High School DxD no nos de nuestra propiedad, pertenecen a sus respectivos autores.

donplay: suponemos que te ha curado el enfado jajaja.

antifanboy: gracias.

Spectrvs: deberías usar el plural, pues somos dos autores, como pone justo abajo y las palabras del final. Alguna hemos pensado usar o mencionar para ciertas cosas. Por supuesto que hay magia, solo hemos eliminado las SG. Monógamo. Un saludo también a ti.

Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.

Hacemos esto por simple diversión, sin ánimo de lucro.

—comentarios normales

—"pensamientos"

—*comunicación por holograma, comunicador, etc.*

— [Ddraig, Albion, etc.]


Os invito a leer mis demás historias, buscadlas en mi perfil

También podéis encontrar las de mi colega RedSS en su perfil


Capítulo 4:

CONSECUENCIAS DE UNA DECISIÓN


Más días pasaron luego de obtener la información del Clan Abe. Ahora que sabían qué tipo de criatura era la que estaban cazando, podían centrarse adecuadamente al saber que estaban buscando. Pero aquella criatura era astuta. Seguía matando gente, devorando corazones e hígados, pero cada vez la tenían más cerca.

La kumiho parecía haberse dado cuenta de que era seguida: el número de víctimas en cada poblado era menor que antes de que iniciaran la persecución, cosa buena en el sentido de que provocaba menos muertes, pero mala en que les era más difícil seguirle el rastro. Aquel juego de gato y ratón les había tomado días enteros y, pese a que poco a poco iban acercándose, el avance era más lento de lo que a cualquier de los dos le hubiera gustado.

En aquel momento de encontraban en otro bosque, avanzando algo apresuradamente a insistencia de Kiyome, transitando desde un pueblo a otro donde habían localizado la última ubicación de la criatura coreana. El camino no era complicado, pero misteriosamente estaba desprovisto de toda vida más allá de las plantas a su alrededor. No fue hasta que entraron a un claro que Kiyome le llamó la atención a su compañero con un:

—Entramos a una barrera —Le advirtió a Issei.

El varón se detuvo de pronto al tiempo que los pelos de la gata se erizaban y un siseo escapaba de su boca. Rápidamente los tres se prepararon para iniciar un posible combate, posibilidades que aumentaban al ver aparecer a cinco personas: dos mujeres y tres hombres. Tres de ellos parecían ser mayores que Issei y Kiyome, mientras que los otros dos jurarían que eran menores.

—Cinco Clanes —Murmuró Kiyome luego de reconocerles.

Issei nunca les había visto cara a cara, pero conocía sus nombres, sus habilidades por familia, así como sus rostros, o al menos breves descripciones que coincidían con lo que él podía contemplar. Kiyome, por su parte, sí que había tenido el placer de encontrarse con ellos en repetidas ocasiones cuando aún era miembro del Clan Abe. De todos ellos, solo Himejima Suzaku, Nakiri Ouryuu y Doumon Genbu tenían su respeto, mientras que los otros dos: Shinra Byakko y Kushihashi Seiryuu no tenían tal placer.

De todos los herederos de los Cinco Clanes, los tres primeros pertenecían a ese grupo con el cual uno podía discutir tranquilamente por muy diferentes que fueran, pero con los otros dos la cosa no era tan sencilla. Shinra era demasiado revoltoso, rebelde, para el gusto de la Abe y Kushihashi demasiado obediente, nunca cuestionaba nada, aunque fuera bastante tolerante en cuanto al resto de miembros de su Clan.

— ¿Enemigos? —Preguntó Issei en un tono lo suficientemente bajo como para que sólo su compañera le escuchase.

—En este momento…, creo que sí —Respondió en el mismo tono—. Si he de ser sincera, no esperaba veros nuevamente —Habló esta vez con un tono de voz normal para que todos pudieran oír.

—No eres la única, Kiyome-san —Dijo un tipo con la cabeza afeitada, el heredero del Clan Shinra, Byakko—. Si he de ser sincero, no me sorprende que te hayan echado de tu Clan, pero lo de volverte una Cazadora… —El hombre se cruzó de brazos, negando con la cabeza—. Eso es caer muy bajo, incluso para ti.

—No es como si me importase tu opinión, Byakko-kun.

—Ouch. Como siempre, tienes una lengua rápida y venenosa.

—Para idiotas como tú, es necesario. Pero bueno, ¿vamos a andarnos con rodeos o iremos directamente al grano? Dentro de unas horas se hará de noche y prefiero encontrar un buen sitio para dormir.

—A pesar de que me encantaría tener una agradable charla contigo, creo que es mejor ir al grano —Habló una belleza morena, la heredera del Clan Himejima, Suzaku.

Kiyome asintió, aún alerta. En verdad le encantaría tener una charla como las tantas que había tenido antaño con tres de los herederos de los Cinco Clanes, pero la situación no dejaba que un momento tranquilo y agradable como ese se pudiera llevar a cabo.

—Sabemos que vuestra organización os dio una misión, una que, curiosamente, nuestros Clanes también llevan a cabo —Habló un tipo apuesto con gafas, el heredero del Clan Kushihashi, Seiryuu—. Pero vosotros habéis desobedecido. No solo no habéis acabado con la asesina, sino que incluso la protegéis. Ese es un crimen muy gordo.

—No es la asesina —Replicó Issei con cierto tono molesto.

—Ohhh. ¿Y con qué argumento defiendes tus palabras? —Interrogó retador Byakko.

—Hemos investigado los crímenes, así como los cuerpos y el actuar de los nekomatas. Ella no es la culpable —Explicó señalando a la youkai, la cual se mantenía atenta y preparada entre ambos Cazadores.

—Eso es cierto. Hemos logrado averiguar que la criatura tras estos crímenes no es más que una venida de nuestra vecina Corea.

— ¿Una criatura extranjera? —Cuestionó Byakko, burlón—. Eso es imposible. Todos los puertos son vigilados para no permitir la entrada de un no humano extranjero. No podemos hacer nada con los extranjeros porque así lo ha dispuesto el gobierno, pero sobrenaturales… ¡Ja, imposible!

—Sí que lo es. ¿Acaso la inteligencia ha salido de tu minúsculo cerebro por la falta de pelo? —Bufó molesta Kiyome—. La criatura es una kumiho, una especie hermanada con los kitsunes, pero muy diferentes a estos. Vamos tras esa criatura. Por ese motivo protegemos a esta nekomata. Hemos vivido mucho tiempo juntos y mi compañero pondría la mano en el fuego por su inocencia.

— ¡¿Y tú no?! —Preguntó Issei un tanto impactado.

—A ver, si pones tú la mano, ¿por qué ponerla yo? La mía es más bonita, más elegante.

—… Para qué digo nada…

La heredera del Clan Himejima entrecerró los ojos, llevándose la mano a la barbilla. Ella nunca desconfiaría de las palabras de Kiyome. Puede que no formara parte del Clan desde hacía dos años, pero dudaba que aquello le hubiera nublado el juicio. Seguía siendo una gran Domadora que no se dejaría engañar. Puede que tuvieran razón, en cuyo caso deberían seguir sus pasos e investigar todo lo posible los asesinatos. El robar era otro asunto menos importante.

—De acuerdo. Te creo.

—Himejima —Advirtió Seiryuu—. Ni se te ocurra. Nos han mandado ejecutar a esa nekomata y, en caso de resistirse, a aquellos que la protegen. Deja a un lado tu amistad con ella. No dejaremos que sigan adelante.

—P-pero… ¿Y si es verdad que esa youkai no ha hecho nada? ¿Qué pasa si no es responsable? —Cuestionó una mujer de larga cabellera plateada, la heredera del Clan Doumon, Genbu—. Estaríamos matando a alguien inocente.

—Órdenes son órdenes.

—Himejima-sama, ¿estás segura? —Preguntó un hombre cercano a los treinta años educadamente, el heredero del Clan Ouryuu, Nakiri.

—A pesar de no pertenecer al Clan Abe, confío plenamente en el juicio de Kiyome-san. Por eso mismo yo no haré nada que vaya en contra de la nekomata o de aquellos que la protejan.

— ¿Vas a ir contra las órdenes de tu líder? —Interrogó Seiryuu con tono serio, a lo cual la Himejima asintió—. Sea pues. Supongo que recibirás tu castigo por tu desobediencia.

—En ese caso yo también me abstendré de hacerles algo —Dijo con autoridad Nakiri mientras Genbu asentía, dando a entender que tampoco actuaría contra los Cazadores o la youkai.

Kiyome sonrió a su vieja amiga, quien le devolvió la sonrisa, pero al mismo tiempo supo que, a pesar de decidir no hacer nada en su contra, eso no decía que fuera a ayudarla en la pelea que tendría contra los herederos de los Clanes Shinra y Kushihashi.

—Pse. Qué futuro tan oscuro tendrán vuestras familias —Bufó Byakko con cierto desdén mientras avanzaba hacia el trío, recordando que a los actuales les quedaba muy poco tiempo, un año o dos a lo mucho—. Os doy a elegir: o lo ponéis fácil o lo haremos fácil.

Ambos herederos dejaron salir su poder en un intento de intimidación. Eran los más fuertes de sus respectivos Clanes, aquellos que habían sido elegidos por las Bestias Sagradas para ser los receptáculos de su poder, y para cualquier otro aquello hubiera bastado para destruir su moral, pero no para los dos Cazadores y la youkai. Puede que en poder puro Kiyome no estuviera a la altura, pero como antigua heredera del Clan Abe, un nivel de poder como ese no le intimidaría. Además, ella tenía sus propias cartas. Issei, por su parte, ya se había enfrentado a seres sobrenaturales con poderes similares a los de los dos herederos, nada nuevo. En cuanto a la gata, poseía un gran poder y no era la primera vez que enfrentaba rivales como aquellos.

La intimidación resultaba una absurdez contra ellos tres.

Es más, los tres respondieron a aquella provocación de la misma manera. Issei envolvió su cuerpo en Senjutsu y Touki, la youkai se transformó en su forma semi humana, invocando Senjutsu en una mano y Youjutsu en la otra, y Kiyome invocó a sus bestias más poderosas para aquel encuentro, una mezcla perfecta de ataque, defensa y apoyo.

—Esto va a ser divertido —Sonrió Byakko mientras usaba su simbiosis espiritual para fusionarse con su Bestia Sagrada, adoptando una forma de tigre humanoide.

Seiryuu, por su parte, extendía sus brazos, invocando en uno viento y en el otro electricidad.

—El tigre gigante tiene su fortaleza en una resistencia sin igual y un gran portento físico. El gafitas es un gran mago, sobre todo con el viento, rayos y elementos de la madera —Explicó Kiyome a su compañero y la youkai.

Byakko se lanzó contra el trío, pero los tres lo evitaron saltando, tomando distancia. Seiryuu intentó golpearles con una poderosa corriente de aire, pero Issei chocó sus manos cubiertas de Touki, dispersando el aire. La youkai usó su Youjutsu para crear arenas movedizas en el lugar donde cayó Byakko, el cual comenzó a hundirse con rapidez, pero no pareció inmutarse. El heredero rugió de forma bestial, destruyendo aquel hechizo con gran facilidad. Un par de criaturas invocadas por Kiyome comenzaron a atacar a distancia a Byakko, evitando así que pudiera moverse, momento que aprovechó la gata para invocar raíces, las cuales se enrollaron en el cuerpo del tigre humanoide para sellar sus movimientos, lanzando después un par de hechizos de ataque.

Los impactos fueron directos, pero, para molestia de ambas féminas, Byakko no tenía heridas visibles. Mientras tanto, Issei mantenía un combate a media distancia con Seiryuu. El heredero mantenía a raya al Hyoudou usando sus hechizos, pero el Cazador demostraba ser muy hábil al predecir sus movimientos y poder esquivar, así como contraatacar algunas veces. Pero, para desgracia del Hyoudou, Seiryuu también demostraba grandes capacidades de combate al bloquear sus ataques, tanto de Touki como los relacionados con el Senjutsu. La pelea estaba muy igualada.

El principal problema es que no estaban enfrentando adecuadamente a los herederos. Debían enfrentarlos de otra manera. Pero claro, los mismos ya se habían dado cuenta de que estaban en desventaja, y no pensaban dejar que cambiaran los puestos. Como lo estaban haciendo en aquel momento la victoria estaba asegurada para ambos.

—Esto no está nada bien —Gruñó Kiyome—. Gata, tenemos que encontrar algún modo de intercambiar puestos con Issei —Le murmuró a la nekomata cuando estuvo a la distancia suficiente como para que Byakko no la escuchase, lo cual era difícil pues el heredero no dejaba de atacar y tenía un gran oído en su forma híbrida.

La nekoshou asintió de vuelta en un gesto que casi pasó desapercibido para la Domadora. Pero como era normal en aquel combate, Byakko no tardó en poner distancia entre ambas, atacando a Kiyome, quien era la que peor defensa tenía, aunque sus criaturas no tanto ya que siempre lograban poner distancia entre el heredero y la Cazadora.

— ¡Menos cháchara y más pelear! —Exclamó Byakko mientras golpeaba con gran fuerza una de las criaturas de Kiyome.

La youkai creó una niebla, pero, para sorpresa de ambas féminas, el tigre humanoide chocó sus palmas con tanta fuerza que creó ondas de aire que la disiparon por completo.

—Mucho músculo y poco cerebro —Siseó la Domadora mientras invocaba una nueva criatura.

La nekomata gruño afirmativamente. Por su parte, Issei lo tenía demasiado difícil. Aquel mago no le dejaba acercarse y no era muy diestro a la hora de usar el Senjutsu a distancia como hacía la nekomata. Era su punto débil. Si su maestro le viera seguramente le haría pasar nuevamente por aquella infernal experiencia que llamaba entrenamiento. A la hora de contrarrestar los hechizos del elemento madera y derivados no tenía problemas, pero el viento y la electricidad eran otro cantar. Sus enemigos, por su parte, parecieron darse cuenta de que tenían la ventaja contra sus respectivos oponentes, y presionaban fuertemente para evitar que cambiaran de objetivos.

No por nada eran los futuros líderes de los Cinco Clanes.

—Necesitamos despistarles, aunque sean tres segundos —Le indicó nuevamente Kiyome a la nekomata—. ¿Se te ocurre algo?

—La niebla no funcionará, y lo mismo con cualquier otra variante.

— ¿Qué tan rápido puedes hacer crecer las plantas?

—… Bastante.

—Pues cuando te indique lo haces. Tienen que ser lo suficientemente grandes o espesas como para dar tiempo suficiente para hacer el cambiazo.

La youkai asintió y la Domadora observó a su compañero.

— ¡Ise-kun!

Apenas de reojo, Issei logró ver a su compañera, quien le hizo un gesto con los dedos. Sabía lo que estaba diciendo aún sin usar palabras. El tiempo que habían pasado cazando juntos les había ayudado a desarrollar un lenguaje de signos entre ambos, algo distinto a las señas que la organización solía tener. Ahora el problema era lograr encontrar el momento oportuno para hacer ese cambio.

— ¡Ahora!

Las bestias de Kiyome lograron poner distancia entre ambas féminas y el heredero, momento que la youkai aprovechó para crear una barrera de robustos árboles y una espesa y alta hierba. Mientras tanto las criaturas atacaban directamente a Seiryuu. Fueron apenas tres segundos, pero tiempo suficiente como para que Byakko destruyera aquella barrera y fuera directamente hacia la desprotegida Domadora.

Kiyome pudo evadir a duras penas el puñetazo del tigre humanoide, cambiado de puestos con Issei, quien atacó con su mano recubierta de Touki. Ahora la pelea era Issei contra Byakko y la nekoshou contra Seiryuu, con la Domadora ayudando a ambos cuando era menester.

El puño descendente de Issei logró impactar con la cabeza del tigre. El golpe fue tal que la cabeza del bípedo golpeó con mucha fuerza el suelo, creando un pequeño cráter. Hyoudou no esperó, sino que siguió atacando mientras el heredero recibía los golpes. No sabía si su primer puñetazo directo le había dejado atolondrado o simplemente se estaba dejando golpear, pero en verdad daba igual. Usó tanto Touki como ki para golpear zonas importantes del cuerpo. Con aquellos golpes no le mataría, pero podría dejarle incapacitado durante un tiempo.

Una certera patada en el estómago puso distancia entre ambos. Issei respiraba un tanto agitado, intentando recuperar el aliento luego de tantos golpes seguidos. Observó detenidamente el cuerpo del tigre humanoide. Sangraba un poco por la boca, pero no tenía heridas externas provocadas por él. Las suyas eran internas. Con la mirada de la energía vital pudo observar que los daños internos eran considerables y sus conductos de ki estaban alterados, pero aún con semejante estado, el heredero se puso en pie, luciendo un brillo asesino en sus ojos.

—Ahora me has cabreado, Cazador. Te voy a devolver todos tus golpes multiplicados por mil —Siseó mientras se limpiaba la sangre de la boca.

Issei no bajó su guardia en ningún momento, y observó con gran atención cómo Byakko se lanzaba al ataque. A pesar de la gran ira que sentía, su ataque no era alocado. Después de todo, estaba luchando contra el futuro líder de uno de los Cinco Clanes. Sus golpes eran rápidos y precisos, sin duda mostrando los frutos de un gran entrenamiento y experiencia en combate. Además de eso, la furia que sentía el heredero le otorgaba más fuerza a sus ataques, poniendo en aprietos al Cazador.

—Si yo lo estoy pasando tan mal… —Gruñó Issei mientras usaba Touki para bloquear una patada de Byakko.

— ¿Esto es todo lo que puede hacer un Cazador? Decepcionante. ¡Tráeme a la élite, que me entretenga un poco!

Issei siguió golpeando y bloqueando, sabiendo que era imposible que le derrotara en una pelea a puñetazo limpio, en resistencia. Debía mermar sus conductos de ki, la única manera que tenía de ganar. Mientras tanto la batalla entre Seiryuu y la youkai era un tanto más pareja. El Youjutsu y Senjutsu de la morena le permitía tener un combate mano a mano contra el heredero. Además, el plus que le daba Kiyome era bien recibido.

— ¡Agh!

El Hyoudou salió volando por un poderoso puñetazo de Byakko, quien se lanzó para rematarlo, pero un enorme minotauro se puso en medio al tiempo que una jorogumo, una youkai mujer araña japonesa, envolvía rápidamente su cuerpo con su telaraña.

—Hump. Inútil —Sonrió arrogante Byakko mientras usaba su monstruosa fuerza para romper las telarañas para sorpresa de la jorogumo.

Issei se recuperó con dificultad mientras observaba al heredero apalizar a las dos criaturas de Kiyome mientras, a distancia, Seiryuu y la nekomata mantenían un equilibrado duelo entre Magia y Youjutsu.

No había modo de que él derrotase a Byakko, demasiada diferencia de poder y experiencia. Debía incapacitarlo, y sólo podía hacerlo de una manera, solo que tenía que ser más brusco. Solo esperaba no matarlo, o las cosas se iban a poner peor.

Juntó sus manos, concentrando su energía vital, el Senjutsu, para ser más brusco, más mortal, pero sin dicha intención. Sólo tendría una oportunidad. Inspiró profundamente y luego envolvió sus pies en Touki, lanzándose contra Byakko. Debido a que estaba siendo distraído, pudo realizar una finta para ponerse frente a él. Golpeó su pecho con las palmas de las manos y una extraña onda se extendió por el cuerpo del heredero.

—Ugh…

Byakko apretó los dientes, sorprendido y dolorido por aquel ataque sorpresivo, pero respondió, contraatacó, con toda su fuerza, mandando a volar al Cazador. Intentó dar un paso adelante, pero entonces notó algo extraño y cayó al suelo, totalmente inmóvil. No se veía heridas de gravedad, pero se quejaba como si le hubieran atravesado dagas por todo su cuerpo. Pero claro, lo que no sabían, o por lo menos sólo podían intuir, era que las heridas internas eran de gravedad. Issei era justo lo contrario. Su cuerpo había sido el saco de boxeo de Byakko y por tanto estaba lleno de moratones e hinchazón, por no olvidar la sangre que manaba de sus heridas. Pero, al contrario que el heredero, el Cazador se mantenía en pie luego de recuperarse, aunque fuera con una rodilla apoyada en el suelo. Por otra parte, Seiryuu tenía las manos alzadas. No había sufrido heridas físicas, pero se había visto superado por el poder de ambas mujeres y su gran coordinación a la hora de enfrentarle. La youkai había sido el principal problema, sin ofender al gran esfuerzo de la Cazadora.

—El combate ha finalizado —Anunció Suzaku mientras Nakiri ayudaba a Byakko a incorporarse, teniendo que aguantar todo su peso—. Podéis seguir adelante.

Ninguno de los tres dijo nada ni hizo movimiento alguno. Byakko intentaba decir algo, pero no podía. Ni siquiera podía hablar, solo hacer sonidos nada agradables al oído.

—Admito mi derrota, aunque no he de avergonzarme ya que habéis sido unas magníficas rivales. Ahhh, estoy seguro de que no estarán nada contentos conmigo —Dijo educadamente Seiryuu mientras hacía una leve inclinación.

Los cinco herederos procedieron a marcharse, dejando a los Cazadores solos, atendiendo al más herido de los tres.

XXXXX

—Esos malditos hijos de puta —Siseó Issei mientras se incorporaba lentamente, con su cuerpo aún dolorido.

Hacía tres días del enfrentamiento contra los herederos de los Cinco Clanes, tres días en los cuales habían perdido la pista de la kumiho debido a las heridas sufridas. Los Cinco Clanes, a pesar de la defensa de tres de los herederos, les habían declarado la guerra a los dos Cazadores por evitar la ejecución de la supuesta asesina y enfrentar a sus enviados, aunque fuera en legítima defensa propia. Las graves heridas que sufrieron los tres durante el enfrentamiento les había retrasado más de lo esperado. Aun utilizando la energía vital para sanar mejor y más rápido las heridas, estas habían sido provocadas por dos de los herederos de los Cinco Clanes, así que las heridas no se curarían con sencillez ni siendo ellos humanos.

Pero si ya de por sí la situación era pésima, ahora la cosa estaba mucho peor. La organización había declarado la búsqueda y captura de ambos, así como la eliminación de la nekomata que protegían luego de la queja de los Cinco Clanes. Estaba claro que, en caso de resistirse si se enfrentaban a alguno de sus compañeros, serían eliminados por romper las reglas.

—Esto no podía irnos peor. Somos buscados por los Cinco Clanes y la organización. ¡Qué maravilla! —Declaró Kiyome con rabia—. Al final salvar a esta gata nos va a costar la vida.

—Pues si muero lo haré con la conciencia tranquila —Dijo Issei con un bufido—. Pero está más que claro que no deseo ir al mundo del más allá por el momento.

— ¿Y qué sugieres que hagamos? Ya todos saben quiénes somos. Mientras seguidos dando caza a la kumiho, otros irán tras nosotros. Los dos ahora no somos solo los cazadores, sino que también somos la presa. La cuestión es, ¿quién cazará a quién primero?

—Necesitamos dar con la kumiho y llevarla ante el representante del país. Sólo así limpiarán nuestros nombres.

—El problema es dar con esa maldita criatura. ¡Arg! ¡Por culpa de esos ineptos ahora es imposible!

El Cazador sabía que el insulto no iba dirigido hacia los herederos, por lo menos no todos ellos, sino por los actuales líderes de los Cinco Clanes. Issei no respondió a las palabras de su compañera. Se encontraba pensativo. Kiyome tenía toda la razón. Habían perdido la pista de su presa. ¿Cómo hallarla antes de que les encuentren? No deseaba volver a tener enfrentamiento alguno con los Clanes, y menos aún encontrarse con la organización. Tenían que hallar un modo de encontrar y atrapar a la kumiho antes de que se acabase el tiempo.

Su línea de pensamiento se vio interrumpida por un sonido. Mirando hacia arriba, se encontró un pájaro rojo sobrevolando su temporal campamento. Le pareció extraño, hasta que notó la expresión en el rostro de Kiyome.

—El pájaro bermellón —Murmuró la Domadora, sus ojos fijos en la criatura—. Para poder haberse acercado sin que lo notáramos hasta que habló… Esa Suzaku-san —Murmuró sonriente.

Issei la miró impactado. ¿Ya los habían encontrado? No había pasado prácticamente nada desde su enfrentamiento, ¿y ya iban a combatir de nuevo? Gruñendo, se puso de pie en lo que se disponía a preparar sus energías para un enfrentamiento…, hasta que lo detuvo una mano de Kiyome sobre su hombro.

—No está aquí para combatirnos —Le explicó, una mirada aprensiva en su rostro.

Issei la miró extrañado, observando luego al ave descender hasta que llegó frente a ellos. Estando frente a frente por fin pudo notar que era, efectivamente, un ser sobrenatural. Se trataba de un pájaro rojo que se asemejaba a un faisán con un plumaje de cinco colores, pero lo más sorprendente es que estaba perpetuamente cubierto de llamas. Pero no sabía que esperar, por lo que dejó que Kiyome manejara todo el asunto…, y mejor se sentaba de nuevo. Sus heridas todavía le dolían, después de todo.

El tiempo pasó y cada segundo le parecía más extraño. La youkai se acurrucó en su regazo, por lo que procedió a acariciarla mientras observaba al pájaro graznar y a Kiyome preguntarle como si se tratase de una persona que entendiera el japonés. Aquello era muy extraño, aun a pesar de haber visto tanto en sus años como Cazador. Al final aquella hermosa ave se elevó en el claro cielo, desapareciendo en una pequeña llamarada.

—Ya tenemos su localización —Dijo Kiyome llamando la atención del Cazador y la youkai—. Y está más cerca de lo que esperábamos. ¡Venga, vamos! ¡Podemos darle alcance en menos de un día!

Kiyome se levantó de un brinco, invocando a una de sus bestias, un dullahan, el cual la subió al caballo para luego salir galopando en dirección a donde supuestamente estaba la kumiho. Issei y la gata se quedaron mirando, pero lentamente el varón se puso en pie, manteniendo a la gata agarrada para después invocar su Touki y salir tras su compañera.

—Debo decir que ha sido impresionante —Le dijo el Cazador a la youkai—. En menos de tres días han logrado dar con la kumiho cuando nosotros hemos necesitado mucho más tiempo para intentar dar con ella. Esto demuestra el alcance del brazo de los Cinco Clanes. Sin duda es sorprendente.

La gata no dijo nada, pero coincidía. Pero ahora no era momento de sorprenderse por las capacidades de los Cinco Clanes… Era hora de terminar aquella fatigosa caza.

XXXXX

El lugar donde se encontraba la kumiho estaba bastante cerca de donde habían descansado los Cazadores y la youkai por última vez. Las afueras de un pequeño poblado, el cual estaba a punto de ser el lugar escogido para ser la escena de un nuevo crimen. La kumiho tenía la costumbre de atacar de noche, cuando todos dormían, y aquella vez no sería la excepción aun cuando había luna llena. Era un ser de costumbres y odiaba más que todo que alguien intentara arruinarlo, como estaba a punto de pasar.

El trío apareció justo en la zona de cultivos donde estaba la criatura coreana esperando paciente a que los habitantes de aquella aldea durmieran de forma tranquila. A pesar de su aspecto, ninguno de los tres osó subestimar a aquel malévolo ser, a pesar de su apariencia de zorro blanco con una cola. Por muy débil que aparentaba ser aquel ser, no era débil en absoluto. Incluso los pocos humanos que supieran sobre las capacidades de los kitsunes en referencia a sus colas sabía que una criatura como esa podía ser extremadamente peligrosa.

—No es necesario que os escondáis. Vuestro olor os delata —Dijo la kumiho sin dirigirles la mirada, la cual estaba fija en aquel poblado.

—Que nos haya descubierto por el olor… Como que me hace sentir mal… —Murmuró Issei mientras se acercaba con cuidado a la criatura.

—Seguro que es porque apestas. ¿Hace cuánto no te lavas?

—El mismo tiempo que tú.

—Dejad de discutir —Murmuró la nekomata mientras se transformaba a su forma semi humana.

—Hum. Tú debes de ser a quienes han echado la culpa de mis crímenes, ¿no es así? —Ahora sí, la kumiho desvió su mirada hacia la youkai—. Bueno, es tu culpa por ser una criminal. El brazo de los demonios es muy largo, más de lo que podéis llegar a pensar.

—Y te estoy muy agradecida por ello. Es más, me parece que debo devolverte el favor.

—Ohhh. ¿En serio? Pues ven entonces a devolverlo.

Unas leves llamas surgieron bajo la kumiho, envolviéndola como si fueran látigos. Los dos Cazadores y la nekoshou respondieron de la misma manera. El encuentro estaba a punto de comenzar, pero, ¿quién atacaría primero? Al contrario que la nekomata, la kumiho no cambió su apariencia en ningún momento. No le hacía falta para pelear contra aquellos dos Cazadores y la youkai. La nekomata usó su capacidad de manipulación del espacio para erigir una barrera que les mantendría atrapados, de modo que el combate no afectase a las gentes de la aldea.

Las criaturas de Kiyome fueron las primeras en atacar. Un centauro lanzó sus flechas en dirección a la kumiho mientras un dullahan se lanzaba en su caballo. Con una facilidad asombrosa la criatura malévola esquivó las flechas, así como un par de kashas, unas ruedas de llamas blancas, lanzados por la nekomata. La criatura respondió abriendo su boca y exhalando fuego como si de un dragón se tratase, por lo que tuvieron que saltar para evitar ser chamuscados.

Issei cubrió sus manos de Senjutsu, saltando hacia la kumiho para intentar un golpe certero, o al menos tocar su cuerpo, pero aquella criatura ya conocía aquel poder y que tan peligroso podía ser, por lo que no dejó que le pusiera un dedo encima. Para sorpresa del humano, una poderosa descarga eléctrica surgió de la kumiho, dándole de lleno. Aquel ataque sorprendió enormemente a la Domadora, quien decidió convocar más criaturas que tuvieran la capacidad de atacar a distancia mientras la youkai usaba su Youjutsu para poner distancia entre Issei y la kumiho.

—Ugh… No me esperaba algo como eso… ¿No se supone que sólo sabían usar fuego? —Preguntó el hombre mientras se ponía en pie, dolorido por aquel ataque no mortal.

—Es una kumiho que habrá vivido siglos, o puede que milenios. Ha superado las capacidades de los suyos —Explicó la nekomata mientras invocaba un nuevo hechizo.

—Pues vamos apañados… Si me acerco puede usar cualquier tipo de ataque y no me daría tiempo a reaccionar.

—Pues usa el Touki, no queda otra. Es lo único que te puede permitir mantener un combate de corta distancia.

—Eso parece. Sigamos entonces.

Un aura dorada envolvió al varón, el cual volvió a lanzarse contra la kumiho, quien no se sorprendió por tan repentino aumento en las capacidades físicas de aquel hombre. Los tres intentaron coordinarse para enfrentar aquel enemigo. Durante el enfrentamiento contra los dos herederos la nekoshou había contemplado el estilo de lucha de ambos, había comprobado de primera mano cómo se compenetraban, y no había necesitado más para saber cómo luchar a su lado para no estorbar: Abe a media y larga distancia, Hyoudou a corta distancia.

A pesar de aquella idea, nada parecía afectar a la criatura coreana. Sus poderes eran demasiado variados y su capacidad era casi divina. Bloqueaba o evadía de una manera que parecía ser demasiado antinatural. Aquella era la diferencia entre un ser que había alcanzado la cúspide de su poder a través de los siglos y su alimentación a base de humanos, lo cual aumentaba su poder. Los tres eran también poderosos, pero lejos estaban de alcanzar a un ser de tal categoría, y se lo hizo ver a base de sufrimiento.

Ninguno de los tres se libró de las acometidas de la kumiho. Era lista, muy astuta, y no le importaba jugar sucio. Lo había hecho toda su vida y en aquella lucha no iba a ser distinto. La sangre salpicó la tierra, la cual se iba calcinando y destruyendo conforme el combate avanzaba. Las plantas de alrededor murieron irremediablemente ya fuera por culpa de un bando u otro, pero aquello no importaba en absoluto, pues solo había un objetivo: eliminar al otro.

Pero como se ha mencionado, el poder de aquella criatura del mal era demasiado superior a unos jóvenes que seguían progresando y aprendiendo, lejos aún de la cúspide de sus respectivos poderes. La única que parecía poseer talento era la youkai, pero ni siquiera ella poseía el nivel suficiente como para suponer un reto. Al final, luego de unos largos minutos, ambos Cazadores yacían en el suelo, llenos de heridas no mortales, pero lo suficientemente graves como para incapacitarlos. La kumiho no quería matarlos, o al menos no por el momento. Otra idea tenía en mente para ambos. En cuanto a la nekomata, ella estaba en mejores condiciones, pero tampoco demasiado. Era la única que se mantenía en pie.

—Deliciosos~. Oléis deliciosos~ —Canturreó la kumiho mientras se transformaba, revelando a una hermosa mujer de larga cabellera blanca que, a diferencia de la nekomata, poseía orejas de zorro, nueve colas y unas extrañas marcas en sus mejillas que les recordaba a bigotes—. Me habéis entretenido, y como pago os dejaré ver esta forma. Hermosa, ¿verdad? Nadie puede resistirse.

La nekoshou siseó, entendiendo que su poder era la cúspide de los suyos, un poder sólo por debajo del que poseían los dioses. Nunca habían tenido oportunidades de ganar. Ninguno de ellos poseía el poder o las habilidades para poder derrotar a alguien como ella.

Observó a ambos Cazadores. Eran fuertes y en condiciones normales hubieran dado más batalla, pero, al igual que ella, estaban agotados y heridos por el enfrentamiento contra los dos herederos. Ellos ya no tenían más fuerzas para detener a esa asesina sedienta de sangre…, pero ella sí. Ante la asombrada y agotada mirada de ambos humanos, el número de colas de la belleza morena aumentó, aunque debido a su agotamiento no sabían cuántas eran, pero podían asegurar que no eran nueve, el máximo número de un nekomata, así como de kitsunes y kumihos, y la mayoría de criaturas mitológicas con colas.

—Ohhh. Vaya, vaya, vaya. Pero mira lo que tenía escondido la gatita~ —Sonrió contenta la kumiho—. ¿Por qué no has usado ese poder antes? Tus amigos no hubieran sufrido tanto. Tsk, tsk, tsk. Muy, muy mal, niña. Voy a tener que darte una lección, ¿no te parece?

La kumiho extendió sus brazos y la Magia brotó en sus manos: agua en la izquierda y electricidad en la derecha mientras por su boca salían lenguas de fuego. Pero la nekomata no se amilanó, sino que respondió cubriendo de Touki su cuerpo y sus manos de fuego purificador. Apretando los dientes por la absurda diferencia de poder, la youkai se lanzó hacia la kumiho mientras lanzaba ruedas de fuego purificador. La albina respondió lanzando un poderoso rayo, creando después un torbellino de agua con la intención de atrapar a la morena, pero no funcionó.

La youkai realizó una finta, haciendo crecer un arbusto espinoso, pero éste fue calcinado por el ardiente aliento de fuego exhalado por la coreana. Con la distancia acortada, la nekomata intentó golpearla en un punto vital, el corazón, pero una extraña niebla envolvió a la sonriente kumiho. Tuvo que apartarse al observar que esa niebla derretía incluso la tierra misma.

Ese momento fue aprovechado por la kumiho para lanzar varios ataques mágicos, esferas explosivas. La morena tuvo que evadir sin descanso todas aquellas esferas, sin darle tiempo a contraatacar, teniendo especial cuidado de no acercarse a la zona donde estaban los dos Cazadores, pues podrían salir heridos o peor aún, morir, si esas esferas les alcanzaban en aquel lamentable estado. Y obviamente no podía dejarse golpear.

—Bien, bien. Eres muy ágil. Espero que eso no sea todo —Volvió a canturrear la albina sin dejar de enviar aquellas esferas con un simple gesto de su dedo índice.

Lo que no pareció percibir fue como el aire comenzaba a enturbiarse a sus pies ahora que aquella niebla corrosiva no estaba. Fue tarde cuando se dio cuenta de que algo pasaba. Bajó su mirada a sus pies y sus ojos se abrieron como platos. Lo siguiente que se escuchó fue una poderosa explosión. Cuando el humo se disipó se pudo ver que la kumiho no había salido indemne, sino que había sufrido heridas por aquella explosión. Lo siguiente que pasó fue que recibió un poderoso golpe en la boca del estómago, siendo seguido por una serie de puñetazos, ganchos y patadas por todo su cuerpo, incluyendo la cabeza. Tan seguidos eran que no tenía tiempo a reaccionar.

Al final aquel ataque consecutivo terminó con otra explosión, esta vez de ki, que la envió a chocarse con la barrera espacial de la nekoshou. Ésta observaba a la albina caída mientras su respiración se aceleraba cada vez más. No estaba acostumbrada a usar tal nivel de poder, a dejarlo libre, sobre todo porque tenía la desventaja de que absorbía la maldad y malicia que fluía en el mundo. A pesar de haber controlado de forma magistral el Senjutsu, en aquel estado volvía a como era de niña, sin filtro, y por eso odiaba desplegar todo su poder.

—Eso…, me ha dolido…, mucho…

La morena apretó los dientes mientras observaba a la albina levantarse. Sus ropas estaban desgarradas, al igual que las suyas propias, y la sangre manaba de sus heridas, así como su nariz y boca. Sus ojos la miraban con gran odio y su cuerpo temblaba, temblaba por el miedo. Hasta ahora esa kumiho había ido suave, a pesar de ser una sádica. Se había burlado, había humillado a los dos Cazadores y a ella, pero ahora no iba a jugar, o al menos eso parecía.

—Creo que me vuelve a tocar.

Lo siguiente que pasó fue que, de alguna manera, la nekomata se vio inmovilizada para justo después recibir una serie de ataques mágicos desde todos los ángulos. No tenían misericordia, buscaban hacer todo el caño posible, pero sin matar. A pesar de haber liberado todo su poder, estaba demasiado cansada. La energía de aquella forma se consumía muy rápido y luego de sus últimos ataques la que le quedaba casi se había agotado…, hasta que al final lo hizo en algún momento del contraataque de la kumiho.

Luego de tal devastador ataque continuo su cuerpo cayó al suelo. Sus ropas desgarradas y su cuerpo sangrante bañaba la tierra. No tenía fuerzas para nada, ni siquiera para transformarse en su forma de gata. No podía ni siquiera abrir los ojos. Su cuerpo hinchado por los golpes, con hematomas surgiendo por todas partes, la sangre saliendo por las heridas… No recordaba la última vez que había estado en tan lamentable estado. Ahora si estaba en el mismo estado que los dos humanos.

—Lo has hecho bien, pero no es suficiente~ —Dijo con tono cantarín la kumiho mientras agarraba por los pelos a la nekoshou, alzándola en el aire.

Ambas eran de altura similar, pero al tener su brazo alzado, y habiéndola agarrado por los pelos, cerca de la raíz de los mismos, la youkai no tocaba el suelo con sus pies. Su cuerpo sangrante, los numerosos cortes y hematomas, y quemaduras eran algo horrible para ser visto. Su estado era peor que el de ambos Cazadores.

—Qué lástima. No puedo comerte, no me sirves, pero como has tenido la osadía de enfrentarme, y a la vez divertirme, te concederé una muerte lenta y dolorosa, ¿te parece?

Las uñas de su mano libre se alargaron, mostrándose muy afiladas. Las colocó en la clavícula y los hundió en la carne, descendiendo por el cuerpo de la nekoshou. Los gritos de dolor solo extasiaban a la kumiho, quien sonreía de placer al ver la sangre emanar de las heridas producidas por su garra. Los gritos de la nekomata era música para sus oídos. Hacía demasiados días que no había matado a nadie y ya casi olvidaba lo bien que se sentía hacer eso.

Issei observaba aterrado la tortura que estaba sufriendo aquella youkai. No podía quedarse sin hacer nada. Por eso reunió sus últimas fuerzas, preparado para usar una técnica que su maestro le había prohibido a menos que fuera estrictamente necesario ya que dicha técnica consumía su vida. Obviamente no era algo que pudiera hacer muchas veces. ¿Cuánto consumía? Ni idea, pero aquel ser era demasiado peligroso para dejarlo con vida, y su compañera de viaje estaba siendo torturada. No tenía otra opción.

—Kiyome… Por favor… Necesito que la distraigas… —Pidió Issei mientras se ponía a cuatro patas, cerrando los ojos.

La Domadora observó a su amigo con un su único ojo disponible. La sangre le impedía abrir el otro. No sabía qué plan tenía, pero fuera lo que fuera debía intentarse. Haciendo acopio de sus últimas fuerzas, voluntad y orgullo, Kiyome abrió el portal más grande que podía, desde el cual surgieron todas sus bestias sanas o que tuvieran heridas leves, las cuales atacaron a una sorprendida kumiho.

La nekomata cayó al suelo como peso muerto, respirando agitadamente, con la sangre manando de los cinco cortes, los cuales iban desde su clavícula izquierda hasta casi la cadera. La kumiho gritó furiosa por haber sido interrumpida en su diversión, por lo que contraatacó con gran furia, ira y violencia. Por ello no prestó la más mínima atención al hombre, quien se mantenía a cuatro patas con los ojos cerrados.

Entonces las bestias desaparecieron de pronto, sorprendiendo nuevamente a la kumiho. Esta las buscó por todas partes, con ganas de arrancar sus cabezas de sus cuerpos, pero fue entonces que se fijó en el hombre. Apretando los dientes se lanzó hacia él. Algo estaba haciendo, lo sentía, pero no le dejaría que pudiera llevar a cabo lo que fuera que estaba planeando…, pero demasiado tarde.

Unas ramas surgieron del quemado suelo, atrapando a la kumiho, alzándola en el aire. Ésta se revolvió de forma violenta en un intento de liberarse, pero le era imposible. Intentó también quemarlas, pero no funcionaba. Aquello no hizo sino aterrarle. No había nada que sus llamas no pudieran quemar. Solo los dioses poseían poderes que volvían inútil su fuego, y ninguno de esos tres era un dios o tenía un poder semejante. Nuevamente hizo gala de su poder abrumador, cubriéndose de llamas, volviendo a su forma de zorro, pero nuevamente las llamas eran inútiles.

— ¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué es este poder?! —Exigió saber, pero no hubo respuesta.

Kiyome observó con asombro a su compañero, sorprendida de que tuviera una técnica así. Pero al tiempo que se asombraba también se horrorizaba, pues pudo ver unas marcas que surgían a la altura de su corazón y se extendían como raíces: finas, largas y serpenteantes, por todo su cuerpo, llegando incluso a desaparecer en la mata de pelo que tenía en la cabeza. Esas marcas no eran nada bueno.

Las manos de Issei comenzaron a brillar con un tono azulado claro y las líneas de su cuerpo brillaron con el mismo tono. Entonces vio que las raíces que alzaban y sujetaban a la kumiho también brillaban con el mismo tono de azul. La malvada criatura comenzó a gritar, pero no de terror o rabia, sino de dolor. Sus llamas se apagaron y una extraña aura la envolvió por completo, un aura del mismo tono que el resto. Para incredulidad de la Domadora, el cuerpo de la kumiho comenzó a desaparecer lentamente hasta que, luego de unos largos y angustiosos segundos, nada quedaba de su cuerpo ni de su presencia.

Todo dejó de brillar y el cuerpo de Issei cayó hacia delante, aún con aquellas líneas visibles, aunque no brillantes. Intentó ponerse en pie, pero no podía, no tenía fuerzas. Sólo pudo quedarse ahí, recuperando el aire luego de sobre esforzarse tanto.

—Ise… Dime que estás…, bien…

—…

—Ise…

—No… No estoy…, bien… Duele…, mucho…

—Genial… Ya somos dos… ¿Y tú…, gata…?

—Cállate… —Murmuró la youkai con gran dolor.

—Estás…, bien… Pero…, tenemos que…, hacer algo… o moriremos...

Pero las palabras de Kiyome se vieron interrumpidas por un ruido proveniente de las plantas al oeste de ellos. Forzosamente el trío dirigió sus miradas hacia el lugar, pudiendo ver a varias figuras aparecer por entre el follaje. Eran humanos, y pese a no poder descifrar su número inmediatamente, eran sí o sí más que ellos. Issei estaba a punto de descartarlos por lugareños, cuando un momento de claridad gracias a la luz de la luna le permitió discernir a algunos de los recién llegados.

No eran precisamente conocidos, pero tampoco es que no los conociera. Los había visto anteriormente en otros de sus viajes, cuando había cazado otras criaturas, y la implicancia de que ellos estuvieran allí no le gustaba nada.

Cazadores.

Parecía que Kiyome también los reconoció, si tuviera que juzgar por la palabra que murmuró a su lado. También pudo mirarlos más claramente ahora que se habían detenido, y la situación no era para nada esperanzadora.

Observó a los Cazadores recién llegados. Había un total de seis de ellos, preparados para comenzar una batalla en caso de que se negaran a colaborar. Pero no tenían mucho que hacer. Debido a las heridas provocadas por los dos herederos, las cuales aún no estaban sanadas adecuadamente, y el más que reciente combate contra la criatura coreana, ninguno de los tres tenía energía suficiente para enfrentar siquiera a uno de los Cazadores de élite como los que estaban frente a ellos, no se hable de seis.

Cazadores Hyoudou y Abe. Por la presente quedáis arrestados. Entregaros sin luchar y vuestras vidas serán perdonadas. Resistid, y morid aquí mismo.

Issei observó a la nekomata, la cual se hallaba tirada en el suelo, incapaz de luchar. Ni siquiera tenía fuerzas para taparse adecuadamente. Kiyome, por el contrario, no parecía dispuesta a perder la vida peleando contra la élite de los Cazadores en Japón.

—¿Qué haréis con ella? —Preguntó Issei observando de reojo a la youkai.

—Es nuestra misión eliminar a la asesina —Respondió el líder mientras desenfundaba su katana, siendo imitada la acción por sus acompañantes.

—No…, no podéis… —Gruñó el Hyoudou mientras se ponía en pie—. Ella es inocente… Esa kumiho…, es la culpable…

—Has quebrantado las normas, Hyoudou. Será mejor que no pongas tu vida más en juego —Advirtió.

Pero Issei caminó como pudo para proteger a la nekoshou, colocándose entre ella y los otros Cazadores.

—Ya os lo he dicho. Ella es inocente, así que no puedo dejar que le hagáis daño…

Con las fuerzas que le quedaba, Issei se preparó para entrar en combate. En verdad esperaba que su actuación hiciera recapacitar a la élite de Cazadores japoneses, pero si ese no era el caso, daría hasta la última gota de su sangre por proteger a la gata. Así lo dictaba su moral y ética: proteger a los inocentes, cazar a los criminales.

El líder estaba preparado para cortar el cuello del Hyoudou, pero entonces sintió como algo aparecía a su espalda. Lentamente volteó para observar a varias bestias. Kiyome las había invocado para que aparecieran tras la élite. Issei sonrió orgulloso de que su compañera hiciera lo correcto, según él.

—Llegáis hasta el punto de enfrentaros a nosotros por proteger a esa youkai… —Murmuró la segunda al mando—. Quizás y debiéramos replantearnos la situación.

—Pero ¿qué estás diciendo? ¿Vas a ir tú también contra las normas?

—No he dicho eso. Podemos aprisionarlos mientras investigamos. Quizás estos dos tengan razón.

—Y qué sugieres, ¿eh?

—Llevarlos a la base, encarcelarlos allí, donde no tienen la más mínima oportunidad de ganar, mientras investigamos. Sinceramente —La segunda al mando clavó su mirada analítica en los dos Cazadores—, no creo que estén mintiendo ni que su juicio haya sido nublado. Fíjate, aún luego de enfrentarse a esta desconocida criatura, siguen en pie, plantando cara, con tal de proteger a esa nekoshou. Aquí hay algo que no logro entender.

La conciencia de Issei se fue desvaneciendo poco a poco por la pérdida de sangre, tanto que no era capaz de entender la charla de la élite. Al final acabó cayendo de rodillas, pero su espíritu seguía fuerte.

—Está bien, pero toda la responsabilidad caerá sobre ti —Gruñó el líder de la élite luego de observar como el único varón de aquel trío estaba a punto de desfallecer—. Pero te lo advierto, gata —Siseó mirando directamente a la nekomata—, haz un solo movimiento en nuestra contra y segaré tu miserable vida.

Entonces Issei colapsó para horror de ambas mujeres. Los miembros de la élite, a excepción del líder, se apresuraron en salvar la vida de Hyoudou, así como curar las heridas de Kiyome. Una vez ambas vidas estuvieron a salvo, así como la de la youkai, tomaron el cuerpo de la kumiho para llevarlo a la base y examinarlo.

XXXXX

—Mira donde nos ha dejado tu increíble camino de lo correcto, Hyoudou Issei. De ser dos excelentes combatientes y justicieros de lo sobrenatural a caer en prisión a manos humanas.

Issei hizo lo posible por ignorar las quejas que emanaban de la celda a su lado, pero la verdad es que se le hacía imposible después de escucharlas durante tanto tiempo. Suspirando, mordisqueó el duro pan que hubiera en el plato junto a la reja de su propia celda en busca de algo que le distrajera de su situación actual. Puede que las quejas de Kiyome sirvieran al principio, pero ahora sencillamente no tenía las fuerzas para discutir con ella.

En la celda enfrente suyo observaba a la nekoshou en su forma felina, encogida sobre su propia figura y aparentemente durmiendo de forma apacible. Parecía ser quien mejor llevaba el tiempo en la prisión, aunque eso fuera debido a que en las últimas semanas se la había pasado huyendo y combatiendo contra prácticamente todo ser que se le apareciera enfrente.

— ¡¿Me estas escuchando, Hyoudou Issei?!

Se preguntó internamente como es que Kiyome seguía teniendo fuerzas para gritarle pese a llevar varios días encerrados en la prisión de los Cazadores, en algún lugar de Japón. Se preguntó también cómo es que ninguno de los guardias no la había hecho callar hasta el momento. Probablemente los gritos de la Domadora llegaban sofocados al exterior, provocando que no fueran una molestia, o sencillamente los Cazadores que estaban de guardia disfrutaban el escuchar como él era atacado día tras día por su compañera.

—Oye, Kiyome-san.

— ¿Qué quieres ahora, Hyoudou Issei?

—Me había olvidado de preguntártelo, pero… ¿dónde estamos?

— ¿Que no es obvio? En una prisión. Más específicamente una prisión de los Cazadores, por si no lo recuerdas.

El varón estaba seguro que hablarle como si fuera estúpido era una forma de quitar el estrés de su compañera, y solo por eso le permitió escupir algunos insultos más.

—Sabes que no hablo de eso, Kiyome-san.

Kiyome permaneció en silencio algunos segundos, como esperando a ver si el artista marcial diría algo más, antes de suspirar.

—Estamos en la nueva capital, Tokio —Explicó la Domadora—. Nos trajeron aquí luego de curar nuestras heridas superficialmente y capturarnos. Al llegar nos revisaron algunos médicos y nos dejaron aquí en esta prisión reforzada por hechizos para que nos pudriéramos a base de pan duro y agua por los siguientes días.

El hombre pensó por algunos segundos.

— ¿Cuánto tiempo llevamos aquí abajo? —Preguntó, intrigado.

—Ni idea, pero probablemente cerca de dos semanas por lo menos —Respondió Kiyome en un tono molesto, antes de agregar—. Debí haber matado a esa gata cuando tuve la oportunidad.

—Vamos, vamos, de verdad no piensas eso..., ¿verdad?

—Por culpa de ella estamos en esta situación en primer lugar —le recriminó la mujer, antes de empezar a murmurar para su lado—. De seguro que ahora gracias a la influencia de los Cinco Clanes nos declaran persona non grata en todos los lugares sagrados de Japón…, si es que no nos matan primero.

Issei se permitió un pequeño suspiro.

—Por cierto, acabo de acordarme de algo.

— ¿El qué?

—Ella —Señaló a la gata, la cual abrió uno de sus ojos—. Siempre se muestra con dos colas, pero tenía más cuando enfrentó a esa kumiho.

Kiyome clavó sus ojos en la gata, cayendo también en aquel pequeño detalle. El número de colas indicaba el poder de muchos youkais como podían ser los kitsunes o los propios nekomatas. Aquella gata mostraba dos colas, el poder de un principiante, pero estaba catalogada como SS y había mostrado un poder mayor al que un nekomata de dos colas debía tener. Y sí, no olvidaba el hecho de que, si bien no tenía nueve colas, tenía más de dos, aunque no recordaba si eran cuatro, cinco, seis e incluso siete, pero eran más de tres, estaba segura de ello. Odiaba admitir que estaba demasiado agotada y herida como para recordarlo bien.

—Eso es cierto. ¿Por qué ocultas el verdadero número de tus colas? —Interrogó interesada la Domadora.

La youkai se tomó su tiempo, pero al final respondió.

—Supervivencia.

—… ¿Cómo?

—Lo que he dicho. Siempre subestiman cuando ven pocas colas, un factor que aprovecho.

—Tu as bajo la manga. Ingenioso. Si mostraras todas tus colas irían con mayor seguridad y preparación contra ti —Analizó Issei—. Una buena jugada.

—Y como nunca sobreviven, nadie sabe el secreto. Pero ahora ya da igual. Vamos a morir, así que…

— ¡Espera un momento! —Interrumpió Kiyome—. Me estás diciendo que cuando te enfrentaste a nosotros… ¿No lo hacías en serio? —La sonrisa burlona de la nekoshou fue más que suficiente—. ¡Hija de…! ¡¿Qué pasa?! ¡¿No éramos lo suficientemente fuertes para ti?!

—No ibais a matarme —Su respuesta sorprendió a la Domadora—. No queríais matarme y tampoco me parecía que fuera necesario, así que no vi la necesidad de usar todo mi poder para mataros.

—Pero eso te costó la derrota.

—Lo admito. Me despisté, bajé la guardia, y por ello fui derrotada.

— ¡Ja! Me encanta escuchar eso.

— ¿Por qué no me sorprende?

Dicho esto, volvió a cerrar el ojo, haciendo un ovillo con su cuerpo para acomodarse.

—Oye Ise-kun… ¿Qué fue eso que usaste? ¿Qué técnica era esa?

Ambas mujeres prestaron mucha atención al hombre, aunque la youkai no abrió los ojos ni hizo movimiento alguno.

—Eso… No fue nada… —Restó importancia el Hyoudou agitando una mano.

—No me mientas. Esas marcas, esas líneas, no se ven nada bien. Y te siento distinto, como más apagado, y no lo digo sólo por tu cara.

—…

El Cazador soltó un largo suspiro, apoyando su cabeza en la dura pared.

—Es una técnica que me enseñó mi sensei. Usa la fuerza vital, la energía vital, de su usuario para poder alcanzar un poder sólo permitido a los dioses.

— ¿Me estás diciendo que te equiparaste con un dios durante ese momento? —Interrogó impactada.

La nekomata abrió nuevamente uno de sus ojos, los cuales brillaron por la impresión de aquella revelación.

—Sí, lo hice.

—Pero ¿cuál es la pega?

—Como he dicho, usa mi fuerza vital, mi energía vital, por lo que he perdido años de vida.

— ¡! Tu fuerza vital…, tu vida… —Kiyome tragó saliva, alterada por aquella revelación—. ¿Hay...? ¿Hay alguna forma de que recuperes tu esperanza de vida? Ya sabes, con meditación o algo de eso.

—No. No hay manera de que pueda recuperar mis años perdidos.

— ¿Cuántos?

—No lo sé. ¿Cinco, diez, quince, veinte? Lo que sé es que no llegaré a viejo, moriré antes de eso.

La nekomata entrecerró el ojo. Había usado una técnica que permitía "recuperar" años de vida a través del contacto íntimo cuando aquel hombre fue afectado por su veneno a través del bouchujutsu, pero ahora era distinto. Quizás fuera verdad que esos años no podían recuperarse. Se sentía mal que los hubiera perdido protegiéndola, pero respetaba y agradecía su decisión de todo corazón por haberla salvado de la kumiho.

La puerta del calabozo en donde se encontraban se abrió de improviso, llamándoles la atención a todos. El castaño se acercó a la reja de su celda, intrigado. No era la hora, si su reloj interno no le fallaba, de que les dieran su comida aún. Kiyome se calló ante la inusual ocurrencia. Vaya, incluso la nekoshou se había acercado en la celda de enfrente, curiosa ante la inusual ocurrencia.

Un Cazador apareció en su rango de visión. Se detuvo delante de su celda y, no sin cierta lentitud que podría jurar era a propósito, buscó entre un manojo de llaves hasta encontrar la que buscaba. Luego se acercó a Issei y le abrió la puerta permitiéndole salir de aquel cubículo que había sido su hogar por el último tiempo. Repitió el proceso con Kiyome. Ante la mirada dudosa de ambos reos, el guardia se inclinó de hombros mientras abría la celda de la nekomata.

—Los han encontrado inocentes, aparentemente —Terminó de abrir la celda de la criatura del folclore japonés, haciendo un gesto al grupo con la mano—. Síganme.

XXXXX

Mientras los dos Cazadores, así como la youkai, eran liberados, en el despacho del representante de la organización en el país del sol naciente se llevaba a cabo una pequeña reunión entre el susodicho y los miembros de la élite de Cazadores del país.

—Pero… ¿cómo ha podido una criatura como esta entrar en nuestro país? Se supone que es imposible —Analizó la segunda al mando de la élite.

—Alguien les está dejando entrar. Es lo único que se me ocurre.

—¿Contrabando?

—O tenemos a un traidor.

—Es también posible que no sea nada de eso. Desde que se abriera la frontera el flujo de personas que van y vienen ha aumentado. Es posible que nos falte personal para cubrir adecuadamente todas las entradas y salidas del país, tanto oficiales como clandestinas.

El representante de la organización en Japón se cruzó de brazos, analizando en profundidad aquellas palabras. Si esa kumiho había llegado al país, llegando a aventurarse tanto como para cometer tales crímenes… ¿quién decía que la cosa no iría a peor?

—Me parece que tenemos un problema muy grave, tanto para el país como para nosotros. Tendremos que investigar más profundamente, incluso aquí dentro. Espero discreción.

—Sí, señor.

El representante observó a los seis miembros marcharse, cerrando la puerta tras de sí. Soltó un largo suspiro mientras se sentaba en su asiento. Su problema en la pierna le había pasado factura al estar tanto tiempo de pie por la reunión, pero ahora podía descansar, por lo menos el cuerpo. Su mente era otro cantar. El pensar que hubiera un posible topo dentro de la organización, o al menos en aquella rama, la japonesa, le ponía demasiado nervioso. Los peligros existentes para la población ya eran muy grandes, pero el pensar en que éstos pudieran ser mayores por la llegada de no humanos de los cuales no sabía nada…, aquello resultaba desmoralizador. No podía fiarse de nadie, ni siquiera de la élite. Contarles sobre aquello podría provocar que alguno diera un paso en falso. Debía tener los ojos y oídos bien abiertos.

XXXXX

Con el asunto de la kumiho resuelto, ambos Cazadores, así como la youkai, fueron libres nuevamente, así como recibieron las disculpas del representante de la organización en el país. Que un tipo tan importante les pidiera perdón no era algo habitual. Luego de aquella reunión, los dos humanos decidieron quedarse un tiempo en la nueva capital, Tokio, para descansar adecuadamente luego de tantos días, por no decir semanas, de agitación por el último trabajo.

Allí pudieron hospedarse en el mejor lugar que había, todo un lujo, pero algo que la organización podía permitirse para sus empleados, sobre todo para aquellos que lo habían pasado muy mal en un trabajo, y en aquel momento nadie se merecía un mejor descanso que Abe Kiyome y Hyoudou Issei. La nekomata, al ser declarada inocente de los crímenes, se la dejó campar a sus anchas por aquella noche, sólo esa noche. En cuanto el astro rey estuviera en su cénit, tendría que abandonar la ciudad.

Los tres tomaron un merecido descanso: un baño relajante, la mejor comida y bebida de la capital, y un sueño largo y reparador. Para cuando llegó la hora de que la youkai abandonara la ciudad, ambos humanos ya la esperaban en las afueras de Tokio, cosa que sorprendió a la youkai ya que había abandonado silenciosamente la hostelería luego de revisar que ambos estaban durmiendo a pierna suelta.

—Irte sin despedirte… Pensé que nos llevábamos lo suficientemente bien como para decirnos adiós de una forma más adecuada —Comentó Issei con una leve sonrisa.

—Te dije que esta gata no tiene modales para eso —Replicó Kiyome de brazos cruzados.

—Entonces, ¿te marchas?

—Así es —Afirmó la gata. Resultaba raro escuchar su voz porque en todo aquel tiempo eran muy pocas las situaciones en las cuales hablaba—. Así lo dijo vuestro jefe, y no tengo ganas de más problemas con nadie.

—Ah… Bueno, sí. Es lógico.

—Es curioso que hagas caso a lo que te dicen. Por norma general haces lo que te da la gana —Dijo Kiyome con tono mordaz.

—Y lo haría, pero ahora puedo estar un poco más tranquila. Ya son menos los que van tras mi cabeza. Puedo vivir ahora más tranquila.

— ¿Menos los que van tras de ti? ¡Ah, cierto! Los demonios abrahámicos.

— ¿En serio te has olvidado? —Cuestionó la Domadora—. ¡Por favor, si huele a demonio de aquí a Roma! Y su sola presencia ya dice que tiene relación con ellos.

—Las Piezas, cierto —Los ojos del varón se clavaron en los de la gata—. Podríamos intentar ayudarte. Debe haber algún modo de extraerlas, ¿no?

—Eso destruiría mi alma, y por tanto a mí.

—Pe…, pero podríamos buscar solución. Puede que en la organización alguien sepa algo sobre ese asunto.

La nekoshou ladeó la cabeza.

— ¿Qué me estás intentando decir con eso?

—Bueno…, pues… Si quieres…, podrías quedarte con nosotros. Ser parte de nuestro equipo... —Le propuso mientras se rascaba la nuca.

La nekoshou volteó la cabeza, mostrando gran asombro en sus felinos ojos. Kiyome estaba de brazos cruzados y la mirada desviada, pero no se veía molesta ante la propuesta de su compañero. ¿Ella estaba de acuerdo en que se uniera? ¡Increíble!

Intercaló su mirada entre ambos para luego darles la espalda y mirar al horizonte. De pronto comenzó a transformarse, así como lo había hecho en la pelea que tuvo contra ellos y contra los enviados de los Clanes. Como era normal cada vez que se transformaba a su forma semi humana, Issei no pudo evitar quedarse un tanto embobado aun a pesar de sólo observar su espalda. La youkai les daba la espalda, observando el extrarradio de la capital nipona. Estaba subida en un dilema, pues su propia naturaleza era salvaje y callejera, pero el pensar en formar parte de algo más, algo parecido a una familia, cosa que no tenía desde hacía muchos años, le hacía replantearse su modo de vida.

Ninguno de los dos Cazadores dijo nada e hizo movimiento alguno, a la espera de la decisión de la belleza morena. Al final la nekoshou se dio la multa y, por primera vez que su conocieran, una hermosa sonrisa adornaba su bello rostro.

—Sí… Me encantaría.

Una enorme sonrisa surgió en el rostro del barón. Le alegraba muchísimo pensar que habría otra persona más en el grupo, así como que fuera otra bella mujer. Además, no podía negar que se había encariñado de aquella youkai. Kiyome también sonrió, aunque con mucho menos entusiasmo que su compañero. Ahora había otra fémina en el grupo, lo cual agradecía, pues siempre era bueno tener a otra con quién charlar, aunque fuera una vulgar gata. Pero menos era nada.

—Me alegra que te quedes. Por cierto, nunca nos has dicho tu nombre,

La youkai sonrió con gran alegría, sintiéndose dichosa por primera vez en mucho, pero que mucho tiempo.

—Kuroka. Mi nombre es Kuroka.


erendir: bueno, pues aquí el siguiente. Quiero aclarar que, como es normal en esta serie, los niveles de poder nos parecían raros. Kuroka se muestra más poderosa que Koneko, pero la menor tiene tres colas y la mayor dos. Es por eso que hemos explicado esto. En apariencia normal a tiene dos, pero en momentos de necesidad muestra que tiene más, que su poder es más grande de lo que parece.

Pd: las peleas es sin duda la peor parte a la hora de escribir jajaja.

RedSS: Ufff. Si en el capítulo anterior erendir hizo la mayor parte, aquí sí que se la rifó escribiendo. Mis admiraciones a su esfuerzo, yo no tenía ni idea de cómo hacer las peleas. Y con este fuera del camino, a progresar con el siguiente capítulo.