Capítulo 11
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Aunque no iba de pueblo en pueblo todos los días, y a veces permanecía semanas o meses en un mismo lugar, estaba acostumbrado a la vida de nómada que había llevado desde que estuviera con Orochimaru y saber que estaría en Konoha por un tiempo indefinido lo hacía sentirse extraño.
Era una pésima comparación, pero no podía evitarlo, ver la ciudad desde dentro, saberse ahí dentro, caminando las calles cargadas de recuerdos, lo hacía sentirse abrumado y vacío al mismo tiempo, como lo hiciera sentirse visitar el barrio Uchiha después de la masacre. Aunque quizá no fueran una locura sus sentimientos, la situación era parecida. Había dejado detrás un estilo de vida de manera abrupta y ahora se encontraba dentro de un apartamento que le había conseguido alguien más.
Sakura había estampado suavemente su sello en aquel contrato y, sin embargo, él sentía una presión similar a la que se sometían los diamantes cada que recordaba ese pequeño detalle. Dio la espalda a Konoha y observó su nueva morada. Evadir a la casera y a los vecinos no sería problema, aquella zona era habitada por civiles y de todos modos no tenía intenciones de pasar el día entero en casa y tampoco usaba las salidas convencionales, así que no causaría disgustos.
Observó en silencio la placa que lo identificaba como ninja de Konoha, que sostenía en su mano con firmeza, y luego la dejó sobre un mueble.
Miró de nuevo por la ventana, tenía una buena vista, Kakashi había elegido bien la ubicación, desde aquel rincón de la aldea podía verlo casi todo y estaba tan alejado de los Hyūga como era posible dentro de los muros de Konoha. Se recargó en el alfeizar y sintió el frío del vidrio acariciar suavemente su piel, no sabía si aquello había sido una consideración a sus paranoias o simple coincidencia, pero lo agradecía.
Resopló al recordar a su futura pupila, de nuevo se puso a pensar seriamente en lo que tendría qué hacer durante los próximos meses. Era desagradable, pero estaba terriblemente consciente de las debilidades que tenía en aquel campo de trabajo inexplorado, y saber que Hinata no se encontraba en el mejor estado físico solo lo hacía todo aún más intolerable. No le bastarían las copias que le darían de los informes que Ino enviara sobre los recuerdos de Hinata, ni esos obsoletos registros del trayecto de la muchacha durante sus cortos años de actividad.
A diciembre le quedaba apenas diez días y, aunque al recibir la misión se había tomado las condiciones de los Hyūga a la ligera, ahora que estaba por empezar caía en la cuenta de la seriedad del asunto y de que no conocía a Hinata; sabía quién era y en su momento había tenido bien memorizados sus puntos débiles y sus fortalezas, pero de ahí en más, era una completa desconocida para él. Quizá compartieran mesa en la academia, quizá no. Nunca habían hablado y aquello era lo único que lo había ayudado a no pasar tan amargo el trago; no podía decir que su popularidad fuera la misma que en sus años de academia y el primer año como genin, pero el brillo en algunas miradas no había muerto del todo y si Hinata hubiese sido una de esas personas, hubiera preferido volver a prisión a soportar esa penitencia
… aunque dudaba que Kakashi fuera a permitir que lo encerraran inútilmente en alguna celda.
Unos cortos golpes a la puerta lo distrajeron de sus cavilaciones y luego de unos momentos escuchó un corto rechinido y unos pasos acercarse.
—¿Sasuke-kun? —resonó la voz de Sakura.
Se giró y la encontró al otro lado de la estancia, llevaba un bolso con algunos libros y libretas que sobresalían.
—Sakura —saludó, sin moverse del sitio. —Siéntate.
La muchacha asintió y le hizo caso, tomando asiento en el sillón que había en aquella reducida estancia, que los separaba del área que hacía de habitación. Sacó de inmediato los libros y las libretas y las dejó en la mesilla que había frente a ella.
—Kakashi-sensei me dio algunas cosas que quizá te puedan ayudar —declaró, sin mirarlo, estaba muy ocupada ordenando las cosas sobre mesa.
—¿Le dijiste a Kakashi que te pedí ayuda?
La mirada verde se posó sobre él de inmediato, pero Sakura negó.
—Está preocupado por tu desempeño y me pidió que fuera lo más sutil que pudiera y te ayudara… pero con ustedes dos no funcionan las sutilezas —lamentó, cerrando su bolso, recordando al denso de Naruto.
Asintió una sola vez y se acercó a la mesa, inclinándose para ver las libretas y los libros. —Solo te pedí que me dijeras cómo tratar con los Hyūga… eran amigas.
—… pero no éramos tan cercanas —enfatizó —y tampoco conozco mucho a Hanabi o a Neji. ¿Qué piensas hacer?
—Enseñarla a pelear.
—¿Cómo vas a hacerlo? —intentó, cambiando sus palabras. —No es tan fácil entrenar a alguien.
—Kakashi pudo hacerlo con Naruto —se defendió.
Aquella declaración logró sacarle un asentimiento, ni siquiera habría podido intentar defender a Kakashi-sensei después del gesto de obviedad que había adornado su rostro… y si pensaba en Tsunade-sama, tampoco podía decir que estuviera muy convencida de que aquella mujer tuviera el mejor enfoque en cuanto a la enseñanza se trataba.
—No voy a entrenarla de cero, tiene trayectoria… solo tengo que explotarla para que recupere su destreza.
—Naruto y yo te ayudaremos —prometió.
—Tienen las manos llenas —murmuró, volviendo a su lugar a lado de la ventana.
Ignoró por completo el desaire que aquello le provocó a Sakura y no la miró para no alimentar esas esperanzas que al parecer no morían. La muchacha ya no gritaba a los cuatro vientos que estaba enamorada de él, pero seguía esforzándose por conseguirse una mirada y cualquier tipo de atención, que fuera más allá de lo que acostumbraba haber entre ellos, la mandaba a volar.
Hubiera sido preferible que Naruto lo ayudara, aún con su idiotez, impartía una que otra lección en la academia y sabía algo de cómo tratar con personas que aún no podían ser lo suficientemente útiles… pero el muchacho estaba atareado y no había errado al recomendarle que llevara aquel problema a las hábiles manos de Sakura.
—¿Leíste las cláusulas que agregaron los Hyūga al contrato?
Sakura le miró el perfil, sintiendo sus mejillas colorearse, podía decir que no y ser una completa mentirosa, pero apenas Naruto había tenido la información de primera mano, ella había estado esperando a poder pincharle una oreja y obligarlo a soltar la sopa.
—… Na-Naruto mencionó algunas cosas —murmuró, luchando contra un temblor risueño y nervioso en su voz.
—Solo quiero saber qué tanto presionar, para no tener a nadie encima.
—Hmm… —se cruzó de brazos unos momentos, mientras pensaba. —No pudiste verlo esos últimos años, pero la Hinata que desapareció no era débil, solo era insegura en momentos… y por lo que salió a relucir durante los exámenes chunnin, no creo que sus entrenamientos hayan sido fáciles o benevolentes… pero eso ya lo sabes.
Lo miró unos momentos, Sasuke la miraba fijamente, como pocas veces, y aquello la hizo dudar aún más de lo que estaba a punto de decir; desvió la mirada y se frotó un brazo, armándose de valor… en momentos como esos deseaba ser la mocosa imprudente y bocona que había sido a los doce años.
—Tu perteneces al clan Uchiha… ¿no puedes darte una idea del tipo de entrenamiento que llevan los Hyūga?
El clan siempre sería una vena sensible en Sasuke, aunque él no lo dejara ver, y no se atrevió a mantenerle la mirada luego de decir eso. El muchacho se mantuvo relajado y no dejó de mirarla.
—Nosotros no tenemos un estilo de pelea como ellos, pero ya me doy una idea —murmuró, recordando los arduos entrenamientos a los que se sometían Itachi y Shisui.
Sonrió, relajada al ver que su comentario no había empeorado el ánimo de Sasuke. Se recargó al fin en el respaldo del sillón y dejó caer los hombros.
—Mientras no la ofendas, ni la pongas en riesgo, todo estará bien —aseguró. —No la subestimes, ten fe en tu alumna…
Se dice fácil, pensó.
El silencio se acomodó, ligeramente incómodo entre ellos. Sakura sabía que ya había pasado la hora de irse, pero no encontraba las ganas para salir de ahí. Sasuke le daba la espalda en esos momentos y parecía abstraído. Dejó caer los hombros y miró sus pies, en completo silencio, armándose de valor.
—¿Vendrás al festival?
Podría mandarla a pelar papas, pero tenía que mostrar su gratitud por aquel favor de alguna manera, así que le toleraría esas cosas… solo por esa ocasión.
—¿En verdad me estás preguntando eso? —arrastró, mirándola de reojo.
Sakura resopló. —… solo… olvídalo.
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Hanabi llevaba todo el día revoloteando a su alrededor, con un gesto extraño en el rostro, ligeramente sonriente e infantil, que no había visto desde que regresara. No tenía la más mínima idea de qué era lo que la traía así, pero sus ejercicios mentales la tenían lo suficientemente ocupada para concentrarse en ello. Se había encerrado en su habitación, en un débil intento por mantener las miradillas insistentes de la muchacha a raya y había funcionado, pero ahora la escuchaba golpear la puerta con impaciencia.
—Nee-sama, ¿ya estás lista?
Juntó las cejas y levantó la mirada de las fotografías. —¿Para qué?
La puerta se abrió entonces y el gesto sonriente de Hanabi cambió por uno de indignación infantil.
—¿Por qué no te has vestido? ¿Te has bañado siquiera?
—… sí, luego de entrenar —murmuró, ligeramente ofendida. —¿Por qué?
—¿Recuerdas el festival de invierno? —preguntó, enarcando las cejas.
Se encogió ligeramente en su lugar y asintió una sola vez. —S-Sí… pero te dije que no quería ir…
Hanabi juntó ligeramente las cejas y dejó caer los hombros. Aquella actitud le pareció ligeramente cómica a Hinata, no encajaba en nada con el peinado y el kimono, ni con el ligero maquillaje que llevaba la muchacha.
—Pero tienes que venir con nosotros —insistió, perdiendo por unos momentos el temple.
Se cubrió los labios para que Hanabi no pudiera ver su risa, pero había sido demasiado tarde, la muchacha le había arrojado su abanico y la obligaba a mirarla.
—No hagas bromas así.
—… no he dicho que iré.
—¿Piensas quedarte encerrada en casa cuando todos estaremos fuera, viendo los fuegos artificiales? —preguntó, enarcando una ceja.
Se fingió entretenida, pasando las hojas del álbum de fotografías.
Hanabi dejó salir un gruñido y la arrastró fuera de la cama. —¡Ah, no hagas bromas! ¡Se hace tardísimo!
—Puedo quedarme en casa…
—¡No! Si te quedas aquí solo… ¡estás vacía, necesitas llenarte! —espetó, empujándola hacia su habitación.
Aquella declaración casi logró sacarle las lágrimas, pero se tragó el nudo en la garganta y se dejó empujar.
—¡Natsu! ¡Te necesito!
—¿Por qué la urgencia? —murmuró, luego de carraspear.
—¡Porque no tenemos tiempo para esto! —aseguró, volviendo a la puerta. —Traeré el kimono, ve quitándote la ropa…
Hinata se quedó sola unos segundos, exhalando lentamente, y se sobresaltó al ver a Hanabi asomarse por la puerta.
—¡Anda! —le urgió, cerrando con un portazo.
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Luego de una hora de desesperaciones por parte de Hanabi y una eterna paciencia por parte de Natsu, terminaron de vestir a Hinata, que por desgracia no tenía la más mínima idea de cómo vestir un kimono correctamente. El peinado quedó con un recogido simple y adornos tintineantes y el maquillaje fue aún más ligero que el que Hanabi llevaba, aunque aquello no la molestaba en absoluto, se imaginaba y no se agradaba con demasiado color en la cara.
Anduvieron entre la gente, apretándose, comprando comida chatarra y dulces y probando con algunos de los puestos de juego; Hinata se sorprendió con su buena puntería, aunque envidiaba la precisión de Hanabi y pronto fue evidente que incluso su condición física era inferior a la de aquella chiquilla que se escabullía entre la gente con facilidad. Llegó un momento en que no pudo seguir fingiendo la fatiga y pidió un descanso.
Tropezando con sus propios pies y siendo empujada a diestra y siniestra, salió pronto del tumulto y fue a sentarse a una banca. El barullo del festival casi le llegaba lejano, sentía los oídos ligeramente embotados ahora que se encontraba fuera de las risas y el griterío; cerró los ojos unos momentos y respiró profundo, disfrutando la calma y relajando sus pies adoloridos.
—¿Te molesta si me siento aquí?
La voz suave le llegó un poco lejana, pero al girar el cuello se encontró con un muchacho que le sonreía.
—N-No, adelante —ofreció, deslizándose hacia el otro extremo y señalando la banca.
—Gracias.
Se sintió un poco incómoda, pero decidió ignorarlo. El silencio no tardó en envolverlos. Una extraña sensación de alivio llegó a ella al verlo cerrar los ojos y recargarse en la banca, parecía agotado y solo hasta entonces notó el bastón que descansaba entre ellos.
Volvió la mirada al gentío, buscando con sus ojos a Hanabi, que le había prometido volver a buscarla cuando ya hubieran encontrado un buen sitio desde dónde observar los fuegos artificiales.
Una extraña ansiedad la embargó al mismo tiempo que una tranquilidad casi soporífica, miró a las personas que pasaban… nadie que reconociera.
—¿Esperas a tu novio?
—¿Eh? —balbuceó, sintiendo que sus mejillas enrojecían violentamente.
El muchacho sonrió, el rostro enfrentaba el cielo aún y los párpados se mantenían cerrados. —¿Esperas a tu novio?
—N-No… n-no tengo novio —murmuró, escuchando su voz perder volumen con cada palabra.
El muchacho asintió una sola vez.
—¿Tu esperas a alguien? —preguntó, algo incómoda, buscando una manera de tranquilizarse.
—Sí, a mi acompañante, me dijo que si llegaba a perderme, viniera a una de las bancas… espero estar en el lado correcto —rio suavemente.
—¿Estás perdido?
—No… falta de comunicación es todo —declaró, sonriente y ligeramente avergonzado.
—¿Necesitas ayuda? —murmuró. —Yo podría…
—No, no, descuida, estoy bien… solo hay dos lados y estoy bastante grandecito, sé volver solo a casa.
Sonrió un poco y no pudo disimular el bochorno que la atacó. Asintió una sola vez y vlvió la mirada a la multitud al escuchar una risa que reconocía. Se levantó de la banca, pero no se alejó de ella, y buscó con la mirada. Pronto encontró a Hanabi en uno de los puestos de juegos, en compañía de una persona que no había esperado ver a su lado y a la que tampoco desconocía.
—¿Por qué no estás disfrutando del desfile? —preguntó el muchacho de pronto.
Desvió de inmediato la mirada hacia el desconocido y sonrió, a pesar de que todas esas gentilezas fueran inútiles. —… estoy descansando un poco.
Las cejas del muchacho se enarcaron y asintió una sola vez, cuando habló sonaba distraído. —… es raro que la gente admita estar cansada en los festivales.
Hanabi seguía platicando con el muchacho, aunque en realidad era él quien hablaba. Estuvo a punto de levantar un brazo para llamar su atención, pero algo la detuvo. Se llevó la mano al pecho y observó en completo silencio la diminuta sonrisa que se acomodaba plácidamente sobre los labios de su hermana y la manera en que los ojos se mantenían atentos del rostro del muchacho.
Había cierta suavidad en aquel gesto… y cierta complicidad en toda esa interacción que no comprendía y que no le había visto nunca a la muchacha. No desaparecía esa ligera altanería que solía rodearla y el orgullo tampoco mitigaba, pero por primera vez daba paso a una extraña familiaridad. La vio rodar la mirada ante una segunda estridente carcajada y negar una sola vez, pero a pesar del gesto que había adornado su rostro, no se reventaba aquella extraña burbuja.
El muchacho le apretó entonces el brazo cariñosamente y Hanabi le devolvió el gesto, apenas un roce sobre el dorso de la mano que se alejaba de su manga… suave y sumamente discreto.
—… raro —murmuró para sí misma.
Oh...
Dio un paso y recordó a su acompañante, encontró al muchacho con las manos cruzadas sobre su regazo y el rostro dirigido hacia el tumulto, la sonrisilla seguía en sus labios, aunque en algún punto había comenzado a morir.
—Debo irme —anunció.
El muchacho desvió el rostro hacia ella y asintió una sola vez. —Que pases una bonita velada, espero disfrutes los fuegos artificiales.
—Gracias, igualmente —deseó, con una sonrisa. —¡Adiós!
—Hasta luego —se despidió, levantando la mano para despedirse.
Observó al muchacho unos momentos y cuando volvió la mirada al festival, se encontró con la mirada de Hanabi, que le dedicó apenas un vistazo y con un hábil movimiento distrajo al muchacho con el que platicaba, que se movió unos cuántos pasos para mirar hacia el gentío y quedó, convenientemente, de espaldas a ella. Sonrió ligeramente al ver un segundo vistazo, lleno de complicidad, solo para ella, y se acercó tan silenciosa como pudo.
—… ¿estás ciega? Ese no era él.
—Lástima —arrastró Hanabi, cuidando a Hinata por el rabillo del ojo. —Cierra los ojos.
—¿Por qué? —preguntó, mirándola, confundido y desconfiado.
—¡Solo ciérralos! —espetó, sacudiéndole la mano frente a los ojos.
El muchacho manoteó con ella unos momentos, pero jamás cerró los ojos, y cuando Hinata llegó hasta ellos, los intentos de Hanabi al menos habían sido suficientes para que su hermana no fuera descubierta. Hinata se detuvo a un par de pasos y miró al muchacho en completo silencio, que no tardó en sentirle y echar un vistazo atrás; Hanabi dejó de manotear con él y observó la manera en que el rostro del muchacho pasaba de simple curiosidad a incredulidad y volvía a mirar detrás de él, confirmando lo que sus ojos habían visto antes.
Hanabi sonrió ampliamente, satisfecha. —Sorpresa.
Hinata sonrió un poco, ligeramente incómoda, lo reconocía por las fotografías, pero en su cabeza apenas había un resplandor de una sonrisa. No pudo con la intensidad de la mirada del muchacho, que la observaba boquiabierto, en completo silencio.
—¿Hina…? —su voz murió y miró a Hanabi. —No sabes hacer bromas, esto no es divertido.
Hanabi juntó las cejas, ofendida. —¿Cómo te atreves? ¿Quién dijo que era una broma, Inuzuka?
Desconfiado, miró de nuevo a Hinata, que levantó una mano y saludó ligeramente sonrojada. Respiró profundo y miró de nuevo a Hanabi, el gesto de haber sufrido una injuria había desaparecido y no había brillo de travesura en la mirada. Tragó saliva con dificultad y tuvo que respirar de nuevo para tranquilizar los golpes que le daba el corazón en el pecho. Hanabi no solía hacer bromas, pero las hacía, y algunas veces tan crueles como podría serlo esta.
—¿Estás bien? —preguntó Hanabi, dando un paso hacia él y tomándolo por el hombro, inclinándose un poco para mirarle el rostro.
Estaba pálido.
Hinata carraspeó, un poco incómoda, y comenzó a mirar a la gente, pero pronto se encontró con una segunda persona, tan pasmada como estaba Kiba en esos momentos. Estaba a punto de correr a refugiarse detrás de Hanabi, pero el muchacho se acercó a ella, dando largas zancadas, depositó los cucuruchos en las manos de Hanabi, que se apresuró a tomarlos al ver que Kiba no reaccionaba, y antes de que Hinata pudiera pronunciar palabra, se encontraba apretada en un caluroso abrazo.
Su rostro miraba hacia el cielo, las luces del festival no le permitían ver las estrellas, pero se perdió en la oscuridad que había ahí arriba. Sus manos se mantuvieron crispadas por unos segundos, pero al sentir que el muchacho se fundía lentamente en aquel abrazo y hacer la conexión del segundo muchacho en las fotografías, relajó su cuerpo y dejó que sus manos descansaran sobre la amplia espalda. Sonrió ligeramente y bajó la mirada hacia Hanabi, pero no pudo verla, sus ojos estaban llenos de calientes lágrimas que no dudaron en escapar a sus mejillas y humedecerlas.
—¿Shino-kun? —musitó, dubitativa.
Hanabi se mantenía al margen, su mano aún en el hombro de Kiba palmeó un par de veces. Se encontró con una mirada aún incrédula, pero un semblante recompuesto, que la miraba por encima del hombro, y asintió una sola vez. Una risa casi boba escapó de la garganta de Kiba, que no pudo evitar palmearle la espalda a Shino con vigor, arrancándolo de aquel abrazo al que había saltado. Cuando miró a su amigo a la cara, no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza y despeinarse el cabello, luego miró a Hinata de nuevo.
—Estás de vuelta —dijo al fin, riendo de nuevo. Miró a Shino y la señaló. —¡Está de vuelta!
Shino asintió y se dejó sacudir por Kiba, que se aferró violentamente a su hombro mientras daba un par de saltos.
Hinata se secó aquellas lágrimas furtivas que no dejaban de confundirla, pues no tenía idea de dónde venían, pero se hundió en el alivio que aquellos dos rostros habían hecho surgir en sus entrañas y exhaló, relajando los hombros.
—¡No lo puedo creer! —exclamó Kiba, haciendo eco a los sentimientos colectivos del antiguo equipo 8.
Una risa sincera escapó del pecho de Hinata. —Veo que están bien…
Y sin poder evitarlo se cubrió el rostro con ambas manos y se echó a llorar, para no ahogarse más en aquel alivio que la abrumaba. No podía dejar de dar gracias, su corazón estallaba de alegría, su alma soltaba un increíble peso.
—Lo siento —balbuceó, sin poder dejar de llorar.
Hanabi se acercó a ella y le frotó suavemente la espalda, con cariño. —Está bien, nee-sama… llora todo lo que tengas qué llorar. —Miró a los muchachos entonces. —Neji está esperando con Lee-san y Tenten, pueden adelantarse si quieren.
Kiba y Shino lo dudaron, pero terminaron accediendo para darles un poco de espacio a las muchachas. Se despidieron por el momento y pronto se perdieron entre la gente; Hanabi se mantuvo a lado de Hinata, esperando que aquel remolino de emociones pasara, sin dejar de frotarle la espalda suavemente.
—¿Por qué lloras? —preguntó, luego de mucha desidia.
—¡N-No lo sé! —exclamó, mirándola por encima de sus manos. —S-Solo… ¡estoy feliz!
Sonrió ligeramente al verla cubrirse de nuevo el rostro, sintiendo un poco de alivio. —… claro que estás feliz, son tus mejores amigos-
Levantó la mirada y la echó por encima de su hombro, mirando hacia la calle desolada donde solo alumbraban los arbotantes algunas bancas y un paseo dónde solo pululaban las polillas. Las venas alrededor de sus ojos no tardaron en hincharse, pero los resultados fueron los mismos; desactivó el Byakugan, sin poder deshacerse de la sensación de escalofrío que la había alterado, y volvió la atención a su hermana, que lentamente se iba tranquilizando.
—¿Quieres probar en un último juego antes de ir a ver los fuegos artificiales? —recomendó, incitándola a caminar con un ligero empujón de su brazo.
Hinata intento tranquilizase y habló entrecortada. —… como tú quieras.
Se enredaron entre la gente, perdiendo el poco tiempo que les quedaba al no poder decidir en cuál juego malgastar el dinero que llevaban. Agarradas de la mano, corrieron y se apretaron entre la gente, hacia la explanada donde ya les habían reservado lugar Neji y Tenten y donde las esperaban Kiba y Shino. Las risas no faltaron luego de pequeños accidentes de torpeza aquí y acá, provocados por la celeridad de Hanabi y la completa ignorancia de Hinata.
Una vez hubo empezado el espectáculo, Hinata observó los fuegos artificiales y los experimentó con la misma inocencia de un niño, pegando un sobresalto ante la explosión inicial y quedando embelesada ante las flores de colores que explotaban en el cielo.
Fue imposible no guardar aquel recuerdo con cariño, aún con todo lo que le faltaba para sentir la pertenencia, entre las risas de Lee y los motes de Kiba, los regaños de Shino y Tenten y los silencios con los que Hanabi y Neji parecían juzgar al Inuzuka luego de una estupidez, encontró un pequeño recoveco en el que se acomodó en silencio, plácidamente. Ahí era cálido y agradable, el frío de la noche no la tocaba, ni la extraña soledad que en le había carcomido las entrañas por tanto tiempo.
Recordaría por siempre, y le vendría al pecho un cosquilleo cada vez, los colores de las luces rebotando sobre los rostros sonrientes de esas personas a las que quería con toda el alma, aunque en el momento justo no lo pudiera recordar, ni imaginar.
Sábado, 21 de mayo de 2022
