Capítulo 16
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En la privacidad de su habitación, Hinata abrazaba sus rodillas y sonreía, sonrojada. Sabía que aquel golpecillo había sido solo suerte, que no volvería a repetirse pronto, pero no podía dejar de celebrarlo.
Cerró los ojos unos momentos y recargó la mejilla en su rodilla. Una pequeña risita escapó de sus labios y sonrió ampliamente. Pensando en los errores que había tenido aquel día y que se encargaría de corregir en adelante, recordó ese momento alrededor del árbol en el que creyó que terminaría inconsciente en el suelo; juntó las cejas unos momentos y se llevó la mano a la frente, aquel extraño coscorrón había dolido, pero no lo suficiente.
Abrió los ojos y observó las sábanas. No conocía el pasado de Sasuke aún, sabía un poco de él, lo suficiente para saber lo tormentoso que había sido; los comentarios de las personas habían dibujado un bosquejo, fiel, aunque no sabía a qué grado, de la persona que fuera él hasta los diecisiete años. Podía ver el odio y la oscuridad, como si ya hubiese recuperado sus recuerdos y tuviera la información de primera mano. Pero el único recuerdo que tenía, siempre presente de Sasuke, era el de un niño que miraba por la ventana y no se involucraba con nadie.
Imaginaba que no le había prestado atención suficiente, en sus recuerdos de la academia había más imágenes de Naruto, del resto de las niñas y algunos de Chouji, Kiba y Shikamaru. De Sasuke solo tenía ese vistazo y la persona que se había parado frente a ella todos esos días le recordaba más a ese niño solitario, que a la imagen que todos pintaban con sus palabras llenas de prejuicio.
Soltó sus piernas y se recostó en la cama, mirando al techo. —… ni siquiera sé si puedo compararlo con lo que recuerdo…
Estiró el brazo unos momentos y observó a través de sus dedos. Por más que se esforzaba por recordar a Sasuke, no tenía mucho… había momentos en la academia, todos rodeados de Naruto; riñas en clase, enfrentamientos amistosos entre ambos y esa imagen de un niño solitario mirando por la ventana.
Nada más.
¿Por qué no le había prestado atención? Cerró los ojos y se concentró en pensar, pero nada, por más que intentaba no lo encontraba… Comenzaba a temer que no hubiera un solo pensamiento acerca de él en los recuerdos que aún no recuperaba y no había manera de hablar de ello ahí en casa.
Se sentó de nuevo en la cama, miró con las cejas juntas la orilla y se levantó.
Cruzó la casa en silencio.
Entró a la cocina, tranquilamente y se detuvo detrás de Kō, que en esos momentos hablaba con Hikari-san.
—… a más tardar mañana por la noche.
—¿Neji-kun llegará según lo previsto? —preguntó la cocinera.
Kō asintió e inclinó ligeramente la cabeza, dispuesto a salir. Enarcó las cejas al toparse con Hinata, que se había mantenido en silencio y atenta, detrás de él.
—Hinata-sama, no la sentí —celebró, palmeándole el hombro al tiempo que salía. —No arruine su apetito, la cena estará lista en una hora.
Negó, con una sonrisa, pero al mirar a Hikari-san recibió una sonrisita; la mujer desvió la mirada, indicándole dónde encontrar las golosinas que le tenía guardadas. Cruzó la estancia con paso saltarín, exclamó "Itadakimasu" y comenzó a comer el panecillo relleno de pasta dulce de frijol, aún estaba caliente.
—¿Hanabi y papá suelen viajar tanto? —preguntó de pronto, sin levantar la mirada del panecillo.
Le extrañaba, porque en sus recuerdos no era la norma, que Hanabi y su padre habían salido de viaje por tercera vez en lo que iba del año. No se quejaba, ni renegaría de ello, con Neji de misión constantemente y su padre y su hermana de viaje, tenía más libertad para moverse dentro y fuera de casa. Aún tenía que vérselas con Kō, pero solía ser bastante permisivo y mientras no hubiera a quién rendir demasiadas cuentas, relajaba bastante su vigilancia.
—No sabría responderle Hinata-sama… si todo sale bien en este viaje, entonces no, pero la verdad no lo creo, está claro que Hanabi-sama no se conformará con cualquier pretendiente —aseguró, orgullosa de la muchacha. —Podríamos estar frente a un año lleno de viajes.
Arrancó distraída un trozo del panecillo, se quedó prendada de la palabra "pretendiente".
—¿Cuántos pretendientes ha visitado? —tanteó, siguiendo la conversación.
—Éste sería el segundo.
—Hm… —aún le resultaba difícil recordar cosas por su cuenta y aún no terminaba de recuperar ese tipo de recuerdos. —¿Entones apenas empieza todo eso de su matrimonio?
—No, Hinata-sama, ya está por terminar… solo debe aceptar a alguien.
Miró unos momentos a la cocinera y masticó despacio, distraída. Se esforzaba por recuperar información, pero aparecía a medias… sus conocimientos del proceso estaban incompletos.
—¿No le parece que se apresuraron? —murmuró, muy segura de lo que decía, aunque no sabía de dónde salía esa seguridad. —… Hanabi no cumplirá veinte hasta el próximo año.
—El consejo decidió omitir algunos pasos.
Aquello la alarmó, pero no presionó a Hikari por una explicación, no quería levantar sospechas por andar husmeando de nuevo, además dudaba que ella pudiera estar al tanto de los detalles importantes.
—… bueno, Hanabi tampoco es muy paciente, que digamos —arrastró, agachando la mirada y tomando otro bocadillo.
Aquello arrancó una risilla maternal a la mujer, que asintió unos momentos, pero a pesar de la sonrisa, Hinata pudo notar cierta tristeza en la redondez de las mejillas. Sintió helado el estómago de pronto y dudó poder terminarse el bocadillo, pero tampoco quería desperdiciarlo y faltar al respeto. Se retacó la boca y masticó tan rápido como pudo para no sentir náuseas, lo tragó y juntó las palmas.
—¡Gochisōsama!
Salió con el corazón en la boca y al estar en el pasillo, sola, se recargó en la pared unos momentos y se dedicó a controlar su respiración. Los recuerdos la habían golpeado de pronto, sabía que los hermanos menores no podían casarse antes que los mayores, pero no podía recordar si el cambio de heredera también afectaba las reglas del matrimonio. Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos, intentando recordar, pero era inútil.
¿Por qué rayos Hanabi no le había hablado de ello? Miró el suelo, desesperada, la muchacha ni siquiera había mencionado la inminencia de su propio matrimonio. ¿Acaso también la dejarían fuera del proceso de selección de su futuro esposo? No lo toleraría. Había que elegir las batallas que se peleaban y esa definitivamente era una de las que estaba dispuesta a ganar.
No sabía si su proceso ya había iniciado, al menos no podía recordarlo, tampoco recordaba las visitas a las familias interesadas, pero tenía la certeza de que ya iba tarde. ¿Su proceso estaba por iniciar? ¿O acaso también se irían directo a las visitas formales? Se cubrió el rostro y respiró profundo, necesitaba hablar con alguien… probablemente las personas más indicadas eran Hanabi y Neji, pero ninguno de ellos se encontraba ahí y no iría con aquella preocupación a los brazos de Kō.
Se irguió y separó la mano de la pared, sintiendo que sus dedos temblaban. Apretó un puño y comenzó a caminar, en busca de su guardián o quien se le atravesara primero, se le ocurría una persona que podría ayudarla y necesitaba permiso para salir de casa.
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La costumbre de Ichiraku no se había perdido y lo más probable era que, mientras Naruto siguiera vivo, prevalecería. Como Sasuke aún se rehusaba a pasar demasiado tiempo entre la gente -las miradas de desconfianza seguían presentes y lo menos que quería era provocar un disturbio con su sola existencia-, habían recurrido a cenar en el apartamento de cualquiera de los tres… o cuatro, en las escasas ocasiones que Kakashi parecía unirse.
Aquella noche habían pasado al hospital a dejarle a Sakura su porción; Naruto conversó con ella unos momentos y la acompañaron hasta que su descanso terminó. Volvieron sobre sus pasos, recogieron sus porciones en Ichiraku y se encerraron en el apartamento de Sasuke, pues se rehusaba a comer en el vertedero que tenía Naruto por hogar.
Sentados en el suelo, comían envueltos en una conversación que giraba en torno al rango de misiones que Sasuke vigilaría los próximos meses y el desempeño de Hinata.
―Si se esfuerza lo suficiente terminará en seis meses ―aseguró, llevándose un bocado.
Naruto lo miró y sonrió. —… estás orgulloso de ella.
Juntó un poco las cejas y negó, terminando de masticar.
—¡Claro que sí! ―exclamó, señalándolo e irguiéndose. ―¡Mírate! ¡Se te infla el pecho, de veras!
―Deja de decir estupideces ―pidió, quitándose el cabello de la cara y mirándolo. ―Solo es un alivio… entre más rápido avance, más rápido terminaré con esto.
―Nah… Hinata se está ganando tu respeto ―le molestó, enarcando las cejas, pero prefirió dejar el tema para otra ocasión. ―Su primera misión de rango D… ¿volverás a perseguir gatos?
Sasuke se pasó la lengua por los dientes y consideró todas las consecuencias de arrojarle el tazón de ramen a la cabeza, pero no estaba cómodo con la idea de desperdiciar comida. Naruto se salvaría del golpe, por esa ocasión.
El rubio seguía riendo y comentando sobre las misiones de los genin y fantasías que revolvían alrededor de una amistar con Hinata, pero de pronto el humor del muchacho cambió. Dejó el tazón en la mesa y lo observó en silencio; Sasuke se alarmó, no era normal que el muchacho se deprimiera de esa manera.
—¿Qué te pasa?
—Nada… me quedé pensando…
No sabía si preguntar era lo indicado y se estaba arrepintiendo de hacerlo, a pesar de que aún no abría la boca.
—… ¿En qué?
—… la vida de verdad te está dando una segunda oportunidad —pronunció, levantando la mirada y sonriendo un poco, pero el gesto no le alcanzó los ojos.
Juntó un poco las cejas, completamente confundido con aquella actitud tan pesimista. Sus ojos vagaron por la habitación unos momentos.
—… ¿y por qué te pones así?
—¿Así como?
Se encogió de hombros, no solían hablar demasiado de sus excentricidades cuando se ponía sentimental la cosa. Naruto carcajeó y volvió a tomar el tazón de ramen, tomando una enrome porción de fideos con los palillos.
—Jamás voy a entender cómo funciona tu cerebro —arrastró.
—El único raro en esta habitación —pronunció Naruto con dificultad y lo señaló con los palillos —, eres tú.
—… como digas.
Se limpió los labios con la manga y negó. —Lo digo enserio, teme… nadie más que tu podría hacer eso. Terminarás de limpiar tu nombre.
―No me hagas reír, cualquiera puede entrar a Hinata.
―… me refiero a recuperarla, mantener abierto ese portal requirió de muchísimo chakra, teme, y tu resentiste esfuerzo de cruzarlo. Si otro se hubiera encargado, quizá no hubiera podido volver tan pronto.
―… supongo que en eso tienes razón ―coincidió, llevándose un bocado.
Asintió enérgicamente. —Lo que quiero decir es que deberías disfrutarlo, teme… cada vez me convenzo más de que estás muerto en vida.
Enarcó las cejas, no estaba muerto en vida y podía defenderse, pero imaginaba que Naruto no estaba en condiciones de escucharlo razonar su apatía.
—No estoy siendo malagradecido —apresuró.
—Pero tampoco estás apreciando las cosas buenas —contraatacó, sorprendentemente rápido. —Deberías hacerle caso a Sakura-chan e ir a terapia.
Lo miró ceñudo, pero decidió no pelear aquella batalla. Naruto recargó las palmas en el suelo y recargó su peso en ellas, inclinándose ligeramente hacia atrás.
—¿Qué hay allá afuera tan importante? La vida que llevas en el exilio no es vida.
—Tú crees que vivo en la miseria, solo viajo constantemente, ¿no lo puedes imaginar?
—Pero estás solo.
—Los tengo a ustedes —aseguró. —¿O acaso esas cartas que recibo no las escriben ustedes? Digo, para felicitar a quién profana y asesina la caligrafía de la manera en que lo haces tú.
—¡Hey! ¡Mi caligrafía ha mejorado basta-! ¡No me hagas cambiar de tema!
Desvió la mirada y no pudo reprimir una diminuta sonrisa, que tranquilizó a Naruto sin que se lo propusiera, y removió los fideos que le quedaban, el caldo ya no estaba tan caliente y no le apetecía tanto.
—Lo que quiero decir es que no deberías estar solo… ya estuviste solo bastante tiempo, permítete ser feliz.
—Soy feliz sabiendo que la aldea y ustedes están a salvo, viviendo una vida desenfadada y perezosa —aseguró, mirándolo.
Naruto desencajó la quijada. —Hace años que empezó a reinar la paz, no hay amenazas ahí afuera.
—No, allá afuera no hay amenazas —calló antes de cometer una imprudencia, no había hablado con nadie de aquella punzada que había sentido. —… todo está muy tranquilo.
—Sasuke, no ha habido un solo conflicto en dos años… y nadie atacará Konoha mientras tu y yo sigamos vivos.
—… qué humilde —arrastró, llevándose un bocado, aliviado de que Naruto hubiera mordido en anzuelo.
Le arrojó una servilleta, pero no se distrajo con aquello. —Pareciera que estás huyendo de la aldea.
—Huiré de ti —aseguró, a pesar de la boca llena —… si sigues insistiendo con que tengo un problema. Me acostumbré a estar solo, ¿es un crimen?
—Es un problema —insistió.
Exhaló y abandonó sus intentos por no desperdiciar los restos de ramen. Dejó caer los palillos en el tazón y miró a Naruto. En algún momento el muchacho había cambiado la postura y ahora estaba inclinado hacia él, lo único que los separaba era la mesilla de la sala. Se rascó una ceja, optando por el silencio ante la insistente mirada azul.
Volver le había obligado a enfrentarse a la realidad: sus raíces habían sido arrancadas, no tenía a dónde volver y aquel suelo era duro y estéril. No solo los aldeanos desconfiaban de él, también los shinobi, y el barrio Uchiha y aquel apartamento en el que viviera su duelo y sus soledades habían desaparecido con el ataque de Pain; los monumentos y los constantes recordatorios materiales habían desaparecido, impulsando un poco al olvido cotidiano. Konoha había cambiado tanto, que ya no había fantasmas de su infancia en ella… y aquello podía verlo como algo bueno, un alivio, un borrón… si no se sintiera tan fuera de lugar ahí dentro.
Claro, aún tenía personas a las cuáles volver: Kakashi, Naruto y Sakura. No renegaba de ellos, agradecía su apoyo, aunque no siempre supiera demostrarlo, pero su presencia solo les traía problemas y ya había provocado demasiados.
Pero no huía de ello, estaba consciente de la realidad y la aceptaba, en momentos le parecía lamentable, pero no le atormentaba. Podía vivir en las sombras.
—¿Qué tanto alegas? —soltó de pronto, saliendo de sus cavilaciones. —Aún vives solo.
Naruto hizo un mohín y se despeinó el cabello. —¡Ese no es el punto, imbécil!
—Que tengas fans que te detienen y hablan contigo cada que te encuentran no es lo mismo que tener compañía… si no estás de misión, la pasas encerrado con Shikamaru o estudiando. Al menos yo voy a entrenar a Hinata a diario y luego camino por ahí.
—Aún eres un maldito desgraciado cuando te lo propones —renegó, con un puchero.
—Tú empezaste —sonrió. —… lo siento.
—Sabes a qué me refiero… ver a Hinata a diario es como lo de mis "fans" ―atacó.
Sasuke se pasó la lengua por el labio, su impulso inicial había sido negarlo, pero solo atinó a enarcar una ceja.
―¿Por qué no invitas a Sakura-chan a cenar?
—¿Por qué no la invitas tú?
Naruto separó los labios para hablar, pero guardó silencio, no iba a admitir que seguía siendo activamente rechazado por la misma mujer a la que llevaba diez años cortejando.
—… no tengo tiempo —gruñó.
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Luego de rogar, por lo que le había parecido una eternidad, Kō había aceptado dejarla visitar a Shino… siempre que lo hiciera durante el día. Aquello había provocado frustraciones y desesperación, pero se las tragó con orgullo y esperó paciente a la mañana.
Para empeorar su ánimo, la lluvia caía con fuerza aquel día.
La academia estaba llena de los ecos que dejaba aquella marcha fluvial. Esperó en un pasillo a que el receso comenzara y entonces Shino no tardó en recibirla e invitarla a una pequeña sala donde no los molestarían por unos momentos. Sin perder tiempo, pero manteniendo la formalidad de quienes no se han visto en mucho tiempo, comenzó con una conversación trivial que Shino cortó de tajo, asegurándole que con él no tenía que andarse por las ramas y animándola a confiar en él y contarle sus tribulaciones.
Le había hablado sobre las actitudes extrañas de sus familiares y la conversación que había tenido en la cocina. En esos momentos se atiborraba la boca con el onigiri que el muchacho le ofreciera mientras hablaban; que el muchacho llevara los ojos aún cubiertos por las gafas oscuras, no la ayudaba demasiado a sentirse tranquila con aquella vulnerabilidad. Pero no tenía a quien más recurrir y dudaba que Ino supiera de esos menesteres.
—No creo que debas preocuparte ―concluyó. ―Hanabi es la heredera ahora, las reglas que aplican a ella no aplican a ti.
―… no lo sé, han impuesto su voluntad antes…
―Sí, pero tu situación no es propicia. Acabas de volver, no tienes memoria…
Asintió, mordiendo de nuevo el onigiri, aunque aún no hubiese tragado el bocado anterior. Shino le quitó la bola de arroz de las manos y la dejó en el bento.
—Ah, esperaba que tú supieras algo de esto ―lamentó.
—No, lo siento, nunca me hablaste de ello —declaró. —Creo que deberás llevar este problema a manos de Hanabi o Neji.
—No… no puedo hacer eso. No sé si esto sea lo que no quieren decirme… y si lo es, no lograré nada… además, creo que Hanabi quiere a alguien y si mi proceso ya inició y me niego… si me niego tendrá que casarse.
―No creo que tus decisiones afecten la agenda de Hanabi, Hinata… en todo caso, su agenda es la que te afecta a ti.
―¿Por qué lo dices?
―Una vez mencionaste algo… no lo recuerdo bien, pero creo que cuando el heredero del clan anuncia su compromiso, nadie puede anunciar o celebrar eventos importantes entre tanto…
Inhaló y se sumió en un corto silencio contemplativo, que Shino respetó.
—¿Tu clan arregla matrimonios? —preguntó de pronto, levantando la mirada.
—Hm… en realidad solo regulan la compatibilidad, generalmente no intervienen en más.
—… es difícil pertenecer a un clan con técnicas como las nuestras.
Asintió.
Tomó lo que quedaba del onigiri y lo comió, ante la atenta mirada de Shino, que no pudo evitar una diminuta sonrisa, con la que distrajo a Hinata de sus problemas por unos momentos.
—¿Qué?
—Sigues comiendo cuando tienes ansiedad.
Tragó el bocado con dificultad y lo miró, como extraviada. —¿Entonces es normal?
—En ti —aclaró.
—Ah —se cubrió el rostro con ambas manos y se lamentó en silencio. —¿Crees que ya tengan una lista con pretendientes para mí?
—Te digo que no ―insistió. ―Creo que, al menos, esperarán a que termines tu tratamiento con Ino… si yo tuviera voz en una decisión cómo esa, esperaría a que terminaras el entrenamiento.
Sus ojos se asomaban sobre las puntas de sus dedos y parpadeó unos momentos. —… no creo tener tanta suerte.
—No seas pesimista —le animó. —Arreglar un matrimonio es más complicado de lo que parece. Espero no te ofenda lo que voy a decir, pero en estos momentos no eres una buena candidata. Si tu proceso no se lleva con cuidado, prácticamente serías una bomba de tiempo, ninguna persona con escrúpulos y buenas intenciones te consideraría apta. No te ofendas.
Sonrió y negó. Sería una píldora dura de tragar, si no fuera la pura verdad. Dibujó círculos con la punta de dedo sobre la mesa.
—Sigo pensando que deberías hablarlo con Hanabi o Neji. Pero hasta donde sé, no había ningún plan matrimonial para ti antes de que desaparecieras… el clima político no permitiría que el clan se concentrara en esas frivolidades y te liberaron de algunas responsabilidades cuando Hanabi ocupó el puesto de heredera.
—Sí lo sé, pero —se llevó una mano a la cabeza y lamentó su amnesia. —Si tan solo pudiera recordarlo todo…
—¿No puedes investigarlo en la historia del clan? ―propuso. ―Debe haber algo en la biblioteca, sus protocolos son muy estrictos…
Exhaló y asintió. ―No he leído nada, pero buscaré… sino, tendré que preguntar.
Asintió. ―No te obsesiones. Sal de casa y distráete un poco. ¿Quieres entrenar conmigo uno de estos días?
—Claro… si Sasuke no me mata antes —murmuró, a modo de broma, pero ligeramente preocupada, nunca lograba recuperarse por completo de los entrenamientos.
—Puedes hablar con Kakashi-sama y pedir cambio de entrenador, ¿no te lo dijeron? ―indicó, alarmado. ―Yo podría ocupar el puesto, si no te sientes cómoda entrenando con él.
—E-Era broma —apresuró —… pero gracias, lo tendré presente.
Asintió, relajándose. —¿Te trata bien?
Asintió de inmediato. —Es algo burdo en momentos.
—Dejaría de ser Sasuke si no lo fuera.
Una pequeña risita escapó de sus labios, aquello parecía acertado.
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Llegó poco antes de la hora acordada al campo de entrenamiento, como siempre lo hacía, y caminó directo al sitio en el que solían comenzar los entrenamientos. Había repasado, durante la mañana, el entrenamiento del día anterior y seguía sin comprender qué había empujado a Hinata, pero tenía una teoría y pensaba explotarla. Meditaba su nueva estrategia cuando comenzó a sentir las presencias que se instalaban en los árboles, para montar guardia; inspiró lentamente y levantó la mirada a tiempo para encontrarse con la blanca de Hinata, que no tardó en saludarle con una sonrisilla y rehuirle la mirada.
Observó la reverencia con la que lo saludó al plantarse frente a él y sintió la incomodidad habitual.
—¿Qué haremos hoy? —tartamudeó.
—Vamos a subir la dificultad a tu entrenamiento —anunció. —Perfeccionarás el control de chakra y corregiremos tus errores de una vez por todas.
Un escalofrío le recorrió la espalda, aunque no entendía por qué. —¿Cómo?
—Con esfuerzo ―aseguró, sin evitar saborear aquello. ―Un río pasa por allá, ese será nuestro campo el día de hoy.
Palideció al escuchar aquello y adivinar el plan de Sasuke. Dio un trote ligero para alcanzarlo, ya se alejaba hacia los árboles. No se atrevió a mirarlo, ni a comentar que estaban en pleno febrero y hacía un frío endemoniado como para arriesgarse a caer en el agua; apretó las manos sobre los tirantes de su mochila y tragó saliva con dificultad.
Cuando llegaron a la orilla, notó la manera en que Hinata miraba el agua, que corría rápidamente, y luego lo miraba a él, sin atreverse a encararlo por completo.
—Estamos a nada de empezar las misiones… ya tienes la seguridad suficiente para defender, pero no es suficiente allá afuera, y si no eres la más fuerte, debes ser las más astuta y perfecta.
—… está bien —murmuró, sintiendo la garganta apretada.
—Descuida. Practicaremos antes.
Apretó los dientes y lo miró dar tres largos pasos al frente, deteniéndose sobre la superficie del agua.
Elevó el antebrazo frente a ella, acomodándolo horizontalmente. —Sostente de mi brazo e intenta con un pie primero.
—No he practicado mucho el control de chakra en casa —apresuró, temerosa.
—Ya lo sé… pero eres una Hyūga, lo llevas en las venas.
Lo miró unos momentos, desconfiando de él, pero aferrándose al brazo que le ofrecía.
Sus primeros intentos fueron lamentables, pero no tardó en recordar un poco la sensación y comenzar a sentir cierta resistencia antes de que su bota se hundiera en el agua. Pronto pudo confirmar que aferrarse al brazo de Sasuke no le garantizaba salvarse de caer en el agua, él solo lo ofrecía como apoyo, pero si no hacía esfuerzo a tiempo o apoyaba de nuevo su peso sobre el pie que se mantenía en suelo firme, caería.
Sostuvo su peso un par de segundos y un gritillo escapó de su boca al sentir que el agua helada mojaba más allá del límite anterior. Por lo menos ahí el nivel no pasaba de su rodilla, pero temía ser empujada al centro.
Sasuke dio un paso atrás, obligándola a abrir un poco más la zancada. —Ahora intenta con los dos al mismo tiempo.
—¡P-Pero…!
—Hazlo.
Afianzo lo mejor que pudo el agarre sobre el brazo del muchacho y, luego de sentir su pie sacudirse por culpa de la corriente y su control de chakra mediocre, despegó el otro pie del suelo e intentó sostenerse sobre la superficie. Se hundió hasta las rodillas antes de que Sasuke tirara de su brazo, para ayudarla a salir.
Su gesto se había transformado por culpa del frío y miró a Sasuke, temiendo volver a caer, sintiendo como sus pies se hundían. Estaba manteniéndose a flote gracias a una serie de pasos inestables que se hundían, uno tras otro.
—S-Sensei, por favor —suspiró, tiritando de frío, mirándolo suplicante.
—Esfuérzate más —ordenó, dando otro paso atrás. ―Tú puedes.
—P-Por favor —rogó, yendo tras él, aferrada a su brazo. Ya no sentía los pies.
—Esto no es nada para el gran clan Hyūga —intentó una vez más, confirmando su teoría.
Hinata se mordió el interior de la mejilla unos momentos y miró al agua, sus pies interrumpían el flujo de la superficie. Intentó por lo que le pareció una eternidad, pero seguía hundiéndose, cuando creía que ya había agarrado el hilo, algo pasaba y volvía a caer dentro del agua, a veces solo uno de sus pies, a veces no se hundía por completo. Sasuke no dejaba de ordenarle que se esforzara, con aquel tono condescendiente que había adoptado desde que llegara.
Apretaba los dientes y renegaba en su fuero interno, sin dejarlo afectarla demasiado.
Luego de unos segundos de seguridad sobre la superficie, levantó un pie y luego el otro, un sonido de emoción escapó de sus labios y levantó la mirada, encontrándose con el gesto plano de Sasuke, que le devolvió la mirada sin emoción ni interés alguno. Sonrió ampliamente, aún tiritaba, tenía las piernas de los pantalones completamente empapadas, pero no dejó de celebrar su pequeña victoria.
—Bien, vayamos al centro —indicó Sasuke, dando un paso atrás.
Aquello la desconcentró y cayó de nuevo al agua, mojándose por completo hasta la cintura; su cuerpo no tardó en reclamarle, haciéndola jalar aire sin poder controlar su respiración. Sasuke apretó los labios, deslizó la mano rápidamente por el brazo de Hinata y tiró de ella, salvándola de seguir helándose.
—Concéntrate —la regañó, sin notar que sus labios se relajaban, en un amago de sonrisa.
—L-Lo siento —balbuceó, a través del castañeteo de sus dientes.
―Intenta usar el control de chakra para regular tu temperatura.
Una risilla nerviosa escapó de sus labios, apenas podía mantenerse en pie sobre la superficie. Lo miró, con un gesto entre sorprendido e indignado, que terminó inclinándose hacia la primera sensación por culpa de la sonrisa que aún se asomaba en los labios de Sasuke.
―Ya estás de pie sobre el agua ―resaltó, bajando el brazo. ―Ahora mantente así y controla tu temperatura.
Sasuke intentó sacudírsela, pero Hinata estaba bien aferrada a su muñeca y se rehusó a soltarlo mientras estuvieron parados sobre el agua.
Miércoles, 24 de agosto de 2022
