Capítulo 17
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Los ejercicios de estimulación y agilidad mental que Ino le encargaba se iban volviendo más y más complicados conforme pasaba el tiempo y recuperaba más recuerdos; pero poco a poco compartía experiencias con los demás, los álbumes de fotos se iban llenando de familiaridad y las palabras en los diarios iban cobrando sentido; se llevó una mano a la frente y cerró los ojos, alejando la mirada del cuadernillo del que había estado leyendo, le dolía la cabeza por el esfuerzo que había hecho o quizá fuera por el agotamiento que Sasuke se empeñaba en provocarle cada día.
Recargó la mejilla en su mano y miró las sábanas, aquel inocente pensamiento, sobre la crueldad de Sasuke, la obligó a pensar en la sonrisa que había visto aquel día sobre el río y la vergüenza que sintió cuando volvieron a tierra y Sasuke le pidió que le soltara.
―Ah ―arrastró, sonrojándose y cubriéndose el rostro con ambas manos, sin pensar demasiado en aquella vergüenza, ni buscarle un motivo.
Volvió a las libretas y las ojeó, ahuyentando el bochorno.
Se detuvo en una de las más antiguas y pasó las hojas, distraída, deteniéndose en una página en la que parecía haber garabateado a las prisas.
Generalmente encontraba páginas y páginas llenas de aquel lenguaje clave que parecía haber diseñado cuando niña, pero en esa página los caracteres eran apresurados y torpes, había partes de la hoja que se habían arrugado y adquirido una coloración diferente al resto y pronto comprendió que aquellas secciones se habían mojado hacía mucho tiempo. No tuvo que pensar demasiado en la razón de que aquella página se encontrara en ese estado, lo que había escrito era más que suficiente, aquel era el día que su mamá había muerto. Se llevó la punta de los dedos a los labios y leyó una vez más, deteniéndose para apreciar cada trazo que había dado una manita infantil y llena de dolor tantos años atrás. Aun no recordaba a su madre, pero no solo en aquel diario había un testigo de cuánto le había dolido y cuánto la había extrañado, las fotografías también le contaban una historia que le daba miedo volver a vivir.
Unos golpes a la puerta la sorprendieron y escondió los diarios. —¿Sí?
—Soy yo —anunció Hanabi.
—Pasa.
La muchacha no tardó en abrir la puerta y entrar, casi escurriéndose al interior. Llevaba en las manos unos onigiri que seguían tibios y no dudó en depositarle uno en la mano, luego de dejarse caer sobre la cama.
—Acabas de volver y ya fuiste a robar a la cocina…
Se giró, quedando bocarriba y recargó la cabeza en la pierna de Hinata, al tiempo que se llevaba un bocado.
—¿Cómo le haces para comer tanto y no estallar? —murmuró, mordiendo su porción a la vez.
—Lo llevamos en los genes —aseguró, sin dejar de mirar su bolita de arroz.
Aquello parecía ser verdad y lo que Shino le había dicho días antes y le había abierto los ojos a una posibilidad que no había visto. Tenía muy poco en común con Hanabi y comer por ansiedad parecía ser una de esas pocas cosas. Acercó el onigiri a sus labios y lo dejó ahí, sobre su piel, sentía el calor y respiraba el aroma del relleno de ciruela.
Hanabi estaba distraída con la comida y parecía ajena a todo o lo fingía bien.
—¿Cuándo pensabas decirme que ya estás rechazando pretendientes? ―soltó.
Sabía que Hanabi no quería hablar de muchas cosas, pero pensaba ametrallarla con preguntas hasta que la arrinconara y se viera en la necesidad de soltar prenda, por más pequeña que fuera.
—¿Cómo sabes eso? —exclamó, genuinamente alarmada, mirándola.
—Lo escuché por accidente hace unos días…
—Ah —gruñó, cubriéndose el rostro con un brazo por unos momentos. Dejó caer el brazo sobre la cama y arrugó el rostro. —… no quería que supieras eso.
—¿Por qué?
—No quería que te preocuparas.
Asintió. —¿Debería preocuparme?
—¿Por tu proceso? —preguntó, mirándola asentir. —No… sabes cómo funciona esto, estarás presente cuando todo empiece.
Asintió, realmente no lo sabía, pero ahora que la había escuchado decir aquello se sentía más tranquila.
Cerró los ojos unos momentos. El matrimonio era algo en lo que ni siquiera había empezado a pensar y sabía que, antes de desaparecer, el tema había sido la fuente de algunas de sus ansiedades… pero al menos en aquel entonces estaba segura de sus sentimientos, en esos momentos no sabía sobre qué estaba parada, aunque sabía -y era obvio- que ya no sentía por Naruto lo que se dejaba entrever en los diarios y algunos de sus recuerdos.
Y de aún sentir algo por él, lo cual era improbable y ridículo, tampoco sabía cuál era la situación sentimental del muchacho… ese barco podía haber zarpado hacía mucho tiempo.
De lo único que estaba segura, era de no querer casarse por conveniencia.
Hanabi pudo ver todo lo que pasaba por la cabeza de Hinata, pero prefirió no preguntarle y evitar alguna crisis de ansiedad.
—¿Por qué el súbito interés? ¿Piensas reclamar tu derecho como heredera del clan? ―se burló, en un intento por cambiar de tema.
—No —apresuró, temiendo que aquello pudiera despertar algún tipo de rivalidad entre ellas, otra vez.
—Porque no tendría problema a-
—No —insistió, mirándola. No querer ser la sucesora era de las pocas cosas de las que estaba segura. —Tu harás un excelente trabajo… yo no podría.
—Eso no lo sabes, eras muy fuerte… algo impertinente en momentos, pero fuerte y valiente.
Sonrió un poco y se encogió de hombros. —No… no es lo mío. ¿Cuántos pretendientes tienes?
—… unos cuántos —sonrió.
—¿Piensas rechazarlos a todos? —preguntó, genuinamente preocupada.
Hanabi se miró las uñas unos momentos y se encogió de hombros. —Solo me casaré con alguien fuerte, alguien que pueda proteger a la familia si me encuentro lejos, y hasta el momento he conocido puras mentes débiles.
—¿No te casarías por amor?
—… El amor no lo es todo, nee-sama —aseguró, sin mirarla. —Creo más en el respeto y el compromiso. Mi marido debe ser disciplinado, tendrá que estar a la altura de todas las exigencias del clan y, mientras me respete y se comprometa, lo demás no importa.
Aquello le pareció terriblemente triste. Recordó aquel roce que había visto en el festival de invierno y no pudo evitar peinarle el cabello a Hanabi con los dedos, temía delatarse si se atrevía a más de eso.
—¿Y cómo harás cuando empiecen a exigirte un heredero?
—… a menos que alguno de los dos resulte infértil, engendrar no parece tan complicado —arrastró y le dedicó una mirada extraña, mientras enarcaba una ceja.
La sacudió con una risa y desvió la mirada, sintiendo que se le sonrojaba el rostro. Hanabi sonrió unos momentos al verla reaccionar, pero pronto su rostro volvió a la tranquilidad de antes.
—… yo no podría casarme si no estoy enamorada —aseguró luego de un corto silencio, sin saber por qué le confiaba aquello a Hanabi.
—Ah, ya lo sé… tu lucharás contra viento y marea por tu amor y puedes hacerlo sin problema.
—¿Si no fueras la heredera te casarías por amor?
Se encogió de hombros. ―La verdad no he pensado en ello… Kō me dijo que te ha notado muy ociosa, últimamente.
Inspiró y siguió peinándole el cabello, con movimientos mecánicos. Aquel brutal cambio de tema podía ser ofensivo, pero lo dejó resbalar, tenía la corazonada de que Hanabi estaba ocultándole sus verdaderos sentimientos y no podía olvidar el roce en el festival.
—… estás diciendo eso porque quieres cambiar el tema —murmuró.
—No ―aseguró. ―Es solo que no volveré a viajar hasta mayo y podríamos afianzar bien las bases del puño suave en ese tiempo y ejercitar el rango de tu Byakugan entre tanto. ¿Qué opinas?
La miró unos momentos y asintió. No tenía motivos para rechazar la oferta.
Hanabi se levantó de la cama, sonriente. —Bien, ¡empezaremos esta noche! Espero ese Uchiha no te cargue la mano estas semanas…
Mantuvo una sonrisa en sus labios lo que Hanabi tardó en salir de la habitación y exhaló cuando se encontró completamente sola. Se frotó la frente unos momentos, mirando las sábanas. Dudaba que Sasuke fuera a darle un respiro, esos últimos días había visto un brillo de malicia en sus ojos mientras la empujaba con sus comentarios sarcásticos y condescendientes. Se cubrió el rostro con ambas manos y negó.
Se olvidó de las libretas y los ejercicios de agilidad mental, salió de casa, dispuesta a dar un paseo por el bosque… eso siempre la ayudaba un poco a ordenar sus ideas y recuperar la paciencia que iba perdiendo.
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Había algo en el silencio del bosque que le agradaba… aunque en momentos pensaba que en realidad la atraían la inmensidad que podía encontrar ahí dentro y la soledad. Ahí era raro encontrarse con alguien, a veces se encontraba con niños, que jugaban a ser ninja o trajinaban jugando al escondite y a la traes.
Por lo general estaba solo. Podía llorar si quería o simplemente cerrar los ojos e intentar seducir a la tranquilidad que le rehuía.
Saltó de árbol en árbol hasta que se sintió lo suficientemente alejada de los terrenos de la casa. Podía ir más lejos de los límites del bosque que pertenecían a su familia, pero aún no sabía qué riesgos podría encontrar en los terrenos vecinos, recordaba el tipo de vigilancia que mantenían los Inuzuka y los Nara, pero tanto había cambiado esos siete años, que prefería averiguarlo civilizadamente.
Se sentó en una rama alta, recargó la cabeza en el tronco del árbol y luego de exhalar, abrió el pequeño bento que había traído consigo y se comió las golosinas que había guardado a la hora del té.
Masticó el mochi en silencio, contemplando la naturaleza, escuchando el batir de las alas de los pájaros y los sonidos que escapaban de sus picos mientras se alejaban. En sus recuerdos no había demasiados de la espesura del bosque y en momentos se entretenía, pensando que quizá aquella fuera una nueva faceta suya, otras veces concluía que quizá esa costumbre desaparecería una vez recuperara todos sus recuerdos y pudiera establecer cierta normalidad. De igual manera lo disfrutaría.
El movimiento de su mandíbula se detuvo unos momentos y observó el resto de mochi que quedaba en el bento. Siguió masticando y pasó el bocado, de pronto no tenía ganas de seguir comiendo.
Observó el cielo en completo silencio, aún era difícil ver el azul, pero la primavera se acercaba a pasos agigantados, soplando un ligero bochorno al mediodía, que moría rápidamente y solía desaparecer por completo a las cuatro de la tarde.
Sintió la corteza del tronco bajo su cuerpo y observó el árbol, ahí dentro eran más los espacios llenos de hojas, musgo y verdor, que los espacios de tierra y los troncos desnudos, y apenas caía realmente en la cuenta de ello. Observó los árboles, las hojas, la manera en que la luz se colaba entre la vegetación. Sintió la corteza, aún húmeda por las nevadas de enero, bajo sus palmas; echó la cabeza hacia atrás y enfrentó el cielo una vez más. Desde que Hanabi la llevara al mirador al atardecer, era la primera vez que se detenía a disfrutar de Konoha.
Una sonrisa melancólica se coló por sus labios y, por unos momentos, se sumió en un estado de abstracción y tristeza ante la perspectiva de la vida que llevaba.
Parpadeó, observando el cielo, sintiendo su corazón encogerse por unos momentos. Por más que alejara la mayoría de los pensamientos que la agobiaban y en momentos la mantenían despierta o inapetente, no podía ignorar la realidad por siempre. En el fondo, llevaba la certeza de que aquella persona no era ella realmente y que la persona que había sido no existía más y era irrecuperable.
"Toma esto como una oportunidad para empezar de nuevo, construirte desde cero. Sé la persona que quieras ser…"
Un crujido la sacó de sus pensamientos y ocultó su presencia lo mejor que pudo, alerta. Aún no podía activar el Byakugan de manera discreta, así que se contentó con aguzar el oído. Pronto pudo ver la fuente de aquellos sonidos. Tenten irrumpió, desde alguna parte del bosque, alejando las ramas de su rostro con movimientos agresivos y gruñendo cuando sus mangas o sus cabellos se enredaban con las puntas de las ramas.
Neji le pisaba los talones.
―Escúchame, por-
―No me toques ―ordenó, dando un palmetazo a la mano que se acercaba para ayudarla a liberarse.
Observó al muchacho dejar caer la mano y observar a la obstinada muchacha, que luego de batallar, logró liberarse y siguió su camino.
―Tenten…
―Mira, cuando esto empezó, estaba consciente de las trabas que enfrentaría y sabía que no sería normal o fácil, ¡pero esto!
―Ya te dije que solo será una pantalla.
―No me importa ―espetó, volviéndose para mirarlo.
Hinata se asomaba con mucho cuidado, tenía un poco de dificultades para mirarlos desde aquel ángulo, pero temía hacer ruido si ajustaba su posición. Neji estaba de espalda a ella, pero por la manera en que los hombros se inclinaban, notó que parecía derrotado, Tenten, por su parte, estaba sonrojada y su gesto no ocultaba para nada su molestia.
―… te conozco, eres noble… demasiado…
―Te aseguro-
―Que irías en contra del clan por mí ―terminó de decir, sin ahorrarse el tono de reproche. ―A estas alturas, de verdad lo dudo.
―Confía en mí.
―Confío en ti, Neji… pero no confío en... eso ―declaró con dificultad, señalando con un movimiento corto a la frente del muchacho, cubierta por el emblema de Konoha. ―… esto es lo más lejos que podemos llegar, acéptalo.
―¡No!
Las manos de Neji se aferraron a los brazos de la muchacha y ella inclinó el rostro hacia un lado, alejándose de él y rehusándose a mirarlo.
Hinata se cubrió la nariz y los labios con la mano. Neji decía algo, pero a ella solo llegaban los sonidos arrastrados de los susurros, nada que pudiera ayudarla a saber qué se decía… aunque no había que ser un genio para darse una idea de qué sucedía ahí. Neji estaba demasiado vulnerable y Tenten demasiado frágil.
Aquella silenciosa conversación culminó en un beso; Tenten había agitado la cabeza en un principio, rechazando al muchacho, pero había cedido con un sollozo, luego de que él le susurrara algo. Hinata los observaba con el corazón en la garganta y el estómago hecho un nudo, estaba incrédula e intrigada. Eso que acababa de presenciar solo alimentaría sus ansiedades.
―No puedo, Neji ―aseguró, negando y alejándose de él.
―Confía en mí ―imploró, tomándola de nuevo cada que ella se soltaba. ―Todo va a estar bien, confía en mí.
Tenten se cubrió el rostro con las manos y murmuró algo.
―No digas eso… ―pidió.
De nuevo el volumen disminuyó. Luego de unos instantes, Hinata dejó de asomarse, y se recargó de nuevo en el tronco, no lograría nada espiando, no escuchaba nada, además la adrenalina que corría por sus venas estaba haciéndola temblar y había estado tan tensa que sus piernas se sentían de gelatina, no podía arriesgarse a resbalarse o caerse.
Se quedó mirando al frente, por su cabeza no pasaba un solo pensamiento, estaba vacía.
Recordó lo que había visto en el festival y se cubrió los labios con una mano, por estar distrayéndose con posibles, no había visto venir la certeza que representaban Neji y Tenten. Trago saliva con dificultad y respiró profundo, lentamente, cuidándose de hacer ruido.
El sonido de los pasos alejándose, luego de unos momentos, le indicó que pronto se encontraría sola de nuevo. Se relajó por completo y sintió su cuerpo casi escurrirse sobre la rama; miró el cielo que se asomaba entre las hojas, las nubes pasaban lentamente, con un andar casi imperceptible.
El corazón le latía desbocado.
Había ido ahí, buscando consuelo y tranquilidad, y volvería a casa echa un nudo aún más complicado de nervios.
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Durante la hora de comida, Hinata había estado pendiente de Neji.
Si no hubiera presenciado aquella escena en el bosque, no habría sospechado, siquiera, que algo estuviera cerca de agobiarlo. Parecía tan tranquilo y sereno, que era contagioso su estado. En su distracción picó la comida con los palillos varias veces y se ganó un codazo por parte de Hanabi, que con reprobación en la mirada y un movimiento negativo de la cabeza, la regañó por estar jugando en la mesa.
Había mirado a la muchacha a los ojos, buscando en ella indicios de algún caos parecido al de Neji.
No encontró nada.
Había salido de casa de nuevo, pero las restricciones para sus paseos por la ciudad se levantaban hasta la tarde-noche y en esos momentos brillaba el sol. Ahora comprendía que no le permitían andar por ahí para que no corrieran más rápido los rumores de su regreso, pero seguía sintiendo que aquella medida era un esfuerzo en vano y una pérdida de energía. Se tragó su inconformismo y caminó por los límites de la casa y el bosque, trazando un camino zigzagueante entre los árboles.
Mientras intentaba hacer encajar sus ideas, haciendo a un lado las que solo estorbaban.
Se detuvo, luego de andar y andar por el mismo espacio, al sentir que su pie topaba con algo y le extrañó encontrar un kunai clavado en el suelo. Le dio un par de golpecitos con el pie y miró alrededor, antes de agacharse y tomarlo. La punta no estaba oxidada y el mango estaba.
Lo giró en sus dedos unos momentos y lo guardó en su bolsillo.
―¡Nee-sama!
Encontró pronto la figura de Hanabi, que agitaba un brazo en el aire. Dio un paso al frente y un crujido la obligó a mirar hacia el interior del bosque. Sus ojos buscaron entre los troncos, por los arbustos y las ramas.
―¡Nee-sama, se hace tarde para el entrenamiento! ―insistió Hanabi.
―¡Ya voy! ―apuró, mirando a la muchacha.
Dio un último vistazo al interior del bosque, pensó en activar su Byakugan, pero se sacudió la intención y caminó hacia la casa.
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Cómo tenía por costumbre, había deambulado por Konoha, montando la guardia silenciosa. Esa responsabilidad autoimpuesta de vigilante le daba un poco más de sentido a su estancia y lo ayudaba a sentirse un poco más adaptado, pero al final del día sabía que era una falacia y una estupidez… algo le decía que de nada le servía trabajar solo. Pero al menos se estaba familiarizando una vez más con cada recoveco de la aldea y en caso de ataque, tenía ahora un campo más amplio en el cual moverse y escurrirse.
Sin darse cuenta, había imitado la estrategia del cuarto Hokage, al elegir sitios y objetos que podría usar para realizar sus saltos.
Se detuvo al observar el cementerio que se extendía frente a él. La gran hazaña de Itachi había mantenido intacto el derecho a descansar ahí, como a cualquier otro ciudadano o ninja de la aldea, para todos los Uchiha que habían muerto aquella fatídica noche. Observó aquel espacio que prácticamente habían acaparado sus familiares y negó con un movimiento cortísimo de la cabeza, sintiendo la suave briza sobre su piel.
Los rencores aún existían dentro de él, pero los había aceptado, los había sufrido durante su encierro en prisión, y ahora caminaba con ellos cuando se los encontraba por casualidad en los detalles que rodeaban a la aldea. Comprendía las motivaciones de su familia, comprendía las motivaciones de Itachi y realmente no estaba de acuerdo con ninguna, pero se había decidido por pararse a lado de su hermano, luego de desmenuzar aquel asunto hasta el cansancio.
Sus ojos barrieron el lugar y se detuvo en una persona en particular. Era una casualidad que casi se sentía destinada… dado el caos que había en su cabeza por culpa de esa estúpida punzada.
No era extraño encontrarse al Hokage en las calles, a veces lo veías descansando en algún lugar, a veces lo encontrabas en un puente, observando el agua que pasaba debajo, otras veces podía estar tumbado en la hierba, imitando las costumbres de Shikamaru. Aquel día Sasuke lo encontró de pie, ante la tumba de su antigua compañera de equipo… había costumbres que no se perdían.
Se acercó a Kakashi, a paso tranquilo.
―Sasuke-kun ―saludó, infantilizándolo un poco con su tono alegre y paternal, mientras levantaba una palma a la altura de su rostro.
Se detuvo a lado de él y observó el nombre de Rin, gravado en la lápida.
―¿Vienes a pedir que te dé tu libertad? ―sonrió, guardando la mano en su bolsillo de nuevo.
―… ya me resigné ―aseguró.
Asintió y volvió la mirada a la lápida. ―… es día de visitas.
―… sí, algo así ―pronunció, con un hilo de voz.
Sus ojos se quedaron prendados del "Nohara", mientras su cabeza observaba la balanza. ¿Hablar con Kakashi a esas alturas sería buena idea?
Kakashi lo miró por el rabillo del ojo, apenas un momento. Había coincidido pocas veces con Sasuke, pero había notado un deje de ansiedad en sus actitudes, incluso cuando se encontraba en compañía de Naruto, parecía estar atento a lo que había sobre su hombro. Pero había aprendido a esperar a que sus alumnos estuvieran listos para hablar, porque incluso Naruto era capaz de volverse hermético. No le palmeó el hombro, como solía hacerlo con Naruto, o la cabeza, como solía hacer con Sakura, sabía que con compartir el silencio era suficiente para brindarle apoyo.
―Había flores en la tumba de Itachi, ¿fuiste tu?
Sasuke buscaba la manera de deslizar preguntas que no alarmaran a Kakashi, pero que le dieran respuestas. Había concluido que mientras no tuviera algo más que una extraña punzada durante la noche, no tenía caso que armara un revuelo.
―Ah…
Enarcó las cejas y miró el horizonte, la tumba de la que hablaba Sasuke se encontraba en los terrenos que sobrevivieron la destrucción de la aldea y que aún le pertenecían al muchacho… en el lugar en el que se había llevado el cruel desenlace entre los hermanos.
―Naruto, probablemente… quizá Sakura, pero no suele ir por allá.
Asintió. ―… sigue estando fuera de los límites de los civiles, ¿cierto?
Cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra y asintió. ―Es propiedad privada, Sasuke… más allá del clon que mantiene Naruto ahí, sabes que no hay vigilancia. Cualquiera puede entrar y salir. Pero tienes mala fama y solo los niños y adolescentes prueban suerte.
Apretó los labios por toda respuesta… no porque le molestara que la gente entrara a sus terrenos, la verdad no le importaba, pero porque aquella conversación lo estaba haciendo sentirse estúpido. Incluso a sus veintitrés años y con toda la experiencia, buena o mala, que llevaba encima, Kakashi seguía siendo superior a él en muchos aspectos.
Sabe más el diablo por viejo, que por diablo… lamentó.
―¿Ha habido noticias? ―murmuró.
―Hace poco Yamato se encontró con Jūgo en la costa del país del viento, nada fuera de lo ordinario.
Asintió.
―Y Karin ya terminó de cumplir sentencia ―deslizó Kakashi, como si nada.
―Ah… eso va a ser un problema ―arrastró.
Taka había sido disuelto, pero después de la guerra el consejo de la alianza había emitido una circular. Mientras no cumplieran sus condenas, tenían prohibido reunirse o mantener comunicación. Como era de esperar, no había vuelto a verlos. Cada cual se encontraba bajo la tutela de un país diferente y no podían abandonar ese territorio hasta que cumplieran sus sentencias, a excepción de sí mismo, que le debía aquella libertad al favor que los kage le debían a Naruto.
―Entonces Naruto tiene razón… ―murmuró, retomando el tema inicial.
―… bueno, aún no es del dominio público el regreso de Hinata, así que no podemos cantar victoria ―declaró Kakashi con tranquilidad.
―¿Cuándo piensas publicar eso?
―Voy a esperar a que sea un poco más fuerte… ¿en cuánto tiempo crees que pueda graduarse como chunin?
Apretó el semblante unos momentos. ―… quizá dos meses, con suerte.
―No está tan mal ―asintió. ―¿Cómo te has sentido? ¿Cómo te trata la gente?
Se encogió de hombros. No solía fijarse demasiado en eso y tampoco andaba a la vista de todos. Pero aquella pregunta le había confirmado que, al menos, Kakashi no tenía a ANBU o shinobi de pacotilla vigilándolo… pero aún desconfiaba del consejo, por más que los ancianos insistieran con su cantaleta de haber cambiado.
―¿Qué te preocupa? ―murmuró, probando suerte. No había querido presionar a Sasuke, pero no era normal que se encontraran a solas y charlaran si no era para rendir un informe.
―… el consejo ―limitó. No levantaba la mirada de la lápida de Rin.
Juntó las cejas. ―Ya no son los años de Danzō, Sasuke…
―… hm.
―¿Está todo bien? ¿Te han dicho algo? ¿Te citaron sin avisarme?
―Todo está bien ―aseguró, dedicándole una mirada de soslayo. ―Solo quería estar seguro, me harán correr detrás de gatos, no me sorprendía…
Aquel tono de reproche, fingido, le hizo ganar un asentimiento y una risa silenciosa y solitaria, que se tradujo en los ojos de Kakashi. Miró a Kakashi por el rabillo del ojo y luego observó el horizonte, confirmando la hora al mirar su reloj. El entrenamiento estaba cerca.
Chasqueó la lengua.
―Oh, vamos, Sasuke-kun… no es tan malo ―aseguró, adivinando a qué se debía la actitud de su alumno.
Ajustó su postura, dispuesto a volver a su oficina, y dio unos cuantos pasos, mirando el gesto fastidiado que Sasuke no se preocupó por ocultar. Le palmeó el hombro antes de alejarse, animándolo a ser un poco más positivo y a disfrutar del proceso.
―El tiempo se te irá de las manos, cuando menos lo esperes estarás lejos de aquí ―aseguró.
Miró la espalda de Kakashi, dedicándole todo su recelo, injustamente, y no le sorprendió que la mano que lo había saludado al llegar se elevara de nuevo en el aire, a modo de despedida. Volteó al otro lado, en una actitud casi infantil, y observó en silencio el cementerio, que se extendía a su alrededor.
Solo podía imaginar las cosas que Kakashi meditaba en ese lugar.
Viernes, 30 de septiembre de 2022
