Capítulo 7.- Un hueso duro de roer.

Lucy se levantó muy temprano esa mañana, se bañó, se arregló y preparó las cosas que necesitaría para el viaje y para ejecutar el plan que había elaborado la noche anterior.

Primero pasó a casa de Hibiki para recoger aquel polvito en que tenía depositada su fe y luego manejó hasta el embarcadero de Hargeon, donde tomó el pequeño Ferry que la llevaría a la Isla Mashiba.

El viaje a la isla duró casi una hora, estando ahí se encargó de poner en marcha los primeros pasos de su plan y enseguida regresó al embarcadero de Hargeon para esperar a Natsu.

El chico de cabello rosa llegó al mediodía y enseguida subió al ferry, seguido a una prudente distancia por Lucy, quien llevaba puesto un short de mezclilla, una blusa azul de manga larga, unas sandalias negras y una bolsa negra que llevaba cruzada.

Natsu prefirió quedarse en cubierta para contemplar la tranquilidad que emanaba el mar y lo bello que resultaba observar las pequeñas islas cubiertas de vegetación de los alrededores. Escuchaba el ruido de las olas al chocar contra el barco y el revolotear de las gaviotas que bajaban para comer lo que los turistas le aventaban al mar cuando una risa llamó su atención. Volteó hacía su derecha y se quitó los lentes oscuros para ver mejor, se sorprendió al ver a poca distancia a Lucy dándole de comer a las aves.

Ella también volteó en ese momento y al verlo le sonrió y se acercó a él.

— ¡Hola Natsu! —le saludó con una sonrisa.

—Hola. —respondió el saludo acomodando su mochila al hombro. —No creí que volveríamos a vernos. —dijo con sinceridad.

—Yo tampoco lo pensé. —mintió. —pero me alegra verte, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar dando clase? —fingió curiosidad.

—Estoy investigando sobre una nueva especie de orquídeas. —comentó él.

—Yo también estoy trabajando, busco inspiración para un nuevo reportaje y creí que estando en medio de un paisaje agradable la encontraría. —le sonrió.

Natsu se quedó callado observándola y Lucy fingió pensar, pues de sobra sabía lo que haría.

— ¡Oye! ¿Y si te acompaño? —Exclamó —quizá pueda inspirarme mejor viendo flores y la belleza de la isla. —Lucy esperaba que aceptara. —Además que creo disfrutaré mejor el viaje con compañía que sola.

—Pero tenemos que tomar otro bote, pues la flor está en una isla desierta. —le comentó.

— ¿Pero volveremos hoy? —preguntó Lucy fingiendo inocencia y preocupación.

—Sí, no pienso pasar la noche en una isla desierta.

—Entonces no se diga más. —comentó con una sonrisa. —vayamos en busca de esa orquídea.

Natsu sonrió ligeramente al ver la emoción de la chica, la consideraba un poco extraña pero buena persona. Y además no le parecía tan mala idea tener compañía en ese viaje.

Lo que restó del camino se la pasaron viendo el paisaje y Lucy de vez en cuando le preguntaba algo sobre plantas.

Al llegar a la isla Mashiba tomaron una pequeña embarcación que los llevaría a la isla donde supuestamente se localizaba la nueva especie de orquídea. El trayecto duró hora y media.

Lucy iba feliz, sonreía todo el tiempo, al principio por imaginarse el éxito de su misión, después por ver la maravilla de la naturaleza, el mar que cambiaba de tono conforme avanzaban, los distintos tonos de verde que la variedad de vegetación les daban a unas pequeñas islas, los sonidos de los pájaros…

Natsu de vez en cuando la contemplaba sonreír.

Arribaron a la isla por el lado rocoso, Natsu le tendió la mano a Lucy para ayudarla a bajar.

—Recuerde que tiene que venir por nosotros a las cuatro. —le dijo Natsu al señor de la lancha, moreno y de cabello y ojos negros.

—Sí. —respondió el señor levantando su mano para despedirse. —me voy.

Lucy le guiñó un ojo y el señor hizo lo mismo, sonrió al recordar lo que ella le había pedido, no todos los días veía a una muchacha pidiendo semejante cosa.

La lancha se fue y Lucy e Ichigo comenzaron a subir la formación rocosa, que tenía varios metros de altura.

Varios minutos después Lucy ya no aguantaba más, sentía que el corazón se le salía del cuerpo, le dolía respirar y hasta caminar y el sol quemaba su piel, pues se le había olvidado llevar bloqueador. Se detuvo un momento para tomar aire, Natsu escuchó su quejido de cansancio y volteó a verla.

—Será mejor que te quedes aquí. —le dijo él. —ya estas cansada y tus zapatos no son adecuados. Yo iré hasta la cima y luego bajaré.

—Pero no me quiero quedar aquí sola. —señaló ella. —No estoy tan cansada, puedo seguir subiendo. —Natsu la miró con preocupación, pues sabía que no estaba acostumbrada a esas actividades. —Te seguiré lo más lejos que pueda, si me cansó o me siento mal me detendré para no estorbarte. —agregó.

—Está bien. —le dijo él.

Ellos volvieron a caminar subiendo con cuidado por las rocas, de nuevo él caminaba hasta el frente, pues no tenía mucha dificultad para hacerlo.

— ¡Ah! —gimoteaba Lucy sin aliento mientras subía las rocas. — ¡Ah! —trataba de llamar a Natsu que ya había llegado a la cima, pero su voz no salía.

Se detuvo para recuperar el aire y sus piernas empezaron a temblarle.

—Lucy apúrate. —le gritó Natsu desde arriba y siguió su camino.

Ella suspiró cansada.

—Tratando de atrapar a este tipo terminaré muerta. —susurró antes de retomar su marcha.

Con mucho esfuerzo logró llegar a la cima, se dobló para tocar sus rodillas y respiró hondo. Ya no aguantaba su cuerpo, lo único que quería era acostarse en su cómoda cama.

Natsu regresó por ella.

—Vamos. —le dijo extendiéndole la mano. Ella la tomó y él la guio por el terreno rocoso hasta el otro borde.

Desde ahí pudieron contemplar el paisaje, la playa que estaba abajo, el mar, las otras formaciones rocosas y lo grande que era la isla.

Natsu buscó por los alrededores la flor, pero no la halló, después se sentó junto a Lucy a contemplar el mar y para descansar un rato.

—No creí que la isla fuera tan grande. —le comentó él.

— ¿Y qué piensas hacer ahora?

—Volver después. —respondió Natsu. —quiero encontrar esa orquídea. —Lucy se sintió un poco culpable al ver el afán del chico, pero esa era la única manera de tener a su hija.

Como ya era tarde y habían caminado bastante, Natsu sintió hambre, así que de su mochila sacó una pieza de pan envuelto en plástico.

—Toma. —le dijo a Lucy. Ella lo aceptó con gusto y de su bolsa sacó una pequeña charola con bolas de arroz y se la dio a él.

—Come. —le dijo ella. Él las aceptó con una sonrisa.

Después de comer decidieron que ya era hora de regresar, así que bajaron por el mismo lado que habían subido. Esta vez a Lucy le costó menos trabajo hacerlo.

Estaban a medio camino cuando distinguieron el bote atracado en el lugar de llegada.

—Ya llegó el bote. —comentó Natsu deteniéndose, Lucy se paró junto a él.

—Sí. —respondió sonriendo. —Oye pero ya se está yendo. —agregó con tono de sorpresa al ver que el bote comenzó a virar.

Natsu miró su reloj, apenas eran las tres y media.

—Pero todavía no es la hora. —comentó preocupado.

—Pues ve a ver si lo alcanzas. —le indicó Lucy. Natsu la vio afligida, supuso que estaría angustiada ante la posibilidad de quedarse en esa isla.

Él comenzó a descender llamando a gritos al señor del barco para que se detuviera. Cuando él dio la media vuelta Lucy quitó la cara de preocupación y sonrió triunfante, sin embargo también comenzó a gritar llamando al señor del bote fingiendo desesperación.

Pero todos sus gritos fueron inútiles ya que el señor del bote, aunque los escuchó llamarlo, no dio la vuelta para regresar por ellos. Ellos vieron desde las piedras como la lancha se perdía en el horizonte haciéndose cada vez más pequeña a su vista.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Lucy afligida volteando a verlo.

—Cálmate. —le pidió Natsu. —todavía podemos llamar a otro bote. —le dijo con tranquilidad y sacó su celular de la mochila. —No hay señal. —le informó contrariado.

Lucy sacó su celular.

—El mío tampoco tiene señal. —dijo tratando de parecer decepcionada. —qué mala suerte que la isla en la que se encuentran las orquídeas no tenga señal. —comentó reprimiendo la risa. ¡Sí que era un genio!

—No sé qué podemos hacer ahora. —Natsu estaba afligido, pues los botes no frecuentaban ese lugar y le preocupaba que la noche los agarrara ahí, en esa isla sin comida, agua, techo bajo que cobijarse y resguardarse del frío.

Se culpaba por haber arrastrado a Lucy a esa situación. Volteó a verla, ella contemplaba el horizonte, su cara reflejaba seriedad y tranquilidad, pero él intuía que ella sólo trataba de no parecer angustiada, pues de sobra sabía, al menos así lo creía él, que en realidad tenía miedo y angustia por la situación en la que estaban.

Lucy volteó a verlo y le sonrió de forma tranquilizadora.

—Creo que lo mejor será caminar hasta la playa. —le comentó. —ahí podremos buscar comida y leña para hacer una fogata para llamar la atención de algún barco que pueda pasar.

Natsu aceptó la idea y ambos comenzaron a caminar hacia la playa. Él caminaba afligido pensando cómo salir de ahí.

Cuando llegaron a la playa vieron a lo lejos algunos bultos, así que se apresuraron a acercarse a ellos.

— ¿Qué es eso? —preguntó Lucy intrigada.

—No sé. —respondió Natsu y se agachó para quitar la envoltura de plástico negra. El primer bulto contenía unas mantas, el segundo una tienda de campaña y unas sillas que se doblaban y el tercero una nevera de plástico con comida y bebidas.

Los dos se sorprendieron, pero Lucy puso cara de indignación y puso sus manos en la cadera.

—Primero dejas ir el barco, ahora encontramos una tienda de campaña y comida. Qué bien planeado tenías todo. —le reprochó Lucy. —Seguramente me trajiste aquí con la intención de aprovecharte de mí. —comentó ella.

—Pero yo no sabía nada de esto. —se defendió de la acusación. Lucy sintió pena al ver su expresión de angustia y temor.

—Entonces ¿porque están estas cosas aquí?

Natsu pensó unos minutos una buena respuesta, pues no quería quedar como un pervertido ante ella.

—Seguramente pertenecen a los pescadores, algunos suelen practicar pesca nocturna. —lo último lo dijo con duda, pero fue lo único que se le ocurría para justificar la tienda de campaña.

Lucy relajó su semblante.

—Sí, tienes razón. —le dijo con una sonrisa. —seguramente son de algunos pescadores, lo bueno es que tuvimos suerte de encontrar las cosas y no moriremos de hambre o frío. —Natsu también se relajó y suspiró aliviado.

— ("De verdad que este chico es muy inocente") —pensó Lucy mientras le sonreía. —deberíamos de armar la tienda y encender la fogata. —

—Sí. —respondió Natsu poniéndose de pie.

Natsu armó la tienda de campaña con ayuda de Lucy y luego hizo la fogata, Lucy sacó de la nevera unos camotes y los puso a asar.

En lo que esperaban, Natsu buscaba señal para el teléfono, caminó hasta unas rocas y se subió en ellas, pero por desgracia su teléfono no agarró señal. Decepcionado se sentó en ellas, como ya era tarde el oleaje ya era más fuerte, por lo que a veces el agua al chocar contra las piedras lo salpicaba un poco.

Él cerró los ojos y recargó su espalda en una piedra para disfrutar el sonido de las olas chocando contra las rocas y la brisa marina. Sintió a Lucy sentarse a su lado, pero no abrió los ojos.

Ella lo contemplaba fijamente. Una idea le cruzó por la cabeza. Era su oportunidad, lo besaría aprovechando su descuido y luego una cosa llevaría a otra.

Giró su torso hacía él y lentamente se inclinó hacia su rostro, pero cuando ya estaba muy cerca de probar sus labios, una gran ola chocó contra las piedras y los mojó, no fue suficiente para empaparlos, pero sí para evitar que Lucy cumpliera su cometido pues ella tuvo que apartarse de Natsu y él abrió los ojos.

—Es mejor que nos movamos de aquí o pescaremos un resfriado. —comentó Natsu.

—Sí. —dijo Lucy con frustración. —Iré a ver si ya están los camotes. —Se levantó rápido y fue hacía la fogata.

Retiró los camotes del fuego y los puso en un pequeño traste que acomodó en la sábana que había tendido en la arena.

Aprovechó que Natsu entró a la tienda para guardar su celular, y sacó del bolsillo de su pantalón un sobre con un polvo blanco, el cual se lo espolvoreó en un orificio que le hizo a uno de los camotes.

Sonrió al recordar las palabras de Hibiki sobre que ese era un potente afrodisiaco al cual ni siquiera alguien como Ichigo podría resistirse.

—Ojala funcione. —susurró Lucy mientras volvía a depositar el camote en el traste, junto a los otros.

Natsu salió de la tienda y se sentó frente a ella.

—Lo siento. —se disculpó desanimado. —si no fuera por mí no estarías en esta situación.

—No te preocupes. —le respondió ella. —no es tan malo. —lo animó. Él se sintió un poco mejor.

Lucy tomó el camote preparado y se lo ofreció.

—Toma, seguramente ya tienes hambre.

—Gracias. —le dijo tomando el alimento.

Ella veía expectante como él se llevaba el alimento a su boca cuando unos ruidos extraños los hicieron voltear hacia un costado.

Era un pequeño jabalí que estaba a unos siete metros de ellos. Natsu dejó caer el camote y se puso de pie en un brinco, Lucy lo imitó, se alejaron asustados y corriendo al ver que el animal caminaba hacia ellos, lo bueno fue que se detuvo al olfatear el aroma de los camotes. Comenzó a comérselos ante la mirada de sorpresa de los chicos.

— ¡Ah! —gritó Lucy con pánico. — ¡Mis camotes!¡Mis camotes! —empezó a gritar con desesperación dando saltos en su lugar.

No podía permitir que ese animal se comiera el camote que era para Natsu. Él no entendía porque Lucy se preocupaba tanto por esos camotes, era cierto que tenía hambre pero tampoco era para desesperarse de esa forma.

Lucy buscó en la arena y encontró unas piedras.

— ¡Jabalí tonto! —gritó mientras le arrojaba una piedra, que no acertó. —No te comas eso. —volvió a lanzarle una piedra, esta vez le dio en las patas y el jabalí salió corriendo.

Al ver que el jabalí se fue Lucy corrió hasta la sábana, sólo para comprobar que ya no quedaba ningún camote.

— ¡Se comió el camote! —exclamó ella con pesar.

—Hay más en la nevera. —le dijo Natsu.

— ¡Ese camote era importante! —le gritó a Natsu quien la vio con confusión. —Digo, no nos podemos dar el lujo de perder la comida. —suavizó su tono de voz. —estamos en esta isla desierta y no sabemos cuánto tiempo estaremos aquí.

Después asaron otros camotes pero ya no tuvo oportunidad de preparar uno con esos polvos que le había dado Hibiki.

Así llegó la noche y ellos se sentaron frente a la fogata para calentarse un poco, ya el viento soplaba y la temperatura estaba bajando.

Natsu vio frotarse las manos a Lucy, ella era delgada y un poco pequeña así que supuso tendría frío, por lo que se quitó la chamarra negra y se la dio a ella.

—Gracias. —le sonrió sinceramente.

—De...nada. —se puso un poco nervioso.

—Pero ¿tú no tienes frío? —preguntó ella. Él negó con la cabeza. —De todas formas será mejor que nos acerquemos más para darnos calor. —dijo ella y se acercó más a él.

Comenzaron a platicar de varias cosas concernientes a sus respectivos trabajos. Mientras él le contaba sobre una de las propiedades de una planta, ella recargó la cabeza en su brazo.

Él se puso nervioso, y Lucy se dio cuenta. Así que ella se acercó más a él, apoyando su cabeza en su pecho y puso su mano sobre su pierna.

— ("¿Pero por qué no ha hecho nada?") —se preguntó ella, pues Natsu seguía sin mover un músculo.

Lucy comprendió que él no iniciaría nada, así que ella tendría ser la que tomara el sartén por el mango. Se separó un poco de él y volteó a verlo, él miraba el mar, aunque su cara denotaba tensión.

—Natsu. —susurró su nombre de manera sensual, él bajo la cara y la vista para verla. Lucy se elevó un poco para acercarse a su rostro, él sólo observaba sin saber que hacer pues estaba nervioso.

Se debatía entre acortar la distancia o no, después de todo no quería aprovecharse de la situación, pero optó por permanecer estático, siendo Lucy la encargada de acortar la distancia.

Pero la suerte ese día no estaba de parte de Lucy, pues unos chillidos de animal se escucharon en ese instante. Los dos voltearon y se espantaron de ver al jabalí de la tarde parado frente a ellos.

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Mientras tanto a miles de kilómetros de ahí, en la ciudad de Londres, un hombre Albino y apuesto bajaba del escenario, pues acababa de dar un exitoso concierto en uno de los estadios más importantes de esa ciudad.

Todavía se escuchaban los gritos de sus fans llamándolo, pero ya no saldría a cantar. Su personal enseguida se encargó de proporcionarle una toalla para que se secara el sudor y de darle una botella de agua.

Un hombre alto, moreno y de lentes se colocó junto a él mientras caminaban hacia los camerinos.

—Lyon en el camerino te está esperando alguien. —le informó el hombre.

— ¿Quién es? —preguntó el chico de forma apática.

—Kirio.

Entonces el cambió de semblante y sonrió, ella era una vieja amiga, entró al camerino y encontró a una bella mujer sentada en uno de los sillones.

—Hola Kirio, cuanto tiempo sin vernos ¿Qué te trae por aquí? —preguntó sentándose frente a ella.

—Seré breve y directa. —respondió ella con una sonrisa. —quiero que participes en el desfile del lanzamiento de mi línea de ropa.

Lyon se recargó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos.

—Hace tiempo que no modelo. —hizo una breve pausa. —pero podría hacer una excepción si cumples con una condición. —sonrió de manera juguetona.

— ¿Cuál es? —preguntó Kirio.

—Que Juvia Loxar también participe en la pasarela. —Kirio vio en sus ojos un brillo extraño.

—Considéralo hecho. —dijo con una sonrisa.

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Bueno si desde hace muchos ayeres que ni luces de este fic y es que bueno... ya ni disculpa tengo TwT)9 la escuela, la vida... la flojera no me dejaban hacer nada... incluso que se me va la inspiración para mis otros fics

Pero ahora les subo otro capítulo espero que les haya gustado jejejejeje

Y pues si una advertencia, a partir de los siguientes capítulos quizás y odien un poco a Lucy por lo que hará con Natsu si lo sé, pero ya después verán que es debido a lo que sufrió de niña pero creo que algunos no les agradará de como se comportará con Natsu -_-U

Así que espero y no la odien mucho y pues que vean lo que pasará más adelante n.n

Minna-san sean felices coman frutas y verduras y nos vemos muy pronto (espero) OuO linda noche o día...