Capítulo 9

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Luego de removerse por horas, inquieta, insomne e insatisfecha, se sentó y miró la oscuridad en completo silencio.

La poca luz del exterior que entraba por las ranuras de las cortinas era suficiente para que pudiera ver las finas siluetas que formaban sus dedos en la oscuridad. La sensación de aquel chakra extraño que encontrara en la psique de Hinata no dejaba de volver a piel como un ligero cosquilleo que le revolvía ligeramente el estómago y no entendía por qué.
Bajó la mano y cerró los ojos unos momentos, de nada le servía pasar la noche en vela pensando en ello. Generalmente podía dejar los asuntos de lado, pero aquella ocasión era tan difícil que le daba risa saber que estaba a cargo de una clínica psicológica, ¿qué pensaría la gente si supiera que la cabeza del departamento de psicología y psiquiatría pasaba las noches en vela, al no poder poner en práctica sus enseñanzas?

—… deja de pensar en eso —rogó, frotándose el rostro con ambas manos.

—¿En qué?

Se sobresaltó y miró a su lado. El bulto que había estado descansando a su lado aquellas horas se movió y pronto se encendió la luz de la habitación, permitiéndole ver el gesto preocupado y espabilado de Sai. Sonrió ligeramente y agachó la mirada a su mano, mientras los dedos de Sai le retiraban con cariño y cuidado el cabello revuelto del rostro; sintió las caricias unos momentos y la sonrisa, que había muerto, volvió a extenderse.

—¿Te desperté? —susurró, acariciándole la mejilla.

Sai negó con movimientos cortos, apretando ligeramente su mejilla contra la palma de la muchacha.

—… son las tres de la mañana, Sai —arrastró, luego de mirar hacia el reloj y se estiró, con la intención de apagar la luz —, vuelve a dormir.

—No tengo sueño —mintió, deteniéndole el brazo y obligándola a volver a su sitio.

—No seas mentiroso —rio. —¿Has estado despierto toda la noche?

Se encogió de hombros. —He estado pendiente de Inojin…

—¿Le pasó algo?

—No, todo está bien, no te preocupes él —apresuró, arrepintiéndose de usar al niño de excusa. —¿Qué pasa contigo? ¿Pasó algo?

—No —apresuró, exhalando y dejándose caer pesadamente en la cama y su almohada. Miró al techo. —No puedo dejar de pensar en Hinata, es todo.

—¿Te preocupa no poder ayudarla? —tanteó, consciente del suelo que pisaba.

—Sé que puedo ayudarla, gracias por confiar tanto en tu esposa —cortó, orgullosa, y mirándolo ligeramente ofendida.

Los años en los que Sai hablaba sin estar al tanto del significado de sus palabras habían quedado atrás; sus actitudes aún reflejaban un poco de la excentricidad de su adolescencia, pero aquella carencia de tacto o consideración había desaparecido casi por completo. Los dos lo sabían. No había necesidad de que Sai se disculpara y no lo haría e Ino no esperaba que lo hiciera. La rubia no tardó en cubrirse los ojos con el brazo y resoplar.

—… no puedes hablar de ello —concluyó Sai.

—… no lo sé, creo que no —murmuró, sin descubrirse el rostro.

El silencio los envolvió y luego de unos instantes la luz se apagó. Sintió a Sai acomodarse a lado de ella y después el peso del brazo sobre su cintura. Enredó sus dedos con los de él y se acurrucó, mirando la oscuridad frente a ella.

—… ¿Sai?

—¿Hm?

Dudó por unos momentos —… descansa.

El amanecer la encontró aún despierta, pero determinada.

Mató el tiempo preparando el desayuno para Inojin y Sai y a pesar de sus intentos Sai la encontró sentada en la cocina, frente a una taza de té vacía, tamborileando los dedos sobre la mesa y con la mirada perdida. Hacía un recuento de las personas a las que había conocido tiempo atrás, las que conocía de poco tiempo y a las que se encontraba en la aldea, pero en aquel recuento no sintió el escalofrío del reconocimiento o la familiaridad.

El sonido de la silla arrastrándose la sacó de sus pensamientos. Sai le dedicó una mirada, antes de distraerse acomodando a Inojin en su silla.

—¿Qué hora es?

—Las ocho y media.

Asintió y miró al bebé, no pudo evitar sonreírle y tomarlo en sus brazos. El pequeño estaba tan amodorrado aún que se dejó cargar, como si se tratara de un muñeco de trapo y recibió gustoso el calor y la suavidad del pecho de su madre. Ino le dio un sonoro beso al bebé en la mejilla y después le frotó con la nariz unos momentos, haciéndolo reír.

Aquello tranquilizó a Sai.

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Luego de la vergonzosa interacción noches atrás, había visto más movimiento en la casa con los preparativos para el invierno, además, aquella mañana había despertado a la noticia de que se mudaría a una habitación más grande. Aquel nuevo espacio no era muy diferente del anterior, salvo por el tamaño y la cantidad de luz que entraba al correr las cortinas, pero había cierta sensación de novedad y algo dentro de ella le decía que no solo se debía al cambio, aquel rincón de la casa se sentía relativamente nuevo.

Al no tener más que ropa, el proceso de mudanza había sido relativamente corto.

Exhaló, relajó los hombros y se dejó caer en la cama, observando el techo de la habitación. Neji había vuelto a salir de misión y Hanabi se encontraba con un ánimo terrible y, aunque no gritaba ni se tornaba agresiva, estallaba a su manera a la más mínima provocación, sumiéndose en silencios coronados por una tensión en el rostro que le apretaba los labios y le dibujaba una ligera arruga a lado de una de las comisuras de la boca.

No pudo evitar aislarse, en un intento por no provocar a la muchacha, y aquello le había permitido meditar su vida los últimos días. Desconocía que Ino estaba detrás de los nuevos resplandores en su memoria, pero esos recuerdos que había encontrado calmaron un poco sus ansiedades y aquella necesidad de huir, que la había estado asaltando diariamente, se había calmado un poco aunque no desaparecido del todo.

Había aprovechado esos momentos a solas para empezar a armar el rompecabezas en el que se había convertido su vida. Aún tenía mucho por delante, le faltaban demasiadas piezas, y si Hanabi no estaba dispuesta a dárselas, ella las buscaría por su cuenta. Había husmeado en la biblioteca, encontrando un registro detallado de su vida como ninja, que iniciaba a los 12 años y se interrumpía a los 16, a diferencia del resto, que culminaban con el retiro, la muerte o se mantenían activos, incluso los que habían desaparecido tenían detalles rodeando el evento, pero su pergamino estaba completamente interrumpido.

Al menos Hanabi no le había mentido al asegurar que le habían perdido por completo la pista y no pudo evitar aferrarse a esa pequeña certeza y con ella espantar algunas de sus inseguridades, pero su apetito por información no se detenía ahí.

Comenzaba a provocarle un poco de ansiedad que el tratamiento con Ino no iniciara, quería recuperar sus memorias. No sabía de dónde provenía, pero casi tenía que luchar contra sus manos, que querían lanzarse al frente y comenzar a tirar de las memorias, en un intento por recuperarlas. Tuvo que contentarse con los diarios cifrados que había encontrado, algunos pasajes eran claros y dejaban ver algunas cosas a las cuales no podía asignarle un recuerdo, pero resto parecían más bien palabras claves de eventos que escapaban de ella en esos momentos.

Kō y Natsu se habían visto asaltados por preguntas que salían de la nada y que no tenían ningún tipo de conexión con preguntas anteriores, pero habían contestado lo que podían, con una paciencia que no dejaba de sorprenderla.

Se irguió y sacó de la caja los portarretratos que la habían acompañado en la habitación anterior, colocándolos con cuidado sobre una repisa nueva. Los observó con una pequeña sonrisa, se había memorizado los rostros de su antiguo equipo y le provocaba una ilusión muy grande volver a verlos.

Unos golpes al otro lado del pasillo la incitaron a acercarse un poco a la puerta y escuchar. Alguien informaba a Hanabi sobre la llegada de un documento y una reunión de emergencia del consejo del clan; la escuchó despachar al muchacho respetuosa y después de unos momentos escuchó un portazo y al asomarse alcanzó a escuchar que la muchacha había chasqueado la lengua, al tiempo que se alejaba con paso de plomo.

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Kakashi exhaló.

Aquel día había sido largo y tedioso. Había enviado a Sai con una copia informal del contrato, sabiendo que los Hyūga no estarían de acuerdo con él y los había esperado, incluso había movido algunas cosas en su agenda para hacer el tiempo. Habían negociado la tarde entera y sólo cuando la noche había comenzado a caer, había podido librarse al fin de Hiashi y su consejo de ancianos rejegos, que siempre complicaban las cosas.

Se frotó los ojos unos momentos. Aún no terminaba ese día y ese conflicto seguiría. Los Hyūga no habían firmado el contrato, pero también habían agotado sus recursos, las tres apelaciones a que tenían derecho habían sido rechazadas, injustamente, por Mitokado y Utatane… y por desgracia los ancianos tenían demasiados años en eso y sabían cómo usar las palabras para que no quedara espacio a la promoción de una revisión ante el consejo del país del fuego.

Tomó su sello y jugó unos momentos con él entre sus dedos, faltaba poco para que llamaran a la puerta y comenzara el segundo acto de aquella tragedia.

Dos golpes a la puerta, un segundo antes de lo esperado.

—Adelante.

No demoraron en entrar Naruto y Sasuke a la oficina. No venían rodeados del griterío que aún caracterizaba al rubio y el muchacho no podía disimular su preocupación, sus cejas estaban ligeramente fruncidas y el azul de sus ojos brillaba con dudas. Sasuke, por su parte, estaba tan aparentemente tranquilo e inmutable como lo había sido desde que lo conociera al formarse el equipo siete, tantos años atrás.

—¿Para qué nos llamaste, Kakashi-sensei? —preguntó Naruto, disimulando su voz trémula.

—Ha surgido algo —comenzó a decir.

—¿Tiene que ver con la estupidez que no me deja partir? —preguntó Sasuke, impaciente.

Kakashi exhaló y asintió una sola vez.

No era noche de tormenta, ni siquiera venteaba o estaba nublado. Hacía un poco de frío, pero no era de extrañar dado que el otoño estaba despidiéndose de Konoha. Las luces estaban encendidas como solían a esas horas, la oficina era tan acogedora como podría serlo y aun así Naruto no podía deshacerse de la incomodidad y su inquietud. Escuchar a Kakashi pronunciar las condiciones impuestas por el clan Hyūga había sido toda una sorpresa para él y se sintió terriblemente desolado al escuchar la cláusula que, una vez más, pintaba un escenario en el que tendría que enfrentarse a Sasuke; pero la sensación de abandono le duró poco y las dudas se esfumaron dando paso a una sonrisa cuando recordó que los años no habían pasado en vano para nadie, mucho menos para Sasuke, y que las cosas ya no eran como en sus años de adolescencia.

Miró de soslayo a su amigo y su sonrisa perdió fuerza una vez más, a veces le dolía la indolencia con la que Sasuke miraba al frente al recibir sus misiones y le apenaba la sumisión con la que acataba cualquier orden. Al ver la mirada negra, apagada, recordó que aunque el tiempo había pasado, no había tenido el detalle de sanar a su amigo con la misma generosidad con que había sanado a todos los demás.

—Naruto, estás obligado a asistir al equipo de Hanabi —reiteró Kakashi, mirándolo con los mismos ojos severos con los que había asustado el primer día al equipo siete.

Naruto, Sakura y Sasuke sabían que con Kakashi pocas de esas miradas debían tomarse enserio, solo cuando estabas del otro lado de su kunai debías preocuparte, pero aquella noche algo le dijo a los muchachos que aquello no debía echarse en saco roto. Naruto bajó la mirada y asintió, casi de la misma manera abnegada en que Sasuke llevaba haciéndolo todos esos años.

—¿Alguna duda? —concluyó, volviendo a su gesto tranquilo de siempre.

Naruto negó.

—¿Es una broma? —estalló Sasuke.

—No.

—Ya que están asignando estupideces, ¿por qué no me mandan a rescatar gatos?

—No es tan sencillo como parece, Sasuke-kun —le recordó, con la paciencia de un padre. —¿Alguna objeción?

Un amago de sonrisa sarcástica se dibujó sobre los labios de Sasuke y negó, agachando ligeramente el rostro y clavando la mirada en el suelo. El consejo había aceptado aquel anexo sin oposición alguna, no había nada que pudiera hacer al respecto y en realidad no tenía intenciones de objetar… y aunque se había resignado a la constante vigilia, pues las contadas ocasiones en que había tenido que caminar por las calles de alguna aldea había sufrido las miradas de soslayo, la desconfianza y pequeños malos tratos, no estaba acostumbrado ni tenía intenciones de tolerarlo el tiempo que fuera a durar aquel circo.

Kakashi no alejó la mirada de Sasuke y enfrentó las pupilas negras, que no pudieron ocultar su fastidio y su cambio de parecer.

—Te escucho —pronunció, relajándose.

Naruto se mantenía al margen, pero no sabía en quién mantener la mirada y sus ojos iban y venían de una persona a otra.

—¿Tienen que vigilarme todo el tiempo? —preguntó al fin, sin ocultar su inconformismo.

—Solo el tiempo que compartas con Hinata… como ya te dije, esto no se extiende a encuentros casuales o eventos sociales.

El aire se arrastró por su garganta hacia el exterior y negó, aquello le había parecido gracioso la primera vez que lo escuchara y no había perdido aquel encanto ahora que lo repetían. Naruto clavó la mirada en él, conocía sus lamentables intentos por reír.

—No voy a andar por la aldea, viendo los fuegos artificiales con ella —aseguró. —Es una pérdida de tiempo, ¿no tienen algo mejor que hacer en ese clan?

—Estoy seguro que tienen experiencia suficiente para administrar a sus hombres.

Chasqueó la lengua y desvió la mirada a un costado, enterrando su única mano en su bolsillo y juntando las cejas… aquellos aires de paz les estaban dejando demasiado tiempo libre a las personas.

—Bien —arrastró —, pero también tengo condiciones… ¿puedo? —agregó, en un intento por no sonar tan insubordinado.

—Por supuesto —aseguró Kakashi.

—No quiero verle la cara a ningún Hyūga, bajo ninguna circunstancia, ni siquiera quiero saber que están ahí.

Naruto negó y se frotó el rostro con una mano, en un gesto que quiso imitar Kakashi y que pudo desviar satisfactoriamente a un único asentimiento.

—Sin distracciones —aseguro —, aunque dudo que con tus capacidades vayas a poder ignorar sus presencias.

—Y no tendrán ningún tipo de autoridad sobre mí.

—Necesitas ser más explícito, el consejo podría desestimarla, tomando en cuenta que los Hyūga-

—Sí, sí —interrumpió. —No me importa si quieren saltar a defender a su damisela de mí, no voy a atacarla, pero en el momento en que a alguien se le ocurra volverse una amenaza sin razón aparente me liberarás de la carga, dejaré de ser su entrenador. Y los Hyūga no podrán alterar mi agenda, ni cuestionar mis métodos de enseñanza.

—¿Eso es todo? —preguntó luego de unos segundos de silencio.

—Hay cosas más importantes que podría hacer, Kakashi, lo sabes…

—Agregaré tus condiciones, ven a firmar el anexo mañana por la tarde —indicó, ignorándolo por completo.

—… bien, pero es la última estupidez que me asignan.

Kakashi rio, ligeramente divertido por aquello, pero a la vez frustrado por los caprichos de los ancianos. Sasuke se ahorró el aliento que estaba a punto de exhalar al comprender aquella actitud.

—¿Cuándo comenzaré con el entrenamiento?

—A principios de Enero.

—Hm.

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Una vez fuera de la oficina, se escabulleron por las vías libres de civiles… o más bien: adoptaron caminos inusuales donde no encontrarían a alguien. Incluso durante las grandes empresas oficiales, en las que el resto de los ninja de la hoja estaban al tanto de la presencia de Sasuke, él se esforzaba por pasar desapercibido.

Había perfeccionado el arte de ser invisible.

—¿Estás de acuerdo con eso, teme? —murmuró Naruto después de un rato, cuando ya llevaban varios minutos sentados en aquel tejado, alejados de todos.

—¿Tu no? —contraatacó, sin intenciones de hablar demasiado del tema.

—… supongo que no —declaró, exhalando y recostándose.

—¿Estás seguro de lo que dices? Es una orden directa del Hokage—le molestó —, estás poniendo en duda su criterio…

—Bah, al final del día no deja de ser Kakashi-sensei —sonrió.

—… supongo que ni tu dejarás de ser un idiota cuando al fin tengas el título.

Miró a Naruto de reojo y le dedicó una pequeña sonrisa, como única respuesta recibió un manotazo que esquivó con facilidad y luego escuchó la corta risa.

—No voy a desobedecer a Kakashi, ni atormentar a los Hyūga… si es lo que te preocupa —murmuró después de un rato, sin alejar la mirada del firmamento.

—No es eso lo que me preocupa —aseguró, sentándose de nuevo y mirándole el perfil —… lo que me preocupa es que no confíen en ti.

—Es normal.

—Has cumplido con todas tus misiones.

—¿Y eso qué?

Rodó la mirada. —… ¿habla la voz de la experiencia?

Miró entonces a Naruto y asintió una sola vez, quizá estaba atribuyéndoles sus propias fallas y prejuicios a los Hyūga, pero sabía que no erraba demasiado al hacerlo. Desvió la mirada y se pasó la mano por el rostro, algo cansado, volver a la aldea nunca suponía un alivio.

—No todos piensan o perdonan tan fácil como tú —le recordó, poniéndose en pie. —No te preocupes por mí, no me importa ser perdonado.

—Creí que ese papel de mártir, con tu exilio autoimpuesto y todo eso, era para expiar tus pecados… solo te falta flagelarte o pedir que Ibiki te torture enfrente de todos —se burló, sin levantarse, pero buscando con la mirada algo que pudiera arrojarle a la cabeza.

—Que ofrezca una disculpa no significa que vaya a arreglar el daño que provoqué con mis malas decisiones… tampoco significa que vaya a obtener el perdón.

Cuando levantó la mirada, el único ojo visible de Sasuke ya lo miraba, no había ningún amago de sonrisa en los labios, ni una sola pizca de inusual gentileza en su gesto, se encontró con el rostro serio de siempre y esa resignación de los últimos años. Exhaló y aprovechó que se impulsaba para ponerse en pie para evadirlo, a veces no lo entendía, y tenía tiempo acariciando la idea de que quizá nunca terminaría de hacerlo.


Sábado, 23 de abril de 2022