En este fanfic se menciona a Macross y sus personajes, los cuales pertenecen a sus propietarios legales. Esta historia fue escrita únicamente con fines de entretenimiento y sin afán de lucro.

Strange Ways

Acababan de entrar al SDF-1 Macross, después de un arriesgado vuelo de rescate, en el cual, ambos casi pierden la vida. El piloto rebelde de cabello alborotado observaba a su oficial superior, quien se encontraba absorta viendo a través del gigantesco ventanal, era como si se estuviera despidiendo de aquel planeta rojo.

«Viéndola así, tan tranquila, tan frágil y delicada, nadie se imaginaría que esa hermosa mujer, es el terror de todos los militares de esta fortaleza… ¿Acaso dije hermosa? ¿Cómo puedo decirle hermosa a esa comadreja que nos fastidia la vida? Es que se ve tan diferente aquí, fuera de su zona de comando… Dan ganas de protegerla, abrazarla… ¡¿Pero qué estás diciendo, Ichijyo?! ¿Cómo puedes pensar en abrazar a la mujer más insufrible? ¡Seguro es por los nervios de rescatarla!... Los dos casi morimos... Aunque… ¿Qué razón tan fuerte tendría ella para querer quedarse en Marte y perder la vida ahí? ¿Quién será Riber? Bueno, creo que mis preguntas no tendrán respuesta, así que lo mejor será que descienda de mi valquiria y verifique cómo está la teniente, además de estar sumamente callada… ¿Se sentirá mal? ¿Estará herida? ¡Apúrate y verifica!» pensaba el piloto mientras miles de ideas se revolvían en su cabeza, así como en su corazón.

Con cierta reserva, HIkaru se acercó a la teniente, quien seguía viendo a través de la ventana.

–Teniente, ¿se encuentra bien? –dijo el piloto con voz cálida.

Ella, al escucharlo, bajó su cabeza, cerró sus ojos. Tras unos segundos, suspiró profundamente, levantó la mirada y volteó a ver a Hikaru, quien se veía preocupado. Él la vio y se sorprendió al ver que sus ojos verdes denotaban una gran tristeza. Hikaru se sintió conmovido con ese rostro, su primer impulso fue abrazarla, brindarle su apoyo y preguntarle qué le pasaba, pero se detuvo… «¿Yo? ¿Abrazar a la fiera Hayase? ¿En qué estoy pensando?», dijo para sí, tratando de luchar con los sentimientos encontrados que estaban surgiendo en su interior.

–Yo… –trató de decir la teniente.

Ella no pudo continuar porque su voz se negó a salir. Sentía un nudo en la garganta que le impedía hablar y su vista empezaba a nublarse por las lágrimas que estaba conteniendo y sin permitirles salir.

Ante esta escena, Hikaru se sintió con la imperiosa necesidad de proteger a tan frágil mujer, muy diferente a la estoica oficial que la mayoría del tiempo se la pasaba regañándolo a través de la red táctica.

Se encontraban solos en el área de descompresión pero no tardaría mucho en que el personal de mantenimiento mecánico llegaría a revisar la nave de Hikaru e inclusive, podría haber personal médico esperando por la teniente.

–Todo estará bien, teniente–dijo Hikaru.

–Gracias, sargento.

Comenzaba a escucharse el bullicio de la gente que se acercaba a la zona donde ellos estaban.

–Teniente… Usted… Usted es el ejemplo a seguir de todos nosotros –afirmó el piloto–, nuestra fuerte y ecuánime oficial superior. Considero que no es conveniente que los demás la vean así, pues debemos mantener su imagen de una líder inquebrantable…

Ella solo continuaba viéndolo, hasta que pudo hablar.

–¿Qué... Sugiere, sargento? –contestó la teniente.

–Venga por aquí, conozco otra ruta que está menos concurrida –respondió el piloto.

Con su brazo, Hikaru señaló el camino a seguir, guiando a la teniente. En el pasillo no se encontraron con nadie y finalmente salieron al corredor principal.

–¿Quiere ir a su oficina o... con el Capitán Global? –preguntó el sargento.

–A mi oficina –contestó Misa con voz muy tenue.

–Venga por aquí, teniente.

Llegaron a la oficina, misma que estaba situada en uno de los corredores más tranquilos de la fortaleza. Misa había escogido ese lugar porque le gustaba estar en silencio y trabajar sin interrupciones cuando se quedaba largas jornadas, revisando todos los reportes del patrullaje o generando estrategias de combate.

Misa hizo el intento de abrir la puerta, pero se sentía devastada anímicamente. «Riber… mi amor, haber estado en tu habitación, ver tus pertenencias, leer tu diario y saber que pronto regresarías a la Tierra… Me sentí tan cerca de ti, reviví mis recuerdos contigo y nuevamente te perdí… ¿Cómo puedo lidiar con todo esto que estoy sintiendo? Y tengo a Ichijyo viéndome, sin perder detalle alguno. Seguramente lo usará después para molestarme… pero… si así fuera, entonces no hubiera evitado que los demás pilotos me vieran en este estado. No sé qué pensar, solo quiero llorar… Pero no me gustaría que este piloto desobediente me viera llorar aunque no me importa...¿Ichijyo, por qué no te vas? ¿Disfrutas verme sufrir? ¿Y por qué estoy pensando en tí, si eres un piloto insufrible? ¿Por qué me sacaste de la base Salla? Ahora estuviera reunida con mi amor en donde quiera que él esté… Quizá es porque el destino me tiene deparada una misión… La vida a veces tiene senderos extraños… Ichijyo, deja de observarme… Necesito un abrazo...» pensaba la atractiva teniente. Ella tomó el picaporte, bajó su cabeza e inconscientemente comenzó a derramar las lágrimas que había contenido desde que llegaron a la nave. Sus hombros comenzaron a moverse debido a los sollozos que cada vez tomaban más fuerza.

«¡Oh, no! ¡Está llorando! Qué frágil se ve… ¿Por qué tengo el impulso de abrazarla si es la mujer más insoportable del planeta? Bueno, ¡del universo entero! ¿Qué le pasará? ¿Se enojará si la consuelo? No sé qué hacer, solo sé que se me rompe el corazón verla así...» dudó el piloto.

Lentamente, Hikaru se acercó a ella y dubitativamente, colocó su mano sobre el hombro de Misa. Ella levantó su cabeza al sentir el contacto de la mano de Hikaru y se giró para verlo de frente. En sincronía, se acercaron el uno al otro, Misa colocó sus manos en el pecho del piloto y éste, la envolvió con sus brazos de una manera protectora. Misa siguió descargando el llanto contenido no solo en este día, sino por tantos años. Lloró por Riber y lloró por ella, que se sentía tan sola, sin embargo, justo en ese momento, había unos brazos prodigándole el consuelo que ella necesitaba.

«Teniente… usted es la última mujer a la que hubiera imaginado abrazar y ahora está aquí, llorando en mi pecho y yo, consolándola. No sé por qué me siento bien al tenerla así, en mis brazos, si se supone que usted es indomable como una leona y ahora parece una pequeña niña...». La voz de Misa interrumpió los pensamientos de Hikaru.

–Disculpe, sargento –dijo Misa.

Ella se retiró un poco del pecho del piloto. Ninguno de los dos supo por qué esa separación les provocó una sensación de insatisfacción. Hikaru continuaba abrazándola. «Misa, no te separes de mí… siento como si me hicieras falta, no sé por qué» pensó el piloto. «Hikaru, me sentí cobijada en tus brazos. Tus abrazos fueron tan reconfortantes, pero ¿por qué me siento tan bien contigo, si lo único que hacemos es pelear cada vez que nos vemos?» pensó Misa, cuyos pensamientos se interrumpieron por una conocida voz.

–¡Misa! ¡Qué bueno que estás bien! –dijo la teniente Claudia LaSalle–. Gracias por traerla sana y salva, sargento Ichijyo.

Misa y Hikaru terminaron el abrazo y ella volteó a ver a Claudia, dando la espalda al sargento.

–De nada, teniente LaSalle, era mi deber –respondió el piloto.

«Su deber… claro, me rescató solo porque estaba cumpliendo una orden, ¿por qué más sería? Misa, si tú bien sabes que no le agradas al piloto...» pensaba la teniente. De igual forma, el piloto tenía sus propios pensamientos «¿Mi deber? Sí, estaba siguiendo una orden pero me trajo tanta satisfacción rescatar a la teniente, aún no sé por qué… Verla tan frágil, tan… mujer… No conocía esa faceta de ella. Creo que… me interesaría conocerla más sin sus aires de Reina de Hielo...»,

–Misa, el Capitán Global desea verte –informó Claudia–. Ven conmigo –dijo la teniente mientras jalaba a Misa de su brazo, ya que ésta no acertaba a moverse–.

Hikaru se quedó solo en el pasillo, con un torbellino de pensamientos girando en su cabeza, pues acababa de abrazar a su oficial superior, había visto el lado humano que ella era especialista en ocultar y sobre todo, no podía dejar de pensar en el abrazo que ella también le había prodigado, en la fragilidad que mostró, al acurrucarse en su pecho y abandonarse ante la presencia de él, que era el piloto insufrible merecedor de sus regaños y en unos segundos, ella se había ido con Claudia, sin dirigirle palabra alguna. «Por algo es la Reina de Hielo» pensó.

Claudia y Misa caminaban hacia la oficina del capitán. Misa iba tan callada, concentrada en sus pensamientos, por lo que Claudia intentó hacerle plática.

–¿Qué fue eso? –preguntó la teniente.

–¿A qué te refieres? –respondió MIsa.

–Estabas abrazando al sargento Ichijyo… Tenía entendido que tú y él no se llevan nada bien, pero al parecer, estaba equivocada.

–No lo estás, Claudia. Yo… en realidad no sé qué pasó. Se me salieron las lágrimas antes de entrar a mi oficina e Ichijyo solo me abrazó. Es todo.

–¿Es todo? ¡Es más que todo! Tú y Hikaru comparten más de lo que ustedes se niegan a aceptar.

–No lo creo, Lo único que compartimos son nuestras ya acostumbradas discusiones…

–Bueno, Misa, no quiero atormentarte con eso, porque… –la teniente LaSalle hizo una pausa y tomó aire–. Hay algo más que debes saber...

–¿Algo más? ¿Con respecto al sargento Ichijyo?

–No, Misa. Algo con respecto a la base Salla.

–La base ya no existe. Yo… la destruí. –dijo Misa, mientras sus ojos volvían a llenarse de lágrimas.

–Así que eso fue… Estabas llorando por Riber y Hikaru te abrazó.

–¿Eso era lo que querías decirme? –replicó Misa.

–No, lo siento. Dije que ya no te iba a atormentar con Hikaru. Misa…

Claudia detuvo su paso y Misa también en respuesta. Claudia tomó de los hombros su amiga, para decirle una noticia.

–Misa… Cuando estábamos cargando las provisiones de la base Salla al SDF-1, encontraron a tres supervivientes escondidos en el área de almacenamiento de comida… Creemos que son los chefs de la base…

–¡Oh! –exclamó Misa, abriendo sus ojos–. ¿Por qué no me enteré?

–Porque tu estabas en línea directa conmigo sin recibir la comunicación abierta de las demás áreas.

–Quisiera hablar con ellos… Quizá me puedan contar acerca de la vida de Riber en la base, alguna información adicional o…

Misa no pudo continuar porque las lágrimas comenzaron a salir, invadiendo su rostro.

–Calma, Misa. Ya no te mortifiques por Riber. Él descansa en paz. Aunque el capitán va a informártelo, quise decírtelo primero, para que estés más tranquila cuando él te lo diga.

–Gracias –dijo Misa entre sollozos–. ¿Sabes quiénes son?

–No, no pudieron hablar. Estaban en muy malas condiciones de salud física y psicológica. Ahora están en el hospital, en el área de cuarentena y con vigilancia militar permanente.

–¿Crees que me permitan verlos?

–No lo sé. Además del personal médico, solo los ha podido ver el capitán pero le indicaron que clínicamente deben guardar reposo. Al ser tú la segunda al mando de esta fortaleza, quizá hagan una excepción y te permitan verlos de lejos, sin tener contacto con ellos. Tramitaré el permiso necesario, si así lo deseas.

–Sí, Claudia, por favor. Y gracias de nuevo. –dijo Misa.

–Si ya estás más tranquila, vamos con el capitán.

Una vez en la oficina del capitán, éste se alegró de que Misa estuviera a salvo, pues ella era como la hija que él nunca tuvo. Platicaron de asuntos oficiales, informándole de los supervivientes de la base Salla, así como también, le informó que al día siguiente, habría una ceremonia para subir de rango a algunos militares, solicitándole que revisara la lista de los mismos y que si ella tenía una mención honorífica para alguno de ellos, se lo hiciera saber por escrito.

Ambas tenientes salieron de la oficina de su superior. Misa revisaba la lista de ascensos.

–¡Vaya! ¡Van a ascender al piloto sabelotodo! No sé cómo es que su carrera militar está subiendo como la espuma –exclamó Misa con molestia.

–Quizá sea porque rescató a una dama en apuros… –respondió Claudia en tono burlón.

–¡Claudia! O sea que su ascenso es por mi causa…

–Claro, por quién más –replicó Claudia–. Además de salvar una vida, el sargento Ichijyo arriesgó su propia vida para rescatar a la Primera Oficial de la Nave, la segunda al mando y la mano derecha del Capitán. Creo que por eso merece el ascenso.

–Entiendo –dijo Misa mientras dibujaba una sonrisa suspicaz hacia un solo lado de su rostro –. Bien, me quedaré en mi oficina. Tengo muchos pendientes por hacer.

–Sí, amiga. Si necesitas ayuda, cuenta conmigo –dijo Claudia, mientras se despedía de Misa.

Al día siguiente, se llevó a cabo la ceremonia de ascensos de rangos y de entrega de medallas a los militares. Hikaru había sido nombrado Teniente Segundo y se había hecho acreedor a la Medalla Titanium con la cual se premiaba su valor por haber rescatado a su oficial superior.

Ese día, Hikaru terminó su patrullaje exhausto, regresó a su oficina a hacer su reporte y se encontró con varias citas oficiales programadas para el día siguiente. «Esto de ser teniente segundo ha incrementado mi carga de trabajo. Apenas llego a la oficina y ya tengo varios pendientes. Espero poder con todo. No soy una máquina de trabajo como la teniente Hayase, no sé cómo le hace para hacer todo su trabajo administrativo, ir a juntas y además, ser nuestra controladora aérea. Creo que por eso tiene ese carácter horroso. Veamos qué citas tiene mi agenda para mañana… Una es con Roy, antes del patrullaje y la otra es con… ¡Vaya! Tal parece que la invoqué… Es con la Teniente Hayase, al final del patrullaje. Terrible.». El sonido del teléfono celular interrumpió los pensamientos del piloto.

–¡¿Y ahora qué?! Suficiente trabajo tengo y ¿también me van a empezar a molestar a mi celular? –dijo Hikaru con molestia y contestó la llamada sin fijarse quién era–. Habla el "Teniente" Ichijyo.

–¡Hola, sargento! –dijo la voz chillante de la chica que le llamaba a Hikaru.

–Teniente, ascendí a teniente, Minmay –respondió el piloto a la chica a la cual admiraba.

–Qué más da, sargento o teniente. Lo que me importa es que no viniste a mi fiesta de cumpleaños y mucho menos me trajiste regalo.

–Minmay… No lo olvidé, solo que tuve mucho trabajo, no me autorizaron la tarde libre y no pude ir, discúlpame.

–Solo te disculpo si me traes mi regalo. Porque… Sí tienes un regalo para mí, ¿verdad? ¿O también lo olvidaste? –cuestionó la chiquilla.

–Sí… Sí, tengo un regalo para tí.

–¡Entonces, tráemelo!

–Aún no salgo de trabajar –contestó Hikaru con algo de fastidio.

–Pues cuando termines tu trabajo, no creo que tengas mucho.

–Sí tengo mucho trabajo y voy a salir tarde.

–¡Pretextos, Hikaru! A la hora que termines, vienes, me das mi regalo y te vas. ¡Sencillo! ¿Ves?

–Está bien, Minmay. Ahí estaré.

–¡Nos vemos, guapo!

Hikaru terminó su trabajo, estaba agotado, sin ganas de nada. Pensaba en llamarle a Minmay y decirle que la vería al día siguiente, cuando su celular comenzó a sonar.

–Teniente Ichijyo.

–Hikaru, ¡te estoy esperando! No puede ser que tengas tanto trabajo y que te tardes tanto. ¿A qué hora vienes?

–Ya voy…

–Bien, ¡apresúrate! Bye.

El piloto salió a paso veloz, se dirigió al centro de la ciudad para comprarle algo a la chica, pero todo estaba cerrado. Lo único que traía en su bolsillo, era su hermosa medalla Titanium, la cual decidió obsequiarla a su amiga. «Esta medalla es de mucho valor, además de ser la primer medalla que recibo. Espero sepas apreciarla».

Al día siguiente, Hikaru asistió a su junta con su hermano, amigo y superior, el teniente Roy Focker, quien le informó que debido a su ascenso, se había hecho acreedor a su propio escuadrón y que tendría a dos subordinados. Asimismo, Roy lo felicitó por haber sido honrado con la medalla Titanium.

–Gracias, Roy. No sé mucho de condecoraciones. ¿Es una medalla muy importante?

–¡Claro, viejo! ¡Es una de las más importantes! En esta nave, solo tú y Misa la tienen. Probablemente el capitán Global también la tenga. Así que espero la guardes muy bien y la luzcas en los eventos oficiales. Es un gran distintivo –dijo el teniente Focker.

Hikaru se había quedado estupefacto, pues justo la noche anterior había regalado esa medalla a una chiquilla que muy probablemente la perdería o en el mejor de los casos, la guardaría en un cajón. «Rayos» pensó.

–¿Qué sucede, Hikaru? ¿Estás asimilando la magnitud de las cosas?

–No sabía que solo Misa y yo teníamos esa medalla. No quiero convertirme en alguien tan inaguantable como ella.

–Hermano, eso dices porque no la conoces. Misa es de las mujeres más nobles, inteligentes y agradables que te puedas imaginar. Es muy responsable. Terminó la Academia Robotech con honores. Además es hermosa... Tan hermosa como mi morenita.

–¡No lo creo! Claudia es muy agradable y Misa es insoportable. –dijo Hikaru con cierto coraje.

–Deberías tratarla en un ambiente fuera del trabajo. Ella tiene mucha responsabilidad y carga laboral en el SDF-1, pero te aseguro que es una mujer extraordinaria. Seguro te enamorarías de ella –afirmó Roy muy suspicaz.

–¡Por favor! ¡Eso sería lo último que haría en mi vida! Enamorarme de la teniente Hayase…

–No hables así. Es una gran mujer. Por ella es que te hiciste acreedor de la condecoración. Ella te propuso para la medalla Titanium y el consejo aprobó su propuesta. Si ahora eres de los pocos militares que tiene esa distinción, es porque Misa así lo consideró. Ella ve mucho potencial en tí.

–¿Estamos hablando de la misma Misa? ¿Misa Hayase?

–De la misma.

Posteriormente, el teniente Focker presentó a Hikaru con sus subordinados: Los sargentos Maximilian Jenius y Hayao Kakizaki, con quienes tuvo su primer vuelo como escuadrón Bermellón.

Hikaru corrigió varias veces el vuelo peligroso y sin medidas de seguridad que el sargento Kakizaki estaba haciendo y poco a poco, comenzó a entender a la teniente Hayase, pues ella tenía que observar el vuelo de todos los pilotos y alertarlos cuando estaban haciendo maniobras que exponían su seguridad.

El patrullaje terminó sin novedades. Hikaru estaba física y mentalmente exhausto, agotado, sin energía ni ganas de nada. Eran las 1730 horas y tenía cita a las 1800 horas con la teniente Hayase. «Solo tengo tiempo suficiente para hacer mi reporte, bañarme y cambiarme. Debo darme prisa» pensó para sí.

Cuando se dirigía a la oficina de la teniente Hayase, Hikaru no dejaba de pensar en su día tan pesado «Y para rematar, tengo junta con la fiera Hayase. ¿Alguien quisiera apiadarse de mí y que la reunión se suspenda por alguna extraña razón? Me siento tan cansado y todavía tener que aguantar los regaños y reclamos de esta mujer. ¿Qué no podía haberse quedado en Marte? ¡Ah, no, porque yo desobedecí sus órdenes y la rescaté! No sé que sería mejor, si enfrentarme al rey de la selva en una jaula o a la Reina de Hielo… ¡Cielos! Ya llegué a la oficina. Tocaré la puerta. A ver de qué humor está esta fiera.»

–Adelante –dijo la teniente Hayase.

–Teniente Ichijyo, reportándose, señora –contestó Hikaru mientras hacía el saludo militar oficial.

–En descanso, teniente. Puede sentarse si lo desea –respondió Misa mientras ella se sentaba al escritorio.

–Prefiero estar de pie, si no le molesta –dijo Hikaru fríamente.

–Como guste. El motivo de mi reunión es para felicitarlo por su ascenso, su nombramiento como líder de escuadrón y por su condecoración –mencionó la teniente, con cordialidad.

Hikaru estaba sorprendido pues en lo último que hubiera pensado es que sería felicitado por el terror de la milicia, la Teniente Hayase.

–Gracias, teniente –fue lo único que pudo decir Hikaru.

–También quiero… agradecerle…

«¿Agradecerme? ¿Hayase me está agradeciendo? ¿Es la misma Hayase o la cambiaron? ¿Qué pasa aquí?» pensaba Hikaru. La teniente vio que el piloto estaba algo desconcertado, por lo que se puso de pie y caminó hacia él, bordeando el escritorio.

–Quiero agradecerle que me haya salvado. El día en que me rescató, no pude darle las gracias porque la teniente LaSalle vino por mí –aclaró Misa e hizo una pausa–. Muchas gracias, teniente Ichijyo. Si estoy viva, es por usted.

Hikaru tragó saliva, no se esperaba el agradecimiento de su superior. Se veía muy sincera y sus ojos verdes tenían un brillo especial. Pensaba en las palabras que Roy le había dicho acerca de Misa y quizá sí, Roy tenía razón y ella era una persona extraordinaria.

–Gra… gracias a usted, teniente Hayase –respondió Hikaru.

–¿Gracias, a mí?

–Por… la medalla…

–La medalla es mérito de usted, teniente. Yo solo lo propuse –aclaró Misa–. La tiene bien ganada y merecida. Espero que la aprecie y la conserve bien.

Hikaru volvió a tragar saliva y por un momento sintió que sus piernas iban a desvanecerse por haber regalado esa medalla. «Si la teniente se entera qué le hice a esa medalla, seguro me manda al calabozo» pensó.

El piloto se distrajo viendo que la teniente se colocaba justo enfrente de él «¡Qué sexy es! No puede ser, en qué estás pensando, Hikaru, ¡pon atención!». Ella tomaba una cajita negra acojinada que tenía en su escritorio.

–Esto es para usted, Teniente. Como agradecimiento personal, totalmente fuera de protocolo. De Misa para Hikaru.

Él seguía anonadado. Esa tarde había estado llena de sorpresas y más, por lo que estaba sucediendo con la teniente Misa Hayase. Su insufrible oficial superior estaba felicitándolo, agradeciéndole y además, dándole un regalo.

–Tómelo, Hikaru –dijo Misa, ofreciendo el regalo, con una sonrisa.

–Gracias, teniente. Aprecio el detalle...

–Misa… Llámeme Misa. Estamos fuera de protocolo –aclaró ella–. Puede abrirlo, si lo desea.

–¡Claro! De inmediato –contestó el piloto, sonriéndole a su superior.

El atractivo piloto abrió la cajita y se encontró un moderno reloj de la RDF que solo los altos mandos usaban. La sonrisa de Hikaru se hizo más grande y sus hermosos ojos azules se iluminaron. Misa también sonrió, satisfecha.

–¡Es un reloj oficial! –mencionó él como un chiquillo.

–¿Le gusta?

–¡Me encanta! Siempre he querido tener uno así. Roy siempre me presume el suyo. ¿Cómo lo consiguió?

–Son las ventajas de ser la Primera Oficial de la Nave. Tengo acceso a ciertos contactos –dijo Misa sonriendo.

–¡Ya veo! ¡Y ahora entiendo cómo obtuvo Roy su reloj RDF! ¡Muchas gracias, teniente!

–Misa…

–¡Misa! Gracias –dijo Hikaru con una sonrisa enorme–. ¿Puedo… puedo abrazarla?

Hikaru no esperó la respuesta de Misa, sino que se abalanzó sobre ella y le dio un abrazo, envolviendo su delicado cuerpo. Ella abrió sus ojos sorprendida y abrazó al piloto por su cintura.

–¿Misa?

–¿Sí?

–¿Tiene algo que hacer esta noche? Tengo una reunión con unos amigos, me preguntaba si… quisiera acompañarme… acompañarnos –corrigió rápidamente el piloto–.

–Me gustaría, Hikaru, pero justamente tengo un compromiso esta noche.

«¡Claro! ¿Cómo pude pensar que una mujer como Misa, siendo la más importante de esta nave, estaría libre en la noche de un viernes? Y mucho menos, libre para salir con un piloto como yo» pensó Hikaru. Misa se separó lentamente y dolorosamente del cuerpo del piloto, para verlo a los ojos.

–Si gusta… podría ser en otra ocasión –propuso ella tímidamente, mientras miraba los bellos ojos azules del piloto.

–Seguro, Misa. Así será.

Ambos se separaron y se despidieron. Hikaru fue corriendo a su dormitorio y Misa se quedó revisando algunos pendientes en su oficina «Termino esto y tengo el tiempo justo para arreglarme» dijo ella para sus adentros.

Hikaru iba caminando a paso veloz pues casi era la hora en que tenía que reunirse con Roy y Claudia, en el restaurante de moda de la ciudad. Roy había hecho reservaciones esa noche para celebrar el nombramiento y condecoración de Hikaru, su casi hermano menor.

Cuando llegó al restaurante, enseguida ubicó a Roy, quien se encontraba con Claudia, ambos de perfil hacia Hikaru y, de espaldas a él, había una chica, de hermosa figura, con cabello castaño recogido en un peinado alto que dejaba ver su delicada espalda, finos hombros, delgado cuello y su piel era tan blanca, casi como la nieve. «¿Será quien estoy pensando que es? ¡Sería una gran coincidencia! Pero si ella me dijo que tenía un compromiso esta noche… ¿Acaso ella será la amiga que Roy me dijo que invitaría?» pensaba Hikaru mientras que su corazón se aceleraba conforme se acercaba a la mesa donde estaba su hermano mayor. Roy lo vio a la distancia.

–¡El piloto estrella ha llegado! ¡Felicidades, hermano! –dijo Roy.

–Buenas noches –saludó Hikaru asombrado.

–¡Felicidades, Hikaru! –mencionó Claudia.

–¡Gracias, Claudia! –respondió el chico.

–¿No se van a saludar? –preguntó Roy en tono risueño.

La mirada de Hikaru fue captada por la preciosa chica de bellos ojos verdes que portaba un fino vestido amarillo de cuello halter, cuyo escote discreto dejaba entre ver sus atractivos femeninos. Él no podía dejar de verla y quedó paralizado cuando ella le habló.

–Felicidades, Hikaru –dijo Misa con una sonrisa.

«¡Hermosa!» dijo Hikaru para sus adentros, mientras que los latidos de su corazón se hacían cada vez más fuertes.

Continuará…

Nota de autor:

Había tenido esta idea rondando en mi mente, por varios meses, hasta que decidí expresarla por escrito y compartirla por este medio.

Quizá su comienzo se lea algo tranquilo y/o predecible, sin embargo, como su título lo dice, la trama tomará caminos extraños que guiarán a Misa y Hikaru hacia diversas direcciones.

Sigo trabajando en mis otras historias, espero subir más capítulos tan pronto como me sea posible.

¿Qué les ha parecido el inicio de este fic? ¿Cómo se imaginan que continuará? Siempre es grato leer sus comentarios y conocer sus ideas.

¡Saludos!