debemos recordarle que debe pedir permiso para hablar?

Apretó los dientes apenas una fracción de segundo e inclinó la cabeza, haciendo una respetuosa reverencia.

—… lo siento.

No levantó la cabeza, consciente de las tres miradas que se mantenía sobre ella, y solo hasta que escuchó a aquel mismo anciano exhalar, volvió a erguirse. Cualquier esperanza de retrasar los planes de aquellos ancianos había muerto con su impertinencia; apretó de nuevo los puños sobre su regazo.

—Entonces, estamos todos de acuerdo —sentenció el anciano, sin dar lugar a nuevas sugerencias.

El consejo del clan llegó a la conclusión de que lo mejor sería no introducir demasiadas personas a la vida de Hinata hasta que los recuerdos le devolvieran cierta pertenencia, así que el mundo de la pobre recién llegada se había reducido a Hanabi, Hiashi y Neji al ser sus familiares más cercanos y Kō y Natsu al ser los integrantes de la rama secundaria que habían tenido mayor contacto con ella en su infancia.
Y aunque aquello realmente no supondría ningún alivio para Hinata, que desconocería por completo aquella decisión, sí le dio a Hanabi una mayor libertad para maniobrar alrededor de la muchacha y otorgarle un poco de tranquilidad dentro de toda la desesperación, la confusión y el miedo que sentiría en las próximas semanas.

Pero eso no era suficiente para la heredera del clan.

—¿En qué quedaron las negociaciones con Hokage-sama? —preguntó uno de los ancianos a Hiashi.

—El consejo falló a favor de Yamanaka Ino, ya había sido informada esta mañana de la posibilidad de que requiriéramos sus servicios antes de lo pactado, en estos momentos deben estar explicándole las especificaciones de su rol.

Aunque aún no había certeza alguna de que la memoria de Hinata pudiera volver, ya se habían comenzado a hacer los preparativos para llevar un tratamiento de recuperación con algún experto en mentes. Se habían propuesto a unos cuantos especialistas, pero las capacidades de Yamanaka Ino habían arrasado con los pocos contrincantes contra los cuales la había enfrentado el consejo del clan; no solo había heredado un kekkei genkai que le facilitaba la tarea, también se había forjado una reputación envidiable para su edad y ostentaba uno de los puestos más importantes en la protección de la aldea… y tampoco podían ignorar que había conocido a Hinata y que entre ellas había existido un grado de compañerismo que ayudaría a Yamanaka a adecuarse mejor a la tarea.

—¿Y qué hay de la garantía de silencio?

—Yamanaka ha rendido juramento ante el Hokage, so pena de revocación de su licencia y su cargo.

—Eso no es suficiente.

Hubo un corto y pesado silencio. Hanabi mantuvo la mirada fija al frente todo el tiempo, no necesitaba mirar al alrededor para saber qué estaba pasando, los ancianos tendrían su gesto altivo de siempre… y había sentido a Neji tensarse, a pesar de no encontrarse inmediatamente a su lado. Alisó una arruga imaginaria en su pantalón, al tiempo que su padre volvía a tomar la palabra.

—Kakashi-sama negó la solicitud para la aplicación del sello —pronunció, aunque aquella era una completa mentira, Hiashi jamás lo había comentado en las negociaciones.

La manera en que los gestos de los ancianos se habían arrugado al escuchar aquello se reflejó en un gesto de rencor que ocupó el rostro de Neji apenas por un segundo, Hanabi bajó la mirada y observó sus manos fijamente, tragándose su impotencia.

Uno de los ancianos exhaló. —… entonces empezaremos esta noche.

—No realmente, el tratamiento comenzará en alguna de las fechas pactadas, pero hemos enviado un mensaje con carácter de urgente y Kakashi-sama ha aceptado mi petición de borrar las memorias de los últimos siete años el día de hoy —explicó Hiashi.

Los ancianos asintieron, aunque no saldrían de ahí complacidos ahora que sabían que no podrían someter a Yamanaka a la aplicación del sello que garantizaría su silencio.

—¿Hinata ya despertó?

—No, aún no, y no lo hará pronto —apresuró Hiashi. —Pero hoy mostró cierta destreza en combate, confiamos en que su rehabilitación será menos tediosa de lo que creíamos.

—Bien —asintió uno.

—Eso es bueno… ya tuvimos suficientes fracasos con ella.

Los ancianos se pusieron entonces en pie, ante las reverencias de Hanabi, Hiashi y Neji, dando por concluida aquella reunión.

Cuando la puerta corrediza se cerró, Hanabi mantuvo la reverencia unos cuántos segundos más, incapaz de levantarse y mostrar su gesto descompuesto. Relajó su rostro y se enderezó, respirando lentamente, pero no pudo relajar sus dientes apretados al hacer contacto visual con su padre.

—Creo que lo más prudente es que no me presente ante Hinata aún —anunció, con mucho pesar, distrayendo a los muchachos de su indignación. —No quisiera provocarle otra crisis.

Hanabi y Neji asintieron una sola vez.

—¿Qué ha dicho el médico?

—No estaba en casa cuando lo mandamos llamar, pero Natsu quedó a cargo de ello, iré a investigar —propuso Hanabi, impulsándose para ponerse en pie.

—No hace falta…

El silencio los rodeó entonces. Hanabi miró a su padre unos momentos y volvió a sentarse.

—Otō-sama —cortó Hanabi, habían muchas cosas que la molestaban, pero de pronto le parecía mala idea haber abierto la boca. No tuvo que escarbar demasiado para encontrar algo con qué cambiar su reproche. —… la habilidad de pelea de Hinata no es tan buena.

El gesto cansado de Hiashi no mostró decepción alguna, aliviando a Hanabi, que se permitió relajarse ahora que se encontraban solo ellos tres.

—Realmente no importa —aseguró —, quizá no pueda ejecutarlo, pero sabemos que el potencial está ahí y puede explotarlo… ya lo hizo una vez, puede volver a hacerlo.

Unos suaves golpes a la puerta dieron por terminado aquel pequeño intercambio, que dejó satisfecha a Hanabi. La puerta se deslizó suavemente y Natsu entró en la habitación, haciendo una respetuosa reverencia.

—¿Yamanaka está aquí? —preguntó Hanabi, antes de que Natsu pudiera explicarse.

—Sí, Hanabi-sama —apresuró.

Asintió y se puso en pie. —¿Podrías decirle a mi padre lo que dijo el médico?

—Sí, Hanabi-sama —aseguró, haciendo una reverencia y esperando a que Hanabi saliera de la habitación, para entrar.

—Muy bien, con permiso —se excusó, haciendo una reverencia a su padre antes de salir.

La noche ya había caído antes de que Hinata despertara, así que cuando Yamanaka Ino cruzó el umbral de aquella mansión, estaban más cerca de los primeros rayos de la mañana que del atardecer. En esos momentos esperaba en una pequeña sala, a que Natsu volviera en compañía de Hanabi, para poder llevar a cabo su tarea.
Los suaves sonidos de los pasos sobre el tatami le anunciaron la llegada de su anfitriona y levantó la mirada, con una pequeña sonrisa que no se deshizo del profesionalismo que la rodeaba. Pronto encaró el rostro aún redondo de Hanabi y se puso en pie, aunque lo meditó, se decidió por no hacer ninguna reverencia y pronto la muchacha le señaló la dirección, luego de un corto saludo.

—Por aquí.

Hinata las recibió en un estado de inconsciencia que sería alargado por los calmantes que le aplicara el médico antes de partir. Ino se permitió unos segundos para mirar con algo de pena a la muchacha, antes de quitarse sus guantes y explicarle a Hanabi lo que estaba a punto de hacer; quizá no fuera necesario, el clan había recibido un informe detallado de su técnica y su acercamiento, pero había formalidades de las que no podía deshacerse.

—Solo quiero que quede clara una cosa —pidió. —¿No voy a intentar devolverle aunque sea un par de recuerdos de ustedes?

Hanabi bajó la mirada entonces, clavándola en el rostro de Hinata.

—Cumpliré las órdenes, pero, en mi opinión profesional, creo que tener algo a lo que aferrarse le dará algo de tranquilidad, que me deshaga de sus memorias no garantiza que no intentará huir… No pudimos comentarlo, pero si puedes considerarlo-

—Está bien —accedió, aquella no era una mala idea. —Si está dentro de tus posibilidades, tienes mi permiso.

Sonrió y asintió una sola vez, aunque aquel comentario lo sintió más bien malintencionado. Se acercó a la cama de la muchacha y posó una de sus manos sobre su frente. No se giró hacia Hanabi al volver a hablar.

—No sé cuánto vaya a tardar, pero puedes quedarte aquí.

—Te daré espacio —declaró Hanabi.

La puerta de la habitación se cerró detrás de ella. No le sorprendió encontrar a Natsu de pie, a lado de Kō, cuando se giró para encarar al muchacho. Los miró en silencio unos momentos, con expresión grave.

—Creo que ya han podido confirmar por su cuenta que Hinata no tiene una sola recolección nuestra y no hay garantías de que Yamanaka pueda mejorar eso el día de hoy, así que existe la probabilidad de que sus intentos por huir no vayan a quedar reducidos al evento de esta noche. A partir de este momento, son su sombra, ¿entendido?

—Sí, Hanabi-sama —respondieron al unísono.

—Quiero que me informen cualquier movimiento que haga, cualquier ruido, qué es lo que come, qué preguntas hace, qué actitud tiene, lo que sea. Y si intenta huir, me lo harán saber de inmediato, no importa si estoy ocupada o en alguna reunión con el consejo—ordenó, con una mirada severa. —¿Entendido?

—Sí, Hanabi-sama.

—Vigílenla bien —pronunció con algo de dificultades, ya que no podía dejar de apretar los dientes.

—Sí, Hanabi-sama.


Muchas gracias por sus comentarios *corazones que no se insertar* Si no he contestado alguno de los que sí puedo, lo haré más tarde :)

Sábado, 26 de febrero de 2022