Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
SUCESIÓN
CAPITULO 1
Encanto
15 años después del Milagro
Alma Madrigal había decidido pasar la tarde barriendo el patio de casita mientras sonreía y recordaba una canción que Pedro le había enseñado. Todo estaba saliendo como lo deseaba, sus hijos estaban aún aprendiendo a controlar sus dones para bien del pueblo y, aunque aún les faltaba afinarlos un poco, al parecer todo estaba saliendo bien o al menos eso pensaba ella. Bueno, sus hijas porque seguía teniendo problemas con Bruno y sus visiones.
Bruno era un buen niño y sabía que lo intentaba, pero se sentía frustrada de que la mayoría de las visiones que ofrecía a los habitantes del pueblo, causando que salgan con lágrimas en los ojos o de plano furiosos. También tenía algunos problemas con Pepa, pero era solo una adolescente con las emociones a punto de explotar todo el tiempo.
Aquello la preocupaba un poco pero no excesivamente ya que podía ver que la vela mágica del milagro brillaba constantemente sin consumirse y sin disminuir su brillo a pesar de los problemas con Bruno.
Aún pensaba en eso cuando su hija mayor salió de la cocina secándose las manos.
-Ya terminé la comida y puse la mesa pero los invitados aún no llegan. ¿Quieres que te ayude, mamá?- preguntó Julieta interrumpiendo sus pensamientos. Alma dejó la escoba por un momento para tomar el rostro de la adolescente entre sus manos y besar su mejilla. Esa niña era su orgullo y su alegría, la hija perfecta.
-Estoy bien, Julietita. Ya me ayudas bastante haciendo de comer- dijo Alma con una sonrisa- pero deberías llamar a tus hermanos para que bajen a comer-
-Pepa estaba en el pueblo con Rodolfo pero no debe tardar en regresar, y Bruno está en su torre con el señor Marfil teniendo una visión. De hecho, se está tardando mucho- dijo Julieta mirando hacia el piso superior.
Desde el día en que sus trillizos cumplieron cinco años, tres puertas mágicas aparecieron en el piso superior, del lado contrario a la guardería para cada uno de sus hijos, y cada uno había obtenido un don. Cada habitación venía equipada para que cada niño tuviera lo necesario para desarrollar su don.
La puerta de casita se abrió y por ella entró su segunda hija, Pepa, con una nube negra produciendo algunos relámpagos sobre su cabeza.
-¡Mamá!- dijo Pepa de evidente mal humor y con lágrimas en sus ojos - ¡no te imaginas lo que me dijo ese tonto de Rodolfo esta mañana!-
-Pepa, tienes una nube sobre tu cabeza. Controla eso o vas a arruinar la boda de los Garza con tu lluvia- dijo Alma terminando de barrer el patio- y siempre he dicho que cambias de novios demasiado rápido y apenas tienes quince años. Deberías ser más prudente, aprende de tu hermana…-
-"Aprende de la señorita perfecta Julieta"- dijo Pepa entre dientes. Su madre no la escuchó, pero su hermana sí porque hizo una mueca y bajó la mirada, haciendo que Pepa se arrepintiera de decir eso.
-¿Qué dijiste?- dijo Alma alzando una ceja.
-No dije nada, mamá- Pepa respondió sin muchas ganas, aunque la nube sobre su cabeza comenzó a relampaguear.
Alma suspiró resignada e iba a decir algo, pero en ese momento Arturo Hernández y Rosa Guzmán llegaron a cenar. Ellos eran las personas más cercanas que tenía desde la muerte de Pedro, y recordó como ambos la ayudaron cuando recién se formó el Encanto, organizando a todos mientras que ella cuidaba a sus bebés.
-Buenas noches, señora Alma, señoritas- dijo Arturo amablemente quitándose su sombrero vueltiao- gracias por la invitación-
-Tus niñas están tan grandes y muy guapas- dijo la señora Guzmán con anhelo ya que ella acababa de casarse y deseaba tener hijos muy pronto- especialmente Julieta, está creciendo tan linda-
-Gracias, señora- dijo Julieta un poco apenada.
Pepa gruñó en voz baja al escuchar eso y su nube negra volvió a formarse sobre su cabeza, evidentemente sintiendo un poco de envidia de su hermana. Alma no quería pelear con su hija y eligió no comentar nada al respecto.
-¿Por qué no pasamos todos al comedor? Deben tener hambre- dijo la mujer mayor.
-¿Dónde está tu hijo, Alma?-
-Bruno está ocupado, pero bajará cuando termine- dijo la mujer.
Los invitados comenzaron a caminar hacia el comedor de casita y estuvieron a punto de sentarse a comer cuando escucharon gritos provenientes del piso superior de la casa. No pudieron distinguir muy bien lo que decían pero se escuchaban cada vez más cerca del comedor. Al escucharlos, Alma cerró los ojos y respiró hondo, rezando en silencio por que su hijo no fuera la causa de esos gritos.
-¡MALDITO DEMONIO, REGRESA AQUÍ!-
-Yo no hice eso, señor, yo no…-
-¡ERES UN MONSTRUO, JAMÁS DEBÍ HABER VENIDO…!-
Detectando la voz de su hijo junto a la de otra persona, Alma se apresuró al patio y miró hacia arriba para ver al señor Marfil hecho una furia y persiguiendo a Bruno por el balcón del piso superior. Con una habilidad sorprendente para un muchacho tan delgado y bajito, demás de haber tenido ayuda de casita, Bruno logró escabullirse del hombre rápidamente y bajó las escaleras para refugiarse detrás de su madre.
-¡Brunito! ¿Qué sucedió?- dijo Alma dejando que se escondiera detrás de ella mientras el señor Marfil venía echando humo por las orejas con todas las intenciones de apartarla y golpear al adolescente. Vio a Pepa alinearse a su lado y Julieta se acercó a su hermano para ver cómo estaba.
-Bruno, estás herido…- escuchó decir a Julieta detrás de ella, pero en esos momentos ella estaba más enfocada al hombre furioso y agresivo delante suyo.
-¡Alma! Ese engendro tuyo es un demonio. ¡Acaba de maldecir a mi familia!- dijo el señor Marfil hecho una furia- ¡acaba de arruinar todo!-
Escuchó un gemido detrás de ella, seguramente proveniente de Bruno, pero no se movió.
-Heriberto, ya te he dicho mil veces que el poder de Brunito no funciona así, él solo puede mirar el futuro, no puede causar nada- dijo Alma con paciencia, tratando de calmar la situación Para entonces Arturo y la señora Guzmán ya habían salido del comedor también para ver lo que estaba sucediendo.
-¡Ese… ese demonio maldijo a mi familia, Alma!- exclamó el señor Marfil mostrando los puños- ¡exijo que me dejes darle su merecido por lo que le hizo a mí y a mi familia!-
CRASH
Un relámpago apareció no solo en la nube de Pepa, sino en en el cielo como advertencia al hombre de que más le valía no acercarse a su hermano.
-Tienes que calmarte, Heriberto- intervino el señor Arturo poniéndole una mano en el hombro- el muchacho solo mira el futuro como dijo Alma, no es responsable de lo que ve o lo que sucede-
Pero el señor Marfil no parecía estar satisfecho, se sacudió la mano que Arturo le puso en el hombro y, al ver que era uno contra toda la familia Madrigal y sus dos invitados prefirió aplazar la pelea, pero no duraría tranquilo por mucho tiempo.
-Esto no se quedará así, Alma- siseó Heriberto apuntando a la mujer con su dedo- ¡yo mismo me encargaré que te arrepientas de haber defendido a ese demonio! Me encargaré que pierdas todo lo que amas-
Sus ojos pasaron por Alma y sus hijos mientras hablaba, deteniéndose en Julieta por un tiempo más largo que sus hermanos y causándole un escalofrío.
-¡Heriberto!- exclamó horrorizada la señora Guzmán al escucharlo, pero el hombre la ignoró y salió de ahí con cara de pocos amigos, jurando en voz alta su venganza contra la familia Madrigal.
Alma se volvió a Bruno con las manos en las caderas. El muchacho estaba siendo abrazado por Julieta pero al verla se encogió sobre sí mismo, sosteniendo uno de sus brazos. Tenía un feo golpe en la frente, encima de su ojo derecho, y su labio inferior le sangraba.
-¿Qué hiciste, Bruno?¿Qué le dijiste?- dijo Alma.
-Mami, yo solo le mostré lo mismo que vi- dijo el muchacho temblando asustado. Tenía lágrimas en los ojos- en serio, no dije nada que no había visto…-
La mujer suspiró resignada.
-Mamá, Bruno está herido- dijo Julieta tomando el brazo de su hermano, quien dejó escapar un gemido de dolor, para conducirlo al comedor para darle algo que lo curara- lo siento, en un momento se te pasa-
El muchacho hizo un puchero pero contuvo el llanto, acostumbrado a que a Alma no le gustaba que llorara. Su hermana le pasó un buñuelo y Bruno se lo comió, siendo inmediatamente curado de sus heridas.
-Gracias, Juli- dijo Bruno con una voz apenas audible, sin siquiera levantar la mirada.
Julieta asintió y acarició el cabello de su hermano mientras que los adultos los miraban el silencio y comenzaron a tomar sus sitios en el comedor. Animado por sus hermanas, Bruno también tomó asiento se esforzó por fingir una leve sonrisa, aunque los trillizos había perdido el apetito después de lo que pasó. Al parecer Alma y sus invitados no.
-No piensen mucho en lo que pasó, niños- dijo Arturo al ver a los adolescentes preocupados por el incidente, la nube negra de Pepa aumentando de tamaño cada vez más- Heriberto Marfil no ha sido el mismo desde que su mujer murió y se quedó solo con sus dos hijos. Se enoja por todo y luego se le pasa, no se preocupen-
-Claro, pero Bruno podría ser más prudente…- dijo Alma seriamente mientras que daba un sorbo a su vaso de agua.
-Está bien, a veces cosas malas pasan al mirar al futuro- dijo Rosa Guzmán- no por eso se debe culpar al mensajero-
Julieta y Pepa miraron a su hermano sentado entre ambas y encogiéndose en su silla como si quisiera desaparecer. A su mente regresaron las imágenes de su última visión, donde había visto a los mellizos del señor Marfil llorando mientras su padre yacía inmóvil en el suelo con horribles marcas en toda su piel y no pudo hacer nada sino abrazarse, mirando su comida en el plato sin tocarla, pensando en que vomitaría si llegaba a ponerla en su boca. No podía creer que ese hombre hubiera interpretado las marcas en su piel como una maldición, y había culpado a Bruno por ello.
El adolescente cerró los ojos y suspiró deseando que su don fuera como el de Julieta o el de Pepa, pero no lo era y en realidad lo odiaba. Solo esperaba que Arturo tuviera razón y ese episodio con el señor Marfil terminara ese día.
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Plaza frente a la iglesia
Al día siguiente
Pepa y Bruno estaban en la plaza acompañando a Julieta a repartir buñuelos a los enfermos y heridos del Encanto esa tarde, era una actividad que su hermana perfecta tenía todos los días. La aludida miró a sus hermanos con una sonrisa, agradecida por que ellos la acompañaran. Todos estaban siempre muy ocupados atendiendo a los pobladores con sus respectivos dones y nunca tenía tiempo para pasar con ellos, así que esa era una de las pocas oportunidad en los que podían estar los tres juntos.
Vio con una sonrisa a un muchacho moreno mirando a Pepa entre la multitud mientras que atenía a los enfermos que se acercaban. Ya lo había visto antes mirando a su hermana con corazones en los ojos incluso cuando Pepa tenía otro novio. Julieta conocía bien a ese Félix y parecía ser un buen muchacho, muy enamorado de ella.
-Deñorida Judieta- una voz llamó su atención.
La muchacha se volvió para ver al último paciente del día, que nuevamente era el pobre de Agustín Rojas, habiendo sido atacado por un enjambre de abejas por enésima vez en esa semana. No entendía cómo un joven de su edad podía accidentarse tanto como él. Era un desastre y se tropezaba caminando en línea recta.
-¡Ay Agustín!- exclamó ella tan pronto como lo vio sin poder creer que estuviera de nuevo herido- ¿otra vez?-
-Damento ducho dolestadla, deñodita- dijo el joven cabizbajo con su lengua hinchada. Julieta sonrió levemente y le ofreció un buñuelo, el cual lo curó casi de inmediato- muchas gracias. No sé que haría sin usted-
-Podrías tener más cuidado para que no te lastimes a cada rato. Y ya te lo he dicho miles de veces, Agustín- dijo ella sonriéndole- me puedes llamar Julieta-
Habiendo terminado, la muchacha se volvió a sus hermanos, segura de que la molestarían por la conversación que acababa de tener con Agustín, pero no vio a ninguno de los dos cerca. Cuando por fin los encontró con la vista se dio cuenta de que Bruno había sido arrastrado a una conversando involuntaria con una mujer bastante molesta, quien parecía estar reclamándole algo. Pepa estaba charlando con un niño y una niña mientras tanto, quienes comenzaron a hacerle preguntas sobre sus poderes.
"Que bien que vinieron a acompañarme… y finalmente se olvidaron de mí", dijo Julieta rodando los ojos mirando los buñuelos que le quedaban en la bandeja, pero no dijo nada. Sonrió levemente al ver a Pepa tan entretenida cuando Félix se acercó a charlar con ella, tanto que un arcoíris apareció sobre su cabeza.
Julieta estaba tan entretenida mirando a su hermana charlar con ese muchacho que casi se olvidó que Agustín seguía ahí.
-¿Te volviste a lastimar?- preguntó ella cuando por fin cayó en cuenta de ello.
-N…no, señorita… digo, Julieta- dijo Agustín nerviosamente antes de ajustarse las gafas- escucha, si no es mucha molestia, ¿le gustaría…?-
Pero el adolescente no alcanzó a terminar su frase porque le llegó un empujón por la espalda que lo apartó de donde Julieta estaba en ese momento y lo tiró al suelo, por poco cayendo sobre la mesa donde estaban los buñuelos que Julieta había preparado. La muchacha se inclinó hacia él para ofrecerle una mano y ayudarlo a ponerse de pie con la idea de inmediatamente después reprender al grosero que lo había empujado de esa manera, pero no alcanzó siquiera a extender su mano cuando sintió un grueso brazo rodeando su cintura y levantándola del suelo.
-¡Hey! ¿Qué…? Mmmmfff- exclamó por la sorpresa, pero la persona que la levantó ignoró sus reclamos y cubrió su boca con otra mano. Pudiendo gritar solo contra la mano del sujeto y viendo a Agustín mirarla con horror desde el suelo y luchar por ponerse de pie de nuevo para ayudarla, pero no logró hacerlo lo bastante rápido cuando el atacante de Julieta la arrastró lejos de su mesa en la plaza y hacia al interior de la Iglesia.
El interior del edificio estaba completamente vacío, seguramente porque era la hora de comer del padre. Cada uno de los pasos del hombre y de sus intentos de gritar resonaban en la iglesia oscura, dándole un aspecto tenebroso.
Por fin el hombre se detuvo frente al altar de la Iglesia y el hombre le quitó la mano de la boca.
-Silencio, niña- dijo la voz de un hombre a su oído antes de que pudiera siquiera tomar aire para gritar, pero siguió luchando para soltarse- te explicaré lo que va a pasar. Te quedarás quieta hasta que haya tenido mi venganza contra la llorona de tu madre y tus patéticos hermanos. Si te comportas bien tu vida será más fácil después de ello…-
-¿Qué?- la adolescente apenas alcanzó a preguntar sin aliento sin entender qué era lo que el hombre tenía planeado hacer. El hombre la puso en el suelo sin soltar su muñeca y sacó una cuerda.
Julieta lo reconoció tan pronto como la puso en el piso y la hizo darse la vuelta para atar sus manos juntas. Una vez que lo hizo, el hombre la arrastró al altar, la dejó caer al suelo y atar su torso al atril junto al mismo. Tomó su mentón con una mano, y Julieta retiró su rostro horrorizada.
-Esto es lo que pasará, niña: te casarás conmigo y me darás el control de la casa Madrigal y de la magia del Encanto tan pronto como me deshaga de tu estúpida familia- dijo el hombre, que ahora Julieta sabía que era Heriberto Marfil.
Aquello la asustó aún más y comenzó a pelear contra sus ataduras, pero el hombre la miró de manera amenazante y la muchacha se encogió asustada mientras que buscaba una manera de escapar de ese horrible hombre ahora que sabía lo que quería hacer a su madre y a sus hermanos. ¡Tenía que huir de ahí y advertirles!
Heriberto Marfil comenzó a caminar en círculos en el pasillo central de la Iglesia con una mano en el mango de su sable con una mirada cruel, como si estuviera esperando a alguien.
-Mis compañeros llegarán pronto a asistirme- dijo el hombre más para sí mismo que para ella.
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Al mismo tiempo
Bruno dejó de hablar con una señora alta y delgada quien estaba reclamándole sobre el pez muerto de su hija cuando sintió ese extraño dolor de cabeza que predecía una visión espontánea. Gruñendo en voz baja apartó a la mujer y cerró los ojos, buscando en su mente lo que la visión quería mostrarle. Las imágenes que la visión le mostró lo hicieron temblar: ahí estaba ese horrible hombre que lo había golpeado y amenazado el día anterior tomando a su hermana por la cintura y arrastrándola al interior de la Iglesia. Después vio a Pepa correr hacia él junto con Alma, quien llevaba la vela antes de que la visión terminara.
"No… Julieta no", pensó Bruno tratando de salir de la visión para buscar a su hermana y advertirle. Estaba respirando agitadamente y sus manos temblaban, pero no podía dejarse llevar por el miedo: su hermana estaba en peligro.
No alcanzó a hacerlo porque sintió un tirón y al parpadear, Bruno vio el rostro asustado de Pepa y de Agustín, ese chiquillo de trece años tan propenso a accidentes que visitaba a Julieta casi a diario para ser curado.
-Bruno, tenemos que avisarle a mamá. Julieta fue…- comenzó a decir su hermana muy alarmada.
-Ya sé, ya se, tuve una visión sobre ese horrible hombre de ayer… él la arrastró a la iglesia- terminó Bruno frunciendo el entrecejo. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a tirarse del cabello nerviosamente mientras caminaba en círculos- ugh… ¡todo es mi culpa!-
Pepa se mordió el labio y el cielo se nubló de pronto. Bruno sintió su propia respiración agitándose aún más de lo que ya estaba, pero hizo un esfuerzo consciente para tranquilizarse y concentrarse en lo que tenía que hacer a continuación para salvar a su hermana, no iba a dejar que ese malnacido le pusiera las manos encima o le hiciera daño. Recordó su visión y se volvió a su hermana.
-Pepa, corre a decirle a mamá lo que pasó, ella sabrá que hacer para ayudarnos. Agustín y yo lo distraeremos lo suficiente para darle una oportunidad a Julieta de escaparse de él, o para darle tiempo a mamá de llegar. ¡Corre!-
Pepa no esperó a que le dijeran dos veces y se echó a correr hacia casita sin preguntar nada, el cielo nublándose cada vez más mientras lo hacía y comenzando a caer una lluvia ligera. Ahora seguía la parte difícil: distraer al señor Marfil para poder rescatar a su hermana. Bruno respiró hondo y vio que Agustín esperaba impacientemente que le diera instrucciones. Solo había una cosa que él podía hacer para distraerlo lo suficiente para que el muchacho pudiera ayudar a Julieta.
-Escucha bien, Agustín: busca una manera de pasar desapercibido y de liberar a Julieta mientras yo lo distraigo- dijo Bruno. Sentía como si todo su cuerpo estuviera hecho una gelatina, temblando horriblemente por lo que estaba a punto de hacer.
"Esto es por mis hermanas", pensó Bruno repetidamente "esto es mi culpa, Julieta no tiene porqué sufrir esto por mi culpa".
-¿Cómo vas a hacer para distraerlo?- preguntó Agustín interrumpiendo sus pensamientos. Bruno gruñó: realmente no estaba esperando que el muchacho se lo preguntara.
-Su problema es conmigo, así que estoy seguro de que dejará sola a Julieta para… volver su atención a mí- dijo él con calma a pesar de que interiormente estaba muerto de miedo- solo lo voy a distraer mientras que mamá trae ayuda-
El otro muchacho lo miró sospechosamente, sobre todo al verlo temblando incontrolablemente. No tardó mucho en atar los cabos y entender exactamente que era lo que estaba planeando.
-Bruno, no estás planeando sacrificarte, ¿verdad?- dijo él. Bruno gruñó al ver que Agustín se había dado cuenta de lo que tenía planeado- no puedes hacer eso. ¡Te va a matar!-
Puso una mano en su hombro.
-No hay tiempo de debatir esto ni de pensar en otra cosa que hacer, Agustín- dijo él en un tono impaciente- tenemos que liberar a mi hermana antes de que ese psicópata le haga daño. Julieta ya me curará cuando esté a salvo-
"Si es que sobrevivo", pensó Bruno, pero decidió empujar ese pensamiento al fondo de su mente, y Agustín no necesitaba saberlo.
Los dos jóvenes se dirigieron a la Iglesia a toda prisa, sin que Agustín estuviera muy cómodo con la idea de Bruno, pero no tenían tiempo de buscar otra estrategia. Como lo planearon, Agustín rodeó el edificio y buscó la pequeña entrada hacia la sacristía mientras que Bruno golpeó varias veces la puerta principal para llamar la atención del hombre antes de abrirla y entrar valientemente al edificio para encontrarse con Heriberto Marfil, quien se volvió hacia él con una sonrisa que lo llenó de terror.
Bruno buscó a Julieta con la mirada y la encontró atada al atril cerca de los pies del altar, mirando asustada a su hermano entrar a la Iglesia y sacudir la cabeza.
-¡No!- exclamó Julieta tratando desesperadamente de soltarse de dónde estaba atrapada, su voz resonando en el vacío de la iglesia. Era obvio que tenía miedo pero no quería que le hicieran daño a su hermano- ¿qué estás haciendo aquí, Bruno? ¡Vete de aquí!-
Bruno la miró con un momento antes de volverse al hombre mayor.
-¿T…te crees tan valiente, a…atacando a mi hermana?- dijo Bruno tratando de no mirar a su hermana a pesar de sus gritos de que se fuera y reuniendo todo el valor que pudo juntar. Se maldijo a sí mismo por tartamudear de miedo, pero ya era demasiado tarde- ¡d…déjala ir, tu problema es c…conmigo!-
Heriberto Marfil se volvió hacia él con una expresión incrédula ante la actitud del muchacho que iba a retarlo antes de echarse a reír.
-JAJAJA- exclamó el hombre maliciosamente- ¿crees que estás en condiciones de negociar conmigo, basura? No me conformaré solo contigo, sino también tu madre y tu otra hermana hasta que tu patética familia pague la afrenta que me hiciste. Agradece que al menos una de tus hermanas sobrevivirá… si es que se comporta y cierra la boca-
Bruno alcanzó a ver a Agustín detrás del altar y respiró aliviado. Al menos iban a poder liberar a Julieta mientras que lo distraía y ese horrible hombre no iba a lastimarla.
-M…métete con alguien de tu tamaño, a… abusivo- dijo Bruno y cerrando sus manos en puños, hablando lo suficientemente alto para que Heriberto lo escuchara y, más importante, para que no notara que Agustín se acercó a Julieta con un cuchillo en la mano para liberarla de sus ataduras.
Ignorando lo que sucedía a sus espaldas, el hombre volvió a soltar una carcajada.
-Bien, si tantas ganas tienes de morir primero te concederé el deseo- dijo Heriberto Marfil tronándose los nudillos- jajajaja… voy a disfrutar esto-
El adolescente apretó sus manos respirando hondo y tragó saliva mientras se preparaba mentalmente para pelear. Si era completamente sincero, tendría que admitir que no tenía ninguna experiencia e incluso sus golpes más fuertes debían ser completamente patéticos, pero no sabía qué otra cosa podía hacer para distraerlo.
Al verlo intentar defenderse, Heriberto se echó a reír nuevamente, haciéndolo temblar a pesar de sí mismo. Apartó las manos del muchacho de un manotazo para luego tomarlo del cuello para empujarlo contra la pared.
-AAAAAAAAAH-
Bruno se odió a sí mismo por gritar. ¡Se suponía que no quería asustar a Julieta! Podía ver desde donde estaba la expresión horrorizada de su hermana mayor.
-Te. Lo. Advertí- dijo Heriberto mientras golpeaba repetidamente al muchacho, pero éste seguía levantándose una y otra vez- eres patético. ¿Qué quieres demostrar levantándote así, mocoso?-
Bruno se limpió la sangre del mentón con su puño y se puso de pie de nuevo con dificultad, mirando de reojo hacia el altar otra vez. Agustín por fin había terminado de desatar a Julieta y estaba tirando de su mano para guiarla al exterior a pesar de la renuencia de la muchacha a dejar atrás a su hermano.
"Vete de aquí, Juli"; pensó Bruno "corre, no te preocupes por mí".
Pero mientras que estaba guiando a Julieta al exterior de la Iglesia tratando de que Heriberto no se diera cuenta, Agustín tropezó con un candelabro junto a la puerta provocando un gran estruendo que hizo eco en todo el edificio y que el hombre por fin se diera cuenta de lo que estaba sucediendo justo a sus espaldas.
-¡No!- exclamó soltando al muchacho que había estado golpeando y comenzó a correr hacia donde estaban los dos adolescentes tratando de huir del edificio.
-¡Corre, Julieta!- exclamó Bruno como pudo antes de colapsar en el suelo de la Iglesia y no volver a levantarse.
La muchacha miró a su hermano con una expresión, pero finalmente hizo lo que le pidió: levantó a Agustín del suelo y comenzó a correr con él hacia la salida posterior de la Iglesia, dejando caer lo que podía detrás de ella para bloquear a Heriberto Marfil y hacer que no la alcanzara.
Lamentablemente no fueron lo bastante rápidos y el hombre alcanzó a atrapar a Julieta cuando por fin habían salido del edificio, tomándola de su muñeca y dándole un fuerte tirón para levantarla unos centímetros del suelo.
-AAAAAAAAAAAAAH- la muchacha gritó de dolor por el súbito estirón y por el hecho de estar colgando de su muñeca.
-¡Déjala en paz, abusivo!- gritó Agustín tratando de forzarlo a soltar a la adolescente, pero ganándose un nuevo golpe en el estómago por parte del hombre mayor que lo dejó doblado en el suelo.
-¡Agustín!-
-Buen intento, mocosos- dijo Heriberto frunciendo el entrecejo- pero perdieron, y me dieron mi venganza en bandeja de plata. Un Madrigal menos y faltan dos-
-¡NO!- exclamó Julieta con lágrimas en los ojos y pataleando para soltarse de él, ya que su brazo le dolía mucho al estar colgando así. El hombre se enfureció.
-¡Te dije que te quedaras quieta, niña estúpida!¡Te enseñaré a respetarme!- exclamó el hombre levantando su mano libre, dispuesto a golpearla, pero antes de que pudiera hacerlo un relámpago llamó su atención.
Alma y Pepa Madrigal estaban de pie frente a ellos con cara de pocos amigos, la primera con la vela del milagro en sus manos. No solo estaban ellas dos en la plaza, sino Arturo, la señora Guzman, la señora Ozma y varios miembros del pueblo que vieron horrorizados sus acciones, alertados a lo que estaba sucediendo por el grito de Julieta. Incluso vio al grupo de personas que habían prometido ser sus aliados y pelear por su causa de pie detrás de los Madrigal y a sus propios hijos, a quienes había enviado a distraer a Pepa para poder raptar a Julieta, que ahora miraban asustados a su padre.
-Lo voy a decir solo una vez- dijo Pepa mirándolo amenazante, la nube su cabeza comenzando a relampaguear con cada vez más fuerza- ¡deja ir a mi hermana AHORA!-
Heriberto rodó los ojos y sacó un cuchillo de su cinturón, puso a Julieta en el suelo trasladando su mano de la muñeca al brazo de la joven y acercó el cuchillo en su cuello.
-Muy bien, querida señora Alma- dijo Heriberto Marfil- va a darme la vela del milagro y va a salir del Encanto inmediatamente con todos sus engendros, excepto esta muchacha-
Alma se mantuvo impasible y Pepa gruñó peligrosamente, haciendo que su nube se extendiera por toda la plaza y dejara escapar otro relámpago amenazante. Julieta parecía estar completamente aterrada con lo que estaba pasando, pero vio una oportunidad de escapar mientras que el hombre estaba distraído con los relámpagos amenazantes de Pepa. Rápidamente se giró para patear al hombre en la entrepierna y hacerlo soltarla, recibiendo solo un corte del cuchillo en su antebrazo cuando el hombre se movió, y logrando separarse de él lo suficiente al mismo tiempo en que su hermana causaba otro relámpago que golpeó a Heriberto casi de lleno en el lado derecho de su cuerpo justo cuando éste comenzó a seguirla con la intención de atraparla otra vez.
La mayor parte de los presentes se volvieron hacia un lado o cerraron los ojos para no mirar al hombre ser casi fulminado por el relámpago. El grito de dolor y el olor a piel quemada alcanzó a todos los presentes, causándoles una mueca de disgusto, pero nadie criticó a la joven Madrigal que estaba defendiendo a su familia.
Una vez libre de ese horrible hombre, Julieta corrió hacia Pepa y ésta la abrazó aliviada.
Al mismo tiempo Agustín y Félix habían corrido a la iglesia a recoger a Bruno, quien estaba aún en el suelo, aturdido pero aún consciente. Entre los dos lo levantaron y lo ayudaron a salir de la iglesia hacia la plaza, donde aún descansaban los buñuelos que había preparado Julieta con la idea de intentar curarlo. Julieta soltó a Pepa y abrazó a Bruno.
-¡Eso fue tan tonto, Brunito!- dijo Julieta entre sollozos, aferrada al cuello del muchacho- ¡te dije que te fueras! ¡Pudo haberte matado!-
-Ya, Juli- dijo Bruno con una sonrisa llena de sangre- yo soy el hombre de la casa, tenía que proteger a mi hermana-
Aún en la plaza, Alma Madrigal miraba implacablemente al hombre que había amenazado de esa manera a sus hijos y caminó hacia él, deteniéndose a unos pasos de donde estaba Heriberto con una expresión inflexible.
-Heriberto Marfil- dijo Alma fríamente- tus acciones han comprometido la tranquilidad y la seguridad del Encanto. Lo que hiciste a mi familia es imperdonable, tratar de asesinarme y a dos de mis hijos para casarte con mi hija y tomar el control de este pueblo. Si Arturo y Rosa están de acuerdo también, te condeno a ser desterrado del Encanto inmediatamente-
-¡No puedes hacer eso!- ladró el hombre herido, intransigente incluso en su estado actual. Dos de los habitantes del Encanto se acercaron a levantarlo del suelo- tú… ¡Tengo dos hijos! No puedes condenar a mis hijos al exilio también…-
-Tus hijos no están condenados- dijo Alma con fría calma que le causó escalofríos- ellos pueden quedarse. Es tu decisión si los dejarás en el Encanto con alguno de los habitantes o los llevarás contigo…-
-¡No me separarán de ellos!- exclamó Heriberto.
-Entonces tenemos tu respuesta- dijo la mujer mientras que hacía una señal para que dos jóvenes tomaran a los niños de la multitud y los guiaran también hacia donde estaba su padre. Alma se volvió fríamente a quienes tenían sujeto a Heriberto- ya saben que hacer. La montaña se abrirá para que ellos salgan, pero no para que entren. Y entréguenle un buñuelo de los que preparó Julieta para que se cure-
Alma se volvió a ver a sus hijos. Bruno tenía la cara llena de sangre y seguramente la nariz rota siendo sostenido ahora por sus hermanas. Julieta lo abrazaba llorando asustada y Pepa los abrazaba a ambos aliviada de que todo hubiera salido bien y no los hubiera perdido. La misma Alma respiró aliviada al verlos, sabiendo que todo iba a estar bien.
Agustín, Félix y otros aldeanos escoltaron (o mejor dicho, arrastraron) a Heriberto y a sus hijos de ocho años, Genoveva y Oscar, hacia la montaña que marcaba los límites del Encanto, y expulsaron a los tres miembros de la familia Marfil. Aún así, el hombre despreció el buñuelo y lo tiró al suelo.
La vela en las manos de Alma emitió un fuerte brillo, suficiente para que las montañas se abrieran y pudieran sacar a los Marfil. Después de eso la luz de la vela regresó a la normalidad y las montañas comenzaron a cerrarse.
-Te lo advierto, Alma- dijo Heriberto volviéndose al interior del Encanto antes de que las montañas se volvieran a cerrar- tus hijos y tus nietos nunca estarán seguros de mí. Me encargaré que mi venganza llegue cuando menos te lo esperes. ¡Un día los Madrigal se van arrepentir de haberme hecho esto!-
Tan pronto como Heriberto y sus hijos desaparecieron tras las montañas que protegían el Encanto, los trillizos respiraron aliviados de estar a salvo y que todo ese tormento hubiera pasado por fin. Julieta curó a Bruno y a sí misma con un par de buñuelos, y Alma se relajó para poder abrazar a sus niños, aunque no por mucho tiempo. Había usado una gran cantidad de magia y no se sentía muy bien, su cabeza comenzaba a dolerle.
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CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Aquí estoy de regreso con otra historia. Como ven, Alma acaba de hacer un enemigo que en el futuro va a causar problemas en el Encanto (aunque lo hizo con justa razón, ese tipo era de lo peor). Y adivinen quién va a tener que lidiar ese problema más tarde.
Muchas gracias a quienes vienen a leer, espero que les guste. Abrazos.
Abby L.
