CAPÍTULO 4

Ambos militares se analizaron de arriba a abajo. Hikaru trató de reconocer la cara del teniente, pues se le había hecho conocida. «¿En dónde he visto ese rostro? No es piloto pues lo reconocería, pero... ¿Por qué se me hace tan conocido y por qué siento esta aversión hacia él si en mi vida lo he tratado?» pensaba el piloto de ojos azules.

Por parte suya, el teniente observaba a Hikaru «Y este jovencito, ¿qué tanto me ve? Quizá se siente tan apuesto y yo he de parecer espectro. Estos jóvenes de ahora que se sorprenden con todo» decía Riber para sí, pero sus pensamientos terminaron al escuchar la voz del enfermero.

–Teniente Fruhling, le indiqué que fuera a su habitación, no debe andar vagando por ahí –dijo el enfermero– Venga, sígame.

–Sí, ya voy… ya voy –dijo Riber con fastidio.

Hikaru siguió mirando a los dos hombres hasta que se dieron vuelta en un corredor y se perdieron. «Teniente Fruhling… Me grabaré ese nombre e investigaré en qué área trabaja, a ver si así recuerdo en dónde lo he visto», pensaba. Tan ensimismado estaba que no se dio cuenta que la bella teniente Hayase estaba de pie junto a él, sonriéndole.

–¿Qué es lo que llamó su atención, teniente? –preguntó Misa con voz juguetona.

HIkaru se sorprendió al oír la voz de Misa. Volteó a verla y esbozó una sonrisa.

–Misa… –dijo el piloto mientras sonreía–. No… no me di cuenta que estaba aquí.

–Eso pude notarlo –respondió ella–. Estaba tan ensimismado viendo al pasillo. ¿Vio a un fantasma?

–¿Un fantasma? –cuestionó él sorprendido.

–Sí, usted sabe, de esos que rondan por los pasillos de los hospitales todas las noches.

–¿Es en serio?

–Claro que es en serio –dijo Misa con firmeza.

–No lo sabía –respondió Hikaru dubitativo.

–Sí, aparecen de la nada y hacen cosquillas –dijo Misa con una sonrisa.

Por inercia, Misa le hizo cosquillas a Hikaru en el abdomen y ambos estallaron en risas que se oyeron en los silenciosos corredores aledaños.

–Disculpe, Hikaru –dijo Misa apenada–. Yo… no quise… incomodarlo.

–No se preocupe, Misa, no me molestó. Al contrario…

–No sabía que tenía cosquillas –dijo ella con una sonrisa.

–Sí, bueno, yo… tampoco, no lo recordaba.

–¿Cómo es eso?

–La única que me hacía cosquillas, era mi mamá…

En uno de los pasillos, Riber alcanzó a escuchar la melodiosa risa cristalina de Misa y enseguida se regresó.

–¡Teniente Fruhling! ¡Debe ir a su habitación! –dijo el enfermero a cargo.

–Deme un minuto –respondió el teniente.

Riber regresó al pasillo principal pero no vio a nadie. «Juraría que escuché la risa de Misa. Era ella, aún recuerdo esa hermosa risa refinada cuando era una pequeña adolescente. Creo que haberme encontrado contigo, me está trayendo alucinaciones. Quisiera verte otra vez, hermosa Misa, ahora sí no hay nada que me impida estar a tu lado, al contrario, estamos más cerca que nunca» pensó.

Misa y Hikaru habían entrado a consulta con el médico de guardia, quien dio el diagnóstico de la pierna de la teniente. Todo estaba en orden, solo había sido el golpe que sufrió ella con la caída y le recetó unos analgésicos en caso de que doliera mucho. Misa agradeció al doctor y se retiró del hospital junto con Hikaru, quien la ayudaba a caminar.

Llegaron a los dormitorios de las oficiales. Por la hora que era, Hikaru dudó en entrar pero no había otra manera de ayudar a Misa. Él quería dejarla tranquila en su habitación, para que descansara y asegurarse que ella estaría en cama pues conociendo a la teniente, seguro estaba que ella buscaría qué hacer. Los músculos de la pierna de Misa se habían enfriado durante el trayecto a los dormitorios, por lo que bajarse del jeep y entrar al recinto, fue muy doloroso para ella.

–¿Te duele mucho? –preguntó Hikaru consternado.

–Sí. Creo que debo tomar el analgésico que me recetó el doctor –respondió Misa.

–Sí, para que puedas dormir bien o al menos, sin mucho malestar.

–Nunca había notado la distancia tan grande que hay desde la entrada de los dormitorios, al elevador y luego a mi dormitorio. Todo lo hacemos tan ordinario que no nos damos cuenta de muchas cosas.

–No se preocupe, Misa, no va a tener que caminar hasta su habitación. Yo voy a llevarla en mis brazos –dijo Hikaru enseguida.

Diciendo esto, Hikaru cargó a Misa, sorprendiéndola completamente.

–¡Eso es! –dijo el piloto.

–Hikaru, ¡no! ¿Qué hace? –cuestionó Misa–. Debo pesar mucho, va a cansarse.

–No se preocupe, la ocasión lo amerita, solo ayúdeme con el botón del ascensor y después con su clave para entrar a su dormitorio.

Para conservar el equilibrio, Misa por inercia, puso una de sus manos sobre el cuello de Hikaru, quien la sujetaba fuertemente. Entraron al ascensor, sus miradas se encontraron y ambos sonrieron tímidamente. Salieron del ascensor y llegaron a la habitación de Misa, quien inmediatamente introdujo su clave de acceso y la puerta se abrió.

–Hikaru, ya puede bajarme. Debo estar pesada…

–No, señorita, no voy a bajarla hasta que la deje instalada en su cama –respondió el piloto y le sonrió a la chica.

Hikaru se dirigió a la recámara de Misa. Ella abrió la puerta y entraron. Todo estaba en oscuridad y únicamente se alumbraban con la luz de la sala. Hikaru colocó a Misa sobre la cama y él se sentó en el borde. Misa encendió una lámpara que estaba en su mesita de noche, haciendo que la recámara quedara en penumbras pero pudo notar que HIkaru le seguía sonriendo. Ella le devolvió la sonrisa al piloto y le agradeció sus atenciones.

–Hikaru, muchas gracias, por todo… –dijo Misa.

–Lo hago con gusto –respondió el piloto.

Al ver a Misa con la poca luz de la habitación, la mente de Hikaru comenzó a divagar: «Misa, te ves tan hermosa en las penumbras. No sé por qué no me puedo llevar bien contigo, siempre estamos contradiciéndonos en todo, ¿por qué no podemos tener más días como éstos, en los que no nos gritamos ni nos decimos de cosas? Eres tan agradable cuando no estás en tu papel militar». La voz de Misa regresó a Hikaru a la realidad.

–¿Sabe? Después de patinar, pensaba invitarlo a cenar –dijo Misa–. Pero lo eché todo a perder.

–Oh, no, para nada. Fue una noche muy… singular –dijo Hikaru con dulzura–. Y hablando de cenar, creo que necesita tener algo en el estómago para que tome los analgésicos. Dijo el médico que eran algo fuertes.

–Sí, lo sé –respondió Misa, haciendo el intento por pararse.

–No se levante, yo le traigo algo de comer, espere.

–Yo también puedo ir –replicó ella.

Misa hizo el intento por pararse, buscando apoyo en su mesita de noche pero no pudo y solo golpeó la lamparita que alumbraba la habitación. La lámpara cayó y Hikaru la volvió a colocar en su lugar y le llamó la atención la foto que estaba ahí.

–Es nuestra foto, Misa.

–Sí, con el marco que me regaló, Hikaru.

Hikaru se enorgulleció de ver que Misa tenía su foto en su mesita de noche, pues él pensaba que era un lugar especial en la recámara de ella, además, las otras fotos que Misa tenía, estaban en un librero todas juntas y no en un lugar particular como la foto de ellos dos.

–Prepararé la cafetera, enseguida regreso –dijo Hikaru.

–Gracias, Hikaru.

En lo que el café estaba listo, Hikaru fue a revisar las fotos que Misa tenía en el librero, llamándole la atención la foto de Misa adolescente con el joven de traje militar amarillo. «Esos ojos azul claro y esa mirada… Se parecen a los del hombre del hospital, solo que él tenía barba y...». Hikaru ya no pudo concretar sus pensamientos pues en las bocinas de la nave se escuchó la alerta roja.

–Alerta roja, alerta roja, esto no es un simulacro, repito, esto no es un simulacro, alerta roja. Todo el personal militar, a sus puestos de combate –dijo la voz de Shammy.

Hikaru enseguida apagó la cafetera y fue a ver a Misa, que ya estaba haciendo el intento por bajarse de la cama, pero su pierna no logró sostenerla y los brazos de HIkaru amortiguaron la caída.

–Misa, cuidado. Yo la ayudaré, o quizá deba reportarla como enferma.

–No, Hikaru, el doctor no me incapacitó –respondió Misa–. ¿Podrías pasarme mi uniforme? Está en la puerta derecha del closet.

Como pudo, Hikaru ayudó a Misa a desvestirse y a vestirse. Fue un momento muy bizarro en los que sus funciones militares los obligaron a ingeniárselas para que Misa se pusiera el uniforme.

–¡Me da pena! –decía Misa.

–Teniente, no es momento de pena, los segundos corren y tenemos que ir a nuestros puestos.

–Sí, pero, apagaré la luz, así usted no podrá ver nada mientras me ayuda a quitarme el pantalón y a ponerme la falda.

–Como usted quiera, ¡pero dese prisa!

Aún así, Hikaru rozó la piel de las piernas de Misa y miles de sensaciones se despertaron en el piloto. «Debo calmarme, no es momento para pensar en la suave y tersa piel de la teniente. Supongo que ha de estar tan blanca como la piel de su rostro. Sus piernas se sienten tan firmes y… ¡Tengo que pensar en otra cosa!» decía Hikaru mentalmente.

Salieron de la habitación y nuevamente Hikaru cargó a Misa.

–Hikaru, bájeme. Haré el intento por caminar –protestaba MIsa.

–No, teniente. La llevaré en brazos hasta el puente o no llegaremos nunca.

–Oh, bien, como quiera. Ya sé que nunca obedece.

–Y esta vez no será la excepción, teniente.

Así, llegaron al puente. Hikaru bajó a la teniente pero la ayudó a caminar hasta que llegaron a su consola de mando.

–Listo, teniente Hayase. Disculpe las incomodidades –dijo Hikaru, ante la expresión de sorpresa de todos.

–Gracias, teniente Ichijyo. Ahora vaya a cambiarse y tome su puesto en su escuadrón –ordenó Misa.

–Sí, señora.

Hikaru se despidió militarmente de las chicas del puente. El Capitán aún no llegaba. Hikaru corrió lo más rápido que pudo hacia los vestidores, se puso su traje de pilotaje y se fue a los hangares de las valquirias, donde ya lo estaban esperando Max y Hayao.

Mientras tanto, en el puente, Claudia miraba a Misa, como si esperara que ella le contara algo, mientras que las chicas cuchicheaban lo que acababan de presenciar.

–¿Y bien? –preguntó Claudia.

–¿Y bien qué? –respondió Misa.

–Tú sabes a lo que me refiero –dijo Claudia cuestionando–. ¿Qué fue lo que acabamos de presenciar?

–Claudia, estamos en alerta máxima, no es momento para platicar –replicó Misa.

–Está bien, te dejo tranquila, pero quiero todos los detalles después –contestó Claudia.

–Yo también necesito detalles –refutó Misa.

–¿Sobre qué?

–Tú lo sabías –dijo Misa haciendo una pausa–. Sabías que él estaba vivo, por eso tu urgencia de que yo fuera al hospital.

–Sí, Misa –Claudia hizo una pausa–. No te dije porque necesitabas descubrirlo por ti misma.

«Líder Bermellón reportándose. Listos para despegar» se escuchó en el intercomunicador de MIsa.

–Atiende a tu piloto –dijo Claudia con un guiño.

–Despegue por la pista número 7. Sus coordenadas de vuelo aparecen en su computadora –instruyó la teniente Hayase.

–¿Otra vez me manda a pilotar alrededor de la nave? –refutó Hikaru–. La acción está varios kilómetros al frente, solicito cambio de coordenadas.

–¿Va a desobedecer mis órdenes? –refutó Misa.

–No, teniente, por eso le estoy pidiendo que cambie las coordenadas de vuelo.

–Solicitud denegada –dijo Misa en tono neutral–. Siga sus instrucciones de vuelo.

–¡Pero Misa! –replicó Hikaru.

–Teniente Ichijyo, esa no es la forma correcta de dirigirse a su oficial superior. Le ordeno que despegue y siga las instrucciones cargadas en su computadora de vuelo.

–¡Está bien! –contestó el piloto con fastidio–. ¡Cambio y fuera! –dijo de mala gana, cerrando la comunicación en automático, sin que Misa pudiera responderle.

–¡Vaya! El efecto de príncipe encantado pasó muy pronto –dijo Claudia.

–¡Claudia, por favor! No es momento para bromas –respondió MIsa.

En ese momento, llegó el capitán Global, solicitando se le informara de la situación. Claudia ya no pudo seguir cuestionando a Misa con respecto a Hikaru y ambas tenientes se concentraron en la batalla.

El radar de Misa empezó a mostrar naves enemigas que se dirigían al sector donde estaba patrullando el escuadrón Bermellón. Misa quiso notificar a Hikaru pero el intercomunicador de su consola indicaba una llamada entrante precisamente del teniente Ichijyo.

–Aquí GhostOne –dijo Misa–. Teniente, un escuadrón de naves enemigas se aproxima hacia... –Misa no pudo terminar su frase porque Hikaru comenzó a hablar.

–Sí, teniente Hayase, ¡los veo! Usted tenía razón. La batalla al frente de la nave es sólo un señuelo –respondió el piloto.

–Mi radar muestra que es un escuadrón zentraedi, voy a solicitar apoyo al escuadrón skull –añadió Misa.

–Enterado, teniente. Tengo contacto cercano –dijo Hikaru–. Escuadrón Bermellón, formación de ataque.

Así, el escuadrón Bermellón empezó a defenderse de las naves enemigas, quienes los obligaron a romper su formación y separarse, para atacar grupalmente a cada una de las valquirias.

Maximilian Jenius tenía tras de él, a varias naves tipo Regult Tactical Scout. A Kakizaki lo seguían tres naves tipo Regult y el teniente Ichijyo era perseguido por una nave tipo Glaug y otras más tipo Regult.

Jenius, haciendo uso de sus dotes como piloto, fue deshaciéndose de las naves, una a una mientras que Kakizaki únicamente esquivaba los misiles enemigos sin poder atacar a las naves, por lo que solicitó apoyo a sus compañeros.

–Aguanta, Kakizaki, tengo que deshacerme de una flotilla que está detrás mío –respondió Ichijyo.

–Espera, Kakizaki, me faltan dos –dijo Jenius.

En su desesperación, Kakizaki disparó sus misiles sin apuntar fijamente a un objetivo. Max y Hikaru se dieron cuenta y antes de que pudieran decirle algo, se abrió la pantalla de comunicación de las tres valquirias.

–Sargento Kakizaki, ¡debe cuidar sus municiones! Si las dispara así, pronto se quedará sin armamento –dijo la teniente Hayase.

–¡Teniente Hayase! –respondió Hayao Kakizaki–. Tiene razón. Ya me acabé mis municiones ¡y no logro quitármelos de encima! –exclamó Kakizaki aterrorizado–.

«¡En qué lío está metido!» pensó MIsa.

–Tranquilo, sargento. Siga mis instrucciones –habló Misa con calma, tratando de transmitir serenidad al piloto–. Vamos a usar la pistola de su valquiria. Cambie a modalidad Battroid, tome su arma y recuerde que tiene 200 disparos disponibles. Esta vez sí enfoque directo a la nave enemiga y ¡dispare!

Maximilian y Hikaru escuchaban atentamente las instrucciones que Misa le estaba dando a Hayao. «Por algo es la mejor controladora de vuelo y la mejor estratega» pensó Hikaru.

–¡Entendido, teniente! –contestó Kakizaki.

–¡Kakizaki, cambie de modalidad enseguida! –ordenó Misa.

Por fin, Kakizaki salió de su letargo, siguió las instrucciones de MIsa y comenzó a atacar a los Regult que los seguían. El sargento Jenius se unió a Kakizaki y así, eliminaron a las naves enemigas.

Entre tanto, el teniente Ichijyo había eliminado a los Regult Battle Pods pero había una nave Glaug que insistentemente lo seguía. Hikaru cambió a modo Battroid para encarar de frente al enemigo. Era una nave muy rápida, con disparos a gran velocidad y el piloto tenía una gran habilidad, por lo que la valquiria y la nave zentraedi tuvieron un enfrentamiento veloz, haciendo uso de sus capacidades de pilotaje, ataque y defensa.

La nave zentraedi arrancó el brazo izquierdo de la valquiria de Hikaru, quien a su vez, logró destruir el cañón principal de electrones y los cañones de impacto de calibre grueso de la nave enemiga. El duelo era más de resistencia porque ambos pilotos demostraban gran pericia.

Misa observaba la batalla, «¿Por qué estoy tan preocupada por tí, Hikaru? ¡Aguanta! El escuadrón Skull llegará en unos minutos» pensaba ella, cuando de repente, una fortaleza enemiga empezó a emitir un rayo que comenzó a retirar a cada uno de los mechas zentraedi, despejando el espacio alrededor del SDF, por lo cual, la tripulación de la fortaleza y los escuadrones de valquirias se quedaron asombrados.

–¿Los alienígenas nos protegieron? –preguntó Shammy.

–Yo creo que se trata de un conflicto interno en su organización –respondió el capitán Global.

–Ese rayo debió haber sido emitido por la parte que siempre nos observa pero que no nos ataca –agregó Misa, quien inmediatamente se comunicó con el escuadrón Bermellón.

–Escuadrón Bermellón, ¿están bien? –preguntó la teniente Hayase.

–Sí, teniente –contestó el escuadrón al unísono.

Misa descansó al escuchar la respuesta de los tres pilotos del escuadrón. Asimismo, ella abrió los altavoces de la nave, para indicar que la batalla había terminado.

El mensaje fue escuchado en toda la fortaleza y el hospital no fue la excepción, en donde únicamente se recibían las alertas de inicio y término de los ataques. Un paciente en particular, sonrió al escuchar la voz de la oficial a través de las altoparlantes del hospital.

«Misa… mi pequeña Misa. Tu voz es única. Nunca hubiera pensado que entrarías a la milicia y que serías una oficial de alto rango. ¿Será que tu padre te ayudó? Pero, ¿por qué estás en esta nave, en medio de la nada, si pudieras estar con él? Tenemos tanto de qué platicar. Te has convertido en una gran mujer y además, estás bellísima. Tengo ganas de verte...» pensaba Riber, cuando escuchó mucho movimiento en el pasillo. Salió de su habitación para indagar y pudo ver que sus dos compañeros de la base Salla, habían entrado en shock por la batalla que acababa de librar el SDF Macross. «Los comprendo, vivimos tantas cosas en la base, que estar con vida ahora es casi increíble. Ellos aún no se reponen del shock. Yo también estaría igual si no hubiera sido por… bueno… ya no tiene caso recordar» pensó el militar mientras regresaba a su habitación.

El intercomunicador de la línea directa de Misa comenzó a sonar, era una videollamada entrante del líder Bermellón.

–¡Teniente Ichijyo! Gracias a Dios que está bien. –dijo Misa con preocupación.

–Gracias, teniente Hayase. Esta vez sí estuvo cerca. Las naves enemigas eran de lo más violentas –comentó el teniente con seriedad.

–Sí, lo noté, por eso solicité el refuerzo del escuadrón Skull pero ya no hubo necesidad.

–Gracias, teniente –dijo Hikaru y sonrió–. ¿Va a necesitar que la ayude a regresar a su habitación?

–No, no será necesario, gracias, teniente –respondió Misa reflejando una leve sonrisa.

–En verdad, no es ninguna molestia para mí.

–Es que la teniente LaSalle y yo nos quedaremos de guardia y desconocemos a qué hora vayamos a salir. –dijo Misa–. Usted lleve su valquiria a reparación y después vaya a descansar, teniente, que bien merecido se lo tiene con esa extenuante batalla –añadió–.

–Está bien, teniente. Espero que su pierna no le duela mucho –comentó HIkaru.

–Con tantas actividades por el enfrentamiento, ni me he acordado del dolor. Creo que los analgésicos hicieron efecto.

–Me alegro teniente. Cuídese mucho y si me puede indicar la pista de aterrizaje.

–Seguro, teniente –respondió Misa.

Así, el resto de la jornada de trabajo nocturno transcurrió sin mayores eventualidades.

Los días siguieron su curso, con algunas escaramuzas como ya era costumbre. Los Zentraedi atacaban y luego se retiraban. Hikaru y Misa únicamente se habían visto por la red táctica. Habían tenido alguna que otra diferencia pero sin más novedades.

Mientras tanto, en el dormitorio de Hikaru, el piloto se cambiaba su uniforme de pilotaje por el uniforme de diario.

–¡Viernes! –decía Hikaru en voz alta–. ¿Será posible que Misa esté desocupada? Creo que ya me acostumbré a que los viernes, por una u otra razón, salimos o nos encontramos. El viernes pasado fue cuando fuimos a patinar. Iré a ver si está en su oficina.

Hikaru caminó hacia la oficina de Misa, tocó, pero no obtuvo respuesta. Jaló la perilla de la puerta pero estaba cerrada con llave. «Qué raro, los demás viernes Misa ha estado aquí. Quizá tuvo junta con el capitán y los altos mandos. Entonces iré a ver a Roy, ya tiene varios días que no lo visito» pensó Hikaru.

–¡Pasa, viejo! ¡Qué bueno que me visitas, pensé que mi hermanito se había olvidado de mí! –dijo Roy con su característico buen humor bromista.

–Hola, Hikaru –saludó Claudia, quien traía una bebida para Roy –. ¿Quieres algo de tomar?

–Eh, sí, pero yo voy, Claudia, muchas gracias –respondió el piloto.

–Si, hermano, ya sabes que ésta es tu casa, prepárate lo que quieras –dijo Roy.

En lo que Hikaru iba a la cocina por una petite cola, alcanzó a escuchar la conversación de Claudia y Roy.

–¡Ese Fruhling! ¡Tiene más vidas que un gato! –comentó Roy.

«¿Fruhling? ¿Será el mismo Fruhling del hospital?» pensó Hikaru.

–¿Y qué te ha dicho Misa? –preguntaba Roy a Claudia.

–Nada, absolutamente nada. Evita hablar del tema –respondió Claudia.

–Supongo que está más que contenta ahora que Riber Fruhling está vivo y a bordo del SDF.

El comentario causó un revuelo en la mente de Hikaru «¡¿Qué?! ¡¿Riber... Fruhling?! Es el novio de Misa, el que murió en la base Salla, pero ¿cómo puede ser que esté aquí? ¡Cierto! Debe ser de los militares que rescataron en Marte» pensó Hikaru, mientras le empezaba a faltar la respiración y comenzaba a sentirse mareado. «¡Ese rostro! ¡Por eso se me hacía conocido! Lo había visto en la foto de Misa, donde ella es una niña y está con un joven. ¡Es él! ¡Qué tipo tan nefasto! Ese día en el hospital me miró de pies a cabeza. No sé cómo Misa pudo enamorarse de él» pensaba Hikaru.

–¿Todo bien en la cocina, hermano? –preguntó Roy en voz alta.

–Sí, Roy –contestó Hikaru por inercia.

El piloto de cabellera negra alborotada se quedó meditabundo durante la estancia en el dormitorio de Roy. Escuchaba los comentarios de su hermano y Claudia, pero no emitía opinión alguna o participaba esporádicamente en la conversación. No sabía porqué, pero se sentía malhumorado, perdido en sus pensamientos. La noticia de que Riber estaba vivo, lo había impactado.

En otro lugar de la nave, Misa visitaba el hospital. Se reportó con el médico encargado del área de confinamiento, quien le indicó los minutos autorizados para que ella pudiera estar ahí. Misa agradeció al doctor y se dirigió al área. Miró a la primera y segunda habitación, observando a los dos militares de la base Salla. Después llegó a la tercera habitación y vio que ya estaba desocupada. «¡No puede ser! ¡Riber! ¿Dónde estás? ¿Te habrá pasado algo? Iré a preguntar» pensaba Misa cuando vio pasar a un enfermero.

–Disculpe… –dijo Misa.

–¡Teniente Hayase! –exclamó el enfermero con sorpresa–. ¡Es un gusto conocerla en persona!

Misa se extrañó ante tal saludo, pues para ella era bien sabido la aversión que causaba en el personal de la nave y al parecer, al enfermero le había gustado verla.

–Gracias –respondió ella con una tímida sonrisa–. ¿Sabe qué fue del paciente de la última habitación?

–Sí, teniente. Terminó su periodo de cuarentena y lo trasladaron a la habitación 203. Está en el segundo piso, si gusta, puede tomar el ascensor que está en el pasillo.

–Muchas gracias –respondió ella.

Misa se dirigió a esa habitación, la localizó y tocó a la puerta. Nadie contestó por lo que se aventuró a abrir y entró a revisar. El lugar estaba vacío, la cama estaba tendida, no había rastros de que alguien se encontrara ahí. «Qué raro, es el número de habitación que me dijo el enfermero y Riber no está aquí» pensó Misa.

Algo decepcionada, procedió a retirarse de la habitación. Aún de espaldas a la puerta, dio unos pasos hacia atrás, cuando sintió que unas manos firmes la sujetaban de los hombros. Por reflejo, su cuerpo dio un ligero salto al sentir ese contacto inesperado que la había sorprendido.

–Misa… –dijo esa voz varonil pausada y serena.

Las lágrimas comenzaron a inundar los bellos ojos verdes de ella. Las manos que la sujetaban, bajaron de sus hombros, a sus brazos y finalmente la abrazaron por su breve cintura. El dueño de esas manos y de esa voz, le habló al oído.

–¿Te asusté, preciosa? –le preguntó.

–Riber… –respondió ella esbozando una sonrisa.

Aún de espaldas a Riber, Misa colocó sus manos sobre las de él, que las había posicionado en el vientre de ella. Las lágrimas escaparon de los ojos de ella y su cuerpo empezó a moverse ligeramente por los sollozos, por lo cual, Riber estrechó el abrazo, envolviéndola con sus brazos y colocando sus grandes manos en los costados del delicado cuerpo de Misa. Él embriagaba sus sentidos con el fresco y sutil aroma de Misa y suspiró mientras le hablaba tiernamente.

–Misa… Mi pequeña y tierna Misa… –dijo Riber mientras sumergía su cabeza en el frondoso cabello color miel de ella–. Finalmente, volvemos a vernos y… ¡No puedo creer que te estoy abrazando, hermosa!

Misa abrazó los delgados brazos de Riber y dejó salir todo el llanto que había contenido en años. Lentamente, se giró para poder verlo y al fin, sus miradas se encontraron. Los siempre tristes ojos verde esmeralda de ella, se encontraron con los cristalinos ojos azul claro de él, que la veían con admiración. Los labios de ambos esbozaron una tímida sonrisa..

–Sí, al fin nos volvemos a encontrar… Mi querido Riber von Fruhling –dijo Misa con voz serena, mientras movía su mano derecha para acariciar el rostro de quien fuera su gran amor desde la adolescencia.

Continuará…

Nota de autor:

Hola a todos. Aquí está la continuación de este fic en el cual, se están perfilando los extraños senderos de esta historia: Se muestra el incipiente interés de Hikaru en Misa y ella comienza a sentir aprecio por él. Sin embargo, Riber regresa repentinamente a la vida de Misa, lo que dará un giro a lo que vimos en la trama original.

¿Qué posibilidades se desencadenarán con la aparición de Riber?

Agradezco los comentarios que ya han escrito y también me gustaría recibir sus nuevos reviews para conocer sus opiniones.

¡Saludos!