Realidad digital
Desenlace truncado
"Ahora esta campana que dobla suavemente por otro me dice: eres tú quien debe morir"
[J. Donne]
"No puedes tener un final feliz en una trayectoria infeliz."
[Abraham]
7.
Ken Ichijouji, Ryou Akiyama y Meiko Mochizuki no habían sido los únicos conducidos a la locura por las cosas que vivieron en el proyecto Digimon.
Maki también había sufrido el mismo destino.
Maki fue la primera que lo hizo.
Daigo Nishijima, una vez que su participación en el experimento finalizó, estaba decidido a seguir adelante. Igual que la mayoría de los participantes, su mente optó por seguir la historia que le contaron, la que le construyeron y se quedó viviendo felizmente en la mentira. Era, en realidad, el camino fácil. El cerebro se encargaba de llenar los vacíos de la memoria, amoldaba las experiencias a lo conocido y, en un latido, se dejaba engañar por los sentidos. Era la norma. Era algo con lo que ellos contaban. Era la hipótesis en la que se basaba todo el proyecto.
Para Daigo, creer que Bearmon existía, que él había vivido unas aventuras inexplicables durante unos días de vacaciones y que había salvado el Mundo Digital de su destrucción había sido un bálsamo de alivio. Para él, todo estaba bien. Todo estaba cómo debía estar. La crisis había pasado, imperceptible para el resto del mundo pero no para él. Por eso Daigo creyó que podía dejar esa aventura en el pasado y continuar con la siguiente. La experiencia había sido, para todo su propósito, todo un éxito.
Al principio, en los años inmediatos, parecía que el caso de Maki también había sido un éxito.
Terminaron la escuela primaria con promedios excelentes. Fueron juntos a la escuela secundaria y no tuvieron ningún problema para mantenerse en lo más alto del listado de estudiantes mientras avanzaban sus grados. Empezaron a salir, no mucho después de terminar el último año. Entraron en las universidades que querían; Daigo quería ser profesor y Maki siempre había amado las ciencias.
Todo había resultado perfecto. Todo iba acorde al plan.
Hasta el día que Maki rompió a llorar y le confesó que estaba viendo a Bakumon en las esquinas. Que lo estaba escuchando llamarla. Que estaba soñando con él. Que estaba viendo rostros que no conocía. Daigo nunca olvidaría la angustia desesperada que había en los ojos de Maki cuando le confesó que recordaba cosas que ella no había vivido. Recordaba personas que nunca había conocido.
La primera crisis fue la peor, en muchas maneras. Ellos no sabían qué pasaba. Los doctores no pudieron decidir cuál era el problema ni cómo solucionarlo y Daigo no tenía idea qué hacer para ayudarla. También fue la causa de que ellos aparecieran. Los doctores Kido. El señor Mochizuki. Los colaboradores del proyecto Digimon. El director de la compañía.
Las cosas cayeron en picada a partir de ese punto.
—Siento tengo dos vidas, que hay dos realidades en mi cabeza —le había dicho Maki, con los ojos muy abiertos, muy llenos de terror, una noche. A ella, que nunca había sido tan abierta con sus emociones, el miedo le sentaba fatal—. Y no sé cuál es real. No sé cuál es real.
Daigo le respondía, siempre, "yo soy real".
Soy real, estoy aquí contigo.
Eres real, estás aquí conmigo.
Por un tiempo, eso bastó. Eso fue suficiente.
Pero no por mucho.
A medida que Maki recuperaba fragmentos y retazos de historia, a medida que se sumergía en el pasado y lo reconstruía, las cosas cambiaron. La obsesión con investigar lo que había ocurrido la llevó a entrar al mismísimo proyecto Digimon, a lo que quedaba de él, a los pequeños grupos que sobrevivieron al cierre principal y Maki, su Maki, fue perdiéndose poco a poco.
Las pesadillas y las alucinaciones auditivas empeoraron. Fue… Ese había sido…
Daigo presionó la palma de su mano contra sus ojos para frenar las lágrimas.
Maki.
Por Dios, Maki.
El recuerdo que quedaba de Maki estaba pintado con negro. La última vez que Daigo la había visto, ella le dijo que había encontrado finalmente a Bakumon en un jardín de flores fluorescentes. La última vez que la había visto, Maki le dijo que se había equivocado todo el tiempo, que el Mundo Digital existía y que ellos podrían ir juntos. Que los dos podrían finalmente deshacerse de Apocalymon. Que estarían en paz.
Daigo se preguntaba si ella había encontrado la paz. Él todavía la estaba buscando.
—Estoy cerca —susurró.
Maki, antes de caer en la locura, antes de descender poco a poco en el abismo, cuando solo era Maki Himekawa, su mejor amiga, solía pedirle que le dejara a ella mentir. Solía decirle que él era un mal mentiroso. Que los secretos a Daigo se le pintaban en la cara y sus ojos traicionaban hasta el más pequeño intento de fabulación. Daigo nunca le dijo que ella era la única a la que no podía ocultarle cosas.
Era cierto que no le gustaba mentir. Pero podía hacerlo.
Mentir por omisión se le daba muy bien.
Embellecer la verdad... bueno, también era bueno en eso.
Aki Himekawa era un ejemplo.
No era el único ejemplo de ello, considerando su historial, pero era igualmente perfecto.
Aki Himekawa sirvió como una máscara para acercarse a Taichi Yagami.
En los informes siempre se había declarado que Taichi era el líder del equipo, que si él tomaba la iniciativa, era probable que los demás lo siguieran. Tarde o temprano, todos lo seguirían. Jou solía hablar de ello también. Que a veces tenía la tentación de ir a buscarlo y contarle todo, sincerarse con Taichi, pero a la vez no podía tolerar la idea de decepcionar a su líder. Daigo suponía que era una secuela del programa. Taichi había sido elegido por su capacidad de adaptabilidad y sus innatas habilidades de atraer gente a su causa. No era un líder nato, pero tenía muchas características que hacían un buen líder y, más que nada, tenía curiosidad por el mundo. Lo calificaron como intrépido, audaz, valiente y carismático. Fue uno de los principales activos del proyecto, aún sin saberlo.
Igual que Koushiro Izumi, Yamato Ishida, Ken Ichijouji y Ryou Akiyama.
Daigo sacó la fotografía de Maki que siempre llevaba consigo. Era la foto que se tomaron juntos en un campamento de verano.
La foto de una vida que perdieron por completo.
—Estamos cerca —le dijo a la foto. Aferrarse a ese pedazo de papel era lo único que le permitía salir a flote a veces. Cuando recordaba lo que pasó con Maki, recordaba por qué estaba en ese camino solitario—. Estamos cerca.
Estiró la mano para alcanzar su teléfono. Tenía algunas cosas que hacer antes de unirse a Maki.
8.
Sujeto A, Kido J., 11 años.
(Fragmento)
(...) Responde activamente a los intercambios con Gomamon (véase archivo correspondiente), pero se muestra reticente a dialogar con nosotros más allá de unas pocas palabras. Respira airadamente e insiste en que quiere llamar a las autoridades. Pide hablar por teléfono. Le damos un teléfono y marca a su casa. El sujeto se muestra agresivo cuando la llamada no conecta. Hacemos intervenir a Gomamon cada vez que se muestra ansioso y la respuesta suele ser positiva. Según las experiencias previas el sujeto no se siente incómodo ante la idea de actuar como se corresponde con su edad, salvo cuando se ve a cargo de otros. Su insistente búsqueda de una figura de autoridad indica que no quiere hacerse responsable de sus decisiones. Él se autoproclama como un cobarde.
Se sugiere que se intensifique el tratamiento.
Sujeto D, Ishida, Y., 11 años.
(Fragmento)
(...) En la entrevista, después de leer todos los perfiles de los elementos, eligió a Gabumon (véase archivo correspondiente). Le preguntamos el por qué de su decisión, pero se niega a responder directamente. En la descripción del digimon realzamos la timidez y la complacencia, la voz tranquila que posee, pero hay otros digimon de características semejantes. Es difícil entender por qué el sujeto se interesa en ese avatar en específico. Sin embargo, si nuestra hipótesis es correcta, efectivamente logramos dar con las características que el sujeto apreciaba y veía en sí mismo. El sujeto rechaza la idea de cambiar de avatar. Insiste en que no cambiará de opinión. Pide que le dejemos ver a su hermano. No quiere hablar de su familia (véase archivo correspondiente) ni responde a preguntas de sí mismo. Frunce el ceño, se impacienta. Se cruza de brazos a menudo. Se muestra atento a su entorno, pero su expresión permanece severa la mayor parte del tiempo.
Le preguntamos si eligió él la ropa para venir al campamento. Dice que sí, que quién más la habría elegido. Su pregunta suena forzada, mira al suelo mientras habla. Esconde sus manos en los bolsillos.
Se sugiere que se intensifique el tratamiento.
Sujeto E, Takenouichi, S., 11 años.
(Fragmento)
(...) Mece los pies durante un rato y mira hacia varios lugares. Pregunta por sus amigos y le pedimos que aclare a quiénes se refiere. La observada reconoce a todos los sujetos por nombre, pero se muestra interesada por los más pequeños, pese a que precisamente los rechazaba con vehemencia. Se masajea las muñecas y dice que le duelen por el enfrentamiento con Nanomon. Pregunta por Piyomon dos veces antes de decir que no, que Piyomon no es real. Pregunta por Sujeto B (véanse archivo de Yagami, T). Habla de cómo Taichi fue a rescatarla y ella falló. Piyomon aparece en la conversación de nuevo. Sujeto E mira al vacío por un momento. Se queda quieta, se abraza a sí misma. Insiste que ella falló. Le decimos que Piyomon cree en ella, que pronto verá a sus amigos. No da señales de escucharnos hasta que hacemos intervenir a Piyomon.
Se sugiere que se atenue el tratamiento.
Sujeto L, Akiyama R., 12 años.
(***)
Koushiro dejó de leer. Se frotó los ojos. Estaba agotado, sí, pero no estaba realmente seguro si era el cansancio cotidiano que siempre lo seguía como una nube oscura sobre su cabeza o era el agotamiento de los años silenciosos que amenazaba con caer como una pared de ladrillos sobre su espalda adolorida.
Les había confirmado a los demás que había otros archivos en la computadora y que los había descifrado, pero no había podido decirles que algunos de ellos eran fotografías o directamente archivos que tenían información sobre ellos. Sabía que tendría que hacerlo.
Sabía que se los debía.
No podía creer que Tentomon…
Tentomon.
Koushiro se encogió un poco.
Si se concentraba, si realmente pensaba en ello, podía escuchar la voz de Tentomon en su cabeza. Era un recuerdo casi tangible, una idea de bordes definidos y marcas permanentes. Tentomon había sido su mejor amigo. No, no exactamente. Tentomon había sido un pilar. Cuando Koushiro tuvo que enfrentarse a sus padres sobre la realidad de su adopción, él lo había hecho con Tentomon a sus espaldas. Cuando les había pedido a los Izumi que lo llevasen al cementerio a ver las tumbas de sus padres biológicos, Koushiro había pensado en lo mucho que quería compartir esa experiencia con Tentomon.
Tentomon.
Tentomon…
Koushiro cerró los ojos por un momento, tratando de borrar la imagen del digimon de su cabeza.
No podía darse el lujo de pensar en Tentomon.
No podía dejarse arrastrar por las sensaciones, por el horror, por la incertidumbre.
Debería ser fácil.
Si alguno de ellos podía hacerlo, podia mantenerse al margen, ese debería ser él, Koushiro Izumi.
Se preguntaba cuánto sabían Yoshie y Masami de ese campamento. No podían saberlo todo. No podían saber mucho.
Pero algo debían saber. ¿Valía la pena preguntarles?
—Mamá no podría haberse guardado esa información —decidió. Yoshie posiblemente sabía que algunas personas irían al campamento para observarlos, pero no la verdadera naturaleza de todo el asunto.
Posiblemente ninguno de los padres conocía la verdadera naturaleza del proyecto.
Excepto, tal vez, los papás de Jou.
Y el señor Mochizuki.
La mayoría de los documentos no especificaba exactamente las pruebas que habían realizado previamente —Koushiro aún no había revisado la carpeta de archivos que Daigo había traído y, suponía, allí encontraría más de esa información en particular— sino que eran más que nada archivos de observación. Eran informes de conducta más que otra cosa y por lo que había podido ir desprendiendo de ellos, y de la misma hipótesis del proyecto, era que intentaban utilizar a los digimon como modelos de conducta. Habían utilizado avatares que ellos mismos construían—formados a través de entrevistas iniciales y en base a sus personalidades— para que ellos actuaran como algún tipo de mecanismo de afrontamiento.
¿Cómo habían logrado que los digimon fueran parte de sus recuerdos?
¿Cómo habían hecho que las memorias que tenían de ese campamento fuesen de una aurora boreal que los llevó a otro universo?
¿Cómo habían hecho para que ellos pudieran percibir el tacto de sus digimon como una realidad? ¿Y por qué todavía podían oír sus voces…?
La respuesta más obvia era la que más perturbaba a Koushiro.
Se habían metido en su cerebro. Pero, ¿cómo? ¿Podía revertirlo?
¿Qué ocurriría si lo revertían?
La idea que no pudiesen recordar lo que ocurrió en ese campamento era más aterradora que el desconocimiento. Para él, al menos. Pero Koushiro era un niño del conocimiento. Él era curioso por naturaleza. Él era el que buscaría entre las sombras para darle luz a los pensamientos. Él era el que intentaría conducir el horror al cauce de la realidad. Él era el que guardaría los secretos si eso era lo que Taichi decidía al final del día.
Quizá por eso Jou le dejó el video a Mimi.
Mimi nunca habría podido guardarse una verdad de esa magnitud para ella sola.
No como Jou trató de hacerlo. No como Sora era capaz ni como Koushiro podría hacerlo.
Mimi era demasiado transparente para eso.
Mimi era una de las mejores personas entre ellos.
Imprimió otro de los documentos para añadirlo a la pila de cosas que debía mostrarle a los demás. Sus manos no dejaban de temblar.
(***)
Sora condujo a Mimi hacia la habitación en su departamento un largo momento. A pesar que su primera reacción ante Daigo había sido de inmediato rechazo y que Sora la había arrastrado lejos de todo el asunto, Mimi parecía que ahora estaba arrepentida de haber dejado a los demás en la oficina y su ánimo de había enfriado del todo. Si bien se sentía un poco como una salida cobarde, sabía que ninguna de las dos estaba en condiciones de ayudar a los demás. No tenía certeza que alguno de ellos estuviera en condiciones de actuar con calma en ese momento. Yamato había estado al borde de un colapso en su desesperado intento de sostener la mentira y tanto Koushiro como Taichi eventualmente encontrarían su punto de ruptura. Si no lo habían hallado ya.
Mimi se alejó de su abrazo y tomó las manos de Sora entre las suyas. El silencio las había dejado mirándose una a la otra como si se hubieran visto por primera vez.
—Debiste dejar que le diera su merecido —dijo al final.
Sora se rio a pesar de sí misma. Su risa parecía haber perdido todas las notas de alegría.
—No habrías hecho eso y él, quien quiera que sea en realidad, parece que quiere ayudarnos. Ayudó a Jou. Yamato me envió un mensaje diciendo que mañana seguiremos con esto. Quiere ayudarnos a ir más profundo en esto.
—No confío en él.
—Está bien que no lo hagas —respondió Sora. Apretó las manos de Mimi en gesto reconfortante e ignoró el intento de su amiga de querer liberarse—, pero parece que de verdad quiere ayudar. Y tiene respuestas. Las necesitamos, Mimi.
Mimi sacudió la cabeza.
Si ella no hubiera revisado la tarjeta de memoria que encontró en el portarretratos de Jou, todo sería diferente.
Sería una mentira, pero sería una mentira dulce.
"Jou sabía que yo vería lo que había en la memoria. Él me conoce mejor que la mayoría... pero no tenía derecho… no tenía derecho… ¡No tenías derecho, Kido!"
—No sé si quiero saber lo que pasó. Es... Es horrible, Sora. La posibilidad que no... —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Palmon. Mi querida Palmon. Y Piyomon... Los demás... ¿Y qué pasa con Leomon? ¿Y los Gekomon? No quiero, no quiero, no quiero-
Quería quedarse en un rincón y llorar hasta que no le quedaran lágrimas. Su querida, querida Palmon.
"Pero Jou estuvo todos estos años con este secreto..."
—Está bien, Mimi.
—¡No está bien, Sora! —Estalló. Odiaba el tono condescendiente que Sora estaba usando—. Sé que está es tu manera de enfrentar las cosas, sé que ayudar a otros es como tú... Lo sé, pero, por favor, no digas eso. No es cierto. Nada está bien. ¡Nada! Lo que pasó con el superior Jou, lo que pasó con nosotros... Todo esto...
Sora se tragó sus palabras instintivas porque sabía que no ayudarían a la situación.
—No vamos a lograr nada lamentándonos tampoco.
Mimi la fulminó con una mirada. —¿Quieres que niegue lo que pasó? Acabamos de descubrir que nuestros digimon nunca fueron reales, lo que es lo mismo que pensar que ellos están muertos. Me siento mal por eso. Me siento horrible por eso. ¡Déjame sentir lo que quiero! ¡No puedo dejar de sentir cosas como tú lo haces!
La cara de Sora se descolocó, y por un breve momento Mimi pensó que se rompería, que le gritaría, pero no lo hizo. Sora cerró los ojos, manteniendo una pared de silencio entre ellas, y volvió a armarse de paciencia.
Mimi reprimió el impulso de pedir perdón.
Sora era muy buena para ignorar sus propios sentimientos.
—Mimi, deja de querer transformar esto en una discusión —suplicó—. No quiero hacerlo. No quiero…
La voz de Sora titubeó. Era la primera vez, en todos esos años en los que se habían conocido, que Mimi veía la fachada de Sora, la chica que siempre exhibía fortaleza, tan frágil. Siempre había fisuras en la imagen idealizada de Sora, la que ella proyectaba al mundo, pero igualmente su amiga se las arreglaba para que las ignorasen.
No había nada de eso esta vez.
Tras una eternidad de duda, Mimi asintió. Bajó el rostro para mirar sus manos unidas y apretó las manos de Sora. —Lo siento. No debí decir eso.
—No te disculpes —pidió Sora, sintiendo que se le enredaban las palabras, atorandose en su garganta—. Sé que es un poco irracional lo que hago, sé que lo que dices tampoco es del todo... Estamos en esto juntas, ¿de acuerdo? No soy Palmon, pero sigo siendo tu amiga. Lo prometo. No te dejaré sola.
—Tampoco te dejaré sola —respondió Mimi. Sentía que podría deshacerse en lágrimas en cualquier momento pero si Sora no iba a llorar, tampoco lo haría ella. No podía dejar que su amiga sea la más fuerte de las dos otra vez—. Aunque no pueda hacer lo que hacía Piyomon, aunque no me veas como me veías antes... Todavía estaré contigo, Sora. Vamos a salir de esto. Todos. Ayudaremos a los demás también. Los... ayudaremos.
Mimi vio que los ojos de Sora se llenaban de lágrimas y su resolución fue quebrándose bajo el peso de la realidad.
Lloraron hasta quedarse dormidas.
(***)
—Ya escuchaste a Koushiro, Yamato. No va a avanzar más por hoy y Daigo se quedará en la otra habitación. Creo que es un poco tonto que nos quedemos toda la noche aquí, esperando. Podemos dormir un poco en una de las-
Yamato no fingió que no había escuchado, que era algo que solía hacer cuando Taichi le decía algo que realmente, realmente no quería escuchar, pero tampoco respondió. Que era algo menos común. Después de todo, si había alguien podía provocar una reacción en Yamato, ese era él. Su relación siempre había sido reactiva, después de todo. Una acción que responde a otra, una acción que desencadena una reacción y así otra es la respuesta que acontece.
Podían pelear. Podían alejarse uno del otro. Podían ignorarse. Podían pretender.
La falta de reacción nunca fue la primera opción de Yamato.
—¿Te has dado cuenta de todo lo que pasó hoy? —preguntó Yamato al cabo de un momento. Su expresión no cambió. Mantuvo los ojos al frente—. ¿O todavía falta?
Taichi inhaló. Luego exhaló.
Una risa amarga le arañó la garganta.
—Agumon no es real.
Las cuatro palabras llenaron el aire entre los dos, cargando una tonelada de significado en cada sílaba, arrastrándolos hacia las profundidades de sus pensamientos. Los hombros de Taichi temblaron por un momento y, pese a que Taichi escondió su cara entre sus manos, Yamato sabía exactamente qué estaba ocurriendo.
Yamato exhaló lentamente, guardándose el agujero negro que significaba la realidad de Gabumon en su corazón, y esperó.
Taichi, como Sora había dicho, siempre se había adaptado mejor que la mayoría a las cosas y solo una vez que la situación se tornaba real y le sacudía todos los cimientos, era que él tomaba conciencia de la verdad. Solía pegarle más fuerte también, debido a ello. Solía obligarlo a retroceder.
Yamato no sabía qué hacer cuando Taichi retrocedía.
—Hikari, Takeru y los demás no pueden saber esto. —La fiereza con la que dijo las palabras lo sorprendió por el más breve momento. Los ojos de Taichi ya no tenían lágrimas, pero estaban rojos—. Ellos no, Yamato. Ellos no.
Estaba completamente de acuerdo. Algunos de ellos tenían que mantener la inocencia. ¿Y quiénes mejor que los más pequeños? Después de todo, Hikari y Takeru siempre habían sido su luz y su esperanza. Con ellos, mientras ellos siguieran adelante, todo estaría bien.
—Deberíamos hablar con ellos —dijo Yamato—. Deberíamos decirles algo, inventar una historia-
(***)
Hikari cortó la llamada. Miró a Takeru.
—Te escuché nombrar a Ken. ¿Era él?
—Sí —respondió Hikari, solemne—. Dijo que Daisuke le dio mi número. Quiso comunicarse con mi hermano pero no pudo... y... estaba preocupado por nosotros... Por todos nosotros, quiero decir. Se enteró sobre lo de Jou. Quería asegurarse de que estuviéramos bien.
Hikari suspiró. Todavía le costaba un poco creer lo que había ocurrido con el superior Jou. Habían pasado algunos días desde que recibió la noticia de su sobredosis pero todavía la notaba irreal. Takeru estiró la mano y apretó el hombro de Hikari en señal de confort.
—El superior Jou siempre fue tan... él vivía todo tan intensamente que no sé... —No tenía sentido lo que estaba diciendo—. No entiendo, Takeru.
—Creo que no se pueden entender estas cosas, Hikari.
—No es eso a lo que me refiero... Es... tengo esta sensación que no puedo explicar.
—Quieres creer que hay algo más, una explicación detrás de todo.
Hikari asintió. Se sentía mal, sin importar lo que dijera. —No puedo dejar de pensar en él... Puedo mantenerme ocupada, pero termino siempre pensando en él.
—También yo —confesó Takeru. Se pasó una mano por el rostro—. Y pienso mucho en Patamon últimamente. Más que otros días. No sé si es por... ya sabes, lo que pasó, lo que estoy escribiendo... O todo junto.
Vaciló por un momento.
—Estoy preocupada por mi hermano y los demás también. —Ella siempre había tenido dificultades para abrirse con las personas pero Takeru, con los años, se había ganado un lugar como un confidente—. Ellos nos están ocultando algo.
Takeru asintió. —Mi hermano me llamó porque quería decirme algo, estoy seguro. Algo más que no tenía tiempo para cenar conmigo. Pero se arrepintió... No es una buena señal.
No solo estaba la llamada extraña que su hermano le había dado a media tarde sino que también los mensajes de los demás, más que un pequeño aviso que Yamato se quedaría con ellos, brillaban por su ausencia. Sora solía enviarle mensajes. Y Koushiro también. El silencio era un poco perturbador.
El silencio se sentía como la calma antes de la tormenta.
—¿Qué le dijiste a Ken?
—Todo lo que nos dijeron a nosotros. Mi hermano sé que fue a la clínica de nuevo pero... todavía no ha vuelto a la casa y no responde mis mensajes. ¿Qué hacemos, Takeru?
Lo consideró con seriedad. El gesto desentonaba un poco con su postura usual.
—Esperamos.
—¿Esperamos?
—Ellos están haciendo algo —respondió—. De eso podemos estar seguros. Deben estar investigando, si es que los conozco. Apuesto lo que quieras a que están en casa de Koushiro. O en su oficina.
Hikari tenía que admitir que tenía mucho sentido. Ella no apostaría en contra.
—¿Vamos a esperarlos solamente?
—No van a decirnos nada por ahora. Lo sabes tan bien como yo. No podemos hacer mucho con esa opciones.
Hikari sabía que eso era verdad.
Su hermano tenía historial en guardarse cosas y también lo tenía Yamato, según lo que Takeru le había contado y lo que ella conocía. Sus amigos no los incluirían a ellos si sus hermanos mayores se negaban y, por lo visto, no había intenciones de incluirlos en el asunto.
Todavía.
—No vamos a presionarlos ahora mismo —dijo Takeru, que tenía la facultad de leer sus inquietudes ocasionalmente—, pero eso no quiere decir que dejaremos que se lo guarden todo. Tenemos que ser inteligentes, tenemos que sorprenderlos… Mañana iremos a buscarlos.
Hikari sonrió un poco, divertida a pesar de sí misma. Pensar así… bueno le hacía sentirse mejor.
—¿Quieres quedarte a dormir? —No era lo que habían acordado. Se suponía que Takeru pasaría la tarde con ella y luego se iría para cenar con su hermano pero, con la cancelación de planes, los dos se habían quedado platicando un poco más—. Puedes usar el viejo dormitorio de Taichi.
—¿A tus papás no les molestará que me quede sin avisarles antes?
—A mamá le agradas y papá no volverá hasta mañana por la tarde. Al único que podría molestarle es a Taichi porque usarás su cuarto y todavía es algo quisquilloso con sus cosas... pero él no está aquí para impedirlo, ¿cierto?
—Qué vengativa eres en realidad.
Ella le sonrió con inocencia. —Y no te olvides que tienes que hablarme de tu nueva novia.
—Te dije que es mi profesora de francés...
9.
[Yo]: Creí haberte dicho que no te comunicaras conmigo de nuevo.
[Número desconocido]: Tengo que saber una cosa más.
[Número desconocido]: ¿De verdad crees que lo que hicimos fue suficiente? ¿Llamamos su atención?
[Yo]: La investigación que hice no pasará desapercibida para siempre y tampoco lo hará la que tú hiciste.
[Yo]: Nunca fui lo suficientemente importante para que me prestaran atención, pero eso jugó a nuestro favor esta vez.
[Yo]: Lamento haberte pedido que involucres a tu novia. Ella no tenía nada que ver en esto.
[Número desconocido]: Hablé con ella antes, cuando le confesé todo. Estuvo de acuerdo en esto y con suerte... Harás que acabe pronto.
[Yo]: Lo haré. Lo prometo.
[Yo]: ¿Crees que puedas volver?
[Número desconocido]: No podría, Daigo. No puedo. Y no quiero hacerlo. Soy libre ahora.
[Número desconocido]: Dile a los demás, especialmente a Mimi, que lo último que dije en el vídeo era cierto. Que no lo olviden. Diles que, de verdad, que de verdad lo siento.
[Yo]: Tranquilo, Jou. Pronto todo habrá terminado.
10.
—¿Ese es todo es el plan? —dudó Taichi. No era la primera pregunta que Koushiro haría con la mañana vibrante sobre ellos, no era siquiera la segunda cuestión que más pesaba entre sus prioridades, pero se encontró inclinándose hacia adelante, expectante, por la importancia que poseía la respuesta. Era algo que debían saber—. Quiero decir, hay más, ¿no? Ayudar a Jou a juntar la información, dejarnos todos esos documentos, contarnos la verdad sobre Apocalimon... No ibas a detenerte en eso solamente. Hay algo que no nos estás diciendo.
—Antes de continuar con el plan —informó Daigo—. Tiene que ocurrir algo más. Les informaré cuando sea el momento y deberán tomar una decisión.
—¿Por qué no ahora?
Era el tipo de pregunta que Taichi haría. Él no se quedaría ahondando en toda la investigación que hicieron sobre ellos, no perdería más que un momento en echarle una mirada a esos archivos, porque Taichi siempre miraba al frente. Yamato, por otra parte, se había hundido en la lectura y, Koushiro sabía, se concentraría en cada uno de los detalles porque eso era Yamato. Él era quien se fijaba en las minucias para que Taichi pudiera ver el panorama completo. Era una de las razones por las que ellos dos eran un equipo formidable.
—Nunca es sabio que todas las piezas conozcan los movimientos.
Taichi frunció el ceño. No respondió.
Sora titubeó por un momento y dejó la hoja que estaba leyendo para integrarse en la conversación. —¿Quién es Apocalymon exactamente? Todavía me lo sigo preguntando.
Daigo los miró uno a uno, estudiándolos exhaustivamente por lo que se sintió como una vida entera. Nadie podía saber qué pasaba por su cabeza, su expresión era completamente ilegible.
—Nunca supimos su nombre —dijo él—. No sabíamos que existía. Yo no supe que existía hasta que empecé a trabajar desde el otro lado del proyecto. Podemos reconocerlo, igualmente. Si lo ven, sé que sabrán quién es. Es lo que me pasó a mí.
—¿Y sabes dónde está? —La pregunta de Yamato estaba llena de escepticismo.
—Él está cerca —respondió Daigo. Su cara se distorsionó en una mueca—. Se queda cerca. Él quiere verlos. Nunca se ha ido muy lejos.
—Eso no es muy útil —comentó Taichi. Sacudió la cabeza, frustrado.
—Tú nos necesitas a nosotros para encontrarlo —concluyó Koushiro, arrugando el ceño. Tenía la ligera sospecha que si Daigo hubiese podido hallar a Apocalymon sin ellos no estarían teniendo esa conversación. Koushiro se preguntaba si, en ese caso, ellos se hubiesen quedado en la oscuridad durante el resto de sus vidas. Era una idea inquietante en más de un sentido—. Él se quedó cerca de nosotros.
La cara de Daigo se llenó de amargura. —Nosotros nunca le interesamos tanto como ustedes, ustedes son sus favoritos.
Koushiro sabía que había una historia detrás de Daigo, quizá una muy parecida a la de ellos, pero la duda se le quedó en la punta de la lengua cuando vio que Mimi dejaba la taza con café sobre la mesa para mirar fijamente a Daigo. Koushiro se sorprendió por la seriedad que había en sus ojos.
—¿No podemos llevar toda la evidencia de lo que pasó a la justicia? ¿No podemos... hacer algo por esos medios contra estas personas? ¿No podemos hacer que se pudran en la cárcel por todo lo que nos hicieron pasar?
Aunque Koushiro se encontró pensando que Mimi tenía un muy buen punto —Jou y Daigo les habían proporcionado evidencia, después de todo—, no pudo dejar de notar la mirada inquieta que intercambiaron Taichi y Yamato.
—Ellos lo sabrían —declaró Sora, abrupta.
Mimi parpadeó hacia su mejor amiga, confundida. —No digo que lo llevemos a primera plana o-
—Me refiero a Takeru, Hikari y los demás —apuntó la pelirroja en voz baja—. ellos lo sabrían.
El gesto de Mimi se marchitó lentamente. Sus ojos pasaron de Sora hacia Yamato. Luego se dirigió a Taichi. —Estamos... ¿Estamos realmente considerando ocultarles esto? ¿De verdad?
Daigo no se sintió impresionado al ver que Mimi le podía sostener la mirada a todos en su grupo. Estaba más impresionado por el hecho que Taichi apartó los ojos primero.
—¿Est-Están de acuerdo con esto ustedes dos?
Mimi se dirigió a Sora y a Koushiro, para ver si ellos también estaban de acuerdo con esa locura. No se molestó en dirigirse a Yamato porque sabía exactamente en qué posición estaba.
Sora permaneció en silencio.
Koushiro abrió la boca pero solo una palabra salió de sus labios. —Mimi…
—¿¡Están de acuerdo!?
—¿Lo que pasó con Jou es parte del plan? —dudó Yamato, interrumpiéndola.
—Sí.
—Estaban intentando atraer a Apocalymon hacia nosotros con Jou.
—El proyecto se disolvió y sus miembros tomaron caminos separados —explicó Daigo—... Pero igualmente ustedes estaban en vigilancia. A mi me encargaron vigilar a Meiko Mochizuki… así que conozco bien a su familia. El señor Mochizuki y su esposa cortaron toda relación con el proyecto una vez que vieron las secuelas que tuvo en su hija. Ya era tarde, pero supongo que hacer eso les hizo sentirse mejor. Al menos podían decirse, eh, nosotros ya sacamos a nuestra hija.
Koushiro vio que Mimi hacía una mueca de disgusto. Las caras del resto de sus amigos parecían talladas en piedra.
Daigo no había terminado. —Los señores Kido tardaron más en distanciarse. Jou se alejó de ellos en primer lugar... Él tenía la creencia que Apocalymon era muy cercano a su familia y por eso fue que también accedió a seguir con mi plan. Él les llamaría más la atención.
—No entiendo por qué dejaron que Jou se quedase con sus recuerdos —comentó Sora—. ¿Hay alguna razón?
—No fue el único con el que la probaron, como les dije. Era una hipótesis secundaria sobre los efectos de la presión del grupo. Se suponía que él, pese a recordarlo todo, cedería frente a la negativa comunitaria ante los hechos ante un interrogatorio —respondió Daigo—. O, al menos, eso fue lo que decían los archivos. La verdad es que no descarto que haya sido otra forma de...
—Jugar con nuestras mentes —concluyó Yamato, su voz helada—. Eso es básicamente de lo que se trataba todo el experimento. Las drogas, los digimon, los recuerdos que se inventaron... Las cosas que nos hicieron... Lo que nos dijeron. Estaban jugando con nuestras mentes, querían ver qué tanto podrían convencernos de su mentira... que tanto podíamos perder contacto con lo que es real. Querían ver si podían controlarnos.
Daigo asintió lentamente.
El sonido del timbre irrumpió la conversación con un pitido. Koushiro se levantó de su sitio para ir hacia su escritorio y revisar las cámaras.
Taichi notó el cambio en la expresión de Daigo, una mirada inefable relampagueó en sus ojos. A Taichi le pareció una enfermiza mezcla de desesperación y triunfo.
—¿Es quién yo creo que es?
Daigo se levantó de su sitio y caminó lentamente hacia la pantalla que mostraba la entrada a la oficina de Koushiro. Sus ojos nunca se alejaron de la imagen. —Sí.
El pelirrojo se había congelado frente a la pantalla.
—Es él —Koushiro dijo con una exhalación. Se había puesto pálido—. Es él.
Mimi tuvo el impulso de levantarse de su asiento y mirar la pantalla, pero se mantuvo en su lugar. Sentía náuseas. Buscó, a tientas, la mano de Sora.
—¿Es...?
—Es Apocalymon —respondió Daigo, con una mirada frenética—. Lo que significa que ha llegado la hora de la última fase de mi plan. Ahora, escuchen bien, porque lo diré una sola vez y es muy importante que piensen bien lo que harán. Mientras tanto, déjalo entrar, Koushiro-
11.
—Aló, ¿mamá? Lo siento, no había escuchado el celu-
—¿...Takeru, estás bien? Por todos los cielos, Takeru, no tardes tanto en…, ¿estás bien, hijo? ¿Dónde estás…?
—Estoy bien, estoy por salir de lo de Hikari para ir con Kou- Mamá, cálmate, por favor. No entiendo lo que dices-
—... ¿Sabes algo de tu hermano? Takeru, ¿sabes dónde está Yamato? ¿Sabes si está bien?
—... Ibamos a ir a verlo ahora con Hikari. Estaba con Koushiro-
—No, no, no, no-
—¿Mamá? ¡Mamá! ¿Qué pasa? ¿Qué pasa con mi hermano?
(***)
Últimas noticias
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"Evacúan los edificios vecinos por temor a que el evento no haya sido…"
"(...) se cree que fue un escape de gas, cuya causa todavía se desconoce, lo que provocó la explosión que dejó a más de tres-"
"Buscan entre los escombros…"
N/A: Gran parte de este capítulo lleva muchísimo entre mis archivos, esperando una buena continuación y aunque este no era el final que había pensado originalmente para esta historia, ahora ya lo es. Confuso y abierto, pero un final al fin. Hace mucho tiempo que no escribía sobre los chicos de Digimon (no al menos algo tan largo).
¡Gracias por leer!
