Notas de la autora: Juré que concluiría este tormento, y aquí está, otro capitulo mas. Agradezco sinceramente a todos los interesados y a los que dejaron review; y me disculpo por mi dejadez respecto a este fic, pero es más fuerte que yo.
Cuando escribí el capitulo dos, tenía bastante planes para este fic (algo así como cinco o seis caps). Pero una vez más, mi imaginación sobrepasó mi capacidad. Es el padecimiento de nosotras, las escritoras aficionadas u.u Pero que se le va a hacer…
¡Aquí concluye todo gente!. Muchísimas gracias por su apoyo y paciencia.
Disclaimer: Grav me pertenece (cuando sueño TuT)
Advertencias Yaoi (relación chico-chico)
Rating: T (creo que es el único de mis fics con este rating)
Género: Romance/Angst (no puedo evitarlo, nunca tuve amor del bueno u.u Soy un alma torturada).
Parejas: Yuki x shuichi
Numero de paginas: 12
"Ambivalencia"
Por Nadesiko Takase
Capítulo cuatro
"Estoy disfrutando de una prolongada e indefinida estadía en el Infierno. Lo fantástico es, que nada puede ser peor que esto"
Letárgicamente develó las joyas amatistas dolorosamente veladas aún por el sueño. Sus pupilas vagaron errantes por la habitación conocida tratando de adivinar la hora, pero las pesadas cortinas impedían la infiltración de la luz solar. Aún así, Shuichi podía calcular, sin un margen de error demasiado amplio, que no pasaban de las cuatro de la tarde.
Un prolongado suspiro insurrecto escapó de sus labios entreabiertos al sentir recaer sobre su cuerpo las consecuencias de sus acciones de la noche pasada. El entumecimiento y dolor parecían oprimirlo sin misericordia contra el colchón, provocando que el cantante se replegara sobre sí mismo a la par que buscaba mayor contacto con el cuerpo que yacía a su lado.
Un quedo gemido que atestiguaba su padecimiento secreto se suscitó, llevando una mano a la frente ante el alumbramiento de esa perniciosa migraña acompañada por las náuseas; todo cortesía de la personalidad abstemia que se había visto obligado a adoptar para no tener que recurrir a un centro de rehabilitación como era inminentemente requerido. Ya había suficientes rumores propagándose velozmente como el fuego, sobre todo posteriormente a su desvanecimiento antes de filmar aquel comercial. No podía darse el exuberante lujo de recurrir a profesionales que lo socorrieran; sin recalcar que tampoco lo deseaba. Se sentía cómodo en su desgracia y miseria, revolcándose en ellas con exacerbada auto indulgencia; pero había prometido que se rehabilitaría y debía proseguir con la falacia que salvaguardaba su perjudicial vicio.
El malestar incrementó vertiginoso, de manera casi absurda e inverosímil, como en la peor pesadilla de cualquier adicto, haciendo fútiles los intentos del cantante por aplacarlo.
Nuevamente un gemido fue liberado sin poder contener por más tiempo su angustia en secreto mientras se retorcía casi involuntariamente en búsqueda de un bálsamo aliviador para su sufrimiento físico. Aunque no se lo merecía.
El cuerpo que reposaba tendido a su lado, sumido en la inconciencia, se removió levemente, alertado por los gemidos que claramente denotaban angustia y padecimiento. Aún en estado onírico, Ryuichi envolvió el cuerpo del cantante con un brazo, oprimiéndolo en un conciliatorio pero bastante ineficaz abrazo.
- Ryu… - murmuró el más joven, su voz sonando hueca, quebradiza, haciendo estremecer cada fibra del adormilado cuerpo de su acompañante.
Sakuma deseó con todas sus fuerzas replicar al llamado de manera solícita, pero parecía sufrir de una súbita afacia provocada por la negación y el temor. Su corazón se estrujaba al oír al pequeño sufrir de esa manera, pero su tormento enardecía y rugía de manera sorda en su interior al predecir lo que era requerido de él y saberse demasiado débil para hacerle frente.
Deseaba locamente que el tormento de Shuichi fuera permutado a su propio cuerpo, liberando al mas joven del calvario que se había impuesto a sí mismo. Al oírlo en pleno delirium tremens, el corazón del hombre se encogía dentro de su pecho y experimentaba la tortura del niño con una inminencia casi palpable que la podía sentir como propia.
- Ryuichi… Onegashimasu… - imploró Shuichi lánguidamente, una pálida y enflaquecida mano intentando acariciar su mejilla en un esfuerzo impío de coaccionarlo a hacer lo que él deseaba.
- No me pidas eso… - susurró angustiado el hombre, traicionando su impotencia mientras oprimía la frágil figura del chico contra su cuerpo, cerrando los ojos, deseando vehementemente que esa rutina tortuosa y reiterativa culminara alguna vez.
- Lo necesito... – chilló enfermiza la voz, alentando de manera involuntaria el alumbramiento de gruesas lágrimas en los ojos de su acompañante.
- No – denegó con firmeza Sakuma, ocultando sus propios sentimientos, esforzándose por contener el temblor emotivo que comenzaba a aquejar su propio cuerpo ante tal sufrimiento personal y del de su pareja. – Prometiste que ya no lo harías; lo prometiste. – recalcó con mayor severidad de la que pretendía, pero era que su propia angustia estaba demasiado presente como para contenerla.
- ¡No sabes lo difícil que es, Ryuichi! – estalló en lágrimas el menor, haciendo al hombre estremecerse ante la intensidad de ese sufrimiento innecesario.
El pecho del cantante se convulsionó a causa de las caudalosas lágrimas desesperadas y todo lo que Sakuma atinó a hacer fue a abrazarlo con mayor intensidad, hundiendo su rostro en el cuello de Shindou, deseando poner fin a esa situación paradójica que se repetía una y otra vez.
- ¡Por favor…! – calmó el pequeño, retorciéndose con ahínco entre los brazos que lo mantenía cautivo. El corazón de Ryuichi se hizo trizas.
- Tienes que intentarlo, Shu-can…
- ¡Qué diablos crees que estoy haciendo!. – estalló, empujando el pecho de su pareja para separarlo de su piel; pero Ryuichi no le concedió ese capricho.
- Si te la doy ahora, todo el sufrimiento por el que has pasado no servirá de nada y tendrás que empezar nuevamente… - argumentó en un tono que bastante parecido a un imploro. Sus fuerzas mermaban al sentir las lágrimas del pequeño caer sobre su pecho, al sentir el temblor convulso que lo agitaba, la fiebre que le aquejaba… Y todo ese dolor. Tanto dolor, que no podía comprender como alguien es capaz de someterse a algo como eso.
- Es la última vez… Es la última vez, lo prometo, koi… Te amo… Ryu, por favor… No me hagas esto… - gimoteó, sus palabras penas entendibles haciendo añicos la poca resolución del adulto.
Ryuichi sabía que intentaban sobornarlo, pero también podía reconocer que la angustia era verdadera, y eso lo carcomía. Negarle algo que podía aliviarlo, al menos momentáneamente, suponía para el hombre la peor y más cruenta de las pruebas; y mas que prueba, era una tortura.
La mente del pelirrosa estaba bajo el influjo del ingente dolor físico a tal punto que su boca era incapaz de modular las palabras correctamente y no se hallaba en condiciones de discutir la complejidad de su decisión con Ryuichi. Incluso consideró tomar lo que necesitaba mediante la fuerza; pero éstas lo habían abandonado y Sakuma fácilmente lo restringiría y entonces definitivamente no obtendría lo que su cuerpo clamaba.
- No importa lo que diga la prensa, Shu-chan… Lo superaremos juntos… Solo importas tú. – susurró implorante el hombre, anhelando socorro para el niño que tanto amaba.
Las palabras cuya finalidad era infundir alivio y resolución en el pequeño se hicieron nebulosas y distantes en la atribulación gobernante en la cabeza del enfermo y no logró hallarles significado. Sólo la necesidad imperante y primitiva que demandaba alivio era clara y concisa; enloquecedora.
Su mente divagó sin que pudiera evitarlo, viajando por parajes lejanos y tiempos pasados, visitando momentos, memorias, acciones y situaciones inconexas, sin sentido ni relevancia, como imágenes de una película, hasta que finalmente se detuvo en una particularmente bella. Se trataba de la imponente y sensual figura de un hombre rubio y masculino parado en un balcón, luciendo tan hermoso que quitaba el aire. Los funestos colores del día que desfallecía bañaban su armonioso semblante de colores rojos, naranjas y amarillos.
"Yuki…"
Extendió la mano en un vano intento por acariciar el rostro de sus delirios, de alcanzar la silueta que le infundía un embriagante sosiego inexplicable. Pero ésta no fue acogida por otra sino que las mismas manos de Ryuichi, que permanecía en vilo de su alucinación. Su tacto, aunque no podía diferenciarlo del de Eiri, le brindó un engañoso sosiego balsámico.
"Yuki…"
Ese solo sonido cobraba un inmenso significado en su menta plagada de tormento. Lo quería, lo necesitaba en ese momento con imperiosidad al hallarse prófugo de la conciencia y orgullo, sumido en su desvarío.
Palabras que le sonaron molestamente familiares surcaron su mente.
"¡Todo lo que tenías que hacer era amarme…! Y yo haría el resto…"
Shuichi tensó su cuerpo y otro prolongado e hiriente gemido prorrumpió en la habitación, para martirio de Sakuma, que lo sujetaba con fuerzas de la mano, bañándola con sus besos y lágrimas. Sin embargo, lo que el hombre no sabía era que esta última protesta emitida por los labios del convaleciente no tenía relación con el dolor físico del chicuelo, sino con el daño emocional que le producían sus delirios al recordarle sus vivencias. Al novelista y a su amor frustrado.
"Yuki… Lo que no habría dado porque me amaras…"
Más lágrimas engendradas por el pensamiento malsano se deslizaron por sus mejillas, mezclándose con aquellas involuntarias producidas por el padecimiento físico. Lenta e inexorablemente se perdió en sus desvaríos, prosiguiendo con su viaje imaginario.
- ¿No te quedó claro que no deseo verte?. Te lo dije en el hospital y te lo vuelvo a decir. – espeté de mal grado apenas me recobré del sopor que se apoderó de mi al verte parado en el umbral de la puerta.
Aunque fui rudo, era extremadamente necesario si quería perpetuar la ficción que había creado para mi mismo: te amaba, pero era lo suficientemente vigoroso y decidido para mantenerme firme en mi abrasiva decisión de no volver a ti. Pero mis convicciones enflaquecían ante tu obstinada insistencia y arrogante presencia que me seguía a todos lados con asechadora calma y absoluta seguridad de que, al final de la empresa, concretarías tus anhelos egoístas.
Deseabas recuperarme solo para destrozarme nuevamente, y aunque tal vez tú mismo creyeras en las idílicas promesas que me susurraste al oído esa noche en el hospital cuando vislumbraste la fisura en mis murallas, yo estoy absolutamente convencido que no podemos estar juntos nuevamente. Nos terminaríamos haciendo mas daño del que nos hicimos.
La vida es verdaderamente despiadada. ¿Para qué unir dos corazones que no están destinados a estar pertenecerse, solo para separarlos inherentemente después?.
Aquela noche, velado por la soporífera e ilusoria tranquilidad brindada por las benevolentes drogas medicinales, apenas si rielaba la luz de la razón en mi cabeza. Quise entregarme a las bellas palabras que me decías, y en medio de mi desvarío, pude atisbar el reverbero de la sinceridad tus ojos y el padecimiento por el que pasabas. Una punzada de culpa provocó que mi corazón se agitara al leerme como el culpable de esas manchas en tu estremecedora mirada, y gustosamente me habría entregado a ti nuevamente, secando las lágrimas que corrían por tus mejillas y besando tus ojos con el inquebrantable amor que te tengo, cual si fueras tú el convaleciente.
Pero la luz de la razón y la conciencia me alertaron que todo aquello era una ilusión que nunca alcanzaría el día de su nacimiento para hacerse realidad. Ya había grabado con la indeleble cicatriz del fuego en lo más profundo de mi inconciente que nosotros ya no deberíamos estar junto;, que yo necesitaba rehacer mi vida, lejos de ti.
Alejé tus manos de mi abusado cuerpo con arduo esfuerzo y harta dificultad al leer en tu mirada el ingente padecimiento que desataba en ti mi silente rechazo.
Si solo me hubieras amado cuando era tiempo…
Ahora estás aquí, en mi puerta, haciendo gala de tu obstinación, demostrándome que tal cual me lo perjuraste esa noche en el hospital luego de que formulara una contundente negativa a tu propuesta…
"No te dejaré abandonarme, porque hacerlo significaría entregarme a la muerte sin pelear. Sin ti desfallezco…"
Hermosas mentiras, o verdades a medias que son aún más mortíferas y perjudiciales. La peor de las mentiras es la mentira que es verdad a medias, y tú sabes recitarlas con experiente fluidez gracias a tu oficio de novelista de romance.
La perseverancia con la que estás llevando a cabo tu juramento está rindiendo frutos. Logras que dude de mí mismo, pensando que tal vez existe la remota y tan deseada posibilidad de que estés diciendo la verdad; que realmente me amas. Sin embargo, ni todo el amor del mundo puede volver a escribir el destino. No debemos estar juntos, porque me matarías…
Prefiero matarme yo mismo, lejos de ti.
- No seas grosero. – la comisura de tus labios se elevaron nimiamente, conformando una irritante mueca socarrona que no me ofendió tan solo porque lograba sentir que detrás de ella, había genuino afecto dirigido a mi. ¿Será que siempre estuvo ahí, solo que no pude verlo aún cuando lo buscaba con enloquecedora desesperación?.
De todos modos, ya no importa.
- ¿Me invitas a pasar o me tendrás parado aquí todo el día?
- Eiri, tengo cosas que hacer. – repliqué con cansancio y hastío al contar con suficientes experiencias que avalaran tu promesa: no me dejarías ser. No importaba cuantas veces te rechazara fríamente o cuantas miradas despreciativas te dirigiera; no importaba qué tan claro te explicase, te gritase, te llorase que ya no te quiero –absurda mentira, por cierto. Tal vez por eso reincides en tus conductas-, siempre vuelves a mí.
- Puedo ayudarte.
- No necesito tu ayuda. Necesito que te vayas y me dejes en paz. Ryuichi está por llegar y no quiero que te vea aquí.
Me percaté el ligero temblor casi imperceptible al que sucumbiste por una fracción de segundo, presa de la cólera, cuando nombré a Sakuma. Tus facciones, que lucían tan relajadas como tu soberbia te permitía, se tensaron visiblemente y tus ojos relucieron de la manera en que lo hacían antes, cuando no auguraban nada bueno respecto a mi porvenir. Pero ya no estamos unidos y ya experimenté la peor de las torturas; estar sin ti, y la estoy sobrellevando miserablemente, pero lo estoy logrando. Así que ya no temo a tus rabietas y estallidos, ya no temo a tu temperamento frío, ofensivo y egoísta.
Estoy disfrutando de una prolongada e indefinida estadía en el Infierno. Lo fantástico es, que nada puede ser peor que esto.
Tu mandíbula se relajó, como si fueras a hablar, pero luego volvió a tensarse cuando apretaste los dientes para contener tu temperamento, guardando silencio. En tu mirada se leía agitación e impotencia, pero nada en tu semblante delató dichas emociones.
- Nada más quería saber como has estado. – dijiste finalmente, claramente aludiendo a mi desliz con las drogas que me llevó al hospital hacía dos meses aproximadamente.
Sabía que aquello te atribulaba porque velabas obsesivamente por mi bienestar, contemplando con revelada suspicacia mis salidas nocturnas y las amistades que no habías conocido cuando fuimos pareja. Tú querías internarme en un centro de desintoxicación, pero sencillamente desestimé tu consejo, que al inicio solo eran sugerencias. Pero cuando luego pudiste descifrar lo que encerraba mi irregular conducta, insististe y presionaste con la obstinación que te caracteriza, sin reconocer fronteras, llegando incluso a intentar orillarme. No te resultó porque ya no soy el chiquillo que fui hace más de un año. El dolor hace madurar rápidamente a las personas, y durante todo ese tiempo, yo he estado tan solo en compañía del dolor.
- Que ya no te importe. He dejado de ser tu problema. – manifesté con elocuencia y calma, mirándolo con reproche.
- Siempre serás mi problema… - susurraste, tus ojos mirándome y reluciendo con calidez ensombrecida. Mi garganta se cerró, impidiendo que emitiera alguna respuesta, siquiera un sonido que denotar mi escepticismo. Tú te inclinaste hacia mí, contemplando mi expresión analíticamente unos instantes. – Te tendré de regreso solo para mi…
Fruncí el ceño y sonreí con desdén.
- Ahora es tarde, Eiri. La oportunidad la despreciaste.
- No seas absurdo. – largaste ásperamente, claramente irritado ante la sola contemplación de la veracidad de mis palabras mientras te enderezabas nuevamente. Nunca fuiste bueno para soportar ser contrariado en tus deseos egoístas.
Te contemplé, te admiré, bebí de cada poro de tu piel soportando la frustrante impresión de que mis ojos no eran suficientes para captar cada magnífico rasgo tuyo. ¡Cuánto te amo, maldito bastardo! Te amo tanto que no puedo soportar verte. Es demasiado esfuerzo, me dejas agotado.
- ¡Todo lo que tenías que hacer era amarme…! Y yo haría el resto…- acervé con una veracidad tan irrefutable que te conmocionó, y esto no pudiste evitarlo.
Tus ojos se calvaron en mi, chispeantes, amenazadores. Tu expresión, antes arrogantemente despreocupada se endureció, y cuando hablaste, tu voz era seca, tajante, dejando bien claro lo que pretendías informar:
- Yo SI te amé, mocoso. Fui estúpido y no me percaté. Ahora enmendaré mi error.
Yo tan solo sonreí con una indulgencia que hirió de seguro tu orgullo.
- Adiós, Eiri.
La puerta se cerró.
No he vuelto a verte desde entonces.
-.-
Un par de años trascurrieron desde que Shindou se sencillamente despareció de la vida del Eiri sin siquiera mediar palabra. Por dos años el novelista lo buscó con enfermiza vehemencia y constante perseverancia propias de un verdadero lunático. No se detuvo ante ningún obstáculo que amenazara derrumbar la empresa emprendida, viajando numerosas ocasiones detrás del cantante para conformarse con verlo tan solo a distancia en algún paraje pintoresco de los incontables escenarios mundiales por los cuales lo siguió. Shindou siempre se perdía nuevamente en la multitud, desapareciendo de su vida nuevamente, dejándolo con una inminente sensación de vacío y fracaso tan amargos, que lo envenenaba lentamente con cada intento frustrado de encontrarse con él.
Eiri moría de a poco e irremediablemente, preguntándose, en medio de su desesperación si alguna vez volvería a estar frente a frente con Shuichi.
Durante esos extensos dos años, Yuki lo vio crecer y convertirse en un hombre estrambótico y conflictivo, y si el novelista lo veía, era tan solo a través de los medios de comunicación o en algún concierto. Rumores circulaban respecto a la supuesta debilidad del cantante por los fármacos, y Yuki, con ingente dolor, reconocía tal rumor como un hecho. Pero pese a todo, Bad Luck era la banda del momento.
El mocoso hacía todo lo que estaba a su alcance para deshacerse de él, y lo estaba logrando. El solo pensar que la última vez que había sostenido una conversación con él, que había olfateado su esencia en el aire, que lo había visto sonreír –aunque no fuese para él- había sido hace poco mas de dos años, hacía que una malsana angustia creciera en su interior alcanzando la desesperación y amenazando con desprenderlo de la poca sanidad mental que le quedaba.
Necesitaba tener a Shuichi entre sus brazos, necesitaba verlo, necesitaba hablare, incluso si tan solo era para recibir ofensas y recriminaciones; se lo merecía. Pero esa tortura a la que lo estaba sometiendo el vocalista era sencillamente demasiado despiadada.
Toda la información que el escritor obtenía respecto al cantante lo hacía como cualquier otro seguidor de la banda; a través de revistas o de la televisión, pues Bad Luck había dejado N.G Records para firmar con otra discográfica, cortando así la conexión que Yuki tenía con Shuichi por medio del Presidente. Después de aquello, Eiri ya no podía consolarse siquiera con ver su intoxicante persona en las visitas planeadas a la discográfica con el solo objetivo esperanzado de atisbarlo por los pasillos o en alguno de los salones.
Decididamente el destino podía ser demasiado caprichoso y cruel. Si una vez lo favoreció con el regalo que constituía la presencia del cantante a su lado, posteriormente lo castigó con una rigidez injusta; no solo separándolo del niño, sino alejándolo a tal punto que Yuki ya ni siquiera podía conformarse ya con contemplarlo a impuesta distancia.
Era como si las fuerzas del Universo de hubieran confabulado en su contra para mantener a Shuichi alejado de él…
Hasta que llegó el día en que Eiri dejó de verlo del todo.
Mágicamente parecía haber acontecido que ya no se encontraba al cantante en las mismas fiestas ni reuniones, en los mismos lugares de la ciudad a los que solían acudir, aún después de su ruptura. La discográfica había dejado de serle de utilidad.
Como consecuencia de la pérdida de contacto con Shindou, el novelista se había tornado obsesivo. Su trabajo había decaído, así como su salud física y mental. Todas sus energías las invertía en averiguar cuando pudiera sobre Shuichi; hacer lo posible por sentirse mas cerca suyo pese a que se encontraran separados por cientos y hasta miles de kilómetros. Todos los días, todo el día pensaba en él; y cuando iba a la cama, lo veía al cerrar los ojos, fantaseando con lo que una vez tuvo y perdió, quizás para siempre.
Esos últimos meses la salud del escritor había desmejorado a tal punto que su familia tuvo que intervenir al ver como inminente algún tipo de crisis. Eiri había perdido mucho peso, las fuerzas habían sido drenadas de su cuerpo dejándolo desganado, el color había abandonado sus mejillas y el brillo su mirada ambarina. Ahora profundos y oscuros semicírculos velaban sus ojos de manera perenne; pues aún si era la fuerza que regía el Universo se apiadaba de su humanidad y le concedía sucesivas horas de sueño, todos éstos se veían plagados de la presencia del pelirrosa. Sus labios, su voz, sus ojos, su cabello, su piel, su aroma…
Yuki terminaba despertando agitado, sudando frío, sintiéndose abandonado e inocuo en medio de la inmensidad de la noche a merced de su pasado y de sus temores más profundos. Su mente comenzaba a jugarle sucias tretas; una voz susurrándole al oído que lo había tenido todo y lo había perdido; que ninguno de los cuerpos que utilizaba para gratificarse y huir de la realidad por unos instantes le serviría para escapar del hecho que había destruido, probablemente mas allá de la capacidad de regeneración lo mejor que le había pasado en la vida.
Él mismo era su peor enemigo..
-.-
Tres años después…
El gélido aire de invierno era embargado por las voces alegres de los niños jugando en el fastuoso parque. Las bajas temperaturas así como los nubarrones color plomo en el cielo no podían refrenar su algarabía y gritos que llenaba el área a esas horas de la mañana. Unos tímidos rayos de sol se proyectaban oblicuos, bañando con su lánguida luz el precioso cuadro que podría ser la representación viva de la despreocupación e inocencia característica de la niñez.
Shindou ocultó parcialmente el rostro en la suavidad de su bufanda, subiendo las solapas de su pesado abrigo de invierno para proteger su cuello indefenso del cortante frío de New York. Hundió las manos enguantadas de cuero en los bolsillos del sobretodo y permaneció erguido en su puesto, absorto en la contemplación de la escena que se desplegaba ante sus ojos. Ver a los niños jugar y reír de manera tan indolente y sincera llenaban su corazón de un inefable sentimiento de gozo, haciendo que se hinchara de felicidad. Por esos breves minutos en que cargaba sus sentidos con el alborozo armónico que reinaba en Central Park, Shindou se permitía dejar a un lado los aspectos mas oscuros de su humanidad para llenarse con las vibras positivas de su alrededor.
Esa mañana abandonó su departamento con los primeros rayos del albor luego de padecer una eterna noche de desasosiego. Su cuerpo se había negado a reposar como le había pasado muchas otras veces en otras épocas de las cuales quedaban apenas recuerdos nebulosos e inconexos, por lo que huyó de las tinieblas solitarias de su departamento en busca de ruido y movimiento. Muchas veces se había prometido reformarse, su promesa se veía resquebrajada cuando, con lentitud pero firmeza predadora, esos momentos de angustia inexplicables posesionaban su mente. Había pasado por el prolongado proceso que llevaba a la sobriedad en numerosas ocasiones, ya fuera por su cuenta o en centros de rehabilitación, y había experimentado con inconmensurable malestar y dolor los, tanto desagradables como indeseables síntomas de un cuerpo en abstinencia. Era un horrible Infierno imperantemente necesario, pero Shindou se hallaba aún en medio de una batalla que había desatado seis años atrás y la contienda parecía desarrollarse de manera ardorosa y pareja. Era él contra el fantasma de Yuki Eiri.
A sus oídos habían llegado noticias en forma de rumores respecto al escritor; había visto su imagen en revistas y en la televisión, desanudando en él todos esos sentimientos y emociones tan intensos e incontrolables que lo llenaban al verlo. Sus rodillas temblaban imperceptiblemente, su corazón saltaba al oír su voz. Toda información respecto Yuki Eiri que alcanzara sus oídos era recibida con ávida bienvenida; pero particularmente una había propinado a su maltrecho corazón contundente golpe para el cual no había estado preparado, arrastrándolo nuevamente a sus vicios después arduo y desesperante año de sobriedad. Secretamente el cantante agradecía tener un pretexto para entregarse a sus perniciosos vicios nuevamente; volver a las drogas era como volver a casa.
Observó inmutable una pequeña pelota rodar hasta sus pies, y al levantar la mirada reparó en un pequeño niño de aproximadamente tres años que corrió con incordinada presteza hasta él. El corazón del cantante se enterneció ante ese pálido rostro de mejillas arreboladas, ese enmarañado cabello ondulado color chocolate y esos preciosos ojos gatunos. El pequeño ser se plantó frente a él, una sonrisa originaba por sus previos juegos y travesuras aún pintada en sus labios cuando le dirigió una tímida mirada al artista mientras retorcía nerviosamente sus manitas pequeñas y pálidas.
- Excuse me, sir… - resonó la inocente vocecita, no muy entendible. – Can you give me back my ball?
Los descoloridos labios del pelirrosa se ensancharon en una sonrisa benevolente antes de inclinarse para recoger el objeto y acercarse al niño, devolviéndosela para luego alborotar aún más sus relucientes cabellos oscuros. El infante emitió una refrescante risa despreocupada, divertida, propia de esa edad sin atribulaciones.
- You are a pretty one. – comentó el cantante animosamente, poniéndose a cuclillas frente al pequeño para poder dialogar con él con mayor soltura. - What´s your name?
- I can´t talk to strangers… - replicó vacilante, llevándose un dedo a los labios y mirándolo con timidez y retraimiento. Shuichi volvió a sonreír.
- I´m Shuichi Shindou, and I´m come from Japan. – se presentó. – Now I´m not a stranger any more, am I?
El infante lo analizó con ojos suspicaces antes de sonreír ampliamente. Sus grandes ojos ambarinos se iluminaron, encendiendo todo su cándido rostro.
- Hi! I´m Jordan Uesugi and I´m from... that block! – informó, señalando una cuadra aledaña al parque.
El corazón del cantante se le subió a la garganta al instante de oír tal nombre. En su mente se atiborraron cientos de preguntas y teorías, dudas y supuestos que eran mucho más de lo que él podía descifrar y ordenar en esos segundos que pasaban vertiginosos.
De su garganta escapó un callado gorgeo que pretendía convertirse en palabras para formular alguna pregunta; pero el anhelo falleció antes de culminarse.
- Jordan, get back with your friends. – dijo una profunda voz detrás del cantante, quién no reparó en ella pues permanecía anonadado, tratando de resolver la incógnita que se le presentó. Jordan tomó la pelota y se alejó corriendo, no sin antes despedirse de un enajenado cantante, sobándole amistosamente la cabeza.
- Pareces sorprendido, baka. – observó la misma voz. Shuichi se puso de pie impelido por una inusitada fuerza interna que creía haber agotado hace años.
- Yuki… - susurró no con sopor, sino resignación.
El hombre que se erguía en toda su imponente presencia frente a él difería en un nivel abstracto con el que Shuichi había conocido una vez, y ésto agitó, consecuentemente, la perspicaz curiosidad del cantante, que le dedicó una escrutadora pero desenfadada mirada libre de pretensiones.
Eiri aún emanaba de cada poro de su nacarada piel la autoridad desafiante, irreverente arrogancia y soberbia autosuficiencia de antaño que tanto intrigaron y suscitaron la cándida admiración y adoración del ahora más adulto vocalista. La divergencia radicaba en que en ese presente de ensueño donde se concretaba ese quimérico reencuentro, Yuki anidaba nuevamente dentro de sí esa corrosiva amargura que Shindou ayudó a menguar alguna vez. Pero luego de la despedida que no se consumó, el cancerígeno padecer emergió nuevamente, lento y mortífero, casi culminando su plan de hacer al novelista sucumbir.
Yuki Eiri era un hombre más maduro y sabio ahora; curtido con el paso de los años para convertirse no en un ser más abierto y libre, sino en alguien mas enfermo y amargado. Es su expresión facial se leía la historia de su desamor en toda su rutilante gloria, manchando los profundos ojos ambarinos con una orgía emociones tan compenetradas que no se podía descifrar, si no tan solo ser captadas por un sentido mucho mas susceptible que los primeros cinco.
Shuichi constató lo que siempre había profesado: su corazón, al ser puesto en presencia de Yuki, continuaba agitándose con el mismo sentimiento que lo había hecho latir y convulsionar de alegría y dolor en un pasado.
Esta clase de amor, no muere con los años…
- ¿Cómo has estado?. – inquirió Eiri, bebiéndose ávidamente con los ojos la figura que tanto había anhelado volver a ver, en un fútil intento por saciarse de ella y apaciguar así la necesidad de los últimos años que llevaba a flor de piel.
Shuichi, durante esos años alejado del novelista había sufrido una catarsis y se había convertido finalmente en un precioso adulto cuyo cuerpo narraba elocuentemente la historia acaecida en sus últimos años de vida mediante las huellas en su cuerpo y rostro. Las huellas nocivas dejadas por una vida sin rumbo y con un prominente vacío que cubrir.
El corazón del novelista se contrajo de dolor y cargosa culpa por no haber estado a su lado en esos momentos para socorrerlo; para salvarlo de sí mismo.
Shindou sonrió escuetamente al oír la pregunta formulada, asintiendo en respuesta; la embarazada mirada rápidamente rehuyendo los profundos ojos de su acompañante que parecían desnudar sus pensamientos.
Un largo silencio se suscitó entre ambos, oyéndose tan solo las risas y voces de los infantes que jugaban en el parque. Mientras, ambos se observaban con interés, se escrutaban, se analizaban con meticulosidad característica de enamorados.
- Tienes un hermoso hijo, Eiri. – susurró finalmente el cantante, divergiendo la mirada del rostro del mencionado para dirigirla hasta el niño que correteaba alegremente. Los labios de Yuki, que antes dibujaban un rictus austero, ahora se ensancharon en una sonrisa disimuladamente orgullosa.
- Se parece a su madre. – acervó, su labio superior frunciéndose.
Shindou sintió una molesta punzada, pero aún así asintió con estoicismo sin apartar la mirada estudiosa del pequeño cuerpito que jugaba a unos metros de ambos, dirigiendo miradas ocasionales a su padre y a aquél desconocido.
- ¿Y dónde está ella?. – se permitió inquirir Shuichi; su tono de voz nivelado y monocorde contrastando con la aprensión que sufría en sus entrañas.
El escritor se encogió de hombros, sin alejar la mirada de su hijo.
- Quién sabe…
Silencio.
Los niños continuaban jugando en el parque con algarabía bajo el cielo gris de invierno, seguidos por la mirada atenta de los dos hombres.
Shuichi extendió con confiada suavidad la mano enguantada hasta alcanzar la del hombre parado a su lado. Eiri permaneció inmutable, pero recibió de buen grado el contacto, testigo de ello era la manera en que entrelazó sus dedos con los del cantante mientras sus ojos se deleitaban con la escena que se desarrollaba ante ellos.
"No puedo vivir contigo… Pero tampoco puedo vivir sin ti"
.: OWARI :.
Notas de la autora: ¡Finalmente! ¡Culminé la obra que mas me inquietaba!. Ah; no se dejen confundir por el nick. Soy la misma Nadesiko Takase, pero probando nuevos horizontes XD
Creo que me faltó un lemon… Con lo pervertida que soy, no siento que mis fics estén completo sin una romántica y candente escena lemon, pero bueh. Acá definitivamente se acabó!. Los veo en "Mi bello imprevisto"!
No se pierdan...
SMEXY GALS S.A.
"WE like Hotness"
Solo fics yaoi y extra hot!
-:-:-:-:-
…and always remember…
The REAL SMEXY Love is THE YAOI LOVE©
-:-:-:-:-
Traído a ustedes de la mano de las lascivas hermanas del yaoi:
.: Nadesiko Takase & Juny S. Tao :.
