Notas de la autora: No puedo creer que este fic haya logrado tantos reviews n.n De verdad la gente que ronda por la sección de Grav es muy cálida. Muchas gracias por acogerme!.

Remi: Ja, ja. Veremos si tu pedido es posible, teniendo en cuenta que este fic es angst n.n

Ashley Vulpix: Bueno, ahora verás que pasa cuando la parejita protagonista se encuentra... Y si, Yuki tiene una lógica algo retorcida. Rara manera de punirse, no?. Ja, ja. Pero creo que eso se explica un poco en este cap... Pero cualquier duda, pregunten!.

Killua89: Je, je. La verdad esperaba que me lincharan por la última escena de Yuki n.n Pero que bueno que a nadie le molestó. Mmm... Estoy segura de que si le hubieras hecho la propuesta Yuki habría aceptado!. Jojojo!. Con la idea de Shu vestido de dark (que tienes razón, es muy lindu!) tenía pensado expresar la tribulación por la que estaba pasando a raíz de lo ocurrido con Yuki, que lo obligó a madurar. Al menos yo cuando estoy depre soy re dark (osea, toda mi vida, ja, ja).

Cimari: Muchas gracias por decir que mi fic está bien escrito!. De verdad me esfuerzo por hacerlo bien y elegir con cuidado las palabras que mejor expresan lo que quiero decir...Y gracias por decir que la última escena estuvo bien lograda!. Wa, la verdad no tenía ni idea de cómo rayos describir algo así y hacer que encajar con el contexto.

También muchas gracias a mi sis, Juny S Tao y a todos los que dejaron reviews en el primer capi!. Me alentaron a continuar el fic, porque de no ser por todos los reviews que recibí en ese momento (es mi combustible, je, je) habría decretado mi jubilación!

"Ambivalencia"

By Nadesiko Takase

Capítulo tres:

Dos meses después...

Estudios de Filmación Tokio TV

Unos firmes golpes en la puerta de su camerino seguida de la voz del asistente de rodaje que le anunciaba que faltaban diez minutos para la filmación, alertaron a Shuichi, incrementando su malestar.

Trató de contener lo que pugnaba por salir, pero no lo logró. Se inclinó sobre el retrete y devolvió un espeso líquido amarillento de sabor amargo, resultado de la mezcla de píldoras de las últimas semanas sin mediación alguna de alimento. Su cuerpo estaba rindiendo cuenta de sus abusos déspotas sobre él... Y no pudo elegir momento más oportuno que plena filmación del comercial de una importante marca de bebida gaseosa. Lo último que necesitaba era más rumores respecto a su convaleciente estado de salud circulando por los medios amarillistas.

Reunió fuerzas para levantarse del suelo, apoyándose en las paredes para llegar al lavabo mientras sentía un intenso escalofrío sacudir su cuerpo empequeñecido por la falta de alimentos, lo que lo dejaba a completa merced de las drogas que ingería. El cuarto parecía girar irremediablemente a su alrededor, dificultando la llegada a su objetivo, así como la temperatura parecía haber bajado abruptamente, produciéndole un temblor convulso.

Se apoyó pesadamente en el frío mármol de lavabo mientras luchaba por recobrar el aire perdido en tan amarga contienda.

Por un fugaz instante no reconoció a la persona que le devolvía la opaca mirada a través del espejo. Aquél personaje marchito cuyos ojos sombríos y lúgubres la atisbaban detrás de una luctuosa máscara de teatro no podía ser él. La vida no podía habérsele escurrido entre los dedos dejándolo un despojo tan velozmente... Ese no podía ser él.

Pero la realidad estaba allí, tan imponente y tangible como una bofetada en la cara. Estaba muriendo lenta e irremediablemente.

Trató de ignorar su estado, concentrándose en deshacerse del amargo olor ácido de las substancias devueltas que parecía impregnado en sus poros, amenazando con traicionar su secreto conocido a gritos sordos entre todos los miembros del equipo.

Recientemente había salido de maquillaje y ahora éste se hallaba arruinado, con el delineador negro corriéndole por las mejillas, arrastrado por las lágrimas involuntarias durante el proceso forzoso recientemente acaecido. Una fina capa de sudor cubría su pálido rostro mientras sus labios estaban morados y titiritando a causa de la fiebre que lo aquejaba.

"Maldito Yuki", siseó internamente, apoyado en el borde del lavabo con ambos brazos trémulos, incapaces de sostener su peso por más tiempo. Un inquietante escalofrío recorría sus extremidades como efectos secundarios de las drogas traicioneras, disparando su alarma interna que le anunciaba que las cosas estaban lejos de mejorar.

Se acostó pesadamente en el frío suelo del baño, encogiéndose lo más posible en un vano intento de tomar calor mientras tirititaba a causa de la fiebre artificial producto del envenenamiento sistemático y voluntario de su organismo. La visión borrosa, el sabor amargo en la boca, el malestar generalizado junto con la conciencia de las vastas proporciones de la situación en que se hallaba de pronto lo hicieron sentir nuevamente en todo su alcance la aterrorizante angustia de encontrase pequeño y desvalido; expuesto a la adversidad sin apoyo ni protección, tal cual se sintió aquél día en el restaurante.

"Maldito Yuki...", repitió mentalmente, casi de manera inconsciente, apañando al escritor causante de su angustia mientras tensaba aún más su cuerpo en un infructífero intento por paliar el padecimiento que lo embargaba. "No quiero tenerte de nuevo en mi vida", murmuró; saliendo de sus labios tan solo un gemido lastimero.

No era la confusión de su corazón moribundo lo que le había llevado a rechazar la oferta hecha por el novelista la noche anterior, en el lanzamiento de su nuevo libro. Ya había aprendido a aceptar que la única razón por la que odiaba a Eiri se debía al amor hacia él que aún permanecía vivo dentro suyo.

No. Lo que lo ataba a su decadente existencia actual, muriendo lentamente lejos de Yuki, era la cobardía. El temor a sufrir nuevamente como lo había hecho en silencio resignado durante tanto tiempo a su lado.

"La gente no cambia"

No podía aceptar lo contrario. No quería tener que enfrentarse a la posibilidad de dar al novelista una segunda oportunidad de destrozarlo emocionalmente. El golpe supuesto a sus ilusiones mancilladas terminarían por matarlo. Era mejor ni siquiera pensar en la posibilidad.

Soltó un suspiro entrecortado a causa de las involuntarias convulsiones que anunciaban que estaba al borde de la inconsciencia, acompañado por el abrupto descenso de temperatura. Mientras, se consolaba con el recuerdo de la primera imagen que tuvo del rubio, la noche anterior, luego de casi un año de separación...

Flash Back

Cuando le llegó la invitación, Shuichi casi inmediatamente había decidido no asistir, ya que razones que justificaran su decisión un tanto precipitada no faltaban. Pero aún así, en contra de todas sus motivos bien fundados, terminó presentándose algo reacio y dudoso al lanzamiento del nuevo libro de Yuki Eiri, puesto K-san y Seguchi-san, alegando que sería muy buena publicidad para el nuevo disco, insistieron hasta el punto de atosigarlo.

Llegó bastante tarde, planeando con esto tener que permanecer el menor tiempo posible en el acto y así limitar las probabilidades del inevitable contacto con el escritor para emitir las felicitaciones correspondientes y demás costumbres hipócritas.

Bastante nervioso e inseguro respecto a sus acciones, permanecía alejado de los conocidos de Eiri, derogando lo más posible el interrogatorio que de seguro caería sobre él si lo veían. Haber asistido pese a sus sentimientos por el agasajado, culminó por dejarlo aún más confundido de lo que ya se encontraba, procurando vanamente disimular su gran incomodidad.

La posibilidad inminente de volverlo a ver después de todo el tiempo transcurrido lo excitaba y aterraba al mismo tiempo. No podía engañarse a sí mismo: aún lo amaba, a pesar de que su tierno y puro amor infantil se hubiera transformado en uno mórbido y retorcido. Por momentos deseaba tenerlo cerca para poder hacerle el amor de manera febril y descontrolada, descargando el deseo contenido durante esos largos meses de castidad. Pero, al mismo tiempo deseaba estrangularlo y hacerle rogar por su perdón; humillarlo hasta el punto de dejarlo sin nada. Pequeño y asustado, como había quedado él.

Afrontando la realidad, probablemente ninguna de las dos fantasías tendrían lugar en las siguientes horas, puesto que ésta se caracterizaba por ensañarse con él. Lo que de seguro sucedería, y uno de los cientos de motivos por los que prefería abstenerse de asistir, era porque debería mediar, forzosamente, alguna que otra palabra con el novelista. Aunque fuesen tan solo superfluas congratulaciones para posar delante de las cámaras de la prensa, a Shuichi se le erizaban los pelos de tan solo imaginarse tan incómodo espectáculo.

En un intento por despejar sus mentes del torbellino de ideas y emociones que lo atosigaban, perturbándolo, el cantante optó por alejarse del salón, las voces y la algarabía. Con un poco de suerte no tendría siquiera que ver a Yuki y podría marcharse a casa, ya que la prensa había registrado su asistencia mediante una ola de flashes. Ya habría cumplido con Bad Luck.

Caminó perdidamente por los pasillos aledaños al salón, alejándose hasta alcanzar unos a obscuras y donde reinaba el silencio y la tranquilidad. Ingresó, en busca de refugio, a una habitación sumida casi absolutamente en las penumbras de la noche si no fuera por el resplandor plateado de la luna que penetraba a través de una de gran ventana. Parecía ser una sala de conferencias a juzgar por la disposición de la gran mesa rodeada de sillas el blanco pizarrón acrílico.

Fue entonces cuando lo vió; frente a frente luego de casi un año y un final bastante inconcluso. Ahí estaba Yuki, como fantasma habitante en el ceno de la noche; su figura apenas perceptible dentro del la obscuridad reinante. Shuichi más que reconocerlo, lo adivinó. Su corazón respondió inmediatamente a la presencia de Uesugi, palpitando intensamente, alertando a su dueño.

Las palabras se habían diluido en su mente reinando el caos y el petrificante estupor. Se le hacía casi quimérico estar nuevamente en el mismo cuarto por cohincidencia luego de que sus caminos se hayan bifurcado. El tiempo que una vez compartieron juntos parecía conformar otra realidad paralela a la que vivían actualmente, puesto en ese momento se miraron como dos extraños. En la mente del artista se sucedían veloces como ráfagas las imágenes de una vida en pareja compartida con el hombre que tenía frente a sí; ese hombre que no le resultaba en absoluto reconocible de no ser por el anuncio que le hacía el corazón convencido.

- Yo... lamento interrumpir, me retiro. - fue todo lo que alcanzó a balbucear, reprendiéndose severamente por haber sonado tan inseguro.

El grato sonido de su voz inundó los oídos del mayor y envolvió su corazón en un abrazo cálido, logrando sacarlo de las cavilaciones infructíferas en las que divagaba. Alzó los incrédulos ojos ambarinos para reparar en la presencia tan deseada que ahora emprendía instantáneamente la retirada sin esperar réplica.

Antes de que el concepto se formulara en su mente pasmada, o siquiera lograra pensar en las palabras, sus labios articularon expresando verbalmente, casi suplicante, su más grande anhelo en el momento a la par que su cuerpo se inclinaba involuntariamente hacia el frente, buscando la cercanía.

- Shuichi... Quédate.

Ni bien aquella solicitud fue realizada, el aludido cesó sus pasos en seco, obedeciendo mecánicamente a la voz profunda y sugestiva, para luego maldecirse en silencio por haber cumplido la petición tan solícito.

Lentamente giró el cuerpo para encontrarse con los gatunos ojos del escritor que lo contemplaban insondables, brillando suavemente en la penumbra del la locación del improvisado encuentro. No pudo evitar que su corazón iniciara una marcha errática dentro de su pecho, acelerando su pulso y provocando que el gas de la vida escaseara en sus pulmones. Podía sentir la fiebre subir a sus mejillas, tiñéndolas seguro de rosado. Agradecía al cielo que el rubio no pudiera percatarse de la infantil reacción ante su profunda mirada.

Un denso silencio los envolvió, ambos perpetuándolo ante el repentino agotamiento de discursos aptos para la situación. ¿Quién hablaría primero?.

Eiri permanecía absorto en su labor contemplativa, escudriñando al ser frente suyo; su delgada silueta suavemente destacada por la escasa luz lunar dándole un aire de ensueño. Parecía que había perdido bastante peso, dándole así un aspecto aún más frágil del que ya tenía. Seguramente se debía al exceso de trabajo.

Pese a la transformación sufrida por el cantante, aún era demencialmente hermoso. Toda una obra de arte de mirada luctuosa escondida detrás de un bello semblante lozano perceptiblemente endurecido.

Verdaderamente; Shuichi había cambiado. Y no era efecto de la situación momentánea. Podía apreciar detrás de ello una metamorfosis endógena arraigada tenazmente y manifestándose a través de su piel. Detalle notado tan solo parcialmente por medio de las revistas y de la televisión, puesto que su magnitud era mucho mas amplia.

Por un instante, un leve temblor recorrió la longitud del cuerpo del novelista al percatarse de la contundente realidad:. Ya no era su Shuichi el joven de pie frente suyo.

Al notar que Shindou comenzaba a impacientarse, Eiri decidió romper el monótono silencio para exponer de una vez por todas lo que había motivado a sobrellevar meses de punición auto-impuesta:

- Hay tanto que quisiera decirte... - su voz inició ronca y profunda sin apartar la vista ni por un instante de un -ahora- desconcertado cantante, que fruncía el ceño conformando un gesto deliciosamente adulto, inédito en sus aniñadas facciones.

Su voz pasiva pero resuelta violentó el silencio que los oprimía; los átomos de aire vibrando alrededor suyo. Por instantes todo se hacía irreal.

Al no recibir ningún tipo de señal o declaración de parte de su oyente, Yuki prosiguió sin menguar sus convicciones, buscando la manera de dejar a un lado su orgullo enteco y permitirse ser lo que Shuichi quería que fuese:

- Me encantaría borrar el pasado, pero sé que el daño ya está hecho. No puedo cambiar lo que te hice.

Si antes Shuichi lucía desconcertado, cuando oyó aquellas palabras salidas de sus fantasías, lucía completamente asombrado, sin ser capaz de acreditar en sus oídos traicioneros, mucho menos en la veracidad de lo dicho. Su mirada dejaba entrever suspicacia no disimulada que reflejaba clara advertencia.

Fue el turno del Uesugi para sorprenderse ante la profundidad percibida en aquellos enormes ojos violetas alguna vez cándidos. Pese a la reinante obscuridad, Yuki podía descifrar las inéditas expresiones faciales en el semblante del chico reconociéndolas y asombrándose debido a su carga de intensidad.

Nunca había presenciado en Shu contorciones similares. Podía jurar que tenía delante suyo a otra persona hablándole a través de los labios agridulces de su niño y mirándolo a través de los ojos del mismo; pero su esencia ahora era otra.

-¿Qué quieres, Yuki?. - apremió con inesperada impaciencia el artista, dejando entrever su mala predisposición para tratarlo.

El rubio clavó con mayor insistencia sus ojos en él, algo irritado por el tono irreverente del emisor, admitiendo para sí lo duro que le resultaría adaptarse al nuevo Shuichi, y la odisea que supondría recuperarlo. Pero sin importar la magnitud el cambio que sufrió, lo seguiría amando. Después de todo, él lo había engendrado al neonato que tenía enfrente con su carácter intransigente e inconmovible.

- Quiero que me escuches. - replicó con firmeza, en una pugna interna por contener el torrente de emociones que arreciaba cada vez con mayor intensidad, minuto a minuto que pasaba con ese hermoso joven frente suyo.

- Te escucho. - el pelirrosa se cruzó de brazos sin moverse de su lugar, mirándolo atentamente sin suavizar la expresión un tanto reacia que lucía.

Tenía una vaga idea sobre las intenciones que Yuki se traía consigo, y temía que si lo oía directamente de sus labios, claudicaría en sus convicciones y juramentos formulados durante las largas horas de agonía padecidas durante su recuperación aún inconclusa.

Pero pese a todo, los remanentes del Shuichi de antes deseaban oír lo que- el alguna vez adorado -debía decirle. No hallaba palabras para explicar ese inefable sentimiento híbrido, originado por la esperanza y la venganza.

El novelista avanzó unos pasos hasta estar separado del más joven por unos breves pasos. Shu tuvo especial cuidado con no retroceder ante su firme acercamiento y denotar la debilidad que su sola cercanía le producía. Se hallaba sumido en el control de sus acciones cuando lo oyó hablar nuevamente con esa voz ronca y acariciante, cargada de seguridad y firmeza:

- Lamento todo lo que te hice. - comenzó a decir, sus orbes doradas enterradas en las violetas que lo observaban inquietas. - En este tiempo que estuve sin ti pude percatarme de lo mucho que significas para mí, y quiero tenerte de nuevo para enmendar el daño que te causé. - soltó de una vez Yuki, aproximándose aún más hasta sentir el calor que el frágil cuerpo del joven emanaba, su voluntad a punto de quebrarse por la cercanía incitadora.

El vocalista oyó atentamente las palabras que había soñado oírlo decir solo para él durante esas largas noches de insomnio, buscando un escape para su corazón herido. Ahora éste se alegraba al recibirlas finalmente, pero los recuerdos del sufrimiento sucitado aún estaban indelebles en su memoria, negándole cualquier oportunidad de creer en las sinceras palabras del rubio.

Esa parte de él había muerto con el antiguo Shuichi.

No podía acreditar en esas palabras emitidas con el usual dejo de arrogancia que caracterizaba a su ex amante. Hacerlo significaba exponerse a sufrir otro duro golpe como el anterior, lo cual no soportaría. Si tenía que tener a Eiri nuevamente solo para perderlo por segunda ocasión; moriría.

- Es tarde, Yuki... - su respuesta fue emitida con dureza, saña, deleitándose al negarle al caprichoso hombre un anhelo; haciéndole pagar por los daños causados. - El daño está hecho; y como dijiste, no se puede borrar. - en el adulto rostro del pelirrosa se delineó una imperceptible sonrisa de amargo triunfo sobre su mayor fantasma.

- Por eso te pido la oportunidad para enmendarme... - le susurró Yuki, tomándolo con suavidad de la muñeca y atrayéndolo hacia él, sintiéndose prisionero de sus emociones y sobre todo de su cuerpo; el cual parecía implorarle que se acercara al pelirrosa para sentir el suave tacto de su piel una vez más. Ese tacto por el que su propia piel había clamado todo ese tiempo; gritando desesperado por un poco de alivio que nunca le llegó.

Un suave suspiro escapó de los labios del novelista cuando logró rodear al cantante con sus brazos y estrecharlo con firmeza contra su pecho. Un debilitante cosquilleo recorrió todo su cuerpo, erizándole la piel ante el cálido contacto y el aroma que traía oleadas de recuerdos. Un grato alivio lo embargó brindándole el sosiego que no hallaba desde que Shu se había marchado. En ese momento no había nada más importante que tenerlo entre sus brazos para siempre.

Shuichi se sorprendió a sí mismo gozando con la cercanía que el protector cuerpo de Eiri le regalaba en esos instantes, embriagándose con el aroma que despertaba recuerdos y sensaciones olvidadas; todo agolpándose vertiginosamente en su cabeza, turbando su aparente calma. Un suave gemido escapó de los labios inmóviles del cantante mientras su contraparte lo estrechaba con inusual fuerza contra su pecho, tomándolo posesivamente de la cintura

- Si vuelves junto a mí, prometo que te compensaré por cada lágrima que derramaste por mi causa. Haré que no te arrepientas de darme otra oportunidad... Aunque sé que ya no tengo derecho a pedirla después de haber desechado todas las que me diste.

Los dedos del mayor viajaron acariciantes por la espalda del pelirrosa, seguro de estar ganando la batalla, hasta llegar a sus finas hebras. Shuichi se sumía en los recuerdos del pasado donde ya había experimentado caricias homólogas y sensaciones similares. Tiempos que recordaba como felices y satisfactorios; breves lapsos pacíficos que experimentaba a lado del novelista cuando éste se dejaba ver como cariñoso y amante...

Pero todo había sido una infame andrómina.

El joven cinceló esa idea clara en su mente para no caer en los dulces embustes que bañaban sus oídos y adormecían su raciocinio, ahogándolo en un mundo inexistente de fantasías culminadas. Estaba resuelto a apartar de su cabeza todo lo que le alentara a perdonar a la persona que tanto lo había perjudicado. No le harían de tonto dos veces.

Resultaba inverosímil que Yuki lo amase ahora que ya no lo tenía. Debían ser tiernas palabras con las cuales engatusarlo para llevarlo nuevamente a la cama o entretenerse con él por un tiempo. Y tenía casi diez meses que atestiguaban a su favor; diez meses en los que el rubio no se manifestó de ninguna manera. Diez meses en los que no hubo contacto. Después de que se marchó, Yuki no trató de localizarlo en ningún momento, ni siquiera para pedir una explicación.

La sonrisa amarga del cantante se enfatizó al reunir las evidencias que constataban sus sospechas. Qué cruel podía ser ese hermoso ángel de ojos dorados. Jugó con el amor que le regaló y lo deshecho una vez que ya no servía a sus caprichos sin hesitar.

- Ya no creo en tus mentiras, Yuki. - rebatió finalmente, alejando suavemente de sí el contacto enloquecedor del rubio. Sentía todo el rencor que tenía latente abrirse camino dentro suyo para emerger finalmente y hacer pagar al culpable del delito perpetrado.

Eiri lo miró a los ojos con el ceño levemente fruncido a causa de su negativa, puesto que su arrogancia le aseguraba estar ganando la guerra fría. Reacio a alejarse de él, su mano aún aprisionaba la muñeca del mas joven sin darle oportunidad de alejarse más, temeroso de perderlo nuevamente. Temeroso de no poder controlar sus impulsos y cometer alguna estupidez que terminaría alejando a Shuichi para siempre. La situación era muy delicada y él debía hacer acopio de la poca paciencia que tenía para lidiar con ella y salir airoso.

- Si no me quisiste cuando me tuviste, mucho menos te creeré que me quieres ahora, luego de casi un año de haber estado separados y sin mediar palabra. - fue la respuesta del cantante, seguras y concisas emitidas con sequedad y dolorosamente reflexivas.

Al presenciar la actitud reacia del rubio por soltarlo, con un ademán algo brusco se liberó del agarre, incrementando aún más el disgusto de éste al ver que sus esfuerzos no rendían frutos.

- No soy tan baka como me creíste. - añadió a media voz, anclado en su lugar, sin alejar la profunda mirada adulta de los ojos del contrariado oponente.

- Estoy siendo sincero, Shuichi. - insistió escuetamente, entrecerrando los ojos ante la agresividad de su acompañante nunca antes presenciada. Su voz paulatinamente resonaba con mayor firmeza y frialdad punzantes, pese a estar hablando en nombre del corazón. - Te amo, te lo digo ahora. Tuve que perderte para percatarme de ello; y ahora te quiero de regreso. - habló con firmeza, cual si la decisión estuviese exclusivamente en sus manos.

El confiado y arrogante Eiri Uesugi hacía su aparición finalmente, dando una patada al arrepentido y sumiso hombre que había monopolizado la conversación hasta el momento.

Shuichi apretó los labios conteniendo una sonrisa híbrida originada por la mezcla de la ironía y el dolor de verse nuevamente como un objeto de diversión. La crueldad de Yuki verdaderamente no tenía escrúpulos ni conocía límites. No cesaría en sus esfuerzos por tenerlo de nuevo, tan solo para satisfacer sus egoístas apetitos; y si para ello debía recurrir a palabras hermosas que sabía le movían el piso, lo haría sin vacilar. No respetaba nada. El engaño era su arma y el amor su juego. El cantante lo sabía, pues había jugado con él mucho tiempo sin salir victorioso.

- Si me amaras no habrías permanecido desaparecido estos diez meses. - arguyó, apretando los dientes con rabia hasta el punto de sonar casi silbante; sus ojos brillando con furor desatado por la osadía y arrogancia del maldito frente suyo. - Si me amaras, no me habrías dejado ir... Si me amaras, me habrías buscado... - no caería en el juego del escritor, ya había sido engañado suficiente.

Recordando las vivencias y presenciando la desfachatez de su ex amante al venir a hablarle de amor, sintió el mounstro removerse dentro suyo, despertando furioso y hambriento de venganza. Venía pretendiendo convencerlo con dulces embustes risibles, buscando sacarle provecho al inocente amor que alguna vez le profesó.

- ¡Maldito mentiroso!. - no supo contener más la rabia que bullía en su interior ante el descaro del rubio, cuyos ojos rielaron brevemente al oírlo gritar de ese modo. Shu deseaba golpear ese gallardo rostro hasta cansarse. Hasta saciarse con su sangre. Hasta que el mounstro dentro suyo se satisficiera.

- ¡Cálmate, Shuichi!. - siseó Yuki, tomándolo bruscamente del brazo, a punto de perder los estribos y arruinar lo que tanto tiempo había planeado.

Lo acercó nuevamente a su cuerpo, anulando los esfuerzos del chico por liberarse de su contacto y su mirada de repulsión, la cual, aunque no le gustase admitir, le hirió profundamente. No soportaba ver esos nuevos sentimientos en los inocentes ojos de su niño, ni oír esas palabras duras y vulgares deslizarse entre sus tiernos labios.

A punto de agotar la paciencia, Eiri cerró los puños alrededor de la delicada muñeca con fuerza contenida, luchando por no perder los estribos, buscando desesperadamente un modo de alcanzar su corazón una vez más y ganar a la impaciencia y hambre que amenazaban con destruir los remanentes de su relación fallida.

- ¡Te amo!. - le sacudió violentamente, tratando de hacerlo entrar en razón, tratando de que lo oyera, buscando sus ojos para tratar de atisbar en ellos algo de amor por él. Pero la mirada violeta lo rehuía deliberadamente. - ¡Eso era lo que tanto deseabas de mí en el pasado!. Pues bien, ahora te lo estoy diciendo... - lo tomó del mentón, logrando atrapar la mirada fugitiva, acercando su rostro aún más. Shuichi frunció acentuadamente el ceño, mirándolo furioso e indefenso. - Te amo y también te amé en el pasado, solo que no de la manera que tú necesitabas. Y ahora estoy preparado para darte todo lo que deseabas de mí y no supe dártelo.

- Mentiroso... - resopló quedamente Shuichi, bastante ofuscado. La ira bullendo destructiva en su interior. - ¡Mentiroso!. - gritó finalmente, cerrando los ojos con fuerza y comenzando a manotear para sacarse el ardiente tacto del rubio de encima.

El novelista rechinó los dientes e hincó la mirada amenazante en él antes de plantar un furioso e inesperado beso en sus labios pese a la resistencia presentada. Tomó el rostro del chico con ambas manos, atrapándolo e inmovilizándolo mientras con su boca degustaba la de la presa tan anhelada. Jadeos ansiosos fueron emitidos sin reparos a la par que se excitaba con el estremecimiento que sintió en el cuerpo del sometido al morder con suavidad el suculento labio inferior.

La lengua de Eiri recorría ahora la comisura de sus labios con insistencia, arrebatándole el aire de los pulmones en el proceso. Shuichi intentó gritarle que se alejara, pero la protesta murió ahogada en la boca del invasor, cuya lengua aprovechó la oportunidad para introducirse en la húmeda cavidad y explorarla con maestría y voracidad dejando a un aturdido cantante incapaz de defenderse. La amplia gama de sensaciones y recuerdos que poblaban su cuerpo y su mente ejercía un influjo paralizante.

Al sentir que la tensión en el cuerpo del pelirrosa menguaba, Yuki vió la oportunidad de estrecharlo con más fuerza contra sí, deseando fundir sus cuerpo en uno, rindiéndose ante las imperantes necesidades que clamaban por el cuerpo del chico. La pasión acumulada anunciaba desbordarse al oír los quejidos ahogados del cantante y sentirlo retorcerse contra su imponente figura.

"Te extrañé tanto..."

No quería romper el contacto, pues sabía que tan pronto eso ocurriese, Shuichi se alejaría de él.

Pero sus pulmones clamaban por aire...

En la cabeza del artista reverberaba la misma interrogante mientras se rendía a las hechizantes caricias del más fuerte: "¿Por qué?".

Su cuerpo parecía escurrirse entre los brazos del rubio mientras era capaz de jurar que pronto se desvanecería si Yuki no cesaba en su agresiva demostración de poderío.

Al percatarse que el pelirrosa dificultosamente se mantenía de pie, el novelista despegó sus labios reacio, emitiendo un ronco gruñido. Ambos inspiraron hondamente en busca de oxígeno; sus pechos subiendo y bajando con celeridad espoleada por la intensidad el beso robado.

Eiri lo miró a los ojos cuidando de no romper el contacto aprisionante sobre el otro, sosteniéndolo con firmeza de la cintura, pegado a su cuerpo, negándose a dejarlo ir ahora que lo tenía dominado. Debía saciar su propia hambre, al menos en parte, para sí tener fuerzas para continuar en su contienda. La figura de Shuichi sometida entre sus brazos se sentía mucho más frágil de lo que recordaba, casi como la de un niño. El cantante tenía la cabeza inclinada y los ojos permanecían entreabiertos luciendo un inocente brillo producto de las lágrimas contenidas, mientras sus labios entreabiertos y enrojecidos clamaban por aire, jadeando duramente.

El pelirrosa trató de alejarlo situando las manos sobre el amplio pecho del rubio, pero sus esfuerzos resultaron nulos debido al mareo por la escasez de oxígeno que lo aquejaba, sin lograr otra cosa que despertar el deseo del novelista ante tan sensual contacto.

- Te amo, Shu... - repitió el escritor en suaves resuellos al oído del artista, estrechándolo fuertemente al notar las intenciones prófugas de éste. - Te haré feliz, lo prometo...

- Basta, Yuki... - murmuró el objeto de su arrebato, apenas recuperó el aire. Lo miró a los ojos con una mezcla de resentimiento y disgusto mientras reincidía en sus fútiles intentos por escapar. - Tú no eres así, no podrías hacerme feliz ni aunque tu vida dependiese de ello. - escupió las palabras con cierto veneno, claramente intencionado para herir al rubio.

Y lo logró.

Eiri apretó los labios para contener los improperios que pugnaban por salir, su sangre bullendo debido a la ira contenida y demás emociones acumuladas que pugnaban por liberarse. En todo su ser reinaba la idea de hacerlo comprender por la fuerza, anulando su raciocinio... Sus ojos centellearon peligrosamente, dando las esperanzas a Shu de presenciar un estallido que le serviría de pretexto para abandonar toda esa conversación sin norte.

Pero en lugar de eso, Uesugi respiró profundo en un último intento por dominarse y apretó a Shuichi con más fuerza contra su cuerpo, uniéndolos en un íntimo contacto que los estremeció al sentir sus pelvis tan cercanas, ahogando un gemido de placer por parte del mayor. La necesidad de tenerlo era imperante.

- He cambiado, lo juro. - insistió, sus ojos cazando vehemente los del pelirrosa. Su cuerpo hambriento impelía su resolución por continuar la batalla, supervisado por el corazón.

- No te creeré para que juegues una vez más conmigo. Ya bastante te permití... Resulta ridículo e inverosímil decir que me amas, cuando desapareciste todo este tiempo sin dar señas de vida.

- Necesitaba madurar y darme cuenta de cuánto te amo...

La mirada completamente escéptica de Shu lo alentó a proseguir.

- Creí que podría vivir sin tí... Pero para mi pesar, descubrí que te llevaba en la piel y que no tenía sentido seguir adelante sin ti a mi lado. Quiero hacerte feliz ahora que he madurado y vencido mis temores.

- ¡Tamare!. - chilló el ojivioleta, removiéndose incómodo ante tales palabras utópicas que amenazaban su seguridad y convicción. - ¡Ya no te oiré...! - sentenció, cubriéndose los oídos con ambas manos y cerrando los ojos con fuerza, desgastado de tanto luchar por alejarlo.

Yuki desprendió el agarre de sus muñecas para tomarlo de los brazos con rudeza y zarandearlo, obligándolo a mirarle. El pelirrosa abrió los brillantes ojos inundados de lágrimas, escéptico.

- He cambiado, Shuichi. - repitió nuevamente, aún con mas firmeza que la anterior, ahogando las protestas del otro. - Al estar sin ti me percaté de que te perdería definitivamente si no cambiaba... Y cambié para hacerte feliz y tenerte a mi lado para siempre, tal cual me lo prometiste, ¿recuerdas?.

- ¡La gente no cambia, Yuki!. - prorrumpió el más joven, encontrando fuerzas para liberarse abruptamente de los brazos del mayor luego de oír la quimérica afirmación que amenazaba con tambalear su convicción de autopreservación. Su rostro lucía sofocado y sus labios temblaban mientras sus sufridas orbes permanecían clavadas en las doradas: - La gente no cambia... Tú me enseñaste eso. - externó convencido; aunque más bien parecía un intento por recordárselo a sí mismo.

- No cesaré hasta que te tenga de nuevo, Shu. No sabes lo persistente que puedo ser. - alegó el rubio, su tono tornándose más agrio, su expresión más dura.

Ya la paciencia y la voluntad por hacer las cosas de la manera correcta se le estaban agotando, logrando que el antiguo Yuki aflorara inoportunamente para rematar lo poco que había alcanzado.

- Si te quiero de nuevo, lo lograré tarde o temprano. - sus labios formulaban las palabras, su lengua movíase sin su control externando sus pensamientos antes que tuviera la oportunidad de procesarlos debidamente.

¡Pero lo deseaba tanto!. No podía esperar a tenerlo entre sus brazos nuevamente y comenzar a construir una nueva relación con cimientos más firmes y perdurables. Le demostraría que finalmente estaba listo para comprometerse y ser todo lo que él necesitaba.

Si no lo recuperaba, no sabría vivir sin él.

El artista levantó los ojos, luciendo un fulgor despectivo. Su rostro denotando una configuración adulta, atribulada y resentida que al instante develó al impaciente escritor su gran error.

Esas palabras recientemente oídas reactivaron todos los recuerdos del cantante, haciendo rechinar sus dientes con furia, brindándole pujanza para proseguir con su resolución, asegurando la validez de la misma.

- ¡Vete al diablo!. - le gritó, su rostro distorsionados por la ira, las pupilas dilatadas. - ¡Te odio, Eiri!. - bramó. Un grito emergido de los procesos endógenos sufridos todo ese tiempo, denotando contundentemente el desprecio que en esos momentos albergaba por el rubio. -¡Juro que moriría antes de volver a tus brazos!. ¡Te odio!.

Yuki no daba crédito a sus oídos ni a sus ojos. Jamás había presenciado tanta ira y rencor en la faz del cantante, y jamás había sido golpeado tan duramente por las palabras de alguien como en ese momento. Shuichi nunca lo había llamado por su verdadero nombre, como en ese momento. Y por ser su Shu el que las gritaba de esa forma, provocaba un dolor ingente. Sentía que desfallecía ante el desprecio del cantante, sintiéndose lejos de alcanzar su objetivo.

Su cuerpo permaneció rígido, sufriendo mudamente los devastadores efectos de esas palabras frías y sin embargo, tan sinceras No podía apartar esos ojos brillando con odio de su mente, expresivas evidencias de la magnitud del daño que había ocasionado en el niño que amaba.

No podía ser su inocente y alegre Shu el que le había gritado esas cruentas palabras, destrozándolo. No podía ser ese chico amargado y dolido el ángel que había jurado permanecer siempre a su lado, el que le había regalado una vida... No había podido causar tanto devastamiento sin premeditación.

Shuichi dirigió una última mirada de odio al rubio antes de aprovechar su estado de estupefacción para salir de cuarto furioso y abandonar la maldita fiesta.

"Maldito Yuki..."

Fin del Flash Back

"Maldito Yuki...", fue el último pensamiento que embargó la mente del cantante antes de abandonarse a una involuntaria inconsciencia mientras su cuerpo luchaba por sobrevivir a los químicos ingeridos.

Todo a su alrededor se nublaba y Shuichi se sumía en una viscosa oscuridad...

Continuara...

Disculpen la tardanza, pero se habrán percatado que este fic no me gusta muxo... Je, je. Lo siento u.u Así que comprenderán que no tenga la misma energía de los capítulos anteriores, o si ven algún desliz por ahí. Y a eso súmenle los exámenes finales, trabajos, falta de inspiración y una familia mas loca que... Bueno, ya comprendieron.

Cualquier idea o comentario me haría muy feliz y me alimentaría para seguir! n.n Son ustedes que dejan reviews y leen el fic los que me animan a seguirlo!