Disfruten del capítulo jejeje tarde pero no olvidado ^w^
Capítulo seis.- Dolor.
Yukino y el pequeño Ren se habían llevado una gran sorpresa cuando vieron llegar a Sting temprano de trabajar, el más feliz sin duda era el niño, pues últimamente su padre llegaba cuando él ya estaba dormido y no lo podía ver.
Sting se pasó la tarde jugando con su hijo y viendo la televisión con él, también platicó un poco con su esposa antes de que ella se pusiera a preparar la cena.
—Estoy muy feliz de que pudieras venir temprano. —comentó Yukino sentándose a la mesa frente a su esposo.
—Quería pasar tiempo con ustedes. —respondió Sting empezando a partir su carne. Desde su encuentro con Gray había pensado mucho sobre lo que él le dijo, reconoció que estaba descuidando mucho a su hijo y quiso remediarlo un poco. —¿A ti también te dio gusto que viniera? —preguntó a su hijo.
—Sí papá. —respondió el niño contento, pues había podido jugar un poco con su padre por la tarde.
Yukino rio feliz, pues amaba pasar tiempo en familia. Mientras veía comer a su esposo agradecía tenerlo con ella, pues no se imaginaba su vida sin él.
En eso escucharon el timbre de la casa.
—Yo abro. —indicó Yukino y se encaminó hacia la puerta. No sabía quién podía ser a esas horas porque no esperaban visitas y por lo general sus amigas entraban sin llamar a la puerta.
—¡Buenas noches! —dijo con una sonrisa la mujer de cabello negro que llamó a la puerta.
—Buenas noches señorita Minerva. —comentó Yukino sorprendida por ver a la doctora en su casa.
—Disculpe que haya venido sin avisar pero necesitaba hablar con el doctor Eucliffe ¿se encuentra en casa? —preguntó con amabilidad.
—Sí, pase. —le respondió la chica de ojos marrones haciéndose a un lado para dejarla entrar.
Minerva caminó unos pasos hasta llegar al comedor. Al verla entrar Sting palideció por la sorpresa, ella lo miró fijamente y por un momento vio en sus ojos un brillo perverso.
—Buenas noches doctora Minerva. —dijo el hombre de la casa, manteniendo la calma. Yukino ya se había colocado junto a la chica.
—¿No gusta cenar con nosotros? —preguntó Yukino por cortesía, pues la verdad lo que menos quería es tener a alguien arruinándoles la velada familiar.
Sting esperaba que dijera que no, ya había captado su mensaje de advertencia y con eso era suficiente. No quería que Yukino se diera cuenta de algo esa noche.
—Sí gracias. —respondió ella con una sonrisa y se sentó junto a Sting.
Yukino enseguida fue a la cocina a servirle un plato.
Minerva aprovechó para colocar su mano en la pierna de Sting, por debajo de la mesa, él sintió un escalofrío y enseguida apartó su mano, pero ella no se dejaría vencer, así que volvió a poner su mano en la rodilla de él y lentamente la fue subiendo hasta su muslo.
Minerva lo volteó a ver divertida mientras él de nuevo le retiraba la mano tratando de controlar sus emociones. En ese momento Yukino se acercó con el plato y lo colocó frente a la invitada, por lo que ella tuvo que interrumpir lo que estaba haciendo.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Minerva a Ren mientras Yukino tomaba asiento. El niño la miraba fijamente ya que había notado las miradas raras entre ella y su papá, pero aun así todavía no lograba comprender lo que sucedía.
—De seguro quedó encantado con su belleza. —comentó Yukino con una sonrisa. Ren no dijo nada y siguió comiendo en silencio.
Minerva sonrió halagada por el comentario de Yukino. Después las mujeres iniciaron una conversación.
La cena trascurrió con incomodidad para Sting, pues Minerva aprovechaba cualquier momento para provocarlo. Le rozó, por debajo de la mesa, en varias ocasiones la parte inferior de la pierna, otras veces le acariciaba la entrepierna. Y él sólo pegaba un respingo y se acomodaba en la silla.
En ese momento se debatía entre dos sentimientos, el deseo y el enojo. Sentía enojo hacia Minerva por haberse presentado en su casa, quería correrla y decirle que lo suyo terminaba por intentar dañar a su familia de ese modo, pero a veces cuando sentía sus caricias, deseaba mandar todo al traste y besarla en ese momento no importándole que su esposa estuviera presente.
Después de cenar se fueron a sentar a la sala para tomar un poco de café.
—Se han acabado las galletas. —comentó Yukino dejando la bandeja con las tazas de café sobre la mesita. —Iré a comprar algunas.
—Por mí no se preocupe, así está bien. —dijo Minerva.
— Iré de todas formas, a mi esposo no le gusta tomar café sin galletas. —señaló Yukino con una sonrisa. —Mientras pueden aprovechar para platicar.
Después Yukino salió de la casa para ir a comprar las galletas, quedándose en la sala Sting, Minerva y Ren.
—Te dije que si tú no lo hacías, lo haría yo. —comentó la mujer seria, mirando a Sting que estaba sentado en el sillón del costado, con Ren.
—Hijo, ve a jugar a tu cuarto. —le pidió Ren a su hijo.
El niño lo obedeció y Minerva se fue a sentar junto a Sting.
—No tenías por qué venir aquí. —le reclamó Sting molesto. —Has llegado muy lejos.
—Tú me orillaste a esto. —contestó la chica. —Si te hubieras decidido antes a decirle la verdad a ella, no estaría yo aquí.
—Ni se te ocurra decirle algo a ella. —Ordenó Sting.
—Está bien, esta noche no diré nada, pero no te aseguró que pueda hacer mañana. —sonrió ella y se acercó para besarlo, pero él volteó la cara.
Sabía que era un canalla, pero aun así no quería llegar a ofender la casa en la que vivía su hijo.
Minerva volvió a sonreír y besó el cuello de su camisa, dejando el rastro de su lápiz labial. Sting al darse cuenta se paró enseguida y se dirigió a su cuarto, tenía que cambiarse la camisa antes de que su esposa llegara. No contaba con que su amante lo seguiría al cuarto.
Ahí ella se encargó de hacer su siguiente jugada antes de acercarse a él por la espalda para abrazarlo y comenzar a acariciar su pecho desnudo.
—Minerva no. —dijo él tratando de librarse de su abrazo.
Pero ella comenzó a besarle el cuello y a acariciarlo con más pasión. Entonces a Sting se le nublaron los sentidos por el deseo y se olvidó de todo rastro de buen juicio.
No podía evitarlo, esa mujer simplemente lo volvía loco.
Sting giró sin deshacer el abrazó de ella y comenzó a besarla con ansiedad. Lentamente él hizo retroceder a Minerva y terminaron por caer en la cama con él sobre ella.
El rechinido de la puerta lo hizo girar hacía ella.
Ahí parada estaba Yukino con las manos en su boca para ahogar los sollozos.
Cuando ella llegó a la planta baja se dio cuenta que no llevaba el monedero, así que tuvo que regresar por él, al entrar a la casa no vio a nadie en la sala, pero por el bolso de Minerva en la sala sabía que ella seguía ahí, pensó que estaría en el baño así que decidió buscar a su esposo en el cuarto. Al abrir la puerta se quedó en shock al ver como su esposo besaba a esa mujer
Sting al ver Yukino se puso de pie de inmediato, se sentía tan miserable. Ella lo veía con los ojos llorosos y sintiendo un gran dolor en el pecho.
El hombre que amaba tanto y al que le había dedicado casi toda su vida la había traicionado. Dio media vuelta y corrió a buscar a su hijo, afortunadamente para ella el niño estaba en la sala, lo agarró con fuerza de un brazo y lo condujo a la puerta.
No podía estar ni un minuto más ahí, sentía el aire pesado, lo único que quería es correr y alejarse lo más que pudiera de ahí. Sin embargo no podía hacerlo por el niño.
—Yukinoo. —la llamó Sting desde la sala, pero ella no se detuvo y salió de la casa. Él intentó seguirla pero Minerva se lo impidió tomándolo de la mano. Él volteó a verla.
—Déjala. —le pidió. —es mejor así, de todas formas se iba a enterar.
—Pero no de esta forma. —le dijo él mirando hacia la puerta, debatiéndose entre ir por su esposa o no.
—Es momento de que elijas. —la pelinegra soltó su mano. —¿O tu esposa o yo?
Y en ese momento Sting prefirió la pasión y la juventud por sobre la dulzura y el amor.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Yukino jalaba bruscamente a su hijo por las escaleras, a pesar de que el niño se quejaba por el dolor. Ya no aguantaba tanto dolor y tanta decepción, pero seguía esforzándose por no llorar, pues no quería que su hijo la viera en ese estado.
Al llegar frente a la puerta del departamento de Juvia, soltó a su hijo, quien abrió la puerta y entró a la casa.
—Hola. —exclamó contento, ignorando el sufrimiento de su madre.
—Hola. —saludó Juvia quien estaba en la cocina preparando una jarra de jugo de naranja.
Ren corrió a la sala, donde estaban Gray y Umi viendo la televisión. Lucy ya se había marchado a su casa desde hacía una hora.
Yukino entró casi después de su hijo y sin decir una palabra se fue a sentar al comedor y se sirvió un vaso de agua, el que tomó con desesperación.
Gray y Juvia se voltearon a ver preocupados, su amiga tenía muy mal semblante.
—Niños vamos para que les lea un cuento. —dijo Gray poniéndose de pie, pues intuía lo que había pasado y era mejor dejar solas a las dos mujeres para que hablaran.
—¡Sí! —exclamaron los dos niños al unísono y siguieron a Gray al cuarto de Umi.
Juvia se acercó a Yukino.
—¿Qué pasó? —preguntó.
Yukino dejó el vaso en la mesa, la miró a la cara y comenzó a llorar desconsoladamente. Se sentía fatal, quería morirse en ese momento. Sting era toda su vida y lo estaba perdiendo.
—¿Yukino que tienes? —preguntó angustiada Juvia, no era normal ver a su amiga en ese estado. Desde que ella estuvo con Sting siempre estaba feliz.
—Juvia ¿soy buena esposa? —preguntó Yukino. —¿verdad que me porto bien con Sting?¿que no le he fallado? —ella se veía angustiada, Juvia no sabía que contestar. —¡Respóndeme! —exigió Momo.
Necesitaba saber que había hecho mal, en que se había equivocado para que Sting buscara a otra.
—Yukino tú eres una increíble esposa y madre. —contestó Juvia colocándose frente a ella.
—Entonces…entonces ¿Por qué él me engañó? —preguntó aferrándose a su amiga en un abrazo desesperado. —¿Por qué? —Yukino seguía llorando desconsoladamente.
Juvia comprendió todo y correspondió el abrazo preguntándose lo mismo. Sting no tenía justificación ante sus ojos.
—No quiero verlo esta noche. —susurró Yukino.
—No te preocupes, quédate aquí. —le dijo Juviai. Sin dejar de abrazarla la llevó a su cuarto para que se recostara un rato y poder hablar sin miedo a que los niños pudieran escuchar.
Pero Yukino no quiso decir nada más, se sentó en la cama abrazando sus piernas y recargó su cabeza en ellas. Sus lágrimas pararon, aunque su dolor no. Y mientras pensaba en todo lo sucedido otro sentimiento despertó en ella: miedo.
Miedo a estar sola, miedo a ser independiente.
¿Cómo mantendría a su hijo? ¿Cómo enfrentaría la vida sin Sting?
Juvia la contempló por un rato, desde un sillón, respetando su silencio.
—Te traeré un té. —dijo la peli azul poniéndose de pie.
Yukino no contestó, seguía absorta en su dolor.
Juvia salió de la habitación encontrándose con su esposo en la cocina.
—Los niños se han quedado dormidos. —informó él mientras se servía un vaso de jugo.
—Yukino ya no llora pero sigue muy mal. —ella se acercó a su esposo quien bebía de su jugo. —Me siento muy triste por ella. —dijo abrazándose del torso de Gray.
Él dejó el vaso en la barra y también la abrazó.
—Enterarse de que tu esposo te es infiel es muy doloroso, pero tiene que ser fuerte y superarlo por el bien de Ren.
—Sí. —dijo ella. —Oye ¿Cómo lo sabes? —preguntó segundos después, sorprendida y apartándose de su esposo para verlo a cara.
Gray supo que había cometido un error.
—Hace tiempo por casualidad vi a Sting con esa chica. —confesó. El rostro de Juvia pasó de la sorpresa al enojo.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes? hubiera prevenido a Yukino. —reclamó.
—No nos correspondía a nosotros contar algo tan delicado. —dijo Gray.
—Aun así me lo debiste contar, somos esposos y se supone que no debemos tener secretos. —Ella seguía enojada y él no quería pelear, ya tenía sueño. —quien sabe cuántas cosas más me ocultas.
—No oculto nada. —dijo él. —supongo que acompañaras a Yukino toda la noche, así que iré a dormir al cuarto de visitas. —señaló Gray dando por terminada la conversación.
—¡Ah no! —exclamó Juvia poniéndose frente a él dando por terminado su intento de escape. —¿A dónde crees que vas?—preguntó.
—A dormir. —dijo él, agarró su cara entre sus manos y luego se inclinó para besarla. —comprende que no me gusta inmiscuirme en la vida de los demás. —comentó después de separarse de ella. —Hasta mañana. —dijo y salió de la cocina para irse a dormir.
Y a Juvia se le bajó el coraje, pues entendió las razones de su esposo. Después de eso le preparó un té a su amiga, y mientras esperaba a que se calentara el agua le habló a Lucy para informarle la situación, aunque le pidió que fuera discreta.
Lucy prefirió no decirle que ya lo sabía todo, no quería hacer enojar a su cuñada.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Al día siguiente Yukino se pasó en casa de Juvia media mañana, la chica bajó por el uniforme del niño, teniendo que contenerse para no darle un buen golpe en la entrepierna a Sting cuando preguntó por Yukino.
Gray se encargó de llevar a los dos niños a la escuela de camino a su trabajo.
Lucy se fue a trabajar y se encargó de convencer a Hibiki para que la ayudara.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Un poco después del mediodía Yukino bajó a su casa para encargarse del aseo de la casa, pero esta vez lo hacía todo con desgano.
Cuando llegó el turno de entrar a la recámara, lo primero que vio fue la cama destendida y el mal recuerdo de su esposo besando a esa mujer le llegó a la cabeza.
Corrió hacia la cama y aventó al suelo las sabanas y las almohadas. Luego cayó de rodillas en el suelo y recostó medio cuerpo en la cama.
Lloró otra vez a la par que golpeaba el colchón y gritaba de dolor y de coraje, no supo cuánto tiempo estuvo así hasta que se quedó dormida por el cansancio.
Cuando despertó ya eran casi las dos, no se preocupó por su hijo ya que Juvia se haría cargo de él por esa tarde.
Yukino se puso de pie, estaba entumida de las piernas por la incómoda posición en la que estaba.
—Yukino tenemos que hablar. —dijo Sting a sus espaldas, no se había dado cuenta de cuando había llegado. Él volteó a ver las sábanas y almohadas tiradas y se sintió mal.
Ella giró lentamente, no vio en su rostro arrepentimiento, así que imaginó que hablarían sobre el divorcio.
—No quiero hablar contigo ahora. —dijo ella angustiada, no estaba preparada para hablar de ese tema. De hecho no quería hablar sobre eso. Ya lo había pensado toda la noche.
No quería divorciarse, había decidido que si él le pedía perdón, se olvidaría de todo y comenzaría de nuevo. "Sólo esta vez" se dijo, sólo esta vez lo perdonaría, si la volvía a engañar entonces sí lo dejaría. Ella tenía miedo de no poder criar sola a su hijo y de no poder enfrentarse sola al mundo, pero sobre todo amaba inmensamente a su marido.
—Es necesario que hablemos. —contestó Sting. Ya era hora de pedirle el divorcio, y aunque estaba seguro de que ella no aceptaría él no estaba dispuesto a dar un paso atrás. —quiero el divorcio. —informó él. Yukino sintió una opresión en el pecho. —puedes quedarte con la casa y la custodia de nuestro hijo.
—Sting por favor recupera el sentido. —le pidió llorando. — yo te perdono, cometiste un error pero sé que no lo volverás a hacer. —dijo ella acercándose a él.
—Lo siento Momo. —Sting retrocedió. —pero ya no hay marcha atrás, no puedo seguir contigo. —el sonido de su cara siendo cacheteada resonó en la habitación, Yukino apretó los dientes con lágrimas en los ojos
—¡Eso tengo que decirlo yo! Eres un poco hombre, estúpido ¡Yo debo decir, quiero el divorcio hijo de puta!—reclamó Momo.
—Pues hazlo. —dijo enojado. —pídeme el divorcio que te lo daré con gusto. —gritó y se volteó para ir al closet.
Cuando Yukino vio que sacó una maleta negra y empezó a guardar su ropa en ella, se olvidó del coraje y tuvo miedo, miedo a perderlo.
—¿Qué haces? —preguntó acercándosele.
—Me voy. —le dijo él. —después te traeré los papeles del divorcio.
Sting caminó hacia la puerta seguido de Yukino.
—Te irás con esa mujerzuela, Sting no me dejes. —le suplicó Yukino. A él le dolía escucharla, pero ya había tomado una decisión, era mejor así.
Yukino le siguió suplicando hasta que llegaron a la puerta principal.
—No Sting no me dejes. —le imploró cuando él tomó la manija de la puerta, intentó quitarle la maleta, pero él tuvo más fuerza.
Sting salió dando un portazo y Yukino se dejó caer al suelo recargándose en la puerta.
—No te vayas. —murmuraba mientras las lágrimas resbalaban por su rostro y su corazón se apretujaba.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Mientras tanto Natsu estaba sentado en una mesa en la terraza de un restaurante esperando a su padre y a su abuelo. El día anterior le llamaron para informarle que lo querían ver.
Estaba tomando tranquilamente un vaso de refresco, observó su reloj y vio que aún faltaban quince minutos para la cita.
Unas mesas más atrás, cerca de una maceta con unas grandes hojas verdes, se encontraban Lucy y Hibiki mirando a su presa, es decir a Natsu. Gracias a Gray se enteró de la hora de salida de Natsu y pudieron seguirlo hasta ese lugar.
—Lucy ¿podrías recordarme por qué estoy aquí? —Preguntó Hibiki nervioso. Ya se había arrepentido de aceptar ayudarla.
—Porque eres un gran amigo y porque tengo que cerciorarme de que no sean en vano mis futuros intentos por conquistarlo. —respondió Lucy con una sonrisa.
—Y eso me beneficia en…
—En que tú querida novia se pondrá alegre cuando le regales los pases VIP para el concierto de SHiNee. —le recordó. Él la ayudaba y ella le regalaba esos boletos que había obtenido gracias a sus contactos en el mundo artístico. Aunque eso sí, ella le dio libertad de elegir ayudarla o no, pues jamás lo obligaría a hacer algo que no quisiera.
Hibiki se puso de pie y respiró hondo para tomar valor. Se recordó que lo hacía por su querida Vania… así y también por ayudar a su amiga.
El chico de cabello naranja comenzó a caminar a la mesa de Natsu a paso rápido, pues a mal paso darle prisa. Se detuvo hasta quedar frente a él, sólo separados por la mesa.
Natsu al sentir su presencia alzó el rostro y lo miró serio, pero sin enojo.
—¡Hola! —saludó Hibiki con una forzada sonrisa.
—Hola. —Natsu respondió el saludo con confusión.
Hibiki volteó a ver a Lucy, quien le enseñó el pulgar y le sonrió, después volvió su vista a Natsu.
—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó el de cabello rosa. Y Hibiki quiso que lo partiera un rayo para evitar la vergüenza que venía a continuación.
—Sabes. —empezó titubeante. ¡Rayos, como odiaba a Lucy! — Te he visto desde hace rato. —Natsu se acomodó en la silla. Hibiki tragó grueso y le empezaron a sudar las manos. —Te me haces un chico interesante y atractivo. —soltó de golpe. —("Lo hago por Vania, lo hago por Vania") —repetía mentalmente. ¡Sí que odiaba a Lucy y su discurso yaoiyesco! (?)
—¿Estas insinuando que te gusto? —preguntó Natsu sorprendido. Y Hibiki solamente asintió, estaba seguro que de lo nervioso, avergonzado y humillado que estaba sólo le saldría un hilo de voz.
—("Que se ponga de pie y me dé un golpe en la cara") —rogaba Hibiki, pues así confirmaría que no era gay y él se podría ir a su casa y encerrarse para no salir más.
Pero Natsu mantuvo su rostro sereno.
—Siéntate por favor. —pidió el chico de cabello rosa señalando la silla junto a Hibiki.
Y Hibiki sintió que el alma se le escapaba. ¿Qué haría ahora?, él no era gay, ¿Y se le intentaba tomar la mano? ¿O besar? ¿O llevarlo a un motel?, y el color se le fue del cuerpo.
El chico se sentó y puso sus brazos pegados a sus piernas, miró fijamente a Natsu para no perderse detalle de sus movimientos y no lo tomara desprevenido.
A cierta distancia Lucy observaba con el corazón en la mano. Si Natsu resultaba ser gay ¿Cómo carambas tendría un hijo suyo?, hizo la silla un poco hacia atrás para tener espacio y que pudiera correr hacia la mesa en la que estaban los dos hombres de llamativo cabello en caso de que Natsu quisiera propasarse con su amigo.
El silencio incómodo que había entre los dos chicos fue cortado por Natsu.
—Me da mucha pena. —dijo rascándose el cabello. —pero no comparto tus preferencias sexuales.
—¿Estás diciendo que no eres gay? —preguntó Hibiki.
—Sí, no soy gay. —dijo Natsu.
—¡Que alivio! —susurró Hibiki.
—¿Qué?
—No nada. —dijo con una sonrisa nerviosa. —en fin, no te quito más tu tiempo. —dijo poniéndose de pie. —Nos vemos—se despidió con la mano y a toda prisa salió del restaurante.
Natsu quedó confundido por lo raro que era ese tipo pero deseó no volvérselo a encontrar.
Lucy alcanzó a su amigo en la esquina, donde lo abrazó alegre al enterarse que Natsu no era gay.
—Te adoro Hibiki. —le dijo mientras lo abrazaba. —Eres el mejor amigo del mundo.
Y bueno, al ver la sincera sonrisa de Lucy y el brillo de sus ojos, él estuvo de acuerdo en que no le importaba pasar vergüenzas. Además sabía que Lucy haría lo mismo por él.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Al dar la hora acordada el padre y el abuelo se presentaron ante Natsu.
—Hola querido hijo. —saludó Igneel con una sonrisa.
—Natsu. —habló serio el hombre que acompañaba a Igneel, de cabello negro hasta los hombros, y de semblante duro.
—Papá, abuelo ¿Qué los trae por aquí? —preguntó mientras ellos se sentaban.
—No sé porque te haces el tonto si ya lo sabes. —dijo el abuelo. —Eres mi único nieto varón y que quiero que me des un heredero.
—Yhwach, no seas tan exigente con Natsu. —pidió Igneel. —yo también quiero nietos pero el muchacho elegirá a su debido tiempo a la que será su esposa.
Natsu se sorprendió por las palabras de su padre.
—A su edad yo ya estaba casado. —mencionó el abuelo.
—Abuelo, ya les he dicho que por el momento no me interesa tener novia ni mucho menos casarme. —informó Natsu serio.
—Un mes Natsu, te daré un mes para que consigas esposa o yo mismo elegiré por ti. —sentenció el abuelo con dureza.
Natsu bufó hastiado.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Después del restaurante Lucy fue a casa de su hermano. Después de comentar un poco sobre Yukino, sentados en la sala, ella les contó que Natsu no era gay y que necesitaba otro plan para conquistarlo.
—No pues no se me ocurre nada. —dijo Juvia.
—Necesito encontrar algo que le guste para llamar su atención.
—Su único interés son las plantas. —comentó Gray. —Dile de una especie nueva e ira hasta el fin del mundo de ser necesario.
Era su hermana después de todo, así que la ayudaría un poco.
Lucy abrió los ojos por la alegría.
Después Gray manipuló digitalmente algunas fotos de orquídeas para que dieran la apariencia de ser una nueva especie.
—Úsalas bien. —le dijo a su hermana mientras le entregaba las fotos.
—Sí. —respondió ella.
Después se fue a su casa y le habló a Hibiki por teléfono, pues de nuevo necesitaba su ayuda. Porque no sabía cómo reaccionaría su hermano si le decía que necesitaba un afrodisíaco para su plan.
Hibiki aceptó ayudarla a conseguir lo que quería siempre y cuando Gray no se enterara, ya que tenía miedo de que lo despellejara vivo.
/X/X/X/X/X/X/X/X/
Esa misma noche Natsu tuvo en sus manos las fotos que mostraban una nueva clase de orquídeas y el mapa de su ubicación. Él no quiso perder tiempo y preparó todo para ir en su búsqueda al día siguiente.
Gray se sintió un poco culpable cuando él lo llamó emocionado para darle la buena noticia y solicitarle permiso para faltar al trabajo.
Esa noche tres personas no pudieron dormir por distintas razones.
Yukino porque sentía la cama tan vacía y grande sin su esposo, porque el dolor por no tenerlo le oprimía el corazón.
Natsu porque estaba ansioso de ir a esa isla y encontrar la rara flor. Sería un logro importante para su carrera.
Y Lucy porque estaba feliz al imaginarse con el vientre abultado.
Porque estaba segura, esta vez Natsu caería ante sus encantos.
Hibiki buen amigo jajajaja yo quiero uno así -w-
dejen sus comentarios ^u^
