High School DxD no nos de nuestra propiedad, pertenecen a sus respectivos autores.

Respuestas a Reviews (hechas por RedSS):

Nechroz: Aquí Issei aprende de artes marciales y son su principal medio de pelea. No es un monje, aunque tampoco un novato. Además, irá adquiriendo compañeros que le ayudarán a pelear más adelante. Me alegra que te guste la trama.

donplay: Oye, que si erendir se perdió, yo estoy aún peor XD. Y lo del tiempo en actualizar… pues creo que se fue a paseo eso.

Beyn: No sé cómo debería reaccionar a eso… pero me alegra que te guste la historia.

Tryndamer95: Quizá si has visto mucho… pero bueno, espero verte pronto de nuevo por aquí.

miguelgiuliano co: Si lo sentiste raro, habrá que ver si es por la historia en sí o por a saber que cosa. Y sobre la idea, esas cosas mejor mándalas por MP que por reviews.

pd erendir: como que Hitler queda un poco alejado en el futuro jajaja, y si no te has dado cuenta aquí no hay Sacred Gears, eso creo que ya debería saberse por obvios motivos, pero bueno, quizás no fuimos tan obvios, en cuyo caso nos disculpamos.

Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.

Hacemos esto por simple diversión, sin ánimo de lucro.

—comentarios normales

—"pensamientos"

—*comunicación por holograma, comunicador, etc.*

— [Ddraig, Albion, etc]


Os invito a leer mis demás historias, buscadlas en mi perfil

También podéis encontrar las de mi colega RedSS en su perfil


Capítulo 2:

LA DOMADORA


Grecia.

El país donde surgió la gran civilización griega, la Antigua Grecia. Un país que había estado dominado por el Imperio Otomano desde hacía siglos y hacía relativamente poco que había logrado la independencia, aunque aquello no significó una mejoría notable por todos los problemas que surgieron después. Pero no es de la situación de los griegos de lo que hablaremos, sino de la situación de cierta joven que viajaba por primera vez al Viejo Mundo, como algunos se referían a Europa.

Una mujer joven, de unos veinticinco o veintiséis años, de larga cabellera castaña rizada, vestida con un vestido de color blanco con detalles rosas que las mujeres jóvenes solían llevar además de un sombrero que solía taparle la parte superior derecha del rostro y un abanico.

Con ella iba un hombre, un guardaespaldas, aunque la mujer fue bastante insistente en no necesitar uno. Al igual que la joven, el hombre también iba vestido conforme marcaba la moda masculina del momento.

—Abe-sama, deberíamos volver ya a Japón —Sugirió el hombre.

—Te lo vuelvo a repetir. No volveremos hasta que haya logrado domar a ésta criatura —dijo la joven con obvia molestia.

La mujer respondía al nombre de Kiyome, Abe Kiyome, la única hija de una familia de Domadores de Bestias. Ella y su acompañante no eran de aquel lugar del mundo, y eso era algo que se notaba a la legua. Dado que ver orientales no era algo común en aquel continente, ambos llamaban bastante la atención, y así llevaban varios meses.

Kiyome estaba en Europa con la tarea autoimpuesta de lograr domar criaturas de la mitología y el folclore europeo. No deseaba domar criaturas que tuvieran que ver con su país dado que le resultaba demasiado aburrido y repetitivo. Ella quería algo nuevo, domar algo que ninguno de sus antepasados hubiera logrado domar antes, y para eso tenía que salir del país del sol naciente.

Su familia pertenecía a las altas esferas del país junto a los Cinco Clanes, aunque no desde hacía tanto tiempo como los mismos. Aun así tenían una gran reputación. Sus antepasados domaron criaturas y seres increíblemente poderosos, por lo que sentía la responsabilidad de lograr algo semejante.

Fue aquel motivo el que la llevó fuera del país, viajando hacia el oeste, a China e India, pero nada de allí le atrajo, por lo que volvió a Japón. Tiempo después, molesta por su infructuoso viaje al oeste, decidió viajar al este, a América. Le gustó lo que allí encontró y vio, y domo a muchas criaturas, pero su ambición le pedía más, así que después de varios años fue a Europa, enamorándose de lo que allí descubrió.

Ciertamente, el mundo occidental le llamaba la atención fuertemente, así como a sus compatriotas, debido al éxito que este había alcanzado. Pudo ver con sus propios ojos el origen y funcionamiento de todos los sistemas que Japón iba lentamente adoptando para su transformación en un estado moderno, y de los cuales su familia tomaba parte: el sistema de correos y educativo alemanes, el telégrafo y ferrocarriles ingleses y las leyes y ejércitos franceses. Además de aquello, pudo visitar por sí misma el origen de dicha civilización: Grecia y Roma, hogares de grandes pensadores de antaño y gracias a los cuales, la mayoría creía, se tenía semejante civilización con alcance a todo el mundo.

—Abe-sama, me había guardado esto, pero creo que debería verlo. Es una carta de su padre —Dijo el guardaespaldas, sacando un sobre de sus ropas.

Kiyome no perdió el tiempo en tomarlo y leer el contenido de aquella carta, sin molestarse en saber cómo supo su padre donde se encontraba ella en aquel momento. A medida que leía, su rostro se enfurecía cada vez más, causando impresiones variadas en la gente a su alrededor. Para cuando terminó, sus dientes rechinaban de lo firmes que estaban los unos contra los otros.

—Bien, vamos de vuelta a Japón —El que apenas dijo algo más fue señal para el guardaespaldas de lo enojada que estaba su señora.

El guardaespaldas suspiró internamente. Ciertamente, su señora era muy independiente y le molestaba de sobremanera que le dijeran que hacer con su vida. Solo rezaba que el motivo que fuera por el que la obligaban a regresar no terminara arrastrándolo en otro viaje alrededor del mundo.

XXXXX

El viaje de vuelta fue a través de la Magia dado que el asunto parecía ser de extrema urgencia y no había tiempo que perder en viajar por tren y barco hasta Japón. Dado que se conocía la localización exacta del hogar principal del Clan de los Domadores, era sencillo llegar hasta allí sin tener que hacer cálculos complicados.

En el edificio principal había una sala dedicada a la tele transportación mágica, y fue allí donde aparecieron Kiyome y su guardaespaldas. Un par de sirvientes que pasaban por el lugar se sorprendieron por tan repentina aparición, sobre todo por ver las extrañas ropas que llevaban ambos. Ciertamente Japón se había abierto al exterior, pero la influencia occidental apenas y estaba comenzando a mostrarse, así que aún era raro ver cosas ajenas a las del propio país.

—Abe-sama —Saludaron respetuosamente a la heredera de la familia.

— ¿Dónde está otou-sama? —Exigió saber con disgusto.

—Se encuentra en el jardín delantero, junto a la charca.

Kiyome estaba dispuesta a ir y encarar a su progenitor, pero la voz de su guardaespaldas la detuvo.

—Mi señora, por muy hermosa que esté con las ropas de Occidente, no creo que sean apropiadas para este lugar. Le sugiero que se cambie a algo más adecuado a la sociedad japonesa.

Kiyome gruñó de disgusto, pero aceptó. Los dos sirvientes acompañaron a la joven heredera hasta su cuarto mientras otros iban a informar de su llegada a sus progenitores. Una vez se hubo cambiado a algo más propio de aquel país, y no olvidando su noble cuna, Kiyome salió al patio donde se encontraba su padre, el cual alimentaba a las carpas que allí había. No vio a su madre por ningún lado, lo cual le preocupó bastante. ¿Acaso había recaído en su enfermedad?

—Al fin has vuelto.

Las palabras de su padre la sacaron de sus profundos pensamientos. El hombre se dio la vuelta, encarando a su hija. Su rostro era de disgusto, cosa que tampoco agradó a Kiyome.

—He venido, tal y como pedía la carta. ¿Puedo saber el motivo por el cual he sido llamada?

—Ya sabes el motivo, no hace falta que lo preguntes.

—Intentaba ser educada.

El cabeza de familia no dijo nada, simplemente comenzó a caminar en dirección a la mansión de la familia.

—Vamos a un lugar más privado.

Kiyome no asintió, pero sí se colocó al lado de su padre. Ambos caminaron en total silencio hasta llegar al cuarto de la actual heredera del Clan Abe.

— ¿Dónde está okaa-sama? No la he visto.

—Tuvo una pequeña recaída y ahora mismo está descansando —Aquello alteró a la joven mujer, por lo que su progenitor se apresuró a calmarla—. Pero debes tranquilizarte. Ahora mismo está descansando. Los médicos han dicho que la recaída ha sido algo suave y mañana debería estar perfectamente.

—Ya veo —Dijo luego de suspirar de alivio.

Puede que hubiera tensión por el importante asunto que había llevado a Kiyome de vuelta a casa, pero la importancia sobre la salud de su madre estaba por encima de todo no solo para la propia Kiyome, sino también para su padre, incluso de asuntos que fueran tratados con el Consejo.

Una vez ingresaron en el dormitorio su padre cerró la puerta luego de indicar a un criado que nadie osara molestarles. Kiyome mientras tanto contemplaba aquel lugar. Había pasado casi toda su vida allí, con la obvia excepción de sus viajes en busca de criaturas que se salieran de las propias de su país. Como Domadora buscaba poderosas criaturas para domar, pero estaba aburrida de las típicas de su hermosa tierra natal. Sus ancestros habían domado todo tipo de criaturas propias de la mitología, religión y folclore japonés, por lo que ella deseó ir más allá, buscar criaturas que ningún miembro del Clan Abe hubiera domado antes.

—Ha pasado tiempo desde que dormiste aquí por última vez —Dijo su padre mientras revisaba aquel cuarto.

—Desde que inicié mi viaje hacia el este hará casi año y medio.

— ¿Y qué tal?

Kiyome se mordió el labio. Sabía que su padre no tocaba el tema principal porque quería que la mujer estuviera de buen humor para pensar las cosas con la mente tranquila. Se lo agradecía mucho, aun sabiendo que tarde o temprano hablarían de aquel asunto tan turbio.

—Muy bien. Primero fui a América y luego a Europa. Hay criaturas maravillosas y hermosas por aquellos lares. Incluso he domado criaturas varias: en Europa domé a una arpía, una lamia y un dullahan, y en América domé un wendigo, un ao ao, un Teyú yaguá y un Mbói Tó´i.

—Criaturas de extraño nombre éstas últimas.

—Ciertamente, pero curiosas al fin y al cabo. Algunas son de feo aspecto, pero no podía evitar el impulso de domarlas.

—Ya veo. Espero que me las puedas mostrar.

—Por supuesto. Me encantaría que pudierais verlas, okaa-sama y tú.

El silencio volvió a ocupar un sitio en aquella habitación.

—Hija, sobre tu…

—No pienso casarme.

Al actual cabeza de familia no le hizo nada de gracia aquella negativa tan contundente de su hija.

—Este es un asunto muy importante.

—Y a mí me da igual. No pienso casarme y punto.

Su padre intentó una última, aunque a sus ojos poderosa, razón, en lo que se empezaba a molestar por el carácter tozudo de su hija.

—Piénsalo, Kiyome. El Consejo…

—Por mí que se vayan al infierno todos ellos.

La paciencia de su padre se acabó con aquella última frase. Podía permitir que Kiyome le respondiera, hasta cierto punto, pero lo que acababa de decir era ya demasiado. Él podía aguantar su falta de modales, aunque siempre intentaba corregirla, pero insultar a los miembros del Consejo era una falta imperdonable, pues si se enteraban podría haber castigo, uno excesivamente grande.

— ¡Ya basta Kiyome! —Gritó su padre con toda su autoridad.

Kiyome dio un brinco y tragó seco, asustada por su padre. No era la primera vez que le gritaba, pero siempre que lo había hecho se había acobardado. Incluso con su edad actual su padre seguía haciendo para ella la persona que más te voy a respetar, y tener en cierta manera. Solo sus padres podían asustar la de esa manera.

— ¿O-otou-sama?

—Ya tienes veintiséis años. Es tu deber casarte para continuar con nuestra línea.

—P-pero…

—Nada de peros. Ya te he permitido demasiado. Tus caprichos han llegado a su fin. Espero que hayas disfrutado de tus viajes, porque dudo que vuelvas a realizarlos.

Dicho esto dio media vuelta, abandonando la habitación de su única hija. Cuando se hubo alejado lo suficiente se detuvo, apoyando su mano en la pared. Se tapó los ojos mientras apretaba los dientes. Odiaba tener que hacer aquello, amaba a su hija y por eso le destrozaba el corazón obligarla a algo semejante. Pero no tenía otra salida. Los ancianos tenían más poder, y él nada podía hacer. Al final, él no mandaba en los asuntos internos de la familia.

— ¿Señor? —Le llamó la atención uno de los sirvientes, una expresión profesional en su rostro—. Los representantes con los que iba a tener una reunión han llegado a la entrada. ¿Los hago pasar?

—Por favor. Dirígelos a la sala de reuniones. Y… —El sirviente le observó, expectante—, cuando lo hayas hecho, ve a ver si mi hija se encuentra bien.

El sirviente hizo una reverencia y se alejó a paso firme pero tranquilo. El padre de Kiyome, el Señor Abe, suspiró para sí mismo antes de arreglarse y caminar a su despacho.

XXXXX

La sala de reuniones de la familia siempre le había dado una sensación opresora y lúgubre. Nunca supo si aquello era parte del efecto que se buscaba o sencillamente era una consecuencia del tipo de cosas que se hacían allí. Como fuera, aquel día no era la excepción y, parada en el centro, sentía la presión sobre ella de todos los pares de ojos de los miembros varones mayores del Clan.

Kiyome contempló a los ancianos y no tan ancianos. Aquello era el Consejo, donde se reunían los varones del Clan. Uno era su abuelo, con quien admitía no llevarse bien por ser el vejestorio alguien chafado a la antigua. Los otros eran los hermanos de su abuelo y otros tantos relacionados con la familia, como su tío por parte de padre, pero ninguno con tanto poder como el padre de su progenitor.

A Kiyome apenas le entraba en la cabeza cómo era que alguien tan apegado al Japón de antes de la Restauración, como lo era su abuelo, podía estar dirigiendo una familia que buscaba su lugar en la nueva sociedad del país, cada vez más occidentalizada. No le hubiera sorprendido que hubiera ido y participado en la rebelión contra el Emperador, muriendo en el proceso. Quizá eso debiera haber ocurrido, así no tendría que pasar por todos estos problemas que tenía ahora.

Una tos fingida de su abuelo llamó la atención en la sala, quedando todos en silencio. El anciano estaba frente a Kiyome mientras el resto formaba una U en torno a ella, quedando su espalda apuntando a la puerta. Sus progenitores se habían quedado apartados, a varios metros, siendo mostrado así que ellos no tenían ni voz ni voto en aquel importante asunto para el Clan.

—Gracias a todos por venir. El día de hoy nos hemos reunido por un asunto extremadamente importante y que tiene que ver con la joven que tenemos frente a nosotros, Abe Kiyome. Como todos sabéis, mi nieta tiene la edad para casarse, pero ha rechazado una y otra vez cualquier propuesta de matrimonio, incluso aquella ya cerrada. El matrimonio sigue en pie, con la fecha ya establecida, pero tal es su nivel de rebeldía que no solo se niega, sino que nos humilla públicamente con su falta de modales y educación, sobre todo cuando las mujeres deben depender de estos y nunca jamás osar avergonzar a su casa y Clan.

Todas las miradas se dirigieron a la joven mujer, quien no se vio intimidada, sino que alzó bien la cabeza, molestando a todos los miembros del Consejo.

—Como bien has dicho, oji-sama, este Consejo ha intentado imponerme matrimonios forzados sin tener en cuenta mi opinión.

— ¿Tu opinión? ¿Y eso qué importa? Tu deber como mujer es obedecer al hombre, y en este caso es a nosotros, al Consejo.

— ¿Que qué importa mi opinión? ¿Qué debo ser sumisa? Eso jamás. No pienso casarme —Sentenció Kiyome, causando el enojo en el Consejo—. Si me caso será con quien yo quiera y cuando quiera. ¿Acaso creéis que no sé por qué buscáis tanto el casarme con alguien? Queréis un varón para hacer el próximo Cabeza del Clan. Yo soy una mujer y eso no os gusta. La idea de que una mujer sea la Cabeza del Clan es algo que aborreces por completo.

—Ten cuidado con lo que dices. Atente a las consecuencias —Advirtió uno de los ancianos.

— ¿Por qué? ¿Por decir la verdad? No pienso ser vuestro útero personal para traer a un varón y dejarme a mí en la estacada.

— ¡Kiyome! —Chilló su padre horrorizado.

— ¡No pienso callarme! —Exclamó la susodicha, roja de la furia.

No soportaba a esos imbéciles que osaban intentar domarla. ¡Ella era la que domaba!

—Kiyome—La voz de su abuelo llegó cargada de peso—. Última oportunidad de arrepentirte de tus palabras. Si aceptas ahora, podemos dejar pasar esto como una pequeña rencilla y darte un castigo mínimo.

— ¡No pienso someterme ante sus deseos egoístas! ¡Si tanto desean seguir con una tradición más antigua que todos ustedes, háganlo ustedes mismos! ¡Yo no cambiaré mi intención!

El silencio se hizo en la sala. El padre de la castaña apenas cabía en su asombro y miedo. El resto contenía la respiración, esperando las palabras del estoico jefe de la familia. Finalmente, sus palabras cayeron como una pesada carga:

—Pues en ese caso, quedas expulsada de nuestra familia.

Aquella sentencia provocó que el padre de Kiyome casi cayera de rodillas al suelo, pero solo la recta postura de su hija lo evitó. Ella seguía en pie, con fuego en los ojos y la cabeza bien alta.

—Sea pues —fueron las últimas palabras de Kiyome ante aquel Consejo, antes de darse la vuelta y salir del lugar.

Sus padres se inclinaron y disculparon antes de salir tras ella ante la mirada desaprobatoria de la mayoría de los allí presentes.

—Qué vergüenza —Gruñó un tío de Kiyome, hermano menor de su padre—. Es la primogénita, el único descendiente de mi hermano mayor, y se comporta de esa manera. ¡Es una deshonra!

—Ciertamente. Debería haber sido mucho más duro con ella. Siempre ha sido blando con ella.

— ¿Y qué haremos ahora? Habrá que elegir a un futuro Cabeza de Clan.

—La desgracia cayó sobre nuestro clan cuando dio a luz a una niña y no pudo volver a quedarse embarazada por la enfermedad. Ni siquiera se comporta como tendría que comportarse. Todo esto es culpa de su madre —Habló con fría crueldad el abuelo de la mujer rebelde—. Sin embargo, no tenemos otro heredero aún. Esperemos que recapacite sobre sus acciones. Mientras tanto, busquemos entre las otras líneas de la familia por algún candidato o alguna mujer que podamos comprometer para seguir con la sucesión.

—Eso será aún más complicado. Tras las guerras de la Rebelión y las revueltas de la Restauración muchos de nuestros hombres más jóvenes perecieron o se marcharon. Apenas tenemos mujeres dignas tampoco —Indicó uno de los hermanos del padre de Kiyome, meneando su cabeza—. Nuestros vecinos tienen razón: Japón está cambiando profundamente, y debemos esforzarnos en no ser de aquellas familias que quedaron atrás en los tiempos.

—Por no mencionar que, por mucho que no nos guste, Kiyome sigue siendo posiblemente uno de los mejores Domadores que ha tenido nuestra casa.

—No ha explotado al máximo su potencial, pero eso no te lo discuto. Lástima que se haya echado a perder.

—De momento, concéntrese en buscar en las distintas ramas de la familia a un sucesor digno o a alguna mujer que podamos comprometer para obtener un heredero adecuado —Dijo el abuelo de la hija rebelde—. Con esto dicho, se levanta la sesión. Pueden retirarse.

Con esas palabras, la congregación de familiares se disolvió, cada miembro con su cabeza llena de pensamientos respecto a qué hacer ante la situación actual.

XXXXX

Kiyome fue a grandes pasos a su cuarto, donde empacó las pocas cosas que pudiera llevarse. Sus padres no habían podido ir tras ella porque aún estaban sometidos a la voluntad del Consejo. Era más que probable que estuvieran siendo recriminados con dureza, pero dudaba que les fueran a castigar. Después de todo, seguían siendo de la rama principal de la familia, así como la cara pública de esta.

Los trabajadores observaban con asombro y pena a la primogénita de aquella rama familiar. Obviamente las noticias habían volado a pesar de que en principio no debía ser así, por lo que prácticamente todos los inquilinos de la mansión ya estaban enterados del destierro de Kiyome. Cuando la mujer terminó su tarea, llenado la maleta que solía llevar en su viaje, la cual había sido vaciada por los empleados.

Soltó un largo suspiro, escuchando justo después la llegada de dos personas. No le hizo falta voltear para saber de quienes se trataban.

—Musume…

Su progenitor intentó decir algo, pero las palabras se le atragantaban. Demasiadas emociones para él siendo padre de aquella persona que acababan de desterrar de su propia familia.

—Tranquilo otou-sama. Nada tengo que recriminarte. Todo lo contrario. Jamás podré agradecerte por todo —Intentó tranquilizar Kiyome con una leve sonrisa.

Ésta agarró su maleta, comenzando a caminar hacia la entrada principal de la finca. Sus padres iban a ambos lados, los tres manteniendo la cabeza bien alta. Ninguno de los trabajadores hizo comentario al respecto, sino que reverenciaron a la exiliada como si tal orden no hubiera sido declarada. El respeto y aprecio que se había ganado Kiyome era verdadero, no solo por su posición social. Obviamente había tenido sus más y sus menos y su lado arrogante y noble salía a la luz innumerables veces, pero también había sido una ama y jefa querida por aquellos quienes tenía bajo sus órdenes.

Al final llegaron a la puerta principal, donde los miembros del Consejo esperaban impacientes. Obviamente ellos estarían en primera fila para ver como aquella niña que había osado revelarse y ofenderles cumplía el castigo.

—Ten mucho cuidado —Murmuró su madre mientras la abrazaba, con lágrimas saliendo de sus ojos.

El líder del Consejo tosió para meter prisa, pero el padre de Kiyome le dirigió una mirada asesina.

—No se le ocurra volver a apurarnos, otou-sama. Puede que la hayan exiliado, pero sigue siendo mi hija y por tanto me despediré de ella como se debe, aunque me lleve todo un día.

El tono de su progenitor sorprendió a Kiyome, derritiéndole el corazón. Por su parte los miembros del Consejo gruñeron de fastidio y molestia, pero asintieron, dando a entender que iban a respetar aquello, les gustase o no, pues entendían el gran pesar de ambos padres, aunque les echaran parte de la culpa por la actitud y falta de modales de Kiyome.

—Toma. Quiero que te quedes con esto —Kiyome extendió la mano, sorprendiéndose al ver que se trataba de un monedero con una generosa suma de dinero—. No quiero que vivas en la calle como si fueras una vagabunda o una pordiosera, y menos aún una mala pécora. Busca algo que te permita vivir cómodamente, pues éste dinero no es eterno.

Kiyome parpadeó repetidas veces, mirando a su padre. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, cayendo por sus mejillas. Sin avisar ni nada abrazó con fuerza a su padre, enterrando su cara en su pecho, sollozando como no lo había hecho en años. Ambos progenitores no hicieron otra cosa que no fuera abrazarla, intentando no llorar ellos también. Puede que el Consejo ya no la considerara parte del Clan Abe, pero ellos eran sus padres y poco importaban las palabras de esos idiotas.

—Da igual lo que digan. Eres y siempre serás nuestra hija, y estaremos para ti siempre que nos necesites —Murmuró su padre mientras acariciaba su espalda.

—Gracias… muchas gracias…

Limpiándose unas escurridizas lágrimas de su rostro, Kiyome, cruzó el umbral de su casa sin vuelta atrás, sin girarse a ver el mundo que dejaba por decisión propia. Pese a todas las penurias soportadas en las últimas horas, el sentimiento de poder elegir su destino le hacía sonreír ante lo que se aviniera, fuera lo que fuera.

XXXXX

Tres días habían pasado desde que Abe Kiyome abandonara su hogar contra su voluntad, tres días muy largos. El dinero entregado por sus padres le duraría para varios días más si seguía como hasta ahora, hospedándose en lugares normales tirando a pobres y alimentándose sin lujos.

Debía encontrar algo con lo que ganar dinero para seguir viviendo dignamente luego de que se le acabará el dinero de sus padres. Se le había ocurrido la idea de domar o eliminar monstruos que atacaran lugares donde otros no pudieran llegar, pero entre los Cinco Clanes, su anterior Clan y los Cazadores aquello sería casi imposible.

Además, tenía un problema igual de frustrante e importante...

— ¿Y qué pasará con nosotros? Te tenemos a ti, Abe-sama, pero no podemos ir por el mundo de los humanos de esta manera —Comentó un pequeño kitsune, la primera criatura que había domado, aunque fue más un acuerdo mutuo, como iniciación.

—Es cierto, ya no tenemos un hogar.

Kiyome se cruzó de brazos. Estaba muy pensativa, tanto que casi ni prestaba atención a sus criaturas domadas. Buscarles un hogar era algo que le atormentaba desde el momento en el cual la exiliaron. Ellos fueron lo segundo que llegó a su mente, justo después de sus padres.

— ¿Abe-sama?

—Ya lo sé —Gruñó con molestia, chasqueando la lengua—. Lo sé, lo sé. No hace falta que me lo estéis repitiendo a cada momento.

—Pero…

Estaban por replicar, pero una dura mirada de la Abe fue suficiente para callarlos a todos.

—Ya no tengo mi terreno y no puedo pedirle a nadie relacionado con la familia que me preste uno. Éste no es un problema de fácil solución.

— ¿Y si crea su propio terreno?

Ante aquella sugerencia Kiyome suspiró con pesar.

—Si fuera tan sencillo… Pero tendría que hacerlo en un lugar seguro, que pueda estar protegido para que no intenten nada contra vosotros. Ya no tengo la protección de mi Clan, así que si creara mi propio terreno, cualquiera podría atacarlo y no habría nada que lo impidiera, salvo vosotros, y no quiero que eso pase.

—Entonces, ¿qué tal buscar a alguien con renombre para evitarlo?

La fémina se llevó una mano a la barbilla, pensativa.

—No es mala idea, aunque dudo que alguien quiera hacer un favor semejante a una exiliada, y más de mi anterior Clan —Se rascó la barbilla, pensativa—. Ahhh, al final no se me ocurre otra manera.

— ¿Ama?

—Una dimensión de bolsillo —Respondió con obvia molestia por dicha idea.

— ¿Eso no es lo mismo que un terreno?

—NO, no es lo mismo. Un terreno es un trozo de tierra protegido, un trozo de tierra de los terrenos familiares. Una dimensión de bolsillo es crear un pequeño mundo, pero eso requerirá de mi constante poder para poder mantenerlo, pues en caso contrario no podría acceder a él hasta recuperar mi fuerza, y por tanto vosotros tampoco podríais salir de ahí.

—En ese caso no veo el problema —Comentó su lamia—. Cree esa dimensión de bolsillo y nosotros nos quedaremos ahí, compartiendo el poder que tengamos para mantener una conexión, y no nos llame a menos que sea necesario.

Kiyome parpadeó sorprendida.

— ¿En serio te gustaría quedarte en un sitio como ese hasta que yo necesitara de vuestra ayuda?

La criatura mitológica griega asintió con la cabeza. Por su ama no tendría problema alguno en soportar una penuria como esa. La mirada de la noble viajó por cada una de sus criaturas domadas, quienes asentían, mostrando que estaban de acuerdo con su compañera. Era una idea provisional hasta que pudiera obtener un verdadero terreno, o algo mejor que una dimensión de bolsillo. Una suave sonrisa surgió en el rostro de Kiyome, quien negó con la cabeza.

—Está bien. Si eso es lo que deseáis, crearé esa dimensión de bolsillo —La sonrisa desapareció, mostrando un gesto de determinación—. Daré todo de mí para encontrar un terreno o algo semejante para sacaros de esa dimensión.

—Estamos seguros de eso, ama.

XXXXX

Habían pasado muchas semanas desde que Abe Kiyome hubiera sido expulsada de su Clan por no someterse a las normas, reglas y costumbres del mismo. En verdad tuvo que admitir que la vida sin el dinero de su familia era muy dura. Obviamente, y como era de esperarse, el dinero que le dio su padre no dio para tanto tiempo, así que tuvo que buscarse las mañas para vivir dignamente, o al menos no en la pobreza. Tuvo que hacer cosas que jamás pensó que llegara a hacer, pero siempre sin caer en lo más bajo, entiéndase la prostitución. En los trabajos nocturnos hacía uso de sus bestias para aligerar la carga y así obtener alimentos o un techo para dormir. Fueron numerosas las veces que tuvo que dormir al raso, y no era nada agradable, sobre todo cuando el invierno comenzó a arreciar. En dichas ocasiones agradecía haber domado a ciertas bestias que podían darle calor, o al menos el suficiente como para no morir de frío.

También fueron numerosas las veces en las que la idea de volver y humillarse al pedir perdón pasaron por su mente, pero nada más llegaban las desechaba con gran furia. No pensaba hacerlo, jamás, aunque estuviera en las últimas. Prefería morir en la calle como un cualquiera a volver a su antiguo hogar, humillarse ante aquellos desgraciados y vivir una vida miserable, siendo una mujer dócil y obediente con su futuro marido. ¡No, eso nunca! Aquello era lo que le daba fuerzas para continuar subsistiendo, buscando alguna forma de conseguir un terreno para sus bestias y monstruos. Ellos, luego de su propio bienestar, eran su máxima prioridad. Si ella fallecía o algo por el estilo, entonces la vida de sus criaturas estaría en peligro, y tampoco podía permitirlo.

Además, un pequeño beneficio que traía consigo la dimensión de bolsillo era que su capacidad mágica había aumentado un poco, lo suficiente como para depender menos de sus bestias.

El invierno pasó y llegó la primavera junto al calor del día y la temperatura agradable de la noche, por no olvidar los cerezos en flor, una maravilla para la vista. Y con eso, llegó una nueva oportunidad para la domadora de monstruos que era Kiyome Abe, al llegar rumores de criaturas extrañas en una aldea cercana. Determinada a seguir su labor de Domadora, la castaña se encaminó allí, esperando hallar algo que agregar a su colección.

Y obtuvo más de lo que esperaba, aunque no en el buen sentido.

XXXXX

Kiyome se encontraba en lo que aparentaba ser un duelo de miradas con un hombre que aparentaba estar en su misma edad, más alto que ella, de cabellera castaña y un cuerpo entrenado, o eso suponía, pues sus ropas tampoco dejaban comprobarlo del todo. En un principio pensó que sería un asaltante, pero la atmósfera que le envolvía no poseía maldad…, aunque sí cierto toque que un alto lívido. Ninguno parecía cejar en empeño, y hubieran permanecido así largo rato sino fuera porque el hombre del dúo fingió una tos para romper el silencio incómodo y desafiante entre ambos. Recomponiéndose, Kiyome le exigió saber quién era, y si venía por los rumores de aquella criatura.

—Soy Hyoudou, Hyoudou Issei, y efectivamente, vengo por los rumores de la criatura.

—Soy Abe Kiyome, para que lo sepas —Hubo una reacción visible en el hombre enfrente suyo al escuchar su nombre de familia, aunque parecía ser más de molestia que de respeto.

Aunque sea lo había reconocido.

— ¿Y qué hace una miembro de la familia Abe por estos lares? Tenía entendido que sus terrenos están lejos de aquí.

—Nada que sea de tu incumbencia saber —Respondió hoscamente la fémina.

—Aun así, ¿qué hace aquí? Dudo que venga en un viaje de placer, Abe-sama —Inquirió el castaño llamado Issei.

Ante todo Issei era alguien educado. Puede que fuera una mujer con falta de modales hacia gente de menos categoría, pero ante todo educación…, por el momento. Además, los Abe eran famosos y respetados por ser un Clan de Domadores, y eso era bien sabido entre los Cazadores. Respetar a esos tipos así como a los cinco Clanes era algo normal, siempre y cuando no supusieran un problema para el desempeño de su trabajo.

—Estoy aquí para domar a la criatura que acecha éste lago —Dijo Kiyome mientras echaba su larga cabellera a un lado—. Como Domadora de Bestias que soy, es mi deber domar a estas criaturas.

—Abe-sama, esta criatura es la causante de la muerte de cinco niños y la desaparición de tres mujeres —Le recordó Issei frunciendo el ceño—. No es una criatura a la que uno deba domar, sino una que debe ser erradicada.

— ¿Y quién eres tú para decidir eso?

—Soy un Cazador, y como he mencionado, esa criatura ya ha matado, y no solo a una persona, sino a cinco niños, NIÑOS, y quien sabe si a las tres mujeres —El Cazador se cruzó de brazos, encarando a aquella mujer que no parecía entender dónde se estaba metiendo—. ¿Qué sabes de los kappas?

—Pues suelen tirarse flatulencias muy fuertes, mirar a las muchachas a escondidas mientras se desvisten, roban hortalizas en los huertos, raptar a niños o violar a las mujeres. De hecho, una de las comidas favoritas de las kappas son los niños humanos, un manjar al que no se pueden resistir. Las kappas se alimentan de sus víctimas arrancándoles y comiéndose el shirikodama que se trata de una especie de bola que se encuentra dentro del ano, posiblemente referida a la próstata.

—Eso… es más de lo que esperaba de ti. Definitivamente no esperaba a una ojou-sama de clase alta diciendo tales palabras —Kiyome podía decir sin temor a equivocarse que aquel Cazador le llamaba "ojou-sama" en forma burlesca.

—Bien, ahora sabes que no soy una ignorante cualquiera. Ahora, si me hicieras el favor de quitarte a un lado, tengo a una criatura que domar —Demandó la castaña, a lo que el castaño se interpuso —. ¿Y ahora qué?

—No puedo permitir que vaya una ojou-sama sola donde una criatura que ha matado ya a varias personas. Lo mejor para ambos sería que se quedara fuera de peligro.

—Ya soy mayorcita para tomar mis propias decisiones, y aunque te hiciera caso y me quedara aquí, de todas formas iría. No tienes como detenerme.

Issei suspiró fuertemente antes de rendirse.

—Mantente detrás mío en todo momento y no tendremos problemas —Índico, antes de empezar a moverse. Kiyome, una sonrisa de superioridad en el rostro, le siguió pronto. Al cabo de un rato llegaron a las cercanías de un lago, donde tuvieron que andar a gatas para ocultarse en su acercamiento, para que luego Issei se asomara a través del follaje para analizar la situación de las cosas.

—Maldición —Gruñó Issei mientras negaba con la cabeza.

— ¿Qué ocurre?

Kiyome intentó asomarse, pero Issei tiró de su brazo para evitarlo, provocando la molestia de Kiyome, quien parecía que le desagradaba el mero hecho de que aquel vulgar hombre la tocase.

—Ni se te ocurra hacer eso —Le advirtió, ignorando la mirada asesina de Kiyome—. No hay solo un kappa, sino un total de cincuenta. En la aldea que hay a unos cien metros ya hace tiempo que se olvidaron del mundo sobrenatural. Los niños campan a sus anchas, y son numerosos los que allí habitan. Estoy seguro que los raptarán para devorarlos, y quizás rapten también a alguna mujer.

Kiyome midió el peligro para la aldea en cuestión de segundos.

— ¿Y cómo haremos que salgan? En el lago tienen ventaja.

Kiyome quería evitar usar a sus bestias domadas. Normalmente lo hacía, pero no podía admitir su problema ante un Cazador, entiéndase el haber sido expulsada del Clan. Además, estaba un tanto agotada por mantener la unión con su dimensión de bolsillo. Sólo los usaría de ser estrictamente necesario.

Issei se cruzó de brazos, pensativo. No podía esperar a que los kappa decidieran atacar la aldea, pues cuando eso ocurriera todos ellos lo harían desde diversos puntos. Debía ocuparse de todos con un solo golpe. Necesitaba algo que les atrajera para sacarlos y eliminarlos.

—Oye, que te estoy hablando —Casi gritó Kiyome en su oído.

El Hyodo abrió los ojos con molestia, pero entonces cayó en cuenta de algo. Kiyome era hermosa, eso no lo ponía en duda, y gracias a aquel vestido occidental podía notarse lo bien dotada que estaba, sobre todo al estar a cuatro patas. Una luz prendió en su cerebro. El gesto molesto de Kiyome fue sustituido por uno de duda al contemplar la sonrisa para nada inocente de aquel hombre.

—Tengo una idea.

XXXXX

Kiyome se sentía humillada. No, más que humillada. ¡Algún día haría pagar a ese hombre por aquella idea! Puede que fuera una buena idea, ¡pero eso no quería decir que quisiera ser la carnada, y menos aún que tuviera que desnudarse! El Hyodo había prometido no mirar, pero no se fiaba de él. Le había visto mirarle los pechos más de una vez. Aquello era un gran impulso a su ego femenino, pero también le había llevado a aquella situación. Maldecía también haberle dicho todo lo que sabía de los kappas.

—Te mataré si se te ocurre mirar —Advirtió Kiyome mientras se acercaba al lago.

—No tengo nada mejor que hacer —Comentó sarcástico Issei—. Por si se te olvida, debo estar atento a todos los kappas para que no te secuestren y te lleven lejos de mí. Si eso ocurre…, a saber lo que te pasará.

—No me animas.

—Esa es mi intención.

—Imbécil.

Kiyome se metió en el lago hasta que el agua cubrió su cintura, comenzando a lavarse el cuerpo mientras Issei se concentraba.

—Es raro que no se te haya ocurrido que puedo usar a mis bestias —Comentó la mujer al caer en cuenta de aquel pequeño detalle.

—Estamos no muy lejos del pueblo y la gente podría alterarse. Además, el hecho de tener a otras bestias podría alertar a los kappas, los cuales podrían cambiar de plan o huir, y eso sería un fastidio.

—Hum… No está mal pensado para un Cazador. Parece que sí saben usar el cerebro. Ugh, pero estoy segura de que estás deseando asomar la cabeza para verme —Gruñó molesta por la situación—. Es más, estoy segura de que algún cerdo me estará observando. Que idea tan estúpida. Menudo Cazador.

Issei, quien estaba que no aguantaba a esa mujer de alta cuna, decidió no guardarse sus pensamientos.

—Te voy a dejar una cosa clara, Kiyome —La mujer se sobresaltó. El Cazador no sólo no había usado el "-sama", cosa que había estado haciendo hasta entonces, sino que su tono demostraba que tan molesto se encontraba—, preferiría acostarme con una mujer sin pecho ni trasero que ponerte un solo dedo encima.

Aquellas palabras dañaron seriamente el orgullo de Kiyome, quien se vanagloriaba de ser una gran belleza, tanto en su propio país como en el resto del mundo, así que el que aquel hombre le dijese eso era algo que no podía aceptar. Estuvo a punto de gritar muchas obscenidades, pero se calló al sentir varias presencias. Girándose, se encontró con varios pares de ojos que la observaban desde la orilla opuesta.

Quizá demasiados pares de ojos.

—H-hey, Cazador de segunda, c-creo que es tu t-turno… —Al no escuchar respuesta, Kiyome se giró hacia donde se encontraba su "compañero" de caza, solo para hallar que ya no se encontraba allí—. Genial. ¿Por qué confié en que estaría allí ese desgraciado?

Los kappas se acercaban lentamente, el cuerpo de varios ya apareciendo en la orilla opuesta. Kiyome se empezó a retirar lentamente a su propia orilla, pensando en cómo vestirse y huir de allí lo más segura y velozmente posible. No tendría problema en domar a uno o dos de ellos, pero la cantidad de criaturas presente de lejos sobrepasaba el margen de seguridad que ella misma consideraba su límite. Apenas encontró una oportunidad, con la mayoría de los kappas ya en el agua, salió rápidamente de allí y buscó sus ropas. Los kappas aceleraron su ritmo de persecución a su vez. Kiyome logró llegar a la orilla y coger sus ropas, pero antes de poder salir de allí una especie de látigos se enrollaron en sus piernas y cintura.

Los kappas habían creado látigos con algas de aquel lago, tirando de ella. La diferencia de fuerza era mínima, pues Kiyome al principio pudo avanzar hacia tierra firme, pero al ver aquello los kappas se unieron, logrando tirar de ella en dirección al lago. Intentó gritar, pero el agua se le metía en la boca. Entonces la hundieron, pero no para ahogarla. Kiyome intentó llamar a sus bestias, pero recordó entonces que ya no podía, no al menos hasta encontrar un lugar adecuado donde pudieran residir y crear el túnel mágico para llamarlas.

Pero entonces notó como un cuerpo caía en el agua. No pudo vislumbrar mucho por la oscuridad de la noche y por el propio lago, pero sintió como las presencias eran eliminadas, los látigos de algas destruidos y su cuerpo cargado por alguien, un hombre. La esperanza volvió a ella. Con un fuerte impulso aquel que la había salvado salió del lago.

—Mierda, esto se ha descontrolado —Gruñó Issei, pues fue capaz de reconocer su tono de voz—. Lo lamento, pero he tenido que…

Kiyome se quitó el agua del rostro y apartó el pelo de encima de sus ojos, clavando una fiera mirada en aquel hombre. Casi la ahogaban, o peor aún, ¡casi la violan aquellas bestias horribles! Estaba por increpar a Issei, gritarle cosas nada agradables incluso para un ser vulgar como él, pero entonces se fijó en su rostro sonrojado y en sus pupilas dilatadas. Siguió dicha mirada…, la cual terminó en su propio cuerpo desnudo y mojado. Gritando por aquello, Kiyome le dio una sonora y dura bofetada al tiempo que se deshacía de su abrazo, no sin notar en el proceso cierto bulto, el cual provocó su propio sonrojo, fruto de la vergüenza y la ira.

— ¡Pervertido! ¡Cerdo! ¡Depravado! ¡Degenerado!

Corrió hasta detrás de unos árboles, gritando y reclamando al tiempo que se vestía lo más rápido que podía. Issei, por su parte, se quedó completamente quieto, con la cara cruzada, la mejilla con los dedos marcados, su entrepierna orgullosamente erecta y un calentón en el cuerpo. Parpadeó un par de veces, con la imagen de aquel hermoso cuerpo entre sus brazos. Dio media vuelta y se tiró al lago por dos motivos: el primero era para enfriarse y el segundo para eliminar a los kappas que aún había ahí.

El motivo de que hubiera tardado en ir en ayuda de Kiyome era que un pequeño grupo había evitado el lago, intentando entrar al puerto desde otros lugares, lo cual le había obligado a ir a su encuentro y eliminarlos.

Con esa amenaza fuera y tras el… "incidente" con aquella ojou-sama, se concentró en ir eliminando rápida y sistemáticamente a los kappas restantes, haciendo pronta cuenta de ellos mediante sus puños cargados de energía vital, lo que compensaba el hecho de que estuviera bajo el agua. Pese a ser muchos, los kappas no eran tan resistentes como uno podría esperar, permitiéndole encargarse rápidamente de la amenaza. Eso y, bueno, tenía que descargarse con algo pronto.

Kiyome observó oculta en el follaje de la orilla, ya vestida, como el agua con los kappas y el Cazador dentro se mantenían agitadas, ocasionalmente saliendo de las turbias aguas un cadáver sobrenatural por obra y gracia de aquel pervertido degenerado. Pasado un rato, las aguas se calmaron considerablemente, saliendo a los pocos segundos y de un salto aquel castaño con una de las criaturas en su mano. Chorreando agua producto de haber estado bajo el agua, arrojó a su prisionero, aún vivo, a los pies de la castaña.

—Todo tuyo. Haz lo que hayas venido a hacer pronto. Yo ya terminé con lo mío.

A pesar de ello Kiyome le dirigió una mirada asesina. Issei rodó los ojos. No lo había hecho a propósito, pero aquello no parecía convencer a la mujer. Pero bueno, daba un poco igual, ¿no? Después de todo, una vez finalizara el trabajo oficialmente, no volvería a verla nunca más…, o eso esperaba.

Por su parte, Kiyome observó a aquel asqueroso ser semi inconsciente a sus pies. Ya se encontraba vestida, aunque con la ropa húmeda producto de no haberse secado antes de vestirse. Tenía mucha ira que descargar…, y aquel ser que había intentado violarla iba a ser su muñeco de trapo para la ocasión.

Issei prefirió centrarse en las presencias no humanas de la zona, ignorando por completo los gritos de terror y dolor de aquella criatura. Sentía lástima por ella, pues él siempre intentaba eliminar a sus objetivos de forma rápida e indolora, aunque siempre ha habido excepciones. Pero claro, Kiyome era una mujer de fuerte carácter que había sido medio mancillada y ahora necesitaba dejar salir todo aquello que le iba a sacar canas verdes.

La revisión no le llevó mucho tiempo y aún seguía escuchando a aquella pobre criatura, por lo que decidió alejarse hasta donde los gritos no llegaran a sus oídos, que no era precisamente cerca. Suspirando, se echó a descansar algunos minutos en lo que Kiyome "trabajaba" con su pobre víctima.

Así pasaron casi media hora.

Issei tragó saliva cuando vio aparecer a Kiyome. Tenía sangre en sus ropas, sangre del kappa, y su rostro era lúgubre. Podía ocuparse de ella con gran facilidad, sin tener que hacer uso de sus artes marciales u otros poderes, pero una mujer furiosa y que guardara rencor era un peligro que casi ningún hombre podía enfrentar. Se puede intentar huir pero, al final, ella siempre te atrapa.

—V-veo que terminaste con… —Se detuvo al ver que no la acompañaba ninguna criatura—. ¿No ibas a domar a ese kappa?

—Cambié de opinión —Respondió simplemente la castaña.

Issei tragó saliva.

—Y-ya veo…

El silencio se hizo entre ambos. Tras unos segundos, el castaño se irguió y dirigió a la ensangrentada mujer al pueblo cercano, donde buscarían un lugar para pasar la noche.

Ambos fueron a una de las posadas del pueblo, la más lujosa por petición expresa de la mujer. Ya que los aldeanos le habían ofrecido aquello por eliminar a aquellas malvadas criaturas, Kiyome no iba a decir que no. Tras registrarse y anunciar la cantidad aproximada de días que se quedarían allí, apenas un par en el caso de Issei, que se quedaría solo unos días para revisar de forma definitiva los alrededores, ambos fueron a sus respectivas habitaciones a prepararse para la noche.

Issei estaba tranquilamente disfrutando de su comida luego de asearse y cambiarse las ropas a un yukata, sentado sobre una almohada, con una deliciosa cena frente a él. Había también para Kiyome, pero estaba por comerse su parte si continuaba con tan larga espera. Estaba por levantarse para ir en busca de su compañera de trabajo momentáneo cuando la puerta se abrió. Issei quedó completamente paralizado. Kiyome vestía un yukata, pero no era la prenda en sí, sino el cómo lo llevaba puesto. Normalmente las mujeres se tapaban hasta casi el cuello, pero Kiyome lo llevaba bastante abierto, dejando ver un generoso escote, por no hablar de que cuando se sentó frente a él para coger su comida, una de sus piernas quedaba completamente a la vista.

El varón, ante la vista de semejante cuerpo expuesto de forma vulnerable, no pudo sino tragar saliva en lo que controlaba su cuerpo para evitar el sonrojo mientras desviaba la vista. Su compañero de armas estaba despertándose y no deseaba tal cosa.

—P-p-pensé que los yukata se llevaban de forma más conservadora, ojou-sama —Le indicó, cuidándose de no dejar caer su mirada hacia el escote de la castaña.

Le encantaba el cuerpo femenino, los pechos sobre todo, y se había acostado con muchas mujeres, pero nunca con una de noble cuna como aquella mujer. Además, uno podía tener toda la experiencia del mundo y siempre habría situaciones que le pondrían nervioso, y para Issei aquella era una de ellas.

Kiyome dejó de comer, clavando su mirada primero en el hombre frente a ella y luego a su misma. Una sonrisa pícara surgió en sus labios. En occidente era habitual que las mujeres mostraran mucha más carne que en Japón, y sabía que el Hyodo no había salido nunca de su tierra natal, así que debía estar un tanto alterado. Aquella iba a ser su venganza.

— ¿Y? ¿Te gusta lo que ves?

Issei tragó saliva en lo que se intentaba recomponer. Kiyome no le dejaría. Inclinándose ligeramente hacia delante, la castaña le permitió nuevamente una generosa visión de su escote, en lo que cambiaba el orden de sus piernas, tentando al castaño. Para colmo de males, su mini-Issei parecía ser más expresivo que él en cuanto a sus verdaderos pensamientos.

—Tonterías —Negó mientras intentaba ocultar lo más disimuladamente posible a su compañero de armas—. Ya dije que yo prefería acostarme con una mujer sin encanto antes que contigo, y lo mantendré.

Pero Kiyome no era una mujer puritana y sabía reconocer ciertas cosas, y la excitación de un hombre era una de ellas, por lo que su sonrisa se volvió más coqueta.

— ¿Estás seguro de eso, Hy~o~u~do~u-kun~?

El que visiblemente hubiera refrenado una reacción ante sus palabras y acciones no sirvió más que para echarle más leña al fuego. Echó su cuerpo hacia adelante, apoyándose con una mano en la mesa. Aquello provocó que la vestimenta de abriera un poco más, dejando más parte de sus generosos senos a la vista así como parte de su barriga.

Como reacción defensiva Issei se inclinó hacia atrás al tiempo que intentaba disimular su erección, pero Kiyome no cejó en su empeño. Le divertía ver aquella reacción en el hombre frente a ella, y pensaba llegar más lejos. Le iba a hacer que la deseara hasta más no poder, y ahí lo dejaría, con una calentura que derretiría el acero para que fuera a calmarse en soledad.

¡Nadie se metía con ella ni su gran atractivo!

Entonces pasó al punto de ser más agresiva, comenzando a avanzar hacia el varón como si fuera un gato, pasando incluso por encima de la mesa, teniendo cuidado en no tirar la comida o el sake. Issei se sorprendió enormemente ante el actuar de aquella noble. Sabía de sobra que ella estaba tentándole para que se tragara las palabras que le había dicho durante la caza, pero al igual que ella intentaba que se retractara, él no podía hacerlo. Comenzó a retroceder al tiempo que ella avanzaba, pero entonces llegó a chocar con la pared, momento en que la mujer se abalanzó para quedar casi encima suyo.

Issei casi se atragantó, no sabiendo qué hacer. Sin duda Kiyome había conseguido su objetivo, dejarle más caliente que un volcán, y no hacían falta las palabras para que ella así lo supiera. En cualquier otra ocasión Issei habría respondido a aquel ataque, pero aquello terminaría de hundir su orgullo. La sonrisa de la mujer creció aún más al tiempo que ponía en pie, aún con gran parte del yukata abierto, casi al punto de dejar su cuerpo totalmente visible, cosa que no hacía sino mantener al compañero de Issei firme y dispuesto para la batalla, lo cual cabreaba a su dueño.

— ¡Ohohoho! —Se rio la mujer como una verdadera noble, despreciando a aquel hombre de humilde procedencia.

Issei apretó los dientes al tiempo que fruncía el ceño increíblemente molesto. Vale que se la hubiera devuelto por verla desnuda y decir que se acostaría antes con una mujer sin encantos que con ella…, pero se había pasado de la raya. Burlarse de él con esa sonrisa y risa de mujer de cuna de oro había derramado el vaso de su paciencia. Le había excitado mucho, su compañero clamaba por atención y liberación, y ella solo se divertía y vanagloriaba de eso. Había cumplido con su objetivo aunque, en opinión del varón, había sido muy rastrera. Sabía que le había hecho comerse sus palabras, que la deseaba con gran pasión, y aun así había llegado al punto de humillarse de aquella manera tan degradante.

Pero si quería jugar tan sucio…, entonces que apechugara con las consecuencias...

Tres dori-, perdón, un tiempo después...

Ambos, Issei y Kiyome, se encontraban mirando el techo, metidos en el futón, totalmente desnudos, sin saber qué demonios acababa de pasar, con los dos jarrones de sake vacíos y tumbados en el suelo así como sus respectivas tazas. Sin duda ninguno de los dos esperaba un resultado como ese cuando decidieron "vengarse" del otro.

— ¿Cómo hemos llegado a esto…?

—No tengo ni idea…

—…

—…

—…

—…

—…

—… ¿Repetimos?

—...Bueno...

XXXXX

El último día de hospedaje había llegado.

Issei se preparaba para irse, camino a seguir con sus aventuras de Cazador por donde se requirieran sus servicios, cuando fue detenido por Kiyome. Ella llevaba ropas occidentales mucho más conservadoras que anteriormente, y la mirada seria en su rostro hacía que se viera mucho más decente de lo que se había visto hace unas noches atr-

¡Alto, mini-Issei! ¡No es tu momento!

— ¿Adónde irás ahora? —Exigió saber Kiyome.

La verdad es que, desde lo que pasó aquella noche, la conversación entre ambos casi había desaparecido así como su "tiempo juntos". Ambos estaban avergonzados consigo mismos: Kiyome por haberse acostado con un hombre como ese, de baja clase social, un degenerado y sin respeto alguno por las clases sociales, además de un "irrespetuoso" con las mujeres; en cuanto a Issei, no soportaba a las mujeres como ella, en cuanto a personalidad se refería, y le avergonzaba haber dejado que sus más bajos instintos tomaran el control de su cuerpo.

—Seguiré viajando. No porque haya acabado con este grupo de kappas quiere decir que no haya más criaturas peligrosas. Después de todo, el trabajo de un Cazador nunca termina —replicó el castaño, guardando sus pertenencias en su bolso de viaje.

Cuanto antes se alejara de ella, pensaba, mejor para la estabilidad de su cabeza...

¡Y no de esa cabeza!

Comenzó a caminar hacia la salida, feliz de separarse de aquella dichosa mujer, pero de pronto esta comenzó a reírse. Un escalofrío le recorrió la espalda, su columna al completo. Esa risa de niña rica y noble le desquiciaba, pues había aprendido que cuando se reía así…, el resultado no era satisfactorio para él, en cierto sentido.

—Está decidido, ¡iré contigo!

Aquella declaración provocó un nuevo escalofrío en el joven Cazador. Tenía más que claro que jamás en su vida iba a permitir que aquella niñata de alta cuna, aunque fuera un año mayor que él, fuera su compañera de trabajo. Poniendo el gesto más serio y duro que le era posible, Issei giró sobre sí mismo para encarar a Kiyome, quien tenía sus brazos cruzados, sonriendo de forma mordaz.

—Me disculpo, pero debo rechazar tu oferta.

— ¿Y quién ha dicho que es una oferta? —Interrogó Kiyome cruzándose de brazos, realzando a sus gemelas, gesto que no pasó desapercibido para el joven—. Es una decisión mía y punto. No te estoy pidiendo permiso.

Issei chasqueó la lengua, pensando en alguna excusa para que aquella mujer cambiara de idea.

—Tú estás acostumbrada a las altas esferas, a los lujos. Yo casi siempre duermo en el suelo, y a veces ni como durante algunos días. Mi vida es de las más humildes que puedas imaginar.

Esperaba que aquellas palabras surtieran el efecto deseado, pero la sonrisa colmilluda que surgió en el hermoso rostro de la única hija de la familia Abe le hizo entender que no había surtido efecto alguno.

—Buen intento, Hyoudou-san. En serio ha sido un intento maravilloso, pero debes saber algo…, cuando yo tengo un objetivo, nunca, jamás, doy media vuelta. He dicho que me convertiré en tu compañera y eso haré. A partir de ahora seré Abe Kiyome, Domadora de Bestias y una Cazadora. Puedes intentar deshacerte de mí, dejarme atrás, pero no te olvides de quien soy. Además, tengo subordinados que podrán dar contigo en cualquier lugar del mundo, así que no importará si escapas a otro país. Te encontraré aunque vayas al infierno.

Issei solo pudo lamentarse. Puede que fuera una hermosa mujer, una con la que muchos hombres soñarían, pero cuando abría la boca aquella belleza era más que opacada. Pero no podía hacer otra cosa. Kiyome le había dicho que iría con él, y estaba seguro de que le seguiría allí donde fuera. Un rápido cálculo de cuánto saldría un pasaje a Boston con sus exiguos ahorros no hizo más que bajarle aún más los ánimos.

—Maldita sea mi suerte…


erendir: bueno, pues aquí el segundo capítulo. Nos ha llevado tiempo, pero cada uno tiene sus cosas que hacer. Yo, por ejemplo, estoy de prácticas, así que mi tiempo se ha reducido, por no olvidar que ahora me centro en mi crossover UCM - DxD, pero no por ello dejaré mis demás proyectos abandonados. No sé si alguno esperaba a Kiyome, pero es un personaje que creemos que puede tener potencial. Esperemos os guste así como lo que vendrá a continuación.

Nos leemos !

RedSS: Pues bien, las cosas principales ya las dijo erendir. Yo por mi parte he estado ocupado en la uni, pero los otros proyectos avanzan a paso de tortuga. También las cosas se fueron a mal en Chile, así que está eso. Un saludo y espero nos leamos pronto!