Capítulo 7

.

Homura y Koharu no solían inmiscuirse en asuntos de poca relevancia, solían dejarle esa carga de trabajo a Kakashi, que a su vez relegaba a alguien más. Iruka estaba bien calificado para elegir los equipos genin y sus jounin al mando o asignar a los maestros en la academia, pero aquella solicitud era diferente, todo lo que rodeaba el asunto de Hyūga Hinata tendría que ser sometido a un rigoroso escrutinio, no solo por parte del Hokage, sino por parte del consejo.

Kakashi no lo veía necesario, le parecía un dolor de cabeza, pero había ciertos protocolos que no podía evadir por más que quisiera o lo intentara, así que aquella pequeña habitación sería testigo, una vez más, de un fastidioso debate entre el joven Hokage y los ancianos del consejo, que habían decidido dejar de lado la discusión de otros temas, para agilizar el trámite de los Hyūga y la reinserción de la muchacha a las filas de shinobi activos en la aldea. Miró a Shizune, que se mantenía en silencio y con un semblante tranquilo, casi parecía agradarle estar ahí, esos años a lado de Tsunade le habían otorgado un profesionalismo impecable.

—Shizune nos comentó el plan de entrenamiento de Hinata —explicó Homura —, pero hay algunos detalles que aún parecen estar en el aire.

—¿En el aire? —repitió, confundido. —La solicitud es bastante clara, ese plan de entrenamiento es casi perfecto —aseguró —, hay un pequeño margen que nos permitirá adecuarlo, una vez tengamos la evaluación de Hinata. No sabemos en qué términos estamos en cuanto a su destreza y habilidad, pero por lo demás-

Shizune asintió una sola vez y agachó ligeramente la cabeza, señalándole a Kakashi que ese no era el verdadero significado de aquellas palabras. Las negras pupilas del Hokage la miraron apenas una fracción de segundo y luego volvió la mirada a los ancianos.

—¿Hay algo de lo que no me entero? —se interrumpió, ligeramente nervioso por lo que pudiera salir de esas dos bocas.

—Repasemos las bases de ese plan —sugirió Koharu, acomodando unos lentes en su nariz y enarcando un poco las cejas al leer la solicitud. —En resumen: Hanabi, Neji y Kō se encargarán del entrenamiento de Hinata y de rehabilitarla como ninja.

Kakashi y Shizune asintieron una sola vez.

—¿Cuál es el rango de Hanabi? —preguntó Koharu.

Shizune había bajado de nuevo la mirada y tenía los labios un poco tensos, quizá intentaba mantener un gesto profesional.

—Los herederos del clan Hyūga no suelen presentarse a-

—Es genin —interrumpió la mujer.

—No presentó los exámenes de promoción, pero se le nombró heredera al clan Hyūga, sus capacidades exceden las de-

—Necesitamos que sea entrenada por una persona que ostente el rango jounin —interrumpió Homura.

—Bien, no es algo que se haya discutido formalmente, pero Kurenai está dispuesta a-

—Ya tenemos a alguien en mente —interrumpió Homura de nuevo.

Shizune no pudo seguir conteniendo su disgusto y se llevó una mano a la frente, al tiempo que se erguía y miraba algún punto frente a ella, esforzándose por no hacer un gesto de desagrado.

—Estamos conscientes de las pruebas a las que se ha sometido y todas y cada una han dado resultados satisfactorios y sabemos que esto podría ser considerado una pérdida de tiempo, pero dada la situación… este shinobi necesita demostrar sus capacidades de enseñanza y empatía.

Separó los labios para defender la enrome empatía y las múltiples asistencias de Naruto a la academia y agachó un poco el rostro al considerar a otro shinobi que se encontraba constantemente a prueba… y que no había demostrado aún su destreza en esas áreas.

—Están hablando de Sasuke.

—Sí —arrastró Shizune.

Asintió y se recargó en el asiento, cruzándose de brazos mientras lo meditaba, pero a los pocos segundos negó una sola vez.

—No estoy de acuerdo —expresó, tenía algunas reservas, no desconfiaba de Sasuke, pero no le veía el caso a esa "prueba" —, Uchiha Sasuke no ha expresado tener intenciones de liderar un equipo o asistir en la academia, esta prueba es una pérdida de su tiempo, me sirve más fuera de la aldea. Investigando.

—Uchiha Sasuke está fuera de la aldea por un capricho infantil suyo que te empeñas en consentir —aseguró Koharu —, es tiempo de que se reintegre y empiece a acatar órdenes.

—Nunca ha dejado de acatar órdenes, misión que se le encomienda, misión que cumple a la perfección… orden que recibe, orden que respeta y acata —les recordó. —Además, no están considerando al clan Hyūga.

—No estamos aquí para cumplir caprichos —aseguró Homura.

Kakashi se mantuvo inexpresivo, pero dudaba realmente que ellos no estuvieran cumpliéndose un capricho al querer imponer a Sasuke como entrenador.

—Yo considero que Hanabi, Neji y Kō son una perfecta elección —aseguró Shizune, sintiéndose un poco más fuerte ahora que Kakashi estaba ahí, negándose al igual que ella. —Kō lleva una buena trayectoria como shinobi, Neji se graduó satisfactoriamente hace más de siete años y sus resultados son excepcionales. Hanabi ha demostrado una capacidad digna de la cabeza del clan Hyūga, quizá no tenga las credenciales emitidas por la aldea, ni el mando en el clan, pero eso no le quita-

—La agenda de Neji está saturada los próximos meses, no tendrá tiempo para entrenar a Hinata y si lo encuentra su rendimiento no será el mismo, debemos seguir el protocolo —aseguró Koharu.

—Hinata debe ser entrenada por un jounin —reiteró Homura.

—Bien —accedió Kakashi. —Lo someteremos a votación. Propongo a Yūhi Kurenai, tiene experiencia como capitán de equipo y ya ha entrenado y formado a Hinata como ninja en el pasado.

—Propongo a Aburame Shino, ha demostrado resultados satisfactorios en sus estudios de docencia y también fue cercano a Hinata en su momento —explicó Shizune.

—Uchiha Sasuke —propusieron al unísono Homura y Koharu.

.

.

Hinata no entendía por qué a Hanabi le causaba tanta ilusión el festival de invierno, pero la dejaba ser. Esa faena tan superficial a la que se habían entregado esos últimos días, en los que habían buscado un kimono aceptable entre los que Hanabi había conservado, le había ayudado a conocer más rincones de aquella casa que jamás hubiera podido imaginar y que por alguna razón habían hecho que esa sensación de desconfianza, que no la abandonaba, creciera un poco más.

Pero no solo había conocido mejor la casa, también la aldea. Ese cuarto día, en que salieran de compras y visitaran todas y cada una de las tiendas preferidas de la muchacha, pudo obtener un poco más de noción; aquello no era suficiente para grabar la aldea en su cabeza, tampoco la vista desde el mirador, pero al menos tenía puntos de referencia, con los que se podría guiar en la dirección correcta… una vez la descubriera.

—¿Quieres comer algo? —preguntó Hanabi, apeándose para poder detenerse y no estorbar.

Miró a la muchacha, no le rogaba de manera mimada, pero tenía una mirada y una sonrisa que le indicaban que aquello era más como una dulce orden de hermana menor. Asintió, luego de acomodar una sonrisa agradable en su rostro, y no tardaron en entrar a una pequeña tienda y sentarse a una mesa, con las bolsas de compras a sus pies.

—¿En qué piensas? —preguntó Hanabi de pronto, sin mirar el menú. Tenía un codo recargado en la mesa y la mejilla descansaba en su palma.

—… en nada… en particular —murmuró, dejando que sus ojos leyeran el menú, aunque no estaba muy interesada en él.

Asintió una sola vez y se desperezó. —¿Has podido recordar algo más?

Negó, levantando la mirada apenas unos momentos.

La mano de Hanabi atravesó la mesa y le pinchó suavemente la mejilla. —Vendrán con el tiempo.

Sonrió en cuanto Hanabi le soltó la mejilla y bajó la mirada. La muchacha ordenó por ambas, luego de que le confirmara que comería lo mismo que pidiera ella. Pasaron el pequeño rato en el que llegaban sus golosinas en silencio, mientras Hanabi observaba encantada el interior de una bolsa, que contenía un obi que había comprado para el kimono que usaría en el festival.

Observó a la muchacha fijamente, grabándose la pequeña sonrisa que se había extendido por los labios finos… era raro verla sonreír y no la había escuchado reír, pero la había visto fastidiada, molesta e impaciente y, sobretodo, atribulada. Observó las manos de la muchacha, pensando en las cicatrices que tenía en ellas, eran pocas, comparándolas con las que llevaban ella y Neji, pero seguían ahí y no parecía avergonzarse de ellas o resentirlas.

—¿Eres feliz?

Hanabi pareció congelarse, apenas una fracción de segundo, y luego levantó la mirada, la sonrisa se había borrado de sus labios, sus ojos estaban grandes y atentos, fijos en ella.

—¿Eh?

—¿Eres feliz?

Juntó entonces las cejas y dejó la bolsa en el suelo, una pequeña sonrisa confundida se había extendido por sus labios.

—Sí… ¿no lo parece?

Enrojeció al caer en la cuenta de lo que había preguntado y desvió la mirada, negando rápidamente. —N-No es eso… solo… a veces luces triste.

Hanabi borró el gesto confundido y acomodó uno serio y comprensivo en su rostro, asintió una sola vez y cruzó las manos sobre su regazo, bajando la mirada apenas un momento. No sabía si aquella pregunta había sido provocada por el valor o si estaba influenciada por la Hinata que había vivido en aquella extraña dimensión; no le extrañaba, Hinata había hecho preguntas parecidas antes, pero por alguna razón no encontraba el ánimo para contestarle.

—Que sea feliz no quiere decir que no pueda sentir tristeza por las cosas tristes.

Hinata asintió y pareció satisfecha, pero Hanabi se quedó mirando sus uñas fijamente y jugando con la punta de una. Lo que había dicho era verdad, pero no era la verdadera respuesta a la pregunta de su hermana y tampoco servía a esa promesa que había hecho, mientras buscaba a su hermana, de aprovechar cada día una vez la tuviera de vuelta.

Los bocadillos fueron entregados en la mesa, pero aquella intrusión salió pronto de la burbuja. Levantó la mirada y miró fijamente a su hermana.

—Creí que sería suficiente con encontrarte —se sinceró, fingiéndose encantada por las golosinas y tomando el primer bocado, sin mirar a Hinata.

—¿Y no lo es? —preguntó, ignorando sus golosinas.

Hanabi detuvo sus intentos por fingir que aquel tema era ligero y levantó la mirada, negó un par de veces con movimientos cortos.

—No me malentiendas —apresuró—, estoy encantada. Estoy feliz de que estés de vuelta.

—… pero no es suficiente —insistió, bajando la mirada, no soportó un segundo más el brillo triste en los ojos de Hanabi.

—… estás aquí, pero aún te extraño —se sinceró, sin bajar la mirada, aunque Hinata no se atreviera a mirarla. —No me gusta admitirlo, pero no voy a mentir, todo estos años en que te buscamos no consideré la posibilidad de que no nos recordaras y cuando lo supe no creí que fuera a afectarme tanto.

—Quieres que las cosas sean como antes —se atrevió a asegurar, levantando la mirada.

—No… no como antes, muchas cosas han pasado, es imposible volver a antes —aseguró, removiendo su golosina con el palillo. —¿Crees que es patético?

La pequeña sonrisa pícara de la muchacha logró distraerla del apretón que sentía en el pecho. Una sonrisa amplia se extendió en sus labios y negó, suavemente.

—No —susurró Hanabi, haciendo eco a la respuesta de Hinata y sonriendo a su vez. —Tú ves fortaleza en la vulnerabilidad…

Un escalofrío le recorrió la espada al escuchar aquello. No se sintió amedrentada, el tono de voz había delatado la admiración que Hanabi sentía al asegurar aquello. Bajó la mirada a las golosinas y juntó ligeramente las cejas, había una extraña imagen superpuesta sobre la realidad, que duró apenas un segundo. Se llevó una mano a la cabeza al sentir una ligera jaqueca y lo disimuló, para no alarmar a Hanabi, y alargar la tranquilidad y seguridad que sentía en esos momentos.

Era la primera vez que sentía a Hanabi completamente sincera.

—… ese experto en mentes del que hablaste el otro día —murmuró, sin levantar la mirada aún. —¿Tardaremos mucho en verlo?

—¿Quieres que saque cita? Puedo conseguir la fecha más temprana si muevo algunas cosas.

—El día que se pueda está bien —aseguró, con una pequeña sonrisa.

—Bien. Entonces nuestro día de compras ha terminado, pero come tranquila, aún tenemos tiempo —aseguró, aliviada.

Quería que Hinata tuviera, aunque fuera, una sensación de control sobre su vida en esos momentos tan turbulentos y que pidiera ver a Ino, cuando la fecha para la cita estaba tan cerca, le había quitado un enorme peso de encima.

.

El tiempo que pasara entre la proposición de candidatos y la votación, había pasado en vano. Homura y Koharu votarían por Sasuke y Shizune y él se habían decidido por Shino.

Era temprano para su gusto, pero para asuntos de la aldea nunca sería lo suficientemente temprano o tarde. El silencio reinaba entre ellos en esos momentos, después de los saludos y la conversación habitual que los rodeaba. Miró a Iruka y asintió, estaba listo para dar comienzo a esa segunda ronda del debate.

—Yo seré el moderador de esta sesión —anunció, mientras colocaba frente a ellos las fotografías de Shino, Sasuke y Kurenai. —Solo se admite un voto por candidato, tendrán un espacio de cinco minutos cada quien para defender su decisión. Solo tienen derecho a un cambio de parecer.

Tal y como habían pronosticado, Kurenai salió pronto de la mesa y fueron Sasuke y Shino quienes se enfrentaron en aquella guerra de la que no sabrían detalle alguno en sus vidas. Shizune y Kakashi defendieron a Shino a capa y espada, Homura y Koharu fueron un poco más parcos, pero no por eso sus argumentos tuvieron menos peso.

Aquel callejón sin salida fue obvio para Iruka casi de inmediato, tomó el libro, solo para asegurarse que seguía el protocolo al pie de la letra y se aclaró la garganta antes de hablar.

—Si llegara a haber un empate, existen dos opciones-

—El moderador puede unirse a la votación o nombrar un miembro extraordinario —interrumpió Koharu y, sin darle tiempo a Iruka de asentir, volvió a hablar. —Pero hay un pequeño detalle que habíamos pasado por alto…

—¿Cuál es? —preguntó Iruka, haciendo eco a la confusión de Kakashi y Shizune.

Antes de que los ancianos hablaran, Kakashi cayó en la cuenta de lo que había pasado por alto aquella noche. La única reacción que tuvo su cuerpo fue una ligera elevación de sus cejas, que sucedió al mismo tiempo que la anciana daba el golpe.

Se sintió idiota por no haber pensado en eso antes.

—Shizune, tú no eres miembro oficial del consejo y tampoco se ha llevado papeleo alguno para nombrarte como extraordinario en esta situación.

—Tu voto no es válido —anunció Homura.

Kakashi inclinó ligeramente la cabeza, una pequeña sonrisa derrotada se extendió por sus labios. Shizune le miraba entonces, terriblemente avergonzada de haberse olvidado por completo del protocolo antes de abrir la boca, la tranquilizó con una sonrisa que le alcanzó los ojos.

—Tienen razón, lo pasé completamente por alto —los miró a todos, poniéndose en pie. Se dirigió a Iruka y Shizune al volver a hablar. —Lamento mucho haberlos hecho perder su tiempo.

—Para nada —apresuraron los dos.

Asintió una sola vez y miró a Homura y Koharu.

—Creo que no hace falta seguir con el protocolo del debate —murmuró Homura.

—Uchiha Sasuke será el encargado de entrenar a Hyūga Hinata —asentó Koharu. —Asegúrate de convocarlo para estos días, preferiríamos que se diera por enterado antes del festival de invierno.

—Y preferiríamos que informes a los Hyūga hoy mismo, estamos seguros que apelarán y queremos terminar rápido con eso —pidió Homura. —Con permiso, Kakashi-sama. Iruka, Shizune.

Kakashi se despidió con una reverencia no tan respetuosa como la de Shizune… aquellos serían los mensajes más fastidiosos que le enviaría a los Hyūga y a Sasuke, en su carrera como Hokage.

.

.

Dos días habían pasado desde que tuviera aquella conversación sincera con Hanabi y las cosas habían dado un giro drástico. Había notado cierta tensión en el aire y en los labios de las pocas personas con las que tenía contacto ahí dentro, además el humor de su hermana parecía empeorar con cada hora que pasaba. Así que aquella mañana despertó con deseos de no salir de su habitación.

Por costumbre, el desayuno se tomaba a las ocho de la mañana en el comedor, y aunque tenía la opción de pedir a Kō o Natsu que le sirvieran a la hora que sintiera hambre, había optado por adherirse a aquella costumbre y desayunaba en compañía de Hanabi y Neji. Por alguna razón la idea de comer en su habitación la repelía y aquel día no era la excepción.

Exhaló y salió de su habitación, encontró a los muchachos a la mesa, conversando.

—Buenos días, Hinata-sama.

Inclinó ligeramente la cabeza ante ellos y caminó a su lugar. —Buenos días.

Hanabi no se había enderezado, seguía con un pequeño gesto de disgusto y los brazos extendido sobre la mesa, pero la miraba a ella. Se detuvo antes de sentarse e intercaló la mirada entre ambos.

—¿Interrumpo algo?

—No —arrastró Hanabi, recogiendo sus brazos y deshaciéndose de su mala actitud. —Adivina qué.

Hinata enarcó ligeramente las cejas, por toda respuesta.

—Te conseguí cita para esta tarde.

—¿De qué habla? —preguntó Neji.

—De la experta en mentes que vendrá a evaluar a Hinata —anunció y la pequeña sonrisa que se acomodó sobre sus labios fue la primera sincera de los últimos días.

—Ah, ya veo —murmuró Neji, al tiempo que Natsu se anunciaba.

La mujer no tardó en entrar con las bandejas en las que cargaba los desayunos, que dispuso rápidamente y en perfecto orden frente a los tres. Hinata la observó abstraída, no sabía si Natsu fingía no darse cuenta del evento que había interrumpido o si lo estaba disimulando, jamás lo sabría, pero la quería fuera de aquella habitación tan rápido como le fuera posible.

Cada movimiento le pareció terriblemente lento aquella mañana.

—Un médico deberá evaluarte primero, aún mantenemos la esperanza de que tu ausencia de memoria pueda corregirse con tratamiento médico —explicó Hanabi, ignorando por completo el alivio que daba con sus palabras a la ansiedad de Hinata.

Pero aquellas palabras trajeron un sentimiento gris. Inspiró y exhaló, pesadamente, cansada de todo eso. Se llevó una mano al rostro y frotó un lado de su cara con ella, al tiempo que murmuraba: —… es una pérdida de tiempo.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Hanabi, alarmada.

Bajó la mano y miró a los muchachos, confundida. —¿Qué?

—Dijiste que es una pérdida de tiempo…

Sus ojos estaban clavados en Hanabi y luego se desviaron a Neji, que asintió. Desvió la mirada hacia el frente y la clavó en la mesa, confundida, no sabía por qué había dicho eso y menos entendía por qué estaba tan segura de ello. Juntó un poco las cejas.

—… n… no sé por qué lo dije —balbuceó.

Hanabi y Neji se miraron apenas un momento, volviendo la atención por completo a Hinata. Hanabi no tardó en frotarle la espalda a la muchacha, en un intento por consolarla o tranquilizarla, se inclinó ligeramente hacia ella.

—Está bien —aseguró, sonriendo preocupada. —No tengas miedo, confiamos en los expertos… volverás a recordar.

Asintió y escuchó a los muchachos agradecer por los alimentos que estaban a punto de comer, de sus labios apenas escapó un susurro.

Pasó el desayuno completamente distraída, apenas lo suficientemente atenta para no llamar la atención, ni notar la manera en que Hanabi y Neji se miraban mientras hablaban; aquel vacío en su mente la afectaba más de lo que podía comprender y la paralizaba por completo.

Cuando Neji anunció que tenía cosas que hacer, Hanabi se había aferrado a aquella excusa y los dos la habían dejado completamente sola en el comedor, donde la sorprendió un muchacho joven al que había podido ver en la cocina.

—Lo siento, Hinata-sama, no sabía que seguía usted aquí —se disculpó el muchacho, haciendo una profunda reverencia y volviendo sobre sus pasos. —Volveré más tarde.

—N-No… yo no debería estar aquí —aseguró, sintiendo un nudo en la garganta al pronunciar aquello.

Se llevó la mano a los labios y carraspeó, luego le sonrió al muchacho y se levantó rápidamente, sin poder hacer nada contra el violento sonrojo que le atacó el rostro. El muchacho mantuvo el rostro ligeramente oculto de ella, todo lo que tardó en salir de la estancia; apenas diera un par de pasos, el sonido de la porcelana al ser apilada comenzó a resonar.

Hay algo en todo esto que no termina de agradarme, pensó.

.

Por la tarde el viento mecía el pasto suavemente, la luz de un sol perezoso se colaba entre las nubes y el brillo parecía difuminado. Aquel rincón de la casa era el único en el que podía sentirse un poco tranquila, aunque no había podido alcanzar una tranquilidad completa… o quizá hasta eso había olvidado. Tenía muy pocos recuerdos para poder darle sentido a todas esas sensaciones negativas que la habían abrumado y mantenido al borde de un ataque de ansiedad desde que despertara esa primera mañana.

Hanabi contestaba solícita sus preguntas e incluso había usado las palabras "no lo sé" en algunas ocasiones. La poca información que iba recolectando encajaba, había algunos espacios en blanco y unos un tanto confusos, pero nada alarmante para sostener aquella corazonada de que le estaban mintiendo a la cara.

Cerró los ojos y se encorvó un poco, escondió el rostro detrás de sus palmas y exhaló pesadamente, en un intento por no llorar.

Sabía que ese era un lugar seguro, que era su hogar, pero no confiaba en esas personas… y no sabía si podía confiar en quien se encontrara allá afuera. La ansiedad la carcomía desde que supiera la hora de su cita con el médico y el especialista en mentes, de pronto la había atacado una duda: ¿cómo podía estar segura de que sus verdaderos recuerdos le serían devueltos? No tenía garantías de nada, estaba completamente a la deriva, naufragando y no sabía cuánto tiempo podría mantenerse a flote, estaba cansada de mantenerse a flote y en algún momento su cuerpo se rehusaría a seguir con aquella pantalla.

No había playas, ni orillas, ni islas a la vista y la noche estaba cada vez más cerca.

—¡Ah! —lamentó, apretando las manos sobre su rostro y encogiéndose en sí misma, su frente casi tocó sus piernas. Ella era Alicia y el camino se había terminado hacia mucho y ahora que quería volver, habían barrido y quitado el camino que había ido dejando tras ella.

Levantó el rostro y miró el jardín, sin prestarle atención.

—¿Quién es Alicia?

—¿Hinata-sama? —resonó la voz de Natsu, ligeramente ahogada, desde el interior.

—¿S-Sí?

—Es hora.

Miró el jardín un último momento, Alicia estaba completamente olvidada. —Ya voy.


Sábado, 26 de marzo de 2022