"Abre los ojos".

De repente, siente como si de la nada surgiera el todo.

De no haber nada pasa a haber una sensación abrumadora de consciencia, como si súbitamente su memoria se hubiera acordado de funcionar.

Por primera vez desde hace una cantidad desconocida de tiempo, es consciente.

Es capaz de notar cómo la negrura puebla su visión.

Cómo sus pestañas están bajadas.

Cómo su cabeza descansa en algo, o incluso su cuerpo.

Cómo está tumbado.

Cómo vuelve a recuperar todo lo que pertenecía a ese cuerpo.

"Abre los ojos".

Su mente comienza a interpretar las palabras y a forzar al cuerpo del muchacho a entender, empujándolo a notar el tacto de un líquido que parece estar desapareciendo, un olfato que comienza a aspirar el aire viciado, el gusto que lo empuja a tragar saliva para humedecer la boca seca, y finalmente los párpados que ejercen fuerza para intentar abrirlos lentamente.

"Despierta, Link".

Link.

Link.

¿Quién es Link?

¿Él?

Afortunadamente, no tarda mucho en comenzar a entender algunas figuras geométricas que conforman el techo de ese extraño lugar iluminado por una tenue luz azul. A pesar de que todo le da vueltas y no sabe ni quién es ni qué hace ahí, al menos consigue que su cuerpo interprete las señales y pruebe a estabilizarse para acostumbrarse al movimiento de nuevo.

Una vez que consiguió una cantidad medianamente razonable de control sobre su cuerpo, se atrevió a pensar en el lugar que se encontraba: un cuarto vacío y oscuro, decorado con símbolos extraños pero familiares en cierta forma. En el centro, la pieza del techo y de abajo estaban conectadas, pero no parecían tener ningún tipo de funcionalidad más allá de servir como lugar de descanso.

¿Era su casa? ¿Su cama? ¿Su habitación?

¿Cuánto tiempo había estado durmiendo?

Dio otro vistazo general al sitio y palpó las paredes, sin encontrar ningún rincón oculto que diera acceso a otra habitación.

Porque aunque pareciera patético, trataba de buscar un cuarto adyacente donde hubiera otra persona yaciendo allí, o recién despierta también, cosa que no encontró y lo llevo a deducir que, entonces, la voz… o lo que parecía ser una voz que resonaba en su mente se estaba refiriendo a él.

Al parecer tenía un nombre: Link.

Obviamente sería lógico que tuviera uno, pero con una mente que aún se acostumbraba a enlazar pensamientos y mandar órdenes a un cuerpo que funcionaba a duras penas era complicado ser racional.

Porque después de todo no sabe nada más, como si una barrera de penumbra le impidiera acceder a sus memorias.

Memorias que se supone que debería tener al estar en un cuerpo de alguien con un cerebro capaz de retener experiencias pasadas.

"Coge la piedra sheikah".

Volvió a escuchar aquella voz y, como si se esperara que la persona estuviera allí, giró su cabeza y trató de enfocar su vista en el pedestal brillante que contenía el artefacto supuestamente llamado "piedra sheikah", una piedra de forma rectangular con un extraño ojo grabado en el centro que parecía estar encendido y reaccionó a su cercanía, haciendo que los resortes de la cara posterior del pedestal reaccionen y la liberen del agarre, lista para ser sacada.

Familiar, muy familiar, pero aún así lejano a su entendimiento.

"Te servirá de guía ahora que has salido de tu letargo".

Las cejas del muchacho se arquearon ligeramente y en una señal de sorpresa. Fuera la voz de otra persona o la propia voz de su conciencia deformada para parecer femenina, le acababa de proporcionar nueva información importante sobre la mesa.

Un letargo… lo que descarta que la estancia sea su habitación, ya que además, al no ser un animal con la necesidad natural y la capacidad voluntaria de sumirse en uno, se puede concluir que ha sido alguien quien se lo ha inducido.

Pero, ¿quién? ¿Ella? ¿Y por qué?

A pesar de que la duda aún lo estaba atormentando, decidió tomar de una vez el artefacto, viendo cómo la base en la que estaba apoyada se percataba de su ausencia, girando de nuevo y volviendo a su forma inicial. A continuación, el movimiento parecía que activaba un mecanismo extraño y permitió que las rocas que sellaban la cámara se desplazaran hacia arriba y lo permitieran acceder a otra estancia.

Definitivamente esto no podía ser su hogar. El picor del aire daba señales de que este sitio lleva cerrado mucho tiempo, y, a no ser que llevara una cantidad exagerada de tiempo allí, no parecía que nadie hubiera cambiado su estructura para asemejarse a… lo que quiera que sea esto.

Dio un paso vacilante hacia el cuarto, contemplando lo que había y fijándose en las rocas que parecían conformar la salida, notando también la presencia de otro pedestal similar al lado y un par de cofres viejos. A pesar de que los últimos no tenían un buen aspecto, se decidió a abrirlos moviendo la pesada tapa hacia atrás, donde una vieja camisa y unos pantalones y zapatos medio desgastados se encontraban doblados y probablemente esperando a ser usados por él.

Los probó y comprobó que, aunque no era el atuendo más ideal, le serviría para cubrirse un poco y no tener que caminar descalzo y en ropa interior. Una vez que ya estaba listo y se aseguró de comprobar que no había nada más que requiera de su aún letárgica atención, avanzó hacia la estructura del fondo y comprobó que se equivocaba.

Allí donde el pedestal anterior había tenido una base para meter la piedra sheikah se encontraba una superficie completamente lisa con motivos parecidos, con un curioso ojo en el centro. Probó a palpar la superficie en busca de algo donde poder encontrar la manera de accionar el mecanismo para abrir ese muro, pero no encontró nada y acabó acercando la piedra sheikah como intento desesperado de entender cómo funcionaba esto.

Algo pareció cambiar. Colgó el artefacto en el cinturón y esperó hasta sentir un temblor y el posterior levantamiento de las rocas que terminaron por hacer entrar una corriente de aire puro y fresco que alivió sus pulmones y una luz cegadora que hizo que cerrara los ojos durante unos segundos hasta acostumbrarse.

Al parecer había encontrado la salida.

Una salida que no era tan sencilla como le hubiera gustado que fuera. Se alejó un poco y divisó sus obstáculos: un par de rocas grandes imposibles de mover que sólo le daban la opción de escalar, cosa que, a juzgar por su limitada capacidad física, le iba a tomar una gran cantidad de tiempo.

"Eres la luz que disipará las tinieblas que eclipsan Hyrule. Ha llegado la hora de cumplir con tu destino."

Destino… ¿en serio? ¿Tenía un destino? Tan solo era alguien supuestamente llamado Link que acababa de despertar en un lugar desconocido sin saber nada de por qué había acabado allí y con un extraño artefacto colgado de su cinto como único acompañante. Y ahora se supone que su vida tenía un propósito y algo que no había cumplido.

La idea lo aliviaba un poco, pero no podía negar que se sentía inquieto.

A pesar de todo, sintió que una pequeña determinación lo llenaba y le daba las suficientes fuerzas como para animarse a probar la escalada. Probó a apoyarse en los distintos salientes de la roca y, a pesar de que salir de ahí se estaba haciendo tremendamente complicado, hizo de tripas corazón y no permitió que su propio peso y la poca fuerza que sus brazos y piernas poseían lo hicieran caer.

El desgaste era tremendamente evidente y para cuando dio el último empujón sintió una enorme sensación de fatiga asentarse en él. Se quedó en el suelo durante unos segundos, recuperando el aliento y sintiendo el horrible temblar de unos músculos que se resistían a despertar.

Estaba tan física y mentalmente débil que la idea de salir de allí y enfrentarse a un mundo donde puede que lo que haya sea naturaleza en estado puro lo inquietaba, ya que era consciente de que un ser como él era el blanco más fácil en estos momentos para las bestias de fuera.

Estaba tan perdido en sus miedos que no se dio cuenta de la presencia de alguien encima suyo.

—¡Joven!

El aludido inmediatamente alzó la cabeza, notando como sus oídos estaban en las mismas que el resto de su cuerpo. Eso era terrible debido a la necesidad de un oído correctamente desarrollado para detectar los peligros del exterior, pero ahora que sabía que no estaba solo podía despreocuparse un poco.

Cuando sus ojos detectaron al hombre que hablaba, sintió la cabeza dolerle un poco. Parecía como si aquel hombre encapuchado pero con una característica barba blanca y larga moviera algo en su cabeza, una parte que insistía fervientemente en hurgar en la memoria, como si fuera consciente de que era alguien conocido.

Al ver que el joven no parecía muy receptivo a su presencia, insistió.

—Joven, ¿qué haces ahí metido?

Link abrió la boca por instinto, notando como su cabeza se esforzaba por formar un simple "no sé" que estaba listo para ser entonado si no fuera porque salió en un inaudible hilo de voz seguido por una tos copiosa que le recordaba de que todo este tiempo había estado hablando con su mente pero no había probado a ejercitar su boca.

Pero al menos la tos llegó hasta los oídos de su interlocutor, quien le dedicó una mirada preocupada y se agachó durante unos segundos hasta alcanzar una cuerda y lanzarla hacia él.

—Te voy a ayudar a subir, joven. Después podemos hablar.

A pesar de que sería ideal ya estar arriba y no tener que hacer muchos más esfuerzos, agradeció enormemente la ayuda y permitió que aquel desconocido lo ayudara a salir de allí, aliviado de que el tramo final sólo fueran escaleras… y un cielo azul que lo hizo abrir los ojos en sorpresa y correr hacia allí.

—¡Joven! —escuchó una voz a sus espaldas, pero no le importó.

No le importó ni el dolor, ni la debilidad, ni la presencia de su salvador cuando vio lo que había más allá de la caverna. Ni siquiera temió por su propia vida al acercarse al precipicio para contemplar la enorme masa de tierra y montañas que conformaban aquel mundo que estrujó de su corazón con un pesar que no creyó que sintiera por lo desconocido.

De repente se sintió tan pesado, tan horrible al ver como ese mundo viejo y derruido no le resultaba tan lejano que podría haber llorado si no fuera porque su cuerpo aún era demasiado nuevo para él.

—Joven —esta vez la voz estaba muy cerca, e instintivamente se giró y encaró al hombre… no, al anciano que lo miraba con cierta alarma en sus ojos —. Te ruego que te alejes de este precipicio. Es peligroso.

Su insistencia acabó por hacerle ceder, por lo que, y sin decir nada, salió de allí y advirtió la hoguera que había en una cueva no muy lejos de allí.

—Esa es mi hoguera —señaló el más mayor al seguir su mirada —. Tengo algunas manzanas asadas allí que no me importaría compartir contigo. Pareces desorientado y hambriento.

El rubio se limitó a asentir y a seguir al hombre en el descenso, dándose cuenta de cómo su cuerpo comenzaba a darse cuenta del vacío en su estómago que parecía ser más profundo pero no daba despertado.

Era tan poco consciente de su entorno al estar lamentándose internamente por ser tan débil que no supo advertir cuándo habían llegado y el anciano se había sentado en un trono, mirándolo con una mezcla de invitación a sentarse y curiosidad por él.

—Ten —le tendió una brocheta de manzanas asadas —. Come sin prisa, ya hablaremos.

El primer bocado fue, cuanto menos, desagradable. No porque la manzana estuviera mala, sino porque su boca se tenía que poner a funcionar y el repentino sentir de la textura, el sabor y la necesidad de forzar a sus dientes a triturar, a su lengua a acompañar y a su garganta a tragar lo habían mareado.

Debería agradecer tener a alguien más, porque sobrevivir aquí no iba a ser viable si estuviera solo.

Agradeció también que, a pesar de que estaba tardando demasiado, su acompañante no mostrara señal de queja y esperara pacientemente a que terminara, preocupándose por alimentar la hoguera y enredar la cuerda de nuevo para ser más cómoda de llevar.

Suspiró cuando el último trozo terminó de deslizarse por su garganta, lo que le dio a su contrario la oportunidad para hablar.

—Joven, ¿qué hacías allí? Ese lugar parecía peligroso.

Hablar no era un fuerte suyo en estos momentos, y tampoco es como si supiera qué articular. Se encogió de hombros sin saber si esa sería la mejor respuesta.

—¿Estabas atrapado ahí?

Él no diría que atrapado, aunque sí que lo parecía cuando despertó. Y como decirle que estaba en un letargo podía sonar sospechoso porque indicaría que sabía algo y tampoco quería hablar de la voz que oía, se fue a algo más corto.

—…ur…iendo

Quería decir que estaba durmiendo pero su voz aún salía con dificultad, y aunque era bastante estúpido decir eso considerando cómo desde un punto de vista exterior el hecho de que haya tenido que acudir a su rescate y encontrarlo en tan mal estado se vería como que estaba atrapado, le pareció la respuesta menos arriesgada, ya que no es que estuviera diciendo la verdad, pero no estaba mintiendo del todo.

Para su sorpresa, no encontró en la mirada contraria desconfianza ni nada que pareciera indicar que lo estaba juzgando por la respuesta que le acababa de dar.

En su lugar, encontró más disposición a saber.

—¿Cómo te llamas? —lanzó la siguiente pregunta sin molestarse en digerir las implicaciones de su anterior respuesta. A punto de responder, el joven tragó saliva con dificultad, y su huésped se dio cuenta de que probablemente su garganta estaba seca. Acercando su mano a su cinto, sacó su cantimplora —. Ten y bebe lo que necesites. Tengo agua de sobra en mi cabaña.

El acto de beber sucedió casi con tanta dificultad como el de comer, pero los pocos tragos que le dio a la bebida fueron agradecidos por su cuerpo que también había comenzado a quejarse por la falta del líquido.

Sin apartar su vista, el barbudo colocó la cantimplora en su lugar.

—Ahora, volviendo a la pregunta…

—¿Link?

—¿Eh? ¿Por qué lo dices en forma de pregunta? —las cejas de aquel extraño anciano se arrugaron y su expresión tomó una forma rara… una que era complicada de explicar.

Para intentar evitar juicios incómodos, sacudió la cabeza y se aclaró la garganta antes de hablar.

—L…ink. Me llamo Link. Sólo… estoy un poco… desorientado.

Las expresión del hombre pareció suavizarse un poco, y Link sintió un alivio recorrerle, dividido entre el hecho de que podría haber arreglado un poco las cosas y que poco a poco podía enlazar palabras cada vez más complejas.

—Entiendo, Link —miró hacia abajo durante un instante, algo que se podría entender como un instante de vacilación, hasta que irguió la vista —. Mi nombre es Anciano.

Pareció notar el disgusto en la cara de Link, quien casi seguro pensaba que su nombre era un intento de burla hacia él. Se echó a reír.

—Comprendo que estés confundido, pero has de disculparme. La vejez y la soledad no son buenas compañeras, y he acabado llamándome así porque… bueno, a fin de cuentas es lo que soy.

El extraño comportamiento sonriente y despreocupado no hacen más que perturbar al más joven. Él apenas puede asimilar su propio nombre y su contrario parece hasta feliz de haberse olvidado del suyo, lo que le genera unas dudas muy grandes acerca de lo que ocurre con él y hace que Link quiera preguntarle sobre eso y compartir su situación, pero en el fondo sabe que no es lo correcto si no quiere ser tomado como un loco.

Por eso decide que es mejor mantener las cosas en secreto.

—Entendido, Anciano.

La sonrisa del aludido se ensancha y se levanta de su asiento.

—Ven conmigo. Pasarás la noche en mi cabaña.

Sin nada que perder y siendo consciente de que alguien en su situación no debería denegar la propuesta en favor de la humildad, se levantó también y siguió al misericordioso hombre que lo salvó de un día de hambre, soledad y una muerte segura durante la noche de camino a la cabaña, sin molestarse demasiado en contemplar el templo en ruinas a su derecha.

Tenía muchas dudas acerca de aquel señor y los motivos de su hospitalidad.

—¿Por qué… quiere cuidar… de mi? —pregunta con dificultad —. No tengo un sitio a dónde ir.

Casi como si quisiera responderle, la piedra sheikah hizo un sonido bajo que esperaba que sólo él lo hubiera escuchado.

No obstante, le pareció que, a pesar de estar de espaldas, el anciano volvía a sonreír.