Hola Kaede trae un nuevo capítulo :D así que basta de platicas pasen a leer :3

┻┳| *Neko comienza la historia*

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┻┳|ω• ).

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┻┳| J


Capítulo 2.- Deseo de ser madre.

Lucy encontró a su hermano saliendo de la dirección, se había tardado un poco más debido a que estaba tratando unos asuntos académicos con unas alumnas. Después los dos se dirigieron al coche.

— ¿Qué tienes? —preguntó Gray cuando ya iban de camino a su casa. Volteó a ver a su hermana que miraba al frente. —estás muy seria.

Y en efecto, Lucy no dejaba de pensar en lo sucedido con Sting. Seguía sin comprender como él había podido engañar a su amiga.

—No es nada. —respondió Lucy mientras frenaba el carro pues el semáforo había cambiado a rojo. —cosas del trabajo.

— ¿Estás segura que no tiene nada que ver con Loke? —le preguntó Gray.

—Sí, no te preocupes por eso, ya lo superé. —respondió ella poniendo a andar el carro nuevamente. —Creo que estoy mejor sin él.

—No me pidas que no me preocupe. —mencionó él. —no me gusta verte sola, quisiera verte casada con un hombre digno, trabajador, honesto y que te haga feliz.

—Me lo pones difícil. —respondió ella. —si me casara con ese hombre entonces cometería incesto. —respondió con una sonrisa mientras le dio una rápida mirada.

Para ella su hermano era la excepción, sabía que amaba a su familia y que jamás les haría daño.

Gray se quedó en silencio, pensando en el daño que le había causado la conducta de sus padres.

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Mientras tanto Natsu ya había llegado a su departamento, dejó la bolsa negra sobre la mesa y se dirigió a la cocina para servirse un poco de jugo de naranja.

Después de apagar su sed regresó a la mesa del comedor y abrió la bolsa para ponerse a trabajar.

— ¿Qué es esto? —se preguntó al ver que dentro había un libro sobre la cultura griega y fruta. Lo dejó sobre la mesa y revisó de nuevo la bolsa. Se angustió al ver que estaba vacía.

Se dejó caer sobre la silla y se llevó las manos a la cabeza para revolverse el cabello.

Había perdido la investigación que había realizado por más de un año, pero lo que más le preocupaba eran las semillas que iban con ella, pues estaban alteradas genéticamente.

Trató de hacer memoria para ver si recordaba en donde pudo haber dejado su investigación.

¡Quizá la había olvidado en la facultad!

Imposible, él personalmente había metido la carpeta y las semillas dentro de la bolsa negra, además no era alguien olvidadizo ni descuidado, al contrario era sumamente cuidadoso con su investigación y la llevaba muy bien agarrada.

— ¡La chica! —exclamó al recordar su incidente con ella, recordó haber visto otra bolsa en el suelo.

Se puso de pie.

¡Habían intercambiado bolsas!

—Tengo que encontrarla. —se dijo. Luego se dejó caer en la silla desesperanzado.

No sabía quién era ni dónde encontrarla.

Dejó caer su cabeza a la mesa, no le quedaba más remedio que empezar de nuevo. Y él que pensaba que ya estaba tan cerca de conseguir su maestría.

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Cuando Lucy y Gray entraron en la casa fueron recibidos por los gritos de los niños.

— ¡Tía, tía! —gritó contento Ren abrazándola de la cintura.

— ¡Papá, papá! —exclamó Umi abrazando a Gray, quien enseguida la cargó para que pudiera besarlo en la mejilla.

—Te traje esto. —mencionó él sacando una caja de chocolates de entre su saco. —compártelos con Ren. —indicó mientras la ponía en el suelo, luego le revolvió el cabello al niño que ahora también lo abrazaba.

—Gracias papá. —dijo con una sonrisa y luego de saludar y abrazar a su tía corrió con su primo a su cuarto para comer los chocolates.

—Qué bueno que ya llegaron. —comentó Juvia saliendo a su encuentro. —la comida ya casi esta lista, Yukino se quedó haciendo la ensalada.

—Iré a ayudarla. —dijo Lucy y caminó hacia la cocina, de reojo pudo ver como su hermano le entregaba una rosa a su esposa.

Lucy sonrió al recordar las excusas de Gray para intentar ocultar lo detallista que se había vuelto gracias a Juvia.

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Después de un rato los cuatro se sentaron a la mesa para disfrutar la comida que Juvia y Yukino habían preparado. Los niños ya habían comido.

— ¿Y no va a venir Sting? —preguntó Lucy sentada junto a Yukino.

—No. —dijo ella terminando se servirse un poco de ensalada. —él me habló hace unas horas y me dijo que le había salido una operación de última hora. —respondió volteando a verla. —a veces me preocupa que trabaje tanto.

— ("Así que una operación"). —pensó Lucy. Sí, ya se imaginaba la clase de operación que debería estar practicando con esa mujer. — ¿Y le crees a tu esposo? —le preguntó a Yukino depositando la copa de vino que se acababa de llevar a la boca y sin poder evitarlo.

Yukino pestañeó varias veces mientras la veía, no comprendía su pregunta.

— ¿De verdad confías en que está en el trabajo? —de nuevo preguntó Lucy de forma mordaz.

—Rukia ¿Qué pregunta es esa? —cuestionó Yukino enojada, centrando toda su atención en ella. —claro que le creo, él sería incapaz de mentirme.

Juvia dejó de comer y se quedó mirándolas. Gray siguió degustando de su carne asada y el vino tinto.

—Será mejor que no confíes ciegamente en él, puede que te lleves una sorpresa después. —le recomendó. Aunque había decidido no decirle nada todavía, le irritaba que Yukino se creyera las mentiras de su marido.

— ¿Por qué me dices eso? —preguntó la albina. — es como si quisieras verme infeliz. —le reprochó enojada.

—No es eso, sólo que no quiero que por confiada te engañen después. —respondió Lucy. —Deberías observar cuidadosamente a tu marido. —le aconsejó.

Yukino rio ante su comentario.

—Incluso si todos los hombres del mundo tuvieran una aventura, estoy segura que Sting nunca los tendría, él solo me quiere a mí. —respondió ella llena de confianza. —Eso lo dices porque no soportas ver felices a los demás.

—Ya basta. —intervino Juvia para evitar que Lucy le contestara. — no sé porque siempre tienen que estar peleando.

—Eso es porque ellas se quieren y lo demuestran así. —comentó Gray, quien ya estaba acostumbrado a los constantes reproches que su hermana y Yukino intercambiaban.

— ¿Estás queriendo decir que nosotros no nos queremos? —preguntó con sorpresa Juvia volteando a ver a su esposo, pues ellos rara vez discutían.

Yukino y Lucy se olvidaron de su conversación y le pusieron atención a la de sus amigos.

—Claro que no. —respondió Gray. —Eso es porque tú tienes una personalidad perfecta y no tenemos nada porque pelear. — contestó mirándola a los ojos.

Quizá las dos copas de vino que ya había tomado ayudaron a desinhibirlo un poco.

— ¡Oh Gray! —exclamó con una sonrisa Juvia olvidándose de su enojo. —pero que dices, si tú también ayudas mucho. —dijo ella con orgullo. A decir verdad no tenía quejas de su esposo.

Lucy sonrió al ver la demostración de amor de su hermano y cuñada.

—Ustedes dos se ven muy bien juntos. —comentó Lucy sin dejar su sonrisa. —me alegra mucho verlos tan felices. —dijo sinceramente.

— ¡Pero que graciosa eres Lucy! —mencionó con reproche Yukino. —acabas de decirme que sería engañada por la persona en quien más confío y ahora les celebras sus demostraciones de cariño.

—Momo deja en paz a Lucy. —la regañó Juvia.

—Déjala Juvia, no me afectan sus palabras. —comentó con una sonrisa burlona.

—Ahora sé porque no tiene novio. —murmuró Yukino.

— ¿Qué quieres decir? —preguntó Rukia que la alcanzó a escuchar.

—Que eres bonita y no te debería ser difícil conseguir un novio, pero no pones tu corazón en ello. —declaró.

—Bueno, eso es cierto. —comentó Juvia. Intuía que Lucy no había tomado muy en serio sus relaciones amorosas.

Gray comió en silencio y se limitó a escuchar la plática. Entre menos interviniera mejor.

Lucy sólo se rio.

—Además quien querría estar con ella con esa personalidad tan fastidiosa. —agregó Yukino con burla.

—En lugar de preocuparte por mi deberías cuidar a tu esposo. —señaló Lucy.

—Por eso nunca encontrarás marido y morirás sola. —gritó Yukino enojada.

Ese comentario le dolió a Lucy y lo reflejó en su cara. Yukino se arrepintió de haberlo dicho.

El comedor quedó en un silencio incómodo.

Las palabras de Yukino hicieron eco en Lucy, ¿sería cierto que moriría sola? ¿Nadie lloraría su muerte, nadie la recordaría?

—Lucy no hagas caso de las palabras de Yukino. —pidió Juvia con voz dulce mientras estiraba su mano para agarrar la de su cuñada. —Ella sólo está enojada, no siente ni cree lo que te dijo. ¿Verdad? —le preguntó a Yukino.

—Es cierto, discúlpame Lucy no quise decir eso. —dijo Yukino cabizbaja.

—Además tú también te pasaste con el comentario sobre Sting. —señaló Juvia.

Lucy sabía que tenía razón en lo que le dijo a Yukino, pero no podía culparla por no creerle.

—Tú también discúlpame Yukino, es que tuve un día pesado en el trabajo. —mencionó Lucy.

..

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En la habitación de un hotel dos cuerpos desnudos descansaban bajo las suaves sábanas blancas de la cama.

La mujer peli negra tenía recargada su cabeza en el hombro de Sting y un brazo sobre su pecho. Él estaba boca arriba con la mirada en el techo.

Las estrellas y el cielo oscuro ya se podían observar por la ventana.

—Ya es tarde Minerva. —comentó Sting sentándose, por lo que se liberó del abrazo de la chica. —tengo que regresar a mi casa. —indicó mientras se sentaba a la orilla de la cama, poniendo los pies sobre el piso alfombrado.

La peli negra también se sentó, procurando tapar su cuerpo con la sábana.

—Sabes, ya me cansé de esta situación. —señaló mientras observaba a Sting vestirse de espaldas a ella. —Ya me cansé de fingir ante los demás y de tener que escondernos. —él volteó a verla.

—Lo sé. —comentó él.

—No basta con que lo sepas. —le recriminó ella. — ¿Cuándo la vas a dejar? —preguntó poniéndose de pie dejando que él contemplara su cuerpo desnudo.

—Nunca prometí nada cuando empezamos esto. —recordó guardando la corbata en la bolsa de su pantalón mientras ella se colocaba su ropa interior.

—Y yo no te pedí nada. —señaló ella poniéndose el vestido azul. —pero creo que las cosas deben de cambiar.

—Dame tiempo. —pidió él. —No es fácil.

Minerva se acercó a él y le dio un beso rápido en los labios.

—Sólo no te tardes mucho. —pidió ella.

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Lucy llegó a su casa, dejó sus cosas sobre la mesa y abrió la bolsa negra para sacar el libroy la fruta.

— ¿Qué es esto? —se preguntó mientras giraba la carpeta negra para observar cada detalle.

Luego la abrió y vio que contenía varias hojas con fórmulas, dibujos y explicaciones. Las miró detenidamente pero al no entenderlas no le causó interés, así que dejó la carpeta en la mesa y se fijó de nuevo en la bolsa, sacó un pequeño contenedor trasparente, en el cual entre algodones había lo que parecían semillas negras.

— ¿Semillas? —se preguntó mientras veía el pequeño recipiente, pero luego una idea más aterradora le llegó a la mente. — ¿ninfas de insecto? —se preguntó arrugando la nariz.

Seguramente Hibiki fue descuidado y dejó que algo de comida se echara a perder, le dio asco sólo de pensar en eso.

Y como ella no quería nada con insectos, caminó hasta la ventana que daba al patio de la privada, la abrió y arrojó el recipiente. Luego volvió a cerrar la ventana y regresó a la mesa.

Metió la carpeta en la bolsa negra y la guardó en un cajón para que si Toshiro se la pedía la tuviera a la mano, luego subió a su cuarto para darse un baño e ir a dormir.

..

..

Cuando Sting llegó a su casa estaban todas las luces apagadas, ya era más de medianoche así que era lógico que su familia ya estuviera durmiendo.

Lo primero que hizo fue ir al cuarto de su hijo, abrió la puerta y vio que estaba destapado. Así que entró al cuarto y volvió a arropar a Ren, luego le acarició el cabello con cuidado para no despertarlo.

El pequeño de cabello rubio dormía de lado abrazando un peluche de Batman, su rostro emanaba tranquilidad.

Al verlo dormido se sintió culpable, ¿Cuándo su hijo y su esposa habían dejado de ser suficiente para que fuera feliz?

Claro que amó a Yukino y mucho, pero paulatinamente su vida con ella había dejado de ser lo que era antes, no supo cuando sus intereses habían tomado rumbos distintos y sus temas de conversación se habían acabado.

Y cuando se sintió solo, ella apareció con la fuerza de una tormenta que arrasa con todo a su paso.

Y él se resistió, claro que lo hizo, muchas noches se la pasó en vela por la culpa que sentía por desear a otra mujer, porque no quería perder la estabilidad de su familia, pero así como los arboles no son capaces de resistir a la furia de una tormenta, él no fue capaz de resistirse a Minerva.

Y pensó que todo acabaría con una simple noche con ella, pero no fue así, pronto se vio necesitado de sus conversaciones, de esas visitas a los sitios que a los dos les interesaba, de su olor y de su piel.

Y entonces comenzó a ver a su esposa como una flor, una flor que lentamente se estaba marchitando, Yukino ya no era esa mujer alegre que conoció, aquella llena de vida que procuraba su belleza.

Y desde eso ya hacía un año.

Y aunque varias veces estuvo a punto de hablar con Yukino para pedirle el divorcio, no pudo hacerlo. No quería hacerle daño, ni a su hijo.

Ren se removió en su cama y cambió de posición.

Y Sting salió del cuarto del niño sin reflexionar en que su hijo estaba pagando por aquel desliz.

Pues ahora ya no le dedicaba tanto tiempo, ya no salía con él los domingos, ya no lo ayudaba con sus tareas por la tarde, poco a poco se estaba alejando de su hijo.

Y Ren creía en las palabras de su madre, su padre era un hombre que trabajaba mucho para que ellos estuvieran bien.

Y el niño se sentía solo y lo extrañaba, pero al menos se consolaba pensando en que su padre estaba salvando vidas, en que podía sentirse orgulloso de ser su hijo.

..

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A la mañana siguiente Sting salió del baño sólo con su pantalón negro de vestir, mientras Yukino elegía una camisa de manga larga y una corbata que combinara con su ropa.

—No te sentí llegar anoche. —comentó ella pasándole la camisa.

—Ya llegué muy tarde y no quise despertarte. —contestó abotonando su camisa. — ¿Cómo te fue ayer?

—Gray y Juvia te extrañaron. —respondió ella mientras le colocaba la corbata. —Deberíamos de reunirnos con ellos, son nuestros amigos desde hace tiempo.

—Tienes razón. —respondió Sting. — ponte de acuerdo con Juvia en la fecha. —dijo mientras se acercaba al tocador.

—Pero Lucy me hizo enojar ayer. —le comentó Yukino parándose junto a él. Sting se le quedó viendo invitándola a continuar. —Me preguntó si confiaba en ti y me dijo que te vigilara más.

A Sting eso le pareció raro, pues Lucy jamás mostró disgusto hacia él.

— ¿Y qué le respondiste? —preguntó Sting acomodándose la camisa dentro del pantalón.

—Qué confiaba en ti. —le dijo ella con una sonrisa. —que tu jamás me engañarías, porque estoy segura que nunca harías algo para lastimarme.

Y sus palabras, las sintió como puñaladas y tuvo que voltear la cara porque no podía sostener aquella brillante mirada marrón.

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Por la tarde Rukia seguía trabajando mientras Juvia y Gray estaban en una pequeña cabaña que él tenía a las afueras de la ciudad.

Ya tenían varias semanas planeando ese viaje y por fin habían tenido la oportunidad de ir.

— ¿Crees que hicimos bien dejando a Umi con Lucy? —preguntó Gray sentado en el sillón de la sala.

—Claro que sí. —respondió Juvia sentándose a horcajadas en sus piernas, Gray rodeó su cintura con sus brazos. —Ya sabes que ellas se quieren mucho.

—Pero Umi nunca se había quedado a dormir con ella y menos tanto tiempo. —comentó él. —y no quisiera que le diera problemas. —seguía preocupado.

—Ya sé que extrañas a tu hija porque nunca te has separado de ella. —dijo Juvia divertida mientras pasaba una mano detrás del cuello de su esposo. Gray hizo el intentó por refutar su comentario pero ella le puso un dedo en la boca. —Pero si no la dejábamos no le podríamos buscar un hermanito. —señaló con un brillo en la mirada y una gran sonrisa.

Juvia le pasó la otra mano detrás del cuello y acercó su rostro al de él. Gray terminó de acortar la distancia y la besó apasionadamente.

Sin dejar de besarla Gray se puso de pie y luego llevó cargando a su esposa hasta la recámara.

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Lucy llegó cansada a su casa, en la tarde había estado muy ocupada planeando los reportajes para la próxima edición, además tuvo una reunión con un alto ejecutivo que planeaba lanzar una joyería muy fina y quería que su revista cubriera tal evento, además había ido a un par de desfiles de moda.

Aunque mentiría si dijera que no disfrutaba su trabajo.

Abrió la puerta y cuando entró en la sala se sorprendió de ver su ropa y zapatos regados por todas partes. Enseguida subió a su cuarto y se encontró con la pequeña Umi mirándose frente al espejo con uno de sus vestidos de diseñador puesto.

Ella sonreía enseñando el recién hueco en su dentadura.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Lucy sobresaltándola. Umi se giró para quedar de frente.

—Tía ¿Cómo me veo? —preguntó la niña moviéndose un poco y con una sonrisa nerviosa.

—Umi sabes que no debes agarrar mis cosas. —le recordó Lucy con la cara seria.

—No quería tocarlas. —respondió tímidamente. —pero cuando veo ropa bonita no puedo evitar hacerlo.

Lucy ya no pudo contener la risa, le daba tanta ternura ver a su sobrina así, además no podía culparla por su amor por la ropa.

Su mamá era una gran modelo y desde pequeña le había inculcado el sentido de la moda, y ella también tenía esa adoración por comprar ropa, zapatos, bolsas y accesorios y cada vez que podía llevaba a Umi con ella.

— ¿Juegas conmigo a las modelos? —le preguntó la pequeña.

Lucy fingió pensar.

—Está bien. —le dijo con una sonrisa.

Así que ellas se pusieron a jugar y modelar frente al espejo la ropa y zapatos. Lucy se divirtió mucho jugando con su sobrina. Después entre las dos se pusieron a limpiar.

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Más tarde Lucy estaba en su cama leyendo una revista, le había acondicionado un cuarto a su sobrina para que durmiera, pero no contaba con que a la pequeña le daría miedo estar sola.

Vio que la puerta, que había dejado entreabierta, se abrió más y por ella se asomaba la pequeña de ojos azules cargando a su querido Teru teru Bozu.

— ¿Puedo dormir contigo? —preguntó tímidamente desde la puerta. Claramente se veía asustada.

—No lo creo, mejor vuelve a tu cama. —dijo Lucy pensando en lo incómodo que sería dormir con su sobrina.

—Está bien. —respondió la pequeña agachando la cara. Se dio media vuelta para salir.

No quería dormir sola en otra casa, pero sus papás le habían dicho que se portara bien con su tía, así que por esa vez no haría berrinche.

—De acuerdo ven. —concedió Lucy antes de que ella se fuera.

No le podía negar nada a su sobrina.

Umi se giró nuevamente.

—Gracias. —exclamó con alegría y corrió para subirse a la cama, se colocó junto a Lucy y se tapó con las sábanas.

Lucy apagó el foco, dejando solamente una pequeña lámpara encendida.

Umi comenzó a contarle una historia inventada sobre una princesa y un príncipe hasta que se quedó dormida. Rukia le acomodó la cobija, le dio un beso en la frente, apagó la lámpara y se durmió dándole la espalda a la niña.

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A la mañana siguiente Lucy despertó y se dio cuenta que en un punto de la noche se había movido, pues ahora estaba abrazando a Umi, que estaba acurrucada en su pecho.

Y ese hecho le produjo mucha ternura y añoranza. Le acarició con cuidado la mejilla a la niña mientras un profundo deseo de amanecer así todos los días nacía en ella.

Después de desayunar y como era sábado, Lucy fue con su sobrina al acuario donde pasaron una divertida mañana. Mientras comían pizza, se reía al recordar hablar a Umi.

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— ¡Mira tía! —exclamó la pequeña emocionada mientras veía por los cristales. — ¡Una nalgosta!

— ¿Una qué? —preguntó Lucy confundida.

—Una nalgosta. —repitió la niña señalando al animalito que reposaba sobre el piso de la pecera.

Lucy comenzó a reír al ver al animal al que se refería.

—Es langosta. —le aclaró divertida. Umi sólo infló los cachetes al enojarse por la burla de su tía.

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Después de comer la llevó a una tienda departamental, donde le compró algo de ropa. Después regresaron a la casa, donde se la pasaron viendo películas en el sillón, comiendo palomitas y tomando refresco.

Las risas de las dos se escuchaban por todo el lugar por las escenas graciosas.

Luego Lucy bañó, vistió y peinó a Umi, platicaron un largo rato de varias cosas y antes de dormir Lucy le leyó un cuento.

Por la noche mientras nuevamente la contemplaba dormir, Lucy sonreía al recordar el bonito día que había pasado con su sobrina, en lo bien que se sentía el cuidar de una pequeña.

El timbre de la puerta sonó sacándola de sus recuerdos, así que bajó a abrir. En la puerta estaban parados Gray y Juvia.

—Creí que volverían hasta mañana. —externó Lucy con sorpresa mientras ellos pasaban.

—No quería que Umi te causara muchos problemas. —comentó Gray serio.

—Mi sobrina es una niña encantadora. —respondió Lucy. —nos divertimos mucho y no me causó ninguna molestia. Ahora está dormida en el cuarto.

Gray subió por su hija.

—No lo quiere admitir pero extraña mucho a su hija. —le dijo Juvia a Lucy. —y la verdad yo también. Además creo que un día de intenso trabajo fue suficiente para nosotros. —sonrió con picardía.

— ¡Juvia! —la regañó Lucy. No es que se espantara de oír eso, pero era su hermano de quien hablaba y quería evitar que su cuñada entrara en detalles.

Gray bajó con su hija en brazos y luego de despedirse se fueron a su casa.

Lucy volvió a su cuarto y vio que se había quedado el muñeco Teru teru Bozu en la cama. Esa noche durmió abrazándolo, para recordar la calidez de Umi.

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La mañana del día siguiente Lucy fue con su hermano y su familia al zoológico.

Se divirtió mucho paseando de la mano con Umi y subiéndose a un trenecito con ella.

Y de nuevo al verla jugando con su mamá, sintió un fuerte deseo de tener a alguien a su lado, para darle cariño y cuidarla.

Por la tarde acompañó a Hibiki a comprar un regalo para la mamá de su novia, pues se acercaba su cumpleaños, pero los agarró la lluvia y llegó empapada a su casa.

Por la noche estuvo recordando la mañana que había pasado con Umi, quizá era porque era su sobrina, pero pensaba que era una niña encantadora.

Lucy sacó del cajón de su buró un dibujo que le había regalado su sobrina en la mañana.

Dos muñecas con cabeza redonda, cuerpo de triangulo y brazos y piernas de raya, estaban agarradas de la mano. Una tenía cabello rubio y ojos marrones y la otra tenía el cabello negro y ojos azules. Junto a ellas había un corazón, hecho por Gray a petición de su hija, y sobre él con letras algo chuecas y unas más grandes que otras escrito un "Te quiero".

Sonrió al ver el dibujo y después de guardarlo se durmió, abrazando nuevamente al muñeco.

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El lunes Lucy fue a trabajar como de costumbre, sin embargo al medio día comenzó a sentirse mal así que se regresó a su casa. Hibiki insistió en acompañarla, pero ella se negó ya que él debía ir a tomar unas fotografías para un reportaje de la revista.

Así que ahora estaba metida en su cama con tos y fiebre.

Sabía que su hermano correría a verla en cuanto le llamara, pero no quería que por su culpa descuidara su trabajo, así que no lo llamó.

Después de un rato empezó a sentirse peor, así que decidió llamar a Juvia.

—Mamá acaba de salir. —respondió Umi viendo la televisión. —pero te escucho rara ¿Qué tienes?

—Tengo un poco de fiebre, pero no es nada de cuidado. —respondió Lucy.

—Le diré a mamá cuando venga para que te vaya a ver. —le comentó la niña.

Lucy colgó el teléfono y decidió marcarle a Yukino, pero ella había ido con su hijo a visitar el zoológico, así que no la quiso molestar y no le dijo nada.

Se puso triste al pensar que estaba sola. Recordó las palabras de Yukino y más triste se puso. Quizá si era su destino morir sola y sin nadie que se preocupara por ella o que llorara su muerte.

Suspiró cansadamente y luego con esfuerzo se levantó de la cama para ir a la cocina. Lo único que pudo prepararse fue una sopa instantánea.

Se sentó a la mesa y ya estaba por probar bocado cuando escuchó el timbre de su casa, al abrir la puerta se llevó una gran sorpresa al ver a Umi parada cargando una pequeña bolsa de papel.

—Te ves terrible tía. —mencionó la niña. Pues Lucy estaba muy demacrada, con el cabello alborotado, sin maquillaje y con la ropa de dormir.

—Gracias cariño. —respondió ella dejándola entrar. La niña rio.

Se fueron a sentar al comedor y Umi dejó la bolsa sobre la mesa.

— ¿Qué es eso? —preguntó Lucy.

—Es avena, como me dijiste que estabas enferma pensé en que sería bueno que la comieras. Mi mamá siempre me la da cuando me enfermo.

— ¿Y con qué dinero la compraste?

—Saqué dinero de mi alcancía.

Lucy sonrió ante el gesto de su sobrina. Sintió algo cálido que invadió su alma y la reconfortó.

Así que esa tarde en lugar de comer sopa instantánea Rukia comió avena caliente. Umi la vio comer sin dejar de regalarle una sonrisa.

Después obligó a su tía a volver a la cama, le dio su medicina y la arropó.

—Te voy a cantar una canción para que te sientas bien. —le dijo Umi y empezó a entonar una canción infantil con mucho entusiasmo.

Lucy se conmovió mucho y sus ojos se le llenaron de lágrimas.

— ("Si tuviera una hija como tu seria genial"). —pensaba mientras veía a Umi. — ("me olvidaría de todo y sería feliz").

Juvia y Gray llegaron después, pues al no ver a su hija en casa imaginaron que estaba con su tía.

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Mientras Gray preparaba un té para su hermana, Lucy platicaba con Juvia.

—Ves porque te decimos que tengas una pareja. —señaló Juvia. — así no estarías sola y tendrías un apoyo.

Lucy no dijo nada.

—Lucy nosotros te queremos mucho y no deseamos verte sola. —agregó Juvia. —queremos verte con una pareja y con hijos. —le dijo antes de pararse y salir de la habitación.

Lucy volteó hacia un lado para ver a Umi durmiendo junto a ella. Pensó en que Juvia tenía razón y que no quería seguir sola, era demasiado triste para ella.

¿Pero quién dijo que para tener un hijo se necesitaba casarse?

Sí, ya había tomado la decisión, sería madre soltera.

Sería mamá de una hermosa niña….


Las cosas empezarán a ponerse calientes jejejeej que hará nuestra querida rubia pra conseguir a su amada hija... mmmmmm

Siguiente Capítulo:

En busca de los genes prefectos

Espero sus reviews y nos vemos en la proxima actuañización :3 mina-san sean felices y coman sanamente :3