Capítulo 8
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Cuando llegó a la biblioteca le sorprendió encontrar a dos mujeres de cabellos rubios, en compañía de Hanabi y Neji. Era la primera vez que veía a personas, dentro de aquella casa, que no compartieran su mirada blanca. Se quedó pasmada ante la puerta, hasta que Hanabi la urgió a que siguiera avanzando y le presentó a las invitadas.
—Tsunade-sama, nuestra anterior Hokage, y una de las mejores doctoras del país y del mundo —aseguró Hanabi, señalando a la mujer.
Hinata hizo una respetuosa reverencia, sorprendiéndose de sentir en lo profundo el respeto que profesaba. La mano de Hanabi señaló entonces en dirección a la otra rubia.
—Yamanaka Ino, especialista en mentes, ocupa uno de los puestos más importantes en el equipo de seguridad de Konoha y tiene una clínica.
Repitió la reverencia de momentos antes y cuando se irguió las miró a las dos, apenas unos segundos, luego volvió la mirada al suelo. Casi se escondió detrás de Hanabi, las miradas de aquellas extrañas se mantenían sobre ella y, a pesar de las sonrisas, no terminaba de sentirse cómoda.
Aprovechando que Hanabi parecía estar informándose sobre los últimos detalles, que ella no terminaba de comprender, observó a detalle la habitación. Nunca antes había estado ahí dentro.
De no ser por la puerta, los libreros y repisas recubrirían las cuatro paredes en su totalidad. No había ventanas, pero había lámparas en el techo y en las dos mesas. Los libros y pergaminos estaban perfectamente acomodados por categoría o tema, sin una sola partícula de polvo en ellos, luciendo prístinos. Había desde enciclopedias, hasta novelas juveniles y cuentos para niños; en los pergaminos se encontraba la información histórica de la aldea y del clan, además de recopilaciones de reportes y registros sobre misiones externas e internas, claro que ella no lo sabía aún.
Un fantasma de nostalgia y familiaridad apenas podía susurrarle al oído y ella no podía escucharlo.
—Nee-sama.
Salió de su ensimismamiento y miró a Hanabi, que se había alejado de ella y señalaba una silla. Caminó, sin perder más tiempo, y se sentó en ella, luego de mirar a sus familiares y a las desconocidas; no soportaba esa incertidumbre, pero tampoco encontraba la voz para pedir respuestas o explicaciones, afortunadamente, Ino no tardó en hablar.
—¿Estás al tanto de lo que hemos venido a hacer? —preguntó la muchacha.
Asintió de nuevo, frotándose un poco el brazo. Ino le dedicó una segunda sonrisa, más genuina que la sonrisa con la que la había recibido; volvió la mirada hacia Tsunade, que se había acercado unos cuantos pasos, sin acortar del todo la distancia entre ellas. No dejaba de sonreír, pero tampoco se atrevía a tocarla.
—Hola, Hinata —saludó, ampliando un poco más su sonrisa.
—… hola.
—¿Cómo te sientes?
—… Bien.
Asintió. —¿Puedo acercarme? Necesito hacerte un examen físico.
Sin tener la más mínima idea de qué esperar, asintió, completamente aterrada y resignada a lo que pudiera pasar, pero la realidad fue decepcionante. Siguió con sus ojos los dedos de la mujer, luego sus pupilas fueron sometidas a la luz, tuvo que demostrar que sus funciones motoras no mostraban ningún síntoma de daño cerebral y al final las manos de la mujer se mantuvieron sobre su cabeza todo el tiempo, palpando su piel, sintiendo el hueso debajo y moviendo su cabello en momentos.
—Tienes una cicatriz, así que sufriste daño físico, pero…
—… no lo recuerdo —musitó, con la mirada clavada en el suelo.
El silencio que procedió llenó de impotencia a Ino, que conocía las teorías y había sido la responsable de aquel completo vacío que sufría la muchacha en esos momentos. Ocultó las manos detrás de su espalda y apretó con fuerza una mano sobre su muñeca, mientras escuchaba a Tsunade explicar sus teorías.
Hinata se quedó colgada de aquel "pero".
Tsunade había recorrido con la punta de su dedo la cicatriz, notando que la piel se encontraba completamente insensible al no notar reacción alguna por parte de Hinata. Sus manos no tardaron en brillar, con el tono verde característico del chakra curativo.
—Por la edad de la cicatriz, puedo asumir que ésta fue recibida durante la guerra o inmediatamente después —explicó, haciendo eco al reporte de Ino, concentrada en explorar el cerebro de Hinata y sanar todo el tejido que pudiera. —Generalmente un trauma a la cabeza no afecta la memoria de esta manera… a corto plazo quizá o habilidades específicas, cómo el aprendizaje o el habla, pero la memoria a largo plazo no.
Tsunade no pudo evitar mirar a Ino, que mantenía un gesto serio con el que ocultaba cualquier brillo de sabiduría. Ino desvió la mirada, había rendido un informe detallado del estado en el que Hinata se había encontrado al despertar en aquella dimensión, no había necesidad de ese tipo de consultas silenciosas.
—Aún puedo remediar algo del tejido cicatricial que presenta, hay señales de una contusión y una fractura en el cráneo que fue reparada —sus ojos observaban fijamente la cabeza de Hinata, su chakra reparaba todo lo que podía al tiempo que hablaba. —Pero no, nada de esto afecta la memoria, no puedo hacer más por ella.
Hinata juntó un poco las cejas al escuchar aquello, pero lo desestimó, en lo profundo ya sabía aquello y la confirmación no le brindaba desesperanza ni consuelo. Hanabi y Neji se dedicaron apenas una mirada, por sus rostros no surcó un solo gesto de preocupación. Hanabi asintió una sola vez y Tsunade se llevó las manos a la cadera, miró a Hinata con una sonrisa y le asintió una sola vez.
—¿Cómo te sientes?
—… bien —susurró.
—Tu cabello no volverá a crecer como antes, pero ya no será tan notoria la cicatriz —prometió, estrechándole el hombro.
Su mano fue a parar al lugar en el que Tsunade había estado tocando, sus dedos se deslizaron por la cicatriz, que ya había sentido y visto antes, mientras se peinaba. Una extraña sorpresa se coló por sus facciones y no pasó desapercibida al ojo atento de Hanabi, que no tardó en desviar la mirada hacia Ino.
Aunque por el rostro no se colaba lo que pensaba, la manera en que ella miraba a Ino era completamente diferente de la atención con la que lo hacían Hinata, Neji y Tsunade-sama. Su ceja se enarcó ligeramente y recompuso su gesto a tiempo.
El sonido de los pasos de Ino y Tsunade al intercambiar puestos le llenaron a Hinata los oídos con un extraño susurro, pronto se encontró la muchacha frente a ella y aunque la sonrisa era genuina no pudo ignorar el brillo confuso que había en la mirada de la muchacha.
—Soy Ino, yo voy a estar a cargo de la recuperación de tu memoria. Te prometo que haré todo lo que pueda por devolverte tus recuerdos.
Miró fijamente a la muchacha a los ojos y lo único que pudo hacer fue obligarse a confiar en ella.
La noche había caído por completo dentro de ella y en aquel cielo oscuro no había luna, ni estrellas… y estaba cansada de nadar y flotar a la deriva.
—¿Alguna duda?
—¿Cómo lo harás?
—Hm… —se cruzó de brazos y luego se llevó una mano al mentón. —Voy a entrar a tu cabeza y sacar tus recuerdos de su escondite… pero descuida, hoy solo vengo a hacer un recuento de los daños.
—¿Qué daños?
—No sabemos en qué estado se encuentren tus recuerdos, quizá hayas perdido algunos, otros podrían estar corruptos o dañados —explicó —… pero lo que haga hoy no determinará por completo qué tanto podrás recordar, habrá algunas cosas que encontraré sobre la marcha.
Aquello la desairó profundamente. —¿No podré recordarlo todo hoy?
Ino sonrió suavemente y negó una sola vez. —Si intento devolverte todos tus recuerdos, te someteré a demasiado estrés y quizá no lo sobrevivas. Iremos poco a poco —apresuró, para tranquilizarla. —¿Puedo?
Observó las palmas de la muchacha unos momentos y luego miró a Hanabi, la muchacha asintió una sola vez. Miró a Tsunade-sama, notando la aflicción que no había sido perfectamente disimulada en los ojos de la mujer y luego miró a Ino, la sonrisa se había vuelto algo pequeña, pero seguía ahí, y en sus ojos brillaba aún aquella emoción que no podía identificar del todo.
—… está bien.
—Cierra los ojos y relájate —pidió.
Miró alrededor, confundida, y dudó un poco antes de cerrar los ojos e intentar relajarse. Ino levantó sus manos y antes de presionar su palma contra la frente de Hinata, miró alrededor y observó unos momentos a los Hyūga que las acompañaban y que parecían buitres esperando la carroña.
—¿Podrían darnos un poco de privacidad, por favor?
Hanabi estuvo a punto de replicar, pero la mano de Neji sobre su hombro la obligó a reconsiderarlo y terminó por asentir.
—Estaremos en la sala de estar —anunció Hanabi. —Natsu estará aquí afuera y las guiará allá.
—¡Ok!
—¿Tsunade-sama, gusta acompañarnos?
Uno a uno salieron de la habitación, ante la atenta mirada de Hinata, que había vuelto a abrir los ojos al escuchar aquello; por alguna razón sintió un profundo alivio, y cuando escuchó a Ino repetirle que cerrara los ojos y se relajara, no pudo evitar tomarla por la muñeca y mirarla fijamente al rostro.
—¿Hinata? —murmuró, parpadeando, confundida.
Las palabras no salían de su garganta, pero su respiración estaba agitada y el temblor de su cuerpo se había encargado de demostrar por completo su desesperación y sus dudas. Apretó las manos sobre la muñeca y el brazo de Ino y separó los labios, pero sus dudas no se concretaban, no tenía la más mínima idea de qué era lo que quería preguntarle.
—¿Qué pasa?
—¿Puedo…? —exhaló.
—¿Qué cosa?
—¿Puedo confiar en ellos? —susurró.
El silencio las rodeó por unos segundos. La mirada sorprendida de Ino chocó contra la aterrada de Hinata. Dejó caer los hombros y su mano bajó lentamente, aún aferrado su brazo por las manos de Hinata; con su mano libre estrechó una de las de Hinata y asintió una sola vez.
—Claro que puedes, son tu familia —la tranquilizó, con tono maternal.
—¿Segura?
Ahora que había hablado se daba cuenta de lo peligroso que era aquello, ya había pensado en ello, tampoco sabía si podía confiar en Ino, pero aquella desesperación había crecido en su pecho, sin que pudiera encontrarle un origen, ni una explicación. Los recuerdos vagos de Hanabi, Neji y el resto de la familia estaban ahí y no podía negar el gran parecido que había entre todos ellos, empezando por esos característicos ojos blancos, y sin embargo seguía esa insistencia que la empujaba a querer huir de ahí.
—… tranquila —pidió, soltándose y acuclillándose para quedar a la altura. —Estás en casa, estás en buenas manos, no tienes por qué desconfiar de ellos… Te ayudaré con esta desconfianza… solo dame tiempo, ¿sí?
—… es que… no sé…
—Hinata, necesito hacer mi trabajo o cancelarán el contrato y buscarán a alguien más… si quieres que te ayude, tienes que darme tiempo y dejarme trabajar. Si al terminar aún tienes tus reservas, te ayudaré, ¿ok? Confía en mí.
Hinata la miró fijamente, sin pronunciar una sola palabra. Sus ojos gritaban su desesperación.
—Confía en mí —insistió Ino.
—¡Ok! Sí… sí, está bien —apresuró, asintiendo.
—Muy bien —exhaló, sonriendo aliviada. —Ahora cierra los ojos.
La miró, sin poder deshacerse de su desesperación, pero resignándose a esperar. Se relajó lo mejor que pudo y cerró los ojos, inclinando un poco la cabeza. No tardó en sentir la calidez de la palma de Ino, que pronto se recargó sobre su frente y su cabeza y una sensación de sopor la embargó.
Ino cerró sus ojos y al abrirlos se encontró frente a la mente de la muchacha, como aquella noche en el que le hablaran de emergencia. Había pasado los últimos días pensando, dándole vueltas a sus recuerdos; lo había notado durante la visita, pero no le había dado tiempo de averiguar, la mente de Hinata se sentía diferente. Estuvo unos segundos en silencio, solo sintiendo, buscando el flujo de chakra; no había estado del todo segura de sus sospechas en un principio, pero ahora no había duda, alguien había hecho cambios ahí dentro.
La red mental había sido alterada por el chakra de otra persona, pero en su intento anterior no había tenido problema al recuperar y suprimir los recuerdos de Hinata, aquel jutsu, cualquiera que fuera, no la había repelido a ella, ni a su técnica.
Dio un paso al frente y tras realizar la serie de sellos habitual, los recuerdos de Hinata emergieron, sin ningún problema, y los pergaminos no tardaron en desenrollarse, permitiéndole ver todos los recuerdos que ahí se almacenaban. Vio a integrantes del clan Hyuuga que conocía y desconocía, entrenamientos arduos, días comunes en la academia, cenas en familia y cumpleaños, misiones interesantes y otras más aburridas, encuentros amistosos, lecturas, sintiéndose ligeramente incómoda por invadir los días de llanto y frustraciones, las ensoñaciones y esperanzas, faenas en la cocina, la reunión luego del ataque de Sasuke a los Kage, el ataque de Pain, aquel amor en pausa, la circular con la que los convocaran luego de la declaración de guerra, el camino hacia el campo de batalla, enfrentamientos en el campo de batalla… y de pronto había un salto a un estilo de vida completamente diferente, a los recuerdos que había reprimido noches atrás.
No tardó en encontrarse abrumada por el vacío y la desesperación que agobiaban a Hinata esos últimos días y recuerdos que deberían ser gratos, pero estaban llenos de sentimientos confusos y miedo. Aquello era cruel y brutal, pero no había manera de manejar la situación a la perfección, nadie había esperado que Hinata no recordara una sola cosa de su pasado.
Sus ojos observaron los pergaminos de nuevo, no saldría de ahí solo con la confirmación de su hipótesis… también llevaba consigo la certeza de que Hinata no tenía recolección alguna de la guerra.
—No pierdo nada con hacer esto —murmuró, invocando un pergamino en el que copió unos cuantos recuerdos más y los implantó en la superficie de la consciencia, para que Hinata dejara de sentir aquella terrible desconfianza.
Luego de vivir en carne propia el espiral en el que había caído la muchacha y haber atestiguado aquel grito de ayuda momentos antes, no le haría daño a nadie que recordara alguna cena en la que la mano de Hanabi se escurría a su plato, las sonrisas suaves de Neji o un regaño de Natsu luego de una travesura.
Enrolló los pergaminos de la memoria y los devolvió a su lugar y antes de salir extrajo un poco del chakra que fluía junto al de Hinata, no sin dificultades. Volvió a la habitación y tuvo que caminar a una mesa y recargarse en ella unos momentos; quizá fuera que quien había alterado los recuerdos de Hinata fuera más experimentado o fuerte que ella, pero aquella extracción le había dejado ligeramente pesado el cuerpo.
—Es normal que te sientas mareada y abrumada —explicó, al ver que las manos de Hinata se aferraban a la orilla de su asiento. —Te recomiendo que descanses por hoy.
Hinata tardó unos momentos en recomponerse, pero cuando Ino vio que el color le había vuelto al rostro, le ofreció su brazo y salieron a reunirse con el resto.
Cuando llegaron a la sala de té, Tsunade se encontraba hablando animadamente con Hanabi y Neji, aunque los muchachos no reían, la rubia se permitió soltar una estridente carcajada que sorprendió a Hinata, en aquella casa no se habían visto esas explosiones de emoción aún. Las miradas se posaron sobre ellos y aunque el gesto de Hanabi no era más expresivo que el de Neji, en sus ojos brillaba una curiosidad casi infantil que catalizó algo en la cabeza de Hinata.
Parpadeó ante la imagen de unas manos infantiles sosteniendo un gatito, la niña quizá no tenía más de cuatro años, sus mejillas estaban arreboladas y redondas, y tenía esa misma mirada de curiosidad.
Hanabi.
Dio un paso atrás y se llevó una mano a la frente, observando alrededor confundida. Hanabi y Neji se habían sobresaltado y puesto en pie, pero al verla quedarse quieta ellos hicieron lo mismo y la miraron desde la mesa.
—¿Hinata-sama?
—¿Te sientes mal, nee-sama?
—Oh, es un efecto secundario del jutsu —aseguró Ino, sacudiendo una mano para restarle importancia y tomando a Hinata del brazo. —Quizá se sienta mareada o desorientada unos minutos, pero estará bien.
Guio a la muchacha al interior de la habitación, entregándosela a los Hyūga, que la tomaron recelosos y la ayudaron a sentarse a lado de ellos. Hanabi no tardó en acercarle la taza de té dulce de la que había estado bebiendo.
—Más allá de las primeras horas, no hay un solo recuerdo de la guerra —declaró, tomando la taza que Natsu le había servido y agradeciendo con una sonrisa y una inclinación de la cabeza.
—¿Ni uno solo?
—No… pero hoy ya he dado un paso hacia la resolución del problema y les recuerdo que me encontraré con posibilidades y dificultades según vayamos avanzando —reiteró. —Rendiré un informe a Kakashi-sama esta noche, junto al plan de recuperación que he estado trazando y que perfeccionaré con la nueva información. Recibirán una copia de todo a más tardar pasado mañana.
—Suena bien —convino Hanabi, un tanto impaciente por leer aquel plan y con una pequeña ansiedad en la boca del estómago.
Ino ocultaba su sonrisa satisfecha detrás de la taza de té y observó a Hinata, que se mantenía silenciosa en su asiento, la mirada perdida y clavada en la taza de té que descansaba frente a ella.
—Recordarás pronto —celebró Hanabi, frotándole el antebrazo a la muchacha.
Cuando levantó la mirada y se encontró con la esperanzada y alegre de la muchacha, no pudo evitar sentir que se le oprimía el corazón. A pesar de la ayuda silenciosa de Ino, sus recuerdos y sus sentimientos eran terriblemente contradictorios. Asintió, devolviéndole la sonrisa, y no pudo evitar mirar a Ino, que le guiñó una sola vez.
—… recordaré pronto —susurró, perdiéndose unos momentos más en sus pensamientos.
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Luego de que Ino se retirara, Hinata había sucumbido ante los efectos de aquella técnica y se había quedado dormida la tarde entera. Al despertar ya no sentía el cuerpo pesado, aunque la cabeza le dolía un poco aún, y si bien la claridad no había podido volver a su vida aún, aquella noche la recordaría particularmente oscura.
Esos últimos días habían sido vertiginosos y esa noche la recordaría siempre oscura.
Salió de la habitación y le sorprendió no encontrar a nadie de guardia ahí afuera en el pasillo. Llamó a Kō y a Natsu un par de veces, pero no vinieron, ni los escuchó excusarse por unos momentos. Tragó saliva con dificultad y salió de su habitación, caminando con cuidado de no hacer ruido, sin saber porqué. Luego de buscar en la sala de estar, donde Hanabi solía pasar su tiempo libre, por la habitación donde tomaban el té, el comedor y la cocina y no encontrar a nadie, caminó hacia la biblioteca.
Se detuvo antes de alcanzar la puerta, una línea de luz formaba un rectángulo alrededor de la puerta. Se detuvo por completo, temerosa de delatar su presencia, pero su cuerpo se congeló al escuchar la voz imperiosa de Hanabi.
—¡No!
—Es una orden, Hanabi-sama —resonaba apenas la voz de Neji.
—¿Cómo pueden estar tan tranquilos? ¿Estás de acuerdo con esto?
Hubo una corta pausa en la que Hinata buscó cualquier tipo de rendija por la cual pudiera asomarse y, arriesgándose a ser descubierta, miró lo más cerca que pudo a través de la rendija dejada por el picaporte. Lo único que podía ver era a Hanabi, de pie junto a una de las mesas, sus ojos clavados en alguien que no podía ver.
—No —resonó la voz de Neji.
—Quiero que nos den una razón válida para haber ignorado lo que ya se había hablado —reclamó Hanabi. —¡Kakashi-sama estaba de acuerdo!
—Neji es uno de los ninja más activos de Konoha, su agenda no le permitirá involucrarse demasiado en el entrenamiento —explicó esa segunda.
—Y eso lo entiendo, pero ¿qué hay de mí? Yo soy perfectamente capaz de entrenarla, lo saben. ¿Por qué no me nombraron?
Hinata sintió un escalofrío al comprender que aquello se trataba de ella.
—Ya tienes las manos llenas de por sí, hija.
—… hija —pronunció Hinata, prestando aún más atención, y sacudiendo el recuerdo gris que surgió junto a esa voz.
—Tengo tiempo de sobra —insistió Hanabi. —Y si ese no fuera el caso, podría dormir menos… ¡encontraría el tiempo!
—Hanabi-sama, tranquilícese por favor —pidió Natsu, alejándose un par de pasos de la puerta y entrando en el reducido campo de vista de Hinata.
—Estoy tranquila, Natsu —pronunció, casi de manera grosera.
Al mirar a la mujer, la postura de Hanabi cambió por unos momentos, la niña testaruda y consentida que había sido se coló ante aquella sutil advertencia. Volvió de inmediato la mirada a quien miraba del otro lado.
—Olvidemos que rechazaron la apelación, por un momento… Hemos estado dándole vueltas a esto los últimos días, no soy tonta, hay algo que no quieren decirme. ¿Por qué no me nombraron? ¿Cuál es la razón? —repitió.
Hubo un corto silencio, que casi ahogó a Hinata, que con muchísimo cuidado comenzó a retroceder, alejándose de la puerta.
—Quieren que el entrenamiento sea llevado a cabo por una persona que ostente el rango de jounin.
El rostro de Hanabi de pronto recitó un poema de indignación pura. Una pequeña y desagradable sonrisa se le colocó en los labios y se giró, dándoles la espalda a todos en aquella habitación. Hinata se quedó congelada ante aquello, ver el gesto descompuesto le sentó mal en el estómago.
La tensión que se colaba por la rendija era apabullante.
—… es una estupidez —murmuró al fin, con la voz tensa. Relajó sus hombros y se giró, encarando a sus interlocutores.
—Hanabi-sama.
Aquella advertencia de Natsu logró distraerla de su malestar. La mirada blanca se posó de nuevo sobre la mujer, pero se desvió de inmediato hacia la rendija en la puerta y el rostro fue adornado por la sorpresa y un extraño gesto de incredulidad. Hinata se llevó las manos a los labios y sintió como cada vello en su piel se erizaba. Se alejó de la puerta y no le sorprendió que las cosas cambiaran ahí dentro.
—¿A dónde vas?
—¿Hanabi-sama?
—Hanabi, aún no terminamos de hablar.
La primera pregunta le había indicado que era momento de huir y volver a su habitación, pero el pánico logró confundirla y hacerla olvidar la distribución de aquella casa. Se levantó rápidamente del suelo y se alejó, haciendo el menor ruido posible, y pronto se encontró con una bifurcación que la ocultó a tiempo. El sonido de la abriéndose anunció la salida de Hanabi y la voz imperiosa que la llamaba solo la motivó a seguir alejándose, sin importarle del todo la dirección.
Aquellos pasillos laberínticos lograron confundirla aún más, pero no tardó en encontrar una puerta de madera que abrió sin dudar. Le sorprendió sentir el viento frío de diciembre en el rostro; salió de la casa sin pensarlo demasiado y corrió por los pasillos de madera exteriores, saltando pronto al jardín y buscando donde esconderse.
—¿Nee-sama? —resonó la voz de Hanabi. —No hiciste un buen trabajo ocultando tu rastro, sé que estás aquí afuera.
Se agachó para seguir cubierta por aquel pequeño oasis ornamental de arbustos y flores que comenzaban a ceder al invierno y un fuerte agarre en su hombro le sacó un grito de lo más profundo del cuerpo.
Sus cabellos se sacudieron con el movimiento súbito que dio su cuello y se encontró con el semblante gentil de Kō, que la miraba fijamente. Sostuvo la mirada, en completo silencio, sin entender de dónde había llegado él.
—¿A dónde pensaba ir, Hinata-sama?
—Y-Yo n-no… —tartamudeó un intento de excusa, pero las palabras no conectaban unas con otras.
No hubo más palabras, solo el sonido de los pasos de Hanabi sobre el césped y luego de unos momentos la muchacha se acuclillaba a su lado, mirándola fijamente, sin reproche en su rostro.
—¿Nee-sama, qué haces?
—N-Nada.
El semblante tranquilo de Hanabi la urgió a explicarse un poco más.
—… salí a buscar a Kō. No era mi intención espiar.
—Está bien —aseguró, poniéndose en pie y tendiéndole la mano.
Observó la palma y de nuevo aquellas sensaciones confusas y contrarias la invadieron.
—Vamos. Estás descalza, te puedes resfriar —insistió, sin alejar su mano.
Natsu había preparado tazas de té para ambas y a pesar de aquel reglamento silencioso que las mandaba a sus habitaciones a esas horas, las muchachas se encontraban en la sala de té que compartían, en un completo silencio que podría cortarse con un cuchillo. Hanabi removía su taza, completamente seria, la mirada clavada en Hinata; Hinata recargaba la cabeza en la mesa y jugaba con un terrón de azúcar, que se desmoronaba lentamente y ya le había llenado la punta del dedo de cristalitos.
Caminaron silenciosas a la cocina. Hanabi por delante.
Durante la noche aquella parte de la casa estaba fría y silenciosa, completamente contrario a lo que Hinata había podido ver en una ocasión, durante el día. Se sentó en la mesa, viendo a Hanabi calentar agua, para servirla en dos tazas que no tardó en acomodar frente a ella.
Se mantuvo el silencio hasta que la tetera comenzó a chillar.
—Lo que hiciste no estuvo bien —dijo Hanabi al volver a la mesa y servir el agua —… espiar.
Lo sentía sobre sus hombros, a pesar de que Hanabi se fingiera tan tranquila no estaba.
—… no fue mi intensión.
—Inicialmente no lo era, pero lo hiciste —aclaró.
Tenía algunos argumentos que podrían ayudarla a demostrar que en realidad los que habían actuado mal eran ellos, al dejarla fuera de una conversación que parecía ser importante que trataba de su vida, pero se decidió por la mentira. Observó unos momentos los reflejos sobre la superficie del agua.
—… ni siquiera sé de qué estaban hablando.
Hanabi enarcó una ceja, pero no refutó aquello. Exhaló y se acercó la taza a los labios, pero no bebió de ella.
—¿No puedes confiar en nosotros?
Negó de inmediato, sintiendo que el corazón le latía en la garganta. —¿P-Por qué dices eso?
Se encogió de hombros, disimulando. Esos últimos días había vivido preparada para la posibilidad de que Hinata se diera a la fuga o intentara algo extraño.
—Es una posibilidad, apenas nos recuerdas…
—¿Ustedes confían en mí? —murmuró, sin poder detener el temblor en su voz. —Kō y Natsu siempre me están pisando los talones…
—Eso solo lo hicimos para protegerte, pero si te ayuda a confiar en nosotros, les diré que ya no lo hagan.
—La verdad me da igual —se sinceró.
Daba lo mismo, con o sin ellos, no podría huir de ahí o al menos no podría llegar muy lejos… todavía necesitaba que le señalaran la dirección ahí dentro, afuera estaría aún más perdida. Observó a la muchacha darle un sorbo largo a su taza y bajó la mirada de nuevo.
—¿Van a castigarme?
Un gesto de diversión se acomodó en las facciones de Hanabi, que negó una sola vez. —No.
Asintió y presionó con fuerza un terrón de azúcar, destruyéndolo. —¿Puedo ir a mi habitación?
—Kō te acompañará —murmuró.
Estaba cediendo a las paranoias, pero no le importaba, había notado esa manera en que Hinata recorría el interior de la casa.
Vio a Hinata levantarse de la mesa y caminar al pasillo, donde la esperaba Kō. Observó la taza sin tocar y tamborileó los dedos sobre la mesa, pensando. Aquel interludio le había permitido enfriar un poco su cabeza; no se avergonzaba de sus sentimientos y la explosión que había tenido en la biblioteca; había llegado el momento de admitir que la situación la había superado, aunque solo fuera por un momento.
Terminó el té de su taza y volvió a la biblioteca.
—Le daré a Kō los detalles de la reunión en otro momento —ocupaba tranquilamente su lugar. —¿En qué estábamos?
Hiashi arrastró por la superficie de la mesa una hoja de papel que Neji ya había leído antes y con la cual estaba de acuerdo, ahora solo necesitaba que la muchacha la leyera y entonces podría presentarla por la mañana ante los ancianos del clan, para darles la mala noticia y obtener el visto bueno en aquel anexo.
Hanabi desdobló la hoja y leyó las condiciones en completo silencio.
—Redacté la lista de peticiones o reglas antes de que viniéramos aquí, pediré que se agreguen al contrato como un anexo, Kakashi-sama me lo recomendó y prometió hacer todo lo posible por conseguir que el consejo lo respete. Neji está de acuerdo, pero si tienes alguna otra proposición, me gustaría escucharla antes de someterlo a la aprobación de los ancianos.
Terminó de leer. —Sí, hay algo que me gustaría agregar.
La noticia les cayó a los ancianos como una bomba y, por el bien del espíritu del resto del clan, se mantendría en secreto el nombre del entrenador de Hinata hasta el último momento posible.
Sábado, 09 de abril de 2022
