Capítulo 12

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Hasta ese día había sobrevivido aquel naufragio por puro milagro, los recuerdos que había recuperado en la primera sesión no eran suficientes para ayudarla a formar una isla, pero al menos ahora tenía un trozo de madera al cual aferrarse mientras se encontraba a la deriva en aquella noche tan oscura y sin estrellas. No era un completo alivio, pero ahora podía descansar un poco su cuerpo fatigado de tanto nadar.

A pesar de que no había estrellas ni lunas en ese desolado océano, escuchaba los chapoteos de las olas y, si se esforzaba, podía ver reflejos en la distancia.

Esa segunda despedida con Ino le había confirmado, con su mortecino reflejo, la luz que había visto la primera vez… el brillo en la mirada de la muchacha estaba lleno de algo que en esos momentos se parecía a la culpa, pero Hinata sabía muy bien que no lo era. Y aunque deseaba, con todas sus fuerzas, que aquello pudiera esclarecerse al recuperar el resto de sus recuerdos y volver a conocer a su gente, tenía un mal presentimiento.

Con la puerta firmemente cerrada a su espalda, observó al frente. Hanabi la esperaba al final del camino, en la acera. Apretó los puños unos momentos y se alejó de aquella casa, que de pronto parecía rechazarla. Tenía el estómago revuelto, pero lo sobrellevaría en silencio. Sonrió ligeramente a su hermana y agradeció que los efectos del tratamiento la dejaran confundida y agotada, pues así no tendría que disimular demasiado sus malestares, y su mutismo y abstracción estarían justificados.

—¿A dónde vamos? —preguntó luego de caminar unos metros y notar que no iban en dirección a casa.

—Hoy es la cita con Kakashi-sama, vamos a su oficina.

Asintió una sola vez y tragó saliva con dificultad, sintiendo náuseas. Recordaba el edificio rojo al centro de la aldea.

—Si necesitas tomar un descanso, dime.

—Estoy bien —arrastró, casi arrastrando los pies.

Mientras más rápido terminara aquello, mejor.

Se llevó la mano a la frente unos momentos, sintiendo el sudor que le humedecía ligeramente la punta de los dedos. Guardó su mano helada en el bolsillo de su abrigo y miró el cielo, terriblemente cerrado. No había nevado aún, pero el frío abrazaba con más fuerza cada mañana.

El paseo por la ciudad resultó más agradable de lo que había esperado y le sorprendió encontrarse con unos chispazos en la memoria, de aquellas calles en las que tenía tiempo sin andar. Solo saltaron a su memoria tres imágenes, pero fueron suficientes para devolverle a su pecho un poco de esa pertenencia cuya ausencia cada día era más y más evidente.

Pronto se encontraron dentro de la oficina del Hokage, que los recibió con una sonrisa y buen ánimo. Hinata se llevó una pequeña decepción al ver el desorden que reinaba en el lugar, había pilas de libros, pergaminos y documentos que evidenciaban el descuido y la negligencia de los que eran víctimas. Sus ojos no tardaron en mirar a Kakashi, podía ver la sonrisa que le alcanzaba los ojos, a pesar de la máscara, y un vago recuerdo intentó asaltarla, pero no pudo llegar al frente de su memoria.

—Hinata-chan, es bueno tenerte de vuelta.

Repitió la reverencia con la que lo había saludado, sin saber qué otra cosa hacer o qué decir.

—Hay muchas personas que querrán verte en cuanto se corra la voz, ¿hay alguien en especial a quien te gustaría ver?

Negó casi de inmediato y se detuvo de la misma manera, sí había nutrido deseos del tipo, quería volver a ver a Kurenai-sensei.

—¿Cómo te trata Ino?

—Bien —aseguró, recordando la energía de la muchacha y sus extrañas actitudes.

Kakashi asintió, satisfecho. —Supongo que ya han comentado contigo las fases de tu rehabilitación…

—Solo le hemos hablado y explicado el tratamiento que llevará con Yamanaka Ino y tiene una idea de su entrenamiento, pero no está completamente al tanto de todo —explicó Hanabi, dando un corto paso al frente. —Consideramos que sería mejor dejárselo a usted, después de todo el consejo de la aldea se encargó de planear su re-entrenamiento.

Kakashi asintió una sola vez, estaba consciente de que aquello era un intento del clan por echarle en cara su falta de palabra, pero sobrellevaría aquella animosidad el tiempo que fuera necesario.

—Muy bien.

Se puso en pie y rodeó el escritorio, recargándose al otro lado. Quedó frente a frente con Hinata. Guardó las manos en sus bolsillos y la miró.

—¿Recuerdas que eres un ninja?

Asintió.

Asintió, complacido. —Te ausentaste mucho tiempo y no sabemos cómo está tu condición física, ni hasta qué grado hayan mermado tus habilidades. No te preocupes —apresuró, al ver que palidecía —, estamos preparados para empezar de cero.

Escuchar aquello logró tranquilizarla, había estado tragándose aquellas ansiedades desde que escuchara a Hanabi hablar sobre su entrenamiento.

—Hemos elegido a una persona que se encargará de prepararte, para que puedas volver a enfocarte en las misiones por tu cuenta o liderar un equipo, especializarte en alguno de los campos que te interesen… tus posibilidades siguen siendo las mismas.

Asintió de nuevo, ligeramente confundida, sentía un poco de presión en los oídos. —¿Quién va a entrenarme?

—Uchiha Sasuke.

No pudo ocultar la sorpresa que escuchar aquel nombre le provocó, había escuchado a Hanabi hablar de "Uchiha" en casa y a Ino hablar de "Sasuke-kun" y ahora había saltado a su mente una imagen ligeramente velada que no alcanzó a ver por completo. Inspiró y separó un poco los pies, para plantarse mejor en el suelo. Se arrepentía de no haberse detenido a descansar, sus piernas se sentían débiles en esos momentos.

—¿Lo recuerdas? —preguntó Kakashi, luego de leer toda la historia que expresó el rostro de Hinata.

—… no lo sé, creo que no. No mucho.

No podía evitar sentir que el corazón se le hundía en el pecho cada que escuchaba hablar de él. Una extraña pena la embargaba cada vez.

—Lo recordarás pronto —aseguró, removiendo en las carpetas que había sobre su escritorio y encontrando una donde había una fotografía de Sasuke. —Es él…

Kakashi había sido cuidadoso al elegir el documento que le mostraría a Hinata. Dejó que la muchacha tomara en sus manos el registro de Sasuke; la cara que la miraba desde el papel era la del muchachito de doce años que aún no abandonaba la aldea, ni mataba a su hermano… ni albergaba deseos de venganza alimentados por la envidia e impotencia y las manipulaciones de Madara y Obito. Hinata observaba en completo silencio aquel rostro serio, de gesto completamente plano, pero infantil aún, con aquella mirada que aún no terminaba de vaciarse, pero ya había empezado. Miró de soslayo a Hanabi, la muchacha se mantenía al margen y parecía rehusarse a mirar la fotografía.

Recordaba esa cara… la recordaba vagamente. Devolvió el documento y asintió a Kakashi-sama, que no tardó en guardar el registro en su carpeta y dejarla sobre el escritorio.

—Sasuke será un buen mentor, es uno de los mejores y más fuertes ninja que tiene la aldea —aseguró, sin mentir con esa aseveración —, pero si por alguna razón quieres pedir un cambio, no dudes en venir a hablarlo conmigo y veré que se haga.

—Sí. Gracias, Hokage-sama —balbuceó.

Con aquellas palabras, casi mágicas, Hanabi volvía a ser una muchacha afable y en esos momentos su rostro había pasado de un hermetismo completo a una relajación que casi podía equipararse a una sonrisa.

—¿Cuándo empezarán los entrenamientos? —preguntó la menor.

—Inmediatamente después de las festividades de año nuevo, el primer lunes de enero. Comenzarán con acondicionamiento físico —aclaró y luego se dirigió exclusivamente a Hinata. —Sasuke te evaluará el primer día para poder formar un plan de entrenamiento que se adecúe a tus habilidades y debilidades, por favor no intentes parecer más hábil de lo que eres en realidad, su plan de entrenamiento será evaluado por el consejo y fijaremos fechas para las metas que debes alcanzar.

Juntó las cejas al escuchar aquello y apretó los labios al sentirse terriblemente nauseabunda de nuevo. Las palabras se le escapaban de la mente, pero se aferró a ellas al último momento.

—¿Cuánto tiempo durará el entrenamiento?

—Planeamos que no excedas la marca de un año —declaró. —Pero según tu progreso, podría ser más o menos tiempo.

—¿En un año puedo volver a ser lo que era antes?

—Si lo tomas enserio, podría superar lo que eras a los dieciséis.

Asintió, ligeramente mareada, eso que había dicho Kakashi de las metas estaba haciéndole eco en la cabeza y le daba vuelta y vueltas. Un extraño recuerdo pareció abordarla, pero no pudo verlo, solo sintió una profunda tristeza. Asintió de nuevo.

—… me esforzaré.

—Estoy seguro que así será —aseguró. —Estamos muy felices de tenerte de vuelta, Hinata. Bienvenida a casa.

—Gracias —sonrió, haciendo una reverencia.

Su corazón se estrujó ligeramente al escuchar aquellas palabras, pero no supo a qué atribuir aquella congoja. Sabía que estaba en casa, cada día era más y más evidente, pero el sentimiento de extrañar un hogar no desaparecía por más fotografías que Hanabi le mostrara o más recuerdos que le llegaran a la mente. No podía dejar de sentir tristeza y confusión.

Escuchó a Kakashi mencionar a Kurenai-sensei y aunque estaba interesada en saber de ella, no pudo ponerle demasiada atención.

Respiró profundo, no sabía si podía pedir permiso de retirarse, pero estaba a punto de hacerlo, cuando volvió a la habitación y escuchó lo que se decía. Hanabi la miró y asintió, señalándole con la mano al exterior.

—Espérame bajo el árbol que hay frente a la entrada principal.

—Claro —arrastró. —Con permiso.

Se olvidó de las formalidades y abandonó la habitación, Hanabi no había tardado en disculparla, Kakashi contestaba algo cuando la puerta se cerró, pero no pudo importarle menos. Caminó tambaleante por el pasillo hasta la puerta y se detuvo al ver que las escaleras parecían ondular como una culebra al deslizarse por el suelo. Su mano se aferró a la baranda y al marco de la puerta y con un gran esfuerzo volvió sobre sus últimos pasos y se recargó en la pared.

Miró a las personas que pasaban, las miradas que se mantenían sobre ella, quizá más de la cuenta o quizá solo le pasaban eternos los segundos por lo mal que se sentía. Inspiró profundo y esperó a que el mareo cediera ligeramente, para volver a probar suerte con la escalera, pero al impulsarse para asomarse, sintió que su rostro estampaba con algo firme e inestable. Se llevó una mano a la cara, la otra intentó sujetarse y pasó por completo de la baranda y de un brazo que se extendía en el aire.

Cayó de rodillas al suelo, luego de dar un par de pasos tambaleantes atrás.

Al levantar la mirada vio varias hojas de papel que habían quedado esparcidas. El sonido agudo que timbraba en sus oídos no le permitió escuchar los berridos que daba la persona con la que había chocado, pero sin poder evitarlo, alargó un brazo y comenzó a juntar las hojas que había a su alcance.

—… lo siento —repetía, sin notar que el susurro apenas y podría escucharlo ella misma.

La luz parecía difuminarse. El sudor frío había comenzado a perlarle de nuevo la frente, sus manos temblaban, un extraño túnel negro comenzaba a cerrarle el campo de visón. Soltó las hojas y se llevó una mano a la frente. Una voz le llegaba lejana y la obligó a abrir de nuevo los ojos; separó con dificultades los párpados y observó dos manchas encima de ella. Recordó el lugar en el que se encontraba e intentó levantarse, pero su cuerpo hormigueaba y no respondía.

—Tranquila —pidió una voz suave.

—¿No deberías llevarla al hospital?

—Está bien, solo se desmayó…

Sus ojos miraban sus piernas a través de las pestañas, estaba sentada en el suelo y alguien le sostenía la muñeca. Levantó de nuevo la mirada y se encontró con dos rostros que apenas y reconocía.

—¿Qué pasó? —murmuró.

—Te desmayaste —explicó la muchacha de cabellos rosas.

Su mano fue acomodada sobre sus muslos, miró de nuevo a los muchachos y sintió que el corazón le latía con algo de esfuerzo en el pecho, por culpa de la vergüenza que sentía de pronto. Las hojas que había esparcido por el suelo se encontraban de nuevo sobre los brazos del muchacho rubio, que la miraba con curiosidad.

—¿Hinata, desayunaste? —preguntó Sakura, buscando dentro de su bolsillo.

—… sí.

—¿Te has sentido mal últimamente?

—N-No…

Los ojos verdes la miraron con compasión y una sonrisa se extendió sobre los labios de la muchacha. —¿Vienes de visitar a Ino?

Asintió, confundida. —¿Quiénes…?

—Sakura —apresuró, señalándose a sí misma —y ese es Naruto.

Asintió de nuevo y los observó fijamente, ahora que recobraba la consciencia y sabía sus nombres, había podido encontrar un recuerdo de ambos. No habían cambiado mucho. Observó entonces la mano que se le acercó al rostro y se alejó, desconfiando.

—No tengo dulces, pero esto te hará sentir mejor —aseguró Sakura, acercándole más la mano y abriendo la boca. —¡Ah!

—¿Qué es eso? —abrió lo menos que pudo los labios al pronunciar y apretaba los dientes para evitar que Sakura le obligara a comer aquello.

—Píldora de soldado, es mi receta especial, te hará sentir mejor. Come…

Miró a Naruto, que las miraba aun curioso y asintió una sola vez. Observó la píldora, que resaltaba contra los guantes rosas de Sakura, y separó los labios, permitiendo que la muchacha introdujera aquello entre sus labios. No tenía el mejor sabor del mundo y estaba tan seca que su boca se había quedado sin humedad apenas le cayera en la lengua, así que la masticó lo más rápido que pudo y la tragó.

—… gracias —carraspeó.

Sakura asintió, sonriente, y dejó que sus manos descansaran sobre sus rodillas. —¿Viniste sola?

—N-No, Hanabi está con Kakashi-sama.

—Oh, ya veo…

Sakura miró a Naruto y el muchacho la miró fijamente, antes de enderezarse y echar un vistazo afuera. La muchacha volvió la atención a Hinata y palmeó sus rodillas.

—Bueno, si no estás sola, no me preocupo —exhaló, poniéndose en pie y tendiéndole la mano.

Se puso en pie, aún estaba un poco desorientada, pero ya no se sentía desfallecer. El color subió a sus mejillas y ocultó el rostro, inclinándolo de lado, con aquello confirmaba que se encontraba mejor, así que apenas empezara a sentir frescas las mejillas, se excusaría y saldría de ahí.

—… que cuides la escalera —decía Sakura entre dientes.

—Él no usa las entradas convencionales, además-

—Estorban.

Hinata, Naruto y Sakura miraron hacia la puerta, Sasuke se detenía a unos pasos de ellos, la capa le cubría por completo la parte superior del cuerpo y su único ojo visible los miró sin reparo, hasta que reconoció la presencia de Hinata. La observó apenas un segundo, antes de volver su atención a los otros dos, que no habían disimulado el escalofrío que les había provocado y lo miraban con gesto de reproche.

—¿Qué?

Sakura dejó salir una risa nerviosa y negó con un gesto de la mano. —Te… Te estábamos esperando, es que surgió algo…

Sasuke juntó ligeramente las cejas ante el pobre intento de Sakura.

—Sí, ven conmigo —apresuró Naruto, dejándole caer las hojas que llevaba. —La abuela Tsunade va a lanzarte al país del trueno de un golpe si te demoras un segundo más —aseguró y miró a Hinata de nuevo. —Lo siento, Hinata-chan, tenemos prisa… ¡pero me alegra verte de nuevo, de veras!

Sasuke intentó soltarse y regresarle las hojas. —Yo voy con Kakashi.

—No, tu vienes conmigo —espetó, empujándolo. —¡Hasta luego, Sakura-chan, Hinata-chan!

—¡Qué! ¡Yo voy con ustedes, idiota! —gruñó Sakura, echando a correr tras ellos.

Los observó alejarse. Sasuke había mirado detrás, pasando de ella, pero Naruto le había tomado la cabeza con ambas manos y lo había obligado a mirar al frente, mientras Sakura decía algo con un tono de voz un poco agudo. Exhaló, aquella interacción a la que era ajena le estaba provocando una sensación similar a la que había sentido al ver a Kiba y Shino por primera vez.

Observó a Naruto y Sakura decir algo y solo pudo escuchar sus risas y ver sus perfiles emocionados.

Recordó unos momentos el día que había vuelto a ver a Kiba y Shino y bajó la mirada, sintiendo su corazón palpitar de manera extraña.

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Hasta la tercera sesión sus conocimientos básicos habían sido, prácticamente, teoría del mundo ninja y de la técnica del clan. Pero esa cuarta sesión le había permitido ver más de esas miradas llenas de decepción y rechazo y había escuchado palabras que no entonaban con la actitud que tenían Hanabi, Neji y su padre. Estaba deprimida y terriblemente confundida y para colmo de males, Hanabi la había sacado de la cama a medio día, la había urgido a bañarse, arreglarse y salir de la casa un rato. Así que ahora se encontraba merodeando por las calles, con las manos en los bolsillos de su abrigo y el viento frío haciendo que le lagrimearan los ojos. Limpió la humedad de su rostro con la manga y se detuvo al llegar a un punto de su camino en el que podría perderse y, sin pensarlo demasiado, volvió sobre sus pasos.

No sabía si Kō o Natsu la seguían, suponía que debía haber alguien vigilándola, pero por más que intentó encontrarlos, mirando con disimulo los alrededores, no pudo hacerlo. Sonrió ligeramente y pateó una piedra en el camino, estaba lejos de poder detectar a sus espías, lejísimos.

Las nubes grises eran cada vez más oscuras, había escuchado a Hanabi refunfuñar que aquella era una terrible suerte, pues parecía que la nevada caería durante los primeros días de enero. Observó el cielo y las nubes en completo silencio, por las noches caían lluvias cortas y siempre se iba a dormir con la esperanza de ver, por la mañana, la gruesa capa de nieve que Hanabi aseguraba solía cubrir la aldea para esas fechas. Una extraña mancha la obligó a mirar con detenimiento el cielo y pronto se encontró con los primeros copos de nieve, que cayeron suavemente a su alrededor.

Extendió la palma y dejó que los cristalitos helados cayeran en su piel, viéndolos derretirse casi de inmediato. Sonrió ampliamente, por primera vez desde el día anterior, al menos la nieve no había sido otra de esas verdades llena de mentiras que solían darle. Respiró por la nariz, inhalando el aire helado que se colaba por su bufanda.

Desgraciadas condiciones climatológicas, lamentó, el pronóstico no había podido ser peor.

Ahora rogaba porque un viento cargado de nieve no la encontrara de camino a casa. Hundió sus manos en los bolsillos de su abrigo al tiempo que una fuerte ventisca le agitaba las ropas y los cabellos sueltos, enfriándole aún más la piel descubierta, de ser posible. Se tensó un poco y sacudió sus brazos con movimientos cortos y rápidos, en un intento por generar un poco más de calor y un extraño crujido la hizo detenerse; miró al frente, consciente de que no había visto a personas detrás la última vez que mirara. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y cuando apenas comenzaba a girarse, un fuerte empujón por la espalda la mandó directo al suelo.

No alcanzó a quejarse de dolor, una nariz húmeda la olfateaba, se le hundía en el cuello, en la oreja, en el cabello y se le clavaba en la espalda. Reconoció aquella sensación luego de que pasara el pánico inicial de creerse atacada y se giró con dificultades en el suelo, escuchando a Kiba gritar a una distancia cada vez más corta, y luchando contra la nariz de Akamaru que seguía olfateándola casi con desesperación.

De pronto el enorme perro comenzó a dar giros y giros, para después pegar brinquillos graciosos, bufar y volver a los giros, emocionado de verla una vez más.

Se levantaba del suelo cuando la ágil mano de Kiba se aferró a su abrigó y tiró de ella, poniéndola en sus pies más rápido de lo que ella hubiera podido. Le sonrió al muchacho mientras se sacudía la tierra húmeda de las ropas, a Akamaru le caía un regaño en esos momentos que no pudo importarle menos, volvía a ser atacada por los olfateos y unos cuantos lengüetazos llenos de alegría. Las risas duraron un poco, el idilio de verse reconocida con tanto cariño se fue disipando junto a la emoción inicial de Akamaru y pronto se encontraron envueltos en una conversación trivial, caminando tranquilamente en dirección a su casa.

—¿Qué tienes? —soltó Kiba de pronto.

—¿De qué hablas? —murmuró, acariciando a Akamaru, que se le pegaba en momentos.

—… tienes la mirada de antes.

—¿Cuál mirada?

—La de antes de los exámenes…

Lo miró con curiosidad y su cabeza hizo ademán de negar, no entendía de qué hablaba, ni siquiera recordaba los exámenes.

—Ah, cierto… tu memoria —murmuró, clavando las manos en sus bolsillos.

—¿Todo mundo sabe de eso?

—No, Hanabi nos puso al tanto a Shino y a mí, luego del festival… espero pronto puedas recordar qué te pasó y dónde estabas, hace mucho que no salgo a partir traseros con intención y tengo unas ganas de saldar cuentas con quien te haya hecho esto.

No pudo evitar reír. —Son agradables los tiempos de paz, ¿quieres que terminen?

—Tú eres una pacifista Hinata, yo no —exhaló. —No me malentiendas, no quiero volver a los tiempos de Orochimaru, Akatsuki y la guerra, pero hay días que necesito patearle la cara a alguien… aunque ahora que está Sasuke de vuelta-

—¿Qué tienen en contra de él?

—Nada en particular, solo no me lo trago —apresuró. —Nunca lo he hecho, dicen que ya no es tan odioso como antes, pero no lo sé, la gente no cambia tanto, al menos no en tan poco tiempo…

—¿Siete años te parecen pocos?

—Dicho de esa manera, es bastante tiempo, pero estamos hablando de Sasuke.

Sonrió, al no saber qué otra cosa decir, y miró al frente. No se había animado a preguntarle a Hanabi de qué iba el rechazo hacia Sasuke, que todos en el clan parecían sentir; quizá una vez tuviera sus recuerdos lo entendería, pero la curiosidad a veces era más fuerte. Miró a Kiba de soslayo y volvió la mirada al frente de inmediato.

El viento soplaba en momentos y arremolinaba los copos de nieve, por lo demás, danzaban casi suspendidos a su alrededor.

—Pero no me cambies el tema, ¿qué tienes?

—Es que no sé de qué hablas —se excusó. —¿De qué mirada hablas?

—Tú sabes —murmuró, encogiéndose de hombros. —La mirada.

Hinata apretó un poco los labios, aquello no la ayudaba en nada. Kiba gruñó y se pasó una mano por el cabello, apretándola contra su nuca unos momentos, mientras miraba al cielo habló.

—La mirada de "no soy lo suficientemente buena", "soy un fracaso", bla, bla… la que tenías cuando prefirieron que Hanabi fuera la heredera del clan.

—… ah —arrastró. —Así que eso fue lo que pasó.

—¿No lo recuerdas aún?

Negó. —Primero me devolverán mis conocimientos ninja.

Kiba chasqueó la lengua y negó. —Si yo fuera Ino, ya hubieras recuperado todos tus recuerdos.

—Si tu fueras Ino, estaría muerta —sonrió, recordando la advertencia que Ino le diera días atrás.

Kiba carcajeó con fuerza y se encogió de hombros, pero enarcó las cejas, quizá hubiera algo de razón en esas palabras. Miró a Hinata y la sonrisa se desvaneció de sus labios, no podía tolerar que la muchacha estuviese atorada en aquellos años tan tristes de su vida, sobre todo ahora que las cosas eran tan diferentes. La obligó a detenerse, tomándola por los hombros y mirándola fijamente a los ojos.

—No sé cuánto tiempo falte para que recuerdes eso, pero las cosas en tu casa cambiaron, ¿sí?

—Sí, ya lo sé… no tiene sentido lo que recuerdo con lo que vivo —declaró. —Hanabi y Neji me odiaban, papá estaba terriblemente avergonzado de mí y ahora…

—Tu familia tuvo que afrontar muchas cosas, Hinata… quizá aún tengan sus trapitos, pero las cosas ya no son como lo que recuerdas. Hanabi te adora, Neji daría su vida por ti, de tu papá no puedo hablar mucho, no lo conozco bien, pero ha sufrido estos últimos años sin ti.

—¿Desde cuándo conoces tanto a mi familia? —preguntó, recordando el roce que había visto durante el festival y que había olvidado por completo.

—Desde que desapareciste.

Los ojillos de Kiba se clavaron en ella, completamente sinceros, y no pudo evitar agachar la mirada.

—Al principio estuvimos muy involucrados en tu búsqueda, pero algo pasó y el clan retiró las solicitudes de rastreo… voy a serte sincero, creí que se habían dado por vencidos, reñí con Neji por ello, habría reñido con el clan entero de no haber sido por Hanabi. Nunca me ha dicho qué pasó, probablemente nuca lo hará, pero de algo estoy seguro, no se rindieron, lo supe en ese momento y lo confirmé el día que volví a verte. Aquí estás. ¿Eso no es suficiente para ti?

—¿… debería? —susurró, implorando con la mirada. Esos días eran tan confusos, su cabeza estaba revuelta… pero aquella declaración era sincera.

Kiba juntó las cejas y se encogió de hombros. —… no lo sé, Shino siempre fue mejor en estas cosas, deberías hablarlo con él.

Sonrió. —Quizá lo haga…

Se detuvieron frente a la puerta. Hinata se preguntó si sería demasiado temprano aún o si Hanabi estaría satisfecha con el tiempo que había pasado afuera. Un poco más tranquila y con la pregunta de Kiba dándole vueltas en la cabeza, abrió la puerta y se despidió del muchacho, que rio ligeramente y se despidió con un gesto de la mano.

Al entrar a la casa, la recibió la tranquilidad de siempre.

—Hinata-sama —saludó Kō, cargando una caja. —Hanabi-sama la espera en el comedor.

Asintió. —Gracias.

Recibió un asentimiento y el hombre desapareció al girar en un pasillo. Caminó tranquilamente hasta llegar al gran comedor y no pudo ocultar su sorpresa al escuchar un "Felicidades" y pequeñas explosiones que la bañaron en serpentinas y confeti; miró alrededor, sorprendida de ver tanta gente ahí que no tuviera los ojos blancos. Neji y sus antiguos compañeros de equipo, Gai-sensei y Kakashi-sama, Kiba, Kurenai-sensei y Shino, Sakura e Ino, y Chouji, Shikamaru y Sai, a quienes no reconocía en esos momentos, acompañaban a su padre y a Hanabi.

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Una vez despachado el último invitado, Hanabi había salido al pequeño jardín que colindaba con sus habitaciones, sin abrigarse demasiado a pesar de lo fría que era aquella madrugada y el viento que soplaba. Se mantenía sentada sobre la madera, bajo una tenue luz que no sabía de dónde provenía, la luna estaba completamente cubierta, como si también resintiera el frío. Aquel brillo pálido le brindaba a la paleta de colores de la noche un brillo plateado.

Jugó con la tela de su yukata en silencio, distraída. Había ido ahí con intenciones de meditar, pero en algún punto se deslizó por un hilo de pensamiento; era la primera vez que se sentaba a saborear el regreso de su hermana, a pesar de todos los problemas que aquello traía consigo.

La puerta se deslizó suavemente, devolviéndola a la realidad, y miró por encima de su hombro, siguiendo con la mirada la línea que dibujaba Neji en la oscuridad del pasillo.

—¿Qué haces despierto a esta hora?

—Podría preguntarle lo mismo.

La puerta se deslizó de nuevo y, luego de unos segundos, Neji se encontró sentado a su lado. Se mantuvieron en silencio unos momentos, ambos mirando el jardín que se contenía en los muros de las estructuras colindantes, solo la danza de la naturaleza con el viento frío resonaba en sus oídos.

—Quisiera ser simple, como Sakura… —soltó Hanabi de pronto. —Quisiera que mis únicas preocupaciones fueran que el muchacho del que he estado enamorada toda la vida no voltea a verme.

—Sakura está a cargo de la clínica.

—… pero sus preocupaciones son rutinarias, su vida es rutinaria, sus problemas son sosos… su clan es tan simple.

Neji asintió una sola vez, sin comprender del todo qué tanto abarcaba eso último.

—Era suficiente con que Yamanaka tenga que meterse a su cabeza y violar por completo su privacidad…

—Debería dejar de pensar en eso —recomendó.

Negó y desvió por completo su rostro al otro lado, no tenía ganas de llorar, ni siquiera había humedad en sus ojos, pero su enojo crecía de nuevo y no quería hacer una grosería en la cara del muchacho.

—No somos cualquier persona, Kakashi-sama no debió desestimarnos de esa manera… tú eres completamente capaz de entrenarla.

—Usted también es completamente capaz.

—… te he dicho que cuando estemos solos no me hables de usted —le recordó, frotándose la frente y cerrando los ojos. —No estoy de acuerdo, Neji —susurró al fin, perturbando apenas el silencio, y miró al muchacho. —No lo estoy.

La miró a los ojos y asintió, no había palabras que ayudaran en esos momentos a calmar la tormenta que había en esa cabeza. Si Hanabi fuera otro tipo de persona, seguramente la hubiera tenido llorando desconsolada en su hombro a esas alturas o quizá la hubiera visto patear el cojín en el que se había encontrado sentada cuando recibieran la noticia, pero todos esos años de disciplina le habían enseñado a mantener la cabeza fría, aun cuando la furia le hacía hervir la sangre, algo que a él le había tomado más años de los que admitiría.

—Lo sé —aseguró, imitando la serenidad de aquella noche con el tono de su voz. —Yo tampoco estoy de acuerdo… pero que Sasuke sea el segundo ninja más fuerte de Konoha no lo exime de cometer errores, cuando eso pase apelaremos.

—¿Crees que pueda llegar a cometer un error? —murmuró, genuinamente interesada. —Es perfeccionista y astuto, lo copia todo a la perfección con solo tener un vistazo… y no es algo que solamente le deba a su estúpido Sharingan.

—En el exilio no se aprende a ser un buen maestro… y tienes muy buen ojo para notar hasta el más mínimo de los errores. Sé que verás algo antes de que cualquier otro pueda notarlo, incluso yo.

El gesto de Hanabi se transformó unos momentos a uno de ligera satisfacción ante la perspectiva de ver fallar a Sasuke -y el cumplido accidental-, pero pronto dio paso a uno de aburrimiento… al final del día, Sasuke era un perfeccionista.


Sábado, 04 de junio de 2022