CAPÍTULO 5

Con sus finos y largos dedos, Misa delineó el rostro de Riber, quien solo se dejaba acariciar. Él miraba extasiado a Misa, la pequeña niña que había conocido años atrás y con la cual había construido una estrecha amistad. «Misa, ¡en qué hermosa mujer te has convertido! La niña con rostro angelical se ha transformado en una dama que bien podría acaparar las miradas de todos en esta fortaleza» pensaba el militar.

Misa recorría el rostro de Riber. Sus ojos azul claro no habían cambiado, aunque su rostro había endurecido sus facciones, señal de la madurez física que viene con los años. «Sigues tan apuesto como la última vez que te vi, aunque tu rostro ya no es el de un adolescente, sino el de un hombre, muy atractivo. Aún no asimilo que estás aquí… Que estoy contigo, justo en este momento» decía Misa para sus adentros.

–Misa… –dijo Riber con ternura mientras con una de sus manos, secaba las lágrimas de los ojos esmeralda–. ¿Por qué lloras, mi pequeña Misa?

–Porque… –habló Misa con su voz apenas audible–. Porque estás vivo… –dijo fijando sus ojos en los de él.

–Sí, estoy vivo… por azares del destino… que se empeñó en mantenerme con vida y ahora estoy aquí, en medio del espacio y contigo… –mencionó Riber emocionado–. Pensaba que no volvería a verte… nunca…

–Ni yo a ti… Te lloré por años, porque te creí… creía que tú no… –dijo Misasin poder continuar.

Riber entendió lo que ella quería decirle, así que la abrazó y la acunó en sus brazos.

–Ya pasó… Ahora estamos juntos de nuevo. Entre tantos universos, tantas personas y estamos reunidos… Debe ser para algo bueno…

–¡Oh, Riber! –exclamó Misa, escondiendo su rostro en el pecho de él y llorando todas las lágrimas que sus ojos podían producir.

Era como si uno de los más grandes sueños de Misa se acababa de volver realidad. Finalmente estaba junto a Riber, su amor de la adolescencia, quien estaba consolándola en ese preciso instante, acariciando su cabello y abrazándola protectoramente.

A pesar de que ambos se vieron con mucho cariño, el momento empezó a tornarse diferente e inusual. Lentamente, Misa fue sepárandose de Riber. A él le pareció extraño, pero soltó su abrazo para darle libertad a Misa. El militar solo la observaba hasta que se decidió a hablar.

–¿Sucede algo, Misa? preguntó Riber.

–Sí… ¿por qué no estabas en tu habitación?

–Porque justo el doctor me acababa de dar el alta médica. Fui a su oficina a firmar una documentación y regresé aquí por las pocas pertenencias que tengo conmigo.

–¿Entonces ya vas a dejar el hospital?

–Sí… Aunque he de decirte que me siento algo aturdido, desorientado y no sé bien qué tengo que hacer, qué camino tomar o a dónde ir… No conozco la nave y me siento tan solo aquí…

–No estás solo… Me tienes a mí, Riber… –le dijo Misa con una tímida sonrisa.

–Gracias, pequeña –respondió él sonriéndole también–. Bueno, solía decirte pequeña porque eras una niña, pero ya no lo eres más, Misa… Estás hermosa.

Misa se encogió un poco de hombros y su rostro se ruborizó. No estaba acostumbrada a recibir halagos hacia su físico pues la mayoría de los comentarios que recibía hacían alusión a lo estricta, rígida y temeraria que ella era. Equivocadamente se había acostumbrado a que la llamaran la Reina de Hielo.

–¿Pasa algo, hermosa? –preguntó Riber.

–Sí… digo, no… es solo que…

–¿Te molesta que te llame hermosa?

–No, no es eso… Solo que no estoy acostumbrada a… ese tipo de expresiones…

–Misa… tan transparente como siempre… –añadió Riber–. Creo que te tendrás que ir acostumbrando porque, si me lo permites, yo te llamaré así. Eres y estás hermosa… Mi pequeña Misa.

Misa sonrió ruborizada. Tantos años habían pasado que no recordaba lo caballeroso, galante y a la vez, lo sencillo que Riber era, incluso, él tenía un título nobiliario que trataba de ocultar llamándose únicamente Riber Fruhling, para que su apellido no sonara de abolengo.

–Y… ¿tienes pensado qué hacer ahora que salgas del hospital? –preguntó Misa.

–No sé muy bien… –respondió Riber dubitativo–. Hoy estuve en pruebas con personal del área de psiquiatría y comprobaron que ya estoy bien de mis facultades y no hay evidencia de un shock postraumático, a diferencia de mis compañeros. El psiquiatra y la psicóloga que me entrevistaron, enviaron a personal administrativo, quienes me preguntaron si quería incorporarme nuevamente a la milicia o quería vivir como civil.

–¿Qué decidiste?

–Pues… pese a lo que hubiera podido pensar meses atrás, decidí regresar a la milicia.

Misa abrió sus ojos sorprendida, pues ella sabía que Riber era un pacifista que no le gustaba la milicia.

–No lo esperabas, ¿verdad, Misa? –preguntó el joven.

–No, no lo hubiera pensado…

–¿Sabes cuál fue el motivo de mi decisión?

–¿Cuál?

–Tú, Misa….

–¿Yo? –preguntó Misa asombrada.

–Sí, tú… Verte convertida en una eficiente militar, de alto rango, defendiendo tus ideales, me sirvió de motivación para reincorporarme a la milicia.

–Pero… no lo hagas por mí, sino por ti…

–Claro, hermosa, lo hago por mí, pero inspirado en ti –dijo Riber con una sonrisa.

Misa le devolvió la sonrisa y sintió que Riber tomaba una de sus manos.

–Y… no quiero que pienses que voy a abusar de tu confianza, pero necesito que me ayudes a incorporarme a la vida en esta fortaleza espacial.

–Cuenta con ello…

–Yo… no quiero ser una carga para ti, pero… no tengo dónde dormir hoy…

–Oh, ¡es verdad!

–Me dijeron que me levantarían los salarios caídos del tiempo en que estuvimos sobreviviendo en la base Salla, solo que tenía que contactar al personal del área de recursos financieros. También me dijeron que me asignarían un dormitorio, con el personal de recursos materiales y que podía solicitar mis uniformes con el personal del almacén… pero… no sé a dónde dirigirme… –dijo Riber apenado–. Discúlpame, Misa, soy un desastre.

–No te preocupes… por la hora, creo que el personal ya debió haber salido, pero haré un intento para localizarlos.

Misa hizo algunas llamadas con su celular, encontrando a algunos encargados que estaban de guardia.

–Bien, encontré al personal administrativo, ya van a preparar una tarjeta en la que te depositarán los créditos de tus salarios caídos. También van a asignarte un dormitorio provisional en el área de los pilotos.

–Muchas gracias, Misa –dijo Riber con una sonrisa.

–Bien, pues vayamos a la base… –respondió ella–. ¿Ya decidiste a qué área vas a incorporarte?

–Sí… Al área científica.

–¡Lo sabía! ¿Te dijeron cuándo comenzarías a laborar?

–En díez días, a partir de la fecha del alta médica.

–Al menos tienes algunos días para adaptarte.

Ambos jóvenes militares se dirigieron a la base. En las oficinas administrativas, Misa hacía las gestiones con los encargados, mientras, Riber la veía asombrado. «Hace años, no hubiera pensado que la pequeña Misa iba a ser la segunda al mando de una fortaleza espacial. Eres quizá la mujer más importante en el espacio. ¿Quién lo diría? Qué bueno que tengo la fortuna de ser… tu… ¿amigo? ¿Acaso somos amigos o… seremos quizá… una pareja? Bueno, primero lo primero, que es tener un lugar dónde quedarme, aunque no me molestaría que pudiera quedarme contigo aunque sea una noche, sería genial, pues así descubriría lo que tú sientes por mí…»pensaba Riber.

Misa regresaba muy sonriente, con un rostro resplandeciente. Riber le sonrió.

–Bien, aquí está tu tarjeta con los créditos de tus salarios caídos. Solo la tienes que activar en un cajero automático y voilà, ¡eres casi millonario! –dijo Misa entre risas.

–¡Vaya! Me siento muy importante –respondió Riber riendo también.

–Y ésta es la llave de tu habitación temporal. Posteriormente harán una recategorización de tu rango y te colocarán en el área correspondiente a tu nivel jerárquico –dijo Misa, entregándole la llave.

–Bueno, ser amigo de la Primera Oficial de la nave, tiene sus beneficios.

–Claro, conserva mi amistad y serás privilegiado.

Ambos jóvenes rieron con el comentario.

–Gracias, Misa. Gracias por todo…

–Con gusto, Riber.

–Y también gracias infinitas porque sé que es por ti que estamos aquí.

–¿A qué te refieres?

–Pues que insististe al capitán Global para que la fortaleza pasara a Marte. Supe que se iban de largo y no iban a pasar al planeta… –dijo Riber haciendo una pausa–. Solo de pensarlo, imagino que no hubiéramos sobrevivido. ¿De qué otra manera alguien visitaría Marte, si no eras tú?

–Te lo prometí, Riber. Aún creyendo que estabas… bueno, tú sabes, cumplí mi promesa… –respondió Misa.

–Gracias…

Misa y Riber salieron del edificio administrativo y se dirigieron a la zona habitacional. Misa le mostraba los lugares de referencia para que Riber se ubicara mejor. La habitación que le habían designado estaba en el piso número 16.

Una vez que llegaron a su dormitorio, Riber se dio cuenta de que no tenía ningún artículo de higiene personal, tampoco tenía ropa ni nada que ofrecerle a Misa.

–Misa, yo… te invitaría a pasar pero no tengo nada que ofrecerte. Además, no sé si te incomode entrar a mi habitación… Yo no sé si tú… bueno… Te conozco desde niña pero ahora no sé qué es de tu vida… Eres una mujer inteligente y muy atractiva, probablemente estás casada o tienes pareja o estás en una relación… –mencionó Riber.

–No hay nada de eso, Riber. Y tienes razón, tu dormitorio no tiene nada, voy a conseguirte artículos básicos de higiene personal por si gustas asearte y después podemos ir a comprar lo que necesites. Mañana es mi día libre, así que puedo disponer de esta tarde para ti.

–Muchas gracias, pequeña hermosa –dijo Riber, depositando un pequeño beso en la frente de Misa.

Ella se ruborizó un poco con tal muestra de afecto. Si bien, Riber ya la había besado en la frente y en la mejilla en repetidas ocasiones, de manera furtiva, para que en ese entonces, Coronel Hayase, no los regañara, habían pasado varios años de esos hechos, que Misa volvía a tener esas sensaciones a las que no estaba acostumbrada.

–Enseguida regreso –respondió ella.

Repasando los momentos que acababa de vivir y recordando los pasajes que Misa atesoraba en su memoria, ella caminó por los pasillos del piso 16 hasta llegar al ascensor. Entró en él y marcó el piso en el que se encontraba una pequeña zona comercial exclusiva de los militares. Adquirió lo necesario para que Riber se aseara y regresó al elevador. Tan absorta iba en sus pensamientos que no puso atención que un piloto de cabello oscuro y alborotado, también había entrado enseguida de ella.

–Buenas noches, comandante –saludó el piloto.

Esa voz sacó a Misa de su estupor y sólo acertó a mirar hacia donde provenía la emisión de tal saludo.

–Yo… siento interrumpir sus pensamientos –dijo Hikaru.

–Buenas noches, Hikaru… es decir, teniente Ichijyo… –respondió ella.

–Yo estoy fuera de servicio ¿y usted?

–Yo también

–Entonces podemos llamarnos por nuestros nombres…

–Está bien, Hikaru.

–Hoy es viernes… y… creo que mañana es su día libre… –dijo Hikaru, haciendo una pausa–. Me preguntaba si… bueno… yo…

–Adelante, Hikaru.

–¿Tienes planes para esta noche? ¿Quisieras ir al centro de la ciudad?

–Yo, bueno… no tengo planes en sí, pero tengo algo por hacer –respondió Misa, sin saber por qué le dolía no poder aceptar la invitación del piloto.

Hikaru se sorprendió y enseguida su rostro se entristeció. Misa lo notó enseguida.

–¿Qué te parece mañana, cuando termines tu turno? –preguntó Misa–. Si es que no estás muy cansado –añadió.

–Bueno, es que mañana ya quedé con Maximilian y Hayao.

–Oh, ya veo. Entonces será en otra ocasión.

–Seguro, Misa. Piso 14, ya llegué a mi destino. ¿Y tú? ¿A dónde vas?

–Al piso 16.

–Sí, eso noté. Pero tu habitación no está ahí.

–Es que no voy a mi habitación…

El corazón de Hikaru se aceleró y su estómago dio un vuelco. «No sé por qué me siento tan irritado al pensar que vas a verte con alguien. Es extraño, Misa, sé que eres una mujer libre de salir con quien tú quieras, es solo que me he acostumbrado a tu presencia y sé lo agradable que puedes ser fuera de tu papel militar. ¿Será que vayas con tu novio, el tal Riber Fruhling que mencionaban Claudia y Roy?» pensaba Hikaru.

–No me importa dónde vayas –respondió Hikaru malhumorado.

–¿Cómo?

–Buenas noches –contestó Hikaru.

El piloto salió intempestivamente del elevador, sin voltear a ver a Misa quien se extrañó por su comportamiento. «Pensé que ya habías dejado atrás tu comportamiento rebelde pero no, sigues con tus niñerías. No importa. Tengo otras cosas que hacer que estarme preocupando por tus arranques infantiles» pensó la bella militar mientras llegaba al piso 16.

Misa salió del elevador, se dirigió al dormitorio de Riber y le entregó los artículos que llevaba para él.

–Muchas gracias, Misa. Voy a bañarme muy rápido y si quieres, vamos a cenar a la ciudad. Así aprovecho para que me muestres cómo es que han adaptado a los civiles dentro de la fortaleza.

–Claro, Riber. Construir una ciudad a bordo de la nave fue una proeza.

–¡Ya lo creo!

–Bueno, en lo que te aseas, voy a cambiarme de ropa y paso por ti.

–Solo por esta vez, porque no sé en dónde está tu habitación.

–De acuerdo. Nos vemos en 20 minutos, ¿está bien?

–Perfecto –respondió Riber.

Transcurridos los minutos del tiempo acordado, Misa y Riber se encontraron. Tomaron el ascensor e hicieron su viaje de descenso a la planta baja. De ahí, salieron de la zona habitacional militar y caminaron un poco para tomar otro ascensor que los llevaría a la ciudad. Riber estaba impresionado con la infraestructura citadina que habían logrado construir dentro de la nave.

–Y espera a que veas la recreación del cielo, las nubes, el sol, la luna y el viento.

–¿Todo eso tienen aquí?

–¡Sí! Fue creado por el equipo científico del cual formarás parte.

Los ojos de Riber brillaban de la emoción. Trabajar con científicos era lo que siempre había deseado. Misa lo miraba con atención y se alegraba al mismo tiempo con él.

–Bien, pues vamos a cenar y…

–¿Y?

–Quiero que me acompañes a otro lugar

–¿Otro lugar? –mencionó Misa con nerviosismo.

Riber se carcajeó.

–Misa, deberías ver tu cara de niña asustada –comentó el militar–. ¿A dónde crees que te voy a llevar? No seas malpensada.

–¡No lo soy! –respondió Misa fingiendo estar enojada.

Ambos rieron con la conversación que se había tornado bizarra.

–Bien, quisiera que me acompañaras a comprarme ropa. Solo tengo esta camisa y este pantalón que uno de los enfermeros me consiguió. ¿Sabes a qué hora cierran las tiendas de ropa?

–Es viernes, generalmente cierran más tarde. Nos dará bien tiempo de ir a cenar y después, ir a comprarte ropa.

–¡Excelente!

Misa y Riber cenaron en un restaurante de comida alemana. Comieron exquisitas salchichas, papas fritas y unos deliciosos schnitzels que a Riber le parecieron una cena gloriosa, como buen alemán.

–¡Es la mejor cena que he tenido en años! –mencionó el militar–. Y lo mejor, es que tengo a la mejor acompañante. ¿Qué más puedo pedir?

Misa sonrió. Había olvidado lo caballeroso y educado que él era. Poco a poco venían recuerdos a su memoria, los cuales los había bloqueado para evitar sentir el dolor que le provocaba saber que Riber estaba muerto. «Oh, Riber, con cada minuto a tu lado recuerdo por qué es que me había enamorado de ti. Tus finos modales, tu plática amena, tu forma caballerosa y respetuosa de tratarme, además de tu atractivo rostro que ahora tomó forma más masculina y tus bellos ojos azul cielo, casi tan bonitos como los ojos azul océano de Hikaru… ¿Hikaru? ¿Por qué me estoy acordando de él? ¡Piloto rebelde!» pensaba Misa cuando Riber la regresó a la realidad.

–¿Nos vamos, hermosa? –preguntó Riber.

–Sí, claro.

Se dirigieron a la zona con comercios de ropa. Entraron a una tienda departamental y fueron al área de caballeros. Comenzaron a escoger camisas, pantalones, calcetines, ropa interior. Para las camisas, Riber le pedía parecer a Misa. Los empleados de la tienda veían a los militares y pensaban que hacían una bonita pareja. Ambos se veían contentos y transmitían su alegría a quienes los miraban.

Mientras Riber fue a los probadores a medirse la ropa, Misa aprovechó para comprar un perfume y un suéter azul claro que haría juego con los ojos de Riber. Quien a los pocos minutos, salió a buscar a Misa para mostrarle cómo se le veían las prendas que ambos habían elegido.

Misa le entregó el perfume y el suéter a Riber, quien le agradeció el gesto y también le regaló un perfume a ella.

–Tal parece que somos el uno para el otro –mencionó él.

–Así parece –respondió Misa.

Cuando terminaron de comprar, regresaron a la zona habitacional.

–Ahora sí me enseñarás dónde queda tu habitación.

–Está bien, así puedes pasar por mí en ocasiones futuras.

–Claro que sí, hermosa.

Los jóvenes militares iban platicando de forma muy amena de camino a la habitación de Misa. Entre risas y chistes, a veces rozaban sus brazos o bien, se demostraban su afecto con ligeras palmadas en los hombros o Riber la abrazaba por algunos instantes.

Por coincidencias temporales, unos enormes ojos azules los alcanzó a ver a lo lejos. y vio que tomaron el ascensor, que se dirigía al piso donde estaba la habitación de Misa.

«¡¿Qué?! ¿Lo va a llevar a su habitación? Seguro van a hacerlo… después de tantos años de no verse. Pero claro, o qué otra cosa podrían hacer en la habitación de Misa. ¿Platicar? Aunque… bueno… Yo también he ido a la habitación de Misa y… no hemos hecho nada… La diferencia es que él es tu novio y yo… yo solo soy un simple piloto» pensó Hikaru mientras los veía alejarse. Refunfuñando, el piloto rebelde se fue a su habitación.

Al día siguiente, Hikaru, Maximilian y Hayao hicieron su patrullaje sin novedad. Hicieron su reporte lo enviaron de forma digital.

–Bien, pues démonos prisa para ir a comer a la ciudad y después vamos a los videojuegos – sugirió Max.

–¡No me lo repiten dos veces! ¡Estoy hambriento! –dijo Hayao.

–Siempre lo estás.

Los tres jóvenes militares fueron a asearse. Se cambiaron sus uniformes y se fueron a la ciudad. Degustaron sus alimentos y se dirigieron a la tienda de videojuegos más famosa de la nave.

–¿Qué te pasa, Hikaru? –preguntó Max–. Has estado muy inquieto y de mal humor.

–Han de ser suposiciones tuyas –respondió Hikaru de mala gana.

–Pues yo sí te he visto malhumorado –agregó Hayao.

–¿Tú también vas a empezar? –cuestionó Hikaru.

–Ya, Hayao. No le digas nada, déjalo tranquilo, no ves lo molesto que está –dijo Max.

–Tienes razón –afirmó Hayao.

–Amigos, disculpen, es solo que no me siento bien. No era mi intención ser grosero con ustedes –dijo Hikaru–. Voy a salir un momento y regreso.

–Está bien, amigo. Si no te sientes bien, puedes irte a tu habitación, no hay ningún problema. Hayao y yo nos quedaremos jugando un rato más.

–Gracias, chicos –dijo Hikaru, quien caminó a la salida de la tienda de videojuegos, saliendo a la calle que estaba concurrida por ser fin de semana.

Atravesó la avenida y se dirigió al parque principal de la nave. A lo lejos, pudo divisar la larga cabellera color miel de una atractiva joven que estaba de pie, junto al lago del parque. «¡Misa! Iré a platicar con ella. Es más entretenido conversar que estar metido en los videojuegos. Mejor hubiera aceptado salir con ella. Hoy no me sentía cómodo con los muchachos y sus videojuegos…» decía Hikaru mentalmente.

Conforme se iba acercando a Misa, el corazón de Hikaru comenzaba a latir más y más fuerte, sin embargo, él se detuvo cuando solo faltaban unos pasos para llegar a Misa. Ella sintió que alguien la observaba y volteó hacia donde se encontraba Hikaru.

–¡Hikaru! –lo saludó Misa.

–Hola… Misa… –respondió Hikaru.

–Pensé que estarías con tus amigos.

–Sí, estoy con ellos, solo que quise venier al parque… a relajarme un rato.

–¡Hermosa! Gracias por esperarme –se oyó una voz que le hablaba a Misa.

Hikaru volteó hacia el origen de esa voz y es ahí que vio a Riber, acercándose casi en cámara lenta hacia Misa.

Riber y Hikaru intercambiaron miradas que enseguida se tornaron retadoras. «Así que éste es tu novio desaparecido, Misa. Qué pedante es» pensó Hikaru.

Riber se acercó a Misa, casi rozando su brazo con el de ella. Hikaru los veía con cara de pocos amigos. Veía a Riber de arriba a abajo y éste igual, no perdió oportunidad para analizar al piloto. Misa notó que el ambiente se estaba poniendo denso, así que decidió romper el silencio.

–Teniente Ichijyo, le presento al teniente Riber Fruhling –dijo Misa–. Teniente Fruhling, le presento al teniente Ichijyo.

Por educación, ambos militares se dieron un saludo de mano, sosteniéndose la mirada mientras el ceño de ambos comenzaba a fruncirse, incrementando la tensión entre ellos.

Continuará…

Nota de autor:

Hola, estimados lectores. Comparto la continuación de esta historia. Misa se ha reencontrado con su eterno amor, sin embargo, en sus pensamientos también aparece el piloto insufrible, origen de sus dolores de cabeza.

Agradezco los comentarios que han escrito y asimismo, agradezco los futuros reviews.

Saludos a todos.